– Draco Malfoy, Edvard Genevese – estrecharon sus manos – Draco es el único hijo de Lucius, Edvard. Está aquí por ser Premio Anual en Hogwarts
– Oh, así que eres "ese" Draco – el chico sólo asintió con la cabeza – tu padre espera grandes cosas de ti
– Lo sé – respondió Draco con una sonrisa – sólo espero no defraudarlo
– Un chico inteligente – dijo el señor Genevese sinceramente – siendo Premio Anual y con esa mentalidad, podrás llegar muy lejos – agregó tomándole el hombro en un gesto condescendiente.
Draco sólo atinó a sonreír ante tal comentario, se lo habían hecho ya tantas veces que se le habían terminado las respuestas. Dio un sorbo a la copa de vino que sostenía en la mano.
– Con su permiso, debo atender a otra persona
– Oh claro, adelante
Se dio la vuelta, dejando a los dos hombres hablando de cosas superfluas y alcanzó a Pansy, sonriendo a los conocidos que encontraba al pasar.
Hacía no más de treinta minutos que había llegado a la fiesta del brazo de Pansy, con el corazón desbordante y el alma en hilo, deseoso de ver al objeto de su afecto y conocer de nuevo el paraíso. Pero lo único que había encontrado había sido personas y más personas preguntando por su familia, por sus planes para el futuro, y él, sólo sonreía y daba vagas respuestas. ¿Qué más podía hacer¿Qué más cuando cada cabellera castaña, cada vestido rojo, cada aroma familiar lo hacía girar la cabeza? Y hasta ahora la búsqueda había sido en vano, porque Hermione no aparecía por ningún lugar y él agotaba sus esperanzas.
– No está – susurró cerca del oído de Pansy una vez que hubo llegado hasta ella.
– Ya lo sé Draco¿quieres tranquilizarte? – respondió Pansy exasperada, sin necesidad de preguntar a qué se refería.
– No puedo tranquilizarme cuando... – comenzó, pero un agudo chillido le impidió terminar su frase.
– Draco querido, que alegría verte...
Ambos se giraron para mirar a una pareja acercarse. El hombre vestía un traje que le venía algo corto a juzgar por su barriga prominente, mientras la mujer hubiera parecido muy atractiva de no ser por su vestido de un color amarillo chillón, lleno de ribetes.
– Sr. Y Sra. Debussy, que coincidencia – dijo Draco volviendo a sonreír automáticamente
– Nah, no es ninguna coincidencia, lo que es sorprendente sin embargo es que tu padre haya decidido no asistir – dijo el Sr. Debussy, mientras intercambiaban saludos – escuché que estaba en Francia...
Draco dio un respingo, sin embargo, los demás no parecieron notarlo.
– Negocios, ya sabe... – respondió simplemente – por eso me envía a mí en su representación.
– Bueno, envíale saludos de mi parte – dijo el hombre – debemos seguir nuestro camino
Se despidieron brevemente, la Sra. Debussy se demoró más de lo necesario y cuando se alejaban, le guiñó un ojo a Draco en lo que inconfundiblemente intentaba ser un gesto seductor. Éste tomó inmediatamente la mano de Pansy y la Sra. Debbussy torció el gesto. La chica soltó una carcajada.
– ¿Ahora eres hombre de una sola mujer? – preguntó divertida ante la expresión de terror de Draco
– Exacto – respondió éste – eso y que la señora Debussy es capaz de esperar a que vaya al sanitario para meterse detrás de mí y hacer que le quite la llave – agregó fingiendo un escalofrío.
Pansy rió aún más y Draco miró a su alrededor. Aquí y allá había numerosos grupos de personas platicando de cosas sin sentido, de vez en cuando algún delegado importante hacía su aparición, seguida de aplausos y halagos. Por primera vez cayó en la cuenta de que el Sr. Debussy tenía razón, su padre no estaba por ningún lado. En realidad no había pensado en la posibilidad de que su padre asistiera, un error de su parte, claro está, porque eran contadas las razones por las cuales su padre se perdería una cena tan importante como aquella.
Este último pensamiento lo desconcertó¿qué habría pasado? Aunque a decir verdad y considerando los efectos por los cuales Draco había decidido asisitir, el hecho de que su padre no estuviera presente era más que conveniente.
Claro, eso obviando el hecho de que Hermione no aparecía por ningún lado y que tan sutil como podría parecer ese detalle, era imprescindible para sus planes. Se pasó la mano por el cabello, en un gesto de impaciencia, desordenándolo más de lo que ya estaba (pues la impaciencia hacía rato que había aparecido).
– No va a venir.. – murmuró al aire mientras seguía buscando entre la multitud
– Debe de... – contestó Pansy – Potter te dijo que lo haría ¿no es cierto?
– Sí, pero ¿y si mintió?. ¿Y si Weasley le prohibió venir y mandó a Potter a mentirme? . ¿Y si...?
– Y si no dejas de decir estupideces voy a sacarte de aquí antes de que comiences a gritar – dijo en un tono que no envidiaba nada al de la profesora McGonagall
Draco le hizo un gesto en respuesta y optó por guardar silencio. Se estaba comportando como un estúpido, era cierto, pero con Hermione siempre se sentía estúpido, y si ella no llegaba... no sabía lo que haría...
– Voilá – susurró Pansy
Draco volvió la cabeza inmediatamente hacia la entrada, y como tantas veces, su mente quedó en blanco. Ahí estaba, su visión en rojo, dándole un nuevo significado a la palabra belleza. Portaba el vestido, SU vestido.
Tenía el cabello recogido en un elegante moño, pero rizos castaños caían aquí y allá dándole un aspecto aún más atrayente.
Bajaba las escaleras de la entrada lentamente, con cadencia, sonriendo nerviosamente. Draco sintió que moría en ese instante, y aunque lo hubiera hecho, su vida habría valido la pena, sólo por esos segundos. No supo cuánto tiempo estuvo mirándola, embelesado, sólo supo que de pronto cayó en la cuenta de algo. Un detalle que significaba toda la diferencia del mundo.
Caminaba sola.
º0olo0º
Uno, dos, tres, cinco minutos. Diez minutos. Veinte. Treinta.
Hermione miraba el reloj de pared al otro lado del salón. Media hora había pasado desde el momento en que había visto a Draco, conversando con Pansy, mientras ella bajaba las escaleras de la entrada con la mayor normalidad que fue capaz de lograr.
Lo vio, intentar acercársele en más de una ocasión, pero siempre había alguien entre ellos, desde el camarero que le había ofrecido una copa cuando terminó de bajar las escaleras, hasta la pareja que ahora la felicitaba por su título de Premio Anual.
Ella sólo quería hablar con él, decirle que lo sentía, pedirle que la quisiera de nuevo, otra oportunidad. Pero justo cuando se decidió por irlo a buscar ella misma, lo perdió de vista, no supo dónde estaba, y fue una suerte que mirara hacia arriba porque fue capaz de vislumbrar una figura con cabello rubio que subía las escaleras que llevaban a los pisos superiores.
