Lady Dark: Bueno, al menos hemos durado una semana sin que nos borren.

Lady Evil: A ver cuanto más duramos.

Lady Dark: Al tiempo que esperamos no atrasarnos con otras cosas.

Lady Evil: Ya estamos de vuelta a la temporada de clases y trabajos, así nos complicamos un poco.

Lady Dark: Especialmente cuando uno tiene profesores locos que no lo dejan tranquilo.

Lady Evil: Pero viene la Semana Santa, y eso será solo escribir.

Lady Dark: O tareas, dependiendo que tan crueles sean los profesores.

Lady Evil: Ya veremos.

Lady Dark: Por ahora, disfruten el capítulo.

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Capítulo XXII: Paseito por el desierto

Por primera vez en todo este torneo, los Blitzkrieg Boys no se adelantaron a la llegada de los demás equipos, de hecho, llegaron varias horas después y de bastante mal humor. Pero en cierto sentido es lo mejor, así no vieron el show de fanáticas que esperaban a Miguel en aeropuerto, y que hubiera desencadenado en algo peor, porque al parecer Suki sufre de un problema muy raro, podrá detestar que las fanáticas acosen a Kai, pero que alguien más se lleve los vítores y la calificación del "más guapo", es un insulto personal. ¡El muchacho más guapo es de ella, y punto!

Sin embargo, hay razones de peso para ese retraso tan fuera de lo común, una vez que Aki pronunció tan suicida frase, histeria era poco término para describir a Suki, y como ella es incapaz de desahogarse en su amadísimo Kai, la agarró con el cuarto, y en comparación a lo que hizo, la Guerra Civil Española fue poca cosa. Entre camas destrozadas, cómodas arrojadas por el balcón, cortinas rotas y demás, no quedó mucho cuarto; sólo se salvaron los espejos, y es porque Asuka puede ser supersticiosa a veces.

Cuando el gerente llegó, casi tiene un ataque al corazón en ese sitio, no lo tuvo, pero sí se acercó lo suficiente como para tener que ser llevado al doctor del hotel; todos estos dramas dieron suficiente tiempo para que los muchachos se arreglaran, empacaran y pusieran los pies en polvorosa. Claro que antes de poder huir del país, Pasha, como encargada del equipo, tuvo que firmar una cuenta bien jugosa por todos los gastos, que de seguro llegará a conocimiento del abuelo Voltaire más o menos al mismo tiempo que la última compilación digital de videos que cierto rusito compuso especialmente para él.

No fue suficiente el retraso del hotel, que de seguro jamás volverá a permitir equipo, grupo musical o aglomeración de sospechosos antecedentes hospedarse en sus cuartos, sino que con las exigencias y extorsiones de sus coequiperos, a la fastidiada Pasha no le quedó otra más que ordenar parar su transporte y comprar el desayuno¡y vaya desayuno! Al parecer, luego de una noche de tragos y acoso femenino, a los muchachos les agarra mucha hambre, al grado que pueden hacer parecer a la dupla Tyson-Daichi como personas de recatado comer. Tras dos docenas de panqueques, 15 pastelitos, 30 tostadas con mantequilla y mermelada, tocino, huevos, toronjas, cerca de 8 litros de diversos líquidos que variaban del jugo de naranja, al de uvas, leche, café y té, acabaron con un pequeño trago de vodka cada uno, solo para mantenerlo ruso; agregado a eso, unos cuantos panes dulces a cada uno para comer en el camino. Esa tarjeta de crédito corporativa nunca se sintió tan cerca de derretirse por uso.

Por fin llegaron al aeropuerto, casi cuatro horas después de que los demás se hubieron marchado rumbo al norte de África, Suki había planeado que pidieran algún jet privado de la compañía hasta Barcelona o algo así, y tener algún crucero romántico en el yate del abuelo Voltaire; pero su plan tenía unos puntos en contra, primero, tenían prisa y eso toma mucho tiempo; segundo, esperar ese yate implicaría semanas, porque todos los yates, tanto los de su abuelo como los de Voltaire estaban en el Pacífico en ese momento; y tercero, Pasha estaba a cargo del transporte, y ella nuca, pero nunca, cumpliría con los caprichos de Asuka, menos estando de mal humor. Al final, para trauma de Suki, nuevamente tomaron un Antonov de carga y salieron para El Cairo.

