Red Narguile.

Ya era la tercera vez que esa carga de ropa repetía el ciclo de lavado dentro de aquella maquina en frente de la cual Raiko se encontraba sentado con los brazos cruzados y el ceño severamente fruncido. Parecía querer disolver aquella prenda intima que de vez en cuando se asomaba para burlarse de él a través de la ventanilla de la lavadora, realmente podía escucharla reírse mientras se divertía cual en una montaña rusa arremolinándose junto con sus sabanas, que para él quizás jamás quedarían limpias de nuevo.

Y allí estaba el atormentado Teniente, con una mirada que podría partir un ladrillo y pensamientos que podrían atraer a los demonios, quizás no fue casualidad que quien apareciera fuera Hoori, quien de pronto se interpuso entre Raiko y su espectáculo, saludándole sonriente.

—¿Y qué tal tu día, mi amigo? ¡Vaya si traer cara de mal genio!

—Hola, Hoori. ¿Y realmente hacía falta que te sorprendieras tanto solo porque parece que estoy de mal humor? —Hoori lo disimulaba bastante bien, pero era obvio que no estaba mirando a Raiko— ¿Sucede algo, Sargento?

Sin más Hoori se paró firme, mirando a Raiko con seriedad y algo de fingida vergüenza.

—Lo siento mucho, Señor. Ella me obligó a hacerlo…

Por un momento pensó que por ella se refería a Asuka, así que un poco entre confundido y furioso se dispuso a gritarle hasta del mal que se iba a morir, pero al parecerle demasiado extraño que él tuviera algo que ver con lo sucedido, solo profirió un rabioso "¿Qué…?", el inicio de una pregunta cortada por la repentina aparición de dos delgados pero firmes brazos, uno sujetándole la cabeza y el otro rodeando su cuello. Hoori solo había sido una distracción para alguien que se deslizo tras él por sobre la mesa sobre la que estaba sentado, alguien tan silencioso y rápido como una lagartija, alguien a quien conocía muy bien.

—¿Tienes alguna idea de lo molesta que estoy contigo por lo abandonados que nos tienes a nosotros, tus mejores amigos, Teniente Izanami?

Ese suave susurro en su oído, a la vez dulce como el beso de una amiga y terrible como una clara señal de que quien le sujetaba era perfectamente capaz de romperle el cuello sin hacer el menor ruido, junto con la sensación de esa piel a la vez ruda y femenina rozando su rostro y su garganta, lo crean o no tranquilizó inmensamente a Raiko. Es bueno tener amigos con quienes contar.

—Lo siento, Juri. Tienes razón, en estos días he debido pasar más tiempo con ustedes. Lo siento mucho.

—¿Eso es todo? —Respondió ella con tono de desilusión— ¿No vas a gritarme que te suelte o a aplicarme una contra llave para arrojarme sobre la mesa, jurando por los infiernos que la próxima vez que te asuste de esta manera me harás limpiar todos los inodoros de la base? —Apretó con un poquito más de fuerza— Te estás volviendo muy aburrido…

—¡Ejejem! —Interrumpió Hoori mirándolos con picardía— Si es que de pronto tienen ganitas, les puedo prestar mi ataúd. Ahora hasta vibra… ¡Auch! ¡Mi cabeza!

—Y da gracias que hoy Raiko trajo solo una botella pequeña de suavizante, pervertido cabeza hueca. ¿Y a ti qué diablos te pasa? —Sacudió a Raiko con fuerza, cambiando su suave tono de voz anterior por su más habitual, fuerte y regio— ¿Estás enojado o triste? ¡Habla de una vez! ¿Qué demonios te tiene deprimido? ¡Habla!

—No es nada, Juri. Yo solo…

—Quizás tiene que ver con esto —A Raiko le subió y bajó la presión de pronto al ver como Hoori exhibía las pantis de Asuka extendidas entre sus pulgares— ¡Picaron! Nunca pensé que fueras de los que guardan trofeos. ¿Y quién es la afortunada?

—¡Suelta eso enseguida! —Estuvo a punto de saltar sobre Hoori para matarlo por indiscreto, pero no logró soltarse del candado de Juri— ¡Te digo que lo sueltes!

—Está bien, está bien, lo siento. Veo que como buen caballero no quieres hablar del asunto, eso es comprensible y… ¡Atrápalo, Juri!

Tras saltar como un resorte, la Sargento rodeó con ambas piernas el torso de Raiko, inmovilizándolo por completo. Esta vez incluso su candado al cuello iba en serio.

—¡Les ordeno que me suelten inmediatamente, par de insubordinados!

—Lo siento, mi amigo, no podemos hacer eso. Como buenos amigos nos preocupamos por ti y por eso no interesa saber con qué clase de chica te estas relacionando. ¿No es así, Hoori?

