Este es mi primer Fanfic de esta pareja. Dedicado para Ana Leslie, una pardelocas que me animó a escribirlo.

Espero que les guste!

Desde Aquel Día

Recuerda con lucidez aquel día. Recuerda haberla descubierto en el baile, avanzando lentamente, con el porte de una princesa. Con la sonrisa de una mujer a quien un hombre le ha puesto el mundo en sus manos. Ningún insulto de los usuales le vino a la cabeza en esos momentos. Ella iba tomada del brazo de un desgraciado a quien no quería recordar. ¿Desgraciado o afortunado? Ambas cosas. Recuerda haberla visto girar despacio, bailando armónicamente al suave compás de la música.

De cuando en cuando perdía la sonrisa, mas solo era para soltar unas palabras de sus dulces labios.

Recuerda haberse quedado inmóvil. ¿Cuánto tiempo? Tanto que Pansy Parkinson tuvo que arrastrarlo para hacerlo volver a la realidad.

Y así, con la mirada fija en la feliz pareja y casi con tristeza, la vio perderse entre la multitud.

Sintió como su propia pareja lo tomaba de las manos y comenzaban a bailar. Sin embargo, su mirada inquieta se dedicaba a buscar a aquella figura angelical que bailaba entre la gente.

Allí… allí hay una cabellera castaña… no… no es, ella trae el cabello recogido en un moño. Allá, más allá… ¿es ella? ¡Si, es ella! Es afortunado la toma de la delicada cintura y sostiene la delicada mano entra la suya, tan tosca como la de él mismo. Y es que desde ese momento, todo lo que es ajeno a ella carece de belleza.

Recuerda haber bailado mucho tiempo, siempre atento a los movimientos de ella… siempre intentando acercarse… siempre intentando recoger un poco de la belleza que emana de su ser.

Y de pronto, como si de un sueño se tratase, sus miradas se encuentran. Fue un momento que duro una eternidad muy corta, por así llamarlo. Uno de esos momentos en los cuales se transmite tanto en tan poco tiempo.

¿Qué transmitió la mirada? Transmitió lo que todo hombre teme recibir. El rechazo en la mirada de ella era más que evidente. Era un rechazo tan natural como los polos opuestos, como el agua y aceite… como Slytherin y Gryffindor.

Ella desvió la mirada y se alejó bailando graciosamente. El volvió a la realidad de golpe.

¿Qué estaba pasando? Él, Draco Malfoy, líder, representante y casi símbolo de Slytherin. ¿Se había enamorado de una Gryffindor? Así parecía ser. Y no de una Gryffindor cualquiera.

Era imposible… debía de estar soñando. Miró a su alrededor para comprobarlo… pero no… ahí estaba tan clara y radiante que un sueño difícilmente la habría igualado.

Entonces recordó súbitamente los años anteriores y cómo la había tratado. Recordó con tristeza la infinidad de veces que la había insultado, las veces que se había burlado de ella y las veces en las cuales había llegado tan lejos como para agredirla.

Volvió a buscarla con la mirada y vio con sorpresa que la feliz pareja se había separado y su acompañante se alejaba a grandes pasos de ella. ¿Sería posible que se hubieran molestado? No… ella seguía con esa hermosa sonrisa en sus labios.

Y en un impulso inexplicable, él se soltó de la mano de su propia pareja, dejando a Pansy Parkinson muy sorprendida. Caminando rápidamente hacia donde ella estaba, sin embargo, ella a su vez caminó alejándose de él sin darse cuenta. Draco se detuvo.

La siguió con la mirada, viendo confuso como Hermione se dirigía a Weasley y a Potter. No duraron mucho. Los ánimos se caldeaban. Parecía que discutían… un momento después ella salía hecha una furia, pasando a su lado sin siquiera notarlo.

Instintivamente fue tras ella, dispuesto a hablarle y hacerse notar. ¿Hablarle? Si, estaba dispuesto a todo. ¿Sobre qué? Sobre lo que fuera, simplemente tenía que hablarle.

Ella se detuvo varios pasos delante de él. Ya estaba muy cerca, 3 pasos más… 2 pasos más y levantó la mano para tocar su hombro… 1 paso… y el desgraciado llegó, situándose frente a ella, sosteniendo 2 copas.

