Aquí estoy otra vez, se que no os acordais de mi nadie, pero yo publico lo mismo... Esta es la segunda parte de mi fic, siete años después de la primera parte. Espero que lo disfrute quien lo lea. Besos a todos.

Capítulo X: Pasó siete años despúes...

Abrí los ojos perezosamente. Era una mañana de verano, aunque ya hacía tiempo de otoño. No son muchos los días de sol aquí, en Londres. Miré a mi lado derecho. Mierda.

Era la séptima vez en un mes. Una chica pelirroja a la que no conocía de nada dormía a mi lado.

Supuse que me lo habría estado pasando bien con ella la noche anterior, pero, debido a la borrachera, o quizá debido a que jamás lo llegué a saber, no recordaba ni su nombre.

Lo que me pregunto es cómo conseguía traerlas hasta mi casa, porque tiene mérito el no recordar que hiciste la noche anterior, pero si recordar dónde está tu casa con un pedal como un piano.

Lo irritante de verdad, es que todas eran pelirrojas. ¿Por qué? Yo lo suponía, aunque intentaba no contestarme a eso. Simplemente, me levanté dejando a la desconocida en la cama.

No me molesté en arreglarme. Bajé a la cocina y me tomé dos tazones de café sin azúcar como si fueran de Colacao. Otra cosa curiosa. ¿Cómo había café? No recordaba haber hecho café en por lo menos... un par de meses. Por eso sabía tan raro, a lo mejor.

Me ahorré el esfuerzo de vomitar aquella guarrada. Tengo el estómago de una cabra. Cogí el azucarero y me comí unas cuantas cucharadas. Total, todo se mezcla en las tripas¿no?

Me dirigí al salón, decidido a seguir mi siesta en el sofá, aunque eran más de la una del mediodía. Me encontré de morros con la cara bien afeitada y sonriente de mi amigo James.

-¡Joder! –dije sorprendido.

-Ey, que soy feo, pero no es para tanto, tío.

-¿Que estás haciendo aquí, Prongs?

-Oh, sólo aseguraba tu supervivencia, antes de que se te comiera la cucaracha de dos metros que he encontrado pululando por la cocina. No te habrás bebido el café ¿verdad?

En ese momento, y tragándome mi orgullo, juro que estuve apunto de vomitar encima de James.

-¿Que has dicho? –pregunté haciendo una mueca de asco.

-Que el café que tenías en la cocina estaba para tirarlo por el váter, y volviendo a la cucaracha...

Suspiré, aliviado. Por un instante pensé que el loco de James había metido una cucaracha en mi café. Bueno, en el engrudo que había en la cafetera.

-... la he tenido que tirar por la ventana, porque tienes el váter embozado. No sé donde habrá caído porque la vecina de abajo a pegado un chillido, a lo mejor me ha visto... Ahora que lo pienso, es por eso por lo que no tiré el café... ¿Sirius, me escuchas?

-Sí, sí, sí... –dije tumbándome en el sofá. –Decías que la casa está hecha un asco, cuéntame algo que no sepa por favor.

James gruñó y se dirigió a las cortinas.

-¡Aquí huele a tigre muerto! –protestó, abriendo las malditas cortinas. Todas mis previsiones de seguir durmiendo, al carajo. –Tendrías que ventilar la casa, me parece.

-Ooooh, Prongs, tengo resaca¿sabes? –gemí.

-No me extraña, después de volver a las cinco de la mañana con esa zorra pelirroja.

-¿Cómo sabes tú eso?

-Peter me lo contó esta mañana. Estuviste con él de juerga, por si no te habías enterado.

-Mmmm... no, es la primera noticia que tengo.

-Eres increíble. Soy la persona en este mundo que más resacas te ha aguantado. No sigas montado numerito, no te duele la cabeza. –Maldito James¿cómo lo había adivinado? –Cuando te emborrachas hasta el punto de perder la memoria, no te duele nada de nada. –contestó como leyéndome el pensamiento.

