Capítulo VI: Sueños descubiertos
Era de noche. Todas las luces se apagaban en las habitaciones, y aquel que mirara por la ventana, solo encontraba la oscuridad nocturna del principio de la primavera.
Pero, más allá de los límites del bosque prohibido, protegidos por la luna nueva, entre las raíces de los árboles milenarios, dos figuras retozaban, despreocupadas.
En un colchón de hojas y tierra fértil, con los árboles como paredes y el cielo como sábana estrellada, sólo los ojos azules de Sirius podían captar su atención.
Una vez más, se abandonaba al sutil placer de sus palabras y caricias apasionadas. Una vez más sucumbía a sus dulces besos sin pensar.
Sus labios le abrasaban la piel como fogatas, sus manos le hacían flotar en un océano infinito, sus ojos le hacían perderse en la noche, caer por ellos, porque pese a la oscuridad, brillaban como las olas del mar enfurecido.
-Lily... –suspiró el chico, como tantas otras veces, abrazándole tiernamente.
-¿Si? –dijo ella.
-Está precioso el cielo esta noche ¿no crees? Casi se podría hacer un collar con las estrellas. Hay noches que está muy oscuro. Me molesta no poder ver.
-El bosque prohibido no da miedo, por la noche. –dijo Lily, apartándose de él. –Siempre que estés tú a mi lado.
La luz de las estrellas se reflejó en los dientes color marfil de Sirius, que sonreía, mirando la figura desnuda de la pelirroja sentada en una de las enormes raíces doradas.
-Pero aquí viven hombres lobo... –dijo Sirius simulando un tono amenazador. –Vampiros, Thestrals, Grifos, Centauros malhumorados...
Lily rió ante el comentario.
-En ese caso, cogeré mi ropa y me marcharé, señor Black. –dijo de broma.
-Pues yo te ataré a este árbol, y te acariciaré y besaré hasta que pidas clemencia, malvada. –rió Sirius, levantándose y sentándose a su lado. –Pero, ¿sabes? por haberte intentado ir, no te dejaré marchar, te quedarás aquí conmigo para siempre, una orgía eterna...
-¡Que divertido! –suspiró ella. –No haría falta que me ataras al pobre árbol, Black.
-No me llames Black, llámame Sirius. –protestó, besándole en el cuello con delicadeza.
-No te esfuerces, Blacky. Estás muy mono cuando te enfadas. Pero nos tenemos que ir ya.
-¿Por qué? Yo quiero quedarme aquí para siempre.
-Sirius, vamos, no seas niño.
-Un niño no podría haberte hecho lo que te he hecho yo esta noche, princesa... –dijo exhibiendo una sensual sonrisa.
-¡Sirius! –regañó ella, haciendo como que se enfadaba.
Se puso la ropa interior y el camisón con el que había ido, vigilando que Sirius hiciera lo mismo.
-Me obligas a volverme mejor persona, Lils. –remugó él volviendo de camino al colegio. –Por eso te quiero tanto, mi amor.
Lily se abrazó a él y caminó cómodamente bajo su brazo. Casi no se veían, pero Sirius tenía un gran sentido de la orientación, aún en la noche.
El castillo apenas era una deforme figura, perfilada por las estrellas. Entraron por uno de los múltiples pasadizos secretos, que tan bien conocía Sirius. Cuando salieron de detrás del cuadro, estaban ya cerca de su sala común.
Lily enlazó los dedos de su mano con los de la de él para no perderle en la absoluta oscuridad, y caminó, tranquila, a su lado.
Llegaron frente al retrato de la dama gorda, que estaba dormida. Lily se preparó para despertarla, pero en ese momento, Sirius se lo impidió.
-Espera un poco aún, mi estrella. Cinco minutitos más... –suplicó con dulzura.
Lily miró a Sirius, aunque en la oscuridad sólo sentía la claridad de su voz y la calidez de su piel. Estaba más cerca de lo que había pensado.
En ese momento, sus labios se encontraron fácilmente, pues se conocían tanto que no les hacía falta verse para notar el cuerpo del otro, para saber lo que necesitaba.
