Nota de la Autora: Jueves 15 de Septiembre de 2005.
¡Hola, cómo estáis! Espero que bien. Yo aquí, al pie del cañón, intentando subir el fic lo más rápido posible pues de momento, no estoy trabajando.
Pido disculpas por el retraso, pero he estado 5 días fuera de mi casa.
En este cap voy a nombrar cosas que aparecen en los videojuegos de Harry Potter, como por ej los billyworgs (si no recuerdo mal, se llamaban así) que son unos insectos azules que vuelan muy rápido (atraparlos con Buckbeack en el juego "Harry Potter y el Prisionero de Azkaban" de la Playstation, no es nada fácil.) y los caballitos de mar saltarines (también aparecen en el juego que os he mencionado).
Puede que durante el desarrollo de los restantes capítulos del fic que aún me quedan por publicar, también emplee algunos de los hechizos que aparecen en ese mismo juego, como el "Carpe Retractum", "Flipendo", "Glacius", "Draconifors" o puede que me invente algún que otro hechizo. Por ej, en esta cap, vais a ver cómo alguien usa el hechizo "Dolor Extremun", ése está inventado por mí. Sé que no es muy original, pero me sirve.
AVISO IMPORTANTE: Este capítulo es algo…fuerte, por así decirlo. No porque haya sexo explícito o porque a alguien le saquen las tripas ¡Por Dios bendito, no soy tan macabra! Pero aún así, creo que puede impactar a más de uno. Y ya descubriréis por qué, sólo tengo algo que decir al respecto… Malfoy, y con eso lo digo todo. Más información…al final del cap, en mi otra nota de autora que pongo siempre antes de responder Reviews. Pero os aconsejo que no la leáis hasta que acabéis el cap.
Muchas gracias también, por comprender lo de los Reviews, en este cap SÍ os responderé y para compensaros, lo haré respondiéndoos a los dos caps anteriores, el 23 y 24. Sin más os dejo con la simbología y luego con el cap. Recordad que los Reviews estarán respondidos al final.
¡Un besazo! RAkAoMi.
Simbología:
Con guión, lo diálogos de los personajes.
Con letra cursiva, los pensamientos.
- Con negrita, algo importante.
Cap. 25. "La venganza."
Hermione deshizo lo andado, llegando al lugar donde había dejado caer la vara. Ella recordó lo que le había dicho McGonagall sobre no conservarla.
Sabía que tenía que destruirla, pero…algo en su interior le decía que era mejor conservarla. Porque, si la vara tenía el poder de la creación, quizás le sería útil en un futuro.
"Si venzo y vivo…puede que me sirva para deshacer el mal que Lori pudiese haber hecho al mundo."
Sin pensarlo dos veces, la prefecta volvió a sacar la campanita y hacerla sonar. Una vez que Winky estuvo ante sus ojos, Hermione le devolvió la vara, pidiéndole que la guardase en un lugar seguro y que no la mostrase a nadie, a menos que ella se lo pidiese.
La elfina, obedeció, como siempre hacía. Cosa que la Gryffindor agradecía enormemente. Al fin y al cabo, era genial contar con la amistad de alguien tan leal y valioso, como lo era Winky. Decir que Hermione la quería, valoraba y apreciaba, era decir poco.
Porque en realidad, no había palabras para expresar todo lo que la prefecta sentía por aquella pequeña y mágica criatura.
Sí, Winky era alguien importante para Hermione, muy importante, y ella haría lo imposible, por protegerla y no permitir que nada malo le ocurriese. Ella sabía que los elfos no eran seres muy queridos dentro del mundo de los magos y brujas pero eso a Hermione no le importaba en absoluto. Porque para ella, Winky era como la hermana pequeña que nunca tuvo y siempre quiso tener.
- Oye Winky.
- ¿Sí, señorita Granger?
- ¿Eres feliz?
- Sí, señorita, Winky es muy feliz. Es feliz por poder estar con la señorita Hermione Granger. A Winky le gusta ser útil para la señorita. Winky se siente importante cuando ayuda a la señorita Hermione Granger.
- Tú siempre has sido importante para mí, Winky, aunque no me ayudes.
- Gracias, señorita.
- De nada linda. Deberías volver ya al castillo. Es muy tarde.
- Winky lo sabe, sabe que es tarde. Es la una de la madrugada, pero a Winky no le importa lo tarde que es porque Winky está con su amiga preferida.
- Por supuesto. Las buenas amigas como nosotras dos, nunca se cansan de estar juntas. ¿Verdad?
- Verdad, señorita. ¿Puede hacer Winky algo más por usted antes de que Winky regrese al castillo, señorita Hermione Granger?
- No linda, pero gracias de todos modos.
- Entonces ¿Winky puede irse?
- Sí preciosa, vete y descansa. Y no olvides esconder la vara.
- Winky no lo olvidará, señorita. Palabra de elfina.
- Hasta mañana, linda.
- Hasta mañana, señorita Hermione Granger.
Tras recibir un beso en la cabeza de parte de la prefecta, la elfina le hizo una reverencia y con la misma, desapareció junto con la vara.
Hermione retomó su marcha de regreso al castillo, pero no se apresuró. Quería disfrutar de la vista nocturna.
Era cierto lo que le había dicho McGonagall, la noche estaba muy cerrada, pero también era cierta una cosa que McGonagall olvidó comentarle. Cuando una persona lleva tiempo en la oscuridad, sus ojos se acostumbran a ella, llegando a ver lo que hay en esa negrura. Por eso es que Hermione estaba disfrutando ante todo lo que veía. Porque eran cosas extraordinarias las que estaban apareciendo ante sus ojos.
Una colonia de luciérnagas, unos cuantos billyborgs que volaban por el lago, caballitos de mar saltarines que se sumergían y luego saltaban a la luz de la débil luna…
Sí, todo era fantástico, incluso lo que había vivido aquella noche. Sobre todo, su encuentro con James Potter. Eso le había encantado. En realidad, Hermione admiraba mucho a los padres de Harry. Nunca pensó que podían ser personas tan encantadoras.
Ella quería mucho a sus propios padres pero, tenía que reconocer que ni su madre ni tampoco su padre, tenían la alegría y encanto que destilaban Lilian Evans y James Potter.
Decidida a no perder más tiempo, y regresar cuanto antes sabiendo que Harry la esperaba despierto, Hermione apresuró el paso.
No tardó mucho en llegar al castillo. El regreso había sido fácil, lo difícil era lo que le faltaba por hacer. Llegar a su destino sin encontrarse con Filch, la señora Norris, o peor, Peeves. El molesto poltergeist que siempre estaba dando la lata a toda persona que se encontraba.
Estaba a punto de entrar en la Sala Común, cuando alguien se cruzó en su camino, pero no era nadie de los que pensó. No era Filch, su gata, ni tampoco Peeves, era alguien que ni si quiera debía estar ahí, pues la torre de Gryffindor no era precisamente, el lugar al que pertenecía. Ya que su sitio era otro, el de Slythering.
- Hola, sangre sucia.
- Joder, qué mala suerte tengo, de todas las personas que no quería encontrarme esta noche, tenías que ser precisamente tú, el único que me provoca náuseas nada más mostrarme la cara.
- Yo también me alegro de verte…puta.
- Vete a la mierda Malfoy.
- Ve tú delante para que yo no me pierda.
- ¿Qué haces aquí?
- Esperarte. Aparte de eso ¿qué más podría hacer en este asqueroso sitio?
- Ni lo sé, ni me importa.
Hermione echó a andar, pero la voz de Draco la detuvo.
- ¿Dónde crees que vas?
- A dormir.
- Me temo que no vas a dormir esta noche, ya lo creo que no.
