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CAP 7.

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La noche por fin gobernaba el cielo nocturno en el santuario sagrado. Todos los invitados a la ceremonia de compromiso, podían sentir el tenso ambiente entre algunos de los presentes. Saori no dejaba de apreciar el distanciamiento de Julián, envuelto en una perfecta capa de fría cortesía. Los generales marinos notaban la ausente presencia de Kanon, que no había pronunciado palabra alguna en toda la noche y sólo se limitaba a beber de su copa de vino, con cara de pocos amigos.

Los dorados por su parte, estaban confundidos de ver a un Camus completamente distante de Milo e inseparable de Saga; además se encontraban alertados por las constantes miradas de odio entre el caballero de géminis y el octavo dorado, eso sin mencionar los reflejos de cosmo con el que se habían estaban atacando, toda la noche.

-Caballeros, si me disculpan – la voz de Athena hizo volver la cara a casi todos los presentes para atenderle-… es tiempo que me retire, les agradezco a todos su presencia aquí, continúen disfrutando de la velada.

Tras aquellas palabras, la joven se levantó, seguida de inmediato por la veintena de caballeros que se encontraban en el lugar, como señal de respeto. Julián tomo la mano de la chica y ambos se encaminaron hacia el interior del templo; de soslayo el joven príncipe de los mares, trató de observar la reacción de su general marina, encontrándose con sus dolidas esmeraldas clavadas en él.

Cuando Kanon los perdió de vista, se dejó caer pesadamente en su lugar, tomando de inmediato la copa que había sido su compañera toda la noche y la llevó a su boca, bebiendo el licor ahí contenido.

Varios de los presentes, comenzaron a retirarse también, mientras que otros permanecían en el lugar, mas ya no sentados alrededor de la gran mesa donde se había llevado a cabo la cena. No tardó mucho para que la tensión entre Milo y el caballero de Géminis dejara de ser una inarticulada hostilidad y ahora, todos fuesen testigos de su pequeña batalla. Que iniciaba al intentar el escorpión acercarse a un Camus que con sólo verle, encendía su cosmo amenazante.

-Aléjate de él – sentenció Géminis colocándose a un lado del francés.

-Vaya, pero que tenemos aquí¿hm? –siseó el escorpión- desde cuando eres el perro guardián Camus.

-Milo…-intervino desde su lugar un amenazador general marina.

El griego volteó el rostro y se encontró con la esmeralda mirada de Kanon que levantándose de su lugar, se encaminaba hacia ellos; deteniéndose sólo a un par de metros mientras se recargaba en una columna.

-perdiste bicho, acéptalo y retirare con algo de dignidad.

-¿perder?... ¿contra Saga? –Dijo burlón-… si tu hermano quiere recoger las sobras de lo que como, por mi está bien.

-¡Eres un infeliz bastardo, Escorpión! – gruñó el gemelo mayor apretando su puño dispuesto a borrarle de un golpe esa sonrisa sarcástica del rostro, pero Camus lo detuvo negando con la cabeza.

-Hn!...por favor, a mí no me engañas con eso… – replicó Kanon resoplando divertido– de todos los presentes aquí, soy el único que puede hacer una comparación entre mi hermano y tú, y Milo… -los labios del marino se curvaron en una burlona sonrisa-… no me extraña que Camus te cambie, tu no eres nada frente a un hombre como él.

Las reacciones de los presentes ante tal comentario no se hicieron esperar, algunos mostraron sorpresa, otros no sabían bien ni que decir y algunos más, soltaron sonoras risas y carcajadas ante la implicación que Kanon había soltado.

El escorpión frunció el seño furioso, y llamó de inmediato a su famosa aguja, Kanon no perdió su expresión irónica, ni movió un solo dedo que indicara nerviosismo por el presunto ataque del griego. Pero algo lo hizo desistir, y sus ojos se viraron al tercer caballero que lo miraba con verdadero odio. Milo asintió a lo que pareció una plática entre ambos, antes que otra voz se dejara escuchar.

-Lárgate Escorpión – dijo Camus con voz parca y autoritaria

-Esto no ha terminado Acuario – respondió el espartano – nos volveremos a ver.

