Advertencia: no digo más que los personajes no son míos, de tanto moverlos de un lado a otro ya me los he apropiado y los siento míos, en especial a Heero y a Dúo, los adoro.
Este es o es el final, así que salga como salga se los entrego.
El regreso del verdadero reyHe mantenido en silencio las órdenes dadas a Zech mientras obligo a Wufei a permanecer en el castillo de los Yuy, cosa que no es nada de agradable para el chino ya que su hijo ni atención le presta, anda de un lado para otro persiguiendo a Hirochi y a mismo diciéndome papá como si verdad lo fuera por más que la gente del clan le diga que no es así.
- Déjenlo – digo al fin – a mí no me molesta.
Pero a Wufei le duele, sabe que el niño necesita a su padre y él siente que necesita de Zech, pero este aún no regresa de su misión y comienza a preocuparse, tal vez ya no existen los vampiros, pero ¿qué hay de los salteadores de caminos? Cierto que es un buen guerrero y tiene su magia, pero igual podría haber tenido inconvenientes de ida o de vuelta y por eso aún no llega ¿y si ha tenido un accidente? Dios, no quería ni imaginarse que iba a ser de él y de su hijo si ello pasaba.
Di estaba aburrida, no permito que salga de palacio sin el resguardo de uno de los guerreros Chang porque no quiero que se arriesgue a que Amishi trate de secuestrarla, aunque hace días que no se aparece por ninguna parte. Por supuesto aquello no pude significar nada bueno, si ha desaparecido es porque planea algo.
Está sentada muy molesta en medio del jardín del castillo, Maku y Nataku la vigilan a cierta distancia, pero totalmente pendientes de su persona, claro que ambos se tensaron cuando Hiroshi llegó corriendo hacia él conmigo cargando a Fai, por lo que su hijo protestaba airadamente alegando que su papá era suyo.
- Tienes que aprender a compartir – le dije divertido sentándome con Fai al lado de Di – no seas peleador.
Entonces Di notó que el pequeño Chang tenía una marca en la mejilla y los ojos rojos por efecto del llanto.
- ¡Tú no quiere Hiroshi! – le gritó este.
- Hiroshi malo – dijo Fai abrazándolo volviendo a llorar.
- ¿Qué pasó? ¿Por qué pelaron ahora? – dijo el trenzado preocupado sentando a su hijo en su regazo.
- Supongo que es en parte mi culpa – dije preocupado – pero les di a ambos una fruta, eran exactamente iguales, pero se la di primero a Fai y Hiroshi le pegó y lo regañé, por eso el escándalo.
- Pero, no creo que por tan poco, si les diste lo mismo.
- Fue porque se lo di primero a Fai – le acaricio el cabello negro y ambos escucharon el grito furioso de Hiroshi.
- ¡PAPÁ MÍO!
- De eso se trata todo – bajo a Fai y tomo a mi hijo – no seas así, que yo quiera a Fai no significa que no te quiera a ti – le beso la frente – siempre vas a ser mi hijo, aunque tengas otros hermanos ¿entiendes?
- ¿Papá? – me dijo Fai y volví a levantarlo – quiero – le tendió a la mano a Hiroshi pero este lo esquivó molesto.
- No seas así – lo regañó Di divertido – tú también quieres a Fai ¿verdad?
- Fai quita papá – replicó molesto aún.
- Y yo que pensaba que eras un niño inteligente – le dije cansado – no puedes perderme, pase lo que pase jamás dejaré de ser tu padre. Como Di nunca dejará de ser tu madre.
- ¿Verdad? – dijo mirándome de nuevo con sus ojitos brillando.
- Si, ahora discúlpate con Fai y dale la mano.
Pero Hiroshi fue más allá de eso, vino y abrazó a Fai con lo que me empujaron a la pileta cayendo de espaldas con los dos encima, sentí que perdía la conciencia y que el agua dejaba de sentirla a mí alrededor, como cuando era vampiro fantasma, escuché a los niños llorando y a Di llamándome a gritos, no me esperaba eso ¿es que no había dejado de ser vampiro? Me levanté del agua y noté que todo había perdido color a mí alrededor, estaba gris, claro, podía ver a los niños que lloraban y al trenzado que trataba de calmarlos, pero no lo estaba consiguiendo.
- No lloren, estoy aquí – les dije y Di se volteó a mirarme, sentía mi presencia pese a que no podía verme – no sabía que algo así fuera a pasar.
- Pero has estado visible todo el tiempo, ya no necesitas…
- Tal vez no – lo interrumpí – pero he vuelto a mi forma fantasmal, pero no te preocupes, dentro del castillo hay fuentes de poder que me devolverán mi forma física – salí del agua y caminé hacia el castillo – vengan, para que vean que no me pasó nada.
Maku y Nataku nos siguieron a cierta distancia, ellos escuchaban la voz del rey aunque no podían verme, y como sus órdenes eran custodiar a la reina, la seguían a donde fuera, con o sin mi compañía.
Me se detuve sobre el emblema de su familia mientras los espirales de vapores mágicos me rodeaban, hice el conjuro en silencio y me enderece trazando un espiral con mis brazos a mi alrededor mientras mi cuerpo volvía a hacerse material. Los niños corrieron a mi lado llorando y los abracé con ternura besándolos a ambos en la frente.
- Venga, que no ha pasado nada – les dije tratando de tranquilizarlos, pero el trenzado se me fue encima y caímos los cuatro al suelo – tranquila, estoy bien.
- Pensé que nos habías abandonado – susurró a mi oído – tuve miedo.
- No sabía que esto pudiera pasar, se supone que soy un fantasma humano y no uno vampiro, el agua no debió afectarme como no me afecta la luz del sol – recapacité – todo es muy extraño.
- Su Majestad, acaba de llegar Zech – me dijo un joven Chang – está en el comedor – sonrió divertido – dijo que de haber sabido cómo lo iban a recibir se hubiese ausentado antes.
- Muy bien, Maku, lleva arriba a estos dos bribones para que se cambien ropa y luego los traes al salón del trono.
- Como ordene, Majestad – dijo pero se notaba que no estaba muy conforme con el encargo, pero era cierto que esos dos no le hacían caso a nadie excepto a mí.
- Vamos. Di, tengo curiosidad por saber como recibió Wufei a Zech – lo tomo de la mano y vamos al comedor.
En el comedor Wufei estaba sentado en una silla junto a su esposo limpiando su brazo herido mientras lo alimentaba, se notaba que el moreno estaba preocupadísimo por el terrible aspecto que su esposo traía, al parecer había tenido problemas en cumplir su objetivo.
- ¿Qué pasó, Zech?
- Al parecer Amishi se adelantó a nosotros y me puso un montón de trampas antes de llegar a la que alguna vez fuera la casa principal de mis ancestros – suspiró haciendo una mueca cuando Wufei le limpió otro corte – los que no me atacaron al principio me atacaron después, pero conseguí traer los archivos del rey Heero – dijo señalando una bolsa de cuero sobre la mesa.
- Muy buen trabajo, Zech, eso nos ayudará a encontrar lo que necesitamos para detener a Amishi – me siento un segundo y luego miro a Nataku – llama a los jefes de clanes, esta noche habrá mucho trabajo por hacer.
- ¿Servirá la información? – me dice Di preocupado.
- Estoy seguro que sí – le sonrío, me paro y le tiendo la mano – te esperamos en el salón del trono, espero que estés bien atendido. Además, te mereces un premio.
- Sí Wufei estuviera dispuesto...
- Claro que sí – lo abrazó – pero termina de comer primero, te prepararé un baño y después, lo que quieras – le dijo desapareciendo de inmediato.
- Nunca lo vi tan sumiso – dijo el rubio asombrado.
- Creo que le hizo bien tu ausencia y el que regresaras todo herido de tu misión, creo que al fin reflexionó que podía perderte en serio – le dije sonriendo – aprovecha, antes que cambie de humor – le guiño un ojo y salimos del comedor.