- ¿Y quién va a impedírmelo, tú?
- Por supuesto.
- Mira Malfoy, me da igual lo que quieras hacerme, porque la verdad, te va a salir mal. Ahora mismo no tengo tiempo ni ganas, de aguantar tus gilipolleces ni tampoco soportar tu molesta presencia. Así que si no quieres que me cabree y te haga algo horrible, te aconsejo que te apartes de mi camino y me dejes marchar, gracias.
- De nada, pero tú no te vas de aquí.
- ¡Mírame, ya estoy andando!
Ella no había dado ni cuatro pasos cuando la voz del Slythering, seguida de un potente hechizo maligno, hizo que cayese al suelo, dejándola inmóvil y a la merced de aquél chico rubio, que tanto detestaba.
Sonriente, él se acercó hasta el cuerpo de la prefecta, que aún temblaba un poco, debido a la potente magia que él había empleado para derribarla.
- Bueno bueno, pero mira qué tenemos aquí. Una asquerosa y mugrosa sangre sucia, a mi entera disposición e incapaz de moverse. Demasiado bonito para ser verdad. ¿Estaré soñando?
- Cuando me levante, Malfoy, será mejor que corras.
- Dí lo que quieras…zorra, porque eso será lo único que podrás usar, la boca, pero no para hablar, sino para chillar.
- Pero ¿qué dices, subnormal?
- ¡CRUCIO!
Como una tonelada, eso fue lo que sintió Hermione en el momento en que la maldición impactó en su cuerpo.
Al principio, fue sofocante, como un peso inmenso pero luego, ese peso se transformó en dolor, un dolor enorme. Su cuerpo empezó a retorcerse y convulsionarse y cuando creía que ya nada le podía hacer más daño, sintió cómo Draco, empezaba a lanzar más magia a su maltrecho cuerpo. Fue como si miles de patadas y agujas, impactaran en su piel. Era algo insoportable, un dolor inhumano. Ella lloró y chilló y él rió al ver su sufrimiento.
Sí, Draco Malfoy estaba disfrutando de lo lindo, de todo el dolor que le estaba ocasionando a Hermione. No era un secreto que él la había odiado siempre, todo el mundo lo sabía, como también conocían lo mucho que le detestaba ella a él.
- ¿Sabes qué, guarra? Llevo AÑOS esperando este momento. Esta noche pienso hacerte pagar todas las humillaciones que me has ocasionado desde el momento en que tuve la desgracia de conocerte.
Él se agachó hasta estar a su altura, cosa que aprovechó Hermione para intentar agarrarle, pero no pudo, pues notó cómo unos grilletes de energía, aparecieron de repente, apresando sus manos y pies, contra el suelo. Cuando ella se vió a sí misma incapaz de moverse, se desesperó.
Nunca pensó que se encontraría en una situación así, totalmente a merced de alguien del que no fuese capaz de defenderse. La única persona que había pensado que podía ocasionarle un dolor y daño horribles, era Lori. Pero nunca pensó que el Slythering pudiera ser aún peor que la diosa. Pues ni Lori, con toda su crueldad, que Hermione estaba segura era mucha, usaría algo tan bajo como encadenarla al suelo y no permitirle defenderse.
- Eres…un…cobarde de mierda, Malfoy.- articuló con dificultad Hermione, presa del dolor que sentía.
- Di lo que quieras, pero esta vez, seré yo el que disfrutará viéndote sufrir y quien celebrará más tarde, tu derrota.
- Te… ¡odio!
- Yo también a ti. ¡ No sabes cuanto! . ¡DOLOR EXTREMUN!
Luces, miles de luces negras, impactaron de lleno en el cuerpo de Hermione. Ella experimentó una sensación de Deja Vû, era como cuando Lori la atacó con aquella especie de meteoros negros. La energía que usaba Malfoy era parecida a la de Lori, pero no tan potente como la de la diosa.
A pesar de eso, Hermione sintió que su cuerpo se rompería en mil pedazos si Draco no ponía fin a su agonía.
Pero eso no ocurrió, sino que él volvió a emplear el mismo hechizo que le había lanzado, para hacerle más daño aún, si es que aquello era posible porque Hermione pensó que no podía sentir más dolor del que estaba sintiendo en ese momento. Pero se equivocó, vaya si se equivocó, porque sí sintió más dolor, ya que Draco combinó ese hechizo con otro peor, que produjo unos grandes cortes en sus labios, piernas, brazos y abdomen.
Aún con sus ropas puestas, Hermione pudo sentir la sangre correr dentro de ellas. Su mente empezó a nublarse, su respiración se hizo más débil.
De repente, todo se volvió borroso para ella, ni si quiera oía bien. Era como si sus cinco sentidos, empezasen a apagarse de repente. Y entonces se percató del terrible error que había cometido al haber subestimado a Draco Malfoy, ya que ella siempre pensó que él no era más que una mosca molesta, algo que da la lata pero que no es lo suficientemente peligroso como para causar daños considerables.
Pero ahora se daba cuenta que se había equivocado al pensar así y en su fuero interno deseó, no haberse creído tan importante. Porque lo cierto era, que después de tantos días escuchando por distintas personas, lo especial que era ella, había llegado a creérselo un poquito. Lo suficiente como para bajar un poco la guardia y no estar todo lo alerta que debiera.
Si ella hubiese estado lo suficientemente alerta a cualquier contratiempo que pudiese ocurrirle, ella no se encontraría ahora en esta situación. Pero el caso es que se encontraba en ella, y por una vez en su vida, Hermione Granger no sabía qué emplear o hacer para terminar con ella.
Pensó que podía suplicar, rogarle que parase. Al fin y al cabo él era un Malfoy y los Malfoys siempre habían destacado por lo orgullosos que se sentían de sí mismos y lo importantes que se creían. Ella creyó que si le pedía con humildad que se detuviera, él lo haría. Pero entonces se dio cuenta que no tendría ese efecto en él, sintió en su interior que lo único que conseguiría suplicando, sería que a Draco le creciera más el ego y que aumentase sus hechizos contra ella.
Sí, él haría algo así. Primero se reiría y luego le haría cosas peores, estaba segura de que así sería. Así que decidió no suplicar, ni rogar, ni tampoco pedirle nada. Hermione optó por no emitir sonido, ni si quiera de dolor, él ya había escuchado sus gritos, no se los volvería a mostrar.
Ella le vio incorporarse, hasta quedar otra vez de pie, frente a ella, que seguía tumbada boca arriba, sin poder escapar de aquella situación. Pues cada vez que intentaba moverse, aquellos grilletes de energía aumentaban su potencia y apretaban más sus manos y pies, llegando a ponerlos pálidos, incluso más que la piel del propio Malfoy.
Una sonrisa intimidante apareció en la boca del Slythering, Hermione se temió lo peor.
"Ahora me matará, estoy segura que lo hará. ¿Qué le queda por hacer si no eso?"
Pero volvió a equivocarse porque matarla, era lo único que no había pensado hacer Draco, al menos por el momento. Lo que hizo fue azotarla, con una especie de látigo, pero no de cuero sino de energía, la misma energía que había usado él para crear los grilletes que apresaban a Hermione.
Ella apretó la boca, cerrándola con fuerza, mientras sentía cómo le salpicaba la sangre que tras cada latigazo, escapaba de su propio cuerpo. Hermione se sentía morir, estaba ahogando sus gritos y poco a poco, sus ganas de oponer resistencia.
"Por favor ¡que pare ya, no lo soporto más!"