—Desde luego, solo tratamos de protegerte. Así que… ¿De casualidad son estás de Ayanami?

Esa pregunta le dio a Raiko el impulso furioso suficiente como para casi soltarse, pero era obvio que Juri se había estado ejercitando en serio últimamente.

—¡No sabes de quien diablos hablas! ¡Ella no haría algo así…!

Esa última frase mal pensada realmente intrigó a los sargentos. Muy dentro de él, Raiko sabía que había metido la pata.

—Pero que interesante lo que acabas de decir. ¿Qué te parece, Juri, si le aplicamos un poco de lógica al asunto?

—Lúcete, genio del mal.

—Muy bien, lo primero es que si estás no son de Ayanami y tomando en cuenta lo difícil que sería que de pronto desarrollaras esos gustos para vestir, pues entonces esta delicada prenda lavada con demasiado blanqueador, debe pertenecer a alguna otra chica que conozcas.

—Tal vez solo estaba en la maquina por casualidad y no la vi cuando metí mi ropa y mis sabanas.

—¿Te crees eso, Juri?

—Para nada, siempre ha sido un muy mal mentiroso.

—Muy cierto, pues si esta cosita diminuta no tuviera nada que ver contigo no te abrías enojado tanto porque yo la tomara, ¿Verdad que no? Así que a la fuerza tenemos por allí a una misteriosa chica talla s que de paso debe haber realizado algún acto íntimo contigo, ya que es obvio que no deseas contárnoslos. Y está bien, como tus amigos sabríamos respetar tu silencio respecto a tus seguramente aburridas actividades sexuales, sin ofender, pero como nos preocupas tanto no podemos dejarte ir sin saber al menos un nombre. ¿Entiendes?

—No tengo ganas de hablar al respecto.

—Vamos, Raikito —intervino Juri con un tono de voz más tierno— Te conozco demasiado bien como para no saber que tienes algo que deseas sacarte del pecho, mira como tienes las cejas y la mandíbula apretada. Además, me conoces demasiado bien como para no saber que soy capaz de morderte con toda mi fuerza hasta que hables ¿verdad que sí?

—Sí —respondió resignándose— ambas cosas son verdad.

—¡Pues suéltalo todo!

Esto les escuchó decir al unísono a sus amigos, suspirando pesadamente antes de contarles toda la verdad, absolutamente toda la verdad. Un par de minutos después a ambos sargentos les dolía la quijada por el golpe que se habían dado al caérseles al suelo. Y para mayor furia de Juri, a Hoori le estaba sangrando la nariz; es que él tiene una imaginación muy vivida, ¿saben?

—¡Esa maldita bruja!

—Ju-Juri…

—¡Degenerada cabeza de incendio!

—Juri, eto…

—¡Le voy a arrancar ese pelero rojo y a estrangularla con él cuando la encuentre!

—¡Juri!

—¿Qué carajo quieres?

—¡Vas a matarlo, tonta!

En efecto había dejado a Raiko sin conocimiento, lo hizo sin querer, fue solo un arrebaton en un momento de furia, otro de esos de los que seguro se arrepentiría luego.

Algo de tiempo después, con algo de dolor de cabeza Raiko despertó. No tardó en descubrir que se encontraba acostado en la azotea del edificio, entre los tendederos donde alguien había colgado sus sabanas a secar. Tras recordar lo sucedido y darse cuenta de que era aquello que le servía como almohada, se levantó lentamente para buscarla junto a las barandillas, sabía exactamente que allí la encontraría, pues ya iba a ser hora del atardecer.

Aún estaba un poco molesto con ella por haberlo dejado inconsciente (otra vez) pero viéndola allí y recordando al ver como la brisa agitaba su franela todos esos momentos, esas costumbres y detalles que aprendió sobre ella, realmente se le hizo difícil, aún con esa fuerte puntada en su cuello, el permanecer enojado con Juri. Ella era después de todo su más querida amiga.

Juri sintió los pasos de Raiko acercarse tras ella y disimuladamente enjugo su rostro. Para el momento en que él llego a su lado a contemplar la caída del sol, ella parecía realmente serena.

—Despertaste, sabía que un ligero apretoncito no acabaría contigo.

—Así parece, como parece que algunas cosas nunca cambiaran.

—¿A qué te refieres?

—Aún te gusta sentarte en esta barandilla tan peligrosa a ver el atardecer sin importar lo que nadie te diga. Aún prefieres tender un rato la ropa al sol a pesar de que la maquina la haya secado por completo. Aún sigues usando estos pantalones holgados y gruesos, sin importar cuando Hoori te diga que te hacen lucir como si tuvieras piernas y trasero de elefante. Y por lo que parece aún prefieres utilizar tu pantaloncillos viejos del uniforme de deportes de la escuela en lugar de ropa interior común y corriente. Y eto… Por aquí te dejo tus pantalones, gracias.