- "Para la mujer más bonita de Hogwarts", escuchó que le decía mientras ella sin duda sonreía.

Simuló rascarse la cabeza con la mano que había levantado y siguió su camino contrariado. Giró la cabeza para ver a su alrededor. Al parecer nadie se daba cuenta de su sufrimiento, todos estaban muy ocupados bailando y conversando, ajenos a la tortura que estaba sintiendo en esos momentos.

Cabizbajo y sin ilusiones optó por abandonar el gran Comedor. No podía ver bailar a la feliz pareja sin comenzar a sentir celos.

Confundido llegó a su sala común. Aún no comprendía como era posible que se hubiera enamorado en un tiempo tan corto. ¿Corto? Probablemente ya se había enamorado de ella desde antes. Desde que se comenzó a fijar en su carácter fuerte, desde que la admiraba por plantarle cara a lo que fuera… pero hasta hoy se había dado cuenta de todo.

Se sentó unos momentos, cavilando rápidamente sobre sus posibilidades. Una carta. Eso era lo indicado. Le escribiría una carta diciéndole lo que sentía. Tenía que decírselo de alguna forma. Necesitaba que ella lo supiera…

Se sentó frente a un pergamino, con la pluma en una mano y el tintero en la otra, recargado suavemente y sin la menor idea de cómo empezar. Decidió que lo mejor sería pedirle a su corazón que le dictara:

Hermione:

No se como empezar a decirte esto. Sé que te sorprenderá leerlo, porque yo mismo me sorprendo de estar escribiéndote, pero por favor, no te asustes y dígnate a seguir leyendo.

Lo mejor será comenzar disculpándome, pidiéndote perdón por todas las veces que te ofendí y por todas las veces que llegué a herirte. No sabes la vergüenza que siento al saber que muchas veces te llamé sangre sucia y otros insultos que no me atrevo a recordar.

Hermione, hoy en el baile estuve seguro de algo por primera vez en mucho tiempo. Estuve seguro de algo que nunca me había ocurrido y que sin embargo, hoy descubro ante ti.

Te amo Hermione. Te amo sin duda alguna.

No te diré que eres la mujer más bonita de Hogwarts, porque me quedaría corto. Yo te puedo decir que eres la mujer más bonita, más hermosa, más linda, más increíble de mundo ante mis ojos. La mujer más perfecta para mi, la más dulce, la más pura, la más inocente y a la vez atrevida. La de mejor carácter, la de mejor humor…

Sé que no creerás nada de esto, pero necesitaba decírtelo. Necesitaba que lo supieras. Que supieras que he cambiado, increíblemente de la noche a la mañana, y que ya no soy como solía ser antes.

Aunque sinceramente no creo que me correspondas, te agradecería mucho que olvidaras al Draco que conociste antes y te dignaras de conocerme a mí. Porque aquel Draco y yo somos diferentes personas. Aquel Draco hipócrita, altanero, orgulloso y despreciable ya no existe más.

Siempre tuyo, Draco Malfoy

Y así, con el corazón seco de palabras pero rebosante de sentimientos, dobló cuidadosamente la carta y se armó de valor. Solamente tenía que dársela y rogar para que la aceptara.

¿Qué por qué no se lo decía personalmente? Sonaba mucho mejor, pero muchos hombres son unos cobardes en cuanto al amor se refiere, y no se atreven a revelar lo que sienten por temor al rechazo. Ese era el caso de Draco. Si tan solo Hermione supiera todas sus emociones y sentimiento respecto a ella, probablemente se sorprendería al descubrir que Draco la amaba de la forma más pura e inocente que existe…

Bajó nerviosamente al gran Comedor, donde el baile estaba llegando a su fin.

No tardó en descubrirla. La presencia de ella era tan notable por su belleza y esplendor, que sobresalía de entre todas las demás. Unos celos se asomaron en su corazón al ver a la pareja de Hermione, pero instantáneamente se transformaron en una amarga tristeza al saber que probablemente él nunca llegaría a ocupar su lugar.

Poco faltó para que Draco abandonara su propósito y huyera, presa de la tristeza y de la duda, pálido y cabizbajo ante los pensamientos que lo atormentaban sin descanso.

Pero no… no le dio tiempo de huir. Antes de lo esperado, Hermione y su pareja se dirigían a la salida, precisamente hacia donde él estaba parado, debatiendo intensamente consigo mismo.