Pegué un par de gruñidos, pero mi amigo siguió hablando.

-Impactante. ¿Cucarachas! Lo que me extraña es que no tengas ratas del tamaño de canguros. Remus y yo tenemos la casa perfectamente limpia.

-Remus y tú sois gays, Jimy, no es lo mismo. –contesté.

-Eso no tiene nada que ver. Ah, por cierto, vístete y saca a esa zorrita de tu cama. Seguro que no ha venido aquí a hacerte la colada. ¿Hace cuanto que no usas un fregotego? –dijo lanzando hechizos por todo mi salón.

Molesto, me levanté y subí las escaleras hacia mi cuarto. Ella todavía estaba allí, semi-desnuda, esperándome en mi cama.

-Hola lobito. –sonrió sensualmente.

-Es un perro, no un lobo. –protesté con sequedad. –Será mejor que te vayas.

-Oh, vaya. –dijo haciendo morritos. –Pensaba pasármelo bien un ratito más... ¿tan mal estuve, anoche?

-Si te he de ser sincero, no recuerdo absolutamente nada, pero estoy hecho polvo, tengo la casa hecha un asco y mi amigo gay está en el piso inferior doblándome los calzoncillos.

Me senté en la cama y me puse los pantalones y la camisa, mientras ella me miraba extrañada. Luego le pasé su vestido, que había acabado debajo de la cama.

-Vístete. Es un consejo. –dije.

Ella me obedeció a regañadientes y luego se levantó.

-¿Y ahora? –preguntó algo enfadada.

Le cogí de la mano, con la varita en la otra.

-Ahora, nos vamos. –contesté.

Antes de que se diera cuenta, estábamos girando a toda velocidad, y cuando por fin se la dio, ya habíamos llegado a un parque solitario, en la zona mágica londinense.

-Adiós, eh... Bueno, como te llames. –dicho esto, me desaparecí, y volví a aparecer en el salón de mi casa, donde james había acabado con mi ropa interior, e intentaba escapar de un albornoz que le mordía.

-Veo que as conocido a Destripador, un regalo de mi querida prima, Andrómeda. –comenté con sorna.

-¡SIRIUS! –gritó James pidiendo auxilio.

-Ok, ok, ya te lo saco de encima. Hablando de Andrómeda, tengo que ir a visitarla, antes de esta noche. Es el cumpleaños de nuestra pequeña Nimph.

-Ajá. –dijo mi amigo, jadeando. –Espero que no sea tan encantadora como su madre.

-No, es clavadita a su papá.

-¿A cual de todos ellos? –preguntó, haciendo alegación a que su padre era un metamorfómago.

-En realidad, a todos. –contesté.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt

En el timbre del pequeño piso de Londres sonó una alegre melodía, y Andrómeda Black abrió la puerta de la casa. La mujer echó una larga mirada a los dos sujetos que había en el rellano y, sin más saludo, gritó:

-¡Nymphadora, cariño, ha vuelto tu tío pródigo!

-Ey¿es esa forma de saludar a la familia? –protestó Sirius.

-Siri, majo, llevas sin aparecer tres meses. –siseó la rubia.

"Siri" no pudo responder, por que una pequeña figurita salió de la casa, estampándose contra sus piernas, y chillando.

-Hola Niphy, guapa. –dijo su tío cogiendo a la niña en brazos.

-Hola, tío Sirius. –dijo ella con voz chillona. En la boca le faltaban varios dientes, que le estaban saliendo.

-¡Feliz cumpleaños¿Cuántos son¿Cinco¡Qué mayor! –Sirius dejó a la niña en el suelo, con cuidado.

-¿Qué me has traído, tío Sirius?

Sirius miró a James, un poco colorado. Este se encogió de hombros y miró hacia otro lado. Andrómeda sonrió sardónicamente.

-Bueno... creo que tengo algo para ti, preciosa. –contestó Sirius, negándose a darle el gusto a su prima. -¡Orchideous!

De la punta de su varita brotó un ramo de coloridas flores, que la niña abrazó, impresionada, antes de perderse dentro de la casa para meterlas en agua.