Di no es una persona silenciosa, le gusta mucho hablar aunque sea de tonterías, la amo así, dice que el silencio la mata, pero ahora está muy silenciosa, cosa que no me gusta para nada, aquello no puede significar nada bueno, desde mi punto de vista.
- Heero – se voltea hacia mí antes que abra la puerta del salón del trono – tengo que decirte algo importante.
- Claro, Amorcito.
- No todos los Chang saben que soy hombre, sólo los que me vieron en batalla, o sea sólo los que estaban cerca del fuego en el que desapareciste,
- No te preocupes por aquello, Di, por ahora es más importante encontrar el lugar donde se encuentra la torre blanca, seguramente Amishi sabía que los guardianes de este secreto eran los Marquize y por eso trató de evitar que Zech me los entregara.
- Pero Zech es parte de su familia, no puedo creer que lo atacara – empuja la puerta y camina directamente a su lugar – es de su sangre, un guerrero Chang no le haría daño jamás a su familia.
- Me temo, señora, que Amishi ya pasó de eso – le dice el abuelo – al traicionar a su rey, traicionó a su clan, a su familia, por lo tanto ha dejado de ser uno de los dragones custodios de las fronteras al Norte del reino.
- Amishi está controlado por el anillo – le recuerdo dejando el fajo de papeles sobre la mesa y veo como los líderes de los clanes del reino uno a uno llegan dispuestos a darme apoyo en lo que sea necesario.
Estoy preocupado por lo de Heero, desde que cayó en la pileta me he dado cuenta que he estado viviendo una fantasía, no ha dejado de ser un fantasma, aunque su cuerpo se sienta firme bajo mis dedos y sienta que el fuego emana cuando se encuentra en mi interior, cuando me toma por la cintura y me hace girar por la habitación antes de bajarme pegado a su cuerpo, es tan delicioso sentirlo así que a veces me olvido que no soy mujer, pero en realidad ¿a quién le importa lo que soy o dejo de ser? Sólo sé que cuando él me dice que soy muy hermosa, me da la locura y soy prácticamente una fémina para él, hasta que toma aquello que me identifica como varón y el mundo se me pone de cabeza, dirán que estoy loco, cosa que no niego, Heero consigue ponerme en ese estado con un solo roce.
Heero está hablando con los jefes de los clanes del reino mientras revisan los papeles que Zech trajo desde sus abandonadas tierras, las que, cuando se termine todo esto, tendrá derecho de reclamar para su familia y así comenzar a formar de nuevo su clan. Por supuesto, el joven jefe del clan Oz conoce de la leyenda de la torre blanca y le presto más atención.
- Mi abuelo me dijo que existía una montaña desde donde los Reyes de este reino se podían comunicar con los dioses y hacer que su poder se manifestara sin la presencia real de la luna azul, pero siendo noche de plenilunio esta puede ser convocada y darle ese poder al rey – mira los papeles – sin embargo, nadie conocía su ubicación exacta.
- Aquí hay un mapa – dice Heero entrecerrando los ojos, recuerdo que me contó que a su bisabuelo lo traicionaron por señalar una posición en el mapa, allí cuando murieron los hermanos de este al caer en una emboscada – hay cuatro montañas muy altas en este sector – hace una seña sobre el mapa.
- Tendríamos que ir allí para averiguar cual de todos es – digo apretando la mano de Heero – Zech ya nos dijo que Amishi se le adelantó...
- Lo extraño es que haya sabido a donde ir si nadie sabía a dónde iba Zech – dijo Nataku – ninguno de nosotros sabía a qué lo había mandado, su majestad.
- Precisamente por eso no le dije a nadie – dice poniéndose de pie – debe tener alguien espiando a nuestro alrededor.
- No creo que haya sido alguno de los guerreros, estábamos en el comedor todos estupefactos por lo que le dijo a Wufei.
- Pero aquí hay personas que no son precisamente guerreros – dicen las voces del silencio, de sólo escucharlas me dan escalofríos – una muchacha rubia que odia a la reina es la que le dijo al muchacho lo que escuchó decía su majestad al guerrero.
- ¿Acaso no será la misma que trató de entregarle a Di a los vampiros?
- Es la misma, ella envidia y odia profundamente a la Señora, ella permaneció a salvo, encontró quien la protegiera, la sacara de las garras de los vampiros y le dio no sólo poder, sino también una familia y un palacio.
- Dorothy Catalonia – digo su nombre molesto, siempre causando problemas.
- Esa familia era parte de los Clanes de Meridian – dice el joven Kusrenada – estaban emparentados con los Darlean por unión de, precisamente, una Dorothy con el Duque de Catalonia, ellos se separaron de los Maxwell cuando se casó con el rey Yuy y se fueron hacia el sur de ese reino jurando que jamás se iban a unir a los traidores – mira el mapa en silencio – según sé, ellos fueron los que entregaron al esposo de Diana Maxwell a Kein.
- Vivimos rodeados de traidores – digo volviendo a sentarme junto a mi esposo.
Estoy fastidiada, aquella chica llegó conmigo a este reino, yo la protegí y la ayudé enseñándole a defenderse de los vampiros y me paga así, de haber sabido que venía de una familia de traidores jamás le habría ofrecido mi amistad, habría cuidado mis pasos frente a ella, era por eso que tenía tanta curiosidad acerca de mi caballero es aquella ocasión, de habérsela dado de seguro habría vendido a mi Heero con los vampiros.
- Al menos ya tenemos una referencia para comenzar a buscar – dice Heero – y las cuatro montañas no están tan alejadas unas de otras.
- Pero, Heero, si ella ha estado traspasando información a Amishi ¿cómo sabremos que no nos estará esperando en ese lugar? – le digo preocupado, no quiero que le pase nada a mi esposo.
- Di, creo que de todas maneras debemos arriesgarnos, si nos detenemos más tiempo a planear una estrategia le daremos tiempo para que descubra lo que nosotros sabemos y el anillo se fortalecerá con sus celos.
- Pero ir allá significará movilizar a nuestros guerreros – insisto.
- No tan así, vida mía, sólo pueden venir conmigo los líderes de los clanes, por lo tanto irán conmigo sólo seis personas y nuestro hijo.
- ¿Por qué debe ir Hiroshi? – digo exaltado.
- Di, tú también vas a venir conmigo – dice pero no me explica nada – partiremos esta misma noche, no digan a nadie lo que hemos hablado aquí hasta que todo esté listo, si a Amishi se le escapó Zech, debe sospechar ya que planeamos algo y debe andar por aquí.
- ¿Por qué en la noche?
- La magia se perturba menos de noche.
Di se ha paseado toda la tarde por el castillo intensamente preocupada, lo sé, no le agrada mucho la idea de llevar a nuestro hijo a un lugar tan peligroso, pero no me atrevo a decirle que va a ser él quien convoque la magia de la luna azul, me he dado cuenta que, si bien puedo tomar una forma física con la que puedo hacer una vida de humano normal, no he dejado de ser un espectro que habita entre los mortales.
- Heero, no podemos arriesgar a nuestro hijo.
- Di, él es el heredero de este reino – le digo tomándola de la cintura con cuidado y sentándola sobre mis rodillas – no te preocupes tanto, van dos guerreros Chang, un guerrero de Oz, un Winner, dos guerreros de Meridian, tú y yo, estará a salvo.
- Es que es un pequeño tan inquieto – me dice ocultando el rostro en mi cuello.
