Capítulo VIII: Quidditch de Primavera
Los ojos verdes de Lily rodaron por la estación. No me canso de decir lo bonitos que eran. Jugueteé con uno de mis rizos negros, algo nervioso.
Ella se cogió a mi brazo con elegancia. Habíamos decidido dejar de fingir. Por fin tenía lo que quería, pero aún así, no parecía feliz. Feliz como cuando estaba con ella por la noche en el bosque prohibido.
Sólo parecía aliviada, a lo mejor. También preocupada. Era una persona difícil de entender. James también. A lo mejor por eso se habían entendido tan bien entre ellos. En cuanto a mi, me había costado lo mío entenderlos a los dos.
tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt
Sirius no podía comprender que Lily tenía miedo. La veía una persona demasiado fuerte como para eso, pero aún así, no podía evitar un infinito terror a su familia, que la odiaba.
También se sentía culpable por que a Sirius le hubieran echado de su casa. Aunque él decía que se había marchado por que había querido. Ella sabía que aunque no lo pareciera, lloraba por dentro, porque nunca pensó que su madre fuera a hacerle daño.
Se mantuvo a su lado hasta que entraron al colegio y se fue con Andrómeda y Eloise.
¿Ya sabes lo que ha hecho? –dijo Andrómeda, señalando con la cabeza a su primo.
-Lo sé. –contestó Lily, encogiéndose de hombros.
Andrómeda miró a Sirius un momento, desaprobadora. Si hubiera sabido que en apenas unos años ella haría algo parecido que la borraría de la familia Black, no lo hubiera mirado así.
Pero en aquellos momentos, ella era una Black, y como tal, anteponía a todo la familia. Hacía tiempo que había aceptado que su padre creyera en la pureza de sangre, pero no por ello pensaba lo mismo.
También pensaba que Sirius era demasiado impulsivo, y un poco idiota. Su teoría era: "Diles que sí a tus padres, y haz lo que te de la gana"
Sin decir nada más, entraron al Gran Salón.
tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt
En plena primavera, no muy lluviosa para ser Gran Bretaña, James estaba histérico, porque se acercaba el último partido de Quidditch de la temporada.
Hasta el momento, habían conseguido mantener a raya a los Hufflepuffs, habían perdido por muy poco contra Ravenclaw, y ahora tenían que ganar a los campeones, las serpientes Slytherin.
Como siempre, Peter se dedicaba a hacerle la pelota y darle confianza en si mismo, y Remus y yo le apoyábamos, como podíamos, que la verdad, no era mucho.
Aunque hay que decir que Remus tenía una manera de "apoyarle" un tanto diferente a la mía.
La verdad es que a mí me parecía muy bonito el rollo que se traían entre los dos, y sospecho que, a juzgar por como entrenaba, James debía estar en su apogeo sexual o algo por el estilo, porque se lo tomaba con un impulso...
A lo largo de la semana que faltaba para el partido de Quidditch, pude ver a James pasar de la histeria a la depresión al menos cada tres segundos.
Se empeñaba en que no estaba preparado contra el nuevo buscador de Slytherin, que las Bludgers le daban terror, la Snitch era muy pequeña, o que se estaba quedando ciego de repente.
Decididamente, Remus le sabía apoyar mucho mejor que yo.
tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt
Faltaban sólo tres días para el gran partido y la fría humedad del aire calaba sin piedad. Los huesos se le congelaban debajo de la capa de Quidditch. Era un entrenamiento más.
James miró hacia las gradas desde el cielo. Allí con la mirada puesta en él a cada instante, estaba Remus. Sus dulces ojos dorados le hacían temblar de felicidad en su escoba.
Pero tenía que mantenerse en el aire, buscando la Snitch. Su mirada avellana vigiló unos instantes el campo, ningún destello dorado. Descendió un poco y volvió a mirar a las gradas, distraído.
Sirius estaba allí, con Lily. Decididamente, esa chica le caía muy bien. Sirius tenía muy buen gusto. Le alegraba que fuera feliz.
La chica le miró un instante con sus ojos verdes esmeralda, moteados de azul. James le sonrió y volvió a ascender, en busca de la pelotita dorada. No tenía mucha suerte esa tarde.
Cansado, decidió contemplar desde el cielo el entrenamiento de los demás y descansar un rato. Pensó que si conseguía capturarla, se quedaría la Snitch para practicar con ella. Por fin¡sí! la pelotita alada apareció en su campo de vista. Estaba muy alta, pero el reflejo era inconfundible.
James realizó un ascenso a velocidad vertiginosa, alargando el brazo hacia la Snitch, al estilo superman, para darse aún más impulso hacia delante con el cuerpo.