Al verla tan cerca no atinó a mover un solo músculo. En su mente solo había un pensamiento: Qué hermosa era. Tan perfecta… ah! La carta. Tenía que dársela… pero un momento… no podía dársela ahí, frente a su acompañante. Tenía que esperar a que estuviera sola.

Para su dolor, ella no notó su presencia al pasar junto a él. Parecía no querer hacer otra cosa más que conversar con el sujeto que la acompañaba.

Al pie de la escalera, la pareja se detuvo. Conversaron unos instantes más. Se quedaron unos momentos en silencio; luego él tomó la mano de ella y se la beso galantemente. Notó como ella bajaba la mirada emocionada. Se veía tan feliz…

¿Debía de darle la carta, aún sabiendo que ella probablemente nunca llegaría a amarlo?

En esos momentos Hermione comenzó a subir la escalera. Su pareja la observaba desde abajo. Ella se detuvo unos segundos. Se volvió y dijo adiós con la mano… y con esa sonrisa tan bonita.

Su acompañante hizo el mismo ademán con la mano y entonces ella se perdió escaleras arriba, sin duda en dirección de la Torre de Gryffindor.

Draco vaciló unos momentos. La duda lo torturaba. Pero perdería esa oportunidad si no se decidía pronto. Su mente trabajaba a toda prisa, en una lucha constante frente a su propio corazón y a esos sentimientos que lo hacían dudar.

Entonces corrió. No había salida. Tenía que decírselo. Si no lo hacía, algún día se arrepentiría de no haberlo hecho.

Subió rápidamente la escalera, sin inmutarse siquiera ante la evidente perplejidad del acompañante, ansiando alcanzarla lo antes posible. Debía de ser ese día o ya no sería jamás. No encontraría otra oportunidad como aquella.

La alcanzó en una esquina, cuando ella estaba a punto de desaparecer detrás de un tapiz que disimulaba la entrada a un atajo.

- "Hermione!", gritó haciendo que ella girara la cabeza, buscando a quien la llamaba. La sorpresa se vio reflejada en sus ojos cuando descubrió de quien se trataba. Sorpresa y decepción. Sin duda ella esperaba que fuera otra persona.

- "¿Tu?... tengo prisa por si no te haz dado cuenta", dijo ella secamente. Sin duda estaba ahí para insultarla. Se preparó para un posible ataque, pero recordó con espanto que no había llevado su varita al baile. Retrocedió un poco mientras Draco se acercaba.

El no se había dejado intimidar por el tono brusco de ella. Sabía que tenía que darle la carta y luego irse. Sería todo. No tenía razón para estar nervioso.

- "¿Qué quieres Malfoy? Sabes que no puedes atacar a una prefecta!", gritó la chica buscando con la mirada a alguien que estuviera en el pasillo y que le pudiera ayudar. Sin embargo, el pasillo estaba desierto. Pero algo le decía que Malfoy no la agrediría. No en esa ocasión. Presentía algo muy diferente…

Draco se acercó un poco más. Podía ver el temor reflejado en los hermosos ojos castaños, y saber que era él el causante del miedo lo hizo sentir culpable. Pero también había sorpresa y un brillo de incredulidad en ellos.

- "No temas Hermione… yo solo vine… yo solo vine a darte esto", dijo bajando la mirada para evitar que ésta lo delatara. Extendió el brazo ofreciéndole a ella la carta. Fue un momento de gran incomodidad. Armándose de valor, subió la mirada encontrándose con la de ella.

- "Estas completamente loco…", murmuró ella tomando la carta. "Si preciosa… completamente loco por ti…", pensó él dirigiéndole una última mirada antes de dar la vuelta. Ella se quedó confundida y tratando de ordenar sus pensamientos. Una carta… sabía lo que significaba ese tipo de cartas. Un escalofrío recorrió su espalda.

Draco regresó a su sala común igual de confundido. Se sintió asustado. ¿Qué acababa de hacer? ¿Había sido lo correcto? Trató de convencerse de que había sido una buena idea. Al menos ahora ella lo sabía. Si había leído la carta…ella lo sabía.