Milo se alejó del lugar, sin decir nada más, ignorando las aun constantes risas tras de sí.

Al desaparecer el santo, los demás concurrentes volvieron a juntarse en pequeños grupos, mientras otros más emprendían también su camino a sus respectivos dormitorios.

De entre los presentes que aun permanecían en el lugar, el general de dragón marino era uno. Regresó a su mesa en busca de su amiga de cristal y volvió a sumergirse en un par de tragos más antes de sentir una mano cálida en su hombro. Kanon no necesitó voltear para saber a quien le pertenecía aquella reconfortante caricia.

-Necesito hablarte – pronunció con suavidad pero imperativo tono la voz de su hermano.

Kanon tomó el último resto del líquido tinto y se levantó dejando la copa al lado. Se giró para encontrarse con la espalda de su gemelo alejándose y avanzar hacia un apartado punto del atrio, seguro de que él estaría siguiéndole. Una leve sonrisa apareció en su rostro. Definitivamente Saga le conocía muy bien.

Cuando le alcanzó, el menor de los gemelos notó como su hermano se aseguraba que, a pesar de la distancia en la que se encontraban, aún pudiera mantener contacto con el joven caballero de Acuario. El general no pudo evitar sentir envida de aquel muchacho; quien en días pasados, había tenido la completa atención de su hermano, mientras él fue relegado a un segundo plano.

-¿Por qué dijiste eso? – esa pregunta lo sacó de sus meditaciones.

-¿Sobre el bicho?…-se aseguró antes de responder-… porque es cierto.

-¿ustedes dos…? …¿cuándo?

-¿Acaso importa Saga?- contestó encogiéndose de hombros-… olvídalo ya, no tiene importancia.

El mayor lo miro con aquellas profundas esmeraldas llenas ternura, y mantuvo un tímido silencio mientras contemplaba la figura de su hermano y sus huidizas pupilas, que por algún motivo parecían reacias a encontrarse con las suyas. Él sabía lo difícil que había sido para su pequeño hermano soportar toda la parafernalia de esta ceremonia; y sabía también que a pesar de esta actitud despreocupada estaba un agonizante corazón.

-No lo hagas…

-¿Qué cosa Kanon? – cuestionó algo confundido ante la súbita petición.

-No me mires como si te compadecieras de mí, no necesito esto Saga…-replico dolido recordado su encuentro con su dios- …no de ti.

Saga se acercó el par de pasos que le separaban de su hermano y lo abrazó con fuerza, mientras sentía como el marino se encogía entre sus brazos y buscaba protección contra su cuello, tratando de ahogar los sollozos que comenzaban a ser el único sonido a su alrededor. Saga cerró los ojos y recargó la cabeza contra la melena azul profundo de su hermano, pensando en que daría lo que fuera por poder consolarlo.

Sin embargo, se sorprendió a sí mismo, cuando al sentir un tierno beso en la piel del cuello, un escalofrío le recorrió, junto a la necesidad de separarse de Kanon.

Ante la confundida mirada esmeralda del menor por el súbito movimiento, Saga sólo fue capaz de pronunciar dos palabras.

-Lo lamento…

"Desearía que fuera diferente, pero no se trata de deseos, sino de elecciones"

Aquellas palabras resonaron de nuevo en la cabeza del general marino, tras escuchar la disculpa de su hermano. El semblante de Kanon se arrugó en una sincera mueca de dolor, y sus pupilas verdes se llenaron de traicioneras lágrimas que se negó a dejar escapar; pero que acentuaban lo profundo que le había herido tal rechazo.

Con cuidado se deshizo de los brazos que aun le sujetaban, y se volvió, dándole la espalda al dorado, mientras intentaba contener el mar agitado de emociones que estaba azotándolo por dentro.

-Camus y… - trató de explicarse

-No es necesario que me digas nada, Saga… -interrumpió-… Yo ya lo sé

-Encontrarás a alguien más.

Kanon resopló en un intento de reír ante tal absurda idea, volviéndose para enfrentar a su hermano.

