Este cap es el mas revelador. ¡que esperás! ¡ a leer!
Guarda que empieza…
Mendigando amor
Cap 4
Ya no podía más. No lo soportaba. Iba a explotar en cualquier momento. Y cuando Eriol besó a Tomoyo apasionadamente y ella se recostó en pasto con su novio arriba, Sonomi estalló. No podía. Se daba asco a ella misma.
Entonces se puso un tapado, decidida a saber quiénes eran los verdaderos padres de Tomoyo. Era el momento. Su hija tenía que saberlo. Debía saber que la persona a la que hacía ya tiempo había comenzado a amar no era nada más ni nada menos que su hermanastro.
Sonomi subió al auto y, por primera vez desde que tenía chofer, manejó ella misma su automóvil. Iba a ir directo al Registro Nacional de Adopciones. Ya había estado allí antes. Pero nunca había tenido el coraje de hacerlo. Nunca había tenido el coraje de hacer nada. Siempre había sido una cobarde.
La mujer, candidata a presidenta, dejaba que sus lágrimas cayeran sin control, su voz no cesaba de maldecidse a ella misma. Sabía lo que iba a ocurrir luego. Ya lo sabía. Pero… no podía soportar semejante equipaje sobre su espalda. Ya habían pasado 16 años… No podía.
Sonomi llegó al lugar, como desesperada, haciéndose paso entre la multitud. Al entrar al lugar, vio a quien menos esperaba ver. Una persona que también había sido víctima de sus crueles mentiras. Mentiras que destruirían una relación, lazos, amores… Sentado, con lágrimas en los ojos, sosteniendo visiblemente toda su bronca, con una hoja de papel en su mano, se levantó y miró a su esposa, tratando de controlarse:
-Por qué lo hiciste… -su voz sonaba a punto de quebrarse -¡Por qué lo hiciste! ¡Me mentiste, Sonomi! ¡Me mentiste, hija de puta! ¡Me ocultaste todo! ¡Todo este tiempo!
-Yo, yo… -la mujer estaba rompiendo en llanto, pero no podía contradecir a su esposo. Él tenía razón. –Perdoname –dijo suplicante, arrodillándose.
-No te voy a perdonar nunca esto… -el hombre la miraba sin piedad. –Abandonaste a tu hijo, Sonomi… ¡A tu hijo! ¡Por eso le elegiste el apellido! ¡Por eso el chico es Hiiragizawa! Es por Arthur, no? El padre de Eriol… -el hombre miraba al techo del recinto, como diciendo 'que tonto que fui… no haberme dado cuenta antes…' –no tenés corazón, Sonomi. Las vas a pagar. Pero no te las voy a cobrar yo. Te la va a cobrar tu propio hijo –el hombre hizo énfasis en las últimas palabras., y salió del recinto, sacudiendo la cabeza.
La gente miraba el escándalo. ¿Esa mujer realmente había sido capaz de eso? ¿La bondadosa Sonomi Daidouji, preocupada por el bienestar social, realmente había abandonado a su hijo? Qué decepción…
Sonomi seguía con sus rodillas en el piso, llorando. ¿Qué había hecho? Se había dado cuenta tarde. Su esposo también, pero ya lo sabía. El esposo de Sonomi fue a averiguar el verdadero origen de Eriol… había escuchado ese apellido antes, pero prefirió pensar en las coincidencias y casualidades antes que en la dura verdad. Conocer la otra cara de su mujer había sido como una puñalada directo al estómago. De esas que no te matan rápido, pero que te van consumiendo poco a poco, el dolor te va durmiendo los sentidos, hasta que sirve de propia anestesia. El dolor como anestesia, qué paradoja. Así fue como Sonomi se había acostumbrado a vivir: anestesiada. Por eso no lloró cuando Nadeshiko murió; por eso no lloró por su pobre sobrina, quien no encontró refugio en nadie. Esa había sido la razón de todo… No sentía, porque ya no tenía corazón. Una parte de él estaba en su marido, aun en la cárcel; la otra mitad estaba con su hijo, en la calle. Para ella no había quedado nada. Nada.
