Cap 10.
Ya no prestaba más atención a todo el ruido que había a su alrededor, sus pensamientos se desviaban al único ser que era capaz de alterarlo y estresarlo al límite y al mismo tiempo, salvarse de la ira que contra cualquier otra persona ya habría estallado.
Su semblante lucía una arruga constante señal de su mortificación, su postura recia denotaba lo tenso que se encontraba, sus ojos jade fijos en el vacío parecían hablar de su profunda introspección, pero la tenue sonrisa que se dibujaba sobre sus labios era inequívoca muestra de lo satisfecho que se sentía por él.
Una reconfortante caricia en su espalda le sacó del auto impuesto transe en el que estaba. Saga giró un poco la cara para encontrar a su lado la comprensiva mirada océano de Camus y sin pensar en nada más, lo rodeó con sus brazos para atraerlo a un abrazo en el que ansiaba refugiarse. Acuario le sujetó con fuerza, correspondiendo completamente al pedido del gemelo, enterrando los dedos en su azulada cabellera con suaves caricias prodigadas con infinita ternura.
Sin embargo el momento de paz que Saga encontró entre los brazos del francés, fue interrumpido por un nuevo reclamo del joven Pegaso, que irrumpió en la habitación tras patear la puerta furioso y encaminarse hacia donde se encontraba el tercer guardián. El peliazul se había separado con renuencia de la protección que Camus le brindaba, para encarar al molesto muchacho que entró clamando su nombre; le vio venir hasta él con predectibilidad y de la misma forma no le sorprendió que le empujara contra una columna, sujetándole con un brazo sobre el cuello mientras su otra mano se alzaba amenazante de impactarse sobre su rostro a la mas mínima insinuación del gemelo.
-¡¿En dónde se esconde el cobarde de tu hermano! ¡Responde!
-No lo sé
-¡mentiroso! Crees que voy a creerte eso! Seguro tu le ayudaste en todo esto! – Saga frunció el ceño, estaba harto de escuchar que estaba implicado en las acciones de su hermano; a sus compañeros dorados les toleró los murmullos e insinuaciones pero al impulsivo mocoso que le acusaba de nuevo, simplemente no fue capaz de soportarle. Tomo con fuerza la muñeca que le dificultaba la respiración y la separó de su garganta, mostrando una mirada fría al protegido de Sagitario.
-Te recomiendo que antes de hablar pienses bien lo que dices Seiya, sigo estando en un rango superior al tuyo y a menos que tenga pruebas de tus palabras, sólo eres un insurrecto tentando a su suerte.
El aludido gruñó molesto, safándose abruptamente del la mano que ya apretaba demasiado; para ese momento tanto los caballeros de bronce como el resto de los dorados que regresaban de otra ronda de búsqueda. Algunos permanecían tras el castaño, dando a entender con tan simple gesto lo de acuerdo que estaban con el Pegaso. Aioros y Shura fueron los únicos que caminaron hacia el peliazul mostrando su apoyo.
-¡No me venga con esas estupideces Saga! No trates de protegerlo más… ¡habla de una vez, dónde está tu hermano... traidor!
-¡Seiya! –gritaron al unísono el arquero y el dragón, quien sujetó de sus brazos al muchacho y trabó el nuevo avance del japonés hacia el gemelo. Aioros molesto se interpuso entre ambos hombres, lanzando una amenazadora mirada a quien hacia poco se había convertido en su aprendiz.
-¡Ya es suficiente Seiya, no te voy a permitir más escándalos en este lugar ni más insultos a Saga! Retírate.
-NO, no me iré hasta saber el escondite del infeliz hermano de esta maldita víbor…- No pudo terminar de pronunciar palabra, los ojos de Seiya se abrieron temerosos y sorprendidos al fijarse en las congeladas dagas que eran las pupilas de Acuario mirándole, retándole a terminar la frase que pensaba escupir. Camus había encendido su cosmo amenazador y miles de heladas agujas fueron lanzadas hacia el Pegaso directamente a su séptimo sentido, haciéndole callar.
Hyoga al igual que los dorados, se había percatado de ello y tuvo que tragar saliva con dificultad, pocos veces había visto a su maestro tan molesto como lo estaba en esta momento, un par de saladas gotitas de sudor aparecieron en su frente, realmente era oportuno que su compañero permaneciera con la boca cerrada.