Veo que sólo me queda una manera de tranquilizarla, así que comienzo a acariciar su cuerpo con delicadeza de manera que se relaje y luego poder excitarle, así se le pasaría la preocupación, mataríamos el tiempo y a la vez me sacaría las ganas. Claro que ella se da cuenta de cuáles son mis intenciones y comienza a desabotonarme la camisa al mismo tiempo que yo le voy soltando el vestido, ella se sube sobre mí empujándome hacia atrás mientras me deja acostado contra la cama, sus manos vagan por mi piel y se acerca a la cinturilla de los pantalones soltando los botones sin mayor cuidado, creo que le gusta demasiado rozar esa parte de mi anatomía, le fascina mirare y verme totalmente excitado y a su merced, aunque, claro, yo no me quedo atrás, al fin he conseguido abrirle el vestido y tomar uno de sus pequeños pechos que, lamentablemente son cada vez más pequeños, quizás porque ya dejó de amantar, que sé yo, cosa que le altera, porque suelo apretar con cierta fuerza.
- ¡Sabes que son de verdad! – me reclama echándose atrás y el vestido al fin libera su torso. Se baja de la cama y se lo quita quedando totalmente desnuda ante mí, me gusta su figura, que comienza a retomar sus formas masculinas, así que también me enderezo quitándome la ropa y le tiendo mis brazos, en los que se echa dándome de besos por la mandíbula mientras yo trato de encontrar su boca, cosa que evita bajando por mi cuello hasta atrapar un pezón que muerde y tortura un rato mientras mis manos no dejan de recorrer su espalda mientras me arqueo de placer, nunca me he resistido a lo que ella quiera hacerme en la piel – Heechan – me dice volviendo a subirse sobre mi cuerpo, quedando nuestros cuerpos uno sobre el otro evidenciando el deseo endurecido de nuestros sexos – te toca.
Me encanta cuando dice aquello, si esa es la parte que más me gusta de hacer el amor, el preámbulo, la recuesto sobre la cama y comienzo a besarla por las orejas, su mentón, el cuello, los pechos, froto una y otra vez sus pezones endurecidos a uno y otro lado, bajo hasta su ombligo y me entretengo allí mientras mis manos comienzan a bajar por sus costados acariciando lentamente, bajo hacia su orgulloso sexo que espera expectante mis caricias, pero voy a torturarla un poco antes, doy suaves besitos por su piel, pero sin que sean más que roces, cosa que le vuelve loca.
- ¡Heero! – me reclama al ver que mis caricias la enloquecen pero no la sacian.
Mis manos se pasan por sus caderas y le planto un beso en su punta húmeda por lo que pega un chillido, así que me decido y comienzo a hacer más firmes mis caricias, subo y bajo por toda su extensión frotando cada vez con mayor intensidad mientras mis manos buscan su estrecha entrada, hundo un dedo con mucho cuidado, pero se queja, así que me lo introduzco dentro de la boca frotándolo con los dientes, pasando mi lengua por su parte más sensible, hasta que grita de placer y ni cuenta se da de cuando ya está lista para mí.
Hacer el amor con Heero es lo más rico que puede haber, él sabe como volverme loco, llevarme al borde del placer y traerme de regreso sin que me haga acabar, pero complacido, siempre ha sido así, claro que ahora es menos delicado, quizás porque estoy perdiendo la figura femenina o porque se siente más seguro que lo está haciendo bien, qué sé yo, no me importa demasiado, mientras pueda sentir que mi cuerpo roza las estrellas, estaré feliz de ser suyo.
- Mm, estás lista – me dice soltando mi miembro sin dejarme acabar en su boca, han sido contadas las ocasiones en que lo he hecho, pero a Heero le gusta que acabemos juntos, por eso siempre me frena.
Se endereza y me atrapa la boca con uno de esos besos devastadores que sólo él me sabe dar, echo mis brazos a su cuello y lo siento hundirse en mí primero con suavidad, pero con la fuerza necesaria para abrirse paso hasta el fondo, llegando a tocar dentro de mí algo completamente sensible, lentamente comienza a entrar y salir de mi interior mientras su mano atrapa mi sexo y me recorre de arriba abajo con la misma fuerza que sus embestidas, que de a poco comienzan a hacerse más intensas, más bruscas, más placenteras hasta que siento que una llamarada arde en mi interior y la lava de un volcán inunda mis entrañas mientras me vacío en su mano, sobre su vientre.
Lo siento salir delicadamente de mi interior y recostarse a mi lado antes de atraerme hacia su pecho, me encanta descansar allí, escuchar como los acelerados latidos de su corazón se van calmado de la misma manera que su respiración, me gusta mezclar mi sudor con el suyo mientras el sueño comienza a adueñarse de mi cuerpo y mi mente, creo que Heero es el único que me puede hacer encontrar mi paz de esta manera, claro que no pienso intentar experimentar con nadie más.
- Di – me dice acariciando mi nuca y enredando sus dedos en mis cabellos ahora sueltos, en que momento me soltó la trenza, ni cuenta me di – si encontramos la torre y llamo a la luna azul ¿querrías tener otro hijo para mí?
- Claro que sí – le sonrío besando su pecho subiendo mi pierna sobre la suyas y noto que algo duro se me clava en el muslo y dirijo mi mirada allí.
- Deberás atenerte a las consecuencias de despertarlo ¿sabes? – me dice al oído atrapándolo sensualmente entre los dientes y yo sonrío, siempre estoy dispuesto a tener una segunda sesión de placer con él.
Estoy un poco cansado, pero me encanta estar con Di, quien ha decidido que no va a ir con vestido a buscar la torre blanca, que me será más útil como varón que como mujer, así quizás consiga desilusionar a Amishi, pero se arriesga demasiado al mostrarse como varón, se enojó, me dijo que no era una mujercita delicada, que era un buen guerrero Maxwell y que debía dejarlo demostrarlo. Al final accedí porque lo quiero mucho, pero si bien ahora usa pantalones y otras prendas masculinas, sigue viéndose como una chica, cosa que no le ha gustado mucho.
- Calma, cuando lleguemos a nuestro destino podrás ponerte algo más cómodo – le digo al oído mientras camino hacia el patio principal – es para protegerte de la bruja que nos espía, lo sabes.
- Sigo insistiendo que todos deberían conocer mi secreto.
Muevo la cabeza, sé que no le importa, pero prefiero tenerla siempre a mi lado y no llenarla de las obligaciones que tendría de ser mi consorte "masculino", de por sí tiene grandes responsabilidades con ser la madre de mi hijo y llevar gran parte del peso del reino como para que yo quiera agregarle muchos más que nos mantendrían mucho tiempo apartados. Quizás esté siendo un tanto egoísta, también sé que asumo más responsabilidades de las que en su momento podré llevar, pero quiero tener a mi familia a mi lado.
- Su majestad, estamos listos – me dice Zech, tiene una cara que muestra que no descanso precisamente esta tarde, quizás debiera dejarlo aquí, pero el es el único de su clan, no lo puedo reemplazar, quizás a Wufei lo deje aquí, pero de seguro el dragón me mata antes de dejar partir a su esposo a una batalla en el estado actual.
- Bien, partamos entonces – le digo echándome la capa sobre los hombros mientras tomo la mano de Di que se ha puesto su capa de viaje también y salimos al patio principal en donde están los siete guerreros reunidos y, formando un círculo, nos transportamos al pueblo al norte de mi reino.
Odio tener apariencia tan femenina, Heero tiene razón en eso ¿qué saco con ponerme ropa de hombre cuando parezco disfrazado de tal? El hecho que ya casi no tenga pechos no hace mucha diferencia a mi favor, solo me cruzo de brazos y me veo como una dama con pantalones, pro supuesto, Wufei y Zech saben la verdad, pero el resto me sonríe como diciendo que no debí vestirme así, cosa que es bastante molesta.
Heero ha estado todo el tiempo pendiente de Hiroshi, está demasiado inquieto, creo que no se ha dado cuenta que sigo siendo yo, jamás me había visto así vestido, menudo lío voy a tener cuando esté más grande y tenga que explicarle que su mamá no es mujer, sino que es varón igual que su papá y que sólo las ropas son de mujer. Claro que no tan difícil como explicarle cómo fue que lo engendramos, lo de la magia que ahora Heero va a invocar.