Sonomi se levantó del suelo y se abrió paso, ahora más calmada, hasta llegar a su coche. Sus lágrimas se habían agotado ya. Y su alma se había evaporado con ellas. Eran más o menos las 6 de la tarde. Se imaginó la situación en su mansión. Su hijo odiándola, su hija maldiciéndola. Quizá otro destino le depare a Sonomi Daidouji, justo antes de saberse toda la verdad. La mortal verdad.
En la mansión Li, en cambio, toda una familia bailaba festejando y celebrando la próxima presidencia de Hierang Li. Los Daidouji se habían echado agua solo, teniendo que sacar los trapitos al sol. Y pensar que si las elecciones hubieran sido un día antes, Sonomi Daidouji estaría gobernando el país. Pero las caretas se caen tarde o temprano.
Shaoran, el hijo de Hierang, abrazaba a su novia Sakura y festejaba con ella.
-Lo logramos… te dije que detrás de toda esa cantidad de bondad inhumana había algo, nena –diciendo esto la besó y la abrazó.
-Yo también lo sospechaba, pero… si te lo decía, ibas a saltar como leche hervida, e iba a ser peor…pero… ¿qué va a hacer entonces la 'feliz parejita'? –dijo esto último haciendo movimientos con sus manos.
-Vernos a nosotros disfrutar de la fama y la fortuna que ellos desperdiciaron… además, somos más jóvenes que ellos… -Shaoran esbozó una sonrisa.
-Es sólo un año, no es nada. Pero sí que se lo voy a echar en cara… Se los voy a refregar como la perra de mi prima lo hizo conmigo.
Shaoran y Sakura siguieron hablando y comentando sobre sus planes al futuro. La presidencia prácticamente podría decirse que era de su padre, por lo que pasarían a ser dueños de uno de los países más poderosos del mundo. Japón. El reino de oriente. Y próximamente del mundo.
Sin embargo, no todo era festejo al otro lado de la ciudad.
Sonomi estaba llegando a su mansión. Las lágrimas ya se habían secado, y su rostro estaba absolutamente inexpresivo. Sabía que iba a ser lo mejor. No iba a perder a su hija. Y menos a su hijo, cuando ya lo había recuperado. Su esposo no iba a quitarle sus cosas más preciadas. No iba a arrebatarse a ella misma la felicidad. Ya había tenido suficiente sufrimiento. La mujer bajó del automóvil, guardando en su cartera aquel objeto. Tenía que hacerlo. Lo necesitaba.
Estaba cruzando a pie el amplio jardín, cuando vio a su marido recostado en un árbol. Sonomi estaba dejando escapar una lágrima mientras se acercaba.
Un fuerte alarido escapó de la garganta de la mujer, mientras su marido la miraba con ojos vacíos y la cara llena de sangre. Apenas él había alcanzado a ver a la persona que le había clavado aquel hacha en la cabeza.
Sonomi gritaba desesperada, pidiendo ayuda, tapándose la boca con las manos, dando pasos torpes hacia atrás. Los empleados de la mansión acudían al lugar horrorizados por los gritos de la mujer; algunos llamaban a la ambulancia, otros a la policía, algunos trataban de calmar a la mujer.
Pero uno solo permanecía en su puesto. Sólo podía ver la escena a través de la ventana de la cocina. Había jurado no abrir la boca. Para eso le habían pagado. Él no quería terminar como el señor Daidouji. Sólo tenía que guardar ciertos secretos…
Comenzaba a hacerse de noche, y el paisaje blanco iba pasando a través de las ventanas de la camioneta todo-terreno. La oscuridad comenzaba a asustar a la joven, que iba manejando el vehículo, con su novio sentado en el asiento del acompañante.
-¿Cuánto falta? –preguntó él. Su novia no le había hablado desde que habían salido de la casa.
-No sé. Hace rato que no veo una señalización o algo parecido. –la lluvia comenzaba a hacer que el camino se hiciera más complicado. Tomoyo bajó la velocidad de la camioneta. Odiaba manejar de noche y lloviendo.
