Aioria x Shura

24hours OPEN

Capítulo 7- Derechos reservados.

Estaba sentado dentro de la habitación, observando con distracción el exterior del templo, la parte posterior en la que Aioria, al parecer riendo en voz alta (aunque él no podía escucharlo) estaba alimentando a su mascota.

Todavía seguía lloviendo.

Había comenzado a llover desde la mañana, pero él no había regresado al salón, y en cambio se había dedicado a bajar las escaleras hasta su propio templo, a pasos cortos, dejando que cada una de las frías gotas de lluvia se escurriera por todo su cuerpo.

Por eso ahora se sentía mal, y estaba consciente de ello.

Ahí sentado junto a la ventana, con la amplia camiseta gris de manga larga y los pantalones del pijama, la frente ardiendo en fiebre y la mirada brumosa. Encima, ni siquiera había comido nada en todo el día, aunque tal vez eso estaba bien, porque generalmente siempre que se enfermaba lo vomitaba todo.

Pero ver a Aioria allá afuera, mojándose mientras su león trotaba detrás de él en tono amistoso, de algún modo le reconfortaba.

Después de lo que había sucedido aquella mañana...

Aún cuando sus emociones, sus pensamientos y sentimientos estuviesen aún más confundidos que cuando Saga le besó por primera vez, y en el fondo siguiera sintiéndose culpable por estar desarrollando aquella clase de sensaciones para el hermano pequeño de su mejor amigo...

—Shu...

El mejor amigo que acababa de entrar en la habitación, sonriendo ligeramente y llevando un plato con caldo de pollo sobre una bandeja.

—¿Qué estás haciendo? Deberías acostarte.

Shura se volvió hacia Sagitario, inclinándose ligeramente justo a tiempo para no ver el momento en que los ojos turquesas del arquero se endurecían en la imagen de su hermano menor observándole desde el otro extremo del jardín.

—No quiero molestaros...- balbuceó el más joven, a su vez, sosteniéndose la cabeza con una mano. Y es que la verdad era que cada pequeño sonido, incluso el de las gotas de lluvia golpeando los cristales, era como un cañonazo para su adolorida y palpitante cabecita. –Creo que debería ir a buscar a Aphrodite y...

—Nada.- Aioros depositó la comida sobre una mesita cualquiera, y caminó hasta él. Se sentó a su lado, junto a la ventana, y sin decir nada le abrazó.

El cuerpo de Shura se tensó inmediatamente.

—Entiende que me preocupo por ti, Shura...

Los ojos violetas se levantaron, ligeramente temblorosos, y observó con sorpresa que la mirada azulada vibraba, apenas humedecida por algo que no le gustó.

—¿Por qué te resulta tan difícil?

—A...Aioros...

—Todo este tiempo creo que te he demostrado, de las maneras más imposibles, todo lo que significas para mí, y aún así siento cómo poco a poco continúas alejándote, sin comprender que he estado, desde que te conocí, intentando que te des cuenta de que estoy aquí...

—P-pero yo...

—Shura... te quiero mucho... Entiendes eso?

Las enfebrecidas mejillas del décimo custodio enrojecieron todavía más cuando el griego le apretó, obligándole a enterrar la cabeza dentro de su pecho.

—¿De verdad es muy complicado...?

—N-no, yo...

—Y aún así...

Las manos de Aioros le tomaron por el rostro, y sin avisar, tiraron de él hasta que sus labios se encontraron en el camino. Y le besó, en silencio, apretando las muñecas de Capricornio, quien sin energías suficientes para pensar en lo que estaba haciendo, cerró sus ojos y se dejó caer por completo sobre el otro cuerpo, que aunque seguía siendo más joven que el suyo, también continuaba haciéndole parecer pequeño.

Shura siempre había sido más pequeño que Aioros, de todos modos.

—Ahora...- le escuchó hablar, todavía dentro del beso y sintiendo cómo los labios del griego se movían contra los suyos. -, come algo... y después te duermes un rato...

—P-pero...

—Me voy a quedar contigo hasta que te sientas mejor.- añadió, respirando contra la piel de las mejillas del hispano, quien se estremeció y cabeceó en respuesta.

