Maquina diabólica.
Un hombre de unos 45 años, vestido con el atuendo típico de los científicos estaba fumando ansiosamente junto a la puerta principal de NERV. Era el Dr. Lizst, un psiquiatra de cierta reputación que había sido autorizado a conducir ciertos experimentos para SEELE y que estaban referidos al comportamiento de los pilotos tanto de Evas como de Tipe A con la supuesta intención de mejorar sus habilidades. Él estaba esperando por la llegada de alguien en particular, un caso psicológico único e inexplicable que le tenía obsesionado desde que llegó a NERV. El ruido de un poderoso motor atrajo su atención, apretó molesto al reconocer aquella motocicleta negra y sus inconfundibles marcas rojas características. Luego arrojó su cigarrillo al suelo con fuerza, apagándolo con rabia con su pie al darse cuenta de quien estaba acompañando a la persona que él estaba esperando. Aquello era indignante para Lizst, su gran ego no podía soportarlo.
—No puedo creer que dejen a chiquillos como tú manejar maquinas tan peligrosas como esa. Me sorprende que una jovencita tan prudente como usted, señorita Ayanami, se atreviera a arriesgarse con semejante cosa.
Esas fueron las primeras palabras que les dijo cuando vio llegar a Rei montada en la magnífica Honda Goldwin de Raiko. Desde luego aquel comentario pronunciado con ese tono tan prepotente y despectivo estaba dirigido a tratar de punzar al Teniente, algunos tipos nunca aprenden.
—Me dejan pilotar maquinas cientos de veces más pesadas y peligrosas que una motocicleta por el bien de la humanidad —respondió Raiko con tono irónico y tranquilo— sería ridículo que no me creyeran capaz de conducir una tan bien como lo hago con un Tipe A —caballerosamente ayudó a Ayanami a apearse de la moto, notando que el rostro del Dr. se arrugaba de rabia, en aquel momento asumió que se debía a su ingeniosa respuesta.
—¡Niño pretencioso! —Exclamo exasperado Lizst— ¡No quieras pasarte de listo conmigo, no eres más que un mocoso inmaduro!
—Y aún así he salvado al mundo muchas veces. Eso es como para estar orgulloso de mí mismo. Es maravilloso ser realmente útil para algo ¿no lo cree?
—Buenas tardes, caballeros, Rei.
Justo en aquel momento en el que Lizst estaba por ponerse en ridículo al tratar de entrarse a puños con Raiko (tengan en cuenta el hecho de que muy diferentes a los tres primeros, los pilotos de Tipe A estaban entrenados como soldados, es decir, uno de esos chicos estaba bien capacitado para neutralizar a personas del doble de su peso, Raiko no era la excepción) les interrumpió el máximo jefe de NERV en persona. Rei corrió hacia él y se paro a su lado mirándolo con una sonrisa.
—Buenas tardes, Dr. Ikari.
El saludo de Rei fue seguido por los de Raiko y Lizst. Este último miró por un momento a Ayanami en una forma que despertó ciertas sospechas en Raiko, pero luego el amargado doctor volvió a mirar al Teniente con ira, parecía no poder esperar a que los dejaran solos en el estacionamiento para darle una buena lección a aquel chico insolente. Al chico insolente no le molestaba la idea, en aquel lugar habían bastantes cámaras que podrían atestiguar como él solo se defendía y no podía dejar pasar tan buena oportunidad para arreglar unas cuantas cuentas pendientes que tenía con el doc. Hay sujetos que realmente saben como hacerse enemigos.
—¿No eres tú Raiko Izanami? —La intervención del Dr. Ikari atrajo la mente del joven Teniente de vuelta a la realidad y fuera de aquella escena violenta que estaba saboreando en su mente— Veo que ya estás usando tus insignias de Teniente.
—Sí, señor. Soy el Teniente Izanami Raiko del Cuadragésimo Cuarto Pelotón de Defensas Móviles Pesadas.
—El nuevo grupo de apoyo. ¿Van a estar ellos conmigo por mucho tiempo?
