Algo distante.

Raiko estaba otra vez dentro de otro de esos elevadores, ahora acompañado por la Mayor Katsuragi, quien apenas se cerró la puerta sonrió en una forma que le hizo recordar a Raiko a una niña que se ha salido con la suya con una travesura.

—Eh... Mayor, señora. ¿Podría decirme para qué la han llamado?

—Oh, para nada —dijo alegremente agitando su mano— es solo que me aburrí de estar escuchando las necedades de ese loquero fastidioso, eso es todo.

—¿Entonces por qué me pidió que la acompañara? No me necesitaba para que su historia fuera creíble.

Misato le rodeó el cuello con un brazo casi como si quisiera hacerle un candado en un exagerado gesto de aprecio y compañerismo. Raiko se abochornó vivamente, nunca antes una mujer adulta le había puesto los senos tan cerca de su cara. Aquello era muy inesperado y vergonzoso. Misato le habló entonces como si él fuera un viejo compinche y estuvieran de parranda en un bar.

—¡No me digas que tú no tenías tantas ganas de salir de allí como yo! ¡Te he rescatado de esa tediosa reunión solo porque me pareces un buen muchacho! —las puertas se abrieron, estaban en el nivel de una de las cafeterías— ¡Vamos, anímate y ven conmigo! ¡Te has ganado una rica malteada!

Virtualmente arrastrado por el abrazo de la Mayor, Raiko no pudo poner resistencia alguna. Por un momento deseó que Rei fuera un poco más como Misato, pero inmediatamente se arrepintió de eso, no solo por la forma en la que los presentes en la cafetería lo estaban mirando como con algo de mofa al verlo totalmente dominado por una mujer (mayor que él además), sino porque además de todo era ese aire misterioso, esa sensación de no poder saber nunca lo que pensaba Ayanami lo que le daba buena parte de su encanto.

—Dos merengadas de chocolate, por favor. ¿Te gusta el chocolate, verdad?

—Eto... Sí, está bien.

—Bien, Misato ¿Ya te conseguiste otro novio? —Preguntó la cajera mientras miraba y sonreía al apenado Raiko en esa manera tonta que tienen los adultos de mirar a los niños cuando se burlan de ellos sin mala intención— ¿Ahora estás asaltando cunas?

—¡Ja,ja! No te creas, este apuesto joven y yo solo somos amigos ¿No es así, Raiko?

—Claro, amigos. —Tomó ambas merengadas del mostrador apenas las sirvieron, no lo hacía solo por amabilidad, era que ya no podían esperar a que se sentaran en una mesa, quizás todos dejarían de mirarlo con esas sonrisitas pícaras una vez que Misato le quitará el brazo de encima.

—¿No es un encanto? —Dijo Misato pellizcándole una mejilla al ver su gesto de amabilidad para con ella— Ojalá yo fuera un poco más joven, porque caballeros como tú ya casi no quedan.

Los comentarios de Misato, así como sus otros gestos y muestras de cariño hacia el muchacho, aunque sinceros estaban expresamente dirigidos con la intención de comprobar que tan rojo se podía poner de vergüenza. Quizás tenía algún motivo secreto para querer averiguar que tan tímido era Raiko con las mujeres, pero eso era imposible de saber para él en aquel momento.

Ya sentados, Raiko contempló con por un momento a la Mayor tratando de descifrarla. Lo primero que siempre le llamó la atención de ella era que nunca vestía su uniforme militar cuando estaba en NERV, de hecho la única vez que la vio llevándolo fue aquella vez que salió en las noticias luego de evitar la explosión de aquel mecha con reactor nuclear.

—Fue muy valiente lo que hizo con ese reactor... —Otra vez había hablado sin pensar, atrayendo sin querer la atención de Misato de vuelta a él, luego de que había pasado los últimos dos minutos concentrada solo en su merengada sin hacer nada más por apenar al Teniente— Es decir, fue asombroso, Mayor.

—No fue gran cosa en realidad —no parecía falsa modestia, pero la forma coqueta en la que se paso el cabello por encima de la oreja demostraba que estaba halagada por aquellas palabras— tú también eres muy valiente, nos los has demostrado a todos hace un rato, Rei debe estar muy impresionada.

—No lo creo, ella ni siguiera... —Raiko se detuvo de pronto, aquella sensación de que había caído en una trampa cazatontos estaba perfectamente confirmada por aquella mirada traviesa en los ojos entornados de Misato, sin que se diera cuenta lo había hecho caer redondito, sin embargo él trató de salvar la situación balbuceando excusas en forma desordenada— Bueno... No es que me importe mucho... Es decir, no es que me preocupe impresionar a nadie... Yo apenas si estaba pendiente de...

—Tranquilo —en otro de sus gestos de camaradería, ella volvió a posar su mano sobre el hombro del chico para calmarlo— tu secreto está a salvo conmigo, palabra de exploradora.

Raiko suspiro, en realidad era una especie de alivio que alguien más lo supiera y no fuera a burlarse de él por eso.

—Gracias por su discreción, Mayor.

—¡Vamos! —Le animó con una palmada— Puedes llamarme Misato, somos amigos ¿recuerdas?. No has tocado tu merengada, creí que dijiste que te gustaba el chocolate.

—Sí, claro. Gracias, Misato.

Raiko se dedicó a sorber su deliciosa merengada. Sorprendido descubrió que había alcanzado su meta para aquel día, disfrutar en una cafetería de algo delicioso con una nueva amiga, casi no se sentía mal de que por cosas del destino no se tratara de su adorada Rei, pero esas eran las clase de cosas que siempre le recordaban porque nunca se quejaba de los resultados dispuestos por la voluntad divina. Algunas veces la suerte de Raiko sí es envidiable después de todo.