Capítulo XV: Una boda y... Harry

Severus no bajó la guardia ni un instante. Sabía que el lobo se le acercaba vestido de oveja y no quitó la vista de encima de Bellatrix. La mujer no se desanimó por la inicial reserva de su víctima. Sabía como se hacían esas cosas.

-¿Quieres algo de beber? –preguntó inocentemente ella.

Con un movimiento de varita, una bandeja con dos copas de madera se acercó a ellos. Bellatrix sirvió ambos vasos de la misma botella. Severus olisqueo el líquido dentro de la copa que ella le ofrecía. Era muy fuerte, pero no le provocaría ningún efecto. Repasó algunas cosas que sabía sobre el Veritaserum y lo descartó.

Tras eliminar de sus sospechas varios venenos más, dio un trago al brebaje. Tenía un sabor dulce, algo áspero. No era vino, y no se parecía al sabor de ningún licor que hubiera probado antes. En todo caso, tenía la certeza de permanecer sobrio por la poción que había tomado a penas hacía una hora así que no se preocupó por eso.

-Tranquilo, Severus. No he envenenado la copa–dijo ella en tono bromista. –Hiciste un gran trabajo el otro día con esa familia de muggles. Nuestro Señor esta contento contigo.

-Nuestro Señor es muy generoso enviando a Malfoy para que me humille –replicó Severus.

-Lucius es un capullo –dijo Bellatrix con crudeza. Su cara reflejaba una extraña mezcla entre dolor resignado y odio.

Snape no pudo evitar sentirse sorprendido por sensibilidad que demostraba la cara de la mortífaga que tenía ante él. Sin embargo, no dejó de recordarse que quizá fingía.

Bellatrix le dirigió su mirada ardiente durante un instante y Severus se estremeció. La luz del fuego de la chimenea iluminaba el bello rostro de la mujer y daba calor a la sala, casi a oscuras y el misticismo que envolvía su cuerpo se extendía creando una atmósfera pesada.

-No parece que tengas muchos problemas con él –murmuró él. –Por lo menos no tantos como yo –dijo en voz mas baja todavía, casi inaudible.

Ella no dijo nada durante un tiempo, después se acercó a él y sujetó su brazo derecho con firmeza, dejando a la vista el tatuaje que ella también tenía grabado representando la calavera en llamas y la serpiente. Sus ojos no dejaban de clavarse en los de Severus, incomodándolo.

-No deberías estar aquí ¿sabes? –susurró ella en su oído mientras acariciaba las suaves líneas marcadas en la piel. –No deberías ser un asesino, no deberías haberte dejado engañar por Voldemort, no deberías haber permitido que te transformaran en Lucius –el hombre se estremeció ante el nombre del Señor Oscuro.

-Yo no soy como él –dijo Severus apartando la vista del tatuaje.

-Yo tampoco –suspiró Bellatrix. –Quizá lo único que nos diferencie ahora de él es que actuamos contra nuestra naturaleza al ser crueles.

Severus la miró a los ojos y sintiéndose atraído por la mujer que se entreveía tras la mortífaga despiadada. Sabía que ella no tendría ningún reparo en entregarle su cuerpo durante unas horas, pero se repitió mil veces que no era el tipo de hombre que se dejaba engatusar por una tentación así.

Bellatrix no esperó a que él se decidiera, le había llevado allí con un objetivo muy claro. Sus manos se abrieron paso por el cuerpo del hombre que, desprevenido, no supo reaccionar negativamente al contacto.

Permitió que Bellatrix jugara con él, pues aún no comprendía las intenciones que tenía al provocarle. Sintió que sería demasiado tarde cuando se diera cuenta, pero los sensuales sistemas de persuasión de la mortífaga lo inmovilizaron.

