Maniobra de evasión.
Hacía bastante tiempo que Raiko no pasaba tan buena noche de sueño como aquella de la que acababa de despertar. Aquel sentimiento de tan profundo bienestar y relajación debía atribuírselo con algo de vergüenza al efecto evidente que tuvieron en su cuerpo todos aquellos sueños tan intensos y vividos, protagonizados por su amada Rei y él desde luego, y por los cuales tendría que lavar aquellas sabanas dos días antes de lo planeado; pero eso no era ningún problema, aquel día prometía ser bastante aburrido y sabía que no tendría oportunidad de ver a Rei, así que el tener algo que hacer aunque fuera solo pasar un largo rato viendo su ropa dar vueltas en la maquina, escuchando música o quizás conversando con alguno de sus vecinos de ese día en la lavandería del sótano francamente le parecía genial. El chico estaba de muy buen humor, tanto como para no temer que alguien lo notara.
Atendió su aseo personal, desayunó, cambió sus sabanas por su otro juego de ropa de cama, ya que solo tenía dos, se vistió cómodamente (¿No puede un chico desayunar en calzoncillos de vez en cuando?) y silbando alegremente cual un personaje de una vieja película animada se dispuso a llevar su apestosita cesta de ropa sucia y sabanas cubiertas con su ADN hacia la lavandería, solo tenía que lograr la hazaña de poder abrir la puerta sin bajar la canasta, cosa que por lo menos una vez en su vida tendría que lograr y que por poco logra de no ser por aquella sorpresa que le asaltó apenas giró la perilla.
—Así que aquí vives, kinder. Bien, no esperaba mucho más de ti.
Con toda su arrogancia pasó junto a Raiko arremolinado y batiendo su cabellera roja en el rostro de nuestro amigo con un gesto que difícilmente se podría distinguir como coqueto o impresionantemente irritante, como fuera, por igual todo al que se lo hacía sentía las mismas ganas de arrojarla contra una pared, siempre con malas intenciones.
—¿Qué diabl…? ¿Señorita Asuka? —Cual si dudara si en serio había despertado ya, Raiko se le quedó mirando mientras regresaba lentamente por el pasillo hacia su inesperada visita a la vez que ella daba vueltas en un solo punto casi como una de esas muñecas de cajita de música, buscando con la vista hasta encontrar algo que atrajo su atención y hacia lo cual se dirigió aún sin prestarle ninguna atención al confundido Raiko.
—¡Y allí debe ser donde duermes!
Al perderla de vista por un instante, él se apresuró alarmado hacia la habitación principal, un reflejo desarrollado en la batalla y gracias al cual no se perdió ni un solo segundo de aquel salto con el que Asuka se lanzó a todo lo largo de su delgada humanidad sobre la cama recién tendida del Teniente, rebotando sobre ella risueña como una niña traviesa y luego poniéndose muy cómoda cual si se dispusiera a dormir una siesta, dirigiendo de pronto su mirada despreocupada hacia Raiko por un momento, para después quedarse mirando sonriente al techo, quizás muy satisfecha por la cara de desconcierto que había logrado poner en él.
—Es muy calida y confortable. Yo tengo que dormir en el suelo junto con el tonto de Shinji, por eso todas las noches extraño mi antigua habitación y mi cama con su colchón grueso. ¿Podrías tú explicarme por qué siguen durmiendo aquí en esas molestas colchonetas? Es tan incivilizado.
—He visto conductas mucho más incivilizadas.
—¡Hump! No hacen falta las indirectas. No es como si fuera un vampiro o que tú no fueras a dejarme pasar. Solo me salté algunos pasos, estoy segura de que puedes perdonarme.
—Demasiada confianza en sí mismo tiene sus desventajas, señorita Asuka. Quizás a pesar de todas sus virtudes, yo no esté muy feliz de verla en este momento.
