-AL BORDE DEL ABISMO-
CAPÍTULO 3... Recuerdos que olvidar.
Cerró los ojos y dejó que el agua la recorriera por completo. Trató de aliviar la tensión acumulada durante el último desastroso mes masajeándose el cuello con ambas manos y moviendo la cabeza de un lado a otro. El agua, casi hirviendo, le dejaba la piel completamente roja pero no le importaba. El masaje no servía de nada. De repente algo en su interior hizo clic y sus piezas se desencajaron.
Se sintió caer. Finalmente el dolor había podido con ella.
Se sentó en el fondo de la bañera abrazándose las piernas. Dejó que el agua siguiera cayéndole encima, quemándola. Y entonces reventó. Comenzó a llorar sin consuelo. Su vida entera se movía a su alrededor en ese momento, como una cinta de una película que giraba, en torno a ella, demasiado rápida. Le daba la impresión de que podría estirar un brazo para seleccionar algunas de aquellas escenas y desechar otras. No le temblaría la mano a la hora de escoger cuáles borrar. Estaba claro que escenas o días de la película de su vida elegiría olvidar...
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 1.
Se despertó con una extraña sensación de desorientación. La cabeza le dolía a horrores y sus extremidades parecían dormidas, ajenas, pero no sabía por qué. Un segundo después, recordó. Recordó como había huido hacia un bar que resultó ser mágico, como había bailado… esta parte estaba muy confusa, quizá lo hubiese soñado.
Agg! La bebida no era buena consejera. De eso estaba segura. Y ahora más que nunca. Parecía que las copas de la noche anterior siguiesen la fiesta dentro de su cabeza. Apretó fuerte los párpados. ¡Cómo molestaban a esas horas de la mañana!.
No recordaba prácticamente nada a partir de cuando había cerrado la puerta de su casa, pero tenía la impresión de que así era mucho mejor. No tenía muy claro por qué, pero sólo pensar en ello le daba mal presentimiento. La noche anterior no había sido una buena noche. Seguro.
Hacía frío y su desnudez no ayudaba en absoluto. No le sorprendía nada haber terminado durmiendo así, a pesar de la temperatura. Para cuando ella había conseguido llegar a la cama la noche anterior, no estaba, seguro, como para pensar en si hacía frío o calor. De hecho, era más que probable que ni si quiera lo hubiera notado.
Aún sin abrir lo ojos, a causa del incipiente dolor de cabeza, se incorporó levemente en busca de las cobijas. Recogió la sábana, la desenredó de sus pies y se cubrió con ella. Su cabeza parecía un burdel con vida (y alucinaciones) independiente. Le pareció, incluso, escuchar un quejido.
La almohada estaba ya demasiado deformada de ese lado como para estar cómoda. Tiró de ella pero no consiguió nada más que incrementar el dolor de cabeza y las alucinaciones. Debía ser cierto que sus neuronas aún andaban de fiesta.
.-.Mierda- murmuró. Pensó en que debería de arreglar la mesilla antes de que acabase con su almohada. Se giró para desengancharla y, finalmente, poder acomodarse.
Y entonces lo vio.
Tan etéreo y, a la vez, tan real. Tumbado a su lado. Aparentemente dormido. Enganchando la jodida almohada. Quejándose porque le habían robado las coberturas. Con su cuerpo perfectamente torneado y moldeado. Tan desnudo como ella. La sábana, recogida por la chica casi en su totalidad, tapaba lo justo para que la pelirroja no se escandalizase... más.
Pasado el trance inicial, la muchacha se detuvo a admirar todos y cada uno de sus detalles mientras el chico dormía plácidamente. La pestañas tupidas. Las cejas perfectamente delineadas, siempre dentro de lo viril. El pelo con el corte perfecto para favorecer sus facciones refinadas y, al tiempo, masculinas.
Y él despertó, tan desorientado como ella. Sus miradas se cruzaron durante un minuto. Ella observó detenidamente los que le parecieron los ojos más bonitos y transparentes que había visto nunca. Reaccionó.
