Cuesta arriba por la pared de ladrillo.
Raiko casi nunca estaba en su apartamento, siempre que regresaba allí era bien recibido por la fina capa de polvo que lo cubría todo y por las nuevas variedades de hongos que encontraba dentro de su nevera. Jamás había tenido vacaciones desde que comenzó a pilotear su Tipe A, así que aunque a veces le otorgaban un fin de semana libre de vez en cuando, el cual solía pasar dedicado mayormente al cuidado de sus sagradas maquinas, rara vez iba a pasar un rato en aquel lugar que le habían asignado para vivir cuando se mudó, aquel apartamento de una sola habitación y un baño que más que un hogar en el que podía refugiarse para descansar y olvidarse de su trabajo, no pasaba de ser una bodega donde guardaba las pocas cosas que había podido salvar al final de su vida anterior. Todo estaba empacado aún, allí sentado en su cama se preguntaba por qué lo había hecho, le parecía bastante loco pensar que de verdad había ido cambiando gradualmente las cajas de cartón originales por baúles y grandes maletas de viaje que a su vez podría cambiar luego por otros baúles, poco a poco hasta que todo recuerdo de su vida antes de la gran matanza estuviera perfectamente encajado dentro del menor número de arcones posible. Grandes arcones que quizás sobrevivirían otro diluvio.
Sip, nuestro chico estaba deprimido, así son los enamorados cuando les da el síndrome de abstinencia. Qué dramático, solo tenía un día sin ver a Rei y ya se estaba cayendo a pedazos ¿Acaso tenía realmente un motivo? Por favor, si bien era cierto que era inútil ir a visitarla, completamente imposible tratar de entablar una conversación con ella, que era más fría, distante e inconquistable que el Everest... Eh... Bueno... ¡Vamos, aún así tampoco era para tanto! ¡Hay gente que ha logrado llegar a la cumbre del Everest! ¡No puede eso ser más fácil que llegarle al corazón a una chica! ¡Ni siquiera si se trata de una chica como Rei Ayanami!
—¡Es cierto! —Raiko se incorporó de pronto, parándose en su cama como si fuera un decidido aventurero jurando sobre un risco ante el atardecer, con un pie sobre el colchón y el otro sobre el lindel de la ventana abierta junto a su lecho— ¡Yo amo a esa chica y voy a dar lo mejor de mí para conquistarla!
—Buenas tardes.
Aquella voz inconfundible y abrumadoramente sombría solo podía pertenecer a una persona, la única que puede observar impasiblemente a otro ser humano haciendo semejante ridículo de sí mismo sin medio sonreír siquiera. Ni un solo asomo de curiosidad en su mirada, eso fue lo que percibió Raiko, mirándola de cabeza luego de caerse de su cama al pegar aquel brinco de sorpresa; ella solo permanecía parada allí frente al avergonzado chico, sin siquiera prestarle atención al hecho de que era evidente que desde donde se encontraba él podía dar un buen vistazo bajo su falda.
—Te debes haber golpeado tras la cabeza —señaló taciturna— es allí donde debe dolerte ¿Así que por qué te cubres los ojos, te los has lastimado?
Raiko se sentó en el suelo a toda prisa, evitando mirarla por un rato mientras se sobaba la parte adolorida tratando de decidir si aquello era un sueño demasiado real (y doloroso) o si ya por fin había perdido la razón de tanto pensar en ella.
—Yo... Pensé que había cerrado la puerta. No puedo creer que me haya vuelto tan descuidado.
Nuevamente estaba pensando en voz alta, aún le estaba dando la espalda a su adorada intrusa, estaba demasiado apenado para mirarla y también preocupado de tan solo imaginar lo que significaría si al darse la vuelta ella no estuviera allí. Un leve tintineo le trajo de regreso a la realidad.