Sabía, de todos modos, que Aioros era muy terco. Y como sea, él no se sentía con ganas de llevarle la contraria.

Nunca se negaría a algo que le pidiese él, de igual forma.

—Así que...

Se había sentado junto a Sagitario, quien acercó la bandeja con la comida, pero no pudo evitar, repentinamente, girar su rostro hacia atrás, en un vago intento de ver a Aioria por última vez.

—Come lo suficiente para que te mejores pronto ˆˆ- dijo Aioros, y cuando se volvió para mirarlo, una mano tiró de los cordeles que sujetaban las cortinas y la habitación se sumergió en la oscuridad.

Afuera, viendo todavía el sitio en donde las ventanas se habían cerrado, Aioria palpó suavemente la cabeza de su mascota, que mordisqueaba descuidadamente su otra mano.

Tenía una especie de sonrisa enfurecida dibujada en los labios.

×

No sabía bien cómo había llegado ahí. Sobre todo porque aún estaba vistiendo sus pijamas, mientras que el resto de sus compañeros llevaban vestidos los oscuros mantos de las sapuris que habían obtenido de Hades-sama hacía algún tiempo.

¿Y por qué las llevaban encima?

No recordaba haber recibido órdenes, y de todos modos Camus y Saga estaban sentados en el otro extremo de la larga habitación, bebiendo té.

Quiso llamarles entonces. Ir hasta ellos, principalmente, pero se percató de que las manecillas de reloj sobre las que se encontraba parado se habían movido, y ahora a quien tenía enfrente era a Aphrodite, que llevaba el cabello teñido de rosa y bailaba con Aldebarán alrededor de un pequeño huerto de batatas con rostros que se movían al mismo ritmo que ellos, sonriendo con sus boquitas llenas de largos y puntiagudos dientes.

—¡ShuShu!- la chirriante voz de su amigo le llamó, y saltó desde el minutero, que amenazaba con volver a girar, hasta encontrarse a salvo del otro lado, junto al santo de Piscis y el de Tauro, que ahora ya no era él, sino DeathMask, quien por cierto estaba viéndole con una mueca burlona. -¿Te gusta? Decidí cambiar de tinte y pedirle un poco a Mü, aunque no sé si se me vea bien. Tú qué piensas?

—Está bien...

—¡Kia! Lo sabía!- los ojos enfadados del sueco se giraron hacia su compañero. -¡Te dije que a él si iba a gustarle, crustáceo ignorante y con mal sentido de la moda!

DeathMask rió.

—Pero ya deberías saber que a Shura nunca le gusta una misma cosa por más de 5 minutos, verdad, tú?

Se encogió de hombros.

La verdad era que Cáncer tenía razón. El cabello rubio (¿qué no era rosa?) de Aphrodite ya no se veía muy bien que digamos después de haberse percatado de los mechones verdes y negros que coronaban las puntas.

—¡Pero a él le gusta!- continuó Piscis, quien ahora lucía un estrambótico y protuberante mostacho bajo la pequeña y delicada nariz. –Aioria me dijo la otra vez que...

—¡Shura!

Se volvió. Recién estaba empezando a hablar de Aioria, cuando sintió cómo alguien saltaba sobre él, y pudo ver el pequeño cuerpo de un chiquillo de 10 u 11 años colgando de su cuello.

—¿A-Aioria...?

—¡La otra vez te lo advertí!- gritó el mini-Aioria, quien le miraba con sus resentidos y lacrimosos ojitos verdes. -¡Te dije que no volvieras a acercarte a mi hermano!

—¿De qué estás...?

—¡No quiero que te vuelvas a acercar a él! Él es mi hermano, entiendes! Mío!

Estrechando sus ojos, quiso decirle que lo sabía, y que no había necesidad de estarle medio estrangulando, pero Aioria le había apretado todavía más, y ahora se había acercado tanto a él que podía sentir su respiración golpeándole el rostro.

—Voy a tener que enseñarte una lección...

¿Qué estaba pensando Aioria? Los ojos verdes se habían ocultado ya detrás de los delgados y pequeños párpados infantiles, y con repentinas ansias sintió cómo las manitas del chiquillo le aferraban por la espalda, acercándole más, hasta que sus labios estuvieron tan cerca que pudo sentir el aliento caliente de Leo dentro de su boca.