.-.¿Tanto te impresiona mi belleza?-. Ahí estaba otra vez esa maldita sonrisa que lograba ponerla nerviosa. Esa mirada penetrante que la hacía creerse indefensa. Se acercó a ella y la besó. Un beso firme y pasional, a la vez que frío, que no logró hacer que ella recordase el por qué de aquella situación. -¿Acaso no tuviste suficiente de mí ayer?. Apuesto a que soy bastante mejor que Potter- esa particular forma de pronunciar su apellido que podía estropearlo todo, -¿verdad, Weasley?.
La volvió a besar. Y ella simplemente se dejó llevar, aún sabiendo que se arrepentiría.
.-.Nadie es mejor que él, Malfoy- murmuró antes de rendirse a sus besos y caricias.
Y la luz se colaba por la ventana, pero ella ya no podía pensar en la promesa que se había hecho la noche anterior.
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 2.
El día no podía haber empezado peor. Desde luego que no. Tal vez si no hubiese cometido tantas estupideces... Abrir los ojos y encontrarse frente a frente con el recuerdo de Harry había sido más de lo que su conciencia podía resistir.
El pasado volvía a ella reprochándole sus actos de una forma tan muda y sutil que le resultaba demasiado dolorosa. Las miradas de los peatones la taladraban de tal forma que le hacían creerse la persona más ruin... tal vez lo fuera.
El destino era realmente cruel con ella. La golpeaba una y otra vez, sin concederle si quiera el tiempo suficiente para levantarse antes de volver a caer. Nunca lograría recuperarse. Lo sabía.
Traspasó la puerta sin apenas darse cuenta de que había llegado. Sin notar que volvía a la monotonía del día a día. Sin querer pensar que había sido él, precisamente él, quien la había rescatado de su maldita rutina. Esa rutina de sufrimiento. Atravesó la sala saludando a sus compañeros más por monotonía que por educación. Se sentó en su silla de oficina, ante todos esos papeles que su jefe quería ordenados antes del jueves... ante su ordenador muggle... ante la foto de su... ¿cómo llamarlos ahora¿familia?. No, uno tenía la familia consigo cuando la necesitaba y ella ya no los tenía a ellos.
La foto le devolvió once tristes sonrisas. No supo cuál de las once fue la que más dolió; cuál de las once fue la que le hizo volver a estallar; pero podría haber jurado que había sido la de Harry, que, abrazado a su hermano Ron y a Hermione, parecía reprocharle su comportamiento. Parecía decirle desde la dichosa foto, en la forma más dolorosa posible, tal como lo hacía cuando aún estaba vivo, que se estaba comportando como una cría; que ese no era un comportamiento digno de alguien valiente, de una superviviente... digno de una Weasley.
Quiso levantarse del asiento y saltar por el hueco de su pared. Olvidarse de todo al menos por los instantes que tardase en llegar al suelo y dejar atrás, pegados a esa maldita foto, todos esos estúpidos recuerdos que le hacían tanto daño... Pero ya no tenía fuerzas ni para eso. Sólo salió corriendo.
Huía.
Como siempre...
Huía siempre que creía que algo se le iba a escapar de las manos. Que algo, simplemente, se le iba a hacer difícil de resolver. Que algo le iba a hacer sentir.
Le dolía sentir. Fuese lo que fuese lo que le hiciese sentir. Pero había algo que le dolía por encima de todo lo demás: que fuese él, precisamente, quien le volviese a hacer sentir. Ya fuese el asco que se profesaba a sí misma en esos momentos. Ya fuese el odio que le tenía a él por no poder alejarlo de su mente. Ya fuese el remordimiento de haber hecho algo que molestaría a su… ¿había dicho familia? No, ya no quedaba nadie a quien pudiese molestar lo que ella había hecho… nadie aparte de ella misma.