La sala comenzaba a llenarse de gente. Era muy tarde ya, o mejor dicho, temprano. La madrugada se imponía sobre la noche, y en algunas horas más amanecería. Sin sueño y buscando soledad, salió a caminar por los pasillos. Sabía que estaba prohibido, pero era prefecto y podría decir que estaba haciendo una ronda. Pero la verdad era que necesitaba pensar.

Caminó mucho rato, sin un rumbo fijo, dándole vueltas y vueltas al asunto. Entonces vio algo que le llamó la atención. Ahí, a los pies de una armadura, cuidadosamente doblado y en la típica posición de algo que ha sido arrojado sin rumbo, un pergamino muy familiar sobresalía apenas.

Al inclinarse a recogerlo sintió como un golpe en el estómago. Ahí estaba su carta, sin signos de haber sido abierta. Ella no la había leído. Ella no se había enterado…

¿Cuánto tiempo estuvo ahí parado? Pudieron ser solo segundos, minutos, o incluso horas. Finalmente caminó despacio, con la carta estrujada entre sus dedos. Se odio a si mismo por no tener el valor de decírselo en persona. De esa forma se habría asegurado de que se enterara. Se rió sarcásticamente de si mismo, pero terminó en una especie de llanto amargo que reflejaba su desesperación y angustia.

Así pasaron los días. Draco Malfoy demostraba su desesperación sumiéndose en una depresión que lo mantenía cabizbajo y somnoliento todo el tiempo. Las únicas veces que se veía relativamente feliz era cuando divisaba a Hermione de lejos, cuando se la encontraba casualmente en los pasillos y en la clase de pociones, que compartía con Gryffindor.

Todos habían notado este singular cambio en el chico que había dejado de ser el de antes. Pero nadie sabía la razón. El simplemente decía que era la presión de las clases y del estudio…

Sin embargo, ya no intentaba hacer conversación con Hermione. No valdría la pena sufrir un nuevo rechazo a consecuencia de eso. Se limitaba a admirarla de lejos. Era como amar a alguien que está muy lejos, porque realmente había una distancia sorprendente entre ellos. Empezando por las diferencias de casas… Gryffindor y Slytherin… ese ya era un salto de increíble magnitud… podía ser mortal…

La clase de pociones había terminado. El profesor Snape mencionaba algo que no llegó a escuchar con claridad. El solo tenía ojos y oídos para la muchacha que se sentaba hasta adelante, siempre en primera fila, siempre contestando a todo correctamente, siempre tan bella y perfecta…

Al salir de la mazmorra, Draco instintivamente le cedió el paso, sin darse cuenta de las posibles consecuencias. Hermione pasó sin siquiera mirarlo. Potter y Weasley, en cambio, le dirigieron una mirada de incredulidad, pero no dijeron nada y fueron tras Hermione.

Y ahí se quedó, mirando como ella era escoltada por sus amigos, deseando ser uno de ellos. ¿Es que acaso asestaban ciegos? No se daban cuenta de lo increíble que era ella, ni de lo perfecta y hermosa que era. Si al menos el tuviera una oportunidad, haría que ella no se arrepintiera…

Ya no odiaba a Potter ni a Weasley. Ya no odiaba nada. No tenía tiempo para eso. No tenía lugar en su ser para sentir otra cosa que no guera amor por Hermione.

En la casa de Slytherin comenzaron a correr rumores que se hicieron grandes y grandes con el paso de los días. Pero Draco no admitía ni desmentía ninguno. La verdad era que no le importaba lo que dijeran. Y así, poco a poco, comenzó a perder ese puesto de líder que se había ganado en los últimos años. Su interés en Slytherin había caído para siempre. Su fama se fue opacando y su personalidad dio un giro brusco.

Entonces su padre lo llamó. Fue un día lluvioso y gris. Voldemort había regresado y había planeado un ataque a Hogwarts. Sin embargo, necesitaban toda la ayuda posible, y Draco estaba entre los primeros a tomar en cuenta, a pesar de su cambio radical.

- "Será tu más grande oportunidad ante él. Necesita de ti. Los Malfoy siempre le han sido fieles. Pero es decisión tuya…", su padre le había comentado. Se encontraba en un dilema. Se dio cuenta de que las fuerzas oscuras ya no le importaban, y aparecer como un héroe ante Lord Voldemort ya no lo animaba como antes.

