¡Ya toy aquí! Wiiii. Aclarar que Slayers pertenece a bla, bla, bla y tal y eso.

Espero que os guste… y ya sabeís que pá lo que queraís un review.

Saludos.


Era una amanecer tranquilo en el que Filia despertó, y con una sonrisa de complacencia, se levantó de la cama y se cambió.

Tardó un buen rato mientras se lavaba y sustituía su camisón rosa por un vestido más acorde para empezar el día. Después, bajó a la cocina a prepararse un té.

Sonriente, Filia cogió la tetera y la llenó de agua antes de ponerla al fuego, para calentarla. Por último, empezó a buscar las preciadas hierbas por los muebles. Pero un sonido a sus espaldas la hizo detenerse. Un sonido que conocía de sobra y que sabía lo que significaba… un escalofrío la recorrió toda la columna.

- Hola labios de lagartija – reconoció la voz, pero no tenía el mismo tono burlón de siempre. Aun así, Filia se volvió con rabia.

- ¿Qué haces aquí, maldito demonio?

- ¿Puedes ayudarme?

Filia se fijó en el demonio, para ver que era lo que quería, y cual fue su sorpresa al encontrarse a una joven de cabellos rizados negruzcos a la que Zeros apenas era capaz de sujetar para que no cayera. La dragona rubia corrió hacía el demonio y agarró a la muchacha por el brazo, y entre los dos la cargaron hasta el sofá que Filia tenía en lo que parecía ser una pequeña salita de estar, llena de jarrones de muchos colores y figuras diferentes.

Nada más dejarla allí, el demonio clavó una rodilla en el suelo y apartó el pelo de la joven, para verla el rostro.

- ¿Estás bien?...- comenzó a preguntar Filia para luego añadir rápidamente- lo digo por los dos, además tú pareces herido y…

- Tranquila, Fi-Chan.- Zeros se levantó y se acercó a la dragona sonriendo, como si intentara quitarle hierro al asunto.- Ella sólo necesita dormir un poco, para recuperar fuerzas, y yo sólo tengo una herida de nada.

- ¿Qué os ha pasado?- preguntó al ver el brazo del demonio mientras se dirigía a la cocina, a por té para él.

- Digamos que ni a mí me salen a veces las cosas como las espero.

Zeros se sentó en una de las sillas de la cocina de la dragona, y la observó como hacía el té paso a paso. Cuando acabó, ella le tendió una taza y se sentó a su lado, esperando a que él hablara ya que esta vez estaba segura de que no había venido sólo para molestar. Al fin se decidió a hablar.

- Filia… ¿sabes quién es Mekare Du´Orden?

La pregunta se quedó en el aire durante un largo rato, hasta que la joven dragona asintió con la cabeza. Zeros abrió los ojos y la miró seriamente antes de hacer un movimiento de cabeza hacia el sofá, donde Maya intentaba conciliar el sueño… Pero otro sueño acudió a su cabeza.


- ¿Qué?

La joven de cabellos negros levantó su mirada hacía donde provenía la voz. El hombre estaba de espaldas, mirando el horizonte. Mekare torció el gesto sin apartar la mirada de él y pensando que lo que más le fascinaba de él era como podía pasar horas observando un paisaje. En cambio, ella era inquieta y nerviosa, incapaz de sentarse más de quince minutos seguidos.

El sol le daba en la cara, iluminando el rostro del cual él se avergonzaba.

- Llevas más de media hora mirándome por la espalda- murmuró él, continuando con la conversación-, y aunque tener tus ojos clavados en mi nuca puede ser para algunos un honor… llega un momento en el que me hartan.

Mekare evitó reírse ante la indignación de la joven quimera, pero no pudo. Él la mando una mirada de odio, lo que hizo crecer aun más la diversión de la joven, que ahora se carcajeaba. Él bufó por lo bajo y volvió su mirada al horizonte.

Ella, lentamente y sin hacer ruido, se acercó a él. Cuando estuvo a su espalda, pasó sus brazos por su cuello y besó su hombro, aunque tuvo que ponerse de puntillas ya que él era más alto.

- No te habrás enfadado¿no?- preguntó Mekare en un susurro.

Él calló durante un rato, hasta que se giró y la abrazó por la cintura a la vez que decía en el mismo tono que ella.

- Eres terrible.

- Algo me han comentado.

- ¿Sabes que eres lo peor que me ha pasado en mi vida?- volvió a susurrar él mientras entrelazaba una de sus manos con una de las de ella.- Y me han pasado muchas cosas.

- Soy una chica con suerte.- Murmuró mientras sonreía.

- Y aun así… quiero estar junto a ti.

Deray notó un leve temblor en la mano de Mekare. Ella ya no se reía. Con sorpresa, él observó como una gota de agua rodaba por su mejilla.

- Eres terrible- susurró ella, mientras que los brazos de él la cubrían. Mekare se resguardo en el pecho de Deray.

- Aprendo de la mejor.- Dijo Deray antes de besarla.


Con el corazón amenazándole con salir de su pecho, Zelgadis se levantó.