-Que cara más dura tienes. –murmuró Andrómeda. –Bueno. Tú y tu novio podéis pasar, antes de que la vieja bruja de la puerta de al lado piense que eres mi amante.

-Esto... yo ya tengo novio... –protestó James, antes de que Sirius le clavara el codo en las costillas.

-Bueno¿y dónde está Teddy? –preguntó Sirius, divertido.

-¿Te refieres a Ted? Ahora viene. Está arreglando unas cosas en el Ministerio. Hay mucho trabajo últimamente para los aurors.

-¿Olvidas con quien hablas? Teddy tiene asignadas misiones muy sencillas. Puedes estar medianamente segura de que no volverá en trocitos a casa. Bueno, sin una pierna sí, pero a nosotros que no tenemos familia, nos tratan mucho peor.

-Que gracioso. –ironizó ella.

Estuvieron hablando un buen rato, hasta que Ted Tonks volvió a casa. Sirius no llevaba ni media hora en casa de su prima cuando una alarma sonó en los bolsillos de los tres aurors.

-¿Otra vez? –preguntó el metamorfómago enfadado.

En menos de cinco minutos, ya estaban en el Ministerio, en la sección para aurors y con los uniformes puestos. Remus les miró muy serio.

-Tenemos trabajo. –anunció. –Las cosas están empeorando por momentos. Vamos a recibir a un embajador francés. Se cree que la mitad de los mortífagos ingleses estarán esperando para atacarle. –dijo mirándonos fijamente.

-¿Dónde tenemos que recibirle? –preguntó James.

-Eso, sólo tengo que saberlo yo. –contestó Remus. – Quedamos en el Callejón Septentrional dentro de quince minutos. Uniforme de alta seguridad. ¿Qué estáis esperando?

-¿Y yo? –preguntó Ted. –No pertenezco a tu patrulla.

Remus le miró un momento y dijo:

-Mmmm... será el caso del asesinato. Tres muggles... planta cuarta, Tonks. Investigación máximo secreto. No armes mucho revuelo. Ya te informará tu superior.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt

Eran las cinco de la tarde del maldito domingo, y ahí estaba yo, con la jodida máscara, desilusionado (invisible) y con el hechizo modificador de voz. La capa oscura, ahora transparente, ondeaba sobre mis hombros y la capucha se me bajaba continuamente.

-Prongs, vamos a meternos entre las nubes, quédate atrás y asegúrate de que no nos sigan. –ordenó Remus desde su escoba.

-Moony¿no podría hacer eso yo? Es que el asunto de calarme, sabes que no me va... –pedí.

-Tú no eres mi novio, Padfoot. –dijo alegremente.

-¡Favoritista! –le reprendí, de broma.

-No es momento, tío, acordamos que nada de tontadas en el trabajo, Padfoot. –medió James.

-Bueno, vale. Allá tú con tu conciencia. –dije agachando la cabeza para que no me cayera encima toda la humedad de las nubes.

Cuando salimos de la marea de vapor blanco, nos dirigimos hacia una playa solitaria del norte. La arena estaba mojada y gris, y el mar presentaba salvajes olas de un verde sucio. En medio de la arena, había una carroza oscura aparcada, de la cual tiraban dos caballos alados negros.

James aterrizó suavemente a nuestro lado.

-¿Vamos? –preguntó señalando el carro con la cabeza.

-Vamos. –afirmó Remus. –Sacad las varitas. Con cuidado. Puede ser una trampa.

Nos acercamos lentamente al carro y lo rodeamos. A una señal de Remus, toqué a la puerta, antes de abrirla. Una mujer enmascarada, como nosotros, apareció arrogante en el marco de la puerta.

Caballerosamente, le ayudé a bajar, y miré dentro de la carroza, en busca del embajador. Lo único que había era una pequeña elfina doméstica, sentada en el asiento, con los pies colgando.