Sin embargo, por pura cortesía pidió más información acerca del plan que se iba a llegar a cabo. De antemano había decidido rechazarlo…

- "Simplemente tienes que distraer a todos los de adentro. Tienes que hacer que Potter vaya hacia ti. Una vez afuera del castillo, todo estará preparado para una emboscada…", Draco apenas escuchaba.

- "…, el principal objetivo es la captura inmediata de Potter…", Draco había perdido completo interés en lo que su padre le decía.

- "… y que mientras están dentro del castillo, tu le des muerte de esos Weasley y a Granger…", ante esta simple mención todo su ser volvió en si.

- "¿Que tiene que ver… qué tienen que ver ellos en esto?", preguntó corrigiendo rápidamente, sin saber si solamente lo había soñado.

Su padre lo miraba sorprendido.

- "¿Qué tiene que ver? No te entiendo Draco. Ellos nos pueden dar problemas, deben morir cuanto antes. Todo lo relacionado con Potter debe morir", dijo su padre.

- "¿Qué? No… no…", no podía traicionarse a si mismo. Debía guardar la compostura. No quería que su padre sospechara.

- "No puedo hacer eso…", dijo lentamente, intentando disimular sus nervios.

- "Draco, Draco… ¿por qué no? Algún día aprenderás a matar. Cuanto antes sea mejor para todos. ¿Qué acaso no quieres llenar a la casa Malfoy con orgullo?", murmuró su padre.

- "Si no acepto… ¿de todas formas lo harán? ¿Encontrarán a alguien que haga eso?", preguntó temeroso. Su padre lo miró decepcionado.

- "Si… supongo que si. El señor oscuro siempre logra lo que quiere.

Draco debatía consigo mismo intensamente. ¿Qué tenía que hacer? Al parecer no había salida.

- "Lo haré padre…", dijo simplemente.

El día llegó. Ese era el día del plan.

Draco se paseaba nerviosamente en la sala común. Era sábado y los primeros rayos de sol debían estar rozando las torres del castillo ya.

Había revisado el plan una y otra vez. Era tan simple y a la vez tan cobarde. Primero atacaría a Potter. Éste sin duda lo seguiría. Entonces lo conduciría fuera del castillo. Una vez que lo atacaran los mortífagos, regresaría al castillo rápidamente, y ahí… ahí haría el resto… si es que podía.

LA mañana transcurrió rápidamente. No bajó a desayunar. Prefirió quedarse en la sala común. Necesitaba espacio y tiempo. Necesitaba estar solo. ¿Podría hacerlo? ¿Quería hacerlo? No quería, eso era cierto. Pero tenía que mantenerse cerca de la acción, no podía dejar que nadie más lo hiciera.

Y así llegó la tarde, y ésta dio paso rápidamente a la oscuridad de la noche. Una noche de luna… una luna casi llena… ¿lo haría?

A la hora fijada bajó al gran Comedor. Sabía que Potter estaba ahí. También Weasley y… y Hermione.

La vio a lo lejos. Fue lo primero que buscó. Ahí estaba ella, ajena a todo lo planeada, despreocupada y feliz, probablemente algo cansada por los exámenes, pero al fin de cuentas feliz. Entonces dudó. No podía hacerlo.

No podría soportar vivir con esa angustia para siempre, ni con el remordimiento de no haber hecho lo correcto. Porque sabía que no era lo correcto.

Se decidió en el último instante. Se dirigió hacia Potter y sin más preámbulos le susurró algo al oído. Éste se le quedó viendo incrédulamente, no muy seguro de lo que acababa de escuchar.

- "¿Malfoy? ¿Qué haces aquí?", escuchó una dulce voz que denotaba sorpresa.

Se dio la vuelta y se encontró con su mirada. Había duda y sorpresa en ellos. Pero no había rencor ni resentimiento. Algo había cambiado… o ¿sus ojos lo habían engañado? No pudo averiguarlo.

- "Malfoy, que acabas de decir?", la voz de Potter lo volvió a la realidad. Se giró lentamente para encarársele.

- "Créeme Potter… te están esperando afuera… no vayas", dijo Malfoy lentamente, sin poder evitar un sentimiento de traición hacia su padre. Pero estaba haciendo lo correcto.