Demasiado real. Demasiado real. Demasiado real. Después de tantos sueños con ella, su mentalidad racional le decía que tan sólo era una maldita obsesión, que en cuanto dejara de pensar en Mekare, los sueños desaparecerían.

Pero una voz le susurraba al oído que eso no pasaría.

Se vistió rápidamente y dejó un mensaje al tabernero para los demás: volvería en un par de horas, a más tardar. Aquel día no le apetecía desayunar con los otros, necesitaba andar y colocar varias ideas en sus respectivos sitios. Necesitaba saber que buscaba en verdad.

Andó por la ciudad sin prestar ninguna atención a su alrededor, estaban de camino al pueblo de Filia, ya que a Lina se le había metido entre ceja y ceja la idea de ir a visitar a la dragona. Cuando se lo habían dicho, él se limitó a encogerse de hombros y a asentir pacientemente con la cabeza. Sin darse cuenta, dejó la ciudad tras él, y se internó en lo que parecía un bosque.

Cuando llevaba cerca de una hora caminando, Zelgadis se paró con la intención de dar la vuelta y regresar a donde se hospedaban, pero un grito le dejó clavado en el suelo.

Sin pensarlo dos veces, Zelgadis comenzó a correr en dirección al lugar de donde creía que provenía. No tardó mucho, y se encontró lo que parecía ser un atraco.

Dos salteadores de aspecto bravucón, zarandeaban y empujaban a una niña de apenas nueve años.

- ¡LATILT!- Gritó Zelgadis. El hechizo dejó a los salteadores de caminos K.O.

Pasando sobre los dos hombres inconscientes, Zelgadis se aproximó a la niña, que estaba sentada en el suelo, cubriéndose la cabeza con sus bracitos, muy asustada.

- Ya estás a salvo.- Dijo la quimera mientras se ponía de cunclillas a la altura de la niña, pero esta seguía temblando.- Esos hombres no te podrán hacer ya daño.

Poco a poco, la niña apartó los brazos de su cara, y Zelgadis la observó detenidamente. El pelo oscuro y enmarañado cubría sus ojos negros, que le observaban detenidamente, evaluándole. Tenía la piel muy oscura, dándola el aspecto de estar sucia. No tardó mucho en comprender que la niña era una gitana.

- ¿Estás bien?- la preguntó Zelgadis, pero la niña le miraba absorta.

Zelgadis dio por hecho que la niña estaba sorprendida por su aspecto de hombre de piedra, y se avergonzó de inmediato. Suspirando levemente, se iba a levantar para volver a irse, pero la mano de la niña se acercó hasta su rostro, dejándole sorprendido.

- ¿Qué…

- No hay que creer siempre lo que dicta la razón- susurró la niña con su voz infantil, pero clara como el agua.- Te está esperando. Lleva demasiado tiempo esperando. Y un día, te encontrará… y ese día llegará, cada vez queda menos. ¡Y vendrá!… y librará a su pueblo de su opresor.

Cuando acabó de hablar, la niña le dedicó una sonrisa inocente antes de levantarse e irse, pero antes le beso en la mejilla y susurró un leve "gracias".

Sin moverse del sitio, siguió con la mirada a la niña, que se iba felizmente. Lentamente, Zelgadis se levantó y comenzó a andar de regreso a la posada mientras las preguntas se agolpaban en su cabeza. ¿Esa niña estaba hablando de Mekare¿Ella le estaba esperando en algún lugar¿Y eso de liberar a su pueblo de su opresor?

- ¡Zel!- le saludó Lina nada más verle entrar por la puerta de la taberna.

Como de costumbre, ella y Gourry se dedicaban a llevar a la ruina a los taberneros. A su lado, Amelia le sonreía con esa dulce inocencia que poseía. Meses atrás, esa misma sonrisa le habría hecho temblar. Pero ya no era lo mismo.

- ¿Dónde fuiste?- preguntó la joven princesa con curiosidad.

- Salí a dar una vuelta por los alrededores.- Comentó mientras hacía una seña al camarero para pedir un café.

El joven le tomó su pedido y se marchó, pero se quedó parado al ver una figura enorme en la puerta de la taberna. Al ver que toda la atención del establecimiento recaía sobre la puerta, Zelgadis volvió su atención a la misma, en la que encontró a un hombre grande y de aspecto tosco.

El hombre lanzó una mirada fría y terrorífica a todo el establecimiento, mirando cara por cara y persona por persona, hasta que clavó sus oscuras pupilas en las de la quimera. Con paso decidido y dando grandes zancadas, el hombre se acercó hasta la mesa donde estaban sentados, y se plantó ante Zelgadis.

- ¿Has sido tú el que ha dejado inconsciente a esos ladrones?- preguntó con su vozarrón.

La taberna entera calló para oír atentamente la contestación de la quimera. Gourry acomodó su mano en la espada que colgaba de su cinto, Amelia empezó a recitar mentalmente todos los hechizos que conocía o era capaz de recordar y Lina Inverse observaba la escena sin decir nada.

