Los ocho días de Raiko.
¿Y qué más podía hacer el nuevo Teniente Raiko? Sin familia, sin poder hablarle a ninguno de sus amigos y aburrido de todo lo que le recordaba su trabajo, que era cuando mucho casi todo en su vida presente. No podía hacer otra cosa que estar allí, estrenando sus flamantes galones de Teniente, listo para aprovechar aquellos ocho días lo mejor que podía. Después de todo solo había una persona a la que quería ver y en quien no dejaba de pensar, Rei Ayanami. Raiko no podía solo esperar a que pasara toda la semana para tratar de conocerle, bien sabía lo complicadas que se pueden poner las cosas entre batalla y batalla, así que no lo pensó más, tenía una buena excusa para ir a verla a su casa, por lo que se puso su mejor uniforme, su chaqueta de cuero favorita y se arregló su mejor corbata elegantemente adornada con su prendedor de NERV. Iba dispuesto a impresionarla, algunos son tan ilusos.
Estaba bastante nervioso cuando entro al edificio de apartamentos donde ella vivía, casi estaba a punto de empezar a sudar frío cuando por fin estuvo a tres puertas de distancia de la de su apartamento, fue en parte por eso que no supo mantener la calma al momento de descubrir que la puerta estaba entreabierta. Por un instante se quedo de una pieza con su dedo justo frente al timbre; en otra ocasión se habría fijado en lo ridículo del nombre del timbre, "Pin Pon", quizás hasta se habría reído y relajado un poco por esa tontería, pero en lugar de eso lo que hizo fue arremeter violentamente dentro del apartamento de Ayanami, sacando su arma eléctrica heroicamente, listo para enfrentarse a lo peor.
—¡Nadie se mue... va...!
Imaginen la sorpresa y la vergüenza del pobre de Raiko al encontrársela de frente, o más bien de lado, mirándolo con aquella frialdad tan famosa y aquella tranquilidad inconcebible para una chica que es sorprendida súbitamente por un desconocido armado, justo en el momento en el que estaba saliendo de la ducha con tan solo una pequeña toalla sobre sus hombros. Ambos se habían quedado inmóviles por un momento, mientras que ella se le había quedado mirando en esa extraña forma seria que le caracterizaba, por su parte Raiko la observaba totalmente deslumbrado, aquella imagen era sin lugar a dudas la más hermosa que había visto en toda su vida. Por un instante se sintió afortunado, hasta un poco tentado a hacer algo más que solo verla, pero de pronto recobró el buen sentido, al mismo tiempo que toda su sangre se le subía a las mejillas. Muy avergonzado se puso firme, apartando la mirada de ella respetuosamente y metiendo las manos en los bolsillos de su larga chaqueta, esperando poder así disimular aquel abultamiento indiscreto. En otra de esas demostraciones de que tal vez ella provenía de otro planeta, dejo de mirarlo, ignorando su presencia como si nada hubiera pasado. De reojo y muy disimuladamente Raiko pudo comprobar muy aliviado que ella no estaba llamando a la policía o algo por el estilo, sino que de espaldas a él se estaba vistiendo muy lentamente. Raiko se dio una palmada en la frente al mismo tiempo que cerraba los ojos, luchando por reprimir aquel impulso animal que amenazaba con apoderarse de él. Desesperadamente trataba de llevar su mente a otro lugar, quedando momentáneamente distraído, por lo que no notó la presencia de Rei a su lado sino hasta que ella le hablo, con aquella suave voz susurrante y fría que estremeció a Raiko como un rayo caído del cielo.
—Permiso.
Automáticamente y sin darse cuenta de lo que hacía, Raiko dio un paso atrás, permaneciendo rígido como una estatua mientras ella le pasaba por delante como si él no existiera una vez que se había quitado de su camino. A Raiko le tomo un par de segundos reaccionar y darse cuenta de lo torpe que había sido, luego de eso pudo recobrar el habla, parcialmente al menos.
—Eto... Espere por favor —Rei se dio la vuelta, observándolo por encima de su hombro, no parecía menos indiferente que antes— Lamento mucho lo ocurrido, pero no he actuado con mala intención, fue solo que al ver la puerta abierta me preocupé por que los rumores de espías Zcentraedi pudieran ser ciertos y yo...