—La puerta sí estaba cerrada —el corazón de Raiko aceleró su ritmo, como que la chica no estaba solo en su imaginación— al venir para acá me he tropezado con una chica. Ella me reconoció, y cuando le dije que venía a buscarte, me prestó estas llaves muy amablemente.
Un millón de ideas y fantasías corrieron por la mente del teniente, eso de "ella vino a buscarme a m", "yo soy la razón de que ella esté aqu", le emocionó sobremanera. Una loca esperanza le invadió: "quizás ella me ha extrañado", armándose de valor en consecuencia a ese sentimiento se dispuso a mirarla. Qué extraña era esa mirada brillante en sus ojos, ese ilusionado enrojecimiento en su rostro, y qué profunda la entonación en su voz seria y lista para declarar correspondencia a cualquier manifestación de afecto; solo tenía que hacer la pregunta.
—¿Ha venido a buscarme? —En su mente la escena se desarrollaba como si fuera un momento intenso dentro de una obra de teatro, en la que un samurai y una samuraiko estaban a punto de aceptar sus sentimientos el uno por el otro luego de haberlos ocultado lo suficiente; y así mismo, cual si él fuera ese samurai, hablaba— Me siento honrado ¿Puedo conocer el motivo?
—Misato me ha pedido que te entregara esto —sacó un paquetico blanco de su bolsillo, ofreciéndoselo a Raiko junto con aquellas llaves de las que colgaba un animado InuyaSha, que muy bien parecía estarse burlando de Raiko y sus tontas ilusiones; pobre chico— Has puesto una expresión muy extraña. ¿Sientes dolor?
—Pues la verdad... —Raiko soltó una pesada risita— Debo haberme golpeado la cabeza más fuerte de lo que creí. Eso explicaría la alucinación...
—¿Alucinación?
—No ha sido nada, gracias por preocuparse —¿ella preocupada? No tengo idea de por qué podría él pensar eso, Ayanami a parte de respirar no suele dar muchas señales de vida— Y muchas gracias por haberse tomado la molestia de traerme esto —al tomar las cosas hizo un esfuerzo supremo por no tocarla, sus motivos tendría— ¿Alguna idea de lo que puede ser?
—...
—Bueno, supongo que si lo abro lo sabré ¿no es así? —Una repentina centella en su mente le ayudo a recordar sus modales y levantarse de una buena vez— ¡Oh, lo siento! ¡Qué descuido de mi parte, no le he ofrecido nada aún! Por favor disculpe el desorden, no suelo recibir visitas... Aunque desde luego eso no es excusa, pero... Si desea tomar asiento, hágalo donde guste. Sé que no hay sillas, pero no hay problema si desea ponerse cómoda sobre cualquiera de los baúles (¿Qué estoy diciendo? ¡Dios santo, qué estupidez!) —Pensó el chico sintiéndose atolondrado— ¿Le gustaría beber algo?
—El mar...
—¿Disculpe?
—Desde tu ventana se puede ver el mar. El sol ya se ha ocultado por completo... Por favor no enciendas la luz —le detuvo sorpresivamente sin siquiera voltear a mirarle como si de alguna manera hubiera adivinado sus movimientos, dejándolo al instante congelado con su mano cerca del botón, sin poder entender aquel requerimiento repentino de Rei ¿Era acaso algún asomo de emotividad en ella? Nuestro chico aún no desistía de albergar la esperanza de que eso fuera posible.
—Tiene razón, supongo que no hace falta aún —se sentó en el suelo frente a ella, ofreciéndole un gran vaso de té helado— disculpe, solo tengo esto, ojalá sea de su agrado.
—... —Apartó su mirada insondable del paisaje y el cielo oscureciéndose, fijando entonces sus ojos de rubí en los de Raiko mientras deslizaba sus dedos entre los de él para asir el vaso— Gracias... —Dejándolo expectativo y en suspenso, no bebió enseguida su refresco, sino que le dejó reposar sobre su regazo, sin desviar ni por un segundo su vista de la de Raiko— Tienes una forma extraña de mirar —sentenció sobriamente antes de llevarse su té a los labios para probar un traguito, luego siguió su lucha de miradas con Raiko en silencio.
