Aioria x Shura

24hours OPEN

Capítulo 5- La difícil tarea de dormir.

Las sábanas frías le recibieron gustosas, y en silencio vio que Shura se sentaba a su lado, mientras la alegre voz de Aioros, en el fondo, comentaba acerca de las posibilidades de que no dejase de llover en toda la noche.

—No tienes idea de lo incómodo que era pasar los días así, como últimamente está lloviendo mucho, y teniendo más agujeros que techo en los templos.

Aioria sonrió, divertido.

—Me lo imagino.

—De todos modos, aún te agradecemos mucho que nos permitas dormir aquí, al menos hasta que todo esté reparado.

—Ah, no te preocupes por eso.

La espalda del felino se había arqueado hasta dejarle sentado y completamente inclinado hacia el frente, con sus brazos extendidos de modo que sus manos alcanzaran a tomar sus tobillos.

Cerca de él, los oscuros ojos violetas de Shura le observaban, fascinados por la flexibilidad de su cuerpo. Se sorprendió a sí mismo preguntándose cosas malas, de modo que inclinó la cabeza, con las mejillas ligeramente sonrojadas.

—¿No te resultará incómodo dormir ahí?- preguntó de pronto Leo, y el arquero se encogió de hombros.

—Nah. Estoy acostumbrado a la mala vida, ya sabes.

Los dos rieron, pero Shura aguantó la respiración.

La mala vida...

Por alguna razón, aquella clase de chistes no le gustaban.

—¿Por qué no duermes con nosotros?

Ambos pares de ojos le miraron entonces, sorprendidos.

×

¿Y por qué a él le tocaba estar siempre en medio?

Pudo ver la sutil sonrisa irónica dibujándose en los labios de Aioria cuando, tras haberse sentado correctamente sobre la cama, había hecho la pregunta. Y aunque Aioros no había estado muy convencido de principio, el puchero en el rostro del felino había sido tanto o más eficiente que una llave de lucha libre para convencerle.

Y ahora Shura aguantaba la respiración una vez más, con ambos hermanos acostados uno a cada lado de él, con la mano de Aioros suavemente cerrada en torno a la suya, en un gesto cariñoso que el hispano no sabía cómo interpretar, y la cabeza de Leo enterrada en la almohada, tan cerca de la suya que casi podía sentir la suave y cálida respiración golpeándole el cuello.

Seguramente no iba a poder dormir en toda la noche, y no dudaba que aquella hubiese sido la oscura intención que la amable proposición de Aioria había ocultado.

No dejarle dormir la primera noche, para empezar, de modo que se fastidiara y terminara yéndose a pasar el resto de los días con las Valquirias o algo así.

Y aunque el dulce agarre de los dedos de su mejor amigo sobre su mano derecha era en cierto modo gratificante, no quería imaginar lo que tendría el león que decir de llegar a verles así.

Incluso hacía algunas horas, cuando éste se había retirado para tomar un baño y Aioros, sin previo aviso, había comenzado a ponerse afectivo.

¿Y qué hubiera pasado si Aioria les hubiese encontrado en aquél momento? No, el mero pensamiento le aterraba, así que mejor se abstendría. De todos modos, tenía sueño y no quería darle a Aioria la gloria de una primera victoria.

Por el momento...

Cerró levemente sus ojos. Las sombras proyectadas dentro de la oscuridad de la habitación por los lejanos relámpagos y las luces que venían de la ciudad, muy, muy abajo, parecían moverse al ritmo que el viento y las gotas de lluvia imponían sobre la ventana cerrada. Levantándose y torciéndose en formas imposibles, monstruos inexistentes que alargaban sus garras para poder tocarle.

Hubiera jurado que uno de ellos estaba casi a punto de tocar su rostro, cuando...

Por la diosa...

Sus ojos púrpuras se abrieron una vez más, de golpe, cuando sintió cómo su mano izquierda también era atrapada dentro de un apretado agarre. Un puño cubierto de vendas cuyos dedos se enredaban con los suyos, lentamente, apretando cada vez más hasta que no hubo espacio entre una piel y la otra.

¿Acaso...?

Aioria respiró profundamente cerca de su oído izquierdo, reacomodándose sobre la cama y recargando la cabeza, sin sutileza alguna, sobre el hombro tenso de un ahora aterrado Shura.

Y Aioros, por su parte, le había soltado ligeramente para poder apoyar el peso de su mejilla izquierda sobre su hombro libre y sujetar cariñosamente la tela de su camiseta.

Aww

En otra situación, Shura no hubiese negado lo muy excitante que aquello le hubiese resultado. Claro, si una de esas personas no fuese su mejor amigo y el otro el hermano menor del susodicho, quien dicho sea de paso siempre le había odiado.

¿Pero por qué se ponía tan nervioso?

Aioria bien pudo haberse girado hacia el otro costado, o en todo caso haber pedido el lado junto a su hermano menor. O quizás, estaba dormido y creyendo que el brazo dispuesto era el de su querido Sagitario.

