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Cap 4

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Con paso firme y apresurado, avanzaba el santo de acuario por las escalinatas de piedra blanca que unían los doce templos. Subía del tercer templo hacia el suyo ensimismado completamente, perdido entre una escena fija que se repetía en su cabeza una y otra vez, donde veía a los gemelos departirse caricias intensas, besos apasionados y… ¡¡maldición, otra vez esa mezcla de sensaciones pinchándole su entrepierna y estomago con igual urgencia… este contradictorio deseo de ser él quien recorriera con sus labios el cuello de Saga y al mismo tiempo arrastrar a golpes al General Marina hasta desaparecerlo.

Envuelto en este remolino caminaba hasta casi atravesar el octavo templo, cerca de la salida sus pasos se vieron detenidos por la cercana presencia de su guardián. Camus se encontró al joven de piel bronceada justo frente a él.

-¿a dónde vas tan de prisa, acuario?

Una sonrisa socarrona apareció en el rostro del joven griego de ojos turquesa ante la seria mirada que el santo de los hielos le dedicaba.

-vaya, vaya… estamos algo molestos, ¿verdad Cam?

Comentó burlonamente, recargándose sobre su costado en uno de los pilares de su templo, mientras su sonrisa cínica crecía y cruzaba los brazos frente a su pecho, observando al santo.

-¿que sucede?... el protegido de Saga, lo encontró ocupado en algo más… interesante? – Milo arrastró la última palabra con una clara insinuación y mofa en su voz, mientras Camus fruncía sus deliciosas cejas hasta juntarlas enfadado, y apretando los puños al recordar de nuevo aquellas imágenes.

-Déjate de estupideces Escorpión… - comentó con la frialdad característica de su voz, mientras avanzaba hacia la salida del templo, pero al pasar al lado de Milo, este lo sujetó del brazo deteniendo su caminar, y forzándolo para que los dos pares de ojos azul profundo, se encontraran de frente.

-lamento decirte esto Cam… pero contra Kanon, tu siempre pasarás a segundo plano…

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La mañana era fresca en el Santuario todo el lugar estaba envuelto en una atmósfera de serenidad. En la habitación principal de la tercera casa del zodiaco, dos figuras muy similares se encontraban abrazadas sobre la cama, cubiertas a penas por unas ligeras sabanas de delicada seda blanca. Saga de géminis tenía ya un buen rato despierto recostado de perfil apoyado sobre una mano que sostenía en alto su cabeza. Estaba observando el tranquilo rostro de su hermano que a su lado aun permanecía envuelto entre las cortinas del ensueño, ajeno a la mirada dulce que el mayor le dedicaba y a las caricias suaves sobre su melena verde azulada.

Cómo es que terminaron en esta situación. Saga no recordaba, pero sabía bien, que Kanon había sido el mejor consuelo para su soledad. Por ello sin objeción alguna se le entregaba por completo cuando su pequeño hermano le necesitaba. Sonrió ante este último pensamiento, le era risible ser considerado 'el mayor' sólo por los escasos minutos que los separaban al nacer. El dormilón se revolvió un poco en la cama, suspirando algo y abrazándole más, escondiendo el rostro entre su pecho.

Saga le correspondió el gesto y cerró los ojos al sentir que su hermano se relajaba de nuevo al ser rodeado por sus brazos. Daría lo que fuera por verlo feliz, por que dejara de pensar en el joven dios, o… que tuviera la fuerza de soportar el saberle comprometido. Saga mejor que nadie le comprendía en eso, pues él había tenido que ver muchas veces el comportamiento de pareja enamorada entre Camus y el dorado de Escorpio, y era algo tan difícil de soportar que morir parecía siempre la dulce recompensa a tal dolor.

La mención de aquel par, le hizo recordar que debía presentarse en el coliseo para entrenar, se inclinó para dejarle al todavía inconsciente Kanon un beso suave en la comisura de los labios y destrabándose de su gemelo, con cuidado de no despertarlo, se levantó de la cama. Más esta simple acción lo llevó a ahogar un gemido en lo mas profundo de su boca, meditando mejor si debía o no presentarse en el entrenamiento, pues sentía su cuerpo terriblemente adolorido y cansado, especialmente de la cintura hacia abajo.