—¿Así que te has atrevido a mirar que llevó puesto debajo de mi franela, eh? Te lo dejaré pasar esta vez solo porque casi te mato (otra vez). Pero ya que haces ese comentario sobre mi ropa interior, ¿Qué, acaso preferirías verme con una cosita ridícula como la que esa loca que ha dejado como recuerdo? Idiota…

—No se trata de eso. Lo que menos querría en el mundo es que tú fueras diferente a como eres…

—Y lo que más quieres es a Ayanami ¿No es así?

—Eto... Yo…

—Lo nuestro fue solo un juego, ¿verdad?

—¿De que hablas? ¡Aún eres muy importante para mí y jamás jugué ni jugaría contigo!

—No te exaltes, no lo digo de mala manera. Me refiero a que lo nuestro fue así como un ejercicio de combate…

—Tampoco peleábamos tanto.

—Jaja, muy chistosito. Y sí, peleábamos mucho, reconozco que más que nada era porque soy muy celosa y siempre te estaba fastidiando porque creía que alguna chica estaba interesada en ti. ¿Recuerdas que me decías que esas cosas solo estaban en mi cabeza? Vaya si debes sentirte idiota en este momento.

—Esto fue solo una casualidad. Con todas esas chicas de las que hablas nunca pasó nada y lo sabes. Y además, cuando dices que me fastidiabas parecieras querer decir que fui yo quien se cansó de ti y te dejó…

—Me pareció lo mejor, no quise seguir lastimándote a causa de mis celos. Además de que también me hacían sufrir mucho a mí, porque lo aceptes o no, eres un condenado magneto para las chicas —Y agregó con cómico enojo fingido— ¡Maldito sea tu abrumador atractivo masculino! ¡No sabes cuanto lo odio!

—Lo siento, no puedo hacer nada al respecto.

Juri se bajó de la barandilla y buscó algo en el bolsillo de su pantalón.

—Y respecto a esto ¿qué piensas hacer?

—No sé, es la primera vez que algo así me pasa y jamás había imaginado que conocería a alguien tan… Impulsiva como ella.

—¿Impulsiva? Yo más bien diría que es una condenada pu…

—Ya sé a que te refieres, Juri.

—Si no sabes que hacer, podrías dejármela a mí. La encontraré cuando esté sola, la atraparé por ese pescuezo de lápiz que tiene y con una de mis mejores llaves la obligaré a jurar que nunca más se te acercará. Pero no te hagas ilusiones, no lo haría porque esté celosa ni nada parecido, es solo algo que estoy dispuesta a hacer por ti porque a estás alturas ya eres como mi hermano… Un hermano muy sexy con quien quisiera quedarme solita en casa, pero un hermano al fin y al cabo.

Raiko sabía que ella hablaba medio en broma, medio en serio, pero ni él sabía a ciencia cierta que tanto era en broma y que tanto en serio, de modo que era por eso que se había puesto tan rojo. La situación se había tornado un poco tensa, con lo del atardecer, las palabras de Juri, su mirada y el que aún no se hubiera vuelto a poner sus cómodos pantalones, parada allí tan cerca de Raiko que él podía hasta escuchar latir su corazón, recordándole aún más todos aquellos calidos momentos vividos por ellos, estando entonces a punto de flaquear por el amor que aún le tenía a su buena amiga, pero…

—¡Vaya, vaya! ¡Hey, Raiko! ¿Si hubiera tardado cinco minutos más también te habría conseguido sin pantalones a ti? ¡Pero que recuperación tan rápida! ¡Y también admiro como no has perdido el tiempo! ¡Eres mi héroe…! ¡Ay, demonios!

Al ver la mirada de rabia de Juri hacia él mientras recogía sus pantalones y caminaba en su dirección, Hoori se imaginó el muy doloroso destino que se le avecinaba, así que se encogió cubriéndose la cara con los brazos esperando lo peor, hasta que sintió que Juri tenía demasiado tiempo parada frente a él sin haberle hecho nada. Así que se asomó entre sus brazos, muy extrañado de ver lo tranquila que estaba mientras terminaba de ajustarse su cinturón.

—Oye, Raiko, debes tener hambre, creo que no has almorzado aún siquiera. Vamos, Hoori nos invitará una abundante cena ¿verdad, Hoori?

Él se paró firme y saludando.

—¡Señora, sí señora!

—Vamos, Raiko. Y tú también date prisa, Hoori.

—¡Señora, sí señora!

—¡Y ya déjate de tonterías!

—¡Se…! Ok, ok, no te excites. Rayos…

Vaya día tan exaltado había tenido el Teniente, y había que ver cuanto le hacía falta en realidad una buena cena en compañía de sus buenos amigos. Solo quedaba un misterio por resolver…