Sirius aprovechó para encerrarla en su fuerte abrazo, acariciando su piel bajo el camisón. Pasó suavemente las yemas de los dedos por su cintura, sus ojos miraban al vacío, invidentes, cuando...
-¡Ah! –protestó, tapándose la cara y alejándose de ella.
Una luz había deslumbrado al chico, y ahora invadía el pasillo. Lily se giró rápidamente, mirando la luz de la varita, intentando descubrir quien era su portador.
-Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí? –dijo una voz fría y grave.
Sirius se encaró con el sujeto, levantando la varita.
-Aléjate de ella, Rugulus. –gruñó.
Entre la luz dorada se vislumbraron dos ojos azules y penetrantes, que Lily ya había visto antes.
-No pienso hacerle nada, Sirius... por ahora. Llevaba tiempo pensando que escondías algo... Ahora ya sé lo que es. Una sangre sucia, ¿eh? Eso no va a gustarle a nuestros padres.
-No puedes hacerme eso.
-¿Que no? Llevo toda mi vida deseando quitarte del medio. Papá te desheredará. Lo sabes. –Rugulus estaba disfrutando del momento.
-Eres despreciable.
-Sólo velo por mis intereses, hermanito. Siempre he querido ser el primogénito de los Black. –dijo soltando una carcajada.
-No puedo creer que seas hermano mío. ¿Es que no te importa nadie?
-Me importo yo, y con eso sobra. Ahora que he cumplido mi propósito, creo que iré al baño de prefectos, al cual no tienes acceso, –remarcó esta frase, para restregarle que él era prefecto y su hermano no –para celebrar tu próxima expulsión de la familia.
Rugulus se alejó por el pasillo, iluminado por la luz dorada. Sirius se volvió hacia Lily, que estaba llorando.
-Ey, Lils, ¿qué te pasa? –preguntó. –No te habrás creído eso, ¿verdad? Rugulus no tiene cojones como para hacerlo. –dijo, deseando con toda su alma que fuera cierto.
-Si te echan de la familia... será por mi culpa. –dijo Lily llorando.
-Eso no es verdad. –contestó él.
Tomó suavemente su cara entre las manos, y le limpió las mejillas con los dedos. Le apretó contra su pecho, protectoramente, y sonrió.
-No te preocupes. Rugulus sólo quiere darme miedo. Tiene envidia, porque siempre he hecho lo que he querido, y tengo verdaderos amigos, y hay personas que me quieren, como tú. Él no tiene nada de eso. Siempre está obedeciendo órdenes del novio de Narcisa.
Lily se alejó de él sin decir nada, y se perdió detrás del retrato. Sirius no pudo ver su cara, pero hubiera jurado que, aún así, se sentía culpable.
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Los primeros días después de esa noche, estuve nervioso. Por las mañanas observaba el techo del Gran Salón, y a las lechuzas que volaban con el correo, esperando ver la gran lechuza negra y parda de mis padres con un sobre rojo para mi.
Al cabo de una semana, el sobre rojo todavía no había llegado, así que decidí que Rugulus, en efecto, era demasiado cobarde como para decir nada en contra mía.
Me empecé a preocupar más por el estado psicológico de James. Le veía distante, preocupado, encerrado en sí mismo. Y Remus y él se evitaban.
De repente, un día, como si nada, todo cambió. James se volvió a ser tan despreocupado y seguro como antes. Sólo había una diferencia.
James había dejado de enrollarse con toda chica que se cruzaba por delante de las narices. Esto me llevó a pensar que se había enamorado y no me lo había dicho. Entonces, empezó a comportarse de manera aún más extraña con Remus.
Los veía lanzándose miradas fugitivas como si guardaran un secreto indescifrable, para luego desviarlas nada más veían que el otro les observaba. Yo presentía que algo gordo pasaba, pero aún no lo tenía bien definido.