-¿Estas bien?... – la voz dormilona de Kanon le hizo volverse para mirarle

-sí… descuida, no es nada…

-creo que fui algo agresivo anoche… lo lamento Saga…

-hey… -el dorado se inclino de nuevo sobre su hermano, hasta quedar a centímetros de sus labios- …yo lo disfruté bastante o no lo notaste? – Kanon sonrió ante esas palabras asintiendo con la cabeza- tu hermano mayor es fuerte, se necesita mas que una noche de ardiente sexo para evitar que se levante de la cama…

-ja! ¿¿me estás retando?…-bromeó el marina-... me encantaría ver que tanta resistencia presumes… viejo…

-compruébalo cuando quieras… niño…-dijo sin inmutarse con una seductora sonrisa en los labios-…pero ahora no, ya debe estar por comenzar el entrenamiento… volveré pronto, de acuerdo?

-esta bien… Saga yo… gracias…

Géminis sonrió en respuesta y tras darle un último beso se levantó de la cama, para ponerse algo de ropa encima y salir al encuentro de los otros caballeros.

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Muy lejos de la tercera casa, en la cima de los doce templos en donde se erigía el santuario de Athena, un joven de acanelada piel y ondulado cabello azul cielo, se encontraba sentado en un gran sofá, sumido en su meditación.

-¿sucede algo?… te ves preocupado Julián… - preguntó la voz dulce y serena de aquella jovencita de piel blanca y largos cabellos lilas, que ahora sentándose a su lado, tomaba la mano del joven dios.

-no, sólo estaba hablando con Sorrento… simple rutina, Saori – sonrió-

-y porque será que no te creo… sabes muy a parte de ser Athena, soy mujer… mi sexto sentido me dice que algo anda mal… ¿porque no confías en mí?

-lo hago Saori… es por eso que estoy aquí, pero…

-no estas convencido de lo que estamos haciendo, ¿cierto? – el joven asintió- … bueno, yo también estoy nerviosa Julián, pero esto es algo que nos conviene a ambos por muchas razones

-sí… -suspiró-…ya tomé una decisión y no voy a cambiarla…

Saori sonrió divertida, y abrazó al joven comerciante marino que le devolvió el gesto, mientras hundía el rostro entre sus cabellos lacios.

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-vaya hasta que te dignas a venir y entrenar con nosotros…-

-Shura…- con un movimiento de cabeza, saludo cortés pero cortante el dorado de géminis que arribaba al coliseo, mientras se acercaba a sus compañeros que ya se disponían a comenzar

-Saga, que bien que ya estas aquí… pero aun faltan algunos, así que me temo que tendrás que esperar a que aparezcan o alguien termine su combate – le informó amable Mu quien organizaba los amistosos encuentros.

-no hay problema Mu… esperaré –comentó el dorado, agradeciendo no tener que ejercitarse justo ahora, pues sus músculos realmente dolían.

Permaneció en silencio recargado contra una gran roca, mientras observaba los diferentes combates que se llevaban a cabo, Mascara y Shura se encontraban sumidos en una pelea muy pareja, Aioria y Aldebarán hacían ejercicios de resistencia, por otro lado se veían las rosas de Afrodita estrellarse en la pared psíquica de Mu y un poco mas alejados se le veía a Aioros esquivar con relativa facilidad las agujas que Milo le lanzaba. Tan sumido en sus pensamientos estaba que no se percató cuando a su lado se sentó otro de los dorados caballeros.

-una moneda por tus pensamientos, Saga…

-mmh?... –exclamo sorprendido al escuchar esa voz tan cerca suyo-… Camus, cuando…?

-hace unos minutos…-se adelantó en contestar-…se puede saber que te tenía tan abstraído

--… contestó mentalmente pero solo se limitó a sonreír, negando con un movimiento de cabeza, que por muy suave que fuese, hizo que sus mechones azules cayeran acomodándose sobre sus hombros, dándole a géminis, un aire muy seductor

-…nada en especial… -finalmente dijo

Camus se había quedado boquiabierto ante la magnifica visión que acababa de presenciar, debatiendo en su cabeza sobre en que momento el observar a Saga de Géminis se había convertido en tal deleite, aunque… recordó que siempre le había parecido atractivo, sí… como confesó hacía solo un par de días, el dorado caballero solía tener un enamoramiento con él.

