Advertencia: cuando acabe este capítulo moriré a manos de los lectores (si todavía tengo) siento tardar tanto en actualizar pero es ke me cuesta mucho animarme y lo de la inspiracion no lo llevo nada bien. aun asi, gracias a los ke esperais mis fics y actualizaciones

Capítulo IX: El último día

Sirius dejó el cuerpo con cuidado en el suelo y se acercó a la persona que se debatía entre los matojos.

¡Snape!

El chico se volvió a mirarle, se había enganchado la capa en las ramas.

¡No he sido yo¡Por mi madre, juro que no he sido yo, no me pegues! –suplicó tirándose al suelo y clavándose todas las espinas de los matojos.

Sirius le miró con asco, encolerizado. Le arrancó de entre las ramas y le cogió del cuello contra un árbol.

-Así exactamente, fue así como lo hizo él... sois iguales. Ambos unos asesinos.–siseó Severus, con crueldad, cogiéndole de la muñeca.

Sirius se giró hacia Lily, dolido, dejando caer a Snape brutalmente, y sin escuchar sus palabras. No podía perder el tiempo con él.

-Ya arreglaremos cuentas después, renacuajo. –dijo.

Cogió a Lily en brazos y corrió lo más deprisa que pudo, llamando a gritos a los profesores. Cuando entró en el castillo, enseguida le acompañaron a la enfermería el profesor Flitwick y McGonagall.

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Yo me mordía las uñas en la sala de espera de la enfermería. James estaba a mi lado. Peter y Remus se habían ido hacía poco. También estaban allí mi prima y Eloise.

La puerta de la enfermería se abrió despacio, y los cuatro miramos, expectantes. Apareció el director por ella.

-Buenas noches. –saludó con gesto fúnebre.

-Buenas noches señor director.

-La señora Ponfrey me ha puesto al corriente del estado de la señorita Evans. –anunció, muy serio. –Sirius, lo siento tanto... –dijo triste.

Aquello era muy, muy fuerte. Nunca habían visto al director en aquel estado. Yo bajé la cabeza y tragué saliva.

-Dígalo ya. –dije. James me puso la mano en el hombro, en señal de apoyo.

-La señorita Evans... todavía vive. Todavía, pero es muy grave. No puede casi respirar. No quiero saber lo que hubiera pasado si no hubieras llegado a tiempo... Además le han hechado una maldición.

¿Está consciente? –pregunté, tembloroso.

-Está en coma. –contestó el director.

Me mordí los labios, mirando al suelo.

¿Habéis cenado ya? –todos negamos con la cabeza. –Bajad a cenar a la cocina, James os enseñará el camino. Tengo que hablar un rato a solas con Sirius.

Cuando todos se hubieron marchado, se sentó a mi lado.

-Hemos hablado con Severus. Él no lo hizo. No tiene fuerza suficiente, pero, además, él no lo haría. Lo vio todo. Sabe quien ha sido el agresor... Rugulus Black, tu hermano.

Mis ojos se alzaron, llenos de cólera.

¿Cómo ha podido hacerme esto? Lo pagará con su vida. –aseguré, apretando los dientes de ira.

¿Te rebajaras a su altura, Sirius? –preguntó en tono decepcionado. Luego, puso una voz más dulce y tranquilizadora. –No lo hagas. Te aseguro que será expulsado del colegio, pero tú no debes decidir su castigo. Todavía... podemos salvar a Lily, pero necesitamos tiempo para encontrar un contra hechizo. No te preocupes. Todo se solucionará.

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Un ruido hizo despertarse al chico que estaba en la sala de espera. Abrió los ojos perezosamente y miró a su alrededor. Una señora Ponfrey, cansada, pero sonriente, le miraba con cariño.

Se limpiaba las manos con un pañuelo blanco, y parecía muy orgullosa. Sirius le miró expectante, pero en la cara de la enfermera no parecía que hubiera tristeza alguna, y eso le dio esperanzas.

-Señor Black, –dijo con una sonrisa de oreja a oreja –estoy orgullosa de anunciarle...