— ¡Este país es horrible! – se quejó Suki una vez que arribaron al aeropuerto de Alejandría, siendo casi de noche – El calor arruina mi cabello.

— Pues usa un sombrero – le respondió indiferente Kai, ayudando a mover las maletas al bus.

— ¡Ooohhhh! No tiene sentidos, los hombres no entienden mis problemas – se quejó la señorita de modo dramático.

— ¡Y gracias a Dios por ello! – murmuró Tala, que fingía que no escuchaba.

— Digan¿en cuál horrible hotel de esta ciudad nos van a meter? – preguntó Suki, que ya se había cambiado a algo un poco más encubierto, no quería que le picara un bicho y morirse de alguna enfermedad rara, aunque Aki la culpara de exagerada.

— En ninguno – le respondió Pasha con simpleza, bastante aclimatada con su camuflaje de desierto.

— ¿Entonces? – en la retorcida mente de Suki ya empezaba a circular de terrorífica idea de dormir en despoblado, atroz.

— El encuentro será en El Cairo, junto a las pirámides de Giza, así que ya aparté un hotel ahí – les indicó Pasha, subiendo al bus.

— Genial, a kilómetros de cualquier tienda de ropa decente – se quejó a punta de sarcasmo la japonesa.

— Suki – dijo hastiado Aki, sin separar la mirada de su juego de canasta - ya tenemos suficientes maletas como para construir con ellas una copia en tamaño real de las pirámides¿cuándo pararás?

— Exagerado – le respondió ella.

— No, es cierto – agregó Ian, que jugaba con Aki - un poco más y no creo que ningún avión comercial se atreva a llevarlos por temor a sobrecarga.

Tras la discusión respecto a lo que es mucho o poco equipaje generada por ese comentario, al fin salieron rumbo al hotel, suerte para ellos, con un día de descanso antes del inicio del torneo, del que les tocaba la apertura. Ya todos los demás equipos estaban acomodados y tranquilitos en sus cuartos, y afortunadamente, las noticias de los que pasó en España no había llegado por ahí, o los Blitzkrieg Boys no habrían ni siquiera encontrado los cuartos que tenían reservados.

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No hubo tiempo tras su arribo del día previo de causar demasiado caos y demolición en su más reciente hotel, de modo que, tras hacer otra impecable imitación de Tyson y Daichi, solo que los rusos sí saben usar los cubiertos, todo el mundo se fue a la cama sin incidentes, claro que Suki seguía enojada con Kai, pero normalmente a ella los problemas con su amado, de los que el susodicho Kai ni siquiera se da cuenta, no suelen durar más allá de una noche de sueño. El día siguiente lo tenían libre de encuentros y Pasha estaba decidida a hacerlos sudar por el colerón del día anterior, porque, verán, son muy contadas las ocasiones en que Pasha tiene esas explosiones de carácter que son tan comunes en su congénere japonesa, ella prefiere algo un poco más taimado y discreto la mayor parte de las veces, algo que demuestre mayor control y que sin embargo sea mucho peor que la muerte, su elección más común, es matarlos en entrenamientos brutales y sin pausa, o la brutal tortura psicológica; solo casos muy extremos la sacan de sí, aunque desde que llegó Suki por aquí, se empieza a volver muy normal.

Así, mientras un nuevo Sol salía por el horizonte de este hermoso y desértico paisaje africano, perfecto para ocultar cadáveres por cierto, y los inocentones y babosos miembros de los demás equipos tenían un lindo desayuno, planeando qué entrenamientos tener o qué compras hacer, ya nuestra rusa preferida llevaba dos horas de forzar y azotar, figurativamente hablando por supuesto, a su equipo por la arena del desierto. Mientras, Ian se dedicó a mandar sospechosos correos electrónicos, Aki a perfeccionar su juego de canasta, y Suki a dormir hasta no aguantar más.

