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CAP. 8

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Otra vez.

Esas molestas cosquillas en la punta de su nariz y alrededores de su rostro le estaban sacando de su mundo de inconciencia donde había dormitado tranquilamente por talvez un par de horas. Las sintió de nuevo y entre sueños bufó molesto, ¿de dónde demonios salían y porque la insistencia de traerlo de vuelta?

Aun sin abrir los ojos Kanon se removió en la cama hasta quedar tendido completamente sobre su espalda, levantó las manos y restregó su rostro para tratar de sacudir el último rastro de sueño de su cabeza. Se incorporó y pudo notar entonces que la intensidad de la luz no era mucha, y eso sólo le indicaba que la madrugada recién pasaba hacia unas horas. Lo segundo que notó con mucho menor placer que su forzado despertar, fue el terrible dolor que azotó su azul cabeza.

-Maldita resaca…

-Me sorprende que sea solo una resaca, considerando todo lo que bebiste.

La cabeza de Kanon giró en una milésima de segundo, asustada al escuchar otra voz provenir de su costado, encontró al dueño de tal comentario sentado sobre el sofá a un lado de su cama con una expresión divertida en el rostro; más la previa acción trajo consigo otro nuevo malestar haciéndole llevar su mano hacia la sien y sujetarla con fuerza, tratando de evitar el punzante dolor.

Los esmeraldas ojos de Kanon miraron desconcertados al regente marino; la lentitud de su mente para descifrar que hacía el joven en su habitación y sonriéndole de sensual manera, no solo era causa del efecto etílico que aún aturdía su cuerpo, lo era también sentir el cosmo del jovencito cosquillearle la piel con suavidad.

De acuerdo, eso contestaba el qué le había despertado, lo que aun no comprendía era el porqué de la presencia del joven. Se percató que todo a su alrededor estaba tranquilo, sintió los seis cosmos de los demás generales y todos permanecían casi imperceptibles. Seguían dormidos.

Al no distinguir algún peligro inmediato Kanon se aventuró a concluir lo más obvio, el joven dios le tenía alguna misión por atender.

-Buenos días… ¿Necesita algo, señor?

-Sí… -respondió Julián con voz baja mientras se levantaba y caminaba con premeditada lentitud hacia su general marina, cuyas cejas se juntaban al centro de su rostro, hablándole de la confusión que le creaba su actitud.

Poseidón sonrió aun más cuando tomando por sorpresa al dragón marino, se inclinó hasta rozar su nariz con la propia mientras se acomodaba junto a él sobre la cama, quedando a muy corta distancia del gemelo; el joven dios trató de alcanzar una bronceada mejilla con sus dedos pero fue abruptamente detenido por Kanon al sujetar su mano con fuerza, alejándole de su piel.

-¿En qué momento pasé de ser un general a tu diversión del momento? – confrontó molesto el marino, clavando sus intensos ojos en los del dios y desafiándolo con ello.

La fuerte personalidad de Kanon era algo que Julián siempre admiró del general, ese carácter y altivez le hacían erizar la piel, su elegante porte y el perfecto cuerpo le habían hecho tener más de un sueño húmedo. Y ahora que lo tenía a centímetros frente a él, con esos penetrantes ojos verdes fijos en los suyos, demandándole y tratándole como nadie jamás lo haría o atrevería a hacerlo más que él; saberse dominado por aquel hombre era lo que le atraía tanto de Kanon.

Julián sonrió mostrando la perfección de su dentadura, antes de ocultarla de nuevo cuando en un inesperado movimiento cerró la distancia que le separaba del general y comprobaba satisfecho el delicioso sabor de los labios del dragón marino.

Kanon reaccionó casi instintivamente ante el asalto y respondió al beso que Julián le demandaba con inusitada tranquilidad, para su propia sorpresa. Jamás pensó que ese sería su comportamiento cuando lograra tener la boca de jovencito a su disposición. Aunque, jamás creyó que lograría siquiera rozarla.

El dios marino emitió un gemidito de protesta cuando Kanon se apartó de él y volvió a mirarlo con frialdad y enfado.