Volaba a escasos centímetros de su mano, cuando de repente oyó un zumbido acercándose a toda velocidad. Lo había escuchado tantas veces que lo reconoció al instante. Una de las pesadas bolas de hierro macizo se preparaba para impactar contra su cuerpo.
James levantó la cabeza, temeroso, quería ver si podía esquivarla, aún corriendo el riesgo de que en caso negativo su cara parara el impacto.
La Snitch desapareció de su campo de visión, y pasó a ver la Bludger que avanzaba hacia él, sin que nada la detuviera. Entonces, algo se interpuso entre los dos cuerpos voladores.
Un golpeador dispuesto a interceptar valientemente la pelota levantó el bate con ambas manos a poco más de un metro de donde estaba James. Demasiado tarde. La Bludger estaba demasiado cerca para ser bateada.
James casi pudo oír, a pesar del ruido que hacía viento cortante a esa altitud, los dos codos del golpeador rompiéndose a causa del impacto de la Bludger, un único y seco "crack" y la respiración del resto de jugadores del equipo, paralizada.
James apretó los dientes al ver la expresión de dolor del golpeador de su equipo, segundos antes de que el jugador cayera en picado con su escoba, a más de setenta metros de altitud.
James sintió la sangre palpitándole en las venas mientras descendía en una caída en picado a toda velocidad. Los otros cinco jugadores también dirigieron sus escobas hacia el cuerpo. Todos ellos estaban demasiado lejos, el campo era demasiado grande.
A más o menos cincuenta metros del suelo, la escoba se soltó del cuerpo del jugador, que se había desmayado del cambio de presión. James aceleró el ritmo aún más, ganando terreno a su compañero. Los oídos se le taponaron de la velocidad del descenso. Estaba ya muy, muy cerca...
Entonces, sintió el peso muerto del Gryffindor en sus brazos, y la equilibrada Nimbus paró en seco a sus órdenes. Mucho más despacio, descendió y dejó al chico sobre el césped.
Con elegancia, sopló para apartarse de la cara uno de los mechones oscuros que la cubrían, pegados por el sudor ya frío.
Sirius, Remus y Lily corrieron hacia James, preocupados por él.
-No ha pasado nada. –les tranquilizó. –Sólo estoy un poco mareado, por la bajada, nada más.
El capitán del equipo y el otro golpeador trajeron una camilla que había en los vestuarios para las emergencias, y transportaron el lesionado a la enfermería. Remus les acompañó.
Los jugadores fueron a cambiarse. No habría más entrenamiento por ese día. Al cabo de un rato, el licántropo reapareció en los vestuarios.
-Os habéis quedado sin golpeador, me parece. –comunicó. –Tiene rotos ambos codos. Y bien rotos.
-Sí, oí como se rompían. –dijo James, haciendo una mueca de asco al recordar el ruido. –¡Qué dentera!
-No podremos jugar el sábado sin golpeador. El partido será para Slytherin. ¡Ganarán nuestra copa! –protestó uno de los cazadores.
-Si no conseguís reemplazarlo... me temo que sí. –dijo Remus.
Casi pudo ver la desilusión en los ojos del buscador. James apretó los puños mirando al suelo con impotencia.
tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt
¡No¡Me niego a hacer esto, lo siento!
-Vamos, Sirius... –gimoteó James haciendo pucheritos.
¡No pongas esa cara¡He dicho que no y es que no!
-Pero Sirius, eres el único que puede hacerlo. Por-fa-vo-or... –puso esa cara tan adorable con la que solía engatusar a Remus, el muy cabrón, y que a mi me desarmaba.
-No quiero hacerlo. –dije, con menos dureza que antes.
-Pero tú eras golpeador hace dos años, puedes volver a serlo, conoces las tácticas de Gryffindor mejor que yo, y Bryan era golpeador contigo, no será difícil volver a coordinaros. Sólo por lo que te pasó... tú eras un golpeador muy bueno.
-James... –protesté otra vez.
-Vaaaamooooos... –suplicó colgándose de mi camisa para que no escapara corriendo por el pasillo.
¡Joder¿Por qué siempre acabo haciendo lo que tú quieres?
¿Eso significa que sí? –preguntó iluminándosele los ojos.
-Mmmm... ¡no!–gruñí.
-Estupendo, empezaremos ahora mismo. Tenemos cuarenta y ocho horas para convertirte en el nuevo golpeador de la alineación de Gryffindor. –empezó a arrastrarme por el pasillo como si fuera un muñeco de trapo y él la típica niña pija de dos años y tortura-muñecos-de-trapo.