— ¡Muévanse bolsas de grasa! – gritaba Pasha a su equipo, en este momento estaban corriendo por el desierto, todos disfrazados de miembros de la Legión Francesa, a equipo completo de campaña, mientras que delante de ellos iba la rusa, con uniforme de comandante de legión, usando un altoparlante a todo volumen y montada en un cabello.

— Esto... es muy... injustooo... – apenas podía decir Bryan, jadeando tanto que iba arrastrando la lengua, y jorobado bajo el equipo completo de campaña que iba agregado al entrenamiento.

— No es... justo... – estuvo de acuerdo Spencer, que hacía buen rato se abría caído en la arena y dejado morir, de no ser porque entonces ella lo azotaría con el látigo que llevaba en la mano y lo atropellaría con el camello – yo no fui... el que dejó que le pellizcaran...

— ¡Silencio ustedes dos... – Tala trataba de imponerse, pero es difícil cuando se empiezan a ver sicodélicos espejismos en la arena, y la cara se tiene más roja que el cabello.

— Es... la última vez... que salgo con ustedes – le respondió Bryan, tratando de beber algo de agua antes de simplemente caer muerto, no es que a Pasha fuera a importarle si así fuera.

— Nadie te... obligó – Tala seguía tratando de andar, con suerte, caería a un pozo de arenas movedizas y se podría morir al fin – De hechoooo... fue idea de ustedes.

— No nos... mires – se defendió Spencer, que se creía la mayor víctima, nada tenía que ver con ellas o los planes raros de ciertos otros rusitos locos, y son embargo, siempre acababa en estas situaciones – Todo esto... fue idea... de Ian.

— Cierto – concordó Bryan - ¿Por qué... no está... él aquí?

— ¡Silenció! – ordenó la rusa, golpeando el látigo contra la arena – O correremos otros 50 kilómetros.

— No... no más – suplicó Tala, cayendo al suelo – Si seguimos así vamos a acabar en Dakar.

— Pues les haría bien – le respondió ella, tomando un sorbo de té helado sentada en su camello, que parecía el único sin quejas de este trote.

— Puedo saber – comenzó Bryan, aprovechando la parada no programada, provocada por la casi inminente muerte de Tala Ivanov, que descanse en paz – como el matarnos en un trote por el desierto va a hacer que ganemos el siguiente encuentro.

— No nos va ayudar – le respondió la rusa simplemente, bebiendo más té.

— ¿Entonces? – le preguntó exasperado Bryan, mientras que Spencer bebía, agua simple.

— Ustedes han estado muy flojos últimamente, necesitaban ejercicio de verdad – le respondió tranquilamente ella, ajustando sus anteojos para evitar la arena.

— ¡Pasha! – exclamó Tala, que apenas recuperaba el aliento - ¡Antes de salir de Rusia nos hiciste hacer una marcha suicida de 3 días por la tundra!

— ¿Y? – Pasha mejoraba su inocencia fingida cada día más.

— ‚¿Y¿No te parece suficiente? – Tala se sentía morir, aún más.

— Eso fue hace semanas, además, no lo habíamos tratado en el desierto – le respondió ella, como si solo hablara de las repeticiones de lagartijas en el gimnasio.

— No importa – finalizó Tala, dejándose caer en la ardiente arena – Solo entiérrenme aquí.

— Como gustes. ¡Spencer, toma una pala! – ordenó ella, tan fríamente que podría congelar el desierto.

— ¡Oye! No era literalmente – rápidamente, Tala se levanto y escondió detrás de Bryan, que solo se abanicaba con su sombrero.

— ¡Cómo te traumatizas por nada! – le dijo ella con burla – Además, Kai es el que tiene la pala de arena.