Aquello era humillante para ella y más que doloroso, pero lo peor para Hermione no era la horrible tortura a la que él la estaba sometiendo, lo peor fue ver la cara de disfrute que él tenía, y la risa que emitía su boca. Sí, él se reía, se reía a carcajada limpia al verla allí, tan indefensa y dolorida. Y Hermione pensó, que aquello fue lo más horrible que había tenido que soportar. Ver y escuchar cómo él se reía de ella y su sufrimiento.
"¡Basta, basta!"
- ¡YA BASTAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!
Y en ese instante, en que aquél grito de súplica y dolor salió de su garganta, Harry dio un gran bote que le hizo caer del gran sofá donde había estado esperando a Hermione. Con rapidez, él se puso en pie y esperó volver a oír su voz, porque él estaba seguro de que aquél grito de angustia, le pertenecía a ella.
Mientras tanto, la situación de la prefecta no mejoraba sino que empeoraba por momentos y el peor fue cuando sintió en su cuerpo un gran peso, como si algo le cayese encima y con horror observó a Draco Malfoy tumbarse sobre su malherido cuerpo.
- ¿Sabes qué, sangre sucia? Mi padre me dijo una vez, que existían muchas formas de torturar a las personas, y que una de las más efectivas era la violación. Él me dijo que era la forma más terrible de humillar a alguien y dejarla hundida moralmente. Ahora veremos si tiene razón…
Él usó la varita y la mayor parte del atuendo de Hermione desapareció, dejándola solo en ropa interior. Ella no podía comprender por qué el escudo no actuaba quemando a Malfoy, como había hecho otras veces.
En su desesperación, la prefecta miró a sus lados para ver si había algo que pudiese usar contra su agresor, pero lo único que halló fue la campanita que en un principio creyó estar en el interior de su ya desaparecida túnica. Hermione pensó que se le habría caído del bolsillo,e interiormente dio gracias por ello, y seguidamente la agarró, haciéndola sonar.
Winky apareció al lado de ella, pero Malfoy no la vió, estaba lo suficientemente ocupado con Hermione como para mirar a otro sitio que no fuese a la prefecta. La elfina tuvo el tiempo suficiente para ver la situación en que se encontraba la Gryffindor, llevarse una mano a la boca para ahogar un grito de horror y luego reaccionar con la suficiente rapidez como para desaparecer en busca de ayuda.
Lo siguiente que vió Hermione, fue a Draco desabrochándose los pantalones. Ella cerró los ojos para no ver lo que sabía iba a ocurrirle y deseó con todas sus fuerzas que sucediese algo para que aquél hijo de puta no consiguiese su propósito, aunque ella lo dudaba, pues él acababa de hacer desaparecer la ropa interior de ella.
Lo último que vió Hermione fue a Malfoy separándole las piernas, seguidamente, le vió sonreírle con malicia y situarse entre sus piernas, él se estaba preparando para apoderarse de su virginidad, pero estaba claro que no lo haría con delicadeza. Ella ejerció toda la fuerza posible para golpear a Draco y de paso volver a cerrar las piernas. Lo consiguió, pero se ganó una potente bofetada que hizo ladear su cabeza y que su boca sangrara aún más.
La ira, dolor y humillación que sentía Hermione, no tenían descripción posible. Y en su fuero interno deseó con toda su alma, que Draco Malfoy ardiese en el infierno por todo el daño que siempre le había ocasionado y que aún le producía. Lo último que ella sintió, fue un gran dolor físico y mucho calor en su cuerpo, como si su piel estuviese en llamas y entonces, todo se volvió negro.
Unos segundos después, Winky volvía a hacerse visible, junto con Dumbledore, McGonagall e incluso la señora Pomfrey, la bruja enfermera de Hogwarts.
Minerva fue la primera en localizar a Hermione, correr hasta ella y cogerla en brazos como si fuese un bebé. Seguidamente, ella y la señora Pomfrey, salieron corriendo hacia la enfermería.
Sólo quedaron en la estancia, Winky y el profesor Dumbledore.
Albus Dumbledore miró a su alrededor buscando al Slythering pero no le veía, era como si se hubiese esfumado.
- Nadie puede desaparecer tan rápidamente.- dijo el director de Hogwarts.
- No, señor, no puede. Winky no tardó nada en traerles aquí, señor director. El señor Malfoy debería estar frente a nosotros.
- Pero no está. No entiendo lo que ha ocurrido, es como si se hubiese evaporado.
- O desintegrado, señor. ¡ Profesor Dumbledore, señor, mire allí!- gritó la elfina, apuntando con el dedo al lugar donde había estado el cuerpo de Hermione.
El director de Hogwarts se acercó con rapidez al lugar que señalaba Winky y cuando llegó hasta él, se encontró con un montón de cenizas sobre el suelo. Asombrado ante lo que contemplaban sus ojos, Dumbledore sólo tuvo algo que decir…
- Creo que el señor Malfoy no volverá a molestar nunca más a la señorita Granger.
Harry miraba el reloj, desesperado. Eran las dos de la madrugada y todavía no había rastro de ella. Él estaba muy preocupado, presentía que algo le había ocurrido. Recordaba el grito de tremenda angustia que él había escuchado hacía rato, así que, lleno de curiosidad y también ansiedad, fue a su habitación, cogió el mapa del merodeador y buscó a la chica que más quería en el mundo. Hermione Granger.
En cuanto pronunció el hechizo que lo activaba, la motita que representaba a la prefecta, no tardó ni dos segundos en aparecer en el mapa, señalando su presencia en la enfermería. Harry guardó el mapa, se puso la capa invisible y salió corriendo a toda pastilla hacia el lugar donde se encontraba la Gryffindor. No importándole nada, si hacía ruido o no, en su frenética carrera.
"Que no le haya pasado nada malo, por favor. Que esté bien, es todo lo que pido."
Un poco después, Harry Potter llegaba a su destino. Le sorprendió encontrar entreabierta la puerta de la enfermería.
Así que entró en la estancia sin dudarlo.
Harry oteó el alrededor, estaba a punto de dirigirse al lugar de las camas cuando escuchó unas voces femeninas hablando en voz baja. Concentrándose en ellas, supo que dichas voces pertenecían a la profesora Minerva McGonagall y a la señora Pomfrey.
Ellas hablaban del estado de Hermione, así que Harry prestó atención a lo que decían.
- ¿Entonces está bien, Poppy?
- Sí, Minerva. Lo peor ya ha pasado. Ahora lo único que debe preocuparnos son las posibles secuelas que le pueden quedar a ella.
- ¿Posibles secuelas, de qué? Sólo han sido heridas, sanarán con el tiempo.
- La señorita Granger no sólo ha sufrido heridas físicas, Minerva, también psicológicas. Y las psicológicas no sanan rápidamente, a veces tardan años en hacerlo.
- Lo supongo, un ataque como el que ella ha recibido esta noche, no es algo que se olvide fácilmente pero la señorita Granger es muy fuerte. Estoy segura de que lo superará.
- No lo hará si no recibe ayuda, Minerva, sobre todo psicológica. Ten en cuenta que han intentado violarla, eso no es algo que se olvide ni se supere de la noche a la mañana.
- ¿Vi…violarla?- dijo sin aliento McGonagall, impactada por la noticia, al igual que lo estaba Harry, que al oír aquello se quedó más helado que un iceberg.
- Sí, Minerva. Te aseguro que he examinado concienzudamente el cuerpo de la señorita Granger. Ella presenta signos de numerosas agresiones corporales, en algunas emplearon magia oscura y en otras, la fuerza bruta. Además de eso, su cuerpo presenta signos visibles de haber hecho una gran fuerza interna para intentar protegerlo.
Se ve que empleó mucho esfuerzo, sobre todo en la zona de las ingles. Lo que me hace suponer que alguien quiso separarle las piernas y ella las apretó fuertemente, intentando impedirlo. Hizo tanta fuerza que incluso tiene moratones. Además de eso y otras cosas que no te mencionaré, es lo que me indican claramente que a Hermione Granger han intentado violarla aunque por fortuna, no lo consiguió quien quiera que fuese el chico que la atacó.