Inmediatamente Asuka se sentó en la cama con expresión enojada, mirando a Raiko con intensa rabia, volteando entonces la cabeza en dirección a la ventana a su izquierda haciendo volar su cabello de nuevo.
—Ayer me salvas la vida y hoy me tratas como a una tonta, definitivamente no pego una contigo.
—Lo que acaba de decir no tiene sentido…
—¡No me importa si lo tiene o no! ¡Eres un tonto, un grandísimo tonto! —Le dio la espalda por completo mientras le seguía gritando— ¿Por qué tienes que se así conmigo?
Raiko realmente ya no tenía idea de que hacer, toda la situación era demasiado ridícula.
—Señorita Asuka…
—¡Maldita sea, dime solo Asuka y ya!
—Eto… OK, Asuka, realmente no entiendo que es lo que sucede con us… Contigo en este momento.
—Claro que no lo entiendes —Respondió mirándolo por sobre su hombro— como todos los hombres eres un idiota, así que hasta cierto punto no tienes la culpa. Eres un idiota nato, Raiko, tanto que no sé si te das cuenta de toda la buena suerte que tienes.
—¿De qué hablas?
Sonrió y volvió a mirar nuevamente hacia la ventana antes de responder con voz mucho más tranquila que antes.
—Mira la hermosa vista que tienes. Desde aquí seguramente puedes ver hermosísimos atardeceres, los cuales podrías y seguramente has compartido con alguna chica afortunada —Raiko sintió como una pequeña perturbación en la Fuerza, por así decirlo, pero no supo bien a que atribuírsela— Aún ahora que es simplemente de mañana, que no es ninguna hora especialmente romántica del día y este incluso está medio nublado, esta vista es tan, pero tan hermosa…
Hasta hacía un momento Asuka había estado hincada en la cama sobre sus rodillas con las manos apoyadas en la ventana mientras se asomaba al exterior, pero ahora una de las manos de la chica había desaparecido entre la falda de su jumper causándole al Teniente una impresión tan fuerte y repentina que no pudo más que quedarse petrificado por aquel escalofrío que le subió por la columna amenazando con congelarle la sangre en el cerebro.
Raiko parecía una de esas victimas de la Gorgona, convertido en estatua por no haber mirado hacia otro lado a tiempo o haber matado a la serpiente por la cabeza cuando tuvo la oportunidad. Ahora solo podía sentir esa abrumadora sensación que le producía escuchar los gemidos y susurros de Asuka diciendo "Es tan bello, tan hermoso" mientras obviamente se agasajaba sobre la cama del Teniente sin ningún pudor. Estaba apoyada en una mano, con la espalda arqueada hacia atrás y su trasero entre sus pies descalzos cuyos dedos atrapaban la mirada de Raiko con sus extrañas contorciones.
La cabeza de Asuka casi cae fuera de la cama cuando ella se lanzó de espaldas sobre esta. Ahora con su otra mano libre acariciaba su rostro y jugaba con sus labios temblorosos y aún susurrantes, perdida por completo en las fantasías encerradas en sus ojos. Poco a poco sus movimientos y gemidos se fueron haciendo cada vez más violentos, en especial luego de que la otra mano desapareciera también dentro de sus ropas. Al parecer le costó algo de trabajo desabrochar los botones de su blusa, pero cuando por fin consiguió abrirse paso, su mano se sumergió ansiosa en busca de sus pechos, incrementándose entonces su exaltación al parecer gracias a las caricias, estrujones y pellizcos que ella misma se daba con gran voluptuosidad.
Raiko por su parte intentaba recobrar el control de si mismo, porque aunque una parte de él estaba indecisa sobre si lo mejor era solo disfrutar el espectáculo o ser parte del mismo, otra muy buena y sensata parte no quería otra cosa que arrojarle un buen balde de agua helada a aquella fierecilla libidinosa. Tal vez era el conflicto entre esas partes lo que lo mantenía paralizado, pero también existía la posibilidad de que simplemente estuviera embelezado por la belleza, que en realidad no era poca, tanto de la escena como de la protagonista. Tan extraña, era una visión muy obscena y sin embargo Raiko estaba seguro de poder verle su hermosura simplemente en el hecho de que no podía ser indiferente ante ella. Se rió internamente y el motivo le regresó algo de su autocontrol, pues se imaginó ser Ulises atado al mástil y que aquellos jadeos y quejidos eran el canto de una sirena. Su propia paranoia y astucia siempre le causaban gracia.