— Por cierto, tú no has dicho mucho respecto a este castigo – fue a decir Bryan, cuándo de pronto se dio cuenta de algo - ¿Dónde está Kai?

— Iba detrás de nosotros – le respondió Spencer haciendo memoria – Al menos cuando comenzamos, pero él nunca dice nada y yo estaba muy ocupado manteniéndome vivo para fijarme.

— ¡Genial! – vociferó Pasha - ¡Se me escapó de nuevo!

— Tal vez no se te escapó – le calmó Bryan, que de paso le robaba el té frío – tal vez se murió del calor o se lo tragó la arena.

— Tu sí alegras el día – le dijo Spencer con ironía a su compañero de gris cabello.

— De acuerdo todos – le dijo Pasha, haciendo que su camello se levantara de nuevo – Vamos de regreso.

— ¡Sí! – generalizado.

— Pero a doble marcha – y lanzó a su cabello a correr.

— Genial – respondieron con desánimo los demás, mientras la seguían corriendo.

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Mientras tanto, de regreso a la civilización, o algo medianamente parecido a ella, en opinión de Asuka. Nuestra querida japonesa finalmente había logrado salir de la cama y pedir un desayuno light, solo para tratar de perder los horribles gramos de debió ganar el día anterior con esos titánicos desayunos y cenas, además, el calor la hincha¿nos les pasa eso a ustedes?

Ya vestida con todo el glamour del desierto, que en su caso significa usar algo parecido a un traje de safari, pero no tan bombacho o caqui, más como crema; agarró a Akira e Ian y se dirigió conocer los alrededores, o sea, excusa muy falsa para ir de compras, porque, no importa la falta de marcas internacionales, siempre que ella pueda usar su tarjeta de crédito, estará feliz.

— Mmm... Suki – se dirigió a ella su futuro cuñado mientras aún estaban en el lobby, bastante temeroso de la reacción que pudiera resultar de lo que iba a tener que decir – No creo que los bazares acepten tarjetas de crédito... de ningún tipo.

— ‚¿QUÉEEEE! – gritó ella, parando en seco – ¿Qué clase de retorcido sitio no acepta tarjetas de crédito internacionales?

— Ehhh... aquí – le respondió él inocentemente, resguardándose detrás de Ian, solo por si ella decidía agarrarla con ejecutar el antiguo arte de las macetas voladoras.

— Bueno, no importa – le respondió ella, increíblemente calmada, caminando hacia la recepción – Solo sacaré dinero del cajero del hotel.

— Esperemos que haya – murmuró Aki – o va a destrozar otro hotel.

— Yo espero que no haya – le contradijo Ian – No tenía mi cámara en España y no pude grabar tan deliciosa situación, así repondría por eso.

— Sabes Ian – le dijo Akira – A veces creo que estás más loco que nosotros.

— Gracias.

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Afortunadamente para la salud mental y cardiovascular del gerente, pero desgracia para la sección de videos de Ian, el hotel sí tenía servicio de cajero automático y cambio de divisas para los clientes, así que armadas con varios miles en moneda local, Suki dejó la decoración del hotel sana y salva y se fue de compras a las callejuelas de Giza, seguidas por la no tan grata compañía de Ian y Akira. Suki definitivamente no es fanática de la ropa de medio oriente, pero sí pudo encontrar al menos algunas cosas que pudiera usar, especialmente velos, que dentro de las retorcidas explicaciones de Ian, seguramente serían para hacerle a Kai un vale de los 7 velos; pero también algunos vestidos de damasco clásico y joyería, que es difícil saber como se vería en una jovencita del extremo este de Asia como ella, pero Asuka Minamoto nunca compra nada que no pueda usar y lucir, así que se confía en su juicio. Y de paso, como gastar se le hace sencillo, le compró regalitos a todos, principalmente en la forma de armas sarracenas clásicas y cosas así, pero la intención es lo que importa, al menos hasta que alguien tenga intenciones homicidas con una de esas en la mano.