º0olo0º
Draco miraba los jardines. Los miles de árboles que se extendían hasta donde abarcaba la vista.
Sus dedos jugaban lacónicamente con la copa de vino que amenazaba con dejar caer su contenido cada que el chico la hacía girar bruscamente.
Soplaba un aire húmedo, presagiando tormenta, y de no haber sido ya de noche seguramente el cielo se hubiera oscurecido debido a nubes negras. "No tarda en llover" pensó amargamente, intentando vislumbrar alguna estrella que hubiera escapado del disfraz de las nubes.
La insensibilidad amenazaba con volver, aunque Draco luchaba. La había visto, sí, pero ¿qué había esperado? . .¿Que pudiera lanzarse a sus brazos con el ministerio en pleno observando? ..¿Qué todos darían media vuelta en cuanto ella cruzara el umbral, para poder estar solos?
Una vez más todo le salía mal. Ni siquiera había podido acercarse.
Le dio otro trago a la copa y continuó recargado en el barandal de lo que parecía un elegante balcón, a juzgar por la altura debía estar por lo menos en el tercer piso.
Un trueno rasgó el silencio de la noche tranquila y Draco de pronto deseó poder estar en su ventana, hablando con la lluvia. Hundió su cabeza en la mano que no sostenía la copa. ¿De qué servía sentir si cada vez que lo hacía era para lastimarse?
Escuchó el rechinido de una puerta distante y se incorporó automáticamente.
Más que escuchar sus pasos, la sintió.
Más que oler su perfume, lo intuyó.
Más que percibir su mirada, supo, en ese momento supo, lo que estaba pasando.
El sonido de los tacones se detuvo a unos pasos. Él se quedó en la misma posición, mirando los jardines, o haciendo como que miraba. Ella, estática, esperando alguna reacción. Ambos conscientes de cada palpitar de sus corazones, de la sangre corriendo por sus venas. Hermione temblaba y no creía que el frío fuera la razón. Draco ni siquiera lo sentía.
Silencio. Otro trueno, sin lluvia. Como la última vez. La historia siendo repetida, en otro lugar, otro momento. Las mismas personas. Los mismos sentimientos.
Música comenzó a tocar en el salón y el sonido llegaba hasta allí. Draco miró al cielo, esperando a la lluvia, su eterna compañera. Pero ésta no llegaba y sin saber realmente por qué lo hacía, rompió el silencio.
– ¿Dónde dejaste a tu novio? – dijo a la noche.
– No tengo novio... – le respondió la voz detrás de él.
Más silencio.
Draco dio otro sorbo a su trago y se dio la vuelta.
Ahí estaba ella, con su vestido. SU vestido, el que él le había regalado. El significado lo golpeó en el pecho al mismo tiempo que el frío hacía su aparición. Podía ver que estaba nerviosa, aunque ella intentara disimularlo. Sus manos se retorcían y se mordía el labio inferior inconscientemente. Draco recorrió todo su cuerpo, sin intentar disimularlo, desde los bucles acomodados hasta los zapatos de tacón, observó la forma en que el vestido caía perfectamente en su cuerpo, tal como lo había imaginado.
Y ahí estaba ella, frente a él. Ambos. Con la música que se escuchaba a lo lejos.
– Draco yo...
– ¿Quieres bailar?
Hermione había reunido las fuerzas para romper el silencio, sólo quería explicarle todo, pero Draco la interrumpió con las palabras más inverosímiles que podían habérsele ocurrido.
– ¿Q-qué? – preguntó, dudando haber escuchado bien.
– Que si quieres bailar... – repitió Draco ahora con una sonrisa.
El chico posó su copa en el barandal de piedra y, sin esperar una respuesta, se acercó lentamente hacia ella, quien no parecía mover ni un centímetro de su cuerpo, a excepción de su pecho, que bajaba y subía delatando su respiración. Draco llegó hasta ella y, sin dejar de mirarla a los ojos, tomó la copa de entre sus manos y la colocó junto a la suya.
Se giró, y más lentamente, si es que era posible, tomó una de sus manos entre la suya, mientras la otra se acomodaba diestramente en su cintura. Hermione, algo temblorosa, colocó la mano que le quedaba libre en el hombro del chico y, rompiendo por primera vez el contacto visual, escondió su cabeza en su cuello.
Comenzaron a moverse, despacio, al ritmo de la música. Oleadas de loción llegaban a la nariz de Hermione desde el cuello de Draco, y ella no hacía más que dejarse llevar. Ambos mantenían los ojos cerrados, intentando permanecer en ese mundo donde sólo eran ellos dos, nadie más. Draco sentía los bucles de Hermione hacerle cosquillas a su cuello, era una sensación indescriptible, y no sólo por las cosquillas, era el tenerla cerca, entre sus brazos, como debía ser.
Hermione se sentía flotar en ese mar de fragancias y sensaciones placenteras que viajaban por su cuerpo, había anhelado tanto estar junto a él, sentirlo sostenerla, sin importar lo que pasara.
La música llegó a su fin, un aplauso aislado llegó a sus oídos, pero permanecieron en la misma posición, disfrutando. Empezaron a entrelazar sus dedos, uno a uno, en la mano que hacía contacto con la ajena, sin mirarse, sin siquiera moverse.
Un tercer trueno rasgó el silencio, pero en su mundo, no parecieron escucharlo, pues un nuevo movimiento tomaba lugar. La cabeza de Hermione se separaba del hombro de Draco mientras que él, a su vez, hacía lo mismo.
Draco bajó la cabeza, ella levantó la vista y sus miradas se cruzaron.
Se vieron reflejados en los ojos ajenos, su miedo, su confusión, su anhelo. Todo hizo su aparición en un instante.
Y el cielo dejó caer a la lluvia, como si la hubiera estado sosteniendo para ese momento, el momento en que uno, o ambos comenzaron a acercarse, lentamente, como si el tiempo no importara, o más bien como si no existiera. Como si no hubiera nada más después de aquella noche.
Ella cerró los ojos, él ladeó su cabeza y la lluvia, rodeándolos, se aseguró de que esta vez, sus labios hicieran contacto.
Comenzó como un roce apenas, temeroso de que el otro se arrepintiera, pero suficiente para dejar todo salir.
El mundo se detuvo a mirarlos.
El tiempo, la ansiedad, la espera, todo salía a través de ese beso y sin embargo no era más que eso, un beso. No era apasionado ni desesperado, no había lascivia en el contacto, era un simple beso y ellos lo sabían, porque en realidad era lo único que necesitaban.
Podían decirse mil cosas, hablar con las miradas, susurrarse con una caricia, pero un beso de esa naturaleza iba más allá de las palabras. Y ellos lo sabían.
