Capítulo XIV: El plan de Remus

-¿Estás seguro de lo que haces, Severus?

-¡Claro que estoy seguro! Nunca hago las cosas a la ligera, Albus. Lo sabes. De todas formas, ya no tiene remedio en caso de que me arrepienta –añadió Severus contemplando el macabro tatuaje en su antebrazo derecho.

El director se subió las gafas con el dedo índice, observó fijamente a su antiguo alumno con un deje de melancolía e hizo un gesto de aprobación.

-Son tus propias decisiones. Confío en ti. Ahora será mejor que te marches, tengo una visita a punto de llegar. Al parecer una de mis mejores agentes en el extranjero ha decidido trasladarse de nuevo a Londres. Una buena noticia sin duda, aunque peligrosa para ella –aclaró Dumbledore ante la mirada inquisitiva de Severus.

-¿Y a qué se ha debido ese repentino cambio de parecer si puede saberse?

-¡Oh! –suspiró el director. –Hasta los mejores agentes se enamoran. –dijo guiñando un ojo.

Severus exhibió una fingida sonrisa de complicidad y salió por la puerta despidiéndose con la sequedad que le caracterizaba.

Cruzó los casi vacíos pasillos del colegio y bajó hasta el pueblo, donde se desapareció inmediatamente en la estación de trasladores. Quizá si Severus hubiera sabido quien era la próxima visita del director hubiera insistido en quedarse un poco más.

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Si Severus hubiera sabido que yo estaba en la puerta de atrás del colegio, probablemente no hubiera tenido inconveniente en detenerse a charlar un rato. Y por lo tanto hubiera perdido la pista de Lils. ¿Cómo supo que ella me había mandado a mi a hablar con Albus? Es algo que todavía no comprendo.

Quizá es porque la conocía demasiado. Puede que más que yo. En los últimos años me he intentado convencer de que fue porque yo estuve mucho menos tiempo con ella que Snape, y desde luego mucho menos tiempo del que hubiera deseado. La tragedia se acercaba, y si la hubiera sentido en el aire, quizá me hubiera esforzado más en disfrutar el tiempo que me quedaba.

Aquella tarde, cuando hablé con Dumbledore me pareció mucho más distante y frío de lo que solía ser. Nos entendía y comprendía mi deseo de que Lily viviera conmigo, pero su expresión amarga era un recuerdo constante del peligro que ella corría en Londres.

-Sirius, sabes que Bellatrix te busca. Y a ella... no es sólo Bellatrix la que la busca, el Lord Oscuro la quiere para él. Aunque no lo parezca es... era uno de los pilares mas fuertes de la resistencia francesa. Ha comandado con éxito muchos de los batallones de resistencia en la frontera.

-Albus, conozco las circunstancias. Pero yo la amo –gemí, afligido. Miré a los ojos un momento al director antes de confesarle el secreto que llevaba acariciando suavemente varios días, pensando que al decirlo en voz alta quizá me fuera arrebatado. –Quiero casarme con ella, Albus.

Las tupidas cejas blancas del mago se enarcaron de sorpresa y sus ojos azules me observaron a través de las gafas de media luna que reposaban en su nariz.

-Tu casa no es el sitio más adecuado para tenerla, Sirius. ¿Se lo has preguntado ya? No dudo de que pueda cuidarse sola, pero nunca me ha hecho gracia poner todos los huevos en la misma cesta. Deberíais iros a vivir a otro sitio. Quizá un antiguo hechizo de protección servirá.

-Albus, debo volver a casa. James vendrá a verme esta tarde y no quiero que se la encuentre en la entrada. Se desmayaría –bromeé, sabiendo lo poco impresionable que era mi amigo.

La atmósfera de melancolía de la habitación pareció disiparse un segundo, momento que aproveché para despedirme y volver a mi casa.