-¿A que estás jugando Julián?... ¡¿Qué demonios es lo que quieres!

-Quiero tus manos sobre mi cuerpo Kanon… - contestó en un susurro acercándose de nuevo al general marino que fue paralizado al sentir como su organismo reaccionaba a tan incitante voz y por supuesto, a la insinuación que traían esas palabras.

Un segundo después y volvía a sentir los labios de Julián cerrarse sobre los suyos, pero esta vez no hesitaría en responder. Kanon alcanzó entre las manos el rostro del joven dios y lo atrajo más intensificando el contacto de sus bocas mientras atrapaba en su garganta, un ahogado gemido que Julián exhalaba.

El joven dios no dudó en llevar sus manos a la camisa de su general y abrirla de inmediato, para deleitarse con la bronceada piel de su abdomen y los marcados músculos que portaba. Sus dedos recorrieron los costados subiendo y bajando desesperados y anhelantes de esa suavidad táctil que sentía en las yemas; mientras era literalmente arrastrado a subir a la cómoda cama y recostarse en ella con el peso del cuerpo de Kanon sobre sí.

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Gruñó más que molesto, estaba de nuevo en el rocoso suelo.

Sabía que sería difícil ganarle, pero por Athena!… nunca creyó que sería TAN difícil. Llevaban ya cerca de una hora o más peleando con sus mejores movimientos y Milo no había logrado conectar ni un solo verdadero y perjudicial golpe en Saga. Un labio roto, algunos arañazos y raspones, hematomas por el cuerpo y quizá un ojo morado, sería lo único que indicara que el geminiano había tenido algún enfrentamiento y por los mismo, se sobre entendería que no fue trascendental.

No había logrado siquiera que rompiera esa aparente calma que le rodeaba al atacar.

Se levantó de nuevo y encaró al geminiano, escupió la sangre que se acumuló en su boca por el previo golpe y se preparó de nuevo para otro asalto, y aunque le llevara la vida en ello esta vez haría que Saga fuese quien tragara tierra.

Milo concentró una intensa cantidad de rojiza energía en su mano y miró triunfante al geminiano, quien alertado por la inesperada recuperación del griego, aumentó de igual forma su cosmo y se preparó para bloquear el ataque y terminar de una vez con esta pelea.

Ambos se lanzaron uno contra el otro decididos a dar el último golpe y ganar la batalla, sus cosmos chocaron con descomunal fuerza haciendo que la onda expansiva recorriera por completo el santuario.

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-ah!... Kanon!… - la voz quebrada de placer con que Julián le llamaba, hacían que el general marino sonriera divertido, mientras aceleraba el ritmo que su boca tenía sobre el miembro del joven dios; sabía que pronto llegaría al clímax, no sólo por las aceleradas respiraciones que emitía, ni por los tirones de su cabellera. Lo sentía en la descontrolada forma en que el cosmo del joven aumentaba y bajaba de intensidad.

Julián frunció el seño enfadado al sentir como esa atención que lo estaba volviendo loco, se detenía y era abandonado de pronto por esa cálida boca. Levantó la cabeza para ver al peliazul, pensando que este sería otro de sus vengativos juegos, pero por la expresión que su rostro portaba, el general marino estaba desencajado.

Un segundo después supo el porque, al sentir una onda de choque entre dos poderosas cosmoenergías que se expandía por el santuario. Una de ellas, la reconoció de inmediato.

-Saga… - pronunció el gemelo alterado, levantándose de inmediato de la cama.

-¡KANON! – la voz autoritaria y molesta de Julián detuvieron en seco la carrera del general que ya alcanzaba la puerta de la habitación.

-¿A dónde crees que vas?... No te atrevas a cruzar esa puerta dejándome así… dejándome a MÍ…

-Tengo que ir. –contestó con seguridad imponiendo su voz a la del dios, que resopló molesto y se levantó también de la cama.

-No te estoy preguntando Kanon… te quedas y termina lo que estabas haciendo.

-¿Es eso una orden directa… Poseidón? –siseó molesto girando el rostro para encarar al otro, mostrando una mirada que logró atemorizar por unos segundos al jovencito, haciéndole recordar que frente a Kanon, eso era precisamente un niño.