Lily me escuchaba, daba opiniones e intentaba comprenderme lo más que podía, en realidad fue un gran alivio para mi, contar con alguien que me escuchaba, mientras mis amigos me escondían cosas.
Al final, decidí que aquello no podía seguir así, y empecé mi periodo de presión. James lo negaba todo y me trataba como a un paranoico. Remus nunca me contestaba y empezó a esconderse, como hacía siempre que tenía problemas con nosotros.
Peter era como una persona un tanto aislada del follón. No se enteraba de nada. Pero yo no podía ser como él.
Un día, cogí a Remus y me lo llevé a un lugar apartado de los terrenos. Sólo después de oír lo que me dijo, vi el tiempo que había tardado en darme cuenta del estado de mis dos amigos.
-¿Se puede saber que coño está pasando aquí, Moony? –le pregunté.
-Tío, ¿de que hablas? No está pasando nada. –fingió.
-No me jodas. Te conozco lo suficiente, y conozco lo suficiente a James, como para saber que me estáis escondiendo algo. Y quiero saber lo que es.
-Padfoot, yo te lo diría, pero... tú no puedes entenderlo. No lo entiendo ni yo.
-Moony, por favor, inténtalo, por lo menos. –supliqué.
Remus me miró un momento con cara de "por favor no me obligues a hacerlo" pero mis ojos siguieron fijos en él.
-De acuerdo. Está bien. –cedió por fin, inseguro. –Todo empezó el día en que... bueno... James se me declaró. En realidad, me fastidió la vida, porque...
FLASH BACK
Remus se encontraba cada vez peor. Caminando de un lado a otro sin tregua, auto acosándose con los exámenes para no pensar en James.
Se alejaba solo por los pasillos, rezando para no encontrarse con su amigo que intentaba comportarse como si no hubiera pasado nada, pero, aún así, no le miraba como antes.
Los ojos dulces color avellana de James rehuían los suyos dorados y dolidos. Remus tampoco quería acercarse a él, le dolía tanto verle sufrir...
Pero no tenía remedio. Él lo sabía. Los dos lo sabían. Sin embargo... sin embargo cada vez se daba más cuenta de que no le atraía ninguna chica, que nunca se había interesado por ninguna, y eso le hacía pensar.
Él no podía ser como James. Eso era una tontería. Y en el caso de que le gustaran los tíos... James era su mejor amigo, uno de los tres que tenía, y no estaba seguro en absoluto.
Sabía que si daba un paso no se podría volver atrás y eso le aterrorizaba. No se podía equivocar. Pasó las navidades pensando en él. En el fondo se estaba obsesionando con el asunto.
Nunca es bueno obsesionarse con las cosas, y Remus lo sabía. Había estado mucho tiempo obsesionado con que era un monstruo, y hasta que sus amigos aparecieron lo había pasado mal.
Cuando volvió a ver a James después de navidades, se dio cuenta del amor que le tenía, incluso como amigo, era una de las pocas personas que no le había rechazado.
Estaban solos en el compartimento, no se miraban. Uno al lado del otro, sentados muy cerca. Entonces, James habló:
-Remus, ¿cuando crees que vas a darme una buena respuesta? Dijiste que lo harías.
Remus le miró sorprendido. Le miró directamente a los ojos, esos ojos color avellana, llenos de dolor y afecto. Estaban a medio metro de los de él.
-No creo que sea el mejor momento, Prongs. –aseguró tajante Remus. Su tormenta de sentimientos les hacía daño a los dos.
-Remus por favor... –suspiró James, entre decepcionado y molesto.
Sirius apareció por la puerta del compartimento. Traía mala cara. Nadie le preguntó. Él tampoco se interesó en la cara de derrota de James o en el aspecto desesperado de Remus.
Fue el peor tiempo entre los merodeadores.
Pasaron muchas cosas en el tiempo en que James y Remus no se hablaban apenas. Había sido James el primero en retirarle la palabra al licántropo, pero no manifiestamente. Le saludaba por las mañanas, contestaba si le preguntaba, pero no era lo mismo que cuando le despertaba saltando en su cama o realizaba interminables monólogos sobre la selección de Quidditch nacional.