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Lily se frotaba las manos para calentarlas, sentada a la entrada de la casa de Sirius. Estaba un poco asustada por lo que había dicho Snape, y además Sirius se retrasaba. Fue entonces cuando miró a la calle y ante ella apareció un hombre alto y moreno, con los ojos color avellana y una sonrisa tranquilizadora.

-Vaya¿tu debes de ser la nueva "amiguita" de Sirius verdad? –preguntó consiguiendo de alguna manera milagrosa que la pregunta no pareciera grosera.

-Eso creo –contestó Lils.

-¿Cómo es que te ha dejado aquí tirada? A veces parece que no le hayan educado, te lo digo de verdad –suspiró James.

-Es una historia muy larga... –dijo Lily levantándose y mirando al hombre a los ojos.

En ese momento, una lucecita se encendió, como dando un chispazo, dentro de la cabeza de James. Sus ojos se agrandaron tras las gafas sin llegar a creer del todo lo que veía.

-Tú... –fue lo único que pudo decir.

-Has cambiado mucho, James. Casi no te había reconocido. Pero ahora que te miro de cerca, me doy cuenta de que sigues teniendo esos ojos tan expresivos ¡Y el pelo!

El moreno sonrió, sorprendido.

-¡Tú eres Lily! Pero ¿cómo...?

-Es una historia muy larga –repitió ella.

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Llegué a mi casa y vi las luces encendidas. Había tardado más de lo previsto en volver a Londres y me acerqué a mirar por la ventana si estaban ya James y Lily. Oí sus risas y vi a mi amigo saliendo de la cocina con la cena recién hecha, mientras mi chica estaba casi por los suelos de las carcajadas que provocaban los comentarios ingeniosos de Prongs.

Abrí la puerta con una sonrisa y miré a Lily que me esperaba en el recibidor desde que había escuchado el sonido de las llaves. La besé y fui hasta la cocina a saludar a mi amigo. James me miró con un gesto de desaprobación durante unos segundos.

-¿Cómo dejas a Lily en la calle¿Tu madre no te enseñó nada sobre la educación con los invitados? –preguntó con aspereza.

-Mi madre es una vieja lagarta –comentó Sirius con una sonrisa.

La cara de James también cambió hasta convertirse en una sonrisa y después en una risa fluida y melodiosa de esas que se contagian al oírlas.

-Está bien, viejo loco, será mejor que vayamos al salón, tu pelirroja te estará esperando. Remus tiene turno de noche, pero dijo que vendría después de cenar a tu casa –informó.

James había preparado ya la cena. Los tres se sentaron a comer, y Sirius pensó que no era un buen momento para hablar de lo que había hablado con Dumbledore. Fue más tarde, tomando un té frente a la chimenea, cuando sacó el tema. James había ido a la cocina a buscar unas cuantas chucherías para pasar la velada y Sirius abrazaba a Lily cálidamente, sintiendo el suave roce del fuego en sus mejillas.

-Cásate conmigo, Lily –susurró al oído de la pelirroja.

Ella se acurrucó en sus brazos, y recordó la desagradable escena en el callejón cerca de la estación de trasladores. Quizá Severus intentara hacerle daño a Sirius si supiera que se habían unido.

-Es peligroso –contestó acurrucándose más entre sus brazos. –Todos nos persiguen. Si nos casamos los mortífagos sabrán que estamos juntos. Vendrán a nuestra casa y nos matarán. Nunca podremos tener hijos por miedo a que ellos les hagan daño y... –se giró y le miró a los ojos intensamente antes de continuar- y yo seré muy infeliz. No puedo hacerlo. Lo entiendes¿verdad?

Sirius no pudo evitar sentir el golpe de la realidad que ella le exponía. Todo lo que decía era cierto e innegable.

-Yo sé lo que podemos hacer –dijo James desde detrás del sofá. Estaba de pie y sostenía una bandeja de pastas.