- Majestad – escucho que el joven Kusrenada le dice a mi esposo – sólo hay dos montañas cubiertas de nubes – indica y ese asiente mirando ambas cimas.
- Hay que encontrar aquel animal que ningún ser humano ha podido domesticar – le dice y recuerdo lo que nos dijo aquel libro que sólo habla con mi hijo.
Los guerreros se dispersan buscando aquel animal mientras Heero, Hiroshi y yo caminamos por el valle, el niño me mira con sus ojitos como preguntándose si en verdad soy su mamá y si Heero no le ha mentido.
- Sólo está confundido por la ropa – me dice Heero al ver que evita que yo lo cargue – ya se dará cuenta que eres su mamá bonita.
- No me hace chiste, Heero, que mi hijo me rechace.
- Amor mío – me jala hacia él y me pasa un brazo por los hombros – es que está demasiado acostumbrado a verte con vestido y no con pantalones – me acarició la cara – para mí sigues igual.
- Pues a Hiroshi no le está haciendo gracia que me acaricies – le digo notando la mirada asesina que me lanza tan parecida a la de su padre – tranquilo.
- Hiroshi – dice Heero levantándolo del suelo acercándolo a mi rostro – es tu mamá – le dice haciendo que me toque la mejilla y me jala de la trenza.
- ¡Ay, eso duele! – me quejo tratando que me suelte – Heero – le pido ayuda.
- ¿Es o no tu mamá? – le dice haciendo que me suelte el cabello.
- Mamá – me dice al fin y me echa los brazos al cuello.
- ¿Ves que sólo estaba confundido?
- Mamá bonita – me dice acariciándome el cabello – ¿papá gusta así? – le pregunta a este y este le sonríe.
- No importa cómo este vestida, igual siempre va a ser bonita.
En eso regresan a nuestro lado los guerreros, al parecer han encontrado aquel animal que no está domesticado, pero Zech trae unos cuantos raspones, lo que quiere decir que fue él quien lo encontró, cosa que tiene bastante preocupado y molesto a su esposo.
- ¿Qué animal es? – digo preocupado.
- Un dragón – dice Wufei limpiando las heridas que trae su esposo.
Camino solo hacia donde está el dragón del que habló Wufei, no quiero recordar la cara que puso Di cuando se enteró qué clase de animal era, seguro estaba asustada por lo que le paso a Zech, pero lo cierto es que debo montarlo para legar a la cima y a la torre blanca, ella no parece recordar que si bien el animal no puede ser domesticado por un ser humano, yo aún no lo soy, soy un espectro con cuerpo, así que tengo mejores posibilidades que los demás.
Me acerco al animal y este me mira con sus terribles ojos amarillos, pero yo no me dejo intimidar por su mirada, simplemente me paro frente a él con los brazos cruzados como quien espera algo. Se levanta y me lanza una llamarada que no me hace daño, no entiendo, si el agua me afecta ¿por qué el fuego no?
- Así que eres el rey de Benice – me dice sin dar muestra de sorpresa – pensé que eras tan sólo un bebé.
- Ese del que hablas es mi hijo – le digo ocultando mi propia sorpresa, no tenía ni idea que los dragones pudieran hablar – yo soy poco más que un fantasma.
- Entonces, quieres subir a la cima de la torre blanca.
- Así es, pero yo no puedo invocar el poder de la luna azul, deberé canalizar su magia a través de mi hijo – le digo mirando su rostro sin hacer una mueca, yo sólo me había imaginad los dragones y siempre pensé que eran criaturas majestuosas, pero es tan feo, sólo espero que mi hijo no se asuste como de seguro lo hará Di – espero que nos puedas llevar a los dos.
- Debes llevar también a aquella persona que te mantiene entre este mudo y el otro, aquel que impidió que te fueras a la tierra de los muertos.
- No sé si a Di le agrade la idea – digo sin pensar.
- Sé que tienes un compañero, no una compañera – me dice.
- Sí, pero es que, cuando le conocí fingía ser mujer, así que no puedo dejar de pensar en él como si fuera ella ¿entiendes?
- Bien, deberías recordar lo que es, no es una frágil criatura a la que debas estar protegiendo siempre, no creo que le agrade descubrir el motivo por el cual no quieres que se sepa que es hombre.
- Eso no te incumbe, sólo quiero evitar que los vampiros renazcan ¿me vas a ayudar, sí o no?
- De acuerdo, rey Yuy, pero deberás asumir las consecuencias – me dice levantándose de su rincón mostrando su espalda lleva de escamas – súbete a mi espalda – me ordena, me desagrada, pero debo hacerlo y regresamos al centro del valle donde mi gente nos espera y no puedo evitar sonreír al ver la cara de espanto que ponen todos ellos al verme.
Santo Dios, gimo para mis adentros mirando a la bestia que ahora mi esposo monta, es enorme, majestuosa, pero igualmente horripilante, camina hacia nosotros como buscando algo hasta que llega a mi lado. Heero se baja y me toma por la cintura, estoy tan impactado por todo que ni cuenta me he dado del momento en que estoy sobre el animal y comenzamos a subir por una de las montañas camino hacia las nubes.
- Deberías hacerlo reaccionar – dice el dragón y finalmente salgo del trance.
- No, mejor dejémoslo así – escucho a Heero que me mantiene bien sujeto por la cintura mientras con la otra mano se sujeta del dragón.
- ¿Por qué deberías dejarme así? – le digo molesto notando que el dragón se refiere a mí como varón, igual que Heero – ¿sabe lo que soy?
- Es un dragón, son sabios y conocedores por naturaleza – me dice.
- ¿En serio? Entonces debes conocer todos los secretos del reino – le digo sonriendo – me gustaría saber algunas cosas, pero Heero siempre dice que soy demasiado curioso para mi propio bien, que ando preguntando demasiadas cosas, pero quisiera poder ayudarlo a gobernar, así no se cansará tanto cuando todo esto se acabe, además, no quiero volver a pasar por lo pasé durante el primer embarazo ¿cómo era que tenían hijos antes con la luna azul?
¿Era más fácil? Quizás podría...
- ¿Ves lo que te decía? – dice Heero divertido interrumpiéndome mientras me besa la frente – respira, corazoncito – agrega.
- Pues tiene mucho de mujer, aunque sea varón – dice el dragón.
- ¡No es cierto! – le digo ofendido.
- No te enfades, Dúo querido, es sólo que hablas demasiado.
- Pues nunca me habías dicho que te molestara – le reclamo.
- Tu voz me hipnotiza, casi nunca escucho lo que me dices, solo capto el dulce sonido de tu voz.
- O sea, lo pones idiota.
- Que dragón más insolente – le digo molesto.
- Con 500 años cualquiera diría que tengo todo el derecho de serlo ¿no cree, excelencia? – me dice burlón.
- Pues mi Heero es mayor que tú – le digo fastidiado – no deberías faltarle el respeto a tu rey, no es bueno, quizás es por eso que ya casi no quedan dragones, son tan...
- Dúo – me dice Heero obligándome a apoyar mi cabeza en su hombro – no sacas nada con tratar de convencerlo.
El camino hacia la torre blanca no era tan fácil, después de todo, aunque mi hijo ni se despertó en todo el trayecto hacia la cima, menos mal que Dúo lo había envuelto en una manta, pues a medida que subíamos empezó a hacer bastante frío, incluso bajo mi capa podía sentir que el hielo me quería llegar a los huesos. También descubrí por qué debía ser un dragón, había grietas insalvables, se necesitaba de sus alas, además que, de pronto, comenzó a caer sobre nosotros una fría llovizna, de la que nos protegió con sus alas, de haberme tocado, habría perdido mi forma corpórea.