-¿y quien sería?... –preguntó-… aparte de Julián, eres al único a quien le entregaría mi corazón… te amo Saga –suspiró- Hn¿curioso no?…

-¿Qué es curioso? – preguntó el gemelo con extrañeza

-que a ti también te haya perdido.

-Kan…

-No…-dijo acercándose al geminiano y tomando su rostro entre las manos- entiende esto… yo te amo y por sobre todas las cosas, quiero tu felicidad… y sé que para ti, Camus lo es… así que por favor Saga… se feliz.

No hubo tiempo para replicar nada. El general marino se inclinó para dejar un último beso en los labios de su gemelo, de su mejor amigo y con ello, despedirse suavemente de su amante. Y así dejar en su lugar, lo único que tendría de ahora en adelante… a su hermano.

Cuando las cálidas manos de Kanon abandonaron su rostro, Saga sintió como una gran parte de su alma era arrancada y se desvanecía lentamente junto con la figura de su gemelo, que se alejaba de él sin mirar atrás, mientras se adentraba al templo del patriarca.

-¿Saga? – la voz de acuario le regresó a la realidad

El geminiano lo miró callado, notando la preocupación en los azules ojos de Camus. Le sonrió y asintió levemente antes de tomar la mano del jovencito y entrelazar sus dedos, para de esa forma indicar sin palabras que la hora de retirarse había llegado.

Camus observó el semblante triste del geminiano mientras bajan las escaleras que los llevarían a sus casas. Su caminar era lento y Saga no había mencionado palabra alguna, desde que lo encontró en atrio del templo principal; pero era obvio para él, que lo que sea que habló con Kanon le afectaba más de lo que intentaba ocultar.

Al llegar al onceavo templo, ambos caballeros se quedaron de pie en su interior uno junto al otro sin decir nada, cada uno pensando en los acontecimientos que los habían traído hasta este momento. En como horas antes, tras aquel primer beso habían acordado, aun sin palabras, que deseban estar juntos.

Camus sintió un escalofrío recorrerlo; aunque no quisiera, no puedo evitar pensar en Milo y lo que había pasado entre ellos. El anhelaba estar con Saga, no tenía duda de ello. Pero debía admitir que tenía miedo; sentía un profundo miedo de no ser capaz de corresponderle, de sentirse congelado por los recuerdos del trato que recibió, de… de no lograr llenar el lugar que recién dejaba Kanon.

Camus cerró los ojos con fuerza, e inconscientemente apretó la mano del Saga, al recordar la imagen de los gemelos en la tercera casa.

Saga giró el rostro para ver al joven peliazul. No ocultó una sonrisa al verle, era hermoso, ese ligero rubor en las mejillas le sentaba muy bien. El gemelo dejo escapar un suspiro y jaló al joven hacia él, rodeando su cintura con los brazos para apegarlo a su cuerpo en un abrazo. El acuador se sobresaltó ante el repentino cambio, pero de inmediato, su figura encontró cobijo y acomodo ente el pecho del otro. El tranquilo palpitar del corazón de Saga, pronto lo ayudó a relajarse y a olvidar sus previos temores, sorprendiéndose a sí mismo de sentir, que entre los brazos de este hombre nada podía preocuparle; pero más aún, el entender en este preciso instante, lo mucho que lo había necesitado.

Una suave caricia en la mejilla por parte del gemelo, hizo erizar la piel del acuador por el fino toque; como si fuese sutil aire el que recorría sus facciones y con gentileza le invitara a levantar el rostro para encontrarse de frente con las esmeraldas de Saga, completa y absolutamente dedicadas a él.

-¿Puedo quedarme esta noche?

Fue la sencilla pregunta que susurró, un tímido permiso que solicitaba al joven entre sus brazos. Los labios del dorado de géminis, se curvaron en una sonrisa al ver como las mejillas de Camus volvían a pintarse de un suave sonrojo y antes que el joven pudiera reaccionar, Saga se inclinaba sobre él para asaltar los labios del acuador en un profundo beso.