- ¿Cómo sabes que fue un chico?
- Por el nivel de fuerza y magia empleada. Si hubiera sido un hombre adulto, la señorita Granger estaría peor de lo que está.
- Doy gracias de que llegásemos a tiempo, Poppy, no quiero ni imaginar lo que habría ocurrido si no hubiésemos podido evitarlo.
- Yo te lo diré Minerva. Después de violarla la habría matado, lo sé. ¿Qué le quedaría por hacer si no acabar con su vida?
- Sí, yo también pienso eso. Y repito lo de antes, menos mal que llegamos a tiempo.
- Sí, Minerva.
- Pobre señorita Granger, no quiero ni pensar en todo lo que ha debido sufrir esta noche.
- Ha sufrido y soportado lo indecible, Minerva. Creo que deberías quedarte con ella. Así cuando despierte, verá una cara amiga. Eso siempre ayuda.
- Por supuesto que me quedaré, Poppy, eso ni lo dudes. ¿Puedo ir a verla?
- Sí pero procura no hacer ruido, necesita todo el silencio posible para que nada ni nadie altere su sueño.
- Seré tan silenciosa como el aire que respiro, lo prometo.
- Avísame si ves que despierta o muestra algún cambio.
- Por supuesto.
- Hasta luego Minerva.
- Hasta luego Poppy.
En cuanto vio a la profesora McGonagall entrar en la habitación de las camas, Harry la siguió silenciosamente.
Minerva agarró una silla y la situó delante de la cama de la dormida Hermione.
Harry la miró mientras McGonagall observaba a la prefecta y se llevaba una mano a la boca para ahogar un grito.
Desde donde se encontraba, él no podía ver bien a Hermione pero por todo lo que había escuchado a las dos mujeres, intuyó que su aspecto no sería bueno. Cosa que fue confirmada en el momento en que vio a la profesora subirse a la cama de la prefecta, acurrucarse junto a ella y ponerse a llorar de forma discreta pero amarga.
Harry vió cómo la profesora abrazaba a Hermione y luego le besaba el cabello. Él se sintió mal al ver aquello porque sabía que él no podía tocarla si Hermione no le daba permiso y no entendía aún, cómo era posible que McGonagall sí pudiese hacerlo. ¿Sería porque era la Vigilante de la Elegida o quizás porque existía algún tipo de conexión entre ellas dos que Harry desconocía?
No…no sabía por qué Minerva podía por voluntad propia, tocar a Hermione, pero lo descubriría y si se trataba de algún hechizo o algo parecido, entonces él lo emplearía también en sí mismo para poder hacer lo que la jefa de la casa Gryffindor.
Ya que Harry reconocía que aunque el escudo protegía a Hermione, cosa que le alegraba a él mucho, también representaba para él una molestia, pues le quitaba todo el encanto al factor sorpresa.
A pesar de no ser muy expresivo o cariñoso, Harry reconocía que desde que tenía a Hermione como pareja suya, se había vuelto mucho más pasional y afectivo de lo que nunca pensó que podría ser. Antes de enamorarse de ella, él ni si quiera pensaba que era capaz de amar, ya que él nunca se había sentido amado por nadie.
Sabía que Ron, Hermione y otras personas le querían, pero una cosa era sentirse querido y otra muy distinta, sentirse amado. Y eso último es lo que nunca pensó experimentar, el ser y saberse amado por alguien y no un alguien cualquiera, sino una persona tal especial y única para él, como lo era su mejor amiga.
¡Cuántas ganas tenía Harry de tumbarse en aquella cama y llenar a Hermione de besos y abrazos! O como mínimo, de estar acurrucado junto a ella, tal y como lo estaba ahora McGonagall, que por la forma en que la estaba abrazando, daba la impresión de estar protegiéndola de algo que tuviesen delante, y la verdad es que no había nada ni nadie amenazándolas en ese momento.
Sin hacer ni un solo ruido, Harry se sentó cuidadosamente en la silla que anteriormente había ocupado la profesora.
Estaba tentado a hablar con ella pero prefirió no hacerlo, más todavía cuando la vió cerrar los ojos y dormirse junto a Hermione.
Harry supuso que aquella mujer estaría agotada pues bajo sus ojos enrojecidos por el llanto que antes había derramado, estaban empezando a aparecer ojeras.
Sabiendo que durante un buen rato, ninguna de las dos despertaría, Harry se acomodó más en la silla y cerró los ojos, dispuesto a dormirse también, sin temor a que ocurriese algo sin él enterarse ya que sabía con seguridad, que si pasaba cualquier cosa, él lo escucharía, pues estaba lo suficientemente cerca de las dos féminas como para advertir cualquier ruido que ellas produjesen.
Mientras Harry y Minerva dormían tranquilamente, Hermione Granger navegaba en un mundo de ensueño que no era nada bonito ni tampoco agradable pues estaba reviviendo vívidamente todo lo que había experimentado junto a Draco Malfoy.
Lo tenía tan claro ante sus ojos, que ni si quiera fue consciente que todo aquello no era otra cosa que un mal sueño. Por el contrario, pensaba que todo era real y que seguía allí tumbada en el suelo, malherida, golpeada, desnuda y humillada y que nada ni nadie podía evitar que aquél mal nacido cumpliera con el propósito de mancillar su cuerpo.
Hermione empezó a agitarse, cosa que hizo despertar a McGonagall, quien rápidamente, se sentó y la observó expectante, esperando ver qué ocurría y poder tomar medidas al respecto.
La prefecta empezó a decir cosas que Minerva no lograba entender pero que estaba segura, eran palabras de angustia, ya que a Hermione se la veía sufriendo muchísimo. En su delirio, logró pronunciar un grito lo suficientemente potente como para despertar a Harry con tanto ímpetu, que le hizo caer de la silla, y junto con él, su capa invisible, revelando así su presencia.
McGonagall escuchó el ruido y miró en dirección donde se había producido, viendo con asombro cómo Harry Potter se levantaba con rapidez del suelo y se acercaba a la cama de Hermione. Él hizo el intento de agarrar su mano, pero Minerva le detuvo, negando con la cabeza.
- No, señor Potter, no lo haga, ni si quiera lo intente. Es muy peligroso para usted.
- ¿Y por qué usted sí puede tocarla sin permiso y yo no?
- Porque yo soy su Vigilante, señor Potter, y mi deber es velar por ella y su seguridad. Así que puedo tocarla siempre que lo crea oportuno.
Harry comprendió y no quiso comentar nada al respecto. Él volvió a coger la silla y la situó delante de la cama de la prefecta, volviendo a sentarse en ella. McGonagall asintió con la cabeza y volvió su mirada a Hermione, quien seguía sumida en un profundo y desagradable sueño.
- ¿Quién ha sido, profesora McGonagall?
- Lo ignoro, señor Potter , pero no se preocupe, en cuanto lo averigüe, le aseguro que el culpable recibirá un castigo más que severo.
- Eso espero, porque si no lo hace, le juro que descubriré la identidad de ese hijo de la gran puta y yo mismo le mataré.
- No haga nada de lo que pueda arrepentirse, señor Potter.
- Nunca me arrepentiría de algo como eso, profesora McGonagall.
- ¿Tanto la quiere?
- Sí.- contestó él, sin dudar un instante.
- ¿La ama tanto como para matar por ella?