- Es extraño, la montaña no puede ni debe rechazar a sus reyes – dijo el dragón preocupado – esta no es magia de los Yuy.
- ¿Crees que sea Amishi? – me dice Dúo oculto contra mi pecho con nuestro hijo, aún dormido, entre nosotros.
- Sólo con un dragón se puede llegar hasta aquí – le recuerda este.
- Pero no es necesario que suba hasta aquí para que su magia nos ataque – le dice mi trenzado – después de todo, es un de los Chang y estos están emparentados con el rey. Y tiene, para colmo, el anillo maldito, que está roto, es cierto, pero de seguro se ha ido fortaleciendo con sus celos.
- Está tratando que el rey regrese – dijo el dragón al fin y comenzó a apurar el paso – es mejor que lleguemos pronto.
Ciertamente nos tuvimos que agarrar más fuerte, tomó gran velocidad dando largos saltos tratando de evitar que sus alas dejaran de cubrirme hasta que pasamos la primera meseta, allí el cielo se vio despejado por completo y pudo desplegar las alas y agarrar mayor velocidad esquivando los derrumbes dando saltos de un lado a otro hasta que llegamos a una segunda meseta.
- ¿Falta mucho? – pregunta Dúo tiritando de frío pese a que tengo mi capa sobre él, al igual que la suya – tengo frío en las piernas – se queja.
- Tranquilo – le acaricio el muslo haciéndolo cambiar de posición para que sus piernas queden pegadas a las mías y darle mi calor, aunque no sea mucho – ¿mejor?
- Mejor – me dice aunque sigue temblando de frío.
- En la tercera meseta está la torre – dice el dragón volviendo a comenzar el ascenso mientras le levanto el cuello a la capa para que el viento helado no le roce la piel del rostro a mi trenzado pese a que está contra mi pecho.
Al poco rato, cuando ya no soportábamos el frío, llegamos a la tercera meseta y el dragón se detuvo frente a la entrada de la torre.
- Hasta aquí los acompaño – nos dijo y desmontamos, Dúo temblaba de frío y estaba completamente silencioso, cosa que me asustó bastante – no te preocupes, dentro hay calor suficiente para que se descongelen.
Camino llevando casi a la rastra a mi esposo y a mi hijo, menos mal que estaba bien resguardado entre los dos, o habría hecho uno de sus berrinches, en todo caso al entrar en la torre el frío deja de sentirse y puedo sentir como Dúo deja de temblar y puedo soltarlo. Camino hacia la ventana y veo como el dragón se lanza en picada hacia el fondo del valle, espero que no asuste a mis guerreros al aparecerse por allí sin nosotros.
- Debemos ir a la parte más alta de la torre para invocar el poder de la Luna Azul – le digo a Dúo que se ha sentado en un sillón recostando a Hiroshi en su regazo, me acerco a ellos y miro a nuestro hijo que duerme como angelito – vamos a tener que despertarlo.
- ¿Con el mal genio que se gasta cuando despierta? – me dice preocupado.
- Dúo, debemos hacerlo ya, viste que Amishi está aquí ¿quién dice que no está atacando a los guerreros en el valle? – le recuerdo y acaricio la frente de mi hijo – no puedo hacerlo solo, corazón, no tengo el derecho de reclamar mi puesto como rey de Benice porque estoy muerto.
- Heero – me reclama, sé que detesta que le recuerde mi estado.
- Venga, después de esta noche no será más así y agrandaremos la familia ¿de acuerdo? – le digo tomando su rostro y besando con deseo sus dulces labios, casi sin darme cuenta he ahondado el beso hasta volverlo más apasionado de lo debido, tanto así que me apego tanto que nuestro hijo se despierta y nos separa bruscamente haciéndome caer sentado al suelo – oye – me quejo.
- Mamá mía – me dice molesto y se fija en donde estamos – ¿torre blanca?
- Sí, así que vamos a buscar la luna azul ¿te parece? – le digo poniéndome de pie mientras Dúo se ríe de mí – no me hace gracia – le reclamo.
- Lo siento, es que tú, allí, tan serio, siendo que estás tan divertido – no entiendo de qué habla, pero mejor no le hago caso, ya tendremos tiempo para que me explique sus tonterías.
- Vamos – tomo a Hiroshi y lo ayudo a ponerse de pie.
La torre blanca es un lío de escaleras que parecen llegar cada vez más arriba, cada vez que pienso que el tramo de escaleras al fin termina, me doy cuenta que detrás de la puerta hay otra más. Dúo ha protestado que hasta cuando subimos, que está cansado, que si no hay una manera más rápida de llegar arriba, en fin, típico de él, aunque a ratos le doy la razón.
Abro una nueva puerta y finalmente veo la habitación que apareció en el libro y que no hay más escaleras por allí, le señalo un sillón a Dúo donde este deja caer su cansada humanidad y dejo a mi hijo sentado a su lado mirándome con sus hermosos ojos mientras comienzo a correr las cortinas para que la luz de la luna llegue a nosotros. Es una suerte que sea plenilunio, así será más fácil invocar el poder de la luna azul.
- Es maravillosa ¿no crees? – le digo a Dúo que se ha puesto de pie a mi lado.
- Es mejor que te apures – señala el cielo – Amishi pretende ocultarla antes que puedas llamar su poder – veo como unas nubes negras se arrastran tratando de ocultar su brillo.
- Cierto – le doy un beso en la mejilla y voy por mi hijo, es mucha magia para él, pero no tengo más remedio, lo levanto y lo pongo frente a la ventana controlando su mente para que las palabras que debe decir salgan claramente de su boca.
- Luna azul, dueña del poder de los Yuy – lo escucho decir claramente aunque su voz sigue siendo infantil – regresa con nosotros y devuélvele a nuestro rey lo que necesita para vencer por completo el mal de aquel anillo.
Una intensa luz azul llegó sobre nosotros y escuché el grito de Dúo a nuestro lado cuando ambos salimos despedidos hacia atrás, solté a mi hijo y traté se sentarme, pero algo raro me estaba pasando, lo sentía completamente pesado, era como si de repente tuviera un plomo encima, vi a mi hijo mirarme preocupado y luego a Dúo sentarse a mi lado antes de perder la conciencia.
No me ha gustado la manera en que Heero ha recuperado su vida, el golpe fue seco, aunque a Hiroshi no le pasó nada ya que Heero fue quien recibió el impacto, y se ha desmayado antes que la luna quedara cubierta por las nubes negras y comenzara a llover, espero que los muchachos estén a salvo, no quisiera que Amishi les hiciera daño o que ellos le hagan daño por defenderse.
Mi hijo susurra algo al lado de su padre, creo que está asustado por lo que ha pasado, pero sigo sin comprender ¿por qué la Luna azul los atacó así? Según sé, ella cuida a los portadores de su magia.
Con cuidado, subo a Heero al sillón que está en esa salita y lo cubro con su capa, está un poco helado, pero respira con calma, lo que significa que no ha recibido ningún daño permanente, pero de todas maneras se está tardando en despertar, mi pobre amorcito, ha tenido que pasar ya dos veces por la muerte y no quiero que pase por una tercera, de seguro esa va a ser la definitiva, dicen que la tercera es la vencida.
Mi hijo se está quedando dormido, así que lo recuesto junto a su padre, se parecen tanto, así que decido velar su sueño mientras espero y ruego que no esté pasando nada malo allá abajo, no podremos bajar hasta que Heero despierte, ya que no tengo ni la más remota idea de cómo volver sin la ayuda del dragón, el camino era muy peligroso.
- Eres el consorte del rey ¿verdad? – me dice una difusa forma azulada y yo asiento – estará bien, sólo que recibir de lleno la magia en un cuerpo poco adecuado para ello lo ha agotado, ahora está vivo, pero deben encontrar el anillo y destruirlo.
- ¿No se supone que se rompería al cumplirse mi deseo?