Y Draco lo supo aún más cuando comenzó a sentir la lluvia caer sobre su cabeza, el frío golpeando contra sus mejillas y la mano de Hermione entrelazada entre la suya.
Hermione se dejaba llevar, preguntándose cómo había podido sobrevivir sin las sensaciones que Draco provocaba en ella, era sublime. Todo lo que alguna vez había creído sentir era nada comparado con ese momento, podría haber flotado en el aire y le hubiera parecido lo más normal.
Finalmente se separaron, sólo lo suficiente para tomar aire y cuando se miraron a los ojos las emociones alcanzaron tal magnitud que ambos sintieron que sus cuerpos pronto explotarían.
– Lo siento Draco – susurró Hermione – lo siento tanto
– No hay nada que sentir...
– No – dijo negando con la cabeza – yo debí creerte
– Tú no tienes la culpa de nada – murmuró Draco mientras la envolvía con sus brazos – yo no debí enamorarme de ti en primer lugar... debí dejarte ser feliz – agregó en un susurro apenas audible
Hermione despegó la cabeza del pecho del chico y lo miró seriamente
– Yo no puedo ser feliz si no es junto a ti
Draco apenas tuvo tiempo de sonreír mientras ella volvía a buscar sus labios.
La lluvia continuó envolviéndolos, como protegiéndolos del mundo exterior, aislándolos de los prejuicios y la desolación y limpiando todo lo que había sucedido, consciente, como ellos, de que lo único que importaba era ese momento.
Aún cuando bajo sus pies el mundo aumentara las distancias e ideara nuevas barreras que derribar, su vida se resumía a ese momento. Porque estaban juntos, y se amaban.
Hermione corrió la mano que descansaba en el hombro del chico hasta llegar a su cuello, mientras sentía cómo la mano libre de él se movía hacia su espalda y en el momento en que ésta hizo contacto con la piel desnuda que el vestido dejaba a la vista no pudo reprimir un escalofrío que recorrió todo su cuerpo en una forma placentera.
Draco debió haberlo notado porque rompió el contacto.
– ¿Tienes frío? – preguntó, y sin esperar respuesta, se quitó el saco y lo acomodó sobre los hombros de la chica, que agradeció el gesto con una sonrisa aún cuando la prenda estuviera completamente empapada. Tal vez Draco pensó lo mismo porque agregó – salgamos de aquí
º0olo0º
La cena era muy elegante, eso era indiscutible. Había crecido asistiendo a todo tipo de fiestas de sociedad, cuando era pequeña solía medirlas de acuerdo a qué tan aburridas resultaban, paradójicamente entre más arriba estuvieran en su escala, su madre parecía más complacida.
Pues bien, de haber sido niña aún, esa noche hubiera obtenido el primer lugar. De haber estado su madre viva aún... ella no estaría ahí
Pansy había dado vueltas y vueltas en el despacho del Sr. Nott pero no había nada que pudiera servirle, nada que pareciera remotamente relacionado con el pañuelo que apretaba en su mano.
Ya había terminado con los cajones del escritorio, los de la cómoda, los anaqueles de cristal y nada. Por primera vez consideró dar la causa por perdida pues¿cómo demonios iba a averiguar algo cuando la única pista era un estúpido sello? A fin de cuentas podía no ser el sello de una familia o podía ser que esa familia ya no fuera prestigiada, o viviera en otro país o que ese pañuelo hubiera estado en el mismo lugar que sus padres por una extraña coincidencia.
Pero en ese caso¿qué hacer? Tendría que conformarse con mirar al pañuelo con odio, como si fuera el culpable de la muerte de sus padres a falta de alguien real a quien guardar rencor, sonaba lastimero incluso en su cabeza.
Terminó de devolver los papeles a su lugar y se dejó caer en uno de los sillones frente a la ventana. La vista era espléndida y sin embargo, Pansy no le prestó la más mínima atención. Se sentía impotente, pues sabía que pasaría mucho tiempo antes de poder saber algo que aliviara el dolor de saber que sus padres no volverían a estar allí jamás y sin poder evitarlo por más tiempo, se echó a llorar.
º0olo0º
Draco salió de la chimenea y un agradable calor le dio la bienvenida a su sala común. Automáticamente se deshizo del nudo de la corbata mientras observaba a Hermione, quien parecía estudiar su vestido detenidamente. El saco había quedado olvidado sobre un sillón.
El chico se caminó hacia ella, embelesado con la expresión preocupada que cruzaba su rostro cada vez que tocaba la tela del vestido, adoraba la forma en que arrugaba la nariz.
Cuando estuvo a unos pasos de distancia, ella levantó la cabeza
– Creo que el vestido se arruinó
Draco se acercó aún más y le tomó las manos, apartándolas de la tela roja, mientras juntaba su frente con la de ella.
– No me importa el vestido – susurró. Hermione sintió el aliento de sus palabras sobre sus labios y aspiró profundamente justo antes de volver a besarlo.
La sala común les dio la bienvenida de nuevo, a eso que se conocía como normalidad dentro de aquellas cuatro paredes.
Los dedos de Hermione se enredaban entre el húmedo cabello de Draco mientras sentía las manos del chico en su espalda. A pesar del viaje en la chimenea y la calidad reconfortante de la torre seguían completamente empapados, hecho que pasaron por alto hasta que Hermione se separó bruscamente del chico y entrecerró los ojos mirando fijamente un punto sobre la cabeza de Draco.
– ¿Hermione? – preguntó, desconcertado por la actitud – ¿qué sucede?
Hermione estornudó por toda respuesta y Draco se echó a reír
– No es gracioso – le reprochó con una sonrisa – creo que voy a enfermar
Draco le tocó una mejilla con el dorso de su mano y frunció el ceño
– Estás helada
– Tú también...
– Sí, pero yo siempre estoy helado
Hermione suspiró, dejándose caer en un sillón cerca del fuego
– Necesito entrar en calor – dijo, frotando sus manos cerca de las llamas
Draco alzó una ceja
– Eso sólo tienes que pedirlo – dijo sugestivo, sonriendo de lado
– ¡Draco!
– ¿Qué? – preguntó inocentemente
– Lo que necesito es una ducha muy caliente
– Y yo una muy fría, pero podría sacrificarme – dijo en el mismo tono, al lo que Hermione le lanzó un cojín que él evadió sin dificultad mientras le tomaba la mano y la guiaba hacia las escaleras.
– ¡Draco! – exclamó divertida – ¿qué haces?
– Obedecerte – explicó cuando llegaron a la puerta de su habitación. Una vez dentro, Hermione lo miró confundida – dijiste que una ducha caliente
El chico lanzó su corbata al otro lado de la pieza mientras se sentaba en la cama y comenzaba a quitarse un zapato.
– No tan rápido – dijo Hermione – la última vez que te mojaste y tomaste una ducha caliente terminaste en la enfermería y no pienso dejar que eso vuelva a suceder.