Pero ahora era diferente él tenía una pareja y ciertamente ya no era aquel chiquillo, y sin embargo por algún motivo Camus no podía dejar de mirarle. Tan detallada era su exploración que apreció la fina textura de sus pálidas mejillas, las ligeras líneas de expresión que asomaban alrededor de sus ojos, y los moretones e impresiones dentales que el gemelo tenía marcados en su cuello, señal inequívoca de las atenciones que aquella parte de su anatomía había recibido.

Esto le hizo fruncir su rostro en una clara mueca de enfado, Saga que también observaba al silencioso santo no comprendía el porqué ahora aquel gesto aparecía en su faz. Sin embargo pudo notar, cuando los ojos de Camus se fijaron en los suyos y se detenían ahí, una mirada intensa llena de reclamo y ansiedad en sus azules orbitas. Pero aquellos sentimientos no durarían mucho cubriendo sus ojos, puesto que ahora parecían estar brillantes y llenos de la timidez que Saga conocía perfectamente en el dorado de acuario.

Aquella mirada tierna e increíblemente sensual, corto por completo el funcionamiento correcto del cerebro de Saga, quien olvidándose de todo y siguiendo sus impulsos ya comenzaba a inclinarse lentamente sobre el joven de cabellos verde azulados. Camus pudo sentir el cálido aliento de Saga rozar su piel, acercándose cada vez mas, pudo percatarse de las largas, negras y rizadas pestañas que tupían por completo aquellos hipnotizantes ojos verdes en los que estaba atrapado, pudo inhalar el delicioso aroma que el santo desprendía y pudo sentir sus mejillas arder ante la cercanía del otro. Un par de centímetros más y podría probar aquellos labios que se entreabrían invitándole, y que no rehuían de su proximidad.

Los no tan atontados sentidos de Saga le pusieron en alerta, se detuvo en el último instante, para ladear la cabeza formando una curva echándola hacia atrás, justo a tiempo para esquivar un feroz y delgado rayo escarlata que atravesaba por entre los rostros de ambos hombres. Camus parpadeó sorprendido aun sin entender que había pasado, mientras Saga giraba ya toda la cabeza y parte de su cuerpo en dirección de donde aquel disparo había provenido, mostrando una amenazadora mirada en su rostro.

Sabía perfectamente quien había sido su atacante, algo que confirmó plenamente al encontrarse con la cínica y furiosa mirada turquesa de Milo de Escorpio, quien mostraba sus blancos dientes en una sarcástica sonrisa. El destello escarlata aun fulguraba en la punta de su dedo envuelto en aquella uña-aguijón.

Saga gruñó apretando los dientes, pero de pronto sintió una leve caricia en su mejilla, que lo estremeció e hizo volver el rostro a su acompañante.

-estás herido… -murmuró Camus, pasando su dedos por aquella línea horizontal que atravesaba el pómulo del gemelo y de donde brotaban algunas gotas de sangre.

-Saga, estas bien?...- Aioros que claramente vio el directo ataque que Milo hizo contra el santo se acercó a éste seguido un par de pasos detrás por el ejecutor.

-sí no es nada, sólo un rasguño…- comentó aun molesto, pasándose el puño por el rasguño, limpiando así el hilo rojo que bajaba por su mejilla, miró al griego y retó con la mirada al dorado que se paraba frente a él con los brazos cruzados sobre su pecho.

-tienes buenos reflejos Saga…- soltó el escorpión

-¿¿Milo, pero qué demonios pretendías atacándonos? –intervino Camus que por fin caía en cuenta de lo que sucedió.

-¿atacarlos?...fue un accidente amor, de haber querido atacar no tendría sólo un rasguño –Milo sentenció mirando con odio al santo de géminis, comenzando entre ellos una batalla visual a la que ninguno parecía querer renunciar.

En esos momentos Aioros y Camus percatándose de la delgada línea que separaba a ambos hombres de llevar el incidente a más, intervinieron para evitar que sucediera. Camus fue el primero al interponerse entre ambos tomando a Milo de los hombros y empujándolo hacia atrás. Logrando que a regañadientes aceptara irse con él. Aioros por su parte trató de aligerar el ambiente, pero Saga, simplemente se disculpo con él y emprendió su camino de regreso al templo. Molesto no sólo por el golpe del escorpión, sino porque en cierta forma logró lo que quería… alejar a Camus.

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-maldito engreído…

Saga entró rumiando molesto al tercer templo, en donde se encontró con su gemelo que terminaba de preparar el desayuno. Kanon vio pasar a su hermano sin siquiera dirigirle una palabra para después adentrarse a su habitación, la cual minutos después él también ocuparía.