Además de eso, Sirius estaba distante y se marginaba de los demás, y Peter era el pequeño eslabón que los unía sin entender que era lo que iba mal entre sus amigos. Los otros tres parecían llevarse bien con él, pero no tanto como antes entre ellos.
Después pasó lo de Snape. De repente, la relación entre Sirius y James pareció dar un giro positivo, y Remus pensó que todo habría terminado. Todo volvería a ser normal. Pero aún había un pequeño presentimiento de que no era así. Prongs seguía en su cabeza.
Esa noche, una de tantas, Moony se acercó a la cortina de James. Apoyó su mano en ella, con la intención de descorrerla, pero no lo hizo. En ved de eso, volvió a su cama.
Media hora después, se levantó otra vez, volviendo a realizar el mismo movimiento. De nuevo cambió de opinión. No tenía claro en absoluto lo que le quería decir.
No podía dormirse en su cama, algo le mordía por dentro. Algo que tenía que hacer o decir y que no había hecho o dicho en su momento. No lo tenía claro. Por tercera vez se levantó y se dirigió a la cortina que daba a la cama contigua.
Apoyó la mano en la cortina, sus propias cicatrices se iluminaron cuando dejó el brazo bajo la luz lunar de la ventana. Con un suspiro, se volvió a alejar, solo unos pasos.
Se acercó otra vez.
-Moony, sea lo que sea, ¿podrías hacerlo ya? Llevo ya dos horas escuchando tus pasos y tus suspiros; si tienes algo que decir te agradecería que lo dijeras, porque al final no voy a poder dormir si no lo dices. –dijo una voz desde la cama de detrás de la cortina.
Primero Remus casi botó hasta el techo del sobresalto. Luego, más tranquilo, suspiró.
-¿Ya empezamos otra vez?
-No, ahora entro. –dijo el licántropo.
Pasó a la oscuridad del otro lado. Los ojos avellana de James le contemplaban desde la cama.
-Siéntate. –invitó. –Supongo... que tienes algo que decir.
Remus se sentó, algo incómodo y sus ojos se encontraron.
-Lo siento Prongs. He tenido que pensarlo mucho. Me refiero a... lo que me dijiste... Todavía no estoy muy seguro, pero creo que lo podríamos intentar... sólo un poco. –las palabras salieron de su boca sin pensar, en realidad, pensó, siempre había sabido que decir.
De repente, el aire pareció terminarse. Una sensación de ahogo le invadió.
Entonces, James bajó la mirada un segundo, antes de encontrarse con los ojos dorados de Remus otra vez, expectantes, si no hacía algo en breve los cerraría para él.
-Eso quiere decir que... –suspiró con los ojos brillantes.
No pudo terminar la frase, por que de repente se encontró con los labios de Remus encima de los suyos, suaves y agradables, que le dejaron sin respiración.
Fue sólo un roce instantáneo antes de separarse, pero entonces James le besó con más cariño, con seguridad y confianza.
Sus cuerpos se enlazaron un momento, en el que cerraron los ojos disfrutando de la presencia del otro. Cuando se separaron y se sonrieron entrecortadamente, notaron una nueva sensación, una nueva extensión del amor. Se llamaba seguridad.
FIN DEL FLASH BACK
-Y eso fue todo. Bueno... CASI todo, pero el resto me parece que te daría un poco de... Yo no te pido que me expliques lo que haces con todas las chicas con las que tú... –dijo medio protestando.
-Que fuerte me parece. –interrumpí con voz que sonó un poco pija.
Esa frase se la había oído a Narcisa, y a veces se me escapaba.
-Mejor no le digas a James que te lo he dicho, era un secreto.
-No me puedo creer que te dieras el lote con James en mi propia habitación, tío. Te juro que no lo entiendo. –dije levantando la voz.
-¿No puedes gritar más? Creo que el ala oeste del castillo no te ha oído. Además, no es solo TU habitación, también es nuestra. –remugó. –¿Sirius? ¿Me escuchas, o todavía estás recolocándote el cerebro? Te he dicho que no le digas a James que lo sabes. Se lo diré yo.