– Pero... – comenzó, pero un nuevo estornudo por parte de Hermione lo interrumpió
– Además – prosiguió ella – necesito un baño como dios manda
– ¿Y si yo estoy ahí no califica como baño? – Hermione lo miró de lado, como si la respuesta fuera obvia, Draco se dejó caer en la cama – de acuerdo, ve y toma tu ducha...
Hermione sonrió de oreja a oreja, viéndolo cruzarse de brazos. Merlín, extrañaba tanto esto... si le preguntaran cuál era su idea de la felicidad respondería sin pensarlo que era pelear con Draco por la tontería más grande.
Se subió a la cama lentamente hasta quedar a la misma altura que él y le depositó un tierno beso en los labios. Draco, sin abrir los ojos la tomó de detrás de la cabeza, alargando el contacto, hasta que Hermione volvió a estornudar.
– Necesito... – comenzó, pero Draco la interrumpió.
– Lo sé, lo sé... pero te advierto que si en treinta segundos no estás detrás de esa puerta, puedes decir adiós a tu baño – dijo en un tono que pretendía ser amenazador
Hermione soltó una carcajada antes de acercarse a escasos centímetros de su rostro.
– De acuerdo, pero... si eres paciente – murmuró en poco menos que un susurro – cuando salga podríamos buscar métodos alternos para entrar en calor – agregó levantando un hombro, sugerente.
Le dio un pequeño beso, que Draco sintió más como un roce de aire y escuchó cerrar finalmente la puerta del baño.
El chico se quedó estático unos segundos, sintiendo su pulso regularse nuevamente después de las últimas palabras de Hermione. Suspiró y no pudo evitar sonreír, era lo menos que podía hacer, pues por dentro sus entrañas rabiaban de felicidad al caer en la cuenta de que el edredón sobre el cual estaba recostado era rojo.
Miró a su alrededor mientras miles de recuerdos volvían a su mente, recuerdos que habían sucedido dentro de esas paredes. Hacía bastante tiempo que no entraba, pero todo seguía exactamente igual, como pudo comprobar al examinar mueble por mueble. Se detuvo en la chimenea donde conjuró un fuego para volver a lanzarse sobre la cama.
La había extrañado tanto... y el hecho de pensar que hacía unas horas estaba dispuesto a olvidar todo lo hacía sentir bastante estúpido. ¿Cómo pudo renunciar a eso? . ¿A esos ojos que lo miraban como si todo su mundo residiera en él? . ¿A la sonrisa que le dedicaba cuando sabía que la estaba haciendo enojar a propósito? . ¿A esos labios que lo hacían sentir vivo?
A eso le habían sabido las últimas horas, a volver a nacer. Desde el momento en que la vio con su vestido supo que ya era suya de nuevo y con eso, su alma regresó, como sacada de la tumba, a su cuerpo, haciéndolo sentir todo eso que creía haber olvidado.
Por un momento creyó despertar, pero el sonido de la regadera le confirmaba que aquello estaba sucediendo y que era real, no más sueños, la tenía junto a él, de nuevo. Y eso era toda la realidad que necesitaba para vivir feliz.
El sonido del agua cayendo continuaba y Draco, encontraba en él la razón para seguir respirando.
º0olo0º
Hermione terminó de secarse el cabello lo mejor que pudo, tomó la toalla y se enredó en ella. Se miró al espejo, y la imagen que le devolvió la mirada era precisamente lo que esperaba ver, no podía dejar de sonreír, y el pensar que del otro lado de la puerta estaría Draco, esperándola, hizo que sus ojos se llenaran de un brillo que el espejo no veía desde hacía ya bastante tiempo.
Tomó aire y cual colegiala enamorada se recargó en la puerta, con la mano en el pomo, sin poder creerse que ahora podía besar a Draco con toda la tranquilidad del mundo, sin sentir remordimientos, ni dolor. Simplemente abandonarse en sus brazos, era todo lo que necesitaba. Sentía que le aire no cabía en sus pulmones.
Suspiró, y sin dejar de sonreír, salió del baño con una nube de vapor detrás de ella dando la impresión de que había caído del mismo cielo. Pero Draco no llegó a apreciar este detalle, pues en el momento en que Hermione se acercó a la cama, lo descubrió profundamente dormido.
Su pecho se movía acompasadamente y algunos mechones aún húmedos le caían sobre la frente, tapándole los ojos.
La chica sonrió aún más y se quedó mirándolo unos segundos hasta que se dirigió al armario para comenzar a vestirse, fue entonces cuando Draco soltó un extraño gemido y comenzó a moverse.
– ¿Por fin terminaste? – preguntó, más dormido que despierto. Hermione volvió a reír, acercándose de nuevo a la cama.
– Sí, pero puedes seguir durmiendo – susurró, incinándose sobre él.
Esta vez Draco pareció despertar, se frotó los ojos y la miró fijamente, como recobrando la conciencia. Al final sonrió.
– ¿Estabas observándome? – preguntó, apoyándose en los codos para quedar a la altura de ella.
– Por supuesto que no – dijo, correspondiendo el gesto – sé que odias que...
Pero no pudo continuar porque Draco comenzó a besarla, lentamente, muy lentamente, sólo lo suficiente para que poco a poco fuera inclinándose hasta quedar sobre él, completamente tendidos sobre la cama.
Entonces Draco se giró, quedando ella sobre la cama, él sobre ella. Sus manos recorrían su cuerpo sobre la toalla mientras que las de Hermione habían comenzado a desabrochar su camisa, una sensación placentera recorrió su cuerpo cuando las cálidas manos de la chica hicieron contacto con su piel.
Rompió el contacto con los labios ajenos y trazó un camino desde la comisura de la boca hasta el cuello de Hermione, quien se mantenía inmóvil excepto por sus manos que ahora luchaban por despojar completamente al chico de su camisa, empresa que no resultaba fácil puesto que la humedad hacía que la tela se mantuviera pegada a su piel.
Con un poco de ayuda por parte de Draco, por fin logró deshacerse de la prenda y se limitó a disfrutar de las sensaciones de las que era objeto mientras acariciaba la espalda del rubio, su cabello.
Draco, por su parte, había dado con el lugar donde la toalla se enredaba sobre sí misma y sin ningún esfuerzo logró comenzar a desenrollarla, lentamente, dejando al descubierto el cuerpo de Hermione. Ni siquiera necesitaba voltear a verlo, lo tenía en su cabeza. Volvió a recorrer el camino desde su hombro hasta su cuello, pero justo cuando llegaba a sus labios para besarla de nuevo fue que no pudo despegar la vista de su rostro, era tan hermosa...
Hermione abrió los ojos, desconcertada, buscando la causa que lo había hecho detenerse, a Draco ese gesto le pareció lo más lindo del mundo.
Fue justo entonces cuando cayó en la cuenta de que la tenía completamente desnuda debajo de él, dispuesta a dejarle hacer lo que él quisiera, aferrándose a su espalda como si fuera lo único que la separara del abismo.