-Sí, si es una orden. – aseguró tras aclararse la garganta.

-Yo no condiciono mis caricias a tus ordenes Julián, esas no vienen con la armadura…-respondió afilando aun más la mirada-…yo decido a quien darlas y ahora, no es a ti a quien deseo y necesito tocar… - concluyó retándolo con la mirada a que se atreviera a detenerlo, después dándole la espalda salió del lugar dejando tras de sí a un molesto pero temeroso dios, quien jamás pensó, que los ojos de dragón marino fueran capaces de transmitir tal poder.

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Aquel golpe de energía lo despertó del tranquilo sueño en el que descansaba, pudo reconocerlas claramente, pudo sentir como se enfrentaban y como desaparecían, al grado de ya no sentirlas más.

Camus corría desesperado escaleras abajo, quería llegar al lugar donde se encontraban y por primera vez aquella velocidad de la que tanto hacían gala los dorados, le parecía una habilidad en extremo sobreestimada.

Cuando por fin sus piernas lograron llevarle al sitio de la batalla, lo primero que sus ojos le mostraron fue a sus otros compañeros, algunos que habían llegado antes que él, alrededor de los cuerpos. Se acercó temeroso, no sabiendo exactamente a donde dirigirse, sus ojos viraron a su lado izquierdo, donde se encontraba sostenido por los brazos de Aioria, un sumamente lastimado Escorpión.

Camus se llevó la mano a la boca tratando de evitar que algún sonido saliera de ella, el aspecto de Milo era impactante, sus ojos se llenaron de lagrimas instantáneamente, no podía quitar la vista del lastimado cuerpo; si no fuera porque alguien se acercaba a él y le sujetaba por los hombros, informándole que estaba aun con vida, no podría evitar el pensar que miraba un cadáver.

Se agachó a su lado y acarició su mejilla suavemente, como si quisiera confirmar con ello que ciertamente el joven no moriría. Sintiendo que sus ojos se atestaban de lagrimas que quemaban al bajar por su rostro.

-¿Qué haces? No es conveniente moverlo… ¡Kanon!…- Camus reaccionó al escuchar la preocupada voz de Shaka, hablarle al marina y en un segundo recordó que el de Milo no fue el único cosmo que sintió explotar.

Se levantó de inmediato y giró para ver como el hermano de Saga terminaba de incorporarse, sosteniendo entre sus brazos a su inconsciente gemelo; el rostro del general era sombrío y sus ojos no se despegaban ni un segundo del inerte cuerpo que cargaba.

Dio temerosos pasos hasta alcanzarlo, sus ojos azules ahora estaban fijos sobre la figura del santo de géminis. Sintió su corazón latir con rapidez y su respiración quedó suspendida; Saga no se veía en tan mal estado como Milo y sin embargo sus sentidos se encontraban embotados ante la constante punzada en su pecho, que parecía ya saber, que la condición del peliazul era aun más seria que la del escorpión.

Nuevas lágrimas salieron de sus ojos, una tras otra empapaban su acongojado rostro y su cuerpo temblaba temeroso de que le confirmaran sus presentimientos.

-Saga… - susurró pesadamente con la voz quebrada, intentando rozar el rostro del mayor con sus dedos.

-No te atrevas a tocarlo…- Kanon sentenció con evidente furia reprimida en su voz, alzando sus esmeraldas en advertencia al acuariano, que se quedó atónito al ver esos ojos casi taladrarlo con un profundo odio.

-K-Kanon… pero… qué…

-Yo me ocuparé de mi hermano… vete a cuidar las heridas de tu querido escorpión y ruega a Athena que Saga este bien…- comentó con furia y amargura-… juro que no habrá dios en este mundo que los salve de mí si llego a perderlo.

Tras esa clara amenaza, que dejó a más de un dorado desconcertado y temeroso por la firmeza de sus palabras, Kanon se retiró del lugar seguido únicamente por el joven virgo.

