Aioria x Shura

24hours OPEN

Capítulo 4- Quimera.

Sonriendo ligeramente, el guardián de la –en reparaciones- casa de Sagitario, vio a Aioria entrar en la cocina, seguido muy de cerca por un distraído Shura (claro que estaba distraído; Aioros era capaz de darse cuenta incluso de cuando uno sólo de sus cabellos estaba fuera de su lugar, y verle acercarse con la mirada más perdida que La Olla de Athena no era precisamente algo que pasara muy desapercibido).

Hacía algunos minutos que se habían desaparecido en uno de los corredores, pero al ver la mano vendada de su hermano menor, no necesitó pensar mucho para caer en cuenta de que el babosito se había quemado, cortado o arrancado la piel del brazo mientras intentaba cocinar y el pobre de Shura se lo había llevado todo.

Ah, Shurita siempre tan atento.

Sintió deseos, de un momento a otro, al verle dedicarle una mirada curiosa, de dejar sus asuntos, caminar hasta él y darle un abrazo. Pero claro que, con Aioria pululando por ahí, aquello no era la mejor de las brillantes ideas que había tenido en su joven vida.

—Aioros...- la voz de su querido Capricornio interrumpió el hilo de pensamientos que estaba colgando de su mente, y se volvió para verlo de frente, todavía sosteniendo en una mano la espátula con la que estaba volteando la cena. -, deja que yo...

—Ah, no, no.- el centauro sonrió cariñosamente, y pudo ver cómo Leo fruncía desagradablemente el ceño. –Aioria seguramente estará indispuesto para agarrar una sartén, y tú ya hiciste bastante encargándote de tratar su desastre. Mejor siéntense y esperen a que termine.

—P-pero...

Los ojos verdes de Aioria se posaron sobre sus propias manos. Se había sentado ya a la mesa, sabiendo que el terco de su hermano mayor no iba a dejarle hacer nada, y que Shura, de todos modos, era "el invitado" y era de mala educación ponerle a cocinar.

Segundos después, el susodicho se sentó cerca de él, con sus ojos violetas fijos en ningún lugar en especial y una mano cerrada en torno a su mejilla derecha. Y si aquello extrañó al felino, fue porque en el breve instante que se tomó para indignarse y mirar hacia otro lado, no vio el momento en que Aioros se había inclinado para besar a Shura en el rostro.

Pero eso ya había pasado, y ahora Aioria estaba muy ocupado viendo la forma en que el cabello negro del hispano se inclinaba hacia el frente, conforme él también ladeaba la cabeza en actitud resignada.

Apretó su mano en un puño sobre la piel lastimada, sintiendo cómo la tela flexible del vendaje se aferraba a ésta, y suprimió un gruñido apretado. Estaba pensando seriamente en lo que había sucedido en el baño, y la forma en que de pronto estaba reclamándole y diciendo todas esas cosas que no supo de donde habían venido.

Y no podía negar que no le había gustado ver la expresión en el rostro de la cabra cuando empezó a hablar. Los ligeros balbuceos, buscando cortar su monólogo, o la forma en la que su cuerpo se había tensado al sentirle llegar hasta él.

Pero entonces, todos aquellos asuntitos de las manos...

¿Qué le había pasado? Shura no había sido el único sorprendido cuando la presión había dado paso a una leve caricia. ¿Caricia había dicho? Y él desde cuándo andaba con homosexualidades como aquellas? Su mano apretó aún más, y compuso un gesto de dolor. Ya casi no molestaba la quemadura en su piel, pero aún así le había dolido.

Casi tanto, como el momento en que la mirada del mayor se levantó, e inexpresiva, se clavó firmemente en él.

Por algún motivo, parecía que Shura estaba enojado con él. Y por ese mismo motivo, seguramente, a él no le había gustado esa mirada.

×

Las mejillas de Aioria tomaron un interesante tono de carmín cuando, estando a solas con Shura en la habitación, cayó en la cuenta de que Aioros se había improvisado ya una cama en el sofá cercano a la ventana, y a cambio había preparado la principal para que los dos cupieran perfectamente sin incomodar al otro. Incluso había acomodado los doseles de modo que, sospechosamente, le permitían ver desde el otro extremo de la habitación cualquier cosa que pasara sobre ese punto en específico.

Pero de todos modos, cuando su hermano había dicho que iban a dormir juntos, por algún motivo la idea no había parecido iluminarse bajo la luz con la que brillaba ahora.

¿Dormir con Shura? SOLOS?

Se sorprendió tocando los vendajes sobre su mano de forma casi cariñosa con las yemas de los dedos de su extremidad buena.