El sentimiento de saberse junto a ella fue tal que creyó que no podría soportarlo. Se acercó a su rostro de nuevo y ante la mirada confundida de la chica depositó un tierno beso en su frente antes de volver a mirarla a los ojos.
– Te amo – susurró.
Hermione no pudo más que sonreír, mientras sus entrañas vibraban.
– Yo también te amo – respondió de la misma forma
Y sin necesidad de más palabras volvió a besarla, pegando su cuerpo al de ella, percibiendo el calor que ella irradiaba, contrastando con el frío que emanaba el propio.
Calor y frío se enredaban de un velo de éxtasis, con las llamas de la chimenea como único testigo del anhelo que finalmente obtenía su recompensa y de la pasión que, desatada, aquellos dos jóvenes intentaban extinguir.
º0olo0º
Abrió los ojos, parpadeó y por un instante se encontró en un panorama desconocido, faltó otro parpadeo para reconocer las sábanas color escarlata sobre las que descansaba ahora su cuerpo, las sábanas... y el edredón y las cortinas y las flores sobre el tocador. Era tan obvio que se sintió culpable por haber tardado tanto en reconocer el lugar, aunque tal vez sólo era que faltaba un detalle, del cual cayó en la cuenta cuando se giró para acercar el delicado cuerpo de Hermione Granger al suyo y, en su lugar, encontró algo lleno de pelo y de forma irregular, sólo entonces escuchó el grito amortiguado que provenía de la puerta entreabierta.
– ¿Crookshanks! – logró distinguir antes de que la puerta se abriera y apareciera el elemento faltante vestida sólo con la camiseta de Draco – ¡Ven aquí, ahora! – repitió molesta mientras el chico se maravillaba con la vista. Crookshanks le ronroneó un poco antes de obedecer a su dueña y salir de la habitación balanceando la cola, dignamente.
– Ese gato es muy inteligente – comentó Draco, volviendo a la realidad.
– Tal vez demasiado – respondió Hermione frunciendo el ceño – pasó horas maullando por comida y cuando finalmente me levanto, se escabulle.
Draco comenzó a reír y ella le lanzó la más parecido que pudo lograr a una mirada de reproche mientras se acercaba a la cama.
– No es gracioso... no entiendo el interés de entrar aquí, ahora – reflexionó, llegando al borde de la cama – tal vez quiere comerse las cenizas...
Draco la tomó de las caderas con ambas manos y la haló suavemente hasta posarla sobre él, Hermione se inclinó de tal forma que la cascada de cabello castaño le hacía cosquillas en el pecho.
– O tal vez sólo quería venir a darme la bienvenida de nuevo – dijo, rozando sus labios con su eterno halo de superioridad, que lo hacía más irresistible, si es que cabía. Hermione le concedió una serie de pequeños besos, entre los cuales logró murmurar.
– No todo el universo gira en torno a ti, querido.
– ¿Ah no?
– No
Esta vez Draco la tomó de las mejillas y la separó de sí, mirándola a los ojos.
– Entonces... – comenzó, alzando una ceja – ¿se puede saber qué haces con mi camisa?
Hermione rodó los ojos.
– Lamento interrumpir el viaje de tu ego, pero fue lo primero que apareció...
– No me estoy quejando – la interrumpió – sólo digo que para no girar en torno a mí, ciertamente el universo debe quererme – ladeó la cabeza y la miró de arriba abajo – mucho
– ¡Draco! – exclamó a modo de reproche quitándose de encima suyo y dejándose caer del otro lado de la cama
– ¿Qué?
– Eres la persona más egocéntrica que he conocido
– Lo cual te hace perfecta para mí – dijo, girándose para mirarla, ella le devolvió una mirada de incomprensión – porque lo sabes, y no te importa.
Hermione sólo atinó a sonreír hasta que pareció pensárselo mejor y se estiró hacia su mesita de noche
– No es que comience a importarme Draco, pero encontré esto en la sala común – dijo extendiendo lo que parecía una revista muggle – y no es mía
Draco bufó mientras observaba la revista
– Es de Pansy – dijo finalmente – debió haberla olvidado
– ¿Así que de Pansy? – preguntó casualmente, de pronto había dejado de sonreír. Draco asintió – No creí que leyera revistas muggles
– Lo sé, no parece del tipo ¿verdad? Pero Pansy no es ni remotamente lo que parece, tal vez sí un poco obstinada – agregó pensativo – pero es una buena persona una vez que aprendes a tratarla
– Tú... ¿Aprendiste a tratarla? – preguntó titubeante, Draco sonrió al comprender el sentido de la pregunta
– Somos buenos amigos, siempre lo fuimos. Nunca logramos ser nada más, aunque lo hubiéramos intentado... no creo que hubiera funcionado – un largo silencio siguió a este comentario
– ¿Y... por qué...? – comenzó Hermione, pero Draco la interrumpió de nuevo.
– Escucha... yo sé que hay muchas cosas por aclarar, yo también tengo preguntas – dijo lentamente, acariciándole una mejilla – pero no ahora, sólo quiero disfrutar el momento, después, cuando quieras, pero no ahora.
Hermione suspiró, dejándose llevar por la caricia
– Lo único que necesito saber es que me amas – Draco se acercó hasta abrazarla y le depositó un tierno beso en la frente.
– Eso lo sabes – susurró – y esta vez no pienso dejarte ir tan fácilmente
– Yo tampoco – se giró para mirarlo a los ojos y sonrió – tanto que ni siquiera pienso dejarte salir por esa puerta
– ¿Ah no?
– No – respondió, acercándose a sus labios – al menos no hasta mañana
– Podría sacrificarme... – dijo, divertido, antes de perderse de nuevo en esos labios, con los cuales no paraba de reencontrarse. Hermione dejaba que Draco recorriera su cuerpo de nuevo, sintiéndose derretir entre sus manos que ahora iban desde su pierna, flexionada sobre la cama, pasando por el borde de la camisa a través de la cual se abría paso mientras ella acariciaba su torso desnudo, recorriendo los lugares donde la noche anterior había enterrado las uñas.
Draco pasó a ocuparse de su cuello, de su clavícula, de su hombro. Aún podía saborear el olor a jabón en su piel, una mecla que no podía distinguir, y sin embargo, lo hacía embriagarse sin control. Le recordaba la esencia de la primavera en el aire de una mañana de abril, era como volar entre árboles frutales.
Y hablando de volar...
– Maldición – murmuró, rompiendo abruptamente el contacto con la chica, que lo miraba desconcertada – tengo práctica de quidditch
– ¿A qué hora? – Draco giró la cabeza lo suficiente para mirar el reloj sobre la mesita de noche
– Hace cinco minutos
Se levantó rápiamente de la cama y comenzó a buscar su ropa interior, finalmente la encontró y salió de la habitación dejando a una muy confundida Hermione estirándose mientras lo escuchaba correr de un lado a otro y Crookshanks aprovechaba la puerta abierta para volver a olisquear las sábanas de su cama. Hermione lo acarició, dándose por vencida y se levantó junto a la ventana observando la claridad del día. La lluvia de los últimos días había dejado un lindo paisaje.