-Cuida tu lengua muchachito –dijo con tono grave la acentuada voz de Camus- no estas en cualquier sitio, este es el templo principal, el resguardo de Athena…compórtate con el respeto de un caballero y obedece a tu maestro. A h o r a.
El irrespetuoso muchacho fue también traspasado por la dura mirada del guardián de capricornio, quien daba un paso adelante para colocarse a la par de Saga, adoptando una posición defensiva. Pero Seiya no era alguien que se dejaba vencer, asi tuviera que pelear contra tres caballeros dorados al mismo tiempo. Una mano se posó en su hombro y al instante viro el rostro dispuesto a insultar a quien se atreviera a intentar detenerle, pero la rosácea mirada que le reflejó le hizo abandonar esa idea.
-Caballeros, no estamos aquí para pelear entre nosotros, no es nuestra encomienda ni el deseo de Athena; me a pedido que les devuelva a sus templos y descansen, mañana al despuntar el alba volveremos a reunirnos; hasta entonces les pido que guarden compostura por nuestra dama que en este momento necesita comprensión, no el uso inútil de la fuerza.
-Pero…
-Vamos Seiya, por hoy atendamos la petición de Athena… Hay otras formas de indagar lo que deseas saber. –Intervino Milo de Escorpio utilizando un tono de voz que erizó la piel de cierto caballero de los hielos, pasó un brazo por los hombros del castaño y casi arrastrándolo del lugar logró que a regañadientes abandonara el salón.
Los demás caballeros asintieron a la orden del Patriarca y comenzaron a salir también, aun murmurando entre ellos los eventos acontecidos. Aioros dedicó una mirada comprensiva a Saga y tras una tenue sonrisa como despedida alcanzó a su hermano en la puerta, seguido muy de cerca por un español que cruzado de brazos miraba enfadado a algunos de sus compañeros, por respaldar la actitud necia del enervante Pegaso.
Los últimos en disponerse a abandonar el lugar, fueron el par de peliazules de las tercera y onceava casa, más la voz de Shion llamando a géminis cortó sus pasos en seco. Saga miró al alto hombre y entendió la solicitud de que permaneciera junto a él; Camus también lo supo, pero estaba renuente a dejar solo al atacado gemelo por lo que no movió ni un milímetro de su cuerpo.
Pero Saga sabía que en esta ocasión, el joven francés tendría que aceptar la muda orden del Patriarca, así que volviéndose hacia él para enfrentarle cara a cara, alcanzó su mejilla con el dorso de su mano derecha dejando una suave, larga y necesitada caricia sobre su faz, sonriéndole con seguridad mientras enlazaba los dedos de su mano libre con los semejantes pertenecientes al francés; elevó esa unión hasta su boca donde depositó un beso corto, asegurándole que le alcanzaría pronto.
Fue sólo de esa forma que Camus accedió a salir de la habitación, dejando a los dos hombres enfrascados en una necesitada plática.
-¿Bian, seguro que está bien?
-sí, él está bien
-No lo sé, se ve algo enfermizo…
-Solo está pálido
-Entonces no está bien… –replicó nuevamente
-¡Maldita sea Sorrento está bien, ese es el color natural de la piel de Kaysa!- contestó alterado Eo de Scylla levantándose de golpe de aquel sofá en le que había estado sentado junto al caballo marino, para acercarse a una de los ventanales de la habitación y mirar a través de este el paisaje marino, con el rostro fruncido y los brazos al pecho; el segundo al mando tenía el talento de sacarlo de sus casillas con facilidad.
-Eo no grites, nuestro señor aun esta débil y necesita descansar.- Fue la petición de Bian fijando sus ojos en la espalda del explosivo general, obteniendo como única respuesta un gruñido de su parte. El caballo marino sonrió, sabía que ese áspero sonido significaba su aceptación a lo solicitado.
La puerta que conectaba con los aposentos privados del heredero naviero se abrieron y Krishna de Krisaor salió a su encuentro; echó una mirada al pelirrojo que aun le volvía su espalda y meneó la cabeza en sutil negación. Caminó hasta llegar a una fina galera de donde tomó una copa de cristal y la llenó del traslucido líquido vital, masajeando su sien con un par de morenos dedos.
