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Cap. 2

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-Bonjour monsieur Camus

-Bonjour Saga

-ton petit déjeuner est dejá prêt

-merci… - murmuró algo apenado mientras se sentaba en la mesa, sabia que el caballero de géminis nunca solía hablar francés excepto cuando quería animarlo

-vous aiment du café?

-oui… me encantaría… -

Tomó la taza que Saga le entregaba y llevándola a su rostro olfateo el líquido con una extraña devoción, el gemelo lo miró curioso de aquel ritual sonriendo ante el hecho. Pasó un par de platos con tostadas y mermelada, había estado fuera tantos días que no había mucho en su alacena. Acercó el azúcar y la crema y se sentó en la silla frente a su invitado. Tomó también su taza y le dio un sorbo a la reconfortante bebida cálida, mirando al chico ante él que parecía especialmente tímido y cohibido. De pronto aquel rostro serio se adornó con un ligero sonrojo provocado por otro sonoro ruido de su estómago, Saga sonrió aun más ante un Camus que desviaba la mirada.

-hace cuanto que te escondes aquí?

-no me escondo… sólo… -calló de pronto al percibir la aguda mirada de géminis retándole a mentirle, suspiró derrotado-… tres días contando el hoy

-mmh… -tomó otro sorbo de su café lentamente-… y que esperas para comer, ha?... o es que ya no te agradan las tostadas dulces? Eran tus favoritas de niño si mal no recuerdo

-si… yo… gracias…-decía tímidamente mientras tomada el pan y comenzaba a comerlo.

Saga se limitó a tomar su café, observando de reojo al dorado que acabó no solo con sus cuatro tostadas sino también con las cuatro de él mismo.

-cómo está Kanon?...-preguntó de pronto rompiendo el silencio

-bien… -suspiró sin notarlo-… mi hermano es un hombre que no se complica la vida sin necesidad

-supongo que lo extrañas bastante

-sí… Kanon es… una gran compañía –sonrió ante su propio comentario

-él debe extrañarte tanto como tu… cualquiera que te conoce te extraña –dijo, Saga lo miró sorprendido por el comentario y por un segundo su corazón latió rápido, pero la razón le acallo, no debía ver en esas palabras algo mas que un gesto de amistad.

-Camus, que te hizo ahora?

-porque es que todos lo ven a él como la causa de nuestros problemas? – dijo algo fastidiado, levantándose de la silla y recargándose en un mueble cercano aun de frente a Saga- alguna vez has pensado que puedo ser soy yo la causa?...

-sí… - contestó tranquilamente, alzando una ceja ante la conducta del acuador-… pero también sé que lo amas demasiado como para lastimarlo - Camus desvió la mirada de aquellos ojos intensos-… que sucedió?

-lo encontré en Leo… con Aioria…– musitó con tristeza, Saga cerró los puños con fuerza y se contuvo de no comenzar a maldecir al escorpión-… él…no ha cambiado en nada… y yo… ya me cansé de fingir…

-… que no te importa lo que hace? –curioseo el gemelo

-no…- contestó suavemente a la par que meneaba la cabeza completando la respuesta-… de fingir ser quien no soy…

Saga abrió los ojos ante esas palabras, confundido por el joven frente a él

-quien eres entonces Camus?

-yo…no lo sé Saga…-suspiró cansado-… pero de algo estoy seguro, no soy el hombre que era antes de la batalla de las doce casas, el hombre del que Milo se enamoró… al que él aun… cree ver en mí. Estoy tan cansado de aparentar serlo… de querer serlo…

-y eso deseas?

-no… ya no podría… no sé que es lo peor Saga, soportar el verlo de cama en cama, humillándome ante todos… o el hecho de que algo en mí ya no siente dolor por ello… me he vuelto tan frío…

-Camus… con esa actitud no engañas a nadie más que a ti mismo. Tú amas a Milo más que nada en este mundo, y lo sabes – le reprendió suavemente con ternura en su voz

-lo hago Saga?... –los ojos de acuario se levantaron para encontrar los del geminiano, y brillaron con una angustia y desesperación acentuada por las lágrimas que se aferraban a aquellas orbitas, para no caer.

-… por favor… dímelo de nuevo… dime que lo amo… y que eso no cambiará jamás… por favor Saga… ayúdame a creerlo otra vez…

Saga no podría concebir lo que estaba escuchando, no solo en esas palabras sino en el tono de suplica que empleaba el dorado. No lo meditó sólo se levanto de su silla y se encaminó hacia él. De pronto Camus se vio en vuelto entre sus brazos otra vez y se aferró a su cuerpo protector con fuerza, ahogando los sollozos y maldiciéndose por volver a actuar como un niño frágil y débil ante aquel hombre.