—Aioria...

Una mano tocó suavemente su frente.

Camus y Saga estaban mirándole, con sus tazas con té sostenidas sobre una mano en una perfecta emulación londinense, mientras detrás de ellos Wyvern, vestido de etiqueta, leía la edición del día del popular diario inglés que no recordaba cómo se llamaba.

—¿Qué vas a...?

El mundo pareció desvanecerse repentinamente bajo sus pies, y ambos comenzaron a girar y a girar entonces, como si estuviesen dentro de un embudo. Y Aioria no le soltó, aunque súbitamente se encontró a sí mismo sosteniéndole por la cintura.

—Todos estos años, has estado cuidando de mí, verdad, Shura?

Quería responder. De verdad que quería hacerlo. Aunque se sentía cada vez más mal, y sentía cómo su cabeza palpitaba y giraba con mayor violencia, cada vez más, conforme se hundían hasta la parte más angosta del embudo.

—Es por ese algo que tienes...

Y cuando la pequeña boca del joven guardián de Leo se posó sobre la suya, y encontró que sus labios eran aún más dulces que la miel, pudo ver cómo Aioros, de pie frente a ellos, les miraba con repulsión.

—¿Es así como correspondes a la confianza que he depositado toda mi vida en ti?

—¡Aioros!

Esta vez no voy a poder perdonarte...

×

Y entonces todo desapareció.

Despertó acostado todavía sobre el viejo diván que estaba junto a la ventana, con una mano apoyada sobre la frente y el rostro entero ardiendo por la fiebre. Con esa sensación de estarse hundiendo dentro de un embudo todavía bien presente dentro de sus nublados sentidos, y la respiración agitada.

¿Había sido un sueño?

No podía decir que hubiese sido muy real del todo, pero lo que había visto... Lo que había sentido...

—¿Estás bien?

Su corazón saltó violentamente dentro de su pecho cuando escuchó aquella familiar voz hablando tan cerca de él, y ensanchando los ojos, se percató de que Aioria estaba inclinado sobre el sofá, con una mano apoyada en el respaldo, y la otra...

—¡Ah!

La otra Shura acababa de soltarla.

—Lo siento...- consiguió balbucear, incorporándose sobre su mismo lugar y apoyándose sobre su brazo derecho. –Yo estaba...

—Estabas soñando.- aclaró el griego, a su vez, mientras se incorporaba justo a tiempo para no ver cómo el mayor se ruborizaba. –Creo que tenías una pesadilla.

—No, no... yo... no era una pesadilla... del todo...- añadió, en voz baja, y de pronto el dulce sabor de los labios del pequeño Aioria apareció dentro de sus recuerdos, consiguiendo que su boca hormigueara alegremente.

—Entonces está bien.- Aioria ya le había dado la espalda, dedicándose a abrir una vez más las cortinas de la ventana que daba al patio trasero. –Aioros no me hubiese perdonado que te dejase tener pesadillas mientras él no está.

—¿Aioros no está?

No supo bien por qué el compás de su corazón se aceleró ante aquella tan transitoria declaración, sin ánimos de morbo, claro está.

—Nah. Tiene un rato que se fue, y me pidió que me quedara contigo.- caminando hacia el otro extremo de la habitación, el félido se inclinó para recoger la ropa que había dejado sobre la alfombra por la mañana. –Al parecer te dijo que esperaría hasta que te recuperaras, pero entonces se acordó de que tenía que acudir a un encuentro de entrenamiento con Shaka, y como yo era su única alternativa...

—Y-ya veo...

Luego ambos se quedaron callados un momento, ocupándose cada uno de sus asuntos, que en el caso de Aioria era meter la ropa sucia dentro de un cesto y recoger la cama, y en el de Shura era repasar una y otra vez lo que acababa de suceder.

Aioros no se encontraba, Aioria se estaba encargando de 'cuidarlo', y él acababa de tener un extraño sueño en el que se estaba besando con un Leo versión infantil.

¿Qué más podía pasar ahora?