—No hay problema, gracias por preocuparse. —Y con la misma reanudo su marcha, así nada más.
—Eeeh... Hay algo más que tengo que decirle —de nuevo se detuvo, pero esta vez ni siquiera lo miró— Ajem, ajem... Yo he venido a presentarme con usted. Soy el Teniente Raiko Izanami, mi pelotón y yo hemos sido asignados para servirle de asistencia en sus misiones a partir del próximo...
—No era necesario que viniera —le cortó en seco— su pelotón es el quinto que me asignan en seis meses, nunca llego a conocerlos.
Raiko se llevó una mano a la frente, rogando al cielo que ella no fuera a andar diciendo esos comentarios frente a los chicos, eso sí que sería la guinda del pastel.
—¿Te duele la cabeza?
—¿Eh..? —Nuevamente se sintió avergonzado frente a ella, no sabía que responder. Para colmo de males, ella se le estaba acercando, más de lo que se esperaba.
—Tu rostro se ha puesto rojo —Raiko casi pierde el conocimiento cuando ella posó su delicada mano sobre su frente— también tienes temperatura. No pareces sentirte bien.
—¡No, no, para nada! —Dio un salto atrás, dejándola con la mano en el aire y moviendo los brazos de arriba abajo como si estuviera haciendo los ejercicios que les ponían a hacer en la escuela— ¿Ves? ¡Te aseguro que estoy completamente sano! —Luego se puso firme y bajo la cabeza en forma un tanto cómica— Lo que sucede es que estoy muy apenado por lo que ha ocurrido hace un rato —pronunció un poco más su absurda reverencia— realmente lamento mucho lo ocurrido y quisiera poder hacer algo para enmen... dar... ¿lo...?
Al levantar la vista pudo darse cuenta de que ella ya estaba un tanto lejos de él, a punto de llegar a las escaleras. Raiko suspiró pesadamente, definitivamente aquello iba a ser mucho más difícil de lo que esperaba. Apresuradamente cerró la puerta del apartamento y corrió a alcanzar el elevador.
El lograr deslizarse entre los paneles de la puerta del elevador requirió de buena parte de su agilidad. Pero esa no era la más grande proeza que se podía realizar aquel día y de eso estaba seguro. El silencio presente en aquel momento era mucho más que solo incómodo para Raiko, él había ido con el propósito original de invitarla a tomarse un café o algo con la excusa de que discutieran asuntos importantes referentes a la manera en la que iban a operar en conjunto su pelotón y ella; pero eso ya no era muy factible, ella no parecía para nada interesada ni un ápice en hablar de trabajo con él, más aún, no parecía interesada en hablar de nada con nadie, y en general no parecía interesada en nada de nada.
Raiko la observaba con disimulo, tratando de analizar su comportamiento casi robótico y preguntándose cual podía ser la causa de semejante ensimismamiento. Ella no estaba siendo solo antipática, Raiko conocía muy bien la antipatía gracias a sus malas experiencias anteriores (solo digámosles suficientes), y aquello no era antipatía, era similar a la apatía, pero esa seriedad en su mirada, ese algo especial que él podía apreciar en sus ojos, sus labios e incluso en algunas de sus extrañas maneras y conductas, le hacían pensar que ella era mucho más de lo que aparentaba. Viéndola vestida con aquel simple uniforme gris y blanco de escuela que ella llevaba a todas partes, Raiko estaba a punto de compararla en su mente con alguna especie de severa sacerdotisa zen, pero sus pensamientos fueron cortados por la abertura repentina de la puerta del elevador. Al instante Ayanami, quien todo el tiempo estuvo mirando fijamente al frente y casi sin parpadear, salió del ascensor con ese andar imperturbable y casi mecánico que la hacía lucir como un dibujo animado, como la imitación de un ser humano flotando en nuestra imaginación. Raiko apenas si pudo ponerse las pilas y apresurarse a retomar el plan "A", de nuevo la detuvo, aprovechando aquella oportunidad para tocarla, aunque fuera en su suave hombro.