-¿Te encuentras bien Krishna? –preguntó preocupado Sorrento, acercándose a su camarada mientras se ganaba otro fastidiado bufido de Scylla.
-Lo estoy Sirena, sólo es cansancio… -respondió cortés pero distante como siempre-… Kanon quiere hablar contigo.
El de ojos cereza asintió, girando sobre sus talones para recorrer el mismo trayecto que minutos antes el adorador hindú había pisado ya. El suave encaje de la puerta en su marco, les indicó que el subcomandante ya se había adentrado a la habitación contigua, fue entonces que el de las seis bestias resoplando con fuerza volvió a tomar asiento al lado del marino francés, mientras Isaac de Kraken –que permanecía recargado en la pared- abría los parpados y tras levantar el rostro, fijaba su mirada jade en el moreno de cabellos plata.
-¡oigan, me duele la cabeza y si no quieren que vomite aquí, dejen sus arrumacos para otra ocasión! –la sarcástica voz de Leunades entrando a la habitación, rompió el silencio que se había establecido entre los cuatro marinos tras la partida de Sorrento.
Kraken y Krisaor giraron en sentido contrario sus rostros para entender mejor lo que su metamorfo compañero hacía relucir; sin sorpresa alguna dos pares de ojos observaron cómo un sonrojado Bian se separaba de los labios de Scylla y semi escondía su rostro en el cuello del otro, quien mirando con infinito odio al recién llegado, se limitó a dedicarle una obscena seña con su mano, por haberse atrevido a interrumpir un muy buen beso con el castaño.
Dentro de la habitación privada de la reencarnación del dios de los mares, los dos comandantes permanecían hombro a hombro al piel de la enorme cama en la que descansaba la figura de Julián Solo. Nadie que tuviera la oportunidad de ver en esta condición al joven dios podría quitarle los ojos de encima, o al menos eso pensaba el Dragón Marino que no dejaba de repasar con su esmeralda mirada cada centímetro de piel sobre las finas facciones del inconsciente muchacho.
-¡Kanon!
La demanda que traía la voz de Sorrento en su tono y el ligero empujón que le dio, trajeron al aquí y ahora al peliazul; que tras aclararse la garganta y retomar el control y su porte comenzó a caminar hacia un ventanal.
-¿cuánto tiempo crees que podrás mantenerlos lejos?
-Un par de días, depende de la condición de Kaysa. – Kanon no respondió más que con un sonido indefinido, meditando en las opciones que tenía para mantener oculta la posición de los generales y del dios.
-¿Cuándo despertará?
El general marino giró su cuerpo para ver como Sorrento mantenía sus ojos fresa en el durmiente joven, habían pasado ya demasiado tiempo para el gusto de sus compañeros, y aquella pregunta no había cesado desde que el sol se levantó a la mañana siguiente de su pequeño asalto.
Sin embargo no pudo contestar la pregunta de su compañero, pues en ese momento los ojos de Julián comenzaban a pelear contra la pesadez de sus parpados y una par de bajos quejidos empezaban a escapar de su boca, anunciando así su regreso del mundo de los sueños.
Ambos marinos cruzaron miradas, el momento que ansiaban a la vez que temían había llegado, tras aquel breve contacto, Sorrento enfilo sus pasos hacia la entrada de la habitación despareciendo tras ella.
Kanon sintió todo su cuerpo tensarse y trago con dificultad en cuanto los oscuros ojos de Julián se abrieron completamente tras un baile de pequeños parpadeos. Siguió atento el recorrido que esas pupilas orgullosas hacían tras inspeccionar el techo del lugar talvez intentando reconocerlo, se desviaron momentáneamente dando un vistazo al ventanal por el que se colaba algo de luz, pero aquella distracción terminó mucho más pronto de lo que el gemelo menor hubiera deseado.
No sólo tuvo la furiosa mirada de la deidad sobre él, podía sentir como le taladraba sin piedad. Sus miradas rivalizaron por eternos segundos, ninguno dispuesto a ceder terreno frente al otro, ninguno dispuesto a dejar de llenarse de la visión frente a ellos.
-Lo que sea que hiciste, no mantendrá esta debilidad en mí por siempre.
-Lo sé.