—Aioria...

Le desagradaba la voz de Shura. Siempre le había desagradado. El tono rasposo en el fondo de su garganta que, ahora se daba cuenta, para su propio horror, sonaba bastante seductor. El ligero acento hispano mezclado con la influencia greca. El aire de seriedad que se preguntaba si sería capaz de irse algún día... Todo le irritaba, pero por alguna extraña y sobrenatural razón, en aquellos momentos deseaba que volviera a decir su nombre.

—Ya sé que Aioros fue quien lo dispuso, pero no es necesario que tú...

—Ajhn.- gruñó el felino, girando su rostro hacia un costado mientras se frotaba la nuca con una mano. Estaba consciente de que se había ruborizado, y más consciente de que repentinamente las palabras de Capricornio le habían sacudido de forma desagradable. Pero había logrado controlarse antes de decirle que no, y eso estaba bien.

Lo que no estaba bien era el hecho de haberse sentido decepcionado al saber que el otro no quería dormir con él...

—Aioros es muy terco.- dijo de pronto, viendo de reojo a un incómodo Shura de pie cerca de él. Sus mejillas todavía escocían desagradablemente, y sus cejas se habían torcido sobre sus ojos entrecerrados. –Si le dices que no deseas dormir conmigo, creerá que yo te lo he prohibido. Entonces se enojará conmigo y hará uno de sus berrinches. Deberías saberlo ya que lo conoces más que yo.

Shura no respondió.

Estaba viendo sus pies, que de repente parecían lo más interesante del mundo, y sin dar cuenta de que la mirada verde del griego estaba sobre él y la fascinante forma en que la luz de las velas se mezclaba sobre su cuerpo con las sombras de la habitación en un rústico y fascinante contraste.

¿Fascinante?

La mano derecha de Aioria se encontró con su mejilla de forma brusca.

'No, Shura no tiene nada de fascinante.'

—Si te incomodo...

—Ya te dije que no te preocupes por eso. Toma como pago por esto el tiempo que podré estar contigo sin moluscos o vasijas que te quieran defender.

Ah, que interesante.

Estaba loco, drogado o la cena le había hecho daño, pero podría haber jurado que, en el momento en que Capricornus giró el rostro hacia otro lado, tenía una especie de manchón rosado sobre los pómulos.

—Además...

Los ojos púrpuras del español permanecieron fijos en la pared frente a él, pero no podría negar que estaba escuchando a Aioria.

—...yo también estoy contento de poder estar con mi hermano...

Por supuesto.

Si era por eso, solamente, por lo que estaba aguantándole ahí.

De otro modo...

Sonrió, y con desagrado, pudo ver cómo su sombra le devolvía la sonrisa.

'¿Por qué te molesta tanto que Aioria te mire sólo como un enemigo a vencer?'

×

x Claro, vamos a dormir juntos. x

El cepillo de dientes golpeó con fuerza la parte inferior de las encías de Leo, y gruñó en voz alta, mezclando sus quejas con un gemido apagado.

La sangre caliente se mezcló con la espuma del dentífrico, y con desagrado la sintió palpando su paladar antes de escurrirse por sus labios entreabiertos hasta caer pesadamente sobre la porcelana del lavabo.

No la enjuagó.

Sus ojos verdes enterrados en el espejo le daban un reflejo del horror enclaustrado en su rostro. El horrible espectáculo del que muchas veces antes había sido testigo. La soledad dentro de sus dos oscuros orbes. Del dolor que ahí estaba pero siempre se había negado a aceptar...

Tan antinatural discrepancia.

El rojo oscuro anteponiéndose al blanco de la pasta.

La luz de las velas contrastando con la oscuridad del baño, como momentos antes lo había hecho en el cuerpo del español.

De Shura...

Shura y él.

Dulce y amargo.

No sabría con exactitud quién era el dulce y quién el amargo, pero de pronto todo estaba relacionándose con aquél idiota, tejiéndose en una telaraña de sentimientos y sensaciones que sin su consentimiento le llevaban a aquél, ahora en su mente, lejano momento entre las paredes de ese mismo baño.

Y esa tonta amenaza...

El tacto de la piel de Shura sobre la suya.

El roce de sus dedos tocando su mano.

El momento en que estuvo casi a punto de gemir un reclamo, acallado por el dolor de sus dientes enterrándose en su lengua y el sentido común del que siempre creyó hacer gala.

Aquella ocasión en que deseó arrancar su cabeza, cuando le creyó un traidor.

La ocasión en que supo a manos de quién había sido arrebatada la vida de su amado hermano...