Escuchó los pasos de Draco volviendo y se dio la vuelta al tiempo que él cruzaba la puerta intentando alisar su túnica. Caminó hacia ella y sin siquiera un gesto la tomó de las mejillas y la besó en su forma personal de pedir perdón.
– Lo siento – susurró cuando se hubo separado – si no fuera el capitán...
– Igual irías – lo interrumpió, sonriendo – no lo puedes evitar Draco, te encanta volar
– No más que tú – susurró, muy cerca de sus labios – aunque también podría tirarme de la escoba y regresar más rápido
– ¿Y abandonar a tus admiradoras? – preguntó divertida – no creo que sea buena idea...
– No, probablemente no – respondió de la misma forma, disfrutando de la sensación que su aliento dejaba al chocar con sus labios – y mientras, tú tienes que asegurarte de que cuando yo regrese, aún traigas esa camisa – Hermione se separó un poco, para mirarlo a los ojos.
– ¿Y por qué habría de hacer eso?
Draco sonrió abiertamente ante la pregunta, Hermione sintió cómo su corazón latía más rápidamente ante este simple gesto
– Porque eres linda... – murmuró, ladeando la cabeza hasta su cuello, donde depositó un beso – y amable... – depositó otro detrás de su oreja – y considerada... – le siguió otro en la mejilla – y harías cualquier cosa por mí – terminó, en la comisura de su boca.
Hermione se giró, buscando sus labios, sonriente.
– Eso está por verse – susurró, ya contra sus labios, pasando los brazos sobre sus hombros y acariciando el cabello del chico, quien la atraía hacia sí por las caderas, eliminando cualquier espacio entre ellos.
Siguieron besándose como lo que eran, dos enmorados recuperando el tiempo perdido. Lo hacían casi con ansias, con miedo a que tal vez todo fuera un sueño del que pronto podrían despertar.
– ¿No tenías que irte? – preguntó, sin dejar de besarlo. Draco sólo emitió un sonido que ella interpretó como un sí.
– Ya me estoy llendo...
Pero contrario a sus palabras, no hizo ningún ademán de separarse, en su lugar, comenzó a caminar hacia la pared, llevando a Hermione consigo hasta que la espalda de la chica hizo contacto con la ventana.
– ¿Draco?
– ¿mh?
– Si no sales por esa puerta en treinta segundos – dijo con la voz entrecortada, pero imitando el tono que él había utilizado la noche anterior – ni pienses que voy a dejarte ir
Draco suspiró, resignado, sin despegar la cabeza de su cuello lo que le provocó un extraño cosquilleo. Finalmente se enderezó.
– Soy una mala influencia para ti
– Siempre lo has sido... – respondió ella con una sonrisa. Draco la miraba fijamente, recorriéndola con la mirada, sus labios completamente enrojecidos, el cabello alborotado, los ojos brillantes y su cuerpo... cubierto con su camisa.
– Merlín, eres hermosa... – susurró.
Hermione podría golpearlo, gritarle que ella sabía que no era hermosa ni mucho menos, pero la forma en que lo decía... la forma en que la miraba mientras lo decía... bajó la cabeza.
– Quince segundos, Draco
El chico sonrió, le dio un beso en la mejilla y con un sencillo "nos vemos luego" salió de la habitación.
º0olo0º
Algunos gritos llegaban hasta ella, un grupo de tercero corría alrededor del lago intentando lanzar a un chico un poco más pequeño. Había estado mirándolos por la ventana... de acuerdo, había estado estirándose, intentando distinguir el campo de quidditch, pero estaba demasiado lejos, así que ahora leía tranquilamente, sin poder evitar pasar una mano sobre el edredón de vez en cuando.
Había terminado sus deberes por lo que tendría todo el fin de semana libre, así que cuando se detuvo en la puerta de su habitación decidiendo qué haría y distinguió a lo lejos la puerta entreabierta de la habitación de Draco, la tentación fue demasiada.
El olor a madera mezclado con la colonia de Draco la recibió desde el primer paso, se detuvo a aspirarlo. Se recostó sobre la cama disfrutando de la textura del edredón, sin dejar de sonreír. La sensación de familiaridad con aquella habitación aumentaba lentamente.
El librero a su derecha captó su atención, Draco siempre tenía buenos libros, nunca le había preguntado quién se los enviaba pero sería capaz de admitir que tenía libros que no encontraría en la biblioteca, no porque fueran de magia negra, sino porque o eran muy raros o muy costosos, o las dos. Se levantó intentando distinguir alguno nuevo hasta que su mirada se posó sobre un extraño volumen dorado, lo tomó de anaquel y fue a recostarse sobre la cama para comenzar su lectura.
Después de un rato, durante el cual, a juzar por los sonidos provenientes de la ventana los de tercero lograron semi-ahogar a su compañero, escuchó un ligero toquido, por un momento creyó que era Draco que había cumplido lo de tirarse de la escoba y había vuelto muy temprano, pero obviamente él sabía la contraseña.
Se levantó rápidamente, segura de que Harry y Ron habían venido a obtener los pormenores de la cena cuando cayó en la cuenta de que no podía abrir la puerta en calzoncillos usando sólo la camisa de Draco.
Corrió a su habitación y se puso la primera blusa y el primer pantalón que encontró, estaba a punto de echarse la capa de Hogwarts encima cuando cambió de opinión y, sin poder reprimir una sonrisa, tomó la camisa y volvió a ponérsela, de forma que la capa la cubría.
Bajó a la sala comón, donde los golpes se habían vuelto más insistentes, y sin dejar de sonreír, abrió el retrato.
– ¿No pueden esperar...? – las palabras se perdieron en su cabeza.
Pansy Parkinson le devolvió una mirada confundida antes de sonreír, como encontrándole la gracia a la situación.
– ¿Está Draco? – preguntó amablemente
– No, tenía práctica de quidditch, pero ¿quieres dejarle un mensaje? – la sonrisa de Pansy se ensanchó aún más.
– ¿Así que todo salió bien anoche? – Hermione, sonrió mirando al suelo, sin saber qué responder – sí, me lo imaginé cuando desaparecieron... y el muy obstinado que no quería ir...
Hermione no dijo nada, era extraño hablar con alguien más de Draco sin tener que recalcar cuanto lo odiaba, ya no digamos con Pansy Parkinson.
– ¿No quieres esperarlo? – preguntó finalmente – o si es muy urgente puedes ir al estadio...
– Oh no, no es tan importante – la interrumpió, negando con la cabeza – quería hablar con él y como me atoré con los deberes y él había estado ayudándome con transformaciones pensé en matar dos kappas de un hechizo...
– ¿Hechizos permutadores?