- Sí señora. Tanto como para eso y otras cosas igualmente horribles. ¿Sabe una cosa, profesora? A lo largo de mi vida he perdido a muchas personas queridas para mí. Primero mis padres, luego Sirius y ahora…casi a Hermione. ¡No dejaré que ocurra, no pienso permitirlo! Y le juro,
por lo más sagrado de este mundo, que a partir de ahora no pienso separarme de ella bajo ningún concepto. No irá sola a ninguna parte,
seré como su sombra y estaré siempre junto a ella porque ¡no pienso permitir que le ocurra algo así, nunca más!
- Por supuesto que no, querido, yo tampoco lo permitiré. Usted no es el único que la quiere ¿sabe?
- Lo sé, pero yo la quiero de una forma distinta a como la quiere usted.
- Eso está claro, señor Potter. Para mí, la señorita Granger es como la hija que nunca he tenido, además de una buena amiga, pero para usted…ella es como su alma gemela, esa persona especial y lo suficientemente importante como para que la vida no tenga sentido si ella desaparece.
¿Me equivoco?
- No, no se equivoca. Ha dado de lleno en el blanco.
- Lo sé, son muchos años los que llevo observando a los jóvenes y sus sentimientos. Sé de lo que hablo.
- No lo dudo.
- ¿Puedo decirle algo personal, señor Potter?
- Sí señora, lo que quiera.
- Cuando les miro a usted y a la señorita Granger, no puedo evitar recordar a dos personas muy queridas por mí.
- ¿A quiénes?
- A sus padres, señor Potter.
- ¿A mis padres?
- Sí, James y Lily. Eran dos personas estupendas a la par que un mago y bruja geniales. Reconozco que cuando supe de su romance, me sorprendí. Nunca pensé que su madre pudiese acabar enamorada de su padre. No eran precisamente el uno para el otro.
Para que usted me entienda, James era el día y Lily la noche. Pero hay una ley en la ciencia que dice que "los polos opuestos se atraen" y supongo que ellos, por la razón que fuese, encontraron una razón para empezar a gustarse mutuamente. Y desde el instante en que se expresaron sus respectivos sentimientos, puedo jurarle, señor Potter, que no ha habido en Hogwarts otra pareja más compenetrada y unida, que la que formaban James Potter y Lilian Evans.
- Gracias, profesora. Le agradezco mucho que me haya hablado de ellos. No es algo que me ocurra todos los días.
- Lo supongo pero ¿puedo decirle otra cosa personal, señor Potter?
- Sí, por supuesto.
- Su madre era el vivo retrato de la señorita Granger, pero no me refiero físicamente, sino en carácter. Incluso en sus gustos por la ropa y comida, son idénticas. Y debo añadir, que ambas tienen los mismos gustos en el amor, pues tanto Lily como Hermione, acabaron enamoradas de un Potter.
- Sí, es verdad. Menuda causalidad ¿eh?
- No es casualidad, señor Potter, es el destino.
- ¿Usted cree?
- No lo creo, lo sé.
- ¿Y sabe también, qué pasará con Hermione y su lucha contra Lori?
- Sí, bueno no, es decir…sé que el destino de la señorita Granger consiste en enfrentarse a Lori y a todo el daño y destrucción que traerá ella a la tierra. Ahora bien, si lo que usted está queriendo preguntarme es si sé si ella vivirá o morirá al final de esa batalla, me temo que hasta ahí no llegan mis conocimientos, señor Potter. Egoístamente, espero que ella viva pero si muere…igualmente lo celebraré.
- ¿CÓMO PUEDE DECIR USTED ALGO ASÍ, PROFESORA MCGONALL?. ¡CÓMO PODRÍA CELEBRAR LA MUERTE DE HERMIONE!. ¿ES QUE ACASO USTED SE ALEGRARÍA DE QUE ELLA MURIESE?. ¡YO PENSÉ QUE USTED LA QUERÍA!
- ¡Señor Potter, baje la voz, va a despertarla y eso no le conviene!. Y sí, la quiero, la quiero tanto como ni usted ni ella se imaginan. Lo único que yo intento explicarle, Harry, es que si Hermione muere tras vencer a Lori, me alegraré, pero no por el hecho de que ella muera, sino porque habrá vencido. ¡Por supuesto que me entristecerá su muerte, tanto como ni se imagina! Pero aún así, me sentiría orgullosa de ella. ¿Me entiende ahora?
- Sí señora, perfectamente. Y aunque comprendo sus razones, sigo sin estar de acuerdo con usted en una cosa…
- ¿Y esa cosa es?
- Que yo nunca, podría celebrar la muerte de Hermione por muy heroica o valiente que fuese.
- Créame, señor Potter, si la señorita Granger cumple con su destino, todos lo celebraremos, incluso usted.
- Si Hermione cumple con su destino y vive para contarlo, seré el primero en celebrarlo, pero si muere…
- Si muere… ¿qué?
- La seguiré.
- ¿Cómo ha dicho, señor Potter?
- Dije, profesora McGonagall, que si Hermione muere en la lucha, yo también lo haré.
- No podrá aunque quiera, Harry, usted no puede involucrarse en la batalla bajo ningún concepto.
- ¿Y por qué no?. ¿Acaso piensa que voy a permitir que Hermione luche sola…contra una diosa? Le aseguro que no lo haré. Sé que ella es la Elegida y que tiene grandes poderes en su interior, pero no creo que ella sola sea capaz de enfrentarse y vencer a alguien tan poderoso. Además, ella y Ron siempre me han ayudado en mi lucha contra Voldemort, así que, yo haré lo mismo con respecto a su lucha contra la diosa.
- NO, señor Potter, usted no hará tal cosa. Ni ella ni yo, se lo permitiremos. Y con eso lo digo todo.
- ¿Y por qué no puedo ayudarla?
- Usted puede ayudarla en su misión, lo que no puede hacer es participar en el combate.
- ¿Pero por qué no?
- ¡Porque entonces rompería usted el equilibrio, señor Potter! Y si eso ocurriese, todo se iría al garete. ¡El mundo se destruiría!. ¿No lo entiende?
- Un momento, por lo que yo sé, el mundo puede destruirse con Lori o con lo que usted acaba de decir. Así que…qué más da si la ayudo a pelear o no.
- ¡Da mucho, señor Potter, se lo aseguro! Una cosa es que Lori traiga la destrucción cuando active el portal y otra muy distinta que el mundo se destruya por la pérdida del equilibrio.
- Pues no lo entiendo, profesora.
- Es tan fácil como algo que se rompe y luego se arregla, señor Potter. Me explicaré mejor, verá, si Lori trae el Caos y la destrucción una vez que haya activado el portal, la señorita Granger sólo debería hacer algo, que yo sé y no le diré, para poder cerrarlo. Una vez cerrado, esa destrucción se detendría y todo volvería a la normalidad, pero si el equilibrio se rompe, comenzará una destrucción que será casi imposible de detener porque para acabar con ella, no se necesitará magia, sino un sentimiento puro, lo suficientemente bueno, esperanzador y potente, como para que la vida renazca de nuevo. ¿Lo entiende?
- Más o menos.
- Pues precisamente por eso, señor Potter, porque no es capaz de entenderlo del todo, usted no debe intervenir en la batalla final.
- De acuerdo. Pero igualmente puedo ayudarla aunque no sea luchando junto a ella. ¿Verdad?
- Usted puede ayudarla antes de que comience la lucha, en el instante en que la batalla comience, usted no deberá intervenir bajo ningún concepto si no quiere condenarnos a todos los que habitamos este planeta, a una muerte segura. ¿Lo ha comprendido por fin?
- Sí señora.
- Bien, y ahora…si no le importa, váyase a dormir.
- No señora, no me iré. Quiero quedarme con Hermione. Quiero estar aquí cuando ella despierte.