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El fondo marino bien podía verse como un cielo claro, y aunque los paisajes si diferían algo de la superficie, Kanon debía admitir, que este suelo rocoso y árido con interminables cordilleras y acantilados, para él era el mejor sitio de la tierra. Porque? Muy sencillo… Julián Solo… él habitaba este santuario y como el general al mando de las marinas y del templo en sus ausencias, pasaba a su lado mucho tiempo, poniéndolo al tanto de todo lo que ocurría en sus dominios.

De pié sobre las escalinatas de su pilar, portando solo una sencilla ropa de entrenamiento color negro, Kanon contemplaba el soporte principal que a lo lejos se levantaba, pero mas allá que la estructura acariciaba la idea de que Julián regresaría pronto y como de costumbre, el se presentara ante el joven dios para pasar aunque fuese unos minutos a su lado.

Un cosmo poderoso rodeó de pronto la figura del Dragón Marino y una voz serena y profunda resonó en su mente.

-preséntate en el salón del trono Kanon… necesitamos hablar…

El peliazul tomo aire, mientras se recuperaba de los temblores que provocaba en su cuerpo el sentir esa energía, SU energía. Suspiró profundamente y se dirigió hacia su pilar, debía portar sus escamas, antes de presentarse ante su señor… ese pensamiento lo hizo sentir un escalofrío horrible. Porque eso sería siempre, y no había forma de cambiarlo.

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-Pero que conmovedora escena… debí suponer que te encontraría aquí Acuario…

La voz acida del santo de escorpión resonó como un fuerte golpe para los dos caballeros dorados que se encontraban en la cocina del templo de géminis. Se separaron al escucharle, Camus se giró de inmediato dándole la espalda y limpiando de su rostro los últimos rastros de lágrimas, mientras Saga se volvía para enfrentarlo cara a cara y clavaba su seria mirada en las turquesas del joven santo.

-la ironía no va contigo Milo…- sentenció con voz inalterable

-no pretendía serlo Saga… sólo recalco un hecho…-contestó burlón, para luego fijar sus ojos en el onceavo santo que ahora se volteaba para verle-… tenemos que hablar Camus

-ahora no Milo… vete por favor

-NO… no bajé hasta aquí para que me rechaces, hablaremos ahora… - Milo dio un paso al frente, haciendo que instintivamente Camus lo diera hacia atrás, esto enfureció al escorpión.

-ya te di mi respuesta, ahora sal de esta casa

-no es tu templo acuador, no puedes echarme…- estiró su mano con la intención de tomar la del joven francés dando otro paso al frente, pero fue bloqueado por un cuerpo alto y fuerte que se atravesó entre él y su objetivo.

-pero es el mío… y aquí, Camus está bajo mi protección, así que haz el favor de retirarte ahora

-tu no intervengas en esto Saga… no es asunto tuyo

-lo es cuando están bajo mi techo… que harás Milo?... llevártelo a la fuerza?... no te dejaría tocarle un solo cabello…

Los ojos turquesa del Escorpión centellaron con odio hacia el santo con quien mantuvo un pequeño duelo, ambos mirándose con furia, desprecio y celos. Milo frunció su bello semblante conciente de que por ahora no podría hacer más. Así que girándose en sus pasos, se dirigió a la salida, sin embargo antes de abandonar el lugar, volvió los ojos al francés con una sonrisa malévola en los labios.

-Por fin se cumplió tu sueño, no Camus?... disfrútalo, porque solo esta vez te permitiré estar con él.

Tras soltar una risa macabra, la figura del octavo santo abandonaba la tercera casa del zodiaco, dejando tras de sí a un par de hombres con las más contradictorias sensaciones en sus cuerpos.

Camus sentía su cara arder, mezcla de coraje y bochorno por las palabras sarnosas que Milo le había dirigido, acaso lo comparaba con él, insinuando que tenia algo que ver con Saga?

Y el mencionado caballero, que aun le daba la espalda, estaba confundido por esa oración. Si bien es cierto que había sido expresada con todo el afán de herir a Camus y él lo sabía, porque lo diría de esa forma?... el corazón del gemelo se aceleró de nuevo con rapidez, encerraría algo de cierto el veneno de Milo?

Por un instante deseó que fuera así.