-Se me ha ocurrido al oírte decir eso, Lils –dijo sentándose y dejando la bandeja en una mesita. –Los mortífagos os perseguirán si saben que estáis unidos. Rugulus y Bellatrix te buscan, Sirius, si te encuentran matarán también a Lily o se la entregarán al Señor Oscuro. Pero hay un hechizo de protección... Albus me habló de él.

-No, James no serviría de nada –dijo Lily. –Sólo atraería sobre Sirius más mortífagos de los que ya le buscan –añadió, secretamente pensando en Snape –No quiero ni imaginar lo que harían si se enteraran de que vivo aquí. La mejor manera de que todo siguiera lo más tranquilo posible sería alejándome de él –suspiró, con tristeza.

Sirius la abrazó con más fuerza, intentando tranquilizarla. Las llaves en la puerta indicaron que Remus había llegado por fin. El licántropo apareció en el umbral, pero sólo James se levantó a recibirlo, pues el moreno no quería soltar a Lily.

-¿Que pasa que estáis todos tan serios? –preguntó, desconcertado.

Después de un breve resumen hecho por James, Remus se sentó en el sofá a pensar. El fuego calmó un poco el intenso frío que había sufrido en la calle, así como su cerebro, que también entró en calor.

-Tengo una idea –dijo el licántropo poco después. Todos le miraron interesados. –Si te casaras con otra persona los mortífagos dejarían en paz a Sirius. Su atención se centraría en ti y en esa otra persona. Puede parecer un poco estúpido, pero terminaría con el problema de Sirius, por lo menos temporalmente, y por otra parte, podríais utilizar el hechizo Fidelius que propuso Albus, siendo Sirius vuestro guardián. ¿Quién mejor que él para guardar el secreto? Tanto tú como él estaríais protegidos.

Todos se le quedaron mirando durante unos interminables segundos. Finalmente, James dijo:

-Remus, eso es lo más estúpido que se te ha ocurrido en la vida.

-¡Pero si me caso con otro no podré estar más con Sirius! –protestó Lily, coreada por él.

-Podríais veros sin que nadie se enterara –dijo Remus, desanimado por la cantidad de agujeros que tenía su plan.

-Nadie se casaría con ella para después permitir que siguiera conmigo. No sólo sería exponerse al peligro de los mortífagos, sino que además en un momento u otro ese tío se enteraría de que Lily sólo se casó con él para tener una tapadera, así que tendría que estar informado de todo. ¿Quién iba a hacer algo así?

-Yo lo haré –contestó James, tajante.

Los tres se giraron hacia él, sorprendidos.

Lily sonrió ante la idea, tan interesante como absurda. Pero al parecer, Remus y Sirius sí que la habían tomado en serio.

-¿Querrás hacerlo, Lils? Nadie sabría si quiera que estamos relacionados. Pero nos podríamos seguir viendo, casi como si viviéramos juntos. Estaríamos los dos más seguros.

-Tengo que pensarlo –dijo la pelirroja.

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Esa noche, en la habitación de invitados, James y Remus hablaron sobre el tema. El licántropo se desnudó rápidamente y se metió entre las sábanas cálidas. James estaba pensativo y ausente y se dedicó a observar a su compañero desde una silla en la esquina del cuarto.

-Supongo que decías en serio lo de casarte con Lily –dijo Remus.

-Tú lo propusiste. El plan era bueno, sólo tenía una pega. Yo no voy a enamorarme de ella. No se la quitaré a Sirius, no puedo competir con él como pareja. Soy la persona perfecta para la situación. Además, nos llevamos bien.

-¿Y si yo no quiero compartirte con ella? –gruñó Remus con cara de niño malcriado.

James se acercó a él, con una media sonrisa tranquilizadora. Se sentó en el borde de la cama y le dio un beso en la mejilla. Remus siguió mirándole con los brazos cruzados en actitud caprichosa, intentando contener una sonrisa.