- Lo entiendo, señor Potter, pero ella no va a despertar hasta dentro de muchas horas, la señora Pomfrey le ha administrado un potente sedante. Vamos, Harry, váyase a descansar, lo necesita.
- Me encuentro perfectamente, profesora McGonagall. Me quedo aquí.
- Tan cabezota como su padre, no hay duda de que es usted un Potter.
- Gracias.
En ese momento, Hermione empezó a moverse frenéticamente, dando patadas y manotazos a todos lados. Tras recibir un potente golpe, Minerva salió de la cama. Ella agarró las muñecas de Hermione y las apretó contra el colchón, inmovilizándolas.
- Señor Potter, avise a la señora Pomfrey. ¡Rápido!
Harry se levantó rápidamente de la silla y se marchó a cumplir con la orden impuesta. Cuando él y la señora Pomfrey llegaron a la cama de Hermione, se encontraron con una Minerva sofocada, despeinada y haciendo verdaderos esfuerzos por intentar calmar los frenéticos movimientos de defensa que hacía la inconsciente prefecta.
- ¿Qué ha ocurrido Minerva?
- ¡No lo sé, de repente empezó a pegar a todos sitios y parece que no quiere detenerse!
- ¿Has intentado hablarle o despertarla?
- ¡No, tú me dijiste que debía dejarla descansar pero no creo que esté descansando mucho en semejante estado!
- Bueno, no te preocupes. Sé cómo calmarla, le daré otro sedante.
- ¿No será peligroso, Poppy? Ya la medicaste antes.
- La señorita Granger es fuerte, dos sedantes no la matarán, te lo aseguro.
- ¡Me niego a que le administres otro calmante, Poppy!
- ¿Acaso dudas de mis conocimientos, Minerva. Piensas que no sé lo que estoy haciendo, es eso?
- ¡Por supuesto que no, lo único que pienso es que, aunque le des otro sedante no conseguirás calmarla!
- ¿Y por qué estás tan segura de eso?
- Porque su estado no se debe a un dolor físico sino psíquico.
- Y si estás tan convencida de eso, Minerva¿qué sugieres hacer para calmar a la señorita Granger?
- ¡No lo sé!
- Entonces apártate y déjame hacer mi trabajo. Sé que el sedante le ayudará.
- ¡No, no lo hará!- intervino Harry, cansado de verlas discutir en vez de intentar ayudar a Hermione.
- ¡Señor Potter!. ¿Desde cuándo está usted aquí?- preguntó sorprendida la señora Pomfrey, que no se había percatado de la presencia de Harry hasta ahora.
- Desde hace bastante rato, Poppy- contestó Minerva.
- Pues debe irse, él no debe estar aquí.- dijo la señora Pomfrey mirando acusadoramente a la profesora McGonagall.
- No pienso moverme de esta habitación hasta que alguien me asegure que Hermione está bien.
- Para que podamos asegurarle eso, señor Potter, debo poder hacer mi trabajo. Así que, lamentándolo mucho, debo pedirle a usted que se vaya.
- Pues lamentándolo mucho, señora Pomfrey, me temo que no me iré por mucho que insista. Así que haga su trabajo, no se lo impediré.
- Minerva…haz algo al respecto.
- Señor Potter…
- ¿Sí, profesora?
- Vaya a la habitación de al lado y tráiganos una caja redonda que encontrará en lo alto de una estantería. ¿Quiere?
- Sí señora.
En cuanto Harry se fue, Poppy preguntó el por qué de ese encargo…
- En esa caja redonda, Minerva, no hay nada que pueda servir de ayuda a la señorita Granger. Allí sólo hay galletas.
- Lo sé, Poppy, ha sido una forma de ganar tiempo mientras Harry no está. Y ahora…si quieres emplear algún hechizo para ayudar a Hermione, hazlo antes de que el señor Potter regrese.
- No necesito hechizos, Minerva, sólo una pastilla.
- No Poppy, más pastillas no, te lo ruego.
- Pero Minerva…
- ¡He dicho que no!
En ese instante, Hermione propinó una potente patada hacia la izquierda, golpeando fuertemente el estómago de la señora Pomfrey, la cuál se quedó sin aire durante unos segundos.
- ¿Poppy estás bien?
- Arff no arff arff arff.
- De acuerdo, adminístrale el segundo sedante.
- Me…arff nos mal que…arff has…arff entrado en…arff razón- contestó la señora Pomfrey, aún afectada por el golpe.
- Entrégame la pastilla, Poppy, yo se la haré tragar.
- A…quí…arff…tie…tienes. Da…arff…le sólo…arff la mitad.
- Comprendido.
Una vez partida, la pastilla fue introducida en la garganta de Hermione. Minerva se la hizo tragar, junto con medio vaso de agua.
Cuando Harry volvió con la caja redonda, Hermione estaba tan quieta y apacible, que si no fuese porque veía el movimiento que hacía el pecho de ella al respirar, él pensaría que estaba muerta.
- Aquí tiene la caja, profesora.
- Gracias señor Potter, pero como ve, ya no nos hace falta.
- ¿Cómo han conseguido calmarla?
- Con media pastilla del sueño plano.- dijo la señora Pomfrey.
- ¿El sueño, qué?
- El sueño plano, señor Potter. Es un sueño en el que las personas no sueñan nada, sólo duermen. ¿Comprende?- dijo la señora Pomfrey.
- Sí.
- Bien, considerando que la señorita Granger está tranquila y que vosotros os quedaréis con ella, me retiraré a dormir un poco, si no os importa.
Dijo la señora Pomfrey mientras se llevaba una mano a la boca para ahogar un bostezo.
- Por supuesto, Poppy, vete a descansar, lo necesitas. Y gracias por todo.
- No, Minerva, gracias a ti en todo caso. Y perdona por lo de antes, no era mi intención pelearme contigo, es sólo que estaba preocupada, nunca había visto a una alumna en semejante estado de histerismo, mucho menos estando dormida y…
- Entiendo, Poppy, no te preocupes, has hecho un buen trabajo.
- Tú también Minerva. Buenas noches.
- Buenas noches querida.
Cuando la señora Pomfrey se retiró, Minerva se volvió a sentar en la cama de Hermione y comenzó a acariciarle la frente y a apartarle el cabello que había caído sobre su rostro.
Harry observaba en silencio los mimos que aquella mujer anciana y sabia, prodigaba a la prefecta. Por un instante deseó, que en vez de ella, fuese él quien pudiera dárselos y que Hermione abriese los ojos y le mimase también a él, diciéndole lo mucho que le quería.
Él sabía que ella le adoraba, pero nunca se cansaba de oírselo decir o de sentir todas las caricias o aquellos besos tan apasionados que siempre que estaban solos, le otorgaba ella.
Sí…Harry Potter se estaba volviendo adicto al cariño que le expresaba Hermione. Desde el primer momento en que ella le había dado una muestra, él se percató que le gustaba tanto, que lo necesitaba como el aire que respiraba.
Habían pasado muchas horas sin poder estar a solas con ella, y aunque Harry sabía que Hermione no estaba en condiciones ahora mismo de poder mimarle y achucharle durante horas, él deseaba secretamente, que ella se recuperase lo más rápido posible, para poder recibir de nuevo, todo el amor que ella le expresaba.
" Puede que esté siendo muy egoísta, pero…la necesito."
- Profesora¿puedo pedirle un favor?
- Sí señor Potter.
- Podría… ¿dejarme solo con Hermione?
- ¿Para qué?
- Eh…para estar con ella.
- Ya está con ella, señor Potter.
- Sí pero…me refiero a que estemos ella y yo solos, sin usted o cualquier otra persona que nos acompañe.
- Entiendo por dónde va, Harry, pero no le recomiendo que se quede solo con Hermione. Podría ser peligroso.