"... que es un niño" pensó Sirius, mucho menos preocupado. Sonrió pensando en un momento de su vida parecido, aunque sabía que la enfermera no iba a decirle aquello.

-...que he conseguido regularle la respiración, y la señorita Evans corre muchísimo menos peligro de muerte que hace doce horas. Es más, creo que incluso podrá verla unos minutos. Le está esperando.

Sirius saltó de su silla y corrió hacia el interior de la enfermería, la puerta que daba a la habitación para casos graves. Lily le miraba demacrada pero contenta desde la cama. Sirius la abrazó.

-Tranquilo, sólo ha sido un susto. –mintió ella. –Ya estoy mucho mejor. Sólo pasaré aquí unas semanas. No puedo levantarme...

-Pero, podrás ¿no?

-Claro que sí, tonto. Sólo fue una simple maldición y un par de golpes. –de nuevo volvió a mentir respecto a la gravedad del asunto. ¿Qué hora es? –dijo por cambiar de tema.

-Las siete de la mañana. Han pasado quince horas. –contestó Sirius.

¿Tantas? –preguntó sorprendida. –Vaya, lo siento. Dentro de una hora empiezan las clases, tendrás que ir a prepararte, supongo.

-Puedo retrasarme un poco. –sonrió el chico.

-No, no puede, señor Black. –dijo la enfermera desde la puerta. –Le quedan treinta segundos.

Sirius gruñó.

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Habían pasado dos semanas desde el ataque a Lily, y aún no había salido de la enfermería. Sirius no había visto a Rugulus en ningún momento, ni siquiera en el gran comedor. Sospechaba que era su madre la que le había obligado a hacer aquello.

La enfermera sólo le dejaba ver a su novia una vez cada tres días, porque al parecer le estaba subiendo la fiebre, "nada preocupante", decían.

Un día, mientras esperaba, la puerta de la enfermería se abrió lentamente. Apoyada contra la hoja de la puerta, una chica pelirroja le dedicó una bonita sonrisa.

-Hola, amor. ¿Me esperabas? –preguntó.

Sirius se levantó. Lily se apoyó en él para no caerse, y así llegó hasta la fila de sillas de la desierta sala de espera. La enfermera, que estaba detrás de la puerta, la cerró para que pudieran estar solos.

-Me alegro de que estés mejor, Lils.

Ella sonrió tristemente.

-Lo estoy. –dijo. –Pero... no tengo buenas noticias. Te voy a pedir una cosa.

¿Ha pasado algo? –preguntó Sirius, preocupado.

-Ahora que por fin he podido levantarme y estoy mejor, me iré a mi casa en Londres durante el resto del curso. Tengo un billete de tren para esta tarde. Me gustaría que me acompañaras a la estación.

-Pero... ¿Y los exámenes? –preguntó poniendo la excusa más estúpida que se le pasó por la cabeza.

-Ya los he hecho. Durante toda esta semana. –contestó Lily.

-Ah.

Sirius se había quedado clavado. Habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo...

¿Volverás?

-El curso que viene estaré aquí. –prometió. –Todo volverá a ser como antes.

-Entonces... esta tarde sólo será una pequeña despedida. Para volver a vernos en poco tiempo. –Sirius exhibió una de esas sonrisas que tanto le gustaban a ella.

-Sip. Exactamente es eso.

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Estuve muy callado durante todas las clases de la mañana. No puede concentrarme en ninguna de ellas. James lo notó, pero no dijo nada.

A la hora de comer, llegué pronto al comedor, con Wormtail, porque Remus y James habían desaparecido. No me preocupé, solían hacerlo. Para mi sorpresa, Andrómeda se sentó a mi lado.

¿Vas a acompañar a Lily? –preguntó.

Yo respondí afirmativamente con la cabeza.

-Ella quería que fueras tú quien la acompañara. –continuó. –Te quiere mucho ¿lo sabes?

-Lo sé. –dije. Me estaba poniendo nervioso.

-Bueno. Te lo decía porque no nos ha dejado acompañarla a nosotras. Es más grave de lo que parece¿sabes? Me ha dicho el director que es una maldición de artes oscuras. Creen que la podrán curar, en un tiempo.

