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Cap 6

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Después de supervisar todos los detalles del acondicionamiento para el área especial donde los generales marina se alojarían, Saga de Géminis llegó cansado a su templo, buscando tumbarse en la cama y obtener un poco de alivio. Sin embargo, al entrar a su habitación, los tristes ojos de su hermano le dieron la bienvenida, los mismos ojos que inmediatamente evitaron su mirada.

-¿Kanon?

El general terminó de tomar algunas cosas de la cómoda y se volvió dándole la espalda a quien le llamaba, para guardar los recién selectos objetos dentro de una maleta, al pie de la cama.

-¿qué sucede?

-Desde hoy me quedaré en el templo de Athena, mi estancia en el santuario será un poco más larga de lo originalmente planeado – comento con cierta indiferencia que no lograba engañar a su hermano- … no te importa si me llevo algunas de tus ropas, ¿cierto?.

Saga no necesitó contestar esa pregunta, Kanon podía disponer de todo lo que deseara y lo sabía muy bien, aunque estaba enterado de la llegada de los demás guerreros marinos, y era lógica la reunión entre ellos, no pensó que su hermano partiría ese mismo día. Lo que le preocupaba a sobre manera pues Kanon, no podía ocultarle el abatido y desconsolado cosmo que le rodeaba, el reflejo sin duda de su estado mental y emotivo. Algo le había pasado a su hermano.

Con pasos precavidos el santo dorado se acercó hasta su gemelo, y con cuidado levantó los brazos para rodearlo por la espalda y atraerlo contra él en un cálido abrazo. Los labios de Kanon dejaron escapar un resoplo cansado y se recargó contra el hombre que tímidamente se inclinaba hacia él, buscando rozar su mejilla con la propia, encerrándolo con más firmeza entre sus brazos.

-Kanon, deja el santuario marino y quédate conmigo… como el caballero dorado de géminis que también eres. – susurró al oído del menor depositando después un tímido beso.

-mmh… no puedo – contestó encogiéndose entre el abrazo –…no puedo estar lejos de él.

Tras aquellas palabras, Kanon deshizo el reconfortante enlace entre ellos y cerrando su maleta, avanzó hacia la puerta de la habitación, deteniéndose un momento para voltear a ver los ojos de su hermano y dibujando una sonrisa traviesa.

-además, sería interponerme entre tu francés y tu…-comentó divertido-… pelea por él Saga, estoy seguro que no le eres indiferente.

Un guiño pícaro y Kanon había desaparecido tras la puerta, dejando al dorado gemelo con dos grandes disyuntivas. La primera obviamente quien justo unos segundos atrás abandonaba la habitación. A pesar de la relación de amantes que llevaran, Saga seguía siendo el hermano mayor y no podía evitar preocuparse paternalmente por su gemelo; sobretodo sabiendo que sufría de un corazón roto y deseaba poder consolarle, pero entendía que por ahora Kanon prefería estar solo o ya se encontrarían sometiendo al mullido colchón a una más de sus noches de pasión.

La otra idea que rondaba su cabeza y siendo sincero otras partes de su anatomía, era el recién mencionado caballero de Acuario, haciendo que Saga sonriera al sólo ponderar la posibilidad. Su hermano tenía razón, no le era indiferente al acuador, lo había intuido cuando estuvieron a punto de besarse en los entrenamientos, y lo compró hacía a penas un par de horas, en esa misma habitación, cuando abstraídos de todo, se contemplaron como nunca antes lo habían hecho y regalándose suaves caricias.

Volviendo al plan original, Saga se quitó la camisa y se tumbó sobre la cama, con la esperanza de descansar un poco. Miraba fijamente el techo de su habitación perdido en la idea de volver a tocar al santo dorado, de volver a sentirle tan cerca de sí y talvez, lograr por fin probar esos labios finos.

Sin embargo, así como rememoraba al joven francés, no podía evitar el sentirse incómodo con un pequeño detalle. Uno de piel canela y ojos turquezas específicamente, que por más molesto que fuese, seguía siendo el principal "pero" para su completo avance hacia Camus.