– ¿Qué?
– Hechizos permutadores – repitió Hermione – los deberes que estabas haciendo¿eran de esa lección?
– Ah sí, eran esos, pero aún puedo hacerlos mañana – dijo Pansy, quitándole importancia al asunto mientras se giraba para irse.
– Si quieres puedo ayudarte – Pansy se quedó estática – me refiero a los hechizos
– ¿Segura? – preguntó extrañada
– Bueno... Draco va a tardar – comenzó, parecía necesario dar una explicación – y yo ya hice esa lección... podría ayudarte – Pansy pareció pensárselo un momento, por lo que agregó – claro, si tú quieres...
– Por supuesto, sería de gran ayuda – respondió finalmente, sonriendo de nuevo – pero... el libro está en la biblioteca¿no importa?
– No, vamos – dijo saliendo completamente del retrato y comenzando a caminar.
No tenía la más remota idea de por qué le había ofrecido ayuda, después de todo había sido con ella con quien había visto a Draco besándose, sin importar lo que hubiera psado después. Pero en cierta forma recordó lo que el chico le había dicho sobre que en realidad era una buena persona y a fin de cuentas, si era amiga de Draco, lo mejor era llevarse la fiesta en paz.
– ¿Así que Draco no quería ir a la fiesta? – preguntó, haciendo conversación mientras bajaban escaleras.
– No, debiste haberlo visto... era demasiado para su ego verte con Weasley – rió un poco y a la mente de Hermione vinieron unas palabras... "para que luzcas hermosa para él"... – en realidad no sé que lo hizo cambiar de opinión, cuando yo llegué ya estaba listo – continuó pensativa – pero lo importante es que ya no veremos más Draco Malfoy lamentándose por los pasillos
Pansy volvió a sonreír mientras unos hufflepuffs las miraban extrañados. Hermione repetía las palabras en su cabeza "... lamentándose por los pasillos...", al final no pudo contener la curiosidad e intentando sonar casual, preguntó:
– ¿Draco... lamentándose? – Pansy bufó
– Parecía un maldito fantasma, un día más de melancolía y juro que le hubiera lanzado una maldición – a Hermione le costó trabajo imaginar la escena, pero era lindo saber que Draco había estado así por ella, algo sádico, pero lindo.
Continuaron su camino hablando de cosas sin importancia, parecía que sería un buen día.
º0olo0º
Draco Malfoy entró a la sección prohibida, guiado por unas risas amortiguadas que a juzgar por su tono, era una suerte que no llegaran hasta el escritorio de la señora Pince.
Aún iba vestido con la túnica de quidditch, había intentado terminar la práctica antes pero Vaisey había argumentado que no podrían usar la cancha hasta la siguiente semana, el resto del equipo se había puesto de su lado y Draco no había tenido más remedio que continuar hasta que el equipo de Gryffindor había aparecido, con Potter en cabeza, reclamando el campo. Draco lo hubiera besado de no haber sido porque eso habría dado pie a muchas preguntas y porque, de hecho, tenía a quien besar en su lugar.
Así que ni siquiera se había cambiado y había salido corriendo a la torre, pero al encontrarla vacía, había tenido que pasar una cantidad considerable de tiempo antes de dar con la sección prohibida y las risas que salían de ella.
Dio la vuelta después de una estantería especialmente larga y se encontró con Pansy y Hermione casi cayéndose de la silla, la última estaba recostada sobre la mesa y sólo se veía su cabello moverse frenéticamente cada vez que soltaba una carcajada. La otra intentaba hablar entre risas. Draco se quedó recargado en la estantería, intentando descubrir qué era tan gracioso.
– Y entonces... intentó hechizar... al castor – una nueva carcajada siguió a las últimas palabras y Draco no necesitó más para comprender de qué se reían. Era la misma estúpida historia que Grëtchen y Blaise le habían contado a Pansy en la fiesta. Al parecer se hacía más graciosa conforme pasaba el tiempo...
Tomó aire y caminó hasta sentarse a lado de Hermione, ambas se sobresaltaron al verlo aparecer de la nada. Pansy se limpió las lágrimas y le dedicó una sonrisa inocente.
– Me haces ir a recuperarla y luego la ahuyentas, muy sensato de tu parte Pansy... – la chica se alzó de hombros divertida y Draco suspiró, agitando la cabeza – Voy a matar a Grëtchen... ¿algún día te vas a cansar de esa maldita historia?
– Es parte de tu vida Draco... no deberías avergonzarte... – dijo Pansy, sarcásticamente. Hermione levantó la cabeza y la apoyó en el hombro de Draco, dejando de reír.
– Tiene que ser lo más tierno que he escuchado... – le dijo, aún sonriendo, el chico le dedicó una mirada escéptica – ¿por qué tardaste tanto?
– El idiota de Vaisey... – dijo simplemente, como si eso lo aclarara todo – ¿Qué hacen ustedes aquí?
– Fui a buscarte a la torre y no estabas así que alguien más tuvo que ocupar tu lugar... – Draco miró a Hermione extrañado, ella le devolvió la mirada, como si ayudar a Pansy fuera lo más normal del mundo.
– ¿Estabas haciendo deberes en sábado por la mañana? – continuó Draco, incrédulo, dirigiéndose a Pansy.
– Tenía que distraerme en algo... – dijo encogiéndose de hombros – y quería hablar contigo...
Hermione pareció captar el mensaje y comenzó a recoger los libros de la mesa, para devolverlos a su lugar cuando Pansy la detuvo.
– Oh, no, puede esperar... no era indirecta
– No hay problema – respondió sincera – de cualquier forma debo ir a hacer acto de presencia con Harry y Ron.
– Están en el campo – la interrumpió Draco, pero la chica se encogió de hombros y continuó su tarea.
– Igual voy a cenar y regreso a la torre, tengo que actualizarme con tu librero...
–¿Segura? – preguntó Draco, Hermione asintió y se inclinó para darle un beso., después del cual desapareció tras la estantería. El chico se quedó mirando el lugar por donde se había ido unos segundos antes de girarse y observar a Pansy, alzando las cejas.
– ¿Ya se hicieron mejores amigas? – preguntó burlón
– Por supuesto, tenía que descubrir qué es lo que te gusta tanto de ella.
– ¿Y lo lograste?
– Claro, eso es fácil – dijo, metiendo sus cosas de vuelta a su bolsa – el problema ahora, es ¿qué vió ella en ti?
Draco rió sarcásticamente mientras le lanzaba un trozo de pergamino echo bolita que Pansy evadió sin dificultad. Bostezó lo más elegantemente que pudo, el quidditch lo había cansado.
– ¿Y bien? – preguntó después de un rato – ¿Qué es eso tan importante que querías decirme?
– Dije que no era importante...
– ¿En sábado por la mañana? – la interrumpió, alzando las cejas. Pansy le sostuvo la mirada, hasta que suspiró.
