Mendigando amor
Cap. 3
Eriol estaba acostado en su cama, mirando hacia el patio trasero de la mansión, que en esos momentos era débilmente alumbrado por la luz de la luna.
¿Cuánto tiempo había estado así? No mucho. Tomoyo había salido corriendo, dejándolo allí, solo. Él solamente pudo quedarse mirando hacia la puerta, viendo cómo la chica salía del cuarto. Y hasta ese momento, no había podido sacársela de la cabeza. Hasta que, de repente, se quedó dormido, sumido en sus pensamientos.
No sabía lo que le había pasado. Varias veces antes ya había besado a otros chicos, pero con él, sólo con él, sólo con ese beso, había sentido algo distinto. Y no le molestaba en absoluto. Pero la sola duda de no saber lo que estaba pasando con su corazón la hizo escapar, dejándolo allí. Tomoyo miró por la ventana hacia la calle. Sólo esperaba que el plan de no madre funcionara, y que no fuera todo en vano.
Sonomi, en cambio, no podía dejar de llorar en los brazos de su esposo, quien no entendía absolutamente nada. Primero había visto a su mujer correr a su cuarto, y luego vio a su hija hacer lo mismo. Odiaba no entender a las mujeres. Su esposa seguía llorando desconsoladamente, con la angustia de no poder desahogarse con su marido.
Y así pasó la noche. Entre llantos y sueños. Entre falsas esperanzas y el dolor de no revelar un secreto.
Su hijo…
Una semana había pasado ya desde el día en que el joven mendigo encontró un lugar en la mansión Daidouji. Su vida había cambiado, ¡y cómo! ¡Hasta ya tenía novia! La prensa no descansaba un solo día de fotografiar a la joven pareja de compras en aquellos días invernales, paseando en sus lujosos automóviles o simplemente tomando un café en algún bar cercano.
Pero lo que realmente sorprendía a los periodistas y paparazzis era el aspecto del joven. Siempre acostumbraban a ver a Tomoyo con chicos de alta alcurnia, perfil alto, modelos, o hijos de gente rica, poderosa y conocida. En cambio, este chico parecía normal. Hasta ese momento sólo se sabía que era un jovencito inglés, que había conquistado a la chica sólo con su mirada, ya que no poseía dinero. Entonces, ¿debía ser la familia Daidouji tan pretenciosa como se pensaba? El hecho de que la jovencita saliera con un chico pobre comparado con ella, daba a pensar todo lo contrario. A los Daidouji no les importaban las apariencias, ni las fortunas, ni las riquezas. Sino que sólo se fijaban en el interior de las personas, fueran pobres o ricas. Y eso tuvo un impacto importante en la población tomodiense, cansada de tener políticos estafadores ansiosos de poder. En espera de aquel ser noble que se preocupara por el bienestar de la gente. Tal y como Sonomi Daidouji.
En una mansión tan lujosa como la de los Daidouji, pero un tanto más alejada, un joven se encontraba sentado en un amplio sofá mirando televisión, en la cual aparecía la chica Daidouji y su novio, Eriol. El chico, de cabellos castaños, apagó la TV y, con el semblante enfadado, se levantó del sillón, cruzó sus brazos y comenzó a caminar en ida y vuelta sobre sus pasos.
-Con que eso es lo que planean, ¿eh? –el joven, hijo de uno de los candidatos para la presidencia del país, Hieng Li, hablaba solo, en un tono casi amenazador –comprarse a la gente… Buen plan, pero muy misterioso… Demasiado diría yo…
-¿Qué pasa, Shaoran? –la novia del joven chino, Sakura, entraba a la habitación cuando vio a su novio. -¿Otra vez pensando en los Daidouji? Bien sabés que tu padre va a ganar de todas formas, no te preocupes por esas cosas –entonces se acercó, rodeó al joven con sus brazos (quien hizo lo mismo) y le dio un beso corto.
-Pero traman algo, y… y… no me gusta que jueguen sucio. –diciendo esto se soltó de su novia, y comenzó a caminar en círculos devuelta –Además, ¿creés que Tomoyo se metería con un pibe sin plata? A eso no se lo come nadie, linda.