Pero no todo es risa y juego en las excursiones de compras de Asuka, porque, o pesadilla estilística, se van topando con la Dinastía F, que parecen estar más locos que ellos si eso es posible. Julia brincaba de un lado al otro, probándose los vestuarios que solo calificarían para una improvisada presentación de "Cleopatra", Romero parecía querer tener tres bocas más, para meterse en ella toda la comía que veía, al tiempo que pegaba brinquitos de ballet, y Raúl sufría sus desgracias.

Suki no soporta a Julia, no sabemos por qué, pero podría ser por lo que la japonesa califica del peor cabello del mundo desde que Pasha "confundió" su shampoo para cabello negro con decolorante; podría ser por su vestuario circense, su actitud pedante o por el mero hecho de que es un miembro del género femenino en un una base regular está en rango menor a 50 metros de su Kai. Claro que a Julia no le gusta Kai, pero eso no importa, si pasa por la cabeza de Suki, nadie lo saca. Julia, pese a apenas conocer a Suki, sabe que la japonesa la detesta, y le devuelve el sentimiento sin importarle por qué.

¡Oh, bien!... No vamos a describir el tan afable encuentro entre ellas, lo vamos a resumir. Se toparon frente a frente, e intercambiaron miradas de frío desprecio, gesticulación de ultraje y movimientos de superioridad; sus acompañantes, unos más babosos que otros, comprendieron fácilmente la posible amenaza implícita y buscaron mejor recaudo, solo para evitar el daño colateral sobre sus personas. A partir de ahí, ellas intercambiaron una serie de refinados insultos, que fueron paulatinamente degenerando en un lenguaje que avergonzaría a un marinero, y desde ahí empezó el intercambio físico.

Todos estamos acostumbrados a las patadas, tirones de mechas y armamento medieval cuando se tratan de peleas entre Pasha y Asuka, pero Julia tiene menos valor o habilidad que ella, así que tuvo que usar lo primero que tenía a la mano, melones. Sí, fue una pelea de fruta la que tuvo lugar entre ellas, brincando y esquivando la diversidad de frutas voladoras, de las que Julia obtuvo una valiosa lección, un dátil duele bastante. Podríamos decir que Suki fue la ganadora final, no solo porque propino un mayor castigo frutero a Julia, sino que ella misma no recibió impacto, al usar a un pobre transeúnte inocente como escudo humano. Al final, empapada, golpeada y humillada, Julia salió corriendo cuando vio que Suki se había aburrido y pensaba practicar su puntería con un arco y flecha.

— Ja¿quién manda aquí? – dijo orgullosa la japonesa, soltando al pobre baboso cubierto de melón que estaba sujetando.

— Tú, oh gran reina de la guerra con fruta – le dijeron con reverencia Ian y Aki, ninguno había querido participar; Aki, porque alguien tenía que cuidar las compras, e Ian, porque ocupaba un buen ángulo para capturar todo en cámara.

— Gracias, gracias – respondió ella con grandilocuencia – Ahora, junten todo, que seguimos de compras.

— No podía ser distinto – Aki meneó la cabeza, recogió las compras e iban a seguir cuando vio a alguien conocido, tanto como lo que ve en su espejo - ¿Ese no es Kai?

— ¿Qué¿Dónde? – chilló Suki, montándose en los hombros de Akira para ver mejor. Y efectivamente, a unos cincuenta metros bajando la calle, se encontraba Kai, sin traje de legionario, suficientemente meditabundo como para no darse cuenta de ellos, hasta que... - ¡KAIIII!

— Rayos – murmuró el adusto y planamente malhumorado joven, apenas había logrado escaparse de Pashanka para ir a caer a manos de Asuka, definitivamente no era su día, o su torneo de hecho.

— ¡Kai¿Me viniste a sorprender¡Qué lindo! – le saludó Asuka, que no bien lo vio ya lo tenía agarrado del brazo.

