Capítulo XIII: Hecha una Francia

-¡Vete¡No quiero que me veas! –gritó.

Pero yo no vacilé un segundo y mi abrazó no se tambaleó.

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En el calor de la noche, su respiración volvió a la normalidad. Las manos de Sirius acariciaron la cara de Ella, incrédulo por su nueva piel, sus ojos, no podía creerlo.

-Sirius... –jadeó.

Él estaba paralizado. Aún no empezaba a aceptar esos ojos verdes moteados, la melena rojiza, la piel clara.

-Lily. Lily. ¡Lily¿Cómo puede ser?

Mojado en las lágrimas derramadas en la transformación, Sirius creó un beso increíble, un beso nacido para ella, tan suave, dulce, agradable. Olvidó el dolor y el miedo, olvido la pérdida, la opresión y se entregó a unas caricias que sintió casi tan prohibidas como cuando estaban en el colegio.

-Cuando todo esto termine, tendrás que explicarme muchas cosas. –murmuró él.

-Si. Te echaba de menos –dijo la pelirroja.

-Lo sé –fue su respuesta.

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Sirius se abrochó las botas, comprobando que estuvieran bien ajustadas. Le lanzó una mirada desvergonzada a la pelirroja que le miraba desnuda desde la capa blanca tendida en la arena.

-¿Qué haces? Se te va la pinza –dijo ella.

-¿A mi? –contestó Sirius con una gran sonrisa. –Sólo intentaba cumplir con un clásico. El macho atándose las botas justo después de una noche de sexo salvaje, de la que por supuesto no se ha dicho nada en el libro.

-Los machos salvajes de los libros suelen vestirse antes de atarse las botas –comentó Lily levantando una ceja.

-Ya decía yo que fallaba algo... ¿qué voy a hacer ahora?

-¿Con qué?

-Con las botas.

-Bueno... podemos volver a empezar desde el principio –dijo ella seductoramente.

Sirius dibujó una mueca pervertida en su cara, y volvió a ella.

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-Cuando me fui a Francia acabé de estudiar en Beauxbatons. Entré como auror en el ministerio Francés después de estar estudiar la carrera, y al poco tiempo me metieron de defensa de la embajadora. Pero la mujer murió en un desgraciado accidente en un momento delicado y el ministerio me proporcionó la poción multijugos que he estado empleando para realizar mi misión como sustituta de la embajadora aquí en Inglaterra. Ya he terminado las negociaciones, y pronto tendré que volver a allí.

Lily me miró, yo estaba impresionado.

-No puedo creer que estés aquí. Quiero volver a intentarlo contigo. No puedes irte ahora. –protesté.

-Esta vez no pasará como antes, Sirius. Seguiremos en contacto.

-¿Y por qué no lo has intentado antes¿Qué pasó con el espejo que te di¿No querías verme?

-No podía. No me lo permitía el ministerio inglés, ni Dumbledore tampoco. Aún no me lo permiten. Dicen que estaré en peligro. Ellos no saben nada de esto. Tenía una mínima esperanza de encontrarte. Pero... no te reconocí esta noche. Estás muy cambiado.

-¿Y Snape?

-Está obsesionado conmigo. Me persiguió hasta París, y volvió aquí porque yo se lo dije. Él no tiene la culpa de nada, es muy inteligente y sabe...

-¿Te gusta? –la interrumpí celoso.

-Le tengo cariño. Pero él quiere algo más.

Lily evitaba mirarme a los ojos.

-¿Qué es lo que quieres de mi?

-No lo sé. ¿Crees que puedes aparecer una noche, arrastrarme de nuevo a tus brazos y pedirme que deje mi vida para fugarme contigo¡Los mortífagos me persiguen!

Yo no dije nada. Ella tampoco. El silencio se apoderó de la habitación. El salón de mi casa estaba apenas iluminado por la luz que desprendía una lumbre mágica en la mesa.

-Déjame volver a Francia y arreglar las cosas. Volveré en un mes, y hablaremos.

Yo no la miré, sólo hice un gesto de aprobación indiferente con la mano. Pero ella se acercó a mi y me abrazó. Volví a sentir y rememorar tantas cosas... Sentí que de alguna manera aquella era la oportunidad de mi vida, y que si dejaba marchar a Lily no volvería a sentirme realmente completo en la vida.