Camus permaneció congelado en su lugar, como si sus pies estuvieran hechos de plomo impidiéndole caminar. ¿Qué había sido eso?... ¿Por qué la actitud del gemelo?... ¿porqué lo alejaba de Saga?

Escuchó ruidos tras de sí y giró el cuerpo.

-Milo… - Camus reaccionó tardíamente a sus previas acciones, entendiendo entonces las acciones de Kanon; el aproximarse al joven santo en lugar de correr hacia el gemelo se ganó el resentimiento del marino, que entendió su movimiento como una predilección por el octavo santo.

-Está bastante mal… lo llevaré a su templo, tenemos que atenderlo rápido… – dijo Aioria, con evidente preocupación.

-Será más rápido si los transporto yo – contestó Mu, posando sus manos en los cuerpos de los otros dos y en un instante desaparecieron.

-Camus…- escuchó que le llamaban-… vamos hay que seguirlos

El acuador se dejó guiar por Aldebarán, que en un sentido literal lo empujaba para avanzar pues pareciera que el joven francés estaba perdido en sus pensamientos y no acertaba a actuar por cuenta propia.

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Entró a su habitación agitado, se encaminó a la cama y depositó con cuidado el inerte cuerpo de su hermano en ella, sentándose a su lado comprobó otra vez lo débil de su pulso. Furioso e impotente, ahogó un gemido de protesta.

-Krishna…- murmuró encendiendo su cosmo-… necesito que vengas…

-Kanon…

El aludido levanto la cara para ver al rubio de largos cabellos acercarse y tratar de convencerlo de llevarlo con Shion, pero el gemelo se negó rotundamente y en más de una ocasión le solicitó que se retirara. Pero Shaka no lo hizo.

-¿qué sucede Dragón Marino? – pronunció la serena pero gruesa voz de Krishna de Krisaor, que entraba a la habitación del general con rapidez tras unos varios minutos de espera. Más no fue necesaria una explicación por parte de Kanon, el moreno enseguida se encaminó hacia la cama y revisó al durmiente.

-¿cómo está?... ¿lo podrás ayudar?... ¿se pondrá bien?... ¡¿Krishna!

-Tranquilízate Dragón – respondió el moreno con calma sin dejar de atender al peliazul- la desesperación es una emoción baja e indigna de un general como tu, mantén tu espíritu sereno no hay necesidad de atormentarlo antes de tiempo.

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Camus caminaba impaciente de un lado a otro por la habitación, ¿qué demonios retenía al español que no llegaba? ¿Por qué tardaba tanto? Molesto el francés dejó explotar una pequeña onda de choque frío que recibió al santo capricorniano.

-Oye!... –se quejó-… ten más cuidado quieres, estos cambios de temperatura enferman.

-Shura, ¿lo viste?... ¿cómo está?

-Te contesto, pero bájale a frigorífico que no traje mis pieles para cubrirme –respondió despreocupadamente mientras se sentaba en el sofá.

-Lo lamento…- se excusó Acuario haciendo desaparecer por completo la onda gélida que había levantado.

-¿y bien?...

-Saga esta a salvo, algo débil con moretones y rasguños, pero completamente fuera de peligro alguno. –respondió por fin el de cabellos negros.

En cuanto escuchó esas palabras, Camus dejó escapar un largo suspiro y se dejó caer en el sofá al lado del santo, arqueó la espalda para apoyar los codos en las rodillas y ocultar su rostro entre las manos.

-gracias a Athena… - murmuró con alivio- … ¿pudiste hablar con él?

-No… ese Kanon es peor que una madre sobreprotectora, de no haber sido por que acompañaba a Athena, no hubiera podido entrar a la habitación. ¿Puedes creer que se atrevió a limitar el tiempo de nuestra diosa? A regañadientes aceptó que lo visitara por algunos minutos.

-No puedo criticarle, Kanon… él quiere mucho a Saga…

-¡Ja! Dime algo que no sepa Camus…pero esta vez esta algo más paranoico que de costumbre; actúa como si fuese nuestra culpa que Milo y él se pelearan de esa forma.

-Gracias Shura… -comentó el francés incomodo ante la mención del santo, se levantó del sofá para retirarse a su propia habitación.

