He aquí el segundo cap de este fic, vamos a ver que sale…
Mendigando amor
Cap 2
El día despertó al joven muchacho tapado de nieve, que se levantó perezosamente y se sacudió. Miró a su alrededor: las hermosas y envidiables mansiones de aquellos multimillonarios empresarios, políticos, y demás, estaban adornaban el paisaje blanco que había dejado la tormenta de la noche anterior. Sin aquel abrigo seguramente hubiera muerto congelado. Como ya les había ocurrido a varios conocidos suyos.
El chico agarró su bolsa, se acomodó su abrigo usado y comenzó a caminar en la calle, cubierta completamente de blanca espuma. Parecían ser las 8 de la mañana, pero no estaba seguro. Varios automóviles se asomaban de sus cocheras dando señal de ir a trabajar, dejando que el día empezara. Miró hacia la casa del hombre que, afortunadamente y sin querer, le había salvado la vida. La limusina estaba saliendo de la verja, que comenzaba a abrirse. El chico trató de ver a su interior, para agradecer al hombre, pero los vidrios polarizados no lo permitieron. Entonces se corrió a un lado de la calle, cuando la limusina paró frente suyo, permitiéndole ver su horrible aspecto reflejado en el vidrio de aquel auto, e instintivamente se pasó la mano por el pelo. El vidrio comenzó a bajar, y vio un rostro que ya le había parecido ver antes. Miró hacia el afiche de la postulada a presidente, y sí: era Sonomi Daidouji, en frente de él, observándolo con una sonrisa y una mirada alegres.
-Sos perfecto, le vas a encantar –le dijo la señora al joven, sonriendo aun más. -¡Chispa, hacelo subir al chico! –Chispa, el chofer de la familia, bajó del lujoso auto, abrió una puerta y empujó al joven chico desconcertado a su interior, dejándolo frente a Sonomi. Se sintió secuestrado, y se lo veía asustado; la señora comenzó a hablar.
-¿Cómo te llamás? –preguntó, inclinándose hacia delante y apoyando sus codos en sus rodillas, mirando al chico.
-No sé. –contestó él, impaciente.
-¿Tenés amnesia? –preguntó la señora, y se rió. Pero al no ver respuesta similar en su compañero, se puso seria. -¿Tus padres dónde están?
-No sé, no los conozco.
-Oh, disculpá. –dijo con tono lastimoso, aunque en realidad no le importaba mucho. –Quería preguntarte si querías trabajar para mí –le preguntó sin rodeos. La forma más rápida de acercarlo a su hija era teniéndolo vigilado, y cerca de ella.
-Sí, seguro –dijo sin dudar, ansioso por empezar.
-Bueno, vas a ser mi asistente, pero… -y sacudió una mano delante de su nariz –vas a tener que darte un buen baño. –el joven asintió. –Cuando lleguemos al edificio, te aseás y empezás ahí mismo. O sea, hoy. ¿Emocionado?
-Sí, sí.-no tenía palabras. Era el día de su vida. –Siempre buscaba trabajo, pero no me lo daban por no tener ni identidad, ni ropas, ni nada. Usted sabe, nadie le daría trabajo a alguien como yo.
-Yo sí. Y te va a encantar el trabajo.
La limusina siguió su camino hasta llegar a un alto edificio, en pleno centro japonés. El chico nunca había estado allí, por lo que eso era un paraíso por descubrir. Sonomi caminó, indicándole al chico que la siguiera. Así, cruzando escaleras, pasillos y ascensores, Sonomi le indicó el baño y, luego de media hora, el chico era irreconocible.
Su cabello antes enmarañado y sucio brillaba, a pesar de ser preciosamente negro. Sus ojos, antes ocultos entre la suciedad de su rostro, resaltaban azules de la piel albina. Vestía un traje que lo hacía ver más adulto, pero que le sentaba perfectamente.
La mujer no podía sacarle la vista de encime, y no dejaba de repetir 'le va a encantar'. El jovencito seguía extrañado ante las acciones de esa mujer. Pero a la vez estaba enormemente agradecido.
La mujer se levantó del escritorio en el que estaba sentada, acercándose al chico que estaba parado en la puerta, tomándolo del brazo y sentándolo en un cómodo sofá. Él dudaba mucho que esa nueva vida fuera a incomodarle.
La mujer se veía satisfecha por algo que él aun no descifraba. No sabía a quién le iba a encantar qué cosa. Pero en la mente de la candidata había un pequeño problema sin resolver aun: el nombre del chico. Era muy común que los jóvenes indigentes no supieran nada de su familia, pero siempre tenía algún nombre, aunque fuese inventado.