Tal vez, tal vez... pero por el modo en que los dedos de Leo habían comenzado a tocar los suyos, resbalando dentro de su palma y deslizándose a lo largo de su piel en un movimiento lento, Shura comenzó a dudar sobre su última teoría.

Es decir... nadie tocaba a un hermano de aquella forma...

Y repentinamente, la idea de que el felino pudiese estar despierto le atacó violentamente, de un modo horrible, y su rostro se giró levemente hacia el punto en que la nariz de Aioria se había enterrado ya en su cuello produciendo un ligero contacto que envió sensaciones electrizantes por todo su cuerpo.

Capricornio apenas si pudo ahogar un quejido en su garganta, mordiendo apresuradamente su labio inferior y apretando también la mano del más joven, cuyo aliento había avanzado ya hasta el arco de su cuello.

—A...Aior...

Cuando los labios de Leo se posaron sobre la piel de su cuello, en un beso caliente, y su lengua húmeda hubo tocado finalmente su dermis, Shura casi se pudo escuchar a sí mismo gimiendo en voz alta.

Sin embargo, a cambio de eso, se encontró sentado en el sofá que Aioros había preparado antes para sí mismo, mirando por la ventana con aire abstraído, la respiración todavía agitada e ignorante de la adormecida mirada verdosa que le veía desde el otro extremo de la habitación.

Y Aioria sonrió.

×

Las manos tomaron con cariño su rostro, dejando marcada sobre la piel de sus mejillas una suave y narcótica caricia que le hizo ronronear en voz baja, absteniéndose de una sonrisa lánguida cuando los otros labios se posaron sobre los suyos, y gimiendo ligeramente le sintió subir sobre el sofá y sobre sí mismo, apoyando ambas piernas a los costados de su cintura y dejando que todo el peso del pequeño y delgado cuerpo gravitara sobre su regazo.

Shura suspiró pesadamente, abriendo ligeramente sus ojos violetas y topándose son el perfil del rostro de Aioros, cuyo cabello castaño se escurría por su frente cayendo en mechones sobre la cara del hispano.

Sus brazos se habían cerrado ya en torno a la estrecha cintura del griego, que se había echado por completo sobre su cuerpo y ahora le sostenía por los hombros en un suave y cariñoso abrazo.

Y sus labios se habían partido, dejando paso a la joven pero aún así experta lengua que demandaba la entrada en un intento vago de profundizar el beso.

Aioros.

Volvió a gemir.

Había sido así desde que volvieron a estar frente a frente, y casi con lágrimas en los ojos Shura le había pedido perdón. Cuando ni siquiera el abrazo a sus rodillas o el montón de palabras desesperadas que el más joven le hubo dedicado fueron lo bastante expresivas como el beso que Sagitario había depositado sobre sus labios en un aún más desesperado intento por hacerle callar.

'Yo ya te perdoné, Shura...'

Pero aunque le había dicho eso, para Capricornio nunca iba a estar la deuda saldada, y si a cambio de poder seguir contando con el perdón de su mejor amigo era necesario aceptar la situación, él lo haría, como en el momento de aquella noche en que Aioros había venido hasta él y sin más se había echado entre sus brazos. Porque él de ningún modo podría negarle nada.

Jamás habían llegado a ninguna clase de acuerdo, ni lo habían llegado a decir en voz alta. Es más, Shura ni siquiera estaba seguro de si lo que sentía por su amigo era algo más que un cariño y un arrepentimiento desmedidos, y de alguna forma tampoco lograba hacerse a la idea de que las dulces sonrisas que el griego le dedicaba significasen otra cosa. Pero en instantes como ese, cuando aquél cuerpo por el que no habían pasado los años se apoyaba sobre el suyo, y las suaves manos se cerraban en torno a su rostro y en una muda súplica reclamaba una vez más sus labios, él no sabía qué pensar.

Así que sólo actuaba y se dejaba llevar.

Ellos ni siquiera habían llegado a la cama, de todos modos.

Además, si Aioria se llegase a enterar...

¿Y por qué diablos estaba pensando ahora en Aioria?

Escuchó una risita divertida por encima de su rostro, una vez se hubo dado cuenta de que ya no estaba besando a nadie, y abrió sutilmente sus ojos para encontrarse con la distraída mirada de Aioros sobre sí.

—Es hora de levantarse, dormilón.

Shura suspiró.

—Si tan sólo te quitaras de encima...

Aioros volvió a reír antes de salir de encima de él.

—No me di cuenta de en qué momento te moviste anoche.- dijo, sentándose a un costado suyo mientras que le veía reacomodarse junto a él y sacudirse el cabello con una mano. Aunque Shura detuvo cualquier movimiento al momento de escuchar la pregunta no formulada. Al parecer se había ruborizado ligeramente.

—N-no quería molestar...

—¿De qué hablas?

—Bueno... creo que era demasiado para una sola cama, y...