James se quito las botas y subió a la camas, sentándose sobre Remus y observándole contrariado.

-Prongs, pesas casi ochenta quilos, mis piernas no podrán soportarlo mucho tiempo.

El moreno se deshizo entonces lentamente de la ropa mientras el licántropo le observaba indiscretamente relamiéndose sensualmente.

-Eres insoportable, Moony –dijo acurrucándose junto a él bajo las mantas.

-Sólo espero que me sigas queriendo. No imagino amar a nadie que no seas tú –suspiró Remus.

James solo lo besó tiernamente en los labios y los dos se fundieron en el abrazo que tanto necesitaban para sentirse mejor.

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En la habitación contigua, otros dos amantes dialogaban sobre la idea propuesta por Remus. Ninguno de los dos estaba demasiado seguro de que fuera la mejor alternativa para su relación, aunque a diferencia de Sirius, Lily también pensaba en la seguridad de ambos.

-No se me ocurre otra cosa que podamos hacer para que yo viva segura en Londres. James me protegerá.

-¿Y yo que, Lily? Me quedaré de brazos cruzados esperando a que los mortífagos encuentren la manera de destruir el hechizo. Y mientras tanto, a penas podré verte.

-Sirius, la única manera de destruir el hechizo sería que tu revelaras la localización de nuestra casa. Y estoy segura de que no lo harás –dijo Lily intentando tranquilizarle.

-¡No me pongas esa carita de cordero degollado¿Qué pasará si lo descubren y me cazan? No sé si podría mantener el secreto. La muerte por Cruciatus es lenta y dolorosa.

-Sirius, en el remoto caso de que eso pasase, no desearé vivir sabiendo que te mataron por mi culpa –afirmó Lily. –De un modo u otro todos los auror estamos destinados a morir a servicio del ministerio. Por todos los magos del planeta. El que no debe ser nombrado es peligroso, en Francia están empezando a haber revueltas de jóvenes captados por él. Si no conseguimos detenerlo ni muggles ni magos estarán a salvo. No podemos escondernos como ratones mientras sus servidores nos persiguen.

Sirius bajó la mirada. Estaba preocupado. Por primera vez, algo le parecía importante. Antes sólo había tenido que cuidar de sí mismo, y tampoco tenía mucho apego a su propia vida. De repente se sentía responsable de haber puesto en peligro la vida de Lily, pidiéndole que volviera a Londres. Había sido egoísta pedirle que se casara con él, sólo el hecho de estar juntos ya era peligroso para ambos.

-Está bien. Será más seguro vivir con James –admitió.

Lily se sintió aliviada. Con un poco de suerte, Severus no lo relacionaría con ella y estaría a salvo de él. Haría falta más suerte con James... apartó ese pensamiento de su cabeza. Todo iría bien.

Pronto, los cuatro habitantes de la casa dormían. Remus y James abrazados y cansados, habían caído rendidos. Lily, con su melena rojiza desperdigada por la almohada, Sirius, acariciando inconscientemente las líneas de la figura de la mujer que dormía a su lado. Fue el último en cerrar finalmente los ojos. Aunque preocupado, el leve placer de contemplarla en la penumbra antes de dormir lo llenó de felicidad.

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Lejos, ajeno a esta escena conciliadora, Severus Snape se retorcía en la cama, embriagado por el suave incienso de su habitación y por las copas de más que llevaba encima. Se había ahorrado salir de casa: prefería decaer tranquilamente en su solitario escondrijo que hacerlo en público, sin nadie que le llevara a casa más tarde.

Pese al frío, sudaba y se sentía mareado. No tenía ganas de dormir, pero tampoco se atrevía a ir hasta su laboratorio para preparar una poción que mejorara su estado, pues las manos le temblaban y no veía con claridad.

Abrió el armario, pensando que quizá quedara un poco de la poción que había preparado la última vez. Tubo suerte, en el fondo de la botella todavía quedaba una pequeña cantidad del líquido amoratado tan eficaz contra el mareo.