Severus se recostó en la alfombra mansamente mientras la boca de Bellatrix lo hacía estremecerse. Con facilidad se desprendieron de la ropa oscura que ambos llevaban. Sentimientos de deseo casi olvidados afloraron en él, y sintió que su pecho estaba a punto de estallar. En su cabeza el rostro de Lily se dibujó provocándole una morbosa sensación de placer y mantuvo los ojos cerrados para conservarla mientras Bellatrix se apoderaba poco a poco de él.

El suave calor de la chimenea y del cuerpo de la mujer a la que acariciaba le hicieron bajar la guardia por unos momentos casi infinitos, que disfrutó cada vez más intensamente hasta llegar a una especie de clímax interminable.

Justo en el momento en el que creía que se moriría sintió una presencia en su cabeza y todas sus dudas respecto a las intenciones de Bellatrix se desvanecieron. Supo que estaba siendo sometido a una macabra prueba fruto de la mente del que no debe ser nombrado.

Intentó actuar con naturalidad sin poder evitar que estremecimientos de miedo se unieran a los que ya recorrían su cuerpo. Mientras tanto, intentaba rechazar el ataque psíquico del que estaba siendo víctima. Lo único que podía hacer era permitir que Bellatrix se deslizara por su mente sin que viera realmente lo que estaba buscando.

Pocos habrían podido advertir que su mente estaba siendo violada en las circunstancias en las que él se encontraba, y de estos, menos aún podrían haber encubierto la traición que Snape escondía con semejante distracción. Pero el mortífago había sido subestimado.

La sensación de que la mujer serpenteaba por su cabeza además de por su cuerpo no tubo otro efecto que avivar sus reacciones una vez percibida. Severus la sujetó por la nuca y mordió sus labios consiguiendo abalanzarse sobre Bellatrix y tomar el control.

Ella sonrió al comprobar que Severus la había dejado entrar en su cabeza para demostrar que no tenía nada que esconder. También le gustó la idea de haber sido cazada por él.

Pronto, Snape rodó hacia la alfombra, liberándola del peso de su cuerpo. Ella descansó unos instantes y después se levantó para avivar el fuego.

-¿Puedo dormir aquí? –preguntó el hombre desde la alfombra.

-Claro –contestó. –Te lo has ganado.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñ

Remus jugueteaba con la cámara. Había sacado ya decenas de fotos de James y Lily. También mías con los dos o con cada uno de ellos. En algunas también salía él. Peter estuvo presente todo el tiempo. Por supuesto, conocía el plan del fidelius, pero todos habíamos decidido ocultarle que el matrimonio era de conveniencia.

Lily iba vestida de blanco y James estaba muy guapo con su túnica de gala. Todo había sido perfecto. Dumbledore había arreglado una ceremonia informal y modesta a la que habían acudido sólo los amigos más cercanos.

Yo me sentía solo. Durante todo el día estuve sonriendo sin mucho ánimo, pensando en el futuro.

Por la tarde, llegó el momento de hacer el hechizo. Desde el salón se oían las voces de Lily y James despidiéndose de Remus en la entrada.

Colagusano tendría que marcharse. Pero yo no quería que se fuera, pues eso significaba que habría que realizar el hechizo.

-¿Qué te pasa, Sirius? –preguntó Peter al ver mi cara.

-Tengo metido en la cabeza el miedo a que alguien del lado oscuro me encontrará y lo soltaré todo. Ellos me están persiguiendo. No es seguro. Pienso que quizá no debería hacerlo...

-Es una dura carga. Imagino que lo has pensado mucho. Debes amar a James casi tanto como yo. Los partidarios del que no debe ser nombrado son crueles.

-Quiero a James como a un hermano. Y a Lily... pero no sé si podré soportar la muerte lenta y dolorosa sin traicionarlos –empecé a sentirme inseguro, hundido entre mis miedos.

-¿No hay otra persona que lo pueda hacer? –preguntó Peter, con aparente buena voluntad. -Tendría que ser alguien capaz de pasar desapercibido ante los partidarios de quien tu sabes y fiel a James. Quizá alguien que no trabaje en el ministerio. Yo podría encargarme de protegerlos –sugirió inocentemente.