-Iré contigo.

Y esa fue mi última palabra en el asunto.

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A estas alturas del viaje ya me dolía todo el cuerpo a consecuencia de las horas de vuelo.

-¿Falta mucho?

-No más de una hora –contestó ella, ignorando mi gemido de protesta.

-¡Una hora más viajando encima de este cacharro y se me quedara el culo en forma de escoba! Hubiera sido más fácil coger el traslador.

-No digas tonterías. Sabes que hay mortífagos por todas partes. Espero que no nos hayan seguido –añadió escrutando el cielo con su mirada de lince. De lince con ojos verdes.

-No creo. En todo caso, mejor será que salgamos cuanto antes.

Sin más palabras, montamos nuestras escobas y nos alejamos del bosquecillo donde habíamos estado descansando. En una hora llegaríamos hasta la capital.

El ministerio de magia francés resultó ser un edificio en ruinas que, por alguna extraña razón fácil de imaginar, los muggles no se decidían a derruir. Desde la calle parecía un montón de pedruscos uno encima del otro, con vigas vacilantes y paredes torcidas.

Al atravesar la puerta cegada con unas maderas, se pasaba a un vestíbulo acogedor, donde esperaban algunos magos para hacer reclamaciones o denuncias a algún departamento. Nosotros, como visitantes de prioridad, pasamos rápidamente la puerta desde la cual un joven mago nos hacía señas.

Tras la puerta había un ancho pasillo en el lado del cual varias puertas de marcos variados y llamativos permanecían cerradas. Nos encontramos ante un cartel que señalizaba a la izquierda y a la derecha la puerta a la que correspondía cada departamento.

Así pues, la puerta correspondiente a las llegadas y salidas en la red flu estaba decorada con una trama de chimenea, la del departamento de objetos muggles estaba llena de cacerolas y todo tipo de objetos no mágicos adheridos de alguna forma a ella, y así sucesivamente con todos los departamentos.

La de seguridad mágica estaba decorada con un curioso trazado de cerraduras y grabados de hechizos de protección. El jefe de aurors me pareció un hombre agradable y cordial, no entendí una sola palabra de lo que dijo.

Fui presentado como un tercero que llevaba las maletas, y apenas me prestaron atención. Esperé fuera en el pasillo, inquieto por las consecuencias de la conversación que se llevaba a cabo al otro lado de la puerta.

Al poco, Lily salió con el permiso de traslado al ministerio inglés, abandonando su puesto de auror en misiones especiales al de misiones urbanas y de riesgo.

-Vas a hacer trabajos peligrosos, por lo que veo. Trabajarás con nosotros. Aunque no creo que te pongan en nuestra división, nos veremos a veces.

-Y en las redadas generales, también –Lily me miró un poco inquieta, ajustándose innecesariamente los guantes.

-¿Pasa algo?

-Sirius, no me gustaría que nuestra relación interfiriera en nuestros trabajos. Sería peligroso.

-No creo que debas preocuparte por eso. Puede que haya que tomar algunas medidas pero no creo que sea necesario dejar de hablarnos en el trabajo, no somos niños. Sé que sabrás cuidarte, y yo también.

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Lily escribía cartas a sus conocidos franceses. Le estaba costando asumir los cambios en su vida. Aunque llevaba tiempo pensando volver a Londres e incrementar las filas del ministerio con su experiencia, había necesitado un detonante como el que fuera Sirius el que se lo pidiera para llevar a cabo un proyecto que de otra manera nunca se hubiera planteado seriamente.

A Sirius no le hacía falta oírla hablar ni leer lo que escribía para darse cuenta de que ella había madurado más de lo que pensaba en un principio. Su voz sonaba ahora suave y segura, aunque quizá un poco resentida respecto a las circunstancias. Sus gestos aunque aún era muy joven (no contaba aún veinticuatro) dejaban entrever una firmeza inusual, una inteligencia especial labrada por horas de pensamiento solitario.