-¿A dónde vamos a ir? –volvió a preguntar Eriol. Él sólo miraba la nieve, que comenzaba a derretirse por la lluvia.
-Cuando lleguemos te vas a enterar. Tengo que decirte algo. –su voz comenzaba a quebrarse. Eriol volteó a mirarla, cuando la camioneta se sacudió fuertemente, asustándolos.
Tomoyo apretaba el acelerador, pero la rueda resbalaba. El camino, que estaba en el medio del bosque, era solamente barro y lodo. Tomoyo volvió a apretar el acelerador, repitiendo 'vamos, que arranque'. Pero nada. Las ruedas no avanzaban. Entonces, la chica sacó la llave de la camioneta y miró a su novio, quien la observaba sin comprender.
-Nos quedamos atorados. Vamos a tener que pasar la noche acá. –la joven prendió la luz de la cabina de la 4x4. Cada vez se tornaba más oscuro. Y más frío. Eriol seguía inmutable, mirando a su novia. No iba a dejar que se la quitaran.
-¿El lugar al que íbamos queda lejos? –preguntó el chico.
-Bastante como para ir caminando en el medio del barrio con un temporal de mierda. –ella hablaba con resignación. Pero sabía que no podía ocultarle más 'eso' a su novio. Él tenía que saberlo. Pero entonces, con su mirada al exterior, una gota de sentimiento rodó por las mejillas de Tomoyo. Eriol pasó su dedo pulgar por sobre ella, y ella sonrió. Sí; ese era el momento.
-No llores, linda. Por favor.
-¿Sabés qué pasa? –ella comenzaba a llorar más. No podía contener las lágrimas, como todo lo que estaba dentro de ella, esperando ansiosamente por salir. -¿Te acordás que mi mamá siempre guardaba una maleta azul en el armario, y lo cerraba con llave? –Eriol asintió con la cabeza. La miraba con atención. Estaba asustado. –Ahí…. Habían unos papeles, y… cuando me fijé qué había… -se le estaba dificultando hablar. Tenía que gritar o reventar. –habían… u…. unos papeles… papeles de registro… el Registro Civil, y…. decía que yo… que yo… ¡Soy adoptada, Eriol! –Tomoyo se abalanzó a los brazos de su novio, quien la consoló con un abrazo fuerte, dándole a entender que tenía su apoyo. Eriol cerró los ojos. Estaba aliviado. Pensó que su novia… se había dado cuenta de lo otro…
-Pero tu mamá y tu papá te aman, preciosa, lo sabés. –le frotó suavemente la espalda, mientras que Tomoyo comenzaba a calmarse.
-Es que ese no es el único problema, Eriol, es que… -el llanto comenzaba a salir otra vez, sin posibilidades de ser contenido. –me duele que mi mamá me haya mentido… ¡Me duele! ¡Por qué, por qué… ella había apoyado su rostro en el hombro de quien ella amaba. Poco a poco, a pesar de los planes de su madre, sabía que ese joven, Eriol, era el amor de su vida. Sabía eso, lo tenía claro. El problema era que no sabía que ese chico, además, era su hermano.
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Mansión Daidouji.
Cerca de las 3 de la tarde.
Tomoyo se estaba duchando.
Eriol, mientras, miraba la televisión. Una mujer le llamó la atención.
Era Sonomi. La enfocaban llorando en el piso, pidiendo perdón… pero… no podía creer llo que estaba escuchando… era el marido de la mujer, gritándole.
"No te voy a perdonar nunca esto… Abandonaste a tu hijo, Sonomi… ¡A tu hijo! ¡Por eso le elegiste el apellido! ¡Por eso el chico es Hiiragizawa! Es por Arthur, no? El padre de Eriol… no tenés corazón, Sonomi. Las vas a pagar. Pero no te las voy a cobrar yo. Te la va a cobrar tu propio hijo. "
Cada palabra resonaba en la cabeza del chico…
La mujer que lo había acogido en su casa. La mujer que lo había tratado como a un hijo más. La mujer a la que él más quería… cuando escuchó eso, se convirtió en la persona más detestable del mundo…
Sonomi había sido la hija de re mil puta que lo había abandonado de bebé… la que lo había dejado tirado en la calle…
Eriol comenzaba a desmoronarse por dentro. No importaba ya cuántas noches había pasado en la calle. No importaba las veces que tenía que comer las porquerías de la basura. No importaba las deshonras que había que tenido que sufrir. Sin embargo, nunca había sentido el dolor de no tener una madre.