- Sí. Fui yo.- Respondió Zelgadis y esperó lo que tuviera que pasar.

- Sígame.

No fue una petición, sino más bien una orden. Y para sorpresa de sus compañeros, Zelgadis siguió a aquel extraño hombre hasta la salida.

Tras él, Lina, Amelia y Gourry comenzaron a andar, a pocos pasos de distancia.

El hombre les llevó callejeando por toda la ciudad, hasta llegar a una pequeña casa un poco apartada del centro de la urbe. Era completamente blanca y cada lado de su entrada estaba flanqueado por dos inmensos rosales blancos. No había puerta, tan sólo una cortina de tela gorda que en otros tiempos fue blanca.

Con un leve movimiento de mano, el hombre apartó la cortinilla y entró en la casa e hizo una seña para que los otros le siguieran.

Por dentro, la vivienda, mejoraba un poco. Las paredes estaban pintadas de diferentes colores, de los más claros a los más oscuros. El hombre les guió hasta la única sala que tenía puerta.

- Pase.- Dijo el hombre a Zelgadis- Le esperan.

Algo sorprendido, Zelgadis cogió la manilla y abrió la puerta de madera. Lina miró al hombretón en forma de "¿nosotros también?", pero el hombre se limitó a encogerse de hombros y apartarse aún más de la puerta.

Nada más entrar, se encontraron con una habitación pintada de azul palido, dandola un toque relajante. En el centro de la misma, estaba una mesa redonda con cuatro sillas.

Y una quinta ocupada por una vieja de aspecto cansado. Nada más verles, la mujer les sonrió mostrando su boca con apenas unos cuantos dientes. Alzó la mano y les indicó que pasaran y tomaran asiento.

Zelgadis observó a la vieja detenidamente, tendría unos ochenta años, el pelo canoso, que en otro tiempo habría sido carbón, recogido en un moño, y la piel oscura, dandola aspecto de suciedad.

- ¿Es usted gitana?- preguntó Zelgadis nada más sentarse.

- ¿Eres tú una quimera?- le contestó la vieja con una sonrisita, a lo que Zelgadis calló.- ¿No respondes? Entonces no estoy confundida.

- ¿Para qué me ha hecho llamar?- preguntó haciendo caso omiso a la última frase de la vieja.

- Para advertirte.

- ¿Advertirle?- repitió Amelia sin entender- ¿de qué?

Pero la vieja ignoró a la princesa, estaba demasiado ocupada evaluando a Zelgadis. Al final, la vieja volvió a hablar.

- Te están buscando… OS están buscando- murmuró autocorrigiéndose- Mira detrás tuya. ¿Ves aquellas estanterías? Coge el libro gris, no se le puede confundir porque es el más desgastado. Sí aun así no te apañas, lleva su símbolo en la portada.

Zelgadis miró con recelo a la anciana antes de levantarse y tomar el libro que le describía. Cuando lo sacó de allí, observó su portada. Había una gran flor de Lis de color plata. Volvió su vista a la vieja, que tan sólo sonreía mostrando sus dientes amarillentos.

- Guárdalo como si te fuera la vida en ello- continuó la anciana sin apartar sus ojos de los de la quimera- y dáselo a ese sacerdote loco… parece que después de todo, él va a ser de gran ayuda.

La quimera la miró sin entender y antes de que una pregunta saliera de su garganta, el hombretón estaba esperándoles con la puerta abierta, indicándoles que la visita había acabado. Los cuatro iban estaban saliendo por la puerta cuando la anciana volvió a hablar.

- Ahora no entenderás nada, pero llegado el momento todo te será revelado… Cuídala –murmuró la vieja- ella ahora está demasiado perdida en este mundo.

Zelgadis asintió con la cabeza aun sin comprender nada, y se puso en camino con sus compañeros.

- Qué ancianita más rara- suspiró Gourry nada más salir de la casa.

- Sí… - Amelia se volvió a Zel- ¿de qué la conocías?

- De nada- respondió este sin apenas pensarlo- es la primera vez que la veo.

- ¿Y ese libro? –preguntó Lina mientras se lo cogía a Zelgadis de las manos. Lo observó con interés, pero al abrirlo se quedó con la boca abierta- ¡Está en blanco!

- Entonces no creo que le sirva mucho al sacerdote loco que ha dicho la señora- suspiró Amelia.

- Seguro que le sirve- susurró la pelirroja mientras que le devolvía el libro a la quimera- si creó saber quien es el sacerdote, me apuesto lo que sea a que le servirá.


Fin del capi, y ya sabeís como va esto... pero si no yo os lo explico en un momentín.

Debajo esto, a la izquierda (la mano con la que escribes, no. La otra... a menos que seas zurdo, en este caso si que sería con la mano con la que escribes) hay un panelito con una flechina. Le das y me mandas un review.

¿Por qué? preguntarás. Es sencillo, porque es facíl, bonito y barato, y ayuda a levantar el anímo al autor para continuar escribiendo. Así que ya sabeís... que estaís tardando, chatines/as!