– Está bien, sí es importante pero lo que tengo que mostrarte está en la mazmorra¿vienes?
Se pusieron de pie y salieron de la biblioteca, Draco se preguntaba qué podía ser tan importancia para que Pansy hablara de ello con tanta seriedad. Cruzaron el vestíbulo, repleto de personas dirigiéndose a cenar y no fue hasta encontrarse en la soledad de las escaleras que Pansy se decidió a terminar con su incertidumbre.
– ¿Recuerdas la noche en que encontré la caja con tu nombre? – Draco asintió – Pues no fue lo único que encontré... – la interrogó con la mirada – Los agentes del ministerio me dijeron que mi padre había estado apretando un pañuelo al momento de morir, creyeron que era suyo y que me gustaría tenerlo
– ¿Y no era suyo? – preguntó, escuchando con atención
– No, y estoy segura de pertenece al que los... bueno...
– Al que los asesinó – Draco completó la oración por ella – ¿Pero cómo puedes estar tan segura?
– Porque lo estoy – dijo simplemente – ¿de quién más podría ser?
– Pero aunque lo fuera, es un simple pañuelo, eso no nos dice nada
– Tiene un símbolo – dijo, y Draco percibió un brillo de triunfo en sus ojos – el sello de una familia
Habían llegado al trecho de muro descubierto que daba entrada a la sala común, pero Draco no se molestó en dar la contraseña.
– ¿Y sabes de qué familia es? – preguntó
– No, ése es el problema – Pansy dio la contraseña y el muro se abrió, el barullo les dio la bienvenida – No lo he encontrado en ninguna parte, ayer busqué en casa de Nott pero no había nada.
– Por eso querías ir a la fiesta... – no era una pregunta, Pansy asintió – ¿Por qué no me dijiste? Podría haberte ayudado.
– Claro¿antes o después de ir por Granger? – Draco abrió la boca para devolver el sarcasmo, pero Pansy lo detuvo – Eso no importa... voy por el pañuelo, no te muevas de aquí.
Se dio la vuelta y se dirigió hacia los dormitorios mientras Draco miraba a su alrededor. Hacía mucho que no entraba a la sala común de Slytherin, pero se dio cuenta de que no la extrañaba en absoluto. Bostezó de nuevo. La mitad de la sala lo observaba y un grupo de tercero, sentadas muy cerca del fuego, lo miraban como si en cualquier momento fueran a lanzarse a sus pies.
Caminó elegantemente hasta su antiguo lugar, un sillón en la esquina más alejada de la chimenea. Con sólo una mirada hizo que el chico que estaba sentado allí se levantara, ofreciéndole el lugar. Draco tomó asiento, consciente de que dos chicas de quinto tenían toda la pinta de acercarse a hablarle, así que se recargó graciosamente en el respaldo y cerró los ojos, dando a entender que el que osara interrumpir su descanso, pagaría las consecuencias.
Aún así había alcanzado a distinguir a Pansy, al borde de la escalera, siendo abordada por una compañera de su año. Tal vez tardaría. Bostezó una vez más, sin abrir los ojos, mientras el barullo iba apagándose poco a poco... el quidditch sí que lo había cansado...
Gritos, oscuridad, un cuerpo sobre la tierra.
...Hermione... no, esto no puede estar pasando...
...justo a tiempo para el espectáculo final...
...¿Y qué si no lo hago?...
...¡Enervate!...
Tu príncipe azul...
¿Draco?
¡AVADA KEDAVRA!
– ¿Draco? – la voz llegaba desde lejos. Abrió los ojos. Respiraba agitadamente y un sudor frío le cubría la frente.
Trozos de sueño relampagueaban en su mente, pequeños fragmentos, pero eran más que suficiente. Habría podido recitar ese sueño aunque le hubieran borrado la memoria.
– ¿Estás bien? – el rostro de Pansy pronunciaba, pero las palabras no cobraban sentido, porque estaba cobrando conciencia de lo que acababa de ver.
– Hermione... – murmuró, y haciendo caso omiso a su amiga, cruzó a zancadas la puerta de la sala común. Pansy lo seguía, caminando rápidamente a su lado, confundida.
– Draco¿qué pasa?
– La pesadillia, la pesadilla volvió, más real que nunca.
– ¿Qué pesadilla?
– Donde la mato – dijo con la voz entrecortada – donde mi padre me hace matarla
Pansy intentaba encontrar la lógica en lo que Draco decía. Tenía casi correr para mantenerse a su lado.
– Pero es sólo un sueño – dijo, intentando hacerlo razonar
– No, fue demasiado real, y el colgante... ella tenía la mitad del colgante en la mano.
– ¿Qué colgante?
– El colgante que me envió mi padre... así debió llevarla...
El chico parecía hablar más para sí mismo, inclusola voz le temblaba. Pansy comenzaba a asustarse mientras seguían subiendo escaleras.
– Draco, no entiendo nada
– Hermione dijo que iría a leer a mi alcoba, el colgante estaba allí, debió haberlo encontrado y al tocarlo, lo convirtió en un traslador, así es como llegó al cementerio...
– Eso es una locura
– No, es magia negra, no es muy complicado.
– No me refiero al traslador, sino al resto – pero parecía que Draco no escuchaba. Habían llegado al pasillo de la torre de los Premios Anuales, Pansy se paró frente al retrato – es un sueño Draco, no puede hacerse realidad
Él agitó la cabeza.
– Esta vez es diferente – acto seguido murmuró la contraseña, el retrato se abrió y a Pansy no le quedó más remedio que hacerse a un lado.
Draco corrió hacia las escaleras, las subió lo más rápido que pudo, con Pansy detrás.
Abrió la puerta de un golpe y se quedó estático frente a la habitación
– ¿Con que fue un sueño?
Pansy jadeó. Sobre la cama había una capa con el escudo de Gryffindor, en el piso, un libro abierto y en el edredón, reflejando la luz de las velas, lo que parecía la mitad de un colgante de plata, la parte baja de una "M".
Draco recogió el libro mientras Pansy miraba el colgante de cerca.
– ¿Dónde conseguiste ese colgante? – preguntó mirando a Draco, había algo mucho más profundo que miedo en los ojos de la chica.
– ¿Qué? – pero Pansy no contestó, en su lugar metió la mano en el bolsillo de su túnica y sacó un pañuelo. Draco vislumbró el escudo. Una "M" le devolvió la vista.
– ¿Qué haces con un pañuelo de mi padre? – Pansy siguió mirándolo, la misma expresión en sus ojos mientras Draco ataba cabos en su mente, todo cobraba sentido y la comprensión se abría paso – Merlín... no puede ser...
– Tu padre... asesinó a mis padres...
– ¡PANSY, NO!
Pero fue muy tarde, la chica tomó el colgante al mismo tiempo que Draco se lanzaba para impedirlo. Un rayo de luz iluminó la habitación y un segundo después, ambos habían desaparecido.
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