Pensó en ello mientras salía del edificio. Argumentaría enfermedad y se iría al primer bar que encontrase. Necesitaba una copa. Una copa no hacía mal a nadie, después de todo. No creía que su jefe le pusiese pegas para irse a casa a descansar… el resfriado la había dejado agotada. Y si no se creían lo del resfriado… pensaría una bonita forma de pedirle un descanso. Después de hacerle lo que estaba pensando hacerle, no le quedarían fuerzas ni para darle las buenas tardes cuando la viese saliendo para su casa.
Se reprendió por plantearse, si quiera, la posibilidad de acostarse con su jefe para que le diese permiso para irse del trabajo. ¿En qué clase de persona se estaba convirtiendo? No le importaba acostarse con su jefe, pero lo peor era que no le había importado acostarse con Malfoy. Y no solo eso, si no que además había dejado que él creyese que tenía algún tipo de control sobre ella. La foto tenía razón, ese no era un comportamiento digno de una Weasley. Pero… ¿quién demonios se creía ese personajillo de la foto para darle lecciones? Él ya no estaba ahí para reprenderla. Como tampoco lo estaba para apoyarla.
Y en ese instante odió a Draco Malfoy más que nunca. Lo odió por hacerle recordar, aunque fuese de forma indirecta, que ya no le quedaba nadie a quien deber explicaciones.
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 3.
No había sido su mejor día. Los martes nunca le gustaban, pero ese, en especial, menos aún. Había discutido con su jefe por haberse marchado el día antes sin dar ningún tipo de explicación alegando, simplemente, que no se encontraba del todo bien.
---
.-.¿Del todo bien?- había dicho él. -¿Qué demonios significa que no te encuentras del todo bien, Virginia?.
.-.Pues que no me encontraba en condiciones de realizar mi trabajo correctamente y preferí irme a casa antes de cometer algún error de trascendentales consecuencias.
.-.¡No te pongas filosófica conmigo que no estoy de humor¿Se puede saber que demonios te pasa últimamente! Mira, sé que lo que has pasado en este mes no ha sido de gran ayuda a tu deteriorado estado de ánimo, pero tienes que sobreponerte. Debes superar esto si quieres salir a flote. Virginia, creo que lo mejor será que te cojas unas vacaciones…
.-.¿Estás despidiéndome?.
.-.No te lo tomes como un despido, es tan sólo una concesión. Necesitas descansar. Tómate unos días, un mes si quieres. Piensa en lo que estás haciendo, en hacia dónde te diriges, y si, cuando termine este mes, crees que no puedes seguir desempeñando este trabajo… creo que será mejor que te plantees cambiar de empleo.
.-.Bonita manera de camuflar un despido a largo plazo.
.-.Weasley, te estoy dando una última oportunidad, no juegues más con mi paciencia que no es infinita.
.-.¿Sabes?. No necesito tu maldita caridad. No quiero que sea tu compasión la que me dé de comer.
---
Se encontró ante su puerta incluso antes de darse cuenta de que se encaminaba hacía su empresa. Lo cierto era que no tenía ni idea de que era lo que la había impulsado a ir en su busca pero allí estaba. Subía en el ascensor sin ser realmente consciente de como había llegado hasta allí. Era curioso como había logrado entrar sin que nadie le preguntase si quiera quién era, qué quería o a quién buscaba. Había tenido suerte, pensó, no sabría como responder a esas preguntas… a ninguna de ellas.
Ni si quiera supo cómo había logrado encontrarlo ya que nunca antes había estado allí. Simplemente buscó la dirección en la guía telefónica (dio por hecho que, al igual que los demás, después de la batalla, él se había comenzado a relacionar con el mundo muggle) y se dirigió hasta el edificio de oficinas en el centro de la ciudad.
El cartel pegado en la puerta que rezaba su nombre estaba tan reluciente que ella hubiese jurado que acababan de pulirlo. De un sobrio plateado, con las letras grabadas en negro, le daba ese toque de distinción que tenía todo lo que le rodeaba.
Entró sin llamar y sin asegurarse de si iba a estar dentro. Estaba convencida de que si se paraba tan sólo un segundo a pensar, caería en la cuenta de lo que estaba haciendo y se echaría atrás y… no quería echarse atrás. No ahora que estaba allí.