— Asuka, me estás cortando la circulación – le dijo Kai, tratando de quitársela de encima, con muy poco éxito.

— Kai¡qué coincidencia¿No se supone que estabas de tour por las dunas con el resto de los muchachos? – le preguntó sospechosamente Ian, apuntándole la cámara, por cualquier confesión.

— Acabé temprano – le respondió cortante Kai, evidentemente no muy contento con el pequeño ruso, que se había librado de la aventura alegando que estaba todavía en "proceso de recuperación".

— Mmm... que raro, Pasha no suele terminar hasta que alguien muere – siguió Ian, cada vez más molesto para Kai - ¿Quién fue¿Tala? Sabía que ella lo arrollaría con ese camello gordo solo por desquite.

— Nadie murió, Ian – Kai le contestaba entre dientes, mientras que Suki empezaba a probar turbantes en él.

— ¡Ahhhh¡Hasta pareces un sultán! – dijo contenta, y dirigiéndose al vendedor - ¡Lo compro!

— Bien, supongo que si estás aquí, los demás deben estar en el hotel¿vamos? – Ian tenía algún maquiavélico plan para crear problemas, como siempre.

— No me parece buena idea, Suki quiere seguir comprando – por primera en su vida, Kai prefería seguir de compras con Asuka Minamoto¡esto es épico!

— No, no creo encontrar nada más decente que lo que ya tengo – y por primera vez, ella ya no quería comprar más¡doblemente épico! – Mejor regresemos, es hora del café.

— Excelente idea – y felices, al menos algunos, regresaron a su lindo hotel y lo que siguiera en el día.

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Lady Dark: Creo que volvimos a Pasha un poco loca.

Lady Evil: Pero Suki sigue tan loca como siempre.

Lady Dark: A partir de aquí, va a ser carrera rápida para llegar al fin del fic, probablemente solo 10 capítulos más.

Lady Evil¿Llamas a eso rápido?

Lady Dark: Es un modo de decirlo.

Lady Evil: Y hablando de locas.

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Hikari Mitsune K.: Lady Dark: Apreciamos el apoyo. Lady Evil: Porque de veras que lo necesitamos. Lady Dark: Si no hay más problemas, esperamos empezar con la parte buena. Lady Evil: Que hara que todo lo que Suki y Pasha han hecho hasta el momento parezca algo bastante normal.

Naoko Harada: Lady Dark: No nos vamos a rendir. Lady Evil: Solo que si nos borran de nuevo vamos a cambiar de nombre. Lady Dark: Tal vez así deje de perseguirnos el maléfico servidor demoniaco.

miyod: Lady Dark: Eternas gracias, siempre andas por aquí. Lady Evil: Tal vez sea porque ella tiene email alarm para prevenirla de nuestra aparición. Lady Dark: ... Podría ser.

Silverhell: Lady Dark: Ella siempre sabe como alegrarnos. Lady Evil: Aunque a veces se desaparezca bastante. Lady Dark: Pero no vamos a rendirnos, tenemos una idea construida y no vamos a ser derrotadas y desaparecer hasta que la terminemos. Lady Evil: Y eso va a tardar.

#17: Lady Dark: Lo lamento, pero Tala tiene que sufrir. Lady Evil: Es su castigo por dejarse aporrear tanto durante G-Revolution. Lady Dark: Además, Kai se preocupa, a veces, por Pasha porque la conoce desde hace años, igual que a Suki. Lady Evil: Pero eso no quiere decir que le guste, o Suki para ese efecto, sin embargo, hay un compromiso de negocios y hay que cumplirlo. Lady Dark: Culpa a Voltaire por sus raras relaciones laborales y tendencia a compromisos matrimoniales. Lady Evil: Mientras tanto, Pasha tiene en sus garras a Tala y no lo va a dejar ir.

Sumino-Sham: Lady Dark: Bueno, de hecho, ya dejaste un review, justo ahora. Lady Evil: Y se te agradece.