-¿Cómo te decían en tu barrio?-preguntó la señora, sentada en un pequeño sillón frente al hermoso joven.
-Nene. Chico. Pibe.
-Espero que no te moleste que te elija un nombre, ¿verdad? –dijo la mujer ansiosa.
-No, no hay problema –sólo esperaba que tuviera buenos gustos.
-Tiene que ser un nombre importante… pero primero hay que buscarte un país, porque la gente importante viene de lugares grandes, avanzados, desarrollados… -la mujer comenzó a caminar en ida y vuelta, pensativa, hablando sola. El chico comenzaba a inquietarse. ¿Iba a tener una identidad? No iba a ser de verdad, pero alguien la iba a creer. ¿Iba a ser importante? Sí, y seguramente para más de uno. ¿Iba a tener un nombre? En sus 16 años nunca había tenido nada más que simples apodos.
-Vas a ser inglés –dijo la señora, parando en seco y señalando al chico sorprendido. –Los ingleses son educados, buenos mozos, ricos –y comenzó a caminar otra vez. –Te podés llamar John, Michael, Paul, Sam, ¿qué nombre te gusta? ¿Michelle, Oliver, Eric? Decime, no tengas miedo.
-El último que dijo. –le respondió el joven 'inglés'.
-¿Eric? Eric, Eric… Eriol… ese nombre me gusta más. Eriol… es más misterioso. ¿no te parece? Te van a recordar fácil.
-¿Y el apellido? –preguntó 'Eriol', ansioso por su ya casi completa identidad.
-Hiiragizawa. –la mujer no había dudado un segundo –Eriol Hiiragizawa. Y naciste el—
-23 de marzo –dijo el chico.
-Trabajo terminado. Bienvenido Eriol Hiiragizawa –y Sonomi le estrechó la mano a su nuevo asistente. Y quien la llevaría a la presidencia de Japón.
'Eriol' solamente pudo mirar a la mujer, sin estrecharle la mano. Sonomi aun lo miraba, con la mirada sobre la mano del joven, esperando una respuesta. El chico respondió a la mujer, pero aun no podía decir nada.
¿De verdad todo eso estaba pasando? No podía creerlo. Subir desde el infierno hasta el cielo parecía imposible de creer, pero a él le había pasado.
Haberse criado en la calle, sin padres ni hermanos ni conocidos, obviamente, había tenido sus consecuencias. No sólo el hecho de haber pasado hambre, frío, sueño, dolor, angustia… sino el hecho de no conocer el mundo que lo esperaba. La codicia, la avaricia, la envidia… Cosas tan comunes, tan cotidianas… pero a la vez tan lejanas para alguien que no sabe del mundo, que no sabe que los demás lo envidian, lo celan, e incluso lo odian. Y lo peor, quizá, pueda ser la traición. Haber vivido en una mentira durante tiempo. Durante años. 16 años. Y sin saberlo. Y para lo que aun faltaría pasar mucho tiempo.
El primer día de Eriol en la empresa de la candidata fue solamente de 'adiestramiento'. La antigua asistente de Sonomi llevaba al nuevo asistente a recorrer el lugar y conocer al personal, ambientándolo.
Mientras, la mujer mantenía una conversación con su hija, que estaba en la mansión:
-¿En serio me decís, ma? –decía Tomoyo, ansiosa por conocer al tan apuesto joven que su madre le describía. Parecía salido de un cuento de hadas.
-¿Alguna vez te mentí, hija?
-Ay, no, mami, nunca –dijo Tomoyo, en tono sarcástico.
-Este chico es… perfecto, hermoso… ¿y sabés qué es lo mejor?
-Mmm, no.
-Que lo podés dominar, nena. Es tan sumiso y tierno que lo vas a adorar.
Madre e hija seguían hablando, cuando Eriol entró detrás de la antigua asistente, quien se despidió y se fue, dejando al joven a solas con la señora.
A esa hora ya estaban preparando el lugar para cerrarlo y terminar el día, y Sonomi pidió a Eriol que la acompañara.
Ya fuera del complejo de oficinas, la mujer y el joven subieron a una limusina, la cual se dirigía a la mansión Daidouji, cosa que el chico no sabía.