Entonces se escuchó un grito a lo lejos. Un alarido que desgarró el silencio sepulcral que había caído sobre el gran Comedor.

- "Han atacado a alguien!", gritó un profesor, movilizando a todo el gran comedor. Draco no lo podía creer… aquello no estaba en el plan. A no ser que… a no ser que su padre supiera que lo iba a traicionar.

Potter le dirigió una última mirada de sorpresa y salió corriendo hacia donde se había escuchado el alarido.

- "Potter! No vayas!", gritó Malfoy comenzando a correr tras él. Sin embargo, algo lo detuvo.

- "Weasley… no dejes que ella vaya…por favor", dijo Draco regresando rápidamente, sorprendiendo a Ron. Aquello era una súplica…

Draco se alejó corriendo, siguiendo a Harry que ya había salido del castillo. Ron estaba demasiado sorprendido, y cuando por fin pudo recuperarse, Hermione corría siguiendo a Draco y a los demás.

- "Hermione! Vuelve!", gritó Ron tratando de alcanzarla.

En el jardín, la batalla ya había comenzado. Decenas de mortífagos parecían salir de la nada, atacando y destrozando a todo, pero buscando a Potter a toda costa. Los profesores se batían en duelo heroicamente, pero os mortífagos eran mayores en número.

Hermione y Ron llegaron a la escena, con las varitas en alto. Potter se batía en duelo con dos mortífagos, que a su vez llamaban a otros para poder capturarlo. Y en medio de la confusión, un chico de cabellos rubios se dirigía a una figura alta encapuchada.

Muchos fueron testigos de aquel enfrentamiento sin varitas. Padre contra hijo.

- "Eso no estaba en el plan!", decía furioso Draco.

- "No, no lo estaba en TU plan…", decía a su vez Malfoy padre.

- "Acaso pensabas que no lo iba a hacer?"

- "No lo hiciste Draco… crees que no me di cuenta de la duda que surgió en ti cuando te dije el plan?"

Draco no contestó. Era cierto. No lo había hecho. No había podido. Pero no se arrepentía.

- "Ahora sal de aquí Draco, ellos tienen que morir…", dijo Lucius apartando a Draco de un empujón.

Fueron momentos muy tensos que transcurrieron muy lentamente. En medio de todo el alboroto, Lucius avanzaba decidido hacia Ron y Hermione. Harry luchaba arduamente y Draco había caído al suelo.

En unos momentos tomó conciencia de todo. Su padre iba a asesinarlos. No podía permitirlo. No podía permitir que Hermione sufriera daño. Era cierto que Hermione no le había hecho caso, pero a fin de cuentas la amaba. Tenía que salvarla.

Todo transcurría tan lento, que Draco creyó estar en un sueño. Se levantó lo más rápido que pudo. Su padre había llegado ante Ron y Hermione. Ron luchaba a corta distancia de Hermione, quien estaba parada con la varita en alto, esperando la acometida de Lucius.

Draco sabía que su padre la mataría. Ella no tenía poder suficiente aún para repelerlo. Un Avada Kedavra y todo acabaría… pero no podía permitirlo.

Todo pasó en un segundo: Un rayo de luz verde. Un destello rubio. Un grito agudo y un cuerpo que se desplomaba dejando la vida.

Un padre angustiado que corría, una chica de cabello castaño se agachaba, incrédula ante lo ocurrido… y toda la confusión de la batalla, ajena a lo que había ocurrido.

Hermione tomó a Draco entre sus brazos. Sus ojos castaños miraban demasiado tarde lo que Draco era en realidad. Los grises ojos sin brillo, opacos ante la falta de vida. La mano inerte se cerraba en torno a un pedazo de pergamino arrugado. Un pergamino que ella conoció al instante… y se sintió culpable.

La batalla había terminado. Los mortífagos, al descubrir lo que había ocurrido, abandonaban rápidamente el lugar. Lucius estaba inmóvil. No evitó ser capturado por la orden del Fénix, que acababa de llegar.

Qué equivocados habían estado todos los últimos meses acerca de Draco. Nadie sabía sus verdaderos sentimientos. Solamente la chica de cabellos castaños lo supo realmente… disipó la duda demasiado tarde…

Si al menos…

Una lágrima resbaló por su mejilla…

- "Draco… si al menos supieras que si leí tu carta… aquél día…"