Una lágrima se escurrió por su mejilla.
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-Yo sé lo feo que se siente que te mientan –le contestó Eriol, no sólo para reconfortarla. Era la pura verdad. Y la abrazó más fuerte.
Momentos después, Tomoyo ya se había calmado, mientras descansaba con su cabeza apoyada en el hombro de Eriol. Él no podía mirarla a los ojos. No después de todo lo que había escuchado, lo que había vivido, lo que había sentido y lo que por momentos pasaba por su cabeza.
El cielo parecía llorar todo lo que había llorado la joven, quien acariciaba la cabeza de su novio, enredando su suave cabello negro entre sus dedos.
Mientras, él sólo pensaba en todo lo ocurrido aquella tarde. La tarde definitiva, la que cambió todo después de que todo ya había sido cambiado.
-Te amo, Eriol –susurró la joven, besando la oreja de su novio quien, al notar que su novia estaba a centímetros de besarlo en sus labios, retiró el rostro. Tomoyo lo miró con una mezcla de confusión e indignación, mientras él miraba hacia el exterior -¿Qué… qué pasa? –Eriol no contestaba. La joven se separó un poco del joven, a la vez que notó cómo los ojos de él se tornaban húmedos. –Eriol, por favor.. me estás asustando…
-Es que… hay algo que no te dije… -Eriol la miró a los ojos, pero en su mirada sólo se reflejaba la mirada de esa chica que estaba frente suyo. Había algo muy similar en las miradas de ambos. –Somos hermanos, mi amor…
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Eriol no podía creer lo que había escuchado, lo que había visto. No entendía tampoco lo que estaba pensando o sintiendo. Amaba a Tomoyo, realmente la adoraba. Pero no como se quiere a un hermano, o a un familiar. La quería tal y como se quiere a una pareja, al amor de tu vida.
El ruido de un auto al estacionarse en el frente de la casa Daidouji llamó su atención. El joven se acercó a la ventana, sólo para ver que era el esposo de Sonomi. Y sabía a lo que iba a la casa, con ese paso decidido pero a la vez preocupado, sabiendo que iba a hacer algo que iba en contra de su voluntad pero que, a la vez, era inevitable.
Eriol no dudó. Bajó al garage de la casa, donde la familia y los empleados guardaban las herramientas. No podía permitir que ese hombre soltara todo, revelara todas las mentiras, los secretos. No quería. Y no lo iba a dejar hacer eso. Eriol escudriñó entre las distintas herramientas, y vio lo que necesitaba.
Un hacha.
La agarró rápidamente y la dejó cerca suyo, mientras que el hombre lo llamaba para hablar con él y, el ver que no hacía caso, caminaba hacia el garaje. A Eriol le temblaban las manos, pero no iba a permitir que le cagaran la vida de vuelta. No otra vez.
N de A:
¡al fin! Pensé que no lo iba a terminar más…
Creo que en uno o dos cap más ya lo termino.
Prometí que iba a ser corto pero impactante e interesante!
(bah… a mi me parece que esta quedando bastante bueno)
ni traten de imaginarse el final, porque no van a poder!
Mua j aja ja!
Muchisimas gracias x los reviews a tods ustedes, me dan las re pilas para seguirlo.
Así que ya saben… Mendigando amor ya está llevando a su fin (es un fafic joven… sniff)
Ah, y… ¿están seguras que van a terminar odiando a Tomoyo? Mua j aja ja!
Bueno, ya saben, acepto todo tipo de criticas (destructivas y constructivas…)
Arigató de