-Bien, me retiro se cuando no soy requerido – comentó divertido- pero antes de irme tengo que entregarte esto.

El joven pelinegro le extendió un pequeño papel; Camus lo observó curioso levantó los ojos al español que sonreía cómplice y luego de nuevo fijó sus pupilas en el trozo doblado que se le ofrecía. Ansiedad comenzó a recorrer su cuerpo, y el atisbo de esperanza le golpeo sin piedad; si eso era lo que creía entonces estaba justificado el temblor que recorría su cuerpo, la sonrisa traicionera que intentaba asaltar sus labios y el calor que subió hasta sus mejillas.

-¡¡Camus es sólo una nota tómala de una vez que ya volviste a enfriar el lugar! – reclamó sarcástico cuando el otro sin darse cuenta encendía nervioso su cosmo ligeramente, así se movió terminando para cerrar el tramo que la temblorosa mano del francés aun no concretaba; al asegurarse que tenía el mencionado papel entre los dedos, Shura se retiró de la onceava casa con algo de escarcha en la cabellera.

Como un niño pequeño, Camus corrió hasta su recámara saltó emocionado en la cama y se dispuso a abrir esa pequeña nota, el corazón le palpitaba agitado y una sonrisa no dejaba de pintarse en sus labios; acercó el papel hasta su nariz y la olfateo comprobando que guardaba el olor de Saga, la bella caligrafía la reconocía sin problemas y sus ojos, sin pensarlo se abrumaron de lágrimas al sentir que tenía ante sí palabras del hombre por el que había estado en vilo durante casi una semana.

Camus ¿Por qué te has alejado de mí? por favor dame la oportunidad de explicarte que fue lo que pasó… en verdad no quería lastimarlo… necesito verte, necesito hablar contigo, escuchar tu voz… te necesito a mi lado.

Te extraño petit…

S.

Una, dos y de nueva cuenta leyó las líneas de esa nota… ¿Qué significaban? ¿Por qué Saga le pedía una disculpa? ¿Qué demonios le había dicho Kanon?... o planteándolo mejor ¿qué no le había dicho?

Seguramente no fue capaz de decirle que durante todos y cada uno de los días de esta infernal semana, había subido hasta el templo del patriarca buscando la oportunidad de verle; probablemente tampoco le habría comentado cómo el furioso Dragón Marino prácticamente lo corrió del lugar haciéndole el indiscutiblemente culpable del estado de su hermano. Mucho menos mencionaría que un desesperado Camus, había dejado de lado su fachada de frialdad y bañado en lágrimas le suplicó por saber de su estado.

El joven francés arrugo su seño, atrapó contra su pecho aquel significativo pedazo de papel y respiró profundamente, se levantó de la cama y se encaminó hacia la salida del templo.

Con Kanon o sin él… esta vez no le impediría ver a Saga.

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Un fuerte portazo se escuchó en la ante sala de su habitación, y de inmediato dos voces inconfundibles para él se dejaron escuchar, hablando en demasiado elevado volumen para su gusto. Con trabajo se levantó de la cama, aun le dolía el costado izquierdo por el golpe recibido pero eso no impidió que sus pies descalzos, se posaran en el frío mármol con lentitud y le soportaran al levantarse.

Las voces se escuchaban cada vez más cercanas a la puerta, así como molestas. Saga intentó llegar hasta la entrada, a pesar de que el punzante dolor en ya bajaba al abdomen, pero debía alcanzar la manilla y poner un alto entre los dos hombres que discutían; y que hacían a su corazón arrugarse en su pecho con profundo desconcierto y temor.

Más antes que lograra su objetivo la puerta de fina madera tallada con garigoleados bañados en oro, se abrió de par en par, dejando pasar no solo un helado aire, sino también a la causa de su actual mortificación.