- Necesitas embarazarte de nuevo para ello – me dice – y el muchacho ya no debe portarlo o morirá con él.
Amanece y tengo el cuerpo acalambrado, abro los ojos y noto que tengo tanto la cabeza de Dúo como la de mi hijo están sobre mi pecho, al parecer me han usado de colchón desde que me desmayé, o quizás para mantener el calor, en realidad no me molesta, solo aquel hormigueo que recorre mis brazos.
- Dúo – digo tratando de despertarlo sin despertar a nuestro hijo, de seguro vuelve a confundirse al oírme llamarlo por otro nombre y no por el que normalmente lo llamo – despierta, ya amaneció.
- Estoy muy bien aquí – me dice sin moverse.
- Por supuesto que estás bien, pero a mí no me gusta hacer de colchón ¿sabes? Prefiero ser almohada, ambos van a tener que ponerse a dieta – le digo tratando de picarlo para que se enderece y se baje, cosa que consigo junto con una mirada herida.
- Te odio – me dice – antes nuca te quejaste.
- Corazón, antes estaba muerto – le recuerdo – y ahora estoy vivo con todos los inconvenientes que ser mortal conlleva, me duele la espalda del golpe que me dio la magia, me duele el hombro por la incomodidad del sillón, me duele el brazo por la postura y por sujetar a nuestro hijo.
- Es la primera vez que te escucho quejarte por algo – me dice agachándose a mi lado – perdona, Heero, se me olvida que tú también sientes las cosas.
- No quise herirte, Dúo, sólo trataba que te bajaras de encima – trato de sentarme, pero mi hijo no me lo permite apoyando todo el peso contra mí – no uses tu magia en mi contra, jovencito – lo regaño pero él abre los ojos y me mira haciéndose el inocente.
- Venga, debemos regresar abajo – nos dice Dúo y al fin consigo sentarme mientras mi hijo nos mira atentamente – ¿pasa algo malo?
- Mamá plana – le señala el pecho y él se cruza de brazos molesto.
- Muchachito insolente – le dice molesto mientras toma su capa y se acomoda la ropa antes de volver a mirarme – ¿tienes alguna idea de cómo vamos a bajar? El camino fue bastante complicado junto con el dragón, no quiero ni imaginarme cómo va a ser sin él.
- Dúo – suspiro divertido y lo hago acercarse a la ventana donde llamé – allí está el camino de regreso – le muestro.
- ¿Y por qué diablos no nos trajo por allí ese dragón malvado? – despotrica.
- Mamá Di, no Dúo – me dice Hiroshi molesto.
- Cierto, Di – le sonrío – no nos trajo por allí porque estaba muy oscuro y de seguro Amishi estaba allí, ya que desde esa zona provenía la magia que me atacó cuando absorbía los poderes de la luna azul.
- Espero que no haya atacado a los demás.
- A Amishi no le molestan los demás, sólo yo – le recuerdo – es mejor que bajemos, así nos iremos a casa a desayunar.
- ¿Mamá plana por hambre?
- Las preguntas que hace este niño – dice mi trenzado fastidiado, pero es su culpa por ponerse camisa.
- Bueno, es por culpa de la ropa que trae – le digo tragándome la risa – cuando se ponga un vestido, volverá a ser la misma ¿verdad?
- Claro – me dice con sarcasmo, cosa que nuestro hijo no entiende y sonríe.
- Mamá bonita – le dice abrazándose a sus piernas – llévame.
- No, tu papá te lleva, es su deber.
Asiento sintiéndome un poco culpable, va a ser difícil explicarle a Hiroshi que su madre es varón igual que él y yo, cuando todo el tiempo la ha visto como mujer y todos han fomentado esta idea en el castillo. Levanto al niño y le tiendo una mano mientras comenzamos a descender por las largas escaleras de la torre hasta salir y tomar camino rumbo al fondo del valle donde nos esperan los demás.
Creo que ya me siento mejor, Heero ha asumido muy bien su rol de rey y de padre, creo que ha convencido a Hiroshi que no soy lo que aparento ser, especialmente porque he conseguido mantener oculto mi pecho bajo la capa ya que hace una mañana bastante helada. Y claro, no vieron a Amishi esa noche, no estaba interesado en dañar a los guerreros, al único que quiere quitar de en medio es a Heero, los demás serían eliminados sólo sí se les cruzan en su camino, cosa que Heero pretende evitar a toda costa.
Sigo en silencio mirando a todos a mí alrededor, están recogiendo las cosas que usaron para pernoctar, estoy aburrido de esperar que estén listos, tengo hambre, igual que mi hijo, que a cada rato le reclama lo mismo a su papá, pero este parece ni escucharlo mientras ayuda a los demás a levantar los restos del campamento.
- Señora, ¿por qué no regresan ustedes mientras al castillo? – me dice el joven Kusrenada preocupado – nosotros terminaremos aquí y nos iremos.
- Wufei, acompaña a Di – dice Heero mirando a Zech – de seguro tu hijo te echa de menos y no quiere desayunar solo ¿no crees?
No me gusta que Heero considere que no puedo ayudar en cosas tan simples como hacer fuerza, pero es por mantener la apariencia de delicada dama, me molesta y voy a protestar cuando me sonríe tiernamente.
- No te enfades, corazón, pero si te dejo ayudarnos, el enano querrá intervenir y no llegaremos nunca a desayunar – le abraza – mejor te lo llevas, y nos vemos allí ¿te parece?
- De acuerdo – accedo molesto, sé que tiene razón, cada vez que mi hijo intenta ayudar en algo, termina dejando la escoba y obligando a los demás a hacer el doble de trabajo para terminar.
- Y después de desayunar podremos hacer otras cosas – me dice atrayéndome y abrazándome con fuerza antes de plantarme un apasionado beso.
- Mm, pues no se tarden demasiado – le digo y los tres regresamos al castillo, que parece estar totalmente conmocionado, los dragones Chang están todos apostados por las entradas del castillo, llenos de heridas y tajos, el muro del castillo mismo parece haber sido perforado en muchos sectores, incluso las columnas del patio principal ahora se encentran en el suelo.
- ¿Qué pasó? – pregunta Wufei preocupado.
- Hubo un violento ataque anoche, eran seres muy extraños, como si no pertenecieran a este mundo, buscaban a su pequeña alteza, pero como no los dejamos pasar, al amanecer desaparecieron.
- Debería avisar a Heero – digo preocupado mirando a los Chang que me rodean – necesito que reactive la magia protectora del castillo.
- Señora, creo que alguien les dijo que ustedes no estaban aquí y por eso se fueron – dijo Maku preocupado.
- De todas maneras, Su majestad debe de estar por llegar, es mejor que intentemos solucionar lo más inmediato – dijo el abuelo.
- ¡Comida! – protesta mi hijo y lo bajo, él tiene razón, con el estómago vacío no se puede pensar bien, así que entramos y nos vamos a desayunar.
Aparezco en el patio principal y me quedo de una pieza, al parecer atacaron el castillo en mi ausencia, este Amishi ya se está pasando, no puedo permitir que le haga daño al resto de mi gente porque cree estar enamorado de Di, creo que ya no nos va quedando otra solución que obligarlo a tener una confrontación directa, hacerle ver que no es mujer, que es varón, quizás así se tranquilice y me entregue los restos del anillo y lo pueda destruir.
- Vamos al comedor, quizás allí nos expliquen qué ha pasado – le digo a mis guerreros.
En el comedor están todos los Chang rodeando a Dúo que se nota está furioso y preocupado, no es gracia que tú pases buena noche mientras tu gente está siendo atacada por quien sabe qué demonios, así que reactivo la magia del castillo, estoy seguro que las voces del silencio nos explicarán qué diantre ha acontecido en nuestra ausencia.
- Un ataque, Heero, tal vez pensó que así evitaría que llegaras a la cima para defender el castillo – me dice Dúo fastidiado – demonios han atacado a todos aquí.