La parte más depresiva de la mente del geminiano se activó, para mostrarle el panorama que ante sus ojos se abría. Si bien Camus gustaba de él, no podía engañarse con espejismos ilusos, él sabía perfectamente que el joven santo amaba al octavo caballero. Algo comprobado sin discusión, pues sin importar cada situación adversa a la que se enfrentaban, nada jamás había logrado terminar con esa relación.

Abatido, se giró sobre la cama hasta quedar tendido de costado, ponderando cuántas oportunidades realmente tenía de ganar el corazón del acuador, para su propia sorpresa y gracias a los oportunos recuerdos que le invadieron en ese instante sobre el día vivido, decidió que sin importar la probabilidad, lo intentaría.

Con aquella resolución en mente y una satisfactoria sonrisa, Saga de géminis se dispuso a dormir un poco, mañana buscaría al francés.

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Todo su cuerpo dolía profundamente y la cabeza la retumbaba como si mil elefantes cruzando sobre ella, sentía la boca seca y apenas si podía distinguir algo, pues sus ojos no dejaban de nublarse con esa incesante humedad. Gateando lentamente logró llegar hasta la cama y con dificultad tumbarse en ella buscando para su destrozada alma, algo de cobijo bajo las sábanas.

Estaba exhausto física y emocionalmente, lo único que deseaba era dormir, nada más. Perderse en la inconciencia el sueño y añorar que esta pesadilla terminara al amanecer, que la luz del día trajera con ella un poco de consuelo.

Camus cerró sus ojos, evocando la imagen de la única persona con quien quería estar.

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-Bien, si todo quedó claro pueden retirarse

Fue la sutil orden que la serena voz del dios de los mares emitió a sus siete generales marinas, quienes reunidos a su alrededor, habían escuchado la noticia de su compromiso, así como el protocolo que debían seguir durante la celebración que ese día se llevaría a cabo debido al enlace.

-Kanon, tú quédate – dijo antes que el mencionado abandonara el lugar.

Julián esperó a que los demás guerreros les dejaran a solas antes de volver a formular palabra alguna o reacción cualquiera. Durante esos segundos, el joven soberano se limitó a observar a su comandante en jefe, reflexionando en lo extrañamente callado y distante que había estado durante su pequeña reunión, cierto que Kanon no era precisamente un comunicador desinhibido o un expresivo líder si de los generales se trataba, pero ese inusual comportamiento, realmente habían intrigado al dios.

-¿está todo en orden Kanon?

-por supuesto señor, todo se ha dispuesto según sus ordenes.

-estoy seguro, por algo eres mi mano derecha pero… no me refería a la cena Dragón

-¿señor? – cuestionó confundido de la oración previamente expuesta por el joven, cuyo semblante no mostraba signo alguno de alteración.

-¿está todo en orden… contigo?

Los ojos del gemelo, se entrecerraron y sus cejas se fruncieron ligeramente, acompañando todo el gesto de interrogación que por un segundo su rostro ostentó. Aquella personal pregunta turbó la mente del general, el joven frente a él jamás le había hecho algún tipo de cuestión semejante a pesar de ser ya, varios años de conocerse.

Tras un par de segundos, el marina se aclaraba la garganta para poder ofrecer una replica a lo que su dios cuestionaba.

-S-sí señor… todo está bien.

-Bien - Fue la parca respuesta del peliazul celeste, a pesar que no creyó ni una sola de ellas, así que permaneció en silencio con sus ojos fijos en el imponente físico del Dragón Marino, estudiándolo.

Kanon estaba extrañado de la actitud del joven soberano, pero no dejaba de sostener esa escrutadora mirada, que exploraba cada parte de su anatomía lentamente. El silencio entre ambos hombres se acentuaba a medida que los minutos pasaban, el gemelo hechizado por la sola presencia de Poseidón, no se percató en que momento este se había levantado de su cómodo asiento y caminaba directo hacia él.

Cuando reaccionó, los penetrantes ojos oscuros de Julián estaban a una no muy considerable distancia de los suyos, instintivamente Kanon dio un paso hacia atrás, pero dada su posición, terminó tropezando y cayendo al sofá a sus espaldas. A pesar del súbito cambio de posiciones, ninguno de los dos separó los ojos del otro.