—Lo lamento. —Trató de actuar con la misma frialdad de Rei, hablando calmada y profundamente— ¿Acaso mi mirada le inquieta?
Solo por un instante, solo por una millonésima de segundo al teniente le pareció ver un ligero temblor en la comisura de aquellos labios pálidos. "¿Inquietarme tú a mí? Qué iluso eres" imaginó que estaría pensando ella con gracia, quizás aquel temblorcillo era para ella lo que para alguien más sería una explosiva carcajada. Su mayor ilusión seguía siendo, como pueden ver, el creer que le era posible intuir lo que ocurría dentro de la mente de Rei. Siendo que su curiosidad no estaba aún satisfecha, y que además no quería desaprovechar tan buena oportunidad para acercarse a ella, Raiko decidió hacer una jugada riesgosa.
—Señorita Rei, gracias. Solo estando con usted en este corto rato he recordado el valor y la belleza del silencio y la oscuridad. Usualmente vemos demasiado, oímos demasiado, sentimos demasiado y así ni observamos, ni escuchamos, ni le prestamos toda la atención debida a lo que es más importante. Gracias, ha sido pensando sobre usted que he llegado a esa conclusión.
Ayanami no respondió enseguida, primero terminó de beber aquel vaso de té, ladeando su rostro sin quitarle su soslayada vista de encima a aquel serio muchacho que tan esforzadamente luchaba por ganarse su simpatía; quizás solo estaba tratando de decidir si le avergonzaría o no señalándole algo más que obvio, quizás era eso, o quizás solo le estaba dando la oportunidad de mostrar que hablaba en serio. Al fin ella apartó su mirada hacia la ventana de nuevo, y por fin se digno a responder.
—Tu paquete está vibrando.
No, no era ese paquete, sino el otro. Tampoco era algo que ella se hubiera propuesto hacer, si Raiko se sentía como el ser más torpe del planeta era en realidad su propia culpa por no ver, oír, ni prestarle la atención debida al mundo que le rodeaba, sino solo a su capricho (una manera posible de interpretar su atracción por Rei). Sin apresurarse, fingiendo calma y desinterés, tomó aquel paquete que en su mente maldecía por hacerlo quedar mal ante su amada, maldiciéndose aún más a sí mismo por atarantado. Era un paquete de plástico sellado como uno de esos envoltorios de golosinas, y en efecto estaba vibrando vivamente; usualmente lo habría tirado por la ventana jurando que era una bomba, pero ya que no solo se lo había entregado Rei en persona, sino que además traía una graciosa nota dibujada en su cubierta: "Disfruta tu nuevo juguete. Con amor: Misato", acompañado de una caricatura superdeformer muy simpática de la Mayor, optó por solo abrir el paquete con mucho cuidado, después de todo aquella envoltura era digna de guardarse. Un recuerdo más para sus arcones.
—Ya veo, se trata de un celular nuevo. ¿Pero quien puede tener mi nuevo numero? ¿Será Misato llamándome acaso?
—Todas nuestras líneas telefónicas pertenecen a NERV. Ellos pueden cambiarlas al teléfono que quieran.
—Así que puede ser cualquiera que tenga mi numero. Aún así no me imagino quien puede ser... —Alarmado, al destapar la cajita descubrió en la pantalla de aquel altamente desarrollado aparato un mensaje de auxilio: "¡Raiko:t necsitamos urgntmnt! ¡Nos stá masacrando!", junto con el cual venían una dirección del centro de la ciudad y unos 5 segundos de video de su amiga Juri suplicante y llena de desesperación. Sin más se puso de pie de un salto, hablando apresuradamente— ¡Señorita Rei, lo lamento pero debo marcharme! ¡Se ha presentado una emergen...!