- Así lo vi – digo sentándome a su lado viendo que ha tomado una actitud muy masculina delante de todos, pese a que no se ha quitado la capa – debemos hacer que se presente ante mí para una batalla final.
- No pretenderás matarlo.
- No, vamos a mostrar todas las cartas en el asunto y vas a dejar de fingir lo que no eres, te ves muy bien de dama...
- ¿Acaso la señora no es una dama? – me interrumpe Nataku.
- Es que no es señora – le digo divertido – ni siquiera se llama Di, se llama Dúo y es varón – le digo quitándole la capa de los hombros.
- Mamá Plana – dice mi hijo, parece que no escuchó lo que dije antes – pero bonita.
- Si, muy guapa – le digo para que siga comiendo y no nos preste atención – es lo que debe saber.
- No creo que lo desanime el hecho – dijo Wufei mirando a su hijo comer – aunque él realmente no sabe la verdad.
- Yo juraba que era... – dijo Maku sorprendido.
- Por lo mismo no debes jurar – le dijo Zech divertido – ¿te imaginas confundiendo a Wufei con una delicada damisela? De seguro con la mera insinuación te mata.
- Pero es que ella... no, él... siempre se nos ha presentado con ropas de mujer.
- Lo conocí así – le digo abrazándolo mientras me sirvo un poco de jugo – claro que yo fui su caballero salvador.
- Pues a mí me gusta tener quién me proteja, aunque pueda hacerlo muy bien solo – le dice – es agradable saber que hay alguien dispuesto a cuidarte siempre o a ayudarte a tomar una buena decisión, por eso amo a Heero – me abraza besándome la mejilla.
- Ya, debo desayunar.
- Una sombra habló conmigo anoche – me dice al oído acariciándome le vientre – si quieres destruir el anillo, necesitas darme otro hijo.
- ¿Uh? – me volteo a mirarlo sorprendido pero vuelve a acariciarme la parte baja de mi estómago, me pone nervioso lo que está haciendo, me comienza a excitar poco a poco – no, espera que termine de desayunar – le pido casi sin voz y todos se ríen a nuestro alrededor.
- Oh, vamos – me dice divertido apoyando su cabeza en mi hombro – termina pronto y vamos arriba, ¿de acuerdo?
Dúo no tiene caso, de todas maneras me apuro en comer y lo sigo a nuestra habitación, decididamente sabe cómo convencerme de hacer lo que quiere y cuando quiere.
Heero esta dormido, claro que después de lo que hicimos, la mala noche en que durmió incómodo con nosotros encima, pobrecito, creo que abuso un poco de él, sé que no se queja, pero no me gusta hacerle daño. Ahora está boca abajo con un brazo alrededor de mi cintura manteniéndome pegado a su costado con delicadeza. Lo miro y veo algo extraño, algo en lo que nunca me había fijado, sobre su hombro izquierdo hay una marca, es algo así como un trueno con dos alas de paloma, paso delicadamente los dedos y siento que me quema y Heero se queja molesto pero no despierta ¿de qué se trata aquello? Estoy seguro de no haberlo visto jamás, siempre miro bien a Heero por si tiene alguna herida o le he dejado marcas demasiado notorias en su piel.
Heero se remueve a mi lado y gira su rostro hacia mí mientras yo acaricio su espalda, me sonríe y sigue durmiendo, al menos eso pensaba, hasta que me habló medio dormido.
- ¿Me masajeas la espalda? Me duele un poco.
- Claro que sí – me siento saliendo de su abrazo y pongo mis manos en la parte baja de su espalda – pero dime ¿desde cuando tienes esa marca en tu espalda? – le digo tratando de no tocarla.
- Me la pusieron antes de regresar a este mundo – dice poniendo sus manos bajo la almohada mientras subo por sus costillas y vuelvo a bajar apretando y soltando sus músculos – que rico se siente – suspira y sigo con mi trabajo, me gusta sentir su cuerpo bajo mis dedos, relajándose hasta que se vuelve a dormir, pero sigo trabajando por su espalda subiendo y bajando ahora por su columna y me siento a horcajadas sobre su trasero sin fijarme en que estoy desnudo y que el roce constante me va a excitar, pero dudo que alguien entre cuando saben en lo que estamos.
- ¡No puede ser! – escucho un grito y me cubro con la sábana al descubrir que me miran, esa voz creo que es de Amishi – es... es... ¡hombre! – vuelve a gritar y desaparece.
Dios, no es la manera en que quería que se enterara que no soy mujer, me ha visto tal como vine al mundo, cuando el único que me había visto así era Heero hasta ahora, deberé decirle a mi esposo cuando despierte, porque los gritos de Amishi no han parecido ni inmutarle.
Me siento junto a mi esposo cubriendo su espalda con la sábana, al parecer descansa, pero noto algo extraño, sus hombros se agitan levemente hasta que lo escucho soltar una sonora carcajada, el muy infeliz se estaba fingiendo el dormido mientras yo me empeñaba en relajarlo y ahora se está riendo de mis tribulaciones por lo que Amishi vio.
- Deja de reírte – le digo muy molesto y él se voltea sentándose en la cama – ya, no es para tanto.
- Lo siento – dice sonriendo todavía – debiste verte la cara – se burla – y vérsela a él – agrega – fue todo un poema empezando por los celos, el escándalo, el horror y finalmente la ira, creo que no le has de seguir gustando ahora, le gustabas como mujer, pero como hombre no.
- ¿Y si tú no hubieses descubierto mi secreto?
- Dúo, hombre o mujer te amaría igual – me dice abrazándome – hay muchas cosas entre los dos como para que deje de amarte alguna vez.
- Gracias, Heero – lo abrazo también y terminamos en un apasionado beso que se rompe cuando escuchamos gritos abajo, parece que Amishi ha decidido vengarse de todos por la humillación de verse enamorado de quien no era lo que parecía.
Nos hemos vestido lo más rápido que pudimos y corrimos a ver qué estaba pasando, los guerreros Chang y los pocos que había de los otros clanes trataban de mantener a raya a unos extraños seres que escupían un fuego verde que se estrellaba contra las mágicas paredes de mi castillo haciendo que este tomara un feo color antes de rechazarlo, pero la magia está siendo dañada seriamente.
Salgo de la protección mágica pese a los ruegos de Dúo, no existe otra manera de evitar que siga con lo mismo, si es a mí a quien quiere enfrentarse, tendrá una pelea frontal, lo Yuy no huimos de los enfrentamientos, le damos la cara a la muerte, aunque vayamos perdidos.
- Muy bien, Amishi, ya basta – le digo al muchacho cruzándome de brazos en medio de la plaza afuera del castillo – déjate de niñerías y enfréntate a mí.
- ¡Yo creía que era mujer! – me reclama.
- Amishi, nunca dijimos que lo fuera, ustedes simplemente lo asumieron por su apariencia – le digo.
- ¡La presentó como su esposa!
- No sabía sí no había traidores allí que nos fueran a entregar a Kein – le digo molesto – ya antes mi familia me había traicionado.
- Pero ¿por qué seguir con la mentira?
- Después de mi partida, Dúo se deprimió mucho y sólo el embarazo le dio fuerzas para seguir adelante ¿por qué como mujer? Te lo diré, ser el consorte del rey significa tener muchas responsabilidades que te apartan de tu familia, no hay tiempo para los hijos, sólo cuentan los intereses del reino ¿para qué iba a separarle de mí, compartir mis responsabilidades compartiéndole con los demás?
- De haber sabido – murmura – pero ya es demasiado tarde.
- No lo es, entrégame los restos del anillo para que Dúo los destruya, así habremos detenido finalmente a los vampiros.
- ¡No, yo seré el guerrero más fuerte de la tierra! – dice y me lanza una llamarada verde que me rodea, la magia me daña, puedo sentir dolor en mi cuerpo, pero algo sale de mi espalda y las alas de mi marca me rodean, son alas blancas, como de paloma y dejan en mi mano una espada.