Un paso más y el joven dios ya se encontraba justo enfrente del general, posicionando sus piernas entre una rodilla del marina, apresándola entre ellas. El rostro de Kanon, generalmente inexpresivo, sereno y calculador, dejaba mostrar ahora su clara sorpresa y confusión ante la actitud del otro, que despiadado incrementaba ese actual estado en el gemelo, al sonreírle divertido por la situación.

La desconcertada mente de Kanon, no era capaz de producir un solo pensamiento coherente, siendo conciente únicamente de la mirada azul profundo fija en sus pupilas esmeraldas. Las cuales ahora presentaban una súbita dilatación, creada por la electrificante sensación que le provocó el suave roce de las yemas de Julián sobre su mejilla derecha.

Los labios del general se abrieron dispuestos a comunicarse, pero además de la nula respuesta en sus cuerdas vocales, un oscilante movimiento de cabeza por parte de Julián, desechó cualquier intento palabra del marino, cuya sonrisa no desaparecía de su rostro.

-Desearía que fuera diferente…

Murmuró el joven dios, bajando sus dedos lentamente por la tersa piel que en ningún momento dejaba de erizarse por el contacto, por fin se detuvieron en el mentón del peliazul, ejerciendo un poco de presión para guiarlo hacia arriba con cuidado.

-pero no se trata de deseos, sino de elecciones…

Esas palabras llenaron el corazón del marina de un inmensurable dolor, y un terrible vació le carcomió al sentir como aquellos cálidos dedos abandonaban su rostro tras una ultima caricia. Tan rápido como comenzó, todo contacto con el representante de Poseidón había terminado y ahora solo le quedaba observar la espalda de ese hombre que avanzaba lejos de él.

-ya puedes retirarte Dragón.

Kanon se levantó del sofá apretando los puños con fuerza, mientras se obligaba a si mismo a reprimir las molestas y traidoras lagrimas que amenazaban con delatarlo.

-como ordenes Poseidón

Fueron la cortés y fría despedida que el gemelo pronunció antes de dar media vuelta y volviendo a ese porte altanero tan característico de él, abandonó la habitación.

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Esa suave e insistente sensación le estaba haciendo volver de aquella confortable oscuridad en la que se había sumido. Además, aquel delicioso aroma le invitaba sutilmente a abrir los ojos para descubrir de donde provenía tan exótico olor, mezcla de ternura y calidez.

En verdad no quería hacerlo, pero desobedientes de su mandato sus ojos se abrieron.

-Hey…

Susurraron suavemente los labios del geminiano que se curvaban en un tímido gesto de bienvenida al semiinconsciente Camus, que abría y cerraba sus ojos tratando de enfocar a quien se sentaba a su lado arropándolo paternalmente y acomodando sus lacios cabellos con delicadeza.

-¿Saga?

-Por fin despiertas dormilón, me tenías preocupado sabes…

Malestar fue lo que llenó los finos rasgos de Géminis al notar como instantáneamente los azules ojos de Camus se llenaban de amargas lágrimas y en un segundo se ahogaba en sollozos entrecortados, que no hacían más que acentuar el dolor grabado en su bello rostro.

-¿Camus, qué suce…?

El mayor no pudo terminar su pregunta, pues fue abruptamente interrumpido al ser atrapado en el abrazo que el joven francés tenía alrededor de se cuello, mientras escondía en su pecho el desencajado rostro, el cual no podía dejar de humedecerse con el incesante llanto del santo, sumándose al preocupante cuadro, el temblor que recorría el cuerpo del acuador.

Saga no pudo evitar sentir su corazón encogerse ante el desconsolado chico, ni tampoco evitó rodearlo con sus brazos y atraerlo aun más contra sí, alcanzando su cabellera aguamarina para tratar de calmarle un poco y entonces conocer el motivo de dicha desesperanza.

Camus se aferró al geminiano, como un niño lo haría desesperado por no ser separado de los brazos de su padre.