Eriol seguía asombrado por tanto lujo. No entendía por qué no había cruzado el alambrado años antes, por qué no se había propuesto cambiar su rumbo. Simplemente las circunstancias no se lo habían permitido. Su vida había sido una pesadilla de esas en las que no podés despertar, en esas que, estando aun despierto, te persiguen como león a su presa, la cual no tiene escapatoria. Pero que de todas formas sigue tratando de escapar… y corre y corre… aun sabiendo que va a ser alcanzada, devorada por las fauces de la cruel realidad. Y pocas veces, muy pocas, esa presa es salvada por algo superior, que toma control de su vida. Pero esa presa, inocente animal, no sabe lo que espera
El joven chico miraba a través de los vidrios del automóvil, el cual recorría rápidamente las calles somnolientas del centro de Tomoeda. Gente de compras, autos último modelo, luces titilantes, carteles luminosos… Era el urbanismo, cosa que había estado oculto ante los ojos de Eriol. Lujos, fama, fortuna, dinero, riquezas, ¡esa gente parecía poseer el mundo en sólo una bolsa! Pero vio algo que contrastaba con todo eso: un pequeño buscando quién sabe qué en un tacho de basura. Metido de cabezas en la porquería, Eriol lo miraba. Fueron segundos, pero parecieron minutos. Y Eriol no sólo vio al pequeño indigente. Sino que también a él. Que ahora estaba en una lujosa limusina. Teniendo el mundo, cuando ante son tenía absolutamente nada más que lo puesto.
Una voz femenina lo sacó de sus pensamientos:
-Espero que no te moleste vivir en mi casa –le decía Sonomi, con una amplia sonrisa y con una mano en el corazón.
-No… digo, yo… -decía Eriol dubitativo. ¿Cuántas noches había dormido en una casa, bajo un techo? Ni una sola en su vida. –Digo, sí… Si no le molesta…
-Ay, no, va a ser un placer… Ya de paso te presento a mi hija, ella es taaan dulce, y a mi esposo, él es un sol…
-…- Eriol miraba sorprendido a la mujer. ¡Qué muestra de confianza! ¡Cuánta amabilidad y solidaridad la de esa familia! –Emmm… sí…
El lujoso vehículo siguió su rumbo mientras Sonomi le hablaba al chico sobre su querida y bellísima Tomoyo, dejándolo atónito. ¿Realmente existiría alguien con tantas virtudes? Debía conocerla.
Ya en el barrio de la mansión Daidouji. Eriol reconoció el lujar y la casona. En la entrada, había un hombre parado. Era el que le había alcanzado la comida y el abrigo.
-¿Quién es él? –preguntó Eriol.
-Ay, él es nuestro mayordomo. Es parte de la familia, es todo un amor, un tesoro, qué buen hombre.
¿Qué era un mayordomo? ¿Por qué esa mujer hablaba tan bien de todo el mundo? ¿Por qué lo llevaba a su casa? ¿Por qué le había dado un trabajo? ¿Por qué le había cambiado la vida? Esa mujer, según él, se había ganado el cielo.
Al entrar a la mansión, Eriol quedó realmente atónito ante tanto lujo y belleza.
Frente a la puerta principal, en el interior de la casona, habían dos escaleras que se dirigían a un piso superior y, a ambos lados, unos pasillos que seguramente conducirían a otros salones, aun mas grandes, lujosos, esplendorosos y magníficos que aquel hall de bienvenida.
-Chelo, sacale el abrigo al caballero y hacelo sentir cómodo mientras yo llamo a la ternura con patas, o sea, mi hijita. –la mujer subió las escaleras para dirigirse a una de las habitaciones. Eriol no podía dejar de admirar el interior de aquel salón. Chelo, el mayordomo, quien había entrado después de ellos, le sacó el abrigo al joven y lo condujo a un salón de estar (living) enorme, con sofás gigantescos y súper cómodos. Eriol se sentó en uno de ellos, a esperar.
Pasaron un par de minutos cuando el chico escuchó unos pasos detrás suyo. Era Tomoyo, vestida con un vestido largo celeste, casual pero a la vez elegante. Eriol permaneció mirándola unos segundos hasta que se levantó. Notó sus ojos y su cabello, su piel y sus facciones. Sonomi se había ahorrado demasiados detalles.
-Supongo que vos debés de ser Eriol, ¿no? –le dijo la jovencita quien, aunque trató de disimularlo, no podía dejar de ver los ojos azules del caballero delante suyo. ¿Realmente había sido un mendigo? De haber sabido, lo hubiera acogido antes. Tomoyo se acercó a él, quien comenzaba a sentirse intimidado.