-No te preocupes. ¿Se lo vas a decir a Peter?
-No.
-Estoy contigo, Rem, vamos a montarnos una fiesta para celebrar que por fin todos tenemos pareja. –dije alegremente.
-¿Qué? ¿Y tú que?
-¿Yo? Vaya, es verdad, tú no conoces al nuevo amor de mi vida. Te lo presentaré en la fiesta...
-¿Se puede saber de que fiesta estás hablando, Sirius?
-De la orgía que vamos a montarnos esta noche entre todos... –dije rayándome a saco.
-Sirius... Vamos. Esto te afectó los sesos. –dijo muy serio.
-Bueno, ya... pero sería estupendo. Aunque sólo seríamos dos parejas. Si no queréis que Peter se entere. De todas formas, podríamos invitar a mi prima y a alguien más...
-NO VAMOS A HACER UNA FIESTA, BLACK... –dijo Remus.
-¿Que no?
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Eran ya las tres de la madrugada y Remus estaba rezando para que el hechizo insonorizador aguantara la música a todo trapo y las risas de las ocho personas de la habitación.
Lily estaba sentada en las rodillas de Sirius con una botella de hidromiel en una mano, y la camiseta del chico en la otra.
En lo que respecta a James, estaba en boxers y camiseta, subido precariamente en una silla, contando un chiste, aunque estaba tan borracho que no se le entendía.
En otra cama, la de Remus, estaban tumbados Andrómeda Black y Ted Tonks, el cual nadie sabía como había llegado hasta Gryffindor. Eloise se estaba dando el lote con un Hufflepuff que tampoco tendría que estar allí, en la cama de Peter.
Nadie llegó a saber nunca lo que había hecho James para que Wormtail desapareciera, sólo al día siguiente, cuando despertó, lo único que recordaba era que había pasado la noche en el armario del conserje.
Aunque, de todas formas, se emborracharon tanto que nadie recordaba quien estaba con quien, por lo que Sirius no tuvo que desmemoriar a nadie.
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A la mañana siguiente, estábamos todos hechos una porquería en la clase de la profesora McGonagall, aunque, de todas formas, en el fondo valió la pena la resaca. Además, en menos de una semana estaríamos de vacaciones de Pascua, y los profesores ya no presionaban tanto.
Otra vez, me vi obligado a separarme de Lily y encerrarme en mi casa, sin nada que hacer, más que soportar a mi "amado" hermano y a mis primas.
Cuando me despedí de ella con un fugaz beso en la estación, no fui consciente de lo que estaba a punto de pasar. Ni siquiera lo pensé. Las cosas, de todas formas, no hubieran podido ser de otra manera.
Fue en una semana, en esa semana en Grimmauld place, en la que pasé de ser un niño a ser un hombre, fue entonces cuando descubrí que mi vida sólo tenía el destino de ser una lucha eterna, una lucha sólo por ella.
Como me encanta ke me dejeis reviews me haceis la escritora mas feliz del mundoooo... esta vez me he dado prisa en actualizar, me ha sido muy fácil escribirlo aunque no se si me ha quedado un poco brusco lo de James y nuestro lobito...
Yare: gracias por leerlo eres la mejor, por cierto ya me leí tu fic y me encantó. Espero ke tb te guste este capitulo que actualice en menos tiempo del habitual (ya sabemos ke el tiempo habitual es laaaaargooooo) besitos wapa!!!
Dru: ya ves ke he actualizado mas deprisa, y si ke lo pase bien, pero hacia muxo frio...
Miaka-Black: Si, Sirius tiene un bonito tatuaje de un perro en la espalda . estoy muy contenta de que te haya gustado, debes de tener muxo estomago para leerte los cinco capítulos de golpe!!! " gracias por tus animos y muxos besos.
¡¡¡¡¡Y FELIZ 2005 A TODAS Y TODOS LOS LECTORES!!!!!