La mujer murmuró un remilgado agradecimiento en francés y puso un pie en la fría arena. Sólo yo pregunté con cara de idiota:

-¿Y dónde se ha metido el embajador?

-Mmmm... Querido amigo, creo que ella ES el embajador. –contestó James con voz solemne, aunque en realidad se estaba partiendo de risa.

La enmascarada francesa dijo un par de frases más en un francés muy floreado, incomprensible para mis cortos estudios. Odio el francés. Miré a James con cara de pingüino.

-Ha dicho que la elfina se llama Jacqueline, y que entiende perfectamente el inglés, que tengamos cuidado. –informó. –También que a partir de aquí, alguien tendrá que viajar dentro con ella.

-Estupendo, ya puedes in entrando en el carro, Prongs. –le dije.

-Padfoot, Prongs es el explorador y yo soy el jefe te toca a ti meterte dentro. –me anunció Remus.

Con un gruñido de disconformidad, entré y ayudé educadamente a la embajadora a subir a mi lado. Con mucha pompa, se sentó en el asiento de enfrente de mí, dirigiéndome una mirada que me pareció un poco despreciativa. Con cuidado coloqué mi escoba en el suelo, devolviéndole una mirada desafiante.

La puerta se cerró dejándonos en una penumbra asfixiante. En pocos segundos el suelo tembló levemente y supe que nos habíamos levantado del suelo.

Me acomodé para el largo viaje y dediqué mi tiempo a observar a la embajadora. Por los orificios en sombras de su máscara se adivinaban unos ojos verde esmeralda, de un color oscuro y apagado. La capa le cubría también la cabeza, dejando ver solamente el atisbo de unos rizos probablemente dorados.

Intenté imaginar su cara. Por un momento sus ojos se cruzaron con los míos, y mantuvieron la mirada, penetrante. Avergonzado, bajé la vista, agradeciendo la máscara, que ocultaba mis mejillas, ahora sonrojadas delatadoramente. No había caído en la cuenta de que había estado mirándole más tiempo de lo que se consideraría educado.

Avanzamos hacia el este a poca velocidad, en un silencio desalentador. Me di cuenta con desagrado de que no sabía adonde mirar. La elfina clavaba sus ojos nerviosos y enormes en mi persona, y la mujer miraba sin expresión al vacío.

-¿Sabe hablar inglés? –le pregunté en un burdo intento por despejar la tensión.

Ella no contestó, así que supuse que no había entendido la pregunta.

-Sólo por curiosidad, -dije más para mi que para ella –me gustaría saber cómo una mujer como usted ha conseguido que los mortífagos de dos países diferentes le busquen con tanto interés. A primera vista parece inofensiva como una conejita¿sabe?

La francesa me dirigió una mirada un tanto amenazante, pero no me di cuenta en ese momento, o no me quise enterar.

-No entiendo qué les ha hecho. Hasta el momento no había oído hablar de usted...

-En realidad, señor, lo que yo no entiendo es cómo un auror puede ser tan maleducado. –me interrumpió en un perfecto inglés, sin el menor rastro de acento, dejándome sorprendido.

-Pero... pero... –tartamudeé sintiéndome bastante estúpido. –creía que no entendía el inglés.

-Por supuesto que lo entiendo, pero me parece una lengua burda y sucia, que sólo me trae malos recuerdos, señor. Y ahora, deje de obligarme a ensuciar mi boca con su idioma. –gruñó enfadada.

De nuevo sentí como la sangre subía a mis mejillas. Miré a la elfina con distracción fingida. Por un momento deseé que el asiento me tragara y pudiera desaparecer de bajo la mirada severa de la mujer.

Un golpe me hizo sentirme aliviado, habíamos llegado a nuestro destino. Torpemente, me dirigí hacia la puerta y di un par de golpes esperando a que abriera James.

-Parece que te hubieran arrancado la camisa, Padfoot. –sonrió sugerentemente.

Yo miré de reojo a la francesa, avergonzado. Ella me devolvió la mirada con dureza. Seguro que lo había oído.

Actualizare lo antes posible...