Julián desvió la mirada, fijándola en el paisaje que lograba entreverse a través de las gruesas cortinas sin volver a pronunciar una sola palabra.
La situación en
el santuario no variaba mucho desde el frustrado enlace, aunque no lo
comentaban con abierta honestidad, los dorados seguían
pensando que géminis tenía idea del paradero de su
hermano; después de todo ambos compartían mucho más
que solo parecido físico.
Sin embargo, Kanon logró
esconderse demasiado bien para el gusto de Saga, quien con suma
discreción y cuidado, había estado tratando de
localizarle en los días consecutivos a su desaparición,
sin conseguir nada; Saga comenzaba a desesperarse pues le preocupaba
la situación que el menor atravesaría con el dios y su
muy probable enfado.
A diferencia, Saori optó por partir hacia Japón, alejándose tanto de los dorados como del secuestrado naviero, llevándose consigo a un insoportable caballero de Pegaso y su incontenible sobreprotección. La jovencita había mostrado una entereza digna de admiración ante toda la situación, incluso le hizo participe de su nulo rencor hacia su gemelo y por supuesto le reafirmó su total confianza en él, ella no creía que su caballero dorado estuviera al tanto de las lamentables acciones de su hermano.
-Saga…
El débil susurro que llegó tras de sí junto al par de brazos rodeando su cintura sacaron al peliazul de sus reflexiones. Géminis recargó su espalda en el pecho de quien le acompañaba cada noche de desvelo con reconfortantes silencios y dedicadas caricias.
-Si continuas así enfermarás, aun no estás recuperado del todo-
-Estoy bien.
Fue la parca respuesta que Camus de Acuario recibió del gemelo. Cinco días, habían pasado cinco días desde la huida de Kanon y en todas y cada una de esas noches, Saga no había sido capas de cerrar los ojos por más de unas cuantas horas… sí es que lograba convencerlo de recostarse en primer lugar.
Camus sabía que estaba preocupado por su hermano, no era necesario que se lo dijera podía notarlo en su forma de actuar en su constante mirar perdido, sus búsquedas en cabo Sunión, las interminables horas de meditación tratado de contactarlo, sus suaves lloriqueos llamándolo en sueños, en esa arruga sobre su frente que se atrevía a profanar su rostro…
Camus sabía también que era normal y perfectamente comprensible que Saga deseara saber de su hermano, sin embargo no podía dejar de resentir que todas las energías del peliazul estuvieran dedicadas casi en absoluto a encontrarle y que justo como ahora, se deshiciera de su abrazo para dejarle en la oscura soledad de su habitación, y ensimismarme nuevamente en otra infructífera búsqueda… lejos de él.
-"lamento decirte esto Cam… pero contra Kanon, tu siempre pasarás a segundo plano…"
Las incisivas palabras que tiempo atrás le hubiera dicho el caballero de Escorpión en uno de sus desplantes de malentendidos celos, tuvieron como nunca una gran resonancia en la cabeza de Acuario y aunque se negaba a querer escuchar su eco, no podía dejar de escucharlas repetirse dentro de su mente y con vergonzosa aceptación, no podía dejar de encontrarlas ciertas.
Un escalofrío estremeció el cuerpo del francés, irónicamente sintiendo como nunca la baja temperatura que de pronto se sintió invadir el cuarto en el que se suponía compartía el remanso de las horas nocturnas junto a Géminis. Pero esta, como todas las anteriores noches, Camus de Acuario regresó a la soledad de su cama para enredarse entre las sábanas con infantil temor, ocultándose entre ellas para que nadie fuese capaz de presenciar el par de lágrimas que lentamente escurrían por sus mejillas.
-¿Comió algo?
-No mucho, pero al menos ya lo hace… – contesto al Dragón Marino el joven músico, quien salía de la habitación donde un orgulloso dios permanecía oculto. Kanon frunció el ceño, el caprichoso muchacho ya había colmado su paciencia; había tenido demasiadas consideraciones con él, si quería comportarse como un chiquillo, entonces así lo trataría.
El peliazul tomó la bandeja que Sorrento aun cargaba en sus manos y se adentró en la habitación con un fuerte portazo, que enseguida llamó al lugar al resto de los marinas los cuales observaban atentos la blanca madera, que resguardaba la entrada de la habitación.