-Si estás tan seguro de eso, averiguá -Sakura se sentó en el sofá y volvió a prender la televisión pantalla plana 29''. Parecía que los programas de chismes no se cansaban de mostrar a la joven Daidouji con su apuesto novio. –No entiendo por qué pensás eso. El novio de Tomoyo parece un galán de telenovela, y ella siempre salió con chicos lindos, apuestos…
-Pero con plata. Siempre fue así. Y la voy a hundir. Voy a averiguar quién es ese chico, los planes que traman y, si es necesario, la voy a hacer renunciar a la presidencia si llega a ganar. –cuando estaba enojado, Shaoran lo daba a conocer. Y ese era uno de esos momentos.
El joven salió del living, dispuesto a despejar su mente para averiguar lo que tramaba la familia Daidouji. Sakura, sin embargo, seguía sentada en el sofá, mirando la televisión. No podía demostrarle a su novio lo mucho que detestaba a Tomoyo, y que ella también sospechaba de las intenciones de la chica.
-Cómo te odio… y pensar que somos primas…
Sakura se levantó del cómodo sillón y apagó el televisor. Miró por la ventana; el día estaba realmente estupendo. Le hubiera gustado que su madre estuviera allí con ella. Entonces agarró su cartera y pensó que no iba a ser una mala idea ir a visitarla. Aunque odiaba los cementerios.
Quedaba bastante alejado, por lo que pidió a su chofer que la llevara, pero en un auto común: no le gustaba crear escándalos.
Ya en el lugar, Sakura vio a una persona que le pareció conocida. Se acercó a esa persona, que estaba arrodillado en la tumba de su madre.
-¿Qué hacés acá? –le gritó la joven, en un ataque de histeria, golpeándolo con su cartera. El hombre era su padre, Fujitaka. El mismo que había acabado con la vida de su madre años atrás. No había tenido derecho, ¡no! Sakura estaba con los ojos llenos de lágrimas. -¡Tendrías que estar en la cárcel, hijo de puta! ¡Andate! ¡No ensucies el recuerdo de mi madre, no lo hagas! –Sakura cayó arrodillada frente a la tumba de Nadeshiko, con lágrimas en los ojos. Abrazó la lápida fuertemente, mientras una tropa de policías atrapaba al prófugo presidiario., quien no dejaba de mirar a su hija y pedirle perdón. –Las va a pagar por haber venido, mami. Lo juro.
Diciendo esto, la chica, un tanto más calmada, se subió al auto, indicándole al chofer ir a la cárcel donde estaba encerrado Fujitaka Kinomoto. Si era posible, iba a duplicar la cantidad de años que el hombre debía pasar en cárcel por asesino. Y si podía, los iba a triplicar.
Ya en la estación de policías, Sakura se sentó frente al escritorio del comisario. El hombre uniformado le explicó que su padre se había escapado cuando lo estaban trasladando. Entonces, el señor sacó una carpeta. En esa carpeta se guardaban los archivos de los presos, desde lo que habían cometido delitos menores hasta los asesinos en serie.
-Quiero que dupliquen la condena de este hombre. –le dijo ella, seriamente, con lágrimas en los ojos, pero hablando decididamente.
-No podemos hacer eso, mire .-el policía le mostró que, en dicha carpeta, estaba la cantidad de años que el preso debía pasar en cárcel. –No lo podemos modificar. Disculpe.
Otro policía se acercó a él, le dijo algo en voz baja al oído y se retiró, seguido por su mayor.
-Disculpen, ahora vuelvo.
Sakura miraba consternada la carpeta. Se acordó que tenía una lapicera. Sí, lo iba a hacer. Comenzó a buscar desesperadamente el nombre de su progenitor.
Y encontró algo que la sorprendió aun más. La foto de un hombre. Se parecía a…
-¿Hiiragizawa? –dijo Sakura en voz baja, sin dejar de mirar la fotografía.
"Arthur Hiiragizawa. 35 años. Divorciado. Robo a joyería, estafa mayor."
Y el prontuario seguía. El hombre era realmente parecido a Eriol. Ojos azules, bien parecido.