-¿que sucedió?

-nada… -gruñó Saga

-¿nada?... ¿y esta herida? – dijo acercándose al dorado y quitándole de las manos un par de gasas y algún antiséptico con los que se disponía a hacerse una curación, y hacerlo él.

-Milo…

-ah!...- exclamó algo divertido- … arderá un poco… -advirtió antes de alcanzar la mejilla de Saga con la pequeña gasa, quien al contacto dio un pequeño respingo hacia atrás.

-estate quieto Saga, no es para tanto…

-lo dices fácil, no eres tu quien tiene el maldito rasguño

Kanon rió aun más, divertido por el humor arisco de su hermano y en lugar de continuar limpiando el arañazo, se acercó para besar tiernamente la mejilla lastimada, alcanzando entre sus dedos el mentón del herido, sosteniéndolo en alto y quieto para deleite de sus labios sobre aquella fina piel. Saga sonrió tenuemente a la acción, pasando un brazo por la cintura de su hermano.

-¿interrumpo?

Los gemelos se separaron, ambos sorprendidos de no haber notado la presencia de Camus que los miraba serio desde la entrada de la habitación. Saga inconscientemente apretó mas la cintura de Kanon, quien al sentir el tirón volvió su rostro para mirar a su nervioso gemelo, sonrió y se separó por completo de él, dirigiéndose a la salida.

-no Camus, no interrumpes nada, de echo llegaste justo en el momento adecuado…- le dijo extendiéndole los aditamentos de curación- ¿podrías terminar aquí?... es que… deje algo en la cocina

Sin dar tiempo a nada el general marino salió de la habitación dejando a los dorados algo sorprendidos por su súbita huida, tras un par de segundos en los que ambos caballeros se miraron confundidos, Camus se acercó a Saga, para continuar lo que Kanon había comenzado.

Un incómodo silencio se hizo presente en aquel cuarto, ambos aun confundidos por lo que hacía apenas unos instantes estuvieron a punto de hacer. Por lo que evitaban que sus ojos se encontraran con los del otro.

Mientras el dorado de acuario lentamente y con sumo cuidado pasaba la gasa húmeda sobre el rasguño que ahora el hermoso rostro de Saga ostentaba, analizaba detalladamente cada centímetro de piel, desde aquella de tonos claros hasta la que tenía un color rojizo, producto tanto de la herida como del ardor que debía sentir.

Saga estaba nervioso al tenerlo así, la cercanía de Camus no era para nada desagradable al contrario, él la anhelaba, pero si seguía sintiendo su calidez mezclada a ese delicioso aroma que lo envolvía, seguramente volvería a perder la cabeza.

El joven acuariano ya había terminado su labor de enfermero, pero por alguna razón aun permanecía justo a un paso del peliazul escudriñando sus rasgos. Cierto era que conocía aquel rostro a la perfección, pero hoy, justo en ese instante había algo en él que a Camus le parecía completamente nuevo y fascinante. Cediendo a la tentación, levantó su mano una vez más para rozar, casi imperceptiblemente aquel rostro pálido, y delinear lentamente sus facciones.

Al contacto de aquellos fríos dedos, Saga no pudo evitar cerrar los ojos un segundo, producto del poderoso escalofrío que recorrió todo su cuerpo, cuando sus esmeraldas asomaron por detrás de aquellos parpados, Saga fijó su vista en el francés ante él, quien ahora con un poco más de atrevimiento presionaba aun suavemente pero con mas firmeza contra su piel, recorriendo desde los pómulos hasta su frente, memorizándola en toda su extensión. Bajó por entre las cejas hasta la punta de su nariz, delineando su perfil tranquilamente hasta llegar a sus labios, en donde ambicioso, pasó por sobre ellos las yemas de sus dedos.

Camus estaba embriagado y aturdido por las intensas sensaciones que acariciar el rostro de Saga de aquella forma, le estaban recorriendo por el cuerpo, su pulso comenzó a acelerarse sin que él lo notara, así como no se percató en que momento el dorado de géminis había sujetado su cintura, manteniéndolo sin posibilidad de huir.

Pero alejarse de Saga era lo último que pasaba por la cabeza de Camus, el simplemente quería seguir ahí, junto a él. Seguir tocándolo, seguir sintiéndolo.

Continuará…

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Sahel: Mil gracias por sus reviews son un gran apoyo!