Camus suspiró débilmente y sintió como su cuerpo prácticamente se derretía junto a él. El beso de Saga era tan dulce, tan delicioso, tan infinitamente más erótico de lo jamás había experimentado. Acuario estaba consumido por ello, perdiendo por completo todo sentido de lo que ocurría a su alrededor, únicamente conciente de los suaves labios que lo besaban.

Aquella sensación lo abrumaba, le hacía sentir que estaba en medio de un incendio, le estaba quemando por dentro; pero su cuerpo y su mente sólo podían desear por más. El corazón de Camus aceleró su latido cuando, tras abrazarse a su cuello, Saga también movía los brazos para juntar aun más sus cuerpos y deslizaba su tibia lengua en la boca del acuador, intensificando el beso.

El joven francés se rindió a la invasión, que tanto el calor de Saga como su sutil seducción estaban realizando sobre él. No se dio cuenta de en que momento caminaron, fue sólo hasta sentir la suavidad de su cama recibirle, que se percató del cambio de escenario.

Saga se acomodó lentamente sobre él, dando por terminado aquel baile entre sus labios. Camus profirió un leve gemido de disgusto ante tal abandono, pero se vio recompensado con creces al encontrarse de nuevo bajo la incitante y esmeralda mirada de géminis.

-¿Quieres que me detenga? - susurró

-No…

La visión de un Camus jadeante tras ese beso y dándole el permiso de ir más allá, fue demasiado para el siempre controlado caballero dorado; que en este momento, realizaba uno de los tantos sueños que había tenido con él. Saga había deseado probar la blanca piel del francés, por tanto tiempo ya, había deseado sentir su calido aliento, escucharle llamarlo pidiendo por más de sí mismo, que ahora, al tenerlo por fin entre sus brazos; se sentía incapaz de contenerse y sólo tomarlo de una vez.

Pero, aunque el joven peliazul no había mencionado nada con explícitas palabras, él comprendía o al menos creía intuir, lo que el desgraciado escorpión fue capaz de hacerle. Más él se encargaría de borrar tal recuerdo.

Fijando sus ojos en los de Camus, Saga comenzó a inclinarse de nuevo sobre él; su cálido aliento no era más que un susurro contra la tersa piel del francés, mientras iba dejando una serie de besos a través de su mandíbula; al mismo tiempo que comenzaba a mover una de sus manos para abrir los botones de la oscura camisa que portaba esa noche y dejar a sus dedos, entrar en contacto con abdomen.

Camus echó hacia atrás la cabeza, al sentir como los labios de Saga iban bajando por su cuello y un delicioso escalofrío le recorrió, cuando la húmeda lengua del geminiano apareció, dejando una delgada línea de saliva tras de sí, mientras bajaba cada vez más, hasta que Camus no pudo mas que gemir suavemente por tal atención.

Cada roce, cada ardiente caricia… todo lo que Saga estaba haciendo, mandaban devastadoras ondas de placer en su cuerpo, tanto que para Camus, era sorprendente que pudiera recordar como respirar entre tantas sensaciones.

Muy pronto, el marcado torso del joven acuador daba la bienvenida a las inquietas manos de Saga, que con sutiles movimientos lograban deshacerse de la estorbosa camisa. Sus largos dedos decidieron explorar cada centímetro disponible de piel, que gritaba su entera perfección, se dedicaron a memorizar cada línea y forma de sus músculos y a sentir, como aquel cuerpo debajo de él, respondía ante sus caricias.

Camus no sabía cómo, pero las delicadas manos de Saga parecían estar por todo su cuerpo, haciendo que su corazón palpitara sin sentido, y su respiración fuera ya un constante jadeo; y aunque estaba siendo bendecido por tales atenciones, Camus también deseaba sentir la piel del peliazul, en contacto directo con la suya; más que desearlo lo necesitaba.

Los brazos del acuador que habían permanecido casi inertes, buscaron liberarle de la prisión textil que envolvía el cuerpo del mayor, en un desesperado ataque.