No me extrañó lo que me dijo. Me imaginé a mi padre enseñándole la maldición a Rugulus y me dieron ganas de vomitar sobre el estandarte de la familia.

-Se me ha pasado el hambre, si ves a James dile que me estoy en nuestra habitación y que no me espere para las clases de la tarde. –murmuré levantándome.

Salí del comedor y me dirigí a la sala común de Gryffindor. Llegué a mi habitación y me cambié de ropa. Me arreglé lo más que pude, y cogí algunas cosas. Pensé en esperar a que James apareciera por allí.

Deseché la idea y me dirigí hacia le enfermería.

Eran las seis y media, cuando, por segunda vez, me desperté en la sala de espera. Tuve que esperar a mi pelirroja un rato. Al cabo de poco, la señora Ponfrey abrió la puerta, y sus ojos verdes moteados me miraron.

-Estas guapísimo. –dijo sonriendo.

Ella presentaba bastante mejor aspecto que aquella mañana. Podía mantenerse en pie sola, y su pelo brillaba más. Su cara empezaba a tomar algo de color y pensé que de verdad se estaba curando.

Cogí su equipaje y bajamos a los terrenos, donde esperaba una carroza. Muchos de los alumnos se congregaron allí para despedirse. Lily era buena persona, y todos le tenían cariño.

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El trayecto hasta la estación se me hizo bastante pesado. Ella no parecía muy dispuesta a hablar, y yo no le presioné. Simplemente, miraba, soñadora, por la ventanilla. Intenté grabar su imagen en mi cabeza, tal y como estaba.

El pelo rojo brillante, cayendo despreocupadamente por sus hombros, la mirada perdida, la tenue sonrisa, el perfil suave, la piel fina y blanca. La respiración algo más acelerada de lo normal.

¿Llegamos ya? –preguntó alegremente.

No parecía preocupada por la separación. Me dije que yo tampoco debía de estarlo.

-Creo que sí. –contesté con una sonrisa.

Cuando el carruaje paró, le ayudé a bajar y ella se cogió de mi brazo, apretando su cuerpo contra mi pecho. Noté el perfume de rosas, que se había puesto, en señal de despedida.

Apenas caminamos un poco, hasta llegar a la estación. El tren aún no había llegado, pero lo esperamos de pie, ella aún cogida a mi.

-Te echaré de menos, Sirius. –dijo abandonando la farsa despreocupada que había mantenido.

-Yo también. –dije. –Pero será corto. Aunque sé que lo haré muy largo.

-En realidad... mis padres dijeron que preferían que me fuera porque están preocupados por mi. Yo no quiero irme. –añadió.

-Yo tampoco quiero que te vayas. –le dije. –Podrías quedarte. Podríamos "perder" el tren.

-No. Cuando esté en Londres iré a San Mungo para que me hagan una revisión y rompan la maldición que me mandó... –iba a decir tu hermano, estoy seguro de ello, pero pensó que podría herirme. –Bueno. Eso.

-Tengo algo para ti. –dije entonces, sacando un pequeño espejo de mi bolsillo. –Yo tengo el gemelo. Cuando me eches de menos, háblame con él. Con que digas mi nombre bastará. Así no estaremos tan lejos.

-Es un buen regalo. –admitió. –Yo tengo esto para ti. –dijo quitándose un colgante que llevaba en el cuello. Era una misteriosa piedra verde azulada. Recordaba al color de sus ojos.

-Mola. –La miré con ternura a los ojos. –Te esperaré aquí siempre. –prometí. –Te quiero.

Ahora, ella estaba cerca, muy cerca, y no volvería a estarlo en mucho tiempo. Cogí su cara entre mis manos suavemente y la besé, deseando que ese beso no terminara. Ella se abrazó a mí con fuerza.

El tren paró a nuestro lado, haciendo que Lily se separara de mí.

-No lo hagas. –dijo.

¿El qué? –pregunté, algo confuso.

-No me esperes. –me miró, con sus ojos verdes penetrantes. –No sé cuando volveré. –confesó.