No tomé conciencia del lío en el que me acababa de meter James hasta que estuve sobre la escoba en medio del campo de Quidditch, al lado de Bryan Combs, el otro golpeador.
tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt
Los siete jugadores se alzaron en sus escobas sobre el campo de Quidditch. Caía una suave lluvia de primavera, que paró en los diez primeros minutos de partido.
Sirius buscó con rapidez las Bludgers. Aún recordaba la última vez que había estado en un partido. Una Bludger le había roto una cadera y el brazo derecho. Desde entonces no había vuelto a estar en medio de un estadio.
EL partido fue interesante. Los jugadores de Slytherin lucharon hasta el final, por aquella época tenía un equipo bastante legal, hicieron unas cuantas trampas, pero no enviaron a nadie a la enfermería.
Sirius no lo pasó demasiado bien. Lily le distraía, no paraba de mirar a las gradas nerviosamente, pero aún así, pudo manejarse con las Bludgers. Bryan le ayudó lo más que pudo.
También Rugulus estaba en las gradas, con mirada asesina. Había apostado contra Gryffindor, por supuesto, y no le había hecho gracia que consiguieran un nuevo golpeador.
El partido acabó 160 – 30 a favor de Gryffindor, que contó con la imprescindible ayuda de James, que hizo un amago de Wronski justo en el mejor momento, dejando al cazador de Slytherin fuera de combate mientras él iba directo a atrapar la Snitch.
Apenas duró una hora.
Al terminar, Sirius sólo se quitó las protecciones, huyendo de su club de fans y se escapó con Lily de la mano por los pasadizos secretos del colegio, para... celebrarlo.
tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt
Habían pasado tres días desde el gran partido. Tenía sueño, mucho sueño. No tenía que dormirme, tenía que estudiar, E-S-T-U-D-I-A-R... mmm... pero es que se estaba tan bien a la sombrita...
La tarde primaveral invitaba a dormir bajo los viejos árboles de los terrenos. Tenía que concentrarme en historia de la magia. Nada. Misión imposible. Me rendí.
Por fin estaba dejándome llevar por el sueño de después de comer y por el sol, cuando un chillido apagado quebró la tranquilidad del mediodía.
Levanté la cabeza y miré a mi alrededor, buscando de dónde provenía.
¿No habéis oído algo? –pregunté a mis amigos, que estaban esparcidos alrededor de mi árbol.
-Yo no he escuchado nada. –contestó Peter.
Remus y James negaron con la cabeza y siguieron a lo suyo, sin decir nada.
-Os juro que he oído algo. –dije levantándome, y empecé a caminar descalzo por la hierba.
Todo estaba bastante desierto, porque hacía muchísimo calor, así que me acerqué más al bosque prohibido.
¿Hay alguien por ahí? –pregunté a voces.
Entonces oí un ruido de ramas y un gemido. Corrí hacia donde se había escuchado, y allí, en uno de los claros más cercanos al bosque, encontré la fuente del grito.
Pasé entre las ramas de los árboles, arañándome los brazos con la corteza.
Lily estaba tirada bajo un árbol, con una cuerda mágica en la boca. Tenía los ojos cerrados y la cara muy blanca. Su cabello rojo estaba desordenado sobre la hierva fresca.
¿Lily? –gimoteé ridículamente. Estaba muy asustado.
Se me hizo un nudo en la garganta, por un segundo no pude moverme, pero entonces corrí hacia ella, preocupado.
Cogí su cara pálida entre mis manos. Me mordí los labios. Tenía el cuello amoratado y se le veían las venas de la cara.
Parecía tan frágil, tan endeble... No como la Lily que yo conocía tan bien, una persona fuerte y resignada, resistente. Pero estaba allí.
-Lily... –gemí casi sin atreverme a tocar su piel.
Estaba quieta, como en coma, pero no respiraba, el corazón no se le oía. No podía creerlo, pero estaba muerta. Ahogada. No podía creerlo.
-Lily... no te vayas, por favor. –supliqué, conteniendo las lágrimas. –Lily... por favor, no...
La cogí suavemente y la abracé contra mi pecho, apretando los labios contra su mejilla. Esperaba que me devolviera el abrazo, que se moviera, o dijera algo, pero eso no sucedió. Su cara aún caliente se mojó con mis lágrimas y me derrumbé.
La llevaría a la enfermería. Saqué fuerzas. A lo mejor la señora Ponfrey podía hacer algo. Tenía que darme prisa.
Entonces, a mi espalda, se oyó un gemido. Asustado, me giré, a tiempo para ver otra figura oscura que se retorcía entre la maleza del bosque.
Menudo mesecito... por fin actualizo pronto lo volveré a hacer (el 9 esta terminado lo reviso y lo subo) contestare reviews en ese capítulo besos a todos espero ke os haya gustado mucho