—Ah.- los ojos del centauro se clavaron en el techo, pensativamente, y después volvió a sonreír. –No podías dormir.

No hubo respuesta.

—No me digas. Fue Aioria, verdad?

Ah... esa agradable sensación de infinita vergüenza al sentirte descubierto.

—Seguramente te estuvo pateando.- respirando profundamente, Aioros no pudo ver la incrédula mirada que el español había fijado en él. –Solía hacer eso cuando era pequeño y le dejaba dormir conmigo. Y encima me preguntaba cada mañana a qué se debían los moretones.- y después rió, ligeramente, inmerso en un agradable recuerdo del que Shura no resultaba ser partícipe. Aunque aún así, la mirada nidria se quedó fija en el joven perfil del noveno, quien volvía a suspirar. –Como sea, mejor que te apures. Aioria está tomando un baño y yo voy a preparar el desayuno.- volviéndose una vez más hacia él, la sonrisa en los labios del griego se ensanchó. –Te prepararé algo especial.- y después de la cariñosa despedida, con beso en los labios incluido y toda la cosa, Aioros se fue, dejando solo dentro de la habitación a un muy aturdido Shura de Capricornio.

¿Qué había pasado? Eso no iba a poder responderlo del modo sencillo que había pensado... y recordando repentinamente que su ropa estaba todavía en el baño, supuso que tampoco iba a ser sencillo sobrevivir aquél día.

Y eso que recién había llegado a Leo...

×

Se detuvo frente a la puerta cerrada.

Podía escuchar el sonido del agua recorriendo la tubería, escurriendo de la regadera y golpeando el piso en una cascada de múltiples gotitas cristalinas.

Aioria se estaba bañando. Todavía podía recordar eso. Aunque ahora, cuando repentinamente su pulso había comenzado a acelerarse y sus mejillas a enrojecer, tal vez hubiese sido mejor que no lo hiciera.

¿Y cómo había de proceder ahora?

Sería fácil llamar a la puerta y pedir a Aioria permiso para pasar. Aunque seguramente él, como buen antipático anfitrión, no se lo permitiría. Y eso tal vez estaría bien, porque de llegar a hacerlo y habiendo entrado, le resultaría sumamente incómodo saberle a menos de dos pasos de él, separados apenas por una delgada cortina de plástico y estando al menos uno de ellos dos desnudo.

Aioria, para más.

Se sonrojó todavía más entonces.

'¿Qué está pasando contigo, Capricornus?'

Su frente se apoyó pesadamente contra la puerta.

Hacía mucho tiempo realmente que no se sentía tan nervioso... para ser más específicos, no desde aquella ocasión en la que salió con Saga y...

Bueno, eso tampoco venía al caso, pero el punto es que en aquél entonces, cuando estaba casi seguro de sus sentimientos por Géminis, sus manos habían temblado como nunca, su corazón se había descontrolado de vez en vez, y cuando la amable mirada verde se había encontrado con la suya... bueno.

'Se parece.'

Tenía que admitir que lo que estaba sintiendo en aquellos momentos realmente se parecía mucho a lo que sentía cuando estaba cerca de Saga...

¿Pero por qué?

No se lo había dicho a nadie, pero sinceramente estaba casi en un cien por ciento convencido de que, si en algún momento llegase a enamorarse de alguien que no fuese Saga tendría que ser Aioros (o tal vez Shiryuu, si no fuese tan joven)... o Camus, pero él estaba muy bien con Milo y él respetaba eso. Pero el caso es que ahora estaba ahí, de pie frente a la puerta cerrada de un baño, ruborizado y reprendiéndose mentalmente por estarse imaginando a Aioria allá adentro, sin nada más encima que el agua resbalando por su cuerpo y...

—¡Mierda!

¿Acaso él...?

Pero Aioria, aunque no quisiera aceptarlo, había sido para él siempre como una especie de hermano menor. El hermano menor de su mejor amigo, su hermano menor. Ese al que había tratado de proteger siempre, sin importar el declarado odio que éste le había profesado toda la vida, ni el hecho de que nunca antes se hubiesen volteado para verse.

Incluso podría decir que no eran más que dos desconocidos.

Y ahora... repentinamente...

Había pasado sólo una noche...

¿Qué le estaba ocurriendo?

Había desprendido la frente de la madera y estaba girándose para regresar sobre sus propios pasos, cuando repentinamente la puerta se abrió y frente a él y su sorprendida mirada apareció Aioria.

Aioria sonriendo y vistiendo solamente un par de boxers negros sobre su cuerpo mojado...

Ah...

Recién ahora se daba cuenta de lo bonito que estaba el día.

Notas: Pensé que nunca iba a terminar este capítulo, lol. En fin. No acabo de identificar al uke y al seme en las parejas de este fanfic, pero supongo que ya saldrán xP y dejen reviews o no actualizo más oOó!

Quejas? zazu ( aggoba xP ) arayashiki . org