El llanto de Acuario había cedido hacia un par de minutos. Saga recargaba su espalda contra la cabecera de la cama, desde donde podía ver a través de la única ventana de la habitación, cómo se diluía la luz vespertina poco a poco. Sobre su regazo una mata de cabellos verde azulados era la principal diversión de sus largos y finos dedos, los cuales se encargaban de enredar y desenredar esa melena lentamente. Logrando con tales acciones, que el dueño de dicha cabellera sintiera un completo aflojamiento de todo su cuerpo, sumiéndose en un estado de sopor y tranquilidad, que en verdad necesitaba.

Durante todo este tiempo, Saga se había dedicado a confortar silenciosamente al francés. No le había cuestionado nada aun, pero en su cabeza buscaba el motivo que pudo provocar la inesperada reacción de la cual joven acuador, había hecho gala. ¿Qué pudo haberle pasado, cómo para encontrase en ese estado? Tenía que saberlo, pero Saga trataba a toda costa de mantenerse tranquilo y ocultar su clara preocupación.

Preocupación que inició hacia dos días cuando fue en su búsqueda tras su inasistencia a los entrenamientos, encontrándole sumido en una terrible fiebre, lastimado y en inconciente delirio. Desde ese día, Géminis no se separó de su lado, cuidándolo y atendiéndolo día y noche hasta que por fin la fiebre cedió y el joven caballero había despertado.

Pero ahora se encontraba con otra interrogante, gracias a las pocas palabras que Camus había dicho entre su incontrolable llanto, como un "tengo miedo" o un "no me dejes solo", cada vez que el gemelo intentaba separarle un poco de sí y ver el rostro del santo.

Un suspiro cansado evidenció la índole de pensamientos que se revolcaban en su cabeza, aquel sonido rompió con el silencio de la habitación e hizo que Camus abriera de nuevo los ojos, y como avalancha de flachazos vinieron a su cabeza las crueles palabras de Milo y sus acciones. Un escalofrío recorrió el cuerpo el acuariano obligándolo a incorporarse de inmediato, tomando lugar justo al lado de Saga mientras retraía sus piernas al pecho abrazándolas con fuerza.

Saga, desconcertado por el súbito cambio de posiciones y obvia posición auto defensiva del otro, alcanzó su mano hacia una de las de Camus, logrando sin mucho esfuerzo y para su propia sorpresa, entrelazar sus dedos con los del joven francés. Quien levantaba el rostro tímidamente, mostrándole al peliazul un adorable sonrojo y unos suplicantes ojos.

-Tranquilo, todo estará bien

Camus asintió levemente y de nuevo se dejó caer contra el cuerpo de Saga, esta vez, apoyando su cabeza en el hombro del mayor, sintiendo inmediatamente la reconfortante presión de la mejilla del geminiano contra su frente.

-no quiero volver a velo… no quiero tenerlo cerca… ¡¡no quiero ni recordarlo siquiera! – dijo Camus con odio y dolor mezclados en su voz.

-no lo harás…-susurró el otro con ternura-

Saga permaneció callado un par de segundos más, no necesitaba preguntar a quien se refería el aturdido joven. Los celos, la impotencia y los deseos de venganza se despertaron en el Santo dorado, mientras permanecía solo dando como muestra de su atención, un ligero apretón a esa mano entre la suya junto al roce de su pulgar contra el de Camus.

Quien de pronto se encontró siendo abstraído de su confortable refugio que era el cuello del geminiano, por la otra gentil mano de Saga que lentamente levantaba su mentón para encararlo. Se miraron fija e intensamente, ambos sabían y ansiaban lo que era ya inevitable, lo que tanto necesitaban.

Camus cerró lentamente los ojos al sentir los labios de Saga rozar los suyos en un suave contacto, el cual inmediatamente se repitió con mayor seguridad, con mayor intensidad y con mayor dulzura. Ambos movían sus bocas con sincronizidad perfecta, se compenetraban, se necesitaban pero ninguno parecía exigir más.

Saga rompió el contacto con la misma suavidad que lo inició, acariciando la mejilla del nuevamente sonrojado caballero de acuario con ternura, mientras miraba los tímidos ojos azules del otro.

-…no dejaré que te lastime de nuevo – sentenció con inusitada frialdad en su voz.