—¿Vas a la ciudad?
—Eh.. ¡Sí, pero tengo prisa! —Aprovechando que de seguro a ella no le importaba, a toda prisa y sin ninguna vergüenza se cambió de indumentaria, colocándose unos pantalones holgados sobre aquellos shorts que llevaba, cambiando su camisa de pijama por una franela casual (que quizás ni estaba limpia) y apresurándose a vestir unos botines deportivos, sin tiempo siquiera para ponerse calcetines. Rei efectivamente le observaba, imposible saber si con indiferencia ya que incluso está es un sentimiento, pero sin olvidar su propósito.
—¿Podrías llevarme contigo?
Raiko dudó un par de segundos, pero mientras batallaba con los cordones accidentalmente enredados por él mismo al escuchar esa pregunta, tuvo el tiempo necesario para reponerse de la sorpresa y recordar que lo más seguro era que ella solo quería que le diera la cola y nada más. En cualquier otra chica una pregunta como esa en ese tono de voz sensual (por decirlo así) tal vez significaría algo así como "me agrada pasar tiempo contigo abrazándote con fuerza, papachongo motorizado", pero siendo ella lo más probable era que significara mucho menos que "esperar el autobús me fastidia"; recordemos que el fastidio también es un sentimiento.
—¡Seguro, con gusto! —Una ultima parada en el perchero junto a la puerta para tomar su chaqueta de bluejean informal, sus llaves y los cascos, y ya listo solo faltaba decir una cosa— ¡Solo le ruego que se apresure, por favor! ¡Lamento mucho apurarla de está manera, pero...!
—De nuevo hablas demasiado.
Raiko se quedó mudo enseguida, no solo por sus cortantes pero suaves palabras, sino porque Rei le había tomado de la mano, forzándolo a caminar junto a ella como si quisiera mostrarle como se acomete contra una emergencia sin dudar. ¿Sería verdad que las calladitas son las más peligrosas? Esa es una pregunta que el Teniente se pudo haber hecho, de no estar por un lado extremadamente preocupado por su amiga y por el otro absolutamente abrumado por la forma tan... ¿Maternal, tal vez? A la vez cálida y autoritaria en la que Reí le llevaba de la mano, por todo el pasillo, el elevador y el estacionamiento hasta su moto. Solo al llegar junto a la maravillosa maquina le soltó para tomar uno de los cascos y colocárselo.
—Pensé que dijiste que tenías prisa.
—¡Así es! —Él se había quedado un poco atontado mirándola luego de todo aquello, por eso había olvidado momentáneamente de todo. Despertándose nuevamente y con una fuerte sensación de deja vu, se acomodó su casco y le ofreció su chaqueta a la joven dama, ayudándola a ponérsela gentilmente— Le llevaré primero a su casa y...
—No pierdas tiempo en eso, luego de resolver tu problema podrás llevarme si quieres. Aunque lo más probable sea que camine luego que lleguemos a donde vas.
No había caso en intentar discutir. Era obvio quien estaba al mando en aquel momento. Prontamente abordaron el vehículo.
—De acuerdo, pero insisto en que me permita llevarla a su casa, señorita Ayanami.
—Rei.
—¿Cómo dijo...?
—Llámame Rei. —Le rodeó el torso de la misma manera que la vez anterior, solo que ahora Raiko podía sentir hasta los latidos de su corazón— No tengo rango, ni autoridad, ni siquiera soy mayor que nadie más. Solo tengo mi nombre... Por favor úsalo.
—S-sí. Por favor sujétate bien, Rei.
Aceleró la motocicleta a todo lo que su prudencia le permitía, salieron disparados hacia el centro, de nuevo Raiko el héroe tratando de socorrer a sus amigos. Tal vez por eso fue que solo Rei se percató de aquel geko, corriendo a toda prisa, escapando asustado, buscando las alturas imposibles para otros seres.