"Suficiente para esta insignificante indisposición" se dijo antes de beberlo a pequeños sorbos.

Después, se tumbó en la cama a esperar que le hiciera efecto. Apenas quince minutos más de divagaciones fueron suficientes para que esto sucediera, y entonces se levantó.

Se vistió decentemente y cogió su abrigo largo y su capa oscura para salir, deseando encontrar consuelo en alguien, aunque sin muchas esperanzas de conseguirlo.

El frío invernal le sorprendió, pero decidido a no volver a entrar en su casa, caminó con tal de calentarse un poco las piernas. Se sentó en uno de esos peligrosos parques que de noche se llenaban de gente nada recomendable y por el día de ruidosos paquetitos babosos jugando en los columpios.

A Severus no le molestaban los sospechosos individuos muggles que se daban a sus estúpidos e ilegales vicios, ninguno de ellos era una verdadera amenaza; cualquier acto hostil podía ser facilmente repelido con un simple movimiento de varita.

No pasó mucho tiempo mirando su marca y pensando en Lily cuando oyó una temida voz.

-Hola, Severus –dijo una verdadera amenaza a su espalda.

-Lucius –murmuró sin inmutarse.

-Buen trabajo el de la otra noche –dijo el mortífago con voz hiriente. El tono dejaba bien claro que se burlaba de él. –Por fin has ganado tu marca.

Severus contestó gruñendo un monosílabo, aún sin mirar al rubio. Lucius lo cogió bruscamente de la barbilla y lo levantó obligándolo a mirarle. El banco seguía entre ellos y Snape tuvo que arrodillarse patéticamente sobre él para no hacerse daño.

-¿Qué coño quieres Lucius? Dilo y déjame ya.

-Severus, Severus, Severus –lo reprendió una voz femenina desde las sombras. -¿Es esa manera de hablarle a un hermano de rango superior?

-¡Bellatrix!

-Suéltalo, Lucius –ordenó. –No conseguirás nada haciéndole daño a nuestro amigo. Es comprensible que esté turbado por su primer asesinato, es como follar la primera vez. Al principio duele un poco, pero es cuestión de tomarle el gusto –soltó con una lúgubre carcajada.

-Bellatrix, eres obscena –le espetó Lucius soltando sobre el banco de madera a su presa, que no hacía ningún esfuerzo por escapar.

-El lord oscuro tiene planes para ti, Severus. Nos ha mandado a informarte. Perdona a Lucius por su brusquedad. Será mejor que me acompañes.

Severus se levantó docilmente dispuesto a hacer lo que ella le pidiera. Sabía que la menor rebeldía sería pagada con su vida, en el mejor de los casos. En el peor, no quería imaginar el castigo.

-Y tú, ya puedes irte -ordenó Bellatrix a Malfoy despectivamente.

Lucius obedeció con condescendencia, con demasiada condescendencia, pensó Snape. Pero Lucius se desapareció dejándolos a solas, de manera que siguió a Bellatrix hasta una casa descuidada aunque agradable.

Entraron y ella le condujo hasta un salón de estilo oriental, sin ningún tipo de asiento, pero con cómodas alfombras.

Bellatrix dejó caer su abrigo por ahí y se sentó sensualmente en una alfombra invitándole a hacer lo mismo. Sus serpenteantes curvas se contorneaban bajo un vestido corto y ajustado, y unas botas negras hasta la rodilla.

Con un movimiento de varita, encendió la chimenea. Severus se sentó, con desconfianza.

-Vamos, Severus, ahora somos hermanos mortífagos. Y no podré hablar contigo debidamente si no te relajas...

En su cara se formó una malévola aunque insinuante sonrisa.

Gracias a todos los que leeis. Mi ordenador esta fatal desde hace meses ahora por fin puedo publicar. Besos a todos