-Emmm… -dudó un poco. ¿Él era Eriol? ¡Cierto! –Sí, soy yo. El mismo. –y sonrió naturalmente, encantando a la chica. Realmente Sonomi se había guardado detalles.
-Un gusto entonces. Espero que podamos conocernos mejor –decía Tomoyo, con tono seductor. Después de todo, su único deber era conquistarlo y parecer enamorada por su amor no-rico, demostrándole al mundo que a la familia Daidouji no le importa el dinero, sino lo que uno lleva dentro. Eran engaños.
Tomoyo trató de entablar una conversación con el callado y tímido joven, cuando entró un hombre. Era, a simple vista, un ejecutivo importante, por su talla y compostura. Seguramente el jefe de familia, el esposo de Sonomi y padre de Tomoyo.
Y así pasó la noche, entre conversaciones, encuentros, gente nueva, dispuesta a integrar a tal apuesto galán inglés a su familia.
Después de la cena, llevaron a Eriol a una habitación ubicada frente a la de la joven Daidouji.
El chico entró y fue al armario, al baño, recorriendo cada rincón. En el armario había ropas como las que él usó durante tanto tiempo, pero nuevas y limpias. Debajo de la almohada de su cama de dos plazas había un pijama, ropa que el joven no dudó en ponerse. Por primera vez iba a dormir en una cama, en una mansión, sin frió, con la panza llena y contento. Se estiró sobre la cama, mirando al techo. Cerró los ojos. Lo primero que vino a su mente fue la imagen de una chica. Era Tomoyo. Su sonrisa, su simpatía, su voz… Era realmente bella, comparada con las negritas de los barrios hacinados detrás de aquel alambrado.
En eso, escuchó un golpe a la puerta. Se levantó para abrir, pero la persona entró primero. Eriol quedó sentado en la cama, mirando el espectáculo. Tomoyo estaba entrando a la habitación con un camisón de seda negro cortísimo con un escote amplio, el cual dejaba ver sus curvas delicadamente marcadas. Si quería conquistarlo, seducirlo y sorprenderlo, lo había logrado.
El chico la miraba boquiabierto. Miraba cada movimiento suyo con atención. Estaba fascinado. Tomoyo se sentó a su lado, y le sonrió.
-¿Qué pasa, bobo? –le dijo riéndose, golpeándole suavemente al hombro. –me da vergüenza que me miren así…
-Perdoname, es que yo… no… no sé….
-Está bien. Quería que habláramos. –dijo Tomoyo, mirando por sobre su hombro, bajando su tono de voz, tratando de hacerlo más sensual. Eriol sólo la miraba. –Me parecés re lindo, sabés, y… bueno… ¿te parezco linda yo? –y lo miró a los ojos. El chico estaba impactado.
-Eh, sí… -Eriol estaba atontado. ¿Qué estaba pasando?
Sin dejar que Eriol reaccionara, Tomoyo se abalanzó sobre él y lo besó. Primero de forma desesperada, pero luego, cuando el joven comenzó a reaccionar, apasionadamente.
Por la mente de Eriol solamente pasaban los ojos de Tomoyo y sus dulces maneras. Pero por la mente de la chica, además del galán al que estaba besando, pasaban la fama y fortuna que conseguiría ella al ser su madre presidenta de Japón.
Desde la puerta, Sonomi observaba la escena, cuidándose de no ser vista. Su hija sabía una parte del plan: lograr tener el mundo en sus manos. Pero la otra parte, la parte secreta, la parte oculta del plan, le devoraba poco a poco el alma. Pero sabía que no podía develar ese secreto. No ahí, no ahora. No en ese momento. Ver lo que estaba viendo le carcomía la conciencia, sabía que no debía. Pero si su hija y, en especial el joven, no la perdonarían nunca. Ella se hundiría, y terminaría en las calles, mendigando. Debía aguantar, soportar ese peso. En el momento oportuno develaría la verdad.
Con una lágrima en su mejilla, la mujer se retiró en silencio.
Por lo menos su hijo, a partir de ese momento, tendría una vida decente.
N de A:
Epa, epa! Que misterio!
Que conste que avisé que iba a ser una historia con muchos secretos, misterios, engaños, traiciones, y demás cosas que tiene la gente rica…
Falta mucho por saber!
Gracias Julili por tu review! (sos una capa!)
Y espero tu review tambien, decime como me esta yendo con el primer fic!
Y gracias x leerlo!
Arigato, ja ne!
StArHuNtEr