Sus manos podrían haber sido las de un cirujano, había dejado de temblarle el pulso cuando se emocionaba, aunque en sus ojos siguiera la misma chispa que había enamorado al merodeador, y parecían conocer perfectamente su trabajo. El control sobre sí misma que había desarrollado era su cambio más destacable.

Su cuerpo no había cambiado mucho en esos siete años, apenas habría crecido un par de centímetros más, y se seguía adaptando a Sirius como si ya hubieran nacido unidos. Quizá su cuerpo había perdido esa delgadez ligera para convertirse en músculo creado por el constante movimiento, por lo que parecía mas sólida aunque en un principio él no lo hubiera notado.

No parecía irle mal en la tierra de los franceses, en muy poco tiempo había conseguido un lugar en la sociedad, toda ella transmitía la seguridad de poder valerse por sí misma y sola.

En algunos momentos tuvo la casi certeza de que no le necesitaba para nada, que era más una carga para ella, un problema. Pero cuando su mirada perdía esa relajada monotonía para dedicarle una chispa enamorada su corazón se incendiaba y se sentía culpable por haber pensado que ella sería más feliz sin su compañía. ¿Qué si no la felicidad podría crear de la nada una mirada así?

Sirius no había cambiado nada, o eso creía. Quizá no hubiera cambiado en siete años, pero desde el momento en que la vio llorando aquella noche en la playa, su corazón y su comprensión de las cosas cambiaron completamente para ella. Quería hacerle sentir lo mismo que ardía en él.

Desde la mesa donde escribía, la mujer miraba discretamente a su compañero, recostado en la cama. Intuía que aún no estaba durmiendo, y tenía razón. Él tenía los ojos cerrados deseando que ella se acercara a acariciarle suavemente y tumbarse junto a él. La pelirroja dedicó otra mirada al hombre dormido y juró para sí que le había visto moverse. No pudo evitar pensar en él.

La inquieta cautela que normalmente reinaba entre los auror, incluida Lily, parecía no haber hecho mella en Sirius ni aún después de los duros entrenamientos para condicionar su cuerpo, mente y habilidades.

Su expresión ligera ante los problemas la inquietaba y la entusiasmaba a la vez, aunque no pudiera admitirlo. Sentía que la completaba, que aliviaba la pesada carga que llevaba sobre sus hombros. Era el tipo de protección que ella no podía poseer por si misma.

Casi sin darse cuenta, empezó a compararlo con todos aquellos hombres con los que había estado en su vida, en especial con el más reciente, Snape. No había dicho a Sirius toda la verdad sobre él. No había podido admitir la terrible atracción que aún ejercía la serpiente solitaria sobre ella. En realidad le había dejado por la obsesión irracional por él que sentía. Pero Severus no lo había encajado bien, sus sentimientos eran tan fuertes como los de ella.

Cada vez parecía más difícil estar con él, todo era mucho más doloroso a su lado y al final había acabado convirtiendo sus sentimientos en una retorcida trasgresión a sus propias reglas morales.

Así, comparándole con Sirius, el animago parecía agradable y tranquilo, aunque imprevisible: el sitio largamente buscado para reposar de todo su dolor y su angustia. Encontrarle, llorar sobre su pecho, hacer de nuevo el amor con él y encontrar otra vez sus bromas zalameras habían hecho un efecto revitalizador en su alma.

Apartó a un lado las cartas llenas de letras vacías despidiéndose para gente de gente que había dejado de importar y se desnudó lentamente. Sentándose en la cama se miró desde allí en el espejo de la cómoda que había a un lado de la habitación del hotel.

Se recostó en el colchón a su lado y le besó el cuello, acariciando suavemente su hombro derecho, que estaba al aire. Sintió que temblaba y su respiración relajada le indicó que aunque aún no se había dormido, estaba a punto de hacerlo. Se apartó de él lentamente, tratando de no molestarle, pero Sirius no se lo permitió. Haciéndose aún el dormido, se abalanzó sobre ella con toda la inocencia del mundo tumbándola despacio a su lado empleando el peso de su cuerpo. Ella cerró los ojos con su contacto. Al sentir sus labios recorriendo con dulzura su pecho cerró los ojos. Era innegable que estaba despierto, muy despierto.