Lo vio hablando por un chisme encima de la mesa, tan sorprendido que no supo reaccionar en el momento.
.-.Señor Malfoy, creo que…- la voz de la chica se perdió en el transmisor cuando él pulsó el botón de apagado.
.-.¿Qué demonios haces aquí, Weasley?- dijo, sorprendido.
.-.Ojalá lo supiera.
Y, acercándose antes de arrepentirse, lo atrajo hacia sí, agarrándolo del cuello, y lo besó. Un beso tan pasional que creyó quedarse sin aire.
En ese momento, mientras se rendía de nuevo ante él, ante sus besos y ante sus caricias, se dio cuenta de que sólo él era capaz de hacerla olvidar. Y lo odió aún más por eso.
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 4.
¿Por qué le resultaba tan fácil echarlo todo a perder¿Enredar tanto las cosas en tan poco tiempo que ya no sabía ni hacia dónde iba ni de dónde venía?
Tenía que aprender a empezar mejor los días a partir de ahora, o terminarían aún peor cada vez. Sólo debía proponerse superarse. Pero era realmente difícil teniendo en cuenta que, cada noche, debía de volver al apartamento que había compartido con Harry. A ese apartamento que tenía miles de detalles tatuados en cada pared y que le recordaban a cada instante que, antes, él había vivido allí. Que, antes, él había compartido con ella su vida. Que, antes, él estaba allí para ella cuando lo necesitaba. Y que, ahora, no estaría nunca más.
Tendría que aprender a vivir sin Harry.
Debería dejar de pensar en eso o nunca sería capaz de superar su pérdida. De momento saldría a desayunar (sin su café matutino no era persona) e intentaría encauzar de nuevo su vida buscando un trabajo. Más tarde ya se plantearía qué era lo que iba a hacer con respecto a su reciente adicción a echarlo todo a perder. Tal vez, incluso, tratase de dejar de ser tan impulsiva. Además estaba aquel que, poco a poco, se había empezado a abrir camino en su mente; así que dedicaría el día a dejar de pensar en él. Estaba decidido: no pensaría más en él. Claro que no. Draco Malfoy no era el centro de su universo.
Salió de casa con rumbo desconocido en busca de la cafetería más solitaria que encontrase. No le apetecía pasarse la mañana viendo caras que se le quedasen mirando y compadeciéndose mentalmente de ella por que estaba sola. Por que tenía ojeras que denotaban su falta de sueño y salud. Por que seguramente estaba más triste de lo que quería demostrar. No. No le apetecía nada que la gente supiese, con solo mirarla, por todo lo que estaba pasando. Lo que estaba sintiendo. No le apetecía nada inspirar la compasión de la gente y darles la oportunidad de plantearse ser caritativos con ella.
Para cuando encontró un lugar a su gusto llevaba tanto tiempo caminando y pensando en lo mismo, que solo le apetecía tomar algo fuerte. Algo que la despejase. Pidió, ante el asombro del camarero (un hombre viejo con apariencia de solitario y refunfuñas… ¿acaso era ese el futuro que le esperaba a ella?), un güisqui doble sin hielo. Nunca había tomado güisqui y seguro que ese no era el mejor momento para empezar, pero era lo que pedían (en esas películas holliwoodienses muggles que tanto le gustaban) siempre que querían ahogar penas.
Desde luego no había sido una buena decisión. El líquido pasó quemándole la garganta y ella sólo pudo emitir un quejido lastimero ante el ardor. Ni si quiera tenía un buen sabor, pero tenía que admitir que ayudaba a olvidar… trasladaba el dolor de un lugar a otro. Del alma al esófago. Ordenó otro igual y siguió el mismo procedimiento del primero. Esta vez ya no lo notó tan fuerte como la anterior; tal vez fuese porque su garganta aún no había recuperado del todo el sentido.