Fue una suerte que al momento de abrir los ojos y mirar a su espectador de cabeza, él ya no estuviera sonriendo. Quien sabe como hubiera reaccionado ella de creer que aquello que estaba realizando era tomado a burla en lugar de ser dignamente apreciado. Solo lo miró por un momento, solo quería saber que estaba haciendo Raiko justo en el momento en que su cuerpo ya le avisaba de la cercanía del clímax de su presentación. Era hora del gran final, literal y figurativamente quiero decir. Con un fuerte grito se convulsionó con mucha fuerza por última vez, aferrando con la mano que antes estaba dentro de su blusa la superficie de la cama cual si quisiera arrancarle un pedazo con sus uñas y apoyándose sobre sus hombros y rodillas separadas, arqueando así su cuerpo hasta que este pareció uno de esos puentes que se encuentran en los jardines tradicionales japoneses. Se sostuvo en esa posición hasta que terminó de exhalar su último alarido de éxtasis, relajando luego su cuerpo lentamente hasta que este descansó por completo nuevamente sobre la revuelta camas. Respiraba agitadamente, y aunque Raiko no podía verla desde ese ángulo, Asuka sonreía vivamente, sumamente complacida de sí misma en más de un sentido.
—Aún vas a ir a la lavandería ¿no es así?
—¿Eh? —Esa pregunta lo agarró fuera de base con un ligero corte de nota para él. Asuka volteó la cabeza en su busca y volvió a preguntarle lo mismo— Pues… Sí, tengo que lavar algunas cosas… —No que viera que tenía eso que ver con nada en ese momento.
—Que bueno.
Se incorporó de medio lado sobre la cama y metió la mano con la que se aferro a esta debajo de su falda, levantándola hasta descubrir su cadera izquierda, sobre la cual de distinguía y sujetaba la liga de su ropa interior. La agarró delicadamente y la deslizó por sobre sus piernas recogidas, moviéndolas un poco para ayudarse a removerse la prenda con facilidad. Paso entonces a sentarse en la orilla de la cama, sin soltar su pantaleta se acomodo el resto de su ropa, arregló su peinado, se colocó los calcetines que había dejado junto a la cama y se levantó hacia Raiko con una naturalidad asombrosa. Misma con la que simplemente dejó su prenda intima sobre la ropa en la canasta que sin saber por qué él nunca soltó a pesar de lo pesada que estaba.
—¿Me harías el favor de lavarme esto? Gracias. Perdón por no quedarme a ayudarte, pero es que estoy castigada —Pasó de nuevo junto a él sin esperar respuesta alguna, saliendo así como había entrado, colocándose los zapatos y dirigiéndose a la puerta aún abierta, sin dejar de ser observada por el más allá de lo posiblemente asombrado Raiko; completamente fuera de sí al verla recostarse sensualmente del lindel de la puerta, mirándolo de soslayo para decirle— ¿Sabes? Un verdadero caballero le habría dado una mano a una dama en apuros.
Y así solo se marchó, dejando tras de sí como evidencia de que todo aquello había sido real solo el resonar de su última risa y aquella panty rosada sobre la ropa de Raiko, a quien se le habían quitado todas las ganas de salir de su casa ese día. Cerró la puerta con llave y se dispuso a olvidarse de todo por ese día, por lo menos hasta que vio el estado de sus otras sabanas.
—Rayos… Supongo que no puedo dudar ahora…
Hacer planes en un universo tan caótico es tan duro.