—Y hace rato Shiryuu pasó por aquí, alegando que buscaba a mi hermano, aunque creo que en realidad alguien le dijo que tenías gripe y quería verte.

Shura se estremeció.

Hacía días que no pensaba en el joven Dragón de bronce.

—¿Y qué le has dicho...?

—Que volviera más tarde, porque estabas dormido.

Y de nuevo el silencio.

Para la cabra aquello ya se estaba volviendo estereotipo siempre que su interlocutor fuese Aioria. O acabarían ambos besándose sobre el diván, si hubiese sido Aioros quien estuviese con él en aquellos momentos. O estaría riéndose de los chistes malos de DeathMask y defendiendo a Aphrodite, o quizás escuchando el resumen de la última novela que Camus había leído, los avances en los entrenamientos de Shiryuu, o tal vez, simplemente estaría sentado, viendo a Saga con enajenación.

Eran cosas que uno memorizaba y que formaban parte de la rutina diaria conforme pasaban los años y las cosas seguían siendo iguales.

Aunque últimamente, con Leo, nada parecía estar yendo con normalidad.

—Hace un rato tú...

—Aioria...

El quinto custodio dejó sus labores para poder volverse hacia él, y dejar que sus ojos se encontraran.

—Lo que pasó hace rato...

—¿De qué hablas?

—L-lo de la mañana...

—Pues no recuerdo nada particular que haya sucedido por la mañana, salvo que dejaste olvidado tu libro en el comedor y mi hermano tuvo que traerlo de regreso.

Ah, si. Ya estaba preguntándose qué había sucedido con el bendito libro.

—No me refiero a eso...

—¿Entonces?

Las mejillas ya ruborizadas de Capricornio enrojecieron aún más, y Aioria se sorprendió a sí mismo sonriendo y deseando poder acercarse y abrazarlo.

—Lo que quiero decir es que...

—Cállate.

Y eso fue todo lo que pudo escuchar antes de que, con dos grandes trancos, Leo hubo cruzado la pieza, hasta él, y en un movimiento brusco le había arrojado sobre el sofá, consiguiendo que todo su cuerpo volviera a caer pesadamente sobre su espalda.

—Por una vez en tu vida...

Un gemido profundo se escapó de su garganta cuando sintió cómo Aioria se sentaba a horcajadas sobre su regazo.

—...nada más cállate...

Obedeció.

Por una vez en su vida, simplemente cerró sus ojos y calló.

Y esperó.

Aunque después de eso no sucediese nada más.

×

...ese algo que tienes, que aunque me ha atraído siempre hacia ti, del mismo modo me mantiene alejado... porque, Shura... si nunca antes te había besado, es porque invariablemente le has pertenecido toda la vida a mi hermano...

×

Aioros le miró.

Acababa de salir de la habitación dentro de la cual un agripado Shura de Capricornio estaba durmiendo, y la puerta se había cerrado detrás de él.

—No me di cuenta de que habías llegado.- dijo, con voz alegre y una sonrisa dibujada en los labios. –Shura acaba de dormirse, y tal vez lo mejor sería que...

Cuando el puño derecho de Sagitario se enterró dentro de su rostro y él cayó al piso, con un sonido sordo, ni siquiera se molestó en preguntar el motivo. Así que simplemente se limpió la sangre con un movimiento de su mano y, en silencio, levantó la mirada.

No comprendía cómo podía seguir sonriendo incluso ante la horrible mirada que su hermano mayor tenía fija en él.

—De todos modos...- expuso, en voz baja. -, siempre he sabido que te pertenece y tú le perteneces a él...

Y es sólo por eso...

Aunque ahora tendría en mente que, en último lugar, le acababa de declarar la guerra.

Notas: Tengo sueño TˆT! Y qué pasó en este capítulo? Ñeje. Nada realmente. Salió Rhadamanthys-sama en su mega aparición de 2 segundos, wohooo :3! También salió Shiryuu metiendo la nariz donde nadie lo llama xDD Ah, si, y Shura y yo tenemos gripe, así que ahora nos vamos a tomar un rato libre, pero estaremos esperando reviews o.o! Que no se nos olvide, que no se nos olvideeee uOò... pronto viene el lemon OwO!