La televisión, demasiado alta, debido a la segura sordera de los clientes del local, se escuchaba cada vez más lejana. Quizá fuese por la misma razón por la que el licor quemaba cada vez menos. Quizá fuese por la misma razón por la que, copa tras copa, ella iba olvidando porqué estaba en aquel bar, bebiendo güisqui para desayunar.
Nunca supo como había llegado a casa ese mediodía.
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 5.
Cuando salió de allí estaba ya demasiado oscuro como para plantearse ir andando. Debería de coger un taxi si quería llegar sin ningún tipo de riesgo a su casa, pero no quería. La verdad es que ya le daba exactamente igual correr riesgos, al menos, el tipo de riesgos que puedes correr caminando sola por la calle después de muy pasada la medianoche.
Había vuelto a beber. Tanto que ya hasta había perdido la noción del tiempo y no era realmente consciente de qué hora era. Si tan solo hubiese bebido un poco menos, se hubiese dado cuenta de que, cuando llegara a casa, debería desayunar en vez de cenar. Igual que se hubiese dado cuenta del maldito coche negro que la perseguía desde hacía más de quince minutos.
Pegó un trago al botellín de cerveza con el que había abandonado el local y cayó en la cuenta de que estaba vacío. De hecho, ya había salido de allí con el botellín vacío. Una sombra de risa floja le cruzó la mente pero nunca llegó a materializarse en su rostro. No le faltaban ni tres metros para llegar al portal cuando tropezó consigo misma y cayó de bruces. Tardó en levantarse más de lo que iba a tardar en subir las escaleras hasta el tercer piso en el que vivía. Definitivamente, no debería haber bebido tanto.
Llegó arriba, increíblemente, sin ningún incidente que lamentar al día siguiente. Abrir la puerta le llevó casi diez minutos; encajar la llave en la cerradura, darle el número de vueltas exacto, acordarse de girarla una vez hacia la izda. antes de sacar la llave y repetir el proceso con la segunda cerradura, no era algo que resultase fácil, y menos aún si llevabas un considerable nivel de alcohol en sangre. Aquello se le estaba escapando de las manos, pensó, e, inmediatamente, se echó a reír como una loca. ¿A quién le importaba ya eso?.
Entró en el piso tirando las llaves, el abrigo y el bolso en el suelo. Lanzó los zapatos por el aire, en un cómico movimiento que la hizo perder el equilibrio y caer a plomo encima de la alfombra. Se apoyó en el sofá y, como malamente pudo, se subió encima hasta quedar recostada bocabajo y con el brazo derecho colgando.
.-.Así que esto es eso tan importante que tenías que hacer y que te iba a tener ocupada tooodo el día- pronunció una voz desde la entrada. ¿En qué momento se había olvidado de cerrar la puerta?. -Pues sí que era importante, sí.
.-.No molestes- intentó decir, pero el sonido que salió de su boca, fue bastante diferente.
.-.¿Cómo que no moleste?- exclamó. -¿Es esto lo que has estado haciendo toda la semana?. ¿Qué crees que vas a conseguir así?
.-.¿Quieres dejarme en paz¡No eres mi madre¡Maldita sea!- intentó incorporarse pero el resultado fue desastroso y, con la poca dignidad que le quedaba, se acomodó sentada en la alfombra a la que había vuelto a caer.
.-.No, no lo soy, pero eso no me quita de decir lo que me dé la gana- se acercó a ella y la levantó de una brazada.
La llevó hacia su cuarto, aún sin saber donde se encontraba, y la dejó caer encima de la cama en un golpe seco. Le quitó los pantalones y la blusa, dejándola en ropa interior y calcetines, y la metió bajo las coberturas.
.-.No me dejes sola tú también, por favor- dijo cuando sintió que se alejaba de la cama. -Quédate conmigo- suplicó.
Volvió sobre sus pasos y se sentó a su lado en la cama, recostando la espalda sobre el cabecero y acomodando la cabeza de la pelirroja en su regazo, mientras le acariciaba la larga cabellera.
.-.¿Por qué bebes así, Virginia¿Por qué te haces esto?.