-No me importa. –dije. –Te voy a esperar lo mismo. El tren ya está ahí. –añadí, señalando la vía. –Entra ya, yo me ocupo del equipaje.

-Te quiero. –suspiró. –No te olvidaré nunca.

Me dio un rápido beso en la mejilla y miró hacia el tren con recelo.

-He de irme.

-Yo tampoco te olvidaré, Lily. –musité. Creo que esto ella no lo escuchó.

Se alejó despacio de mi cuerpo, todavía tenía cogida mi mano. Casi pude ver como sus dedos se separaban de los míos, muy despacio, como si su recuerdo también se fuera.

Cuando perdí el contacto, su mano cayó a su lado, mientras andaba, y la mía se quedó en el aire unos segundos, hasta que vi el ridículo que hacía.

-Hasta pronto, Lils. –grité desde donde estaba.

Ella me saludó desde la escalera con la mano y se perdió dentro del expreso. Sus ojos verdes me dedicaron una última mirada antes de hacerlo, y eso fue mi único consuelo.

El encargado recogió el equipaje, y yo me quedé mirando como se iba el tren, deseando que, en algún momento, pudiera volver a verlo regresar.

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Pasaron los meses. No volví a ver a mi hermano ni a mi madre. Pasé el verano en casa de James, sus padres ya me conocían, y casi que me adoptaron.

Lily no me llamó ni contestó a mi espejo. El día en que volvimos al colegio, no vi su cara en la estación.

Esto me puso nervioso. Después de dos meses esperando su regreso, James se me acercó una noche en la que estaba mirando, soñador, por la ventana.

-Sirius, tío, a lo mejor le ha pasado algo. –dijo.

¿Algo como qué? –pregunté, enfadado.

"Algo como la muerte" hubiera dicho James de no saber que eso yo no lo aceptaría.

-Padfoot, yo la olvidaría. –suspiró.

-Pues yo no puedo hacer eso. –dije.

Aunque en realidad, con el tiempo, eso fue lo que pasó. Ella siempre quedó en mi memoria, pero dejé de esperarla. Lily se había ido para siempre. Nunca, nunca regresó.

Unas cuantas cositas:

1) se que es un poco dramatico; pero no es el final, aunke lo pareza. la historia seguira unos cuantos años despues cuando pase algo... ke kambiara la vida de nuestro solitario Sirius...

2) no, no tengo un fijamiento compulsivo por matar a Lily (por si alguien lo habia pensado, y no miro a nadie, ejem)

y 3 y no por ello menos importante) dejad reviews con vuestra opinion!

Yare: ola wapisima! creo ke he tardado un pokitin se pone colorada e intenta poner cara inocente sin mucho exito pero ya estamos akiotra vez espero ke si todavia me lees este capi te haya gustado tanto como los otros aunke los ultimos dos son un poco oscuros... bueno muxisimos besos. por cierto:no creas ke olvide tus fics (ya llegue al final de ambos y deje un revi, tan buenos como siempre

dru: y no te pusiste mala despues de los tres platos de arroz chino? recuerdo perfectamente ke kasi me tuve ke meter debajo de la mesa cuando leiste eso (huyendo de tus malos impulsos hacia mi delicada persona) haz el favor de no reventar el final a nadie por favor -aunke seguro ke estan ya cansados de mi ke no digo de donde salio Harry-y no exageres, estabas muy sexy con ese vestidito

sofia: sifueruguluske es un asesino, mortifago y cutre, (aunke en realidad fui yo, pero bueno... ya se sabe) siento ke no os gusten los gays, a mi remusin y james me parecen muy monos >. pero bueno gracias por leer me alegro de ke te gustara

elangelsalido: nooooo porfavor no me sakes a Siri de contexto (ni de otros sitios... ejem) pobret tan feliz ke esta. bueno... mas o menos.por cierto si ke se ke me kieres mucho pero tu ya tenes a pepe no? pues ala con pepe, a mis xicos dejamelos en paz. te digo lo mismo ke a dru, no me vendais el final, mis betas, por favor... besitos preciosa