Saga sonrió ante tal actitud, y le permitió vagar por su pecho a placer, cuando este fue expuesto ante los azules ojos del acuador. Un bajo gemido dejó la garganta del gemelo, cuando las manos de Camus comenzaron a acariciarle de una manera más provocativa. La combinación de sus suaves dedos recorrer su piel y la mirada que portaban sus ojos al observarle; hicieron que Saga peleara contra su instinto y no tomar al joven en ese momento y proclamarlo como suyo. Su deseo por el acuador era tanto que se sentía doloroso, mientras Camus aumentaba la demanda de sus caricias hasta hacerle sentir que enloquecería.

Otro gemido y un movimiento de caderas, hizo que Camus se sintiera electrificado por miles de voltajes placenteros que recorrieron su cuerpo, cuando la erección de Saga se encontró con la suya; respondiendo a ello, al elevar su pelvis y frotarse contra el cuerpo del mayor.

Camus no supo en que momento fue liberado de su pantalón, ni como hizo Saga para deshacerse del suyo sin dejar de abrumarlo con sus besos y caricias; pero cuando sintió cómo el gemelo se abría paso entre sus piernas, una ola de temor se apoderó de él. Géminis notó la tensión en el cuerpo del francés y detuvo todo movimiento para enfrentar de nuevo a los zafiros del jovencito.

-¿Quieres que me detenga?

Saga cuestionó de nuevo, con voz suave y sorprendentemente tranquila para su excitada situación; Camus miró aquel profundo mar esmeralda, divisando en esos ojos, que sí afirmaba a tal pregunta, no habría duda que Saga se detendría y respetaría su decisión. El joven francés sonrió mientras levantaba la cabeza lo suficiente como para alcanzar los labios de géminis y besarle con pasional devoción.

-No Saga, no quiero que te detengas… ¡quiero que me toques!

No hubo más dialogo entre ambos, no lo necesitaron para comprenderse. Camus asaltó de nuevo la boca del gemelo que se entregó por completo al beso que le era demandado; mientras el acuador abría sus piernas para recibir al hombre que sabía amaba por completo.

Con cuidado y lentitud, tras previa preparación, Saga se introdujo en el cuerpo de Camus. Un ahogado jadeo acompañó tal acción; la sensación era aun mejor de lo que jamás imaginó y podría vivir para siempre en ella. Acuario gimió por el éxtasis que crecía dentro de él al ser llenado por el geminiano, jamás pensó que su cuerpo podría embonar a tal perfección con el de Saga.

Sus cuerpos comenzaron un rítmico balanceo que fue incrementando su movimiento a medida que el calor dentro de ellos los consumía, ninguno espero sentir jamás las maravillosas sensaciones que experimentaban al estar juntos, amándose de esta forma.

Tras una certera embestida de Saga, el joven acuador pudo sentir el mayor placer que creyó posible, al ser colmado de la cálida esencia del geminiano. Ese sólo pensamiento fue suficiente como para hacerle a él también alcanzar el clímax y liberar su propia tensión y deseo, acompañado de un potente gemido.

El reconfortante peso del cuerpo de géminis cayó sobre Camus y permanecieron así un par de minutos mientras lograban recuperarse del éxtasis compartido. Saga salió del joven peliazul con cuidado y se tumbó a su lado para descansar, mientras acuario se acomodaba sobre su pecho, dispuesto a mantener contacto con ese hombre que le abrazaba tiernamente y dejaba un beso en su frente.

No pasó mucho tiempo para que ambos cayeran presa del sueño y se sumergieran en él, satisfechos y confiados de que habría más noches así de ahora en adelante.

Con el primer rayo de luz, Saga de géminis se levantó de su cómodo lecho y admiró la figura semidesnuda que se abrazaba a la almohada en la que hasta hace unos minutos descansaba. Una sonrisa apareció en sus labios al escuchar a Camus murmurar su nombre entre sueños y tras regalarle una tenue caricia en la mejilla abandonó la onceava casa.

Tenía un asunto que arreglar con cierto dorado, antes de volver a los brazos del joven peliazul.

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continuará...

AnnaLi, Shadi, Sher Jo, LilltePandora, AquariusNoKari... Mil gracias por los reviews, espero que les guste este capitulo.