.-.Me duele, ya no puedo más- susurró en medio de un sollozo.
.-.¿Qué te duele?- se asustó.
.-.Se me está muriendo el alma, Draco.
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 6.
Nunca supo como había pasado aquello, pero le había cogido cariño a aquella mujer. Porque, aunque le costase reconocerlo, Virginia Weasley era toda un mujer. Y ya no tenía nada que ver con aquella chiquilla impulsiva e imprudente que paseaba por los pasillos del colegio sin temer a nada.
No. Virginia Weasley ya no era así.
El dolor había hecho mella en su personalidad y la había ayudado a forjarse como una persona luchadora y fuerte, pero el destino había podido con ella. Nadie podía aguantar tanto dolor, pensó. Ni si quiera ella.
Cuando se decidió, por fin, a abrir los ojos, se encontró con el rostro más angelical que nunca hubiese visto. Aún con las ojeras que surcaban su cara, con el maquillaje del día antes y estropeado, con esa mueca de dolor… aún con todo eso, la pelirroja era mucho más hermosa de lo que nunca había querido notar.
Ella despertó tranquila, sosegada. Lo miró fijamente a los ojos y, después de mantenerle la mirada varios segundos, habló.
.-.La última vez me prometí que no dejaría que volviese a pasar.
.-.¿De qué hablas?- preguntó él, extrañado.
.-.De ti. De ti y de mi.
.-.¡Ah!- entendió, -no ha pasado nada, si es lo que te preocupa. No sé en qué consiste exactamente la promesa que has hecho, pero, puedes estar tranquila, no la has roto.
Ella se levantó, sin importarle estar en ropa interior, y se dirigió a la cocina. Necesitaría, como poco, medio kilo de aspirinas para poder quitarse ese maldito dolor de cabeza.
Lo escuchó acercarse por detrás. Volteó a verlo al notar que se había parado. Tampoco él se había molestado en vestirse. Ella lo miró queriendo aparentar que no le importaba, pero la verdad era que, verlo envuelto sólo en aquellos bóxer negros, con el torso, las piernas y los brazos tan perfectamente moldeados, el pelo revuelto cayéndole por la frente y apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados en el pecho, en una pose tan casual como sexy, le provocaba, cuando menos, un cosquilleo a la altura del ombligo que, ni con toda la fuerza de voluntad del mundo, hubiese podido ignorar.
.-.Aún no me has respondido a la pregunta de ayer- dijo él, para romper el silencio espectante que se había creado entre ambos.
Ella se volvió a dar la vuelta antes de responder.
.-.Ni si quiera recuerdo cómo llegué hasta aquí.
Él comprendió lo que quería decir y repitió la pregunta.
.-.Te pregunté que porqué bebías de esa manera, porqué te hacías tanto mal.
La pelirroja volvió a encararlo. ¿Cómo se atrevía? Nadie le había dado permiso para preocuparse por ella o entrar en su vida. Pero no pudo negarse que hacía tiempo que él estaba en su vida.
.-.Hay muchas cosas que quiero olvidar.
.-.Esa no es la manera, Virginia- respondió él, amable.
.-.Para ti sigo siendo Weasley. ¿En qué momento hemos adquirido tanta confianza como para que te permitas llamarme por mi nombre?- preguntó arisca. Él se sorprendió por la reacción de ella pero no dejó que esta lo notara.
.-.¿Desde la primera vez que hemos compartido cama?- dijo enfadado, sin miramientos. -Desde la primera vez que me besaste, o que me acariciaste- ella no quería escuchar nada de eso. Sólo cerró los ojos mientras él se acercaba más y seguía relatando. -Desde la primera vez que me desnudaste, que recorriste mi cuerpo con tus manos y dejaste que yo hiciera lo propio con el tuyo. Desde la primera vez que hicimos elamor y tú permitiste que pasara¿tal vez?. Y podría jurar que no te disgustó tanto como quieres hacer ver ya que repetiste.