- Ella nunca me haría daño.
- En condiciones normales no se lo haría, pero ahora mismo, la señorita Granger no se encuentra en un estado normal, así que me temo que no puedo acceder a su petición, al menos por el momento.
Muy a su pesar, Harry tuvo que conformarse, sabía que McGonagall tenía razón.
Minerva se bajó de la cama y situó una silla al lado de la de Harry. Tras buscar una postura cómoda, ella cerró los ojos.
Unos minutos más tarde, la profesora dormía profundamente.
Harry aprovechó la oportunidad para levantarse de su asiento y sentarse en la cama de Hermione.
Con cuidado de no despertarla, Harry acercó una mano a la frente de la prefecta y la acarició suavemente. Pero en el momento en que lo hizo, su mano comenzó a arder. Aguantándose los gritos de dolor que intentaban salir de su garganta, Harry usó su varita para apagar el fuego y curarse la mano. Seguidamente, salió de la cama de Hermione y volvió a sentarse en la silla, maldiciendo interiormente el haberse quemado.
"No es justo, sólo quería acariciarla."
Justo cuando más inmerso estaba en sus pensamientos, escuchó a la prefecta decir algo. En menos de un segundo, Harry estaba a su lado.
Él había oído decir a algunas personas, que cuando alguien está dormido y habla, la persona que le escuche puede hacerle preguntas a la persona dormida y las responderá. Harry pensó que no perdía nada por intentarlo, así que, no queriendo arriesgarse a despertar a McGonagall, él habló en voz baja.
- ¿Sí, Hermione?
- Me…me duele.
- ¿El qué?
- Todo…el cuerpo.
- ¿Te duele el cuerpo?
- Mucho…me duele mucho. Por favor…por favor…que pare…no lo…soporto…
- ¿Qué es lo que no soportas Hermione, el dolor?
- El dolor…es tan grande…quiero…que pare…por favor…por favor…ayuda…
Ella se retorció durante un momento y su cara se contrajo, como si le hubiesen dado un potente pinchazo o golpe. Harry se sentía impotente y también fatal, al verla así. ¡Deseaba tantísimo hacer algo por ayudarla o al menos, apaciguar de alguna forma su sufrimiento! Pero no sabía cómo y eso le desesperaba, eso le partía el alma.
Cuando Hermione volvió a quejarse y moverse y seguidamente pronunciar un débil pero sonoro "Ay", Harry no lo soportó más e hizo lo que creyó más oportuno en aquellos momentos, intentar despertarla.
- Hermione, soy Harry ¿puedes oírme?
- Ayuda…por favor…ayuda…
- ¡Hermione abre los ojos!
- No…no quiero… ¡no quiero, apártate de mí!
- ¡HERMIONE DESPIERTA!
- No…no…no… ¡NOOOO!
- ¡HERMIONEEEEE!
- ¡SOCORRO, POR FAVOR QUE ALGUIEN ME AYUDE, QUE ALGUIEN LE DETENGA, MALFOY NO LO HAGAS, DÉJAME. AHHHHHHH!
Y en ese instante, una gran bola de fuego salió del interior de la prefecta y se dirigió a la cara de Harry, quien tuvo el reflejo suficiente como para apartarse antes de que la bola le impactara. La bola se estrelló contra la pared y produjo el suficiente ruido como para provocar que tanto la profesora McGonagall como la propia Hermione, despertasen de golpe.
- ¿Qué ha ocurrido señor Potter?
- No…no lo sé, profesora. Hermione estaba gritando en su sueño y de repente aquella bola de fuego salió de su cuerpo y se dirigió a mi cara pero yo la evité y entonces se estrelló contra la pared. No…no entiendo cómo ha podido ocurrir algo así.
- ¿Una bola de fuego salió del cuerpo de la señorita Granger?
- Sí señora.
- Oh Merlín, el momento se acerca.
- ¿Qué dice profesora?
- Nada, nada, cosas mías. No me haga caso.
- ¿Pro…Profesora…es usted?- dijo Hermione débilmente, girando la cabeza en dirección a donde se encontraba Minerva.
- ¡Oh querida, está despierta!. ¿Cómo se encuentra?
- Mal. Me duele todo el cuerpo.
Ella se incorporó de repente, sentándose en la cama y mirando a todos lados, como si comprobase que estaba a salvo. Eso fue advertido por Minerva.
- Tranquila pequeña, lo peor ya ha pasado. Él no volveré a hacerle daño, se lo prometo.
- ¿Dónde…dónde está Malfoy?
- No lo sabemos, querida. Me temo que tendremos que preguntárselo a Dumbledore, pues fue él quien se quedó inspeccionando el lugar donde la encontramos. ¿Dijo usted que fue Malfoy, él ha sido el responsable de semejante barbarie?
Hermione asintió con la cabeza.
- Él me hizo mucho daño, profesora. ¿Y si vuelve a terminar lo que empezó?- dijo Hermione con lágrimas en los ojos a la vez que se abrazaba a Minerva.
- No lo hará Hermione, porque en cuanto le ponga las manos encima, se lo haré pagar.- dijo Harry.
"Y tanto que lo haré. ¡Maldito hijo de puta! Sabía que era él¡lo sabía! Pero lo lamentará, como me llamo Harry Potter que vas a lamentarlo. Y esta vez…nadie podrá evitarlo."
- ¿Harry, eres tú?
- Sí, estoy al lado de la profesora. ¿No me ves?
- No…no puedo…sólo puedo oírte…creo…creo que he perdido la vista.
- ¿QUÉ?- exclamó aterrada la profesora McGonagall- espere un poco, señorita Granger, iré a buscar a Poppy. Usted quédese tranquila y no haga esfuerzos ¿de acuerdo?
La prefecta asintió con la cabeza y Minerva salió disparada en busca de la enfermera. Cosa que aprovechó Harry para acercarse más a la prefecta.
- Hermione, estamos solos. ¿Puedo sentarme a tu lado?
- Sí.
- Y…me dejarás… ¿darte un abrazo?
- Sí por favor, lo necesito.
- Y también dejarás…
- ¿Qué me beses? Me gustaría pero…no creo tener ahora un aspecto lo suficientemente atractivo para ti como para que quieras besarme.
- Qué tontería, Hermione, para mí siempre estás perfecta.
Ella se rió suavemente y Harry sonrió aliviado al escuchar su dulce risa. Era fantástico volver a verla animada, aunque fuese un poquito.
- Harry… ¿sigues ahí?
- Sí, y no pienso irme hasta que me eches.
- Eso no ocurrirá.
- Gracias.
- Dijiste que te sentarías en mi cama. ¿Por qué no lo has hecho? Te estoy esperando.
Hermione se puso de lado, de cara a donde ella pensaba que estaba Harry. Ella abrió sus brazos y en menos de dos segundos, notó hundirse la cama y supo que él se había subido a ella.
En un instante, él estaba en sus brazos y Hermione percibió que en lugar de estar sentado, Harry se había tumbado y cuando ella notó cómo él colocaba su cabeza en el pecho de ella, y le abrazaba la cintura emitiendo un suspiro de satisfacción, Hermione pensó que no podía ser más feliz a como lo era en ese momento.
Sí…estar con Harry siempre le producía la mayor de las satisfacciones. Ya fuese hablando, compartiendo alguna aventura o simplemente dándose el uno al otro muestras de cariño…la verdad era que Hermione Granger se sentía pletórica, y compadecía a la gente que no tuviese a alguien especial a su lado, como sí lo tenía ella.
Imitando al ojiverde, ella también se tumbó y Harry aprovechó eso para quitarse de donde estaba y apoyar su cabeza en la almohada, quedando así, cara a cara de la prefecta, aunque ella no pudiese verle.