- Perdóname, Amishi – le digo lanzando hacia él un rayo que lo paraliza, su furia es tanta que se resiste mientras los demonios que lo acompañan siguen atacando el castillo. Camino hacia él y le quito del cuello la cadena en la que está colgado el anillo que casi se ha completado, se notan aún las trizaduras, necesita la sangre de mi hijo para arreglarse por completo, pero tiene la magia negra suficiente para dañarme – esta cosa se ha estado alimentando de tus sentimientos e ilusiones ¿no entiendes que sólo quiere destruirte?
- Me prometió todo lo que yo quisiera.
- ¿No es suficiente para ti tenerte a ti mismo? – le digo señalando el castillo – ¿ser otro Kein es lo que quieres? Porque es eso lo que te ofrece, dos veces ha convertido en monstruos a sus portadores ¿qué te asegura que no va a hacer lo mismo contigo?
- Yo seré el dueño de todo lo que pueda querer.
- Dame esa cosa, Heero – me dice Dúo molesto tomando de mi mano la espada y la cadena con el anillo – quiero que se acabe todo el mal y las fuerzas demoníacas – dice enterrándolo contra el suelo con la espada.
- ¡No! – grita Amishi.
- ¡Que el poder de los Clanes de ambos reinos se manifieste y purifique este mundo! – grito poniendo mis manos sobre la espada con las de Dúo y una luz intensa nos rodea estallando en una luz blanca, que se torna negra, café, dorada y finalmente verde, como una llamarada a nuestro alrededor y luego se eleva al cielo hasta desaparecer por completo, junto a los demonios que acompañaban a Amishi, quien se ha desmayado al liberarse de la magia negra del anillo. Miro a Dúo y todo se vuelve negro a mí alrededor...
Estoy asustado, no es la primera vez que tengo esta sensación, es cierto, pero ahora atenaza con mayor fuerza mi corazón. Claro, Zech me ha dicho que Heero sólo está desmayado de agotamiento, pero ello no me tranquiliza, la sombra anoche me dijo que debía embarazarme primero si quería destruir el anillo ¿se puede uno embarazar al primer intento? Quizás sea cierto, pero igual quiero que mi Heero abra sus lindos ojos y me diga "te amo".
Suspiro, ya todo está en paz, los demonios de Amishi han desaparecido y el abuelo me ha dicho que él está profundamente arrepentido de haber escuchado al anillo, pero es que yo le parecía tan frágil y desprotegida que se hizo la ilusión de ser mi guardián y cuidarnos, que cuando Heero regresó con nosotros sintió que se hundía. Claro que dice que de haber sabido la verdad desde un principio, no habría sido tan idiota, pero que no culpa a mi esposo por tratar de tenerme sólo para él.
Zech anda contento, ha arreglado sus problemas con Wufei y yo les he recordado que, como ellos fueron con nosotros anoche, cabe la posibilidad que hayan engendrado un nuevo hijo, ambos me han mirado rojos como grana, creo que ya lo hicieron y no he podido evitar reírme.
Por supuesto, he decidido reinar como igual con Heero, si este me deja, para que podamos recuperar más rápido al reino e todo el daño que nos hicieron los vampiros, pero eso sería en caso que mi esposo no se oponga, es tan cabezota cuando quiere, pero yo también puedo ser muy testarudo cuando quiero, pero primero debe despertar.
- Dúo – suspira y lo veo abrir sus ojos – te amo.
Y no puedo evitar sonreír feliz, siempre que despierta es lo primero que me dice y espero no cansarme nunca de escucharlo, quiero que lo haga hasta el fin de nuestros días.
- ¿Estás bien? – pone su mano en mi vientre.
- Como lo estaría cualquier embarazado – le sonrío de nuevo – aunque no creo ser el único, parece que Zech y Wufei no perdieron el tiempo anoche.
- Así que la familia va a crecer – me sonríe acomodándose a mi lado obligándome a acostarme sobre su pecho – vamos a iniciar una dinastía.
- Me gusta la idea – acaricio sus costillas y lo veo cerrar los ojos.
- Despiértame para la cena ¿sí?
No me esperaba lo que nos vendría encima en los siguientes días, ya hace un mes que destruimos definitivamente el anillo maldito, pero los problemas no se han dejado de suceder, Dúo parece arrepentido de haber revelado que es carón y pedirme que reináramos como iguales, ninguno de los dos ha parado mucho tiempo en casa, nuestra relación ha estado un poco tensa y Hiroshi nos reclama por la ausencia permanente. Claro que el embarazo de Dúo no ha tenido problemas, pero de todas maneras no me gusta que ande de un lado a otro en su estado aunque sé que no se va a romper.
Zech ha decidido que luego del nacimiento de su segundo hijo se irán a vivir en sus tierras a rehacer el clan Marquize, sorprendentemente Wufei está de acuerdo con su esposo y ha accedido a llevar su apellido, aunque no haya renunciado a ser un dragón Chang.
El joven Kusrenada y su esposa me han les entregue las tierras del clan Oz y he accedido, tal como hice con los Winner, tener gobernantes adecuados ayuda a reinar mejor, pero el reino de Meridian es un cuento aparte, hay que levantar su capital de las ruinas y Dúo ha pasado mucho tiempo yendo y viniendo del reino buscando a las personas adecuadas que lo ayuden a reinar, cuenta con todo mi apoyo, pero aún hay cosas que no le han perdonado a mi reino, y es que ellos fueron olvidados por siglos para favorecernos, cosa que los hundió en graves problemas de todo tipo, enfermedades, pobreza, trabajo, hambre, cosas que tardaremos mucho en solucionar y que quitan mucho tiempo, pero poco a poco lo solucionaremos.
Creo que, solucionados mis propios problemas, porque Benice también ha sufrido lo suyo, podré acompañarlo y ayudarlo, yo he tenido mejor suerte dado que mi gente me ha respaldado, cosa que no ha parecido pasar con Dúo, pero ya aparecerá algún descendiente de los Barton dispuesto a ayudarle.
Lo principal es que está contento, que lo amo, me ama, amamos a nuestro hijo y haremos lo mismo con el que viene en camino, cosa que Hiroshi aún no sabe, todavía se pone celoso cuando Dúo, que al fin ha aceptado que no es mujer, se sienta en mis rodillas o cuando lo abrazo, pero estoy seguro que a la larga se va a acostumbrar, tal como hizo con el nombre de su mamá bonita, como insiste en llamarle.
- ¡Estoy molido! – dice Dúo sentándose encima mío aprovechando que nuestro hijo no está a la vista – cuando todo esto quede solucionado al fin, quiero que nos tomemos unas largas vacaciones – me dice rodeándome el cuello con los brazos – sin hijos.
- Bueno, si llevas uno adentro, es un poco difícil no llevarlo – le digo acariciando su cintura.
- Pues después que nazca – me ofrece su boca – te quiero para mí solito, aunque sea sólo una noche.
- Bueno, veré qué se puede hacer – le sonrío contento y escucho un grito infantil, Hiroshi viene hacia nosotros gritando que nos separemos que su "mamá bonita" es suya – quizás lo pueda encerrar en el lugar de la otra vez – le digo al oído divertido soltándolo mientras va hacia nuestro hijo murmurando algo así como "muchachito celoso".
Si, de verdad somos felices ¡Al fin! Con todo y nuestro celoso hijo.
Fin.
Lamento haber tardado tanto en terminar esta historia, pretendía entregárselas como regalo de Navidad, pero, ya ven, salió para Pascua de Reyes, espero que les haya gustado, está más largo que los otros capítulos.
Saludos y que este año se les cumplan todas sus expectativas y sueños.
Shio Chang y Wing Zero les desean ¡FELIZ AÑO NUEVO!