-¡Es verdad! James confía mucho en ti. Eres el guardián perfecto. Nadie sospechará de alguien como tú. Pero... –objeté refrenando mi emoción. –es mi responsabilidad...

-Vamos, Sirius, te aseguro que estarán en las mejores manos.

Dudé un momento antes de aceptar.

Lily y James realizaron el hechizo esa misma tarde y Peter juró proteger a sus amigos en toda circunstancia ante mis propias narices.

Por la noche, me deslicé furtivamente en el dormitorio de Lily, para esperarla mientras se despedía de James, que dormiría en casa de Remus.

Cuando por fin apareció en el umbral de la puerta no pude contener un suspiro de admiración. Estaba perfecta.

-Llevo todo el día deseando arrancarte ese vestido.

-Yo también llevo todo el día deseando arrancármelo –dijo Lily de buen humor. –Pero que tú lo hagas es mucho mejor.

Quizá fue esa noche. La luz tenue de las velas, el perfecto ambiente, los ojos verdes de la mujer más maravillosa a la que conoceré jamás. El perfume de rosas que hacía tanto que no se ponía. El deseo de sentir que nada conseguiría separarnos...

Siempre supe que mi primer hijo se llamaría Harry.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñ

-Muy bien, Severus, cada vez me eres más útil –siseó el Señor Oscuro. –Después de lo de la otra noche, me he enterado de cierto... problema. Una profecía. ¿Has oído hablar de ello?

-No, mi señor.

A penas se podía distinguir la opaca figura del Señor Oscuro en la penumbra, amenazante, y otra mucho más sumisa, la de Snape, que apenas levantaba la vista del suelo entablado. Ambas sombras se encontraban en el medio de la habitación, ante el escritorio vacío. Tras este, en una esquina, sentada en una simple silla de madera un tercer personaje observaba en silencio.

-Por supuesto, habrás oído hablar del matrimonio Potter –continuó el que no debe ser nombrado.

-Apenas algunos rumores, mi señor –mintió Snape.

-Sabes quizá que Lily Potter dará a luz a su hijo el próximo julio. –Severus asintió. Estaba mucho más enterado de lo que admitía. –Ese niño debe ser destruido, Severus, y la única manera de conseguirlo es encontrar al protector de la casa de los Potter.

-Sin duda es Sirius Black, señor. Es el mejor amigo de Potter.

-¿Y el licántropo? Y esa sabandija de Pettigrew... podría ser cualquiera de ellos. No debemos presuponer, querido amigo. Por eso he decidido encomendarte a ti esta misión.

-¿Habláis de encontrar a su guardián?

-Exacto. Pero no sólo eso. Tu misión consistirá en persuadirlo para que se aparte de Potter, hacerlo caer en nuestras redes.

-¿A que debo el honor de esta tarea? –protestó. –Mortífagos con más experiencia podrían...

-¡No hay mortífago con más experiencia que tú tratándose de James Potter, Severus! ¿O acaso has olvidado Hogwarts?

-No, mi señor –contestó Severus asintiendo con humildad.

-Muy bien. Deberás empezar por la presa más fácil. Atrae al pobre Peter a mi rebaño, Severus, y serás recompensado. –prometió el Señor Oscuro con malicia, acercándose a la figura que esperaba tras la mesa e invitándole a levantarse.

El joven rostro de Bellatrix se vio claramente un instante bajo la escasa luz que entraba del exterior. Severus dibujó una mueca que pretendía ser una sonrisa y asintió.

-Así será. –aceptó el mortífago, antes de retirarse.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñ

Severus no necesitó trabajar mucho para encontrar al guardián. Sabía perfectamente que era uno de los tres estúpidos amiguitos de la infancia de Potter. Las noticias vuelan en el mundo mágico y cuando tienes tantos espías como el que no debe ser nombrado es fácil enterarse de todo. Y Severus podía acceder a casi toda la información.