La agarró de la cintura y la pegó completamente a su cuerpo para evitar que la muchacha intentase golpearle. Pero ella sólo abrió los ojos y levantó el mentón dispuesta a dejarse hacer de nuevo. A besarlo.
.-.¿Y tu promesa?- preguntó él, irónico, alejándose de sus labios. -Te besaría de nuevo, pero, luego, te dolería más.
.-.Ayúdame, Draco, por favor. Ayúdame a olvidar- y atacó sus labios.
°¤°·.·°¤°·.·°¤°·.·°¤°
Día 7.
Las cosas no mejoraban. Nunca mejoraban para ella. Sabía que tenía que hacer algo por salir a flote, por recuperarse, pero era mucho más fácil decirlo que hacerlo. Y eso que ahora, lo tenía a él… o algo así.
No sabía que era exactamente lo que había entre ellos. Y era culpa suya. Él había querido aclarar las cosas y 'formalizarlas' un poco (dentro de toda la formalidad que podía ofrecer Draco Malfoy en una relación amorosa) pero ella había rehusado a hablar del tema y le había dicho que ellos no tenían nada que aclarar porque no tenían nada. Él no dejó ver si le había molestado aquello o no, pero acto seguido salió de la cama sin ningún pudor, a pesar de la falta de ropa, y se metió en el baño hasta que, pasada por lo menos una hora, salió vestido y perfectamente arreglado, y se fue.
No la había llamado a pesar de que estaba segura que, justo antes de cerrar la puerta de un portazo, había murmurado que lo haría. Quizá solo fuesen las ganas que tenía ella de hablar con él. Pero nunca lo llamaría, no después de haberle dado a entender que solo le servía de compañía en la cama. Es que él no entendía… no podía entender…
Dejó el tema pasar de largo, decidió que prefería pensar en ello más adelante… una ducha le sentaría bien ahora. Se levantó del mullido sillón que había heredado de la casa familiar y que tanto le encantaba. Poco a poco, se fue desnudando por el camino, dejando la ropa sembrada en el pasillo. Sonrió al recordar lo que siempre le decía su madre cuando hacía miguitas con el pan y las esparcía por el suelo de la cocina: Ginny, cariño, el pan no va a crecer en los azulejos.
No supo en qué momento pasó del simpático recuerdo de su madre al triste y melancólico recuerdo de su familia asesinada. Abrió el grifo y no se molestó en regular la temperatura. Voldemort sí que había sabido como acabar con ella. Hacía apenas un mes que había muerto Harry y ella ya estaba hundida en la más absoluta de las desgracias. La soledad. Aunque quizá… sí, quizá no estuviese sola.
Se metió lentamente en la ducha.
Cerró los ojos y dejó que el agua la recorriera por completo. Trató de aliviar la tensión acumulada durante el último desastroso mes masajeándose el cuello con ambas manos y moviendo la cabeza de un lado a otro. El agua, casi hirviendo, le dejaba la piel completamente roja pero no le importaba. El masaje no servía de nada. De repente algo en su interior hizo clic y sus piezas se desencajaron.
Se sintió caer. Finalmente el dolor había podido con ella.
Notas de la autora: cómo no, aquí, igual que en todos mis caps., tengo que empezar con las disculpas por retrasos, pero espero que merezca la pena (aunq solo sea un poquito) porque me ha costado mucho escribir este cap.En fin, como quiero subirlo hoy, no me voy a enrollar más, solo agradecer de verdad todos los rr, decirles que, a lo largo de esta semana, los contestaré todos y, en cuanto tenga un ratito (ya he empezado la universidad) volveré a subir el cap. editado y que contenga la contestación, ok? Esq hoy es realmente tarde y todavía quiero acabar un cap. de otro fic.
De verdad muchas gracias y muchos besos. Este cap lo dedico a todo el que lo lea, y a todo el que deje rr, que espero que sean muchos! Jeje
Se lo dedico, sobretodo, a SaraMeliss que me ha dicho que le gusta y que está cabreada con el mundo del fic. No pienses más en eso!
Besitos a todos y gracias por leer!
Azazel Black