Él tiró suavemente de la barbilla de Hermione y la besó. Ella no tardó en corresponder el beso.
A aquél beso le siguió otro y otro y otros muchos más. Los suficientes como para que el ambiente empezara a calentarse.
Ambiente que fue enfriado en el instante en que Minerva y la señora Pomfrey hacían su aparición en la habitación y con un potente grito de…
- ¿QUÉ SE CREEN QUE ESTÁN HACIENDO?- por parte de la enfermera, se vieron obligados a separarse, pero Harry no se movió de donde estaba.
- ¡QUÉ VERGÜENZA, MENUDA DESFACHATEZ!- dijo la señora Pomfrey.
- Entiéndelo Poppy, son jóvenes y se quieren. Es normal que estando en la intimidad, se comporten así.- dijo Minerva como si tal cosa.
- ¿QUÉ, INTENTAS EXCULPARLOS, MINERVA?
- Por supuesto que sí, querida, ya te dije que ellos estaban en la intimidad. No lo hicieron delante de nosotras así que no tenemos nada que reprocharles.
- ¡ LA ENFERMERÍA ES UN SITIO PARA DESCANSAR, NO PARA METERSE MANO!
- Jujú…te aseguro querida, que a la hora de meterse mano como tú bien dices, a los jóvenes les importa poco si están en la cama de una enfermería o en lo alto de un pino. La pasión es la pasión, sin importar donde ocurra.
- ¡MINERVA, ESTA NOCHE NO HAY QUIEN TE CONOZCA!
- ¿Qué puedo decir, Poppy? Me he adaptado a los tiempos.
- ¡Pues yo no me considero anticuada, pero creo que lo que he visto, me obliga a hablar con el profesor Dumbledore! Semejante ejemplo de falta de decoro¡no puede quedar así como así!
- No exagere señora Pomfrey, sólo estábamos besándonos- dijo Hermione, intentando calmar los ánimos alterados de la enfermera.
- ¿Y el besarse implica que el señor Potter estuviese encima de usted, señorita Granger?
- Pues sí, señora Pomfrey. Además, a mí no me molestó que lo hiciera.
- ¿Y también implica que usted y él se tocasen los traseros?
- Y lo que nos apetezca...¿cuál es el problema con eso? Tal y como dijo la profesora McGonagall, somos jóvenes y nos queremos. Punto y final.
- ¡Señorita Granger, la escucho y no la reconozco!. ¿Desde cuándo ha sido usted tan desvergonzada?
- Desde que me enamoré de este fantástico chico que está a mi lado.- dijo Hermione, volviendo a besar a Harry, el cuál estaba algo intimidado por toda la situación, pero tampoco lo bastante como para no corresponder a la prefecta. Que de hecho, la correspondió.
- ¡Minerva, échame una mano!
- ¿Yo? Ni pensarlo. Creo que después de todo lo que ha ocurrido esta noche, la señorita Granger y el señor Potter, se han ganado el derecho de besarse todas las veces que quieran, aunque lo hagan delante nuestra.
- ¡PUES MUY BIEN!- dijo la señora Pomfrey, sin saber qué más añadir.
- Pues sí, Poppy, estupendamente. Y ahora, señorita Granger, señor Potter, si no les importa, hagan el favor de apartarse.
Poppy tiene que examinar la vista de Hermione.
- Oh, sí, claro.- dijo Harry, saliendo de la cama.
Una vez que la señora Pomfrey hubo examinado los ojos de la prefecta, guardó el material utilizado y sin decir ni una palabra, se dispuso a abandonar la habitación.
- ¡Espera Poppy!. ¿Cómo está la vista de la señorita Granger?
- Intacta Minerva, a su vista no le sucede nada.
- ¿Y por qué no puedo ver?- preguntó la prefecta con la cara llena de preocupación.
- Porque debido a los golpes recibidos, señorita Granger, los párpados se le han hinchado y la vista se le ha nublado. Pero no se preocupe, con unas horas de sueño y descanso, su vista y ojos volverán a la normalidad. Así que, le recomiendo encarecidamente, que guarde reposo absoluto. Que se dedique a dormir y mañana si quiere…podrá besar al señor Potter todo lo que quiera. ¿Me ha entendido?
- Sí señora.
- Pues entonces, señorita Granger, espero que siga mis indicaciones.
- Sí señora, lo haré.
- Me alegra oír eso. Y ahora, si me disculpáis, me vuelvo a la cama. Buenas noches a todos.
Una vez que la enfermera se hubo ido, Minerva se acercó a Hermione y tras depositar un beso en su frente, se despidió de ella y abandonó la habitación.
- Bueno, Hermione, volvemos a quedarnos solos.
- Sí, eso parece. ¿Por dónde íbamos, Harry?
Soltando una risa traviesa, el ojiverde volvió a meterse en la cama de la prefecta. Ella le hizo sitio y unos momentos después, la pareja volvía a besarse, aunque Harry lo hacía con cuidado, ya que la más mínima presión en los labios de Hermione, producían que volviesen a sangrar.
Además, él sabía que ella sufría, aunque no lo demostrase. Que ella no se quejase en voz alta no quería decir que no le doliese el cuerpo, que de hecho le dolía bastante, pero ella no quiso mostrar su dolor, prefería disfrutar de su momento de intimidad con Harry.
Unos minutos después, Hermione se acurrucaba en el pecho de Harry y cerraba los ojos, lanzando un suspiro placentero y dibujando la sonrisa más dulce que él le hubiese visto antes.
- Buenas noches Hermione.- dijo el ojiverde, besándole la cabeza.
- Buenas noches Harry, y gracias por quedarte conmigo.- añadió ella, acariciándole el pecho por encima de la camisa.
- Gracias a ti por dejar que me quede.
- Te quiero Harry.
- Y yo a ti, Hermione. Bonitos sueños.- él la besó dulcemente.
- Estando contigo los tendré.
Y tras darle un último beso, la prefecta se durmió profundamente y, tal y como le había asegurado ella, tuvo un sueño la mar de bonito.
Continuará.
Nota de la Autora:
Sí, sí, ya sé lo que me váis a decir algunas personas Dracomaníacas…¡ POR QUÉ HAS PUESTO A MALFOY ASÍ DE MALO!
Y yo sólo tengo que decir…¡Es que él es así de malo! Y si no os lo creéis, leeros los libros.
De todos modos, tened en cuenta que Malfoy, siempre ha ODIADO a Hermione, así como ella a él. Así que sí, él podría hacer algo así, incluso su padre lo haría, al fin y al cabo es un mortífago. Y los mortífagos no son precisamente angelitos…
Sabed también, que es cierto que la violación se considera una forma de tortura. En muchas guerras se ha empleado para dañar a los prisioneros cautivos. ¿Demasiado fuerte para ser verdad? Pues sí pero el caso es que es cierto y para comprobarlo sólo tenéis que alquilar la película "La Teniente O'Neall", protagonizada por Demi Moore y veréis una escena en la que hablan precisamente de eso.
Otra cosa añado y con esto termino. Por favor, si a alguno de los lectores no le ha gustado lo que ha leído sobre Malfoy o si se ha sentido ofendido (espero que no, porque no es mi intención ofender a nadie) espero que tenga en cuenta que yo sólo intento seguir la línea de Rowling y ella NUNCA nos ha puesto a Draco Malfoy como UNA BUENA PERSONA. Así que pido encarecidamente, que nadie se ofenda.
¡Al fin y al cabo Malfoy no existe y tampoco va a tomar represalias ni tampoco demandarnos por "manchar su buen nombre"!
¿Me entendéis verdad? Pues eso. ¡Un besazo a tods! RAkAoMi. :-)