La chica escuchó unos pasos y supuso que el comisario volvía. Entonces arrancó la hoja y la guardó hecha un bollito en su diminuta cartera, y dejó todo tal y como estaba, incluso su deplorable aspecto.
-Perdone, tuvimos un percance con unos presidarios y—
-No se preocupe, yo ya me voy. Chau. –y se fue con una sonrisa hacia su casa. Su padre ya no le importaba. Le importaba su presente: la presidencia de su suegro.
La iba a hundir. A Sonomi, a Tomoyo y su noviecito.
-Hijo de un presidiario… quién iba a pensarlo –pensaba Sakura, mientras se subía a su auto, y se dirigía a su casa, con sonrisa triunfante.
Sonomi miraba a su hija. Por primera vez la veía tan contenta, tan alegre, tan viva.
-Alguna vez yo también estuve como vos… Hace tanto… -dijo Sonomi en voz baja, mientras recuerdos venían a su memoria.
Se acordaba del hombre con el que se había casado, y que había tenido el atrevimiento de robar una preciosa alhaja en una joyería, sólo para regalársela a su prometida. Él había hackeado una cuenta bancaria, y su propia cuenta se llenó de fortunas. Vivieron felices mucho tiempo. ¿Por qué había tenido ella que hacer eso? Si eran felices, ellos dos y… su hijo… ese pequeñito… Por avariciosa, había delatado a su marido después de traspasar todas las riquezas a su nombre, y se divorció. Toda la riqueza era suya, pero no la felicidad. El hombre que amaba estaba preso por su culpa, y ese chiquillo… no lo quería con ella… No podía, porque el recuerdo de su esposo la perseguía. Él también la amaba, aunque ella no tenía ni dónde caerse muerta…
Y una noche calurosa, llena de fantasmas que perseguían a la mujer, abandonó al pequeño, en aquel barrio donde ella había vivido los peores años de su vida. Detrás del alambrado. Le carcomía el corazón ver al niño de días llorar, pero sólo podía escapar. No podía sostener semejante peso en sus espaldas…
16 años habían pasado… y cuando lo vio… ¡Cuando lo reconoció! ¡Era su hijo! ¡Ese niño, ese adolescente, muerto de frío frente a su casa, era su hijo! ¡Su pequeño! El pequeño que nunca había tenido nombre, que nunca había tenido padres, sufriendo de hambre, de sueño… ¡Y ahora ese chico, su hijo, se estaba besando con su Tomoyo! ¿Por qué lo había hecho? ¿Para qué adoptar una niña, con el pretexto de que no podía concebir bebés? Era el fantasma… el fantasma de Arthur, que por amor había entregado su libertad… y la pequeña Tomoyo era tan parecida a su niño que la amó.. la amó desde un principio, y nunca quiso saber quiénes eran los padres de tan bella criatura, porque los odiaría por haberla abandonado. Tal y como se odiaba ella misma.
Cuánta avaricia, codicia, maldad, frialdad, ansias de poder… Era inimaginable… Y ahora su hijo besaba a su hija adoptiva… ¡Qué mujer repugnante!
Sonomi lloraba en silencio. Nunca había querido saber la identidad de los crueles que abandonaron a Toomoyo. Pero creyó que era el momento. No podía vivir más con esa duda… No….
Pero qué sorpresa se va a llevar cuando se entere que el padre de su pequeña es el mismo, y no otro, que el padre de aquel bebito abandonado a su suerte. Menuda sorpresa.
N de A:
Esssa! Buena, ya no falta mucho para que la historia en cuestión termine… hasta ahora me va gustando como queda… ¿vos que decis? Dejame una review asi lo sé!
Faltan más misterios que revelar, secretos que develar, y mentiras que decir…
¿Por qué Fujitaka mató a su mujer? Ya lo sabrás en el próximo capítulo de Mendigando amor, que los va a dejar con la boca abierta! (lo juro)
Gracias Julili x tus comentarios!
Y si kieren que la siga y que no se termine ahí, solo digan :S
Arigató, Ja ne!
StArHuNtEr