Había tenido tantos enfrentamientos con él, pero nunca antes se había sentido tan cerca y tan lejos.

Tan avergonzado de sí mismo que incluso su propio reflejo le miraba con lástima...

El agua fría llevada del grifo a su boca por una temblorosa mano limpió eficazmente los rastros de violencia física aplicada sobre su propio cuerpo, pero no le devolvió así la razón.

Imbécil, quiso decir, pero cuando sus labios se partieron para hablar, con terror encontró que su boca, su mente tal vez, había sido capaz de articular solamente una palabra.

"Shura".

Aquél sinónimo de estúpido, pero sobre el cual sus pensamientos habían estado girando, con diferentes sensaciones, desde que acudió al llamado de su hermano y en la entrada lo encontró, sin mirarle, sin poseer verdadera conciencia de lo que estaba a punto de suceder y que después de cerrar las puertas tras ellos, el templo de Leo les encerraría a ambos para siempre.

Sonrió ligeramente.

Estaba delineando el contorno de su propio rostro reflejado en el espejo con las yemas de sus dedos, sintiendo el duro y frío tacto del que tantas veces antes hubo disfrutado.

¿Qué pasaría si no fuese más su rostro el que tocara? Y qué si sus dedos de pronto se viesen reemplazados por otros más?

Seguía sonriendo cuando hundió su cabeza dentro del agua que se había almacenado en el lavamanos.

'Estás pensando mucho, Aioria.'

Y aquello nunca era bueno para la salud.

×

Sin embargo, tampoco lo era lo que acababa de suceder. El repentino estallido dentro de su corazón, o el violento agitar de su respirar cuando, secándose con una toalla la cabeza después del baño no previsto, caminó la distancia que había entre el lavado y su habitación, no pensando en nada más que en dormir larga y tendidamente.

Cuando su mano tomó la perilla de la puerta, y casi disponiéndose a empujarla para poder entrar, había escuchado aquél gemido apagado.

Y la curiosidad de un felino siempre había sido famosa, por lo que, haciendo gala de sus dotes, había abierto apenas una franja que le permitiese ver más allá de nada, en silencio, abriéndose con un casi imperceptible chirrido que, de pronto, había desaparecido en la oscuridad.

Nada; la quimera construida a base de sensaciones, pensamientos y sentimientos agitándose dentro de sí, en el momento en que la figura de Shura había aparecido dentro de su campo de visión, acelerando sus latidos como de unas horas a acá estaba sucediendo, pero no contento con eso, había encontrado también la silueta de Aioros de pie junto al primero, con una mano envuelta en la cintura delgada, la otra firmemente cerrada sobre la nuca de cabello oscuro, que se arqueaba hacia un costado conforme sus labios se encontraban, unos con otros, con la calma y la pasión que no hubiera querido conocer jamás.

Y Shura estaba gimiendo, en voz baja, conforme los labios de Aioros se escurrían por su cuello, besando con aquella tranquilidad que le caracterizaba cada trozo de piel, inconscientes ambos de que los dos ojos verdes permanecían fijos en tan horrible escena.

De que el corazón de Aioria estaba rompiéndose, al mismo ritmo en que el ruborizado rostro de Shura se movía hacia atrás, incapaz de romper el contacto, y la nada le tragaba una vez más.

Se había sentido tan mal en aquél instante...

Es decir, siempre lo había sabido. Aioros y Shura... siempre. Era tan obvio. Y aunque se lo había negado, aunque había insistido fervientemente en que el estúpido extranjero no era lo suficientemente bueno para su hermano mayor, de igual forma lo había admitido siempre.

Idiotas, los dos, mil veces idiotas.

Había amado tanto a su hermano. Había sufrido lo indecible cuando supo lo sucedido, y hubiese intentado cobrar venganza del hispano una y otra vez si su lealtad a la diosa no se hubiese puesto en duda a cambio.

Pero ahora...

Ahora...

Las lágrimas que se agolparon en sus ya nublados ojos, antes de apartar finalmente la vista de ellos y hundirse otra vez en la oscuridad del pasillo, no le hubiesen irritado tanto antes.

Porque antes hubiese sido muy sencillo simplemente echar a patadas al intruso...

Antes...

Cuando, a diferencia de ahora, sabría bien por quién era que se sentía tan mal.

×

Notas: Creo que el ambiente con el que comenzó el capítulo no tiene nada que ver con el que acabó xD y de hecho no se iba a tratar de eso... bueno, sí, pero me faltaron algunas escenas que van hasta el capítulo 5, para no enredarnos. Ah, como sea. En el capítulo que sigue, vamos todos a la cama n.n! Reviews, por favor ;)