- cinco… cuatro… tres… do…
Eo no pudo terminar de contar cuando un golpe seco se escuchó contra la puerta y el sonido de las bandejas depredigarse contra el piso le siguió, para que después medio entender algunos gritos de ambos hombres provenir del interior del cuarto. La carcajada del pelirosa no tardó en escucharse, acompañada de la que Kaysa también soltó mientras seguían escuchando el enfrentamiento; Bian, Isaac y Krishna simplemente movieron sus respectivas cabezas en forma negativa, respirando lo suficientemente hondo como para denotar lo cansado que se estaba volviendo ese tipo de actitudes por parte de ambos. Sorrento como siempre, fue el único que de verdad se preocupó por lo que pudiese acontecer dentro de aquel cuarto, pero esta vez a diferencia de anteriores ocasiones, no intervendría para calmar sus explosivos temperamentos.
Era necesario que ambos se desahogaran.
Julián había tenido razón, el sello que empleó para debilitarlo perdía fuerza cada día y en contraposición el heredero naviero recuperaba un poco más de sus fuerzas; sin embargo, parecía no ser capaz de controlarla completamente, Kanon sonrió ante el pensamiento, le recordaba cuando recién le despertó como reencarnación y tuvo que enseñarle a dominar su cosmo.
Volvería a utilizar esa ventaja a su favor.
Esquivando el último jarrón que el otro le arrojaba, el general marino avanzó con inesperada velocidad contra Julián colisionando sus cuerpos, atrapándolo contra la pared, enfrentando la furiosa mirada esmeralda de Kanon que no perdió tiempo en sujetar sus muñecas y alzarlas sobre su celeste melena.
-¡¡Aagh! ¡¡Suéltame! – ordenó enfadado el menor, retorciéndose todo lo que sus fuerzas le permitían, intentando liberarse del apresamiento en que Kanon le mantenía. Odiaba sentirse tan indefenso ante ese hombre.
-¡Deja de comportarte como un niño malcriado y te soltaré!
-¡¡Kanon es una orden!
-No estas en posición de exigirme nada…- respondió el dragón con aire superior y una sarcástica sonrisa en los labios, acercando su rostro al del molesto naviero, quien como siempre le devolvía una mirada altanera e indomable. Ese espíritu brillando en los oscuros ojos prusiano del dios era lo que atraía sin remedio al menor de los gemelos y lo que definitivamente le mantenía enganchado del temperamental muchacho.
A pesar de saberse en desventaja, Julián no dejaría que Kanon ganaran tan fácilmente. Aprovechando la cercanía en la que se encontraban, el peliceleste realizó un insinuante movimiento en sus caderas alcanzando con ello la pelvis del mayor. El parpadeó desconcertado de Kanon y ese fruncimiento de sus cejas divirtió a Julián, quien no tardó en repetir el movimiento ganándose esta vez no sólo que el Dragón aflojara la presión sobre sus muñecas, sino también un suave gemido prófugo de la cárcel de sus labios.
Sonrió.
Se acercó lentamente al rostro que no distaba mucho del suyo, dejando que sus labios se rozaran en milimétricas caricias, expulsando suavemente el aliento contenido por sus pulmones sobre aquella tensa boca, que parecía reacia a cambiar esa línea recta que dibujaban los labios. Pero Julián quería romperla, quería volver a escuchar aquel ronco y bajo gemido y quería por sobre todas las cosas, vencerle; así que a la par que su lengua acariciaba los labios de Kanon su pelvis volvía a frotarse contra el peliazul.
La profunda exhalación que Kanon soltó como respuesta y el perceptible temblor que recorrió su cuerpo, fue el mejor aliciente que Julián necesito para con un suave movimiento jalar sus manos lejos de los dedos del general, quien no hizo mayor esfuerzo en retenerlo. Esas libres extremidades viajaron hasta el rostro del general bailoteando con tenues roces sobre sus definidos pómulos, dejando tras de ellos una caricia que terminó enredada en la azulada melena del marino.
Por su parte, Kanon envuelto en el momentáneo hechizo que desplegaba sobre él Julián, deslizó sus manos por su menudo cuerpo hasta alcanzar su esbelta cintura; la sujetó con fuerza y lo atrajo con fuerza contra sí, separándolo de la pared para que sus brazos fueran capaces de envolver su figura, evitando cualquier intento del otro por separarse de él.