-Kanon… Camus… ¡¡¿que demonios les pasa! –la imperativa voz de Saga se impuso a los gritos del par de peliazules, que se volvieron a mirarle con cierto temor en la mirada; ambos trasportados a un tiempo donde el mayor solía instruirles y usaba ese tono grave cuando debía reprenderlos

-¡¿Saga que haces levantado? Krishna te advirtió no moverte así… - respondió el menor, tratando de calmarse y acercándose a su hermano para brindarle apoyo y tratar de llevarlo de nuevo a la cama.

En ese pequeño trayecto ni Saga ni Camus dejaron de fijar sus ojos uno en el otro, pero fue hasta que el convaleciente gemelo se acomodó sobre su lecho que se escuchó de nuevo hablar al trío.

-Te dije que aun no estaba bien francés… ¿qué intentas matarlo? –renegó Kanon frunciendo el ceño mientras se sentaba al lado de Saga.

-¡Basta Kanon!... –le reprendió el gemelo

Camus permaneció en silencio, pero sus ojos brillaron con molestia ante el comentario del otro, decidido a no malgastar su mirada, viró sus pupilas hacia el objeto de su interés. Saga ciertamente lucía pálido, unas cuantas gotas de sudor se formaban en su frente y enmarcando su estado una agitada respiración por el trayecto que había realizado.

Las mejillas del joven acuador se encendieron ligeramente y agachó la mirada apenado.

-Lo lamento Saga, no fue mi intención alterarte ni…

-No importa Camus, me alegra verte… Kanon podrías dejarnos solos.

A pesar de la petición, el tono que Saga empleó no daba cabida a réplica de parte de su hermano; claramente había sido una orden. A regañadientes el general marina salió de la habitación, teniendo cuidado de dejar la puerta abierta, acción que trajo una sonrisa a los labios de Saga y un sutil meneo de su cabeza azulada.

Entonces fijo sus ojos en los azules de Camus, que rehuía su mirada y permanecía de pie a unos metros de él. Talvez todo lo que Kanon le había dicho no estaba errado, talvez en ese momento Camus se había dado cuenta de que amaba más a Milo de lo que creía y al estar a punto de perderlo, le había abierto los ojos; talvez… él solo había servido para que ese par se reafirmara como pareja.

Pero aun así, su corazón se negaba a aceptar las palabras de su hermano, duras y faltas de sensibilidad le habían relatado como Camus corrió al lado del Escorpión y era por ello que él se encontraba en el templo principal y no en su casa, siendo cuidado por el francés. Cansado Saga suspiró, girando el rostro para clavar su atención en el ventanal, como si en verdad pudiera ver a través de él su paisaje del otro lado.

Talvez lo había perdido de nuevo, pero al menos intentaría mantener la amistad con el joven acuario.

-Yo nunca quise… lastimarlo… -susurró géminis, haciendo que Camus levantara por fin la sorprendida mirada y nervioso se mordiera un labio.

-bueno… nunca quise llegar a este extremo…-completo con una sonrisa triste – perdóname Camus

-Saga yo no…

-¿cómo está Milo? – le interrumpió-… Kanon solo se limita a decirme que "por desgracia aun respira"

-Está mejorado… - respondió el acuador, sin saber que esa respuesta por parca que fuera, le era terriblemente dolorosa a Saga, pues le confirmaba que el francés sí estaba al pendiente del joven de piel canela, cuando a él… jamás le había visitado en una sola ocasión hasta hoy.

-Me alegra saberlo… -murmuro con voz apagada y mirada vacía-… gracias por venir Camus, yo en verdad anhelaba verte, disculpa si mi capricho te alejo de su lado.

¿Qué? Se repitió mentalmente el joven acuario al escuchar esa ultima frase, ¿Qué trataba de decir con eso? ¿Qué había pensado ha había hecho todo este tiempo? ¿Estar pegado a Milo?

Incrédulo de lo que escuchaba, no reaccionó a tiempo para negar tan absurda acusación, ni siquiera escuchó cuando Saga agradecía su visita nuevamente y le decía que estaba cansado, recostándose de nuevo en la cama para enfatizarlo mientras girándose sobre un costado le daba la espalda.