Los ojos azules del moreno se entreabrieron cruzándose con los de ella.

-Creía que estabas agotado por el largo viaje.

-Creo que necesitaré algo para reponerme¿qué te parece?

Lily contestó acariciando su pecho hasta el ombligo y sonriendo, condescendiente. Esa noche mientras él la besaba y buscaba los rincones más recónditos de su cuerpo para torturarla, mientras la pelirroja gemía, sólo podía pensar una cosa: "Lily, maldita enferma, deja de imaginar que es Snape"

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Sólo una vez volvió a ver Lily a Severus antes de desaparecer definitivamente entra las brumas invernales de Londres. En la estación de trasladores, Sirius la dejó para arreglar las cosas con Dumbledore que, por supuesto, estaba enterado de todo.

Lily miró a su alrededor al quedarse sola, algo temerosa. Tendría que encontrar un lugar donde desaparecerse sin que se notara mucho. Se dirigió a un callejón sin salida que parecía vacío sin darse cuenta de que le seguían.

Entonces se encontró cara a cara con un conocido rostro de fuertes facciones y sonrisa desconcertante. Sus ojos se posaron en ella con descaro, como habían hecho siempre, desnudándola con la mirada.

-Estuve esperando hasta muy tarde en la puerta norte... –recriminó el joven con una voz dulce que no encerraba otra cosa que una dura amonestación.

-No quería hacerte daño –dijo ella delatando su culpabilidad. Hasta sus mejillas subió un rubor inesperado.

Snape levantó las cejas, haciéndose el sorprendido.

-Lily, me decepcionas. Creía que eras más lista. ¿Crees que el gatito con el que te liaste mientras deberías haber estado conmigo te va a querer? Ni siquiera pudiste soportar dejarme sin volver arrastrándote y llorando. ¿Qué le contestarás cuando te diga que le quieres? Mentir no es algo bonito, Lils.

A Lily le temblaron las piernas. Se apoyó contra la pared como si la hubieran herido en lo más hondo. Snape siempre sabía encontrar su punto sensible, doloroso, para despertar su odio, y de alguna manera, su deseo de dominarle.

Una carcajada estentórea salió de la boca del hombre de pelo lacio.

-¿No puedes besarle sin cerrar los ojos verdad? Cada vez que te lo tiras piensas en mi –la voz cruel de Severus se apoderó de ella transformando en realidad sus propios pensamientos.

-¡No! –sollozó ella recostándose bruscamente contra la pared y llorando.

Entonces Severus se acercó y besó sus lágrimas saladas y lamió sus labios con su boca caliente.

-Llora Lily, llora. No eres más que una puta que cobra más de lo que puede gastar. Mucho más de lo que mereces –dijo suavizando la voz, pero siguió siendo hiriente. –Ahora sabes que me has perdido. Eres una idiota.

Lily escuchaba temblando, sin casi creer lo que escuchaba, pero en su interior haciéndolo cierto porque era él el que lo decía. Intentó dejarse caer en sus brazos, pero estos ofrecieron poco consuelo. Él miraba al vacío sin inmutarse, con expresión de hielo.

-¿Por qué me haces esto? –gimió .

Snape la apartó bruscamente obligándola a mirarle a la cara.

-Tú misma te lo has hecho. Yo sólo te lo he enseñado. Podría no haberlo hecho... –añadió fingiendo que dudaba. –Pero a esto se le llama venganza.

Severus la soltó, y la pelirroja cayó al suelo húmedo con un chasquido seco, como un saco de harina.

-Ahora sabes que nunca te perdonaré. También sabes que te amo demasiado para matarte. He dicho todo lo que tenía que decir, princesa. Por mi, puedes morirte.

El hombre se dio la vuelta ante los ojos llorosos de Lily, levantó con el brazo derecho la varita, dejando entrever por una facción de segundo el tatuaje fácilmente reconocible de los sirvientes del señor oscuro. Después, desapareció.

Se ke he tardado muxo alegare en mi defensa las vacaciones de verano. aun asi espero ke los ke leais esto os guste la historia. besos a todos y en especial a dru y xaica ke me dejais reviews y bueno a la hermana de dru (paula) tb.