Kanon busco eliminar la efímera distancia que le separaba de acariciar los labios del dios con los propios en un beso que anhelaba desde lo que parecía una eternidad, pero el malicioso muchacho se retiro justo la misma cantidad de centímetros en que el otro se acercaba, eludiendo sus intentos en varias ocasiones hasta que Julián enfrentó sus ojos con las pupilas de su general en una burlona expresión.
Los ojos del marina se entrecerraron, comprendiendo del juego que el joven dios, en el que había caído cual adolescente hormonal.
-Aah!- La queja de Julián, por el salvaje jalón que su melena recibió por parte de Kanon, terminó siendo ahogada en la boca del marino, quien dejándose de infantiles juegos asaltó los labios del dios en un apasionado y demandante beso que parecía querer acabar con toda la reserva de aire en los pulmones del peliceleste, un beso que partía su boca y dejaba que la hábil lengua del general entrara en la húmeda cavidad y se debatiera en una intrincada batalla con la opositora homologa. Las respiraciones de ambos se escuchaban con fuerza, los dos expulsaban el aire con urgencia y gemidos vagos comenzaban a escaparse por las breves fisuras que sus bocas se permitían cuando cambiaban la posición de sus rostros para continuar con el descomunal intercambio de succiones y lenguetazos, pues ya no podía calificarse de otra forma al mutuo ataque de sus bocas.
Vital fue el momento en que se separaron para llenar nuevamente de aire sus cuerpos, más mantuvieron al máximo la cercanía de sus rostros, bañándose con sus agitados alientos, acariciando sus palpitantes labios, aferrándose a quien tenían delante, entre los brazos.
Julián apoyó su frente contra la del mayor, cerrando los ojos para dejarse envolver en el calor que emanaba, recibiendo al instante otro roce en sus labios, pero esta vez, uno lento y cálido lleno de ternura y a la vez, suma pasión. Fue breve, pero fue lo suficientemente poderoso como para que el dios se sintiera derretir por completo, entregándose por completo al nuevo beso que Kanon con sutil demanda robaba de sus sonrosados y extremadamente húmedos labios.
Ambos hombres se sumieron en el mar de sensaciones que se despertaban dejando de lado por ese instante, lo orgullosos que ambos eran para dejarse embriagar de las caricias y besos que se regalaban, sin dejar que la ansiedad y la necesidad de compartir con el otro sus más secretos e intensos deseos les consumieran en un desesperada búsqueda de satisfacción.
No. Cuando Kanon dejó reposar el peliceleste sobre la cama lo hizo con cuidado y calidez, dedicándose a llenar de adoradores besos cada centímetro disponible de su piel y a recorrer con reverencial dedicación y sensitiva gentileza las más profundas curvas de su cuerpo, dejando tatuadas sus huellas sobre la piel. Para Julian, cada escalofrío que recorría su ser le bombardeaba de interminables y deliciosas cosquillas que le despertaban a un nivel que jamás creyó ser capaz de alcanzar, si siquiera cuando fue completa y abiertamente Poseidón había logrado experimentar el éxtasis en cada célula de su cuerpo. Ahora, bajo el peso de Kanon abriéndose paso entre sus piernas, viéndose entre sus brazos tan vulnerable y a la vez protegido, sintiéndose tan necesitado por alguien como nunca antes… sólo en este momento, fue que Julián Solo experimentó lo que es vivir.
-Hmmm… pues, o están muertos o por fin se dejaron de estupideces y están teniendo una buena sesión de sexo desenfrenado.
-¡EO! –replicó avergonzado Sirena ante la respuesta que el pelirosa había soltado tras la retórica pregunta sobre el general marino y su dios, logrando que el de ojos cereza se alejara de la habitación para evitar el seguir escuchando las ideas que seguramente Scylla tendría para explicar el porqué llevaban horas encerrados en la habitación del joven dios.
El pelirosa sonrió divertido, satisfecho de lo que sabía ocurría tras la puerta del cuarto, complacido de que por fin ese par se arreglara.
Ahora podrían por fin volver al templo marino.
Continuará…