Aquel mal presentimiento paso de nuevo por la mente de Raiko; como que ella sí iba a estar haciendo esos comentarios enfrente de cualquiera.
—El tiempo necesario, Rei. Dr. Lizst, estamos esperando para que nos explique como va a ser su próximo experimento. Teniente Izanami, ya que está aquí sería conveniente que nos acompañara.
—Disculpe señor, —Ikari se detuvo, él y Rei les estaban dando la espalda pues ya se dirigían hacia el elevador— pero no creo que haga falta la presencia de ningún subordinado de bajo rango, esto no es de su incumbencia.
La severa respuesta de Ikari no se hizo esperar.
—Yo digo que sí. Andando.
Raiko se limitó a sonreír victorioso y a acomodarse su chaqueta y su corbata con arrogancia, estaba muy complacido de ver de nuevo como Lizst arrugaba la cara lleno de ira y frustración por su causa. Los chicos son siempre chicos sin importar que edad tengan, de haber podido le habría sacado la lengua, pero los psiquiatras deben mantener la dignidad, aún los psiquiatras patanes como Lizst.
Había algo extraño en los elevadores de NERV. Nadie sabía a ciencia cierta que era, tal vez el color, la velocidad, ese zumbido extraño o la falta de espejo; lo que fuera, la verdad era que eran famosos por ser capaces de incrementar los niveles de tensión de cualquier situación. Era en cierta forma otra superstición que había nacido en aquel lugar luego de una serie de casualidades, como que habían sorprendido a demasiada gente en posiciones comprometedoras y apasionadas dentro de esos aparatos; la leyenda decía que si te subes a uno de ellos con la persona que te gusta, siempre y cuando también guste de ti, algo pasará, pero aquel no era precisamente el caso.
Mientras que Rei e Ikari estaban parados uno junto al otro mirando fijamente la puerta, tras ellos estaban Raiko y el Dr. Lizst, odiándose mutuamente en silencio. Raiko trataba de ignorarlo, había aprendido que eso era lo mejor contra esa clase de tipos engreídos, pero en el fondo casi no podía controlar las ganas de mostrarle su dedo medio en una inconfundible seña de desprecio. Solo Dios sabe que tan rápido habría llegado la sangre al río entre esos dos de no ser por la presencia del Dr. Ikari y Rei, además de la de las otras personas que constantemente subían y bajaban del elevador. En una de esas ocasiones se cruzaron nada menos que con la Mayor Katsuragi, luego de saludar amablemente a todos se puso a discutir ciertos detalles técnicos sobre el último mal funcionamiento del Eva-01, por lo que Rei se paso a la parte de atrás, quedando parada entre los otros dos, quienes la miraron por un momento, ambos con sus sentimientos personales respecto a la taciturna chica misteriosa.
Raiko recordó sus sospechas de hace un rato al notar la manera como el psiquiatra acentuó el odio en su mirada al ver lo cerca que Rei se había parado del Teniente. Se sintió un poco culpable al sentir deseos de tomar de la mano a Rei solo para ver cuan molesto se ponía aquel viejo verde, pues no hubiera sido justo utilizarla de esa manera, pero de todas maneras le habría gustado ver lo que hubiera pasado de poder darle un beso a su amada Ayanami enfrente de aquel envidioso vejete libidinoso. La puerta se abrió por ultima vez para ellos, ya habían llegado a su destino. Tanto Ayanami como Katsuragi e Ikari abandonaron el elevador, Raiko trató de seguirlos, pero Lizst le agarró por un hombro, pretendiendo salir primero que él del elevador. No dispuesto a soportar ninguna tontería de parte de aquel rufián, Raiko le aplicó una de las técnicas aprendidas durante su entrenamiento en artes marciales. Los que iban adelante no se dieron cuenta de la manera como Raiko inmovilizó a Lizst contra la pared del elevador, torciéndole la muñeca con una sola mano mientras salía del aparato. Por suerte para él, el Dr. Lizst era demasiado orgulloso para aceptar que un chico era capaz de patearle el trasero sin problemas, por desgracia para él, el Dr. Lizst también era un cobarde. Pocas cosas son tan malas como un cobarde con autoridad.