Camus sintió sus ojos humedecerse y sus puños se cerraron furiosos, todo eso era un malentendido y Saga era un tonto si creía en verdad lo que acababa de decirle. Obligándose a no dejar que las lágrimas corrieran, Camus por fin eliminó el par de metros que le separaba de Saga, se sentó sobre la cama y se inclino para dejar un brazo a cada lado del gemelo, que al sentir el movimiento se volvía de nuevo para enfrentar desconcertado a su acompañante en la cama.

De pronto Saga se encontró atrapado contra la cama, no solo entre las extremidades de Acuario, sino también por sus azulados ojos, que vibraban con singular destello mezcla de enfado, e indignación.

-Cam…

-Saga… no sé de dónde demonios sacaste esas ideas, aunque tengo una clara idea…- murmuró severo-… ¡¿Cómo puedes pensar que no hubiera estado a tu lado para cuidarte de haber podido! ¡¿Cómo puedes creer que no me importas! ¡¿Acaso piensas que no viví en agonía hasta el momento en que pude verte de nuevo!

-yo… yo…

-Pero sobretodo… ¡¡¿por qué crees que volvería a su lado? ¿Por qué lo haría cuando el me humilló y me trató como basura? ¿Cuándo me demostró más de una vez que yo no era nada para él!

-porque… talvez… a pesar de todo tu lo amas…

-Idiota…- respondió dejando que un par de lagrimas resbalaran por sus mejillas e inclinándose sobre el peliazul alcanzó sus labios reclamándolos en un ansioso, apasionado y necesitado beso.

Saga solo pudo soltar un sonidito de aceptación y deseo al sentir su boca invadida por esos labios finos y calidos, cuando la lengua de Camus se deslizaba dentro en movimientos lentos e incitantes. Cuando todo su cuerpo ya reaccionaba ante el peso que se depositaba parcialmente sobre él, haciendo que su corazón se estremeciera y palpitara de nuevo con renovados bríos.

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-Kanon…

Se giró de inmediato al escuchar su nombre en aquella voz, el general marino hizo una leve reverencia ante la reencarnación del dios de los mares, que iba acompañado del joven Eo de Scylla.

-¿Tu hermano ya se encuentra mejor? – pregunto con forzada cortesía.

-Así es señor, en un par de días volverá a su templo.

-Bien.

Sin más que agregar el joven de celestes cabellos se dio la vuelta y desapareció por una puerta sobre el pasillo. Eo y Kanon le miraron hasta sentir que desaparecía el poderoso y furioso cosmo del joven, y tras un par de minutos ambos soltaron el aire pesadamente.

-Creo que su boda lo tiene más tenso de lo que pensaba… aunque yo también lo estaría si tuviera que casarme con esa niña.

-Cuida tu lengua Scylla, estas en suelo consagrado a "esa niña"…– respondió sereno el capitán de la orden marina.

-Ja… ¿y se supone que por eso no diré lo que pienso? Esta unión es una estupidez y tu lo sabes mejor que nadie – resoplo-… esto no evitará futuros problemas entre sus territorios, al contrario puede generar mas disputas

-Lo sé

-¿y?... ¿que no piensas hacer algo? –reclamó ya alterado.

-¿hacer?... – cuestionó curioso alzando una ceja ante semejante comentario, viendo en las rosáceas pupilas del general del pacífico un brillo especial que reconoció instantáneamente

-¿qué podría yo hacer Eo de Scylla? Talvez sea el capitán de la guardia, talvez lo conozca desde hace mas tiempo que el resto de ustedes y talvez considere sus actos un error… pero Julián ya tomó su decisión, él no va a escuchar razones y no habrá poder en la tierra que lo haga cambiar.

-Bien a situaciones extremas, medidas extremas… ¿no lo crees? – murmuró irónico mientras sonreía con malicia a la mirada de Kanon-… nosotros somos guerreros cuyo deber es proteger nuestro señor… hagámoslo, aunque el enemigo en esta ocasión, sea él mismo.

Kanon estudió las palabras del general y la decisión en sus ojos.

Sonrió triunfante.

-Convoca a los demás, tenemos una misión que llevar a cabo.

Continuará…

¡¡Mil gracias por los reviews! En verdad que son super importantes para mi.