—Disculpe... —Dudó un instante al encontrarse de nuevo perdido en sus hermosos y exóticos ojos color granate— Ajem... Lo que sucede es que yo había venido con la idea de que tal vez usted me permitiría invitarle un café y que quizás querría acompañarme por un rato... ¡Es decir...! Discutir conmigo por un rato algunos asuntos referentes a la nueva asignación de mi pelotón y yo. Es que siento curiosidad por saber en que consistiría realmente nuestra labor a su lado y también me gustaría poder darle algunos consejos y avisos respecto de algunas mañas y manías que pueden exhibir mis compañeros de vez en cuando y...
—Hablas demasiado —ese fue otro cortón veloz y mortal de la siempre mortal Ayanami— no hay nada que tengas que discutir conmigo. Yo no tomó ninguna decisión, solo obedezco como los demás, igual que ustedes.
Raiko suspiró otra vez, estaba a punto de darse por vencido en aquel intento en particular, pero haciendo de tripas corazón hizo un último intento.
—¿Al menos me permitiría invitarle una malteada?
—¿Es esa tu motocicleta?
—¿Eh...? —Eso si que no se lo esperaba— Eh... Sí, es mía. Me dejaron conservarla cuando decidí...
—¿Puedes llevarme a NERV?
—Pues... Pues sí, con gusto.
—Gracias.
Raiko se apresuró a ofrecerle tanto su chaqueta como su segundo casco a Rei. Contrarió a la reacción que él esperaba, que ella se le quedara mirando como si no entendiera lo que él pretendía al mostrarle esos dos objetos, Ayanami simplemente los tomó uno por uno y se los colocó sin decir una palabra. Aquello desconcertó por un segundo a Raiko, quien sí se le quedó mirando a ella sin poder entender por qué hacía las cosas como las hacía. Rei paso un momento mirando a la motocicleta en silencio, Raiko no se había dado cuenta de que ella estaba esperando que él hiciera algo.
—¿Y bien?
Raiko reaccionó de pronto, desde luego que ella estaba esperando que él se subiera primero a la moto. De nuevo sintiéndose como el ser más torpe de la Tierra, prontamente abordó su vehículo y lo echó a andar. Lo que sucedió después fue algo que le sorprendió y estremeció como nunca antes en su vida. Raiko esperaba tener que decirle a Rei que debía sujetarse con fuerza, no pensaba implicar directamente que quería que ella lo abrazara, por eso se sintió tan sorprendido al sentirse firmemente rodeado por sus finos brazos alrededor de su torso. La imagen de aquellos gráciles senos adolescentes que él había presenciado hace tan solo unos minutos volvió de pronto a su mente al darse cuenta de que ella estaba presionándole los pechos contra la espalda. Lo peor de todo era esa estúpida idea en su mente, aquella pregunta respecto a qué estaba sintiendo ella, qué estaba sintiendo en su sexo gracias a las fuertes vibraciones de la maquina. Raiko trató de calmarse diciéndose a sí mismo que todas aquellas cosas que ella hacía tan desenfadadamente, que su aparente falta de vergüenza era algo que él estaba imaginando, que debía ser él quien se avergonzara por su morbosidad, ya que ella solo hacía esa clase de cosas por el simple hecho de que no le importaba hacerlo.
—Lamento hacerte esperar —dijo alegremente— es solo que estas maquinas es mejor calentarlas antes de hacerlas andar ¿sabes?
—No importa.
Aquella frase parecía ser la más característica de ella. Raiko logró alcanzar la paz mental suficiente para concentrarse y conducir su motocicleta al recordar aquella tonta idea de que Rei debía ser como una especie de sacerdotisa zen, alguien para quien lo físico no tiene mucha importancia, que era solo una ilusión quizás. El atardecer caía lentamente, se podía ver claramente desde la carretera por la que se dirigían a NERV, aquella que pasa bordeando la costa. Raiko no podía creer su suerte, era el primer día y ya estaba hecho un desastre. Durante todo el camino estuvo sintiendo algo e envidia por Rei, en parte él hubiera querido que todo aquello tampoco fuera tan importante para él tampoco, pero ahora aquella duda no saldría de su cabeza con facilidad. Él tenía que saberlo, debía encontrar una respuesta. ¿Qué le importaba, qué era capaz de sentir Rei Ayanami? Y muy especialmente ¿Cómo se sentía Rei Ayanami?