Sabía todo lo que se podía saber de los Potter. Lily y James eran una obsesión para él. Y mientras tejía su red alrededor de la familia, esperando el momento en que uno de aquellos insensatos cayera en ella, no dejaba de ojear todas las noches las fotos de archivo de Lily.

Sin embargo, tardó algún tiempo en recopilar las direcciones que necesitaba, los auror vivían escondidos. Pero Peter Pettigrew no era un auror. Un par de preguntas aquí y allá y le fue sencillo encontrarle.

Así pues, empezó por lo más fácil, se presentó en la casa del individuo más débil y lo esperaba cuando volvió de trabajar, con el uniforme de combate de mortífago puesto. No tenía muchas esperanzas de que fuera él el guardián, pero seguramente sabía quién era.

-¿Quien es? ¿Qué hace usted en mi casa? –preguntó muy asustado al descubrir al hombre en su salón.

-Vengo a hacerte una propuesta que no podrás rechazar. –dijo Severus con una malévola sonrisa.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt

Los pasillos de urgencias de San Mungo se encontraban despejados, en el relativo silencio de la gente de la sala de espera, cuando por la puerta grande aparecí en mi moto voladora con una mujer sangrando en el asiento trasero.

Los médicos no tardaron en darse cuenta de que estaba embarazada. Iba con las dos piernas del mismo lado, y los vaqueros estaban llenos de sangre. Lloraba mucho.

-Está de ocho meses –dije a los médicos viendo como se la llevaban.

Una medimaga me hizo algunas preguntas y me indicó que podía esperar en la sala de espera de la planta de maternidad.

Tenía miedo por Lily. Se había desmayado dándose un golpe y no había parado de sangrar desde entonces. Lloró porque quizá estaba perdiendo a su hijo. Nada le había hecho tanta ilusión desde hacía siglos.

Las horas se hicieron interminables, llegaron Remus y James para apoyarme. Sobre todo James, había cogido mucho cariño a Lily durante el tiempo que habían vivido juntos y la quería como a la mejor amiga que había tenido. Cuando apareció su despeinada cabeza por la puerta no pude evitar darle un abrazo.

Una hora más tarde llegó Peter, James lo había llamado mucho antes, pero él no quiso decir por qué había tardado tanto, y se le notó nervioso. Todos pensamos que sería por Lily.

Expectantes, pasamos allí toda la mañana y a medio día, aquella tarde de un verano caluroso, me dejaron ver a Lily.

-Ha sido difícil –recuerdo que me dijo la medimaga. –Pero ha conseguido salir adelante. Se había desgarrado un poco la placenta y por eso ha roto aguas antes de tiempo.

-¿Y mi hijo?

-Es un niño. Ahora está siendo examinado, pero lo podrá ver pronto.

Apareció otro de los medimagos por la puerta, con mi niño recién nacido en brazos y dejó que lo cogiera. Era tan frágil y arrugadito que no pude menos que enamorarme perdidamente de él en cuanto lo vi. Juré que siempre lo protegería. Y no me di cuenta de que Peter me miraba con nerviosismo.

tñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñtñt

-Pettigrew no tardará mucho más en ceder, mi señor. Es débil y estúpido.

-Eso espero, Severus, empiezo a impacientarme. Ese niño es la clave de mi destrucción.

-Pronto tendréis a vuestra víctima vulnerable. Esperad sólo un poco más.

-Quiero a esa lagartija pútrida de Pettigrew a mis pies en menos de dos semanas. Apáñatelas como puedas. Ahora retírate. Quiero pensar.

Severus salió del despacho molesto, pero tranquilo. Podía conseguirlo acelerando un poco las cosas. De manera que decidió hacer otra visita a su querido amigo Peter.