Otra vez había sucumbido a la tentación aún sabiendo que estaba mal. Esta vez había ido incluso más lejos, había sacado la fotografía. Aquella prueba de que hubo un día en que el sol había salido para él.
La fotografía mostraba a una feliz pareja en lo que parecía ser el camino que se alargaba al salir del pueblo de Hogsmeade. La habían tomado en las vacaciones de invierno, lo cual explicaba la densa capa de nieve que se extendía por el paisaje. Draco Malfoy suspiró al recrear en su mente aquel momento, aquellas vacaciones que se habían convertido en los mejores momentos de su vida.
Habían sido los únicos estudiantes de séptimo que pasaron las navidades en Hogwarts, incluso Hermione había logrado convencer a Potter y a Weasley de que quería quedarse sola, así que habían pasado dos semanas en las cuales sólo habían salido de la torre para ir a las cocinas por algo de comida. De ahí en fuera habían pasado la mayor parte del tiempo en su sala común o cuando hacía suficiente frío ni siquiera se levantaban de la cama, simplemente se quedaban ahí, disfrutando de aquellos instantes juntos como si nada pudiera ser mejor que eso.
Pero ahora parecía que había pasado ya una eternidad desde que la sentía acurrucada en su pecho intentando obtener un poco más de calor. Extrañaba tanto esa sensación... y más al imaginar que tal vez ella pensaba lo mismo.
Habían pasado ya dos semanas desde el día en que había encontrado la vela roja en su habitación pero sabía de sobra que ella aún no lo había olvidado. Aunque esto lo hacía sentir un poco mejor, en ocasiones sentía como si todo su sacrificio fuera en balde, ¿para qué la había dejado ir si no sería feliz? Desde la primera vez que la vio con Weasley comprobó en carne propia las palabras de Zabinni "...el hecho de saber que está a salvo me ayuda a no intentar asesinar a ese imbécil cada vez que se le acerca..." le hubiera lanzado una maldición imperdonable al pobretón allí mismo, mientras lo veía besarla de no haber sido por la expresión en los ojos de Hermione Cuando los vio separarse no era la misma mirada que tantas veces había estudiado él mismo, le faltaba ese brillo especial, parecía triste.
Y así, más que sentirse encolerizado tuvo que contener las ganas de abrazarla e intentar devolverle un poco de su felicidad anterior. No creía poder soportarlo mucho tiempo así que se había forjado el firme propósito de evitarla lo más que pudiera, pero por más que lo intentara era imposible. Cada día era una lucha interna, sabía que sólo se hacía daño a sí mismo pero qué más daba... ya había suficiente dolor en su corazón, un poco más no sería gran diferencia.
Tal vez ya había pasado el dolor agonizante que había experimentado los primeros días, pero a fin de cuentas seguía ahí. Cada que la veía era el mismo dolor punzante en el pecho que no lo dejaba vivir. Necesitaba una prueba, algo, lo que fuera, para estar seguro de si ella aún lo amaba, aunque no estaba seguro de si confirmarlo lo haría sentir mejor.
Cada que el sol se elevaba sobre el horizonte era un nuevo intento por sobrevivir. Sobrevivir sabiendo que su vida no tenía sentido si ella no estaba ahí, sobrevivir con la certeza de que tal vez en ese momento era otro el que la estaba besando, era otro nombre el que pronunciaban sus labios.
Aún peor era sobrevivir con la certeza de que sus dedos jamás volverían a acariciar aquellos brazos, aquellas mejillas, aquel cuello, aquella espalda que tantas veces había recorrido con la eterna promesa de ser suya para siempre.
Aún si intentara huir de ella nunca podría huir de su mente, y mucho menos de los recuerdos. Recuerdos que cada noche volvían más frescos que nunca y que lo hacían flaquear en su convicción de no volver a mirar ese trozo de pergamino que se había convertido en lo único que le daba fuerzas para seguir viviendo.
"Yo, Hermione J. Granger me declaro completamente enamorada de Draco E. Malfoy y no hay poder que pueda cambiar eso"
Ni siquiera tenía la necesidad de leerlo, cada palabra estaba grabada en su memoria, tan sólo bastaba con un vistazo a la caligrafía roja para que la nostalgia y la impotencia lo invadieran. En teoría el pergamino se encontraba en lo más profundo de su baúl, pero tantas veces había tenido que sacarlo que ahora simplemente descansaba arrugado, de tantas veces que había intentado tirarlo a la basura, en su mesilla de noche en espera de la siguiente ocasión en que su dueño intentara sobreponerse y volviera al fondo del baúl.
Repasó la fotografía una vez más preguntándose por centésima ocasión en las últimas semanas, ¿cómo había creído que todo eran mentiras cuando la miraba así? Era algo que simplemente no lograba entender.
Las cosas con Pansy habían resultado más que bien y los padres de ambos no podían estar más felices por sus hijos, la cena de compromiso sería al día siguiente y nadie en el círculo de familias de sangre limpia paraba de hablar de ello. Había estado tan ocupado sufriendo, sintiendo autocompasión y preocupándose por el estado de Hermione que no había pensado en lo que vendría después.
Tendría que pasar el resto de su vida con una persona a la cual no amaba y tal vez nunca amaría. Estaba dispuesto a ello hacía unos años pero ahora que había conocido el amor no podía dejar de pensar en lo felices que debían ser las personas que se casaban enamoradas.
Aún así, había descubierto que Pansy no era tan desagradable como aparentaba, ahora que había pasado tanto tiempo con ella se había dado cuenta de que era simplemente como él, una víctima del entorno. No era una gran persona pero se podía platicar de cosas de las cuales jamás hubiera pensado hablar con alguien de Slytherin que no fuera Blaise, aunque tenía un enorme defecto: creía ciegamente en el honor de las familias de sangre limpia y en eso Blaise la superaba olímpicamente.
Dejó la fotografía en la mesilla y se recostó en la cama para continuar con lo que se había convertido en casi un ritual. Recreó una vez más en su memoria todas las veces que la había visto con Weasley intentando meter cada una de las imágenes en el fondo de su cabeza en un vano intento de afrontar esa realidad que lo hacía sentir un enorme vacío en su interior.
Hasta ahora se daba cuenta de la intensidad de sus sentimientos hacia Hermione... la había amado lo suficiente como para dejarla ir, pero lo más extraño era que cada imagen que pasaba por su cabeza, más que hacerlo sentir celoso lo entristecían al no ver a la Hermione que él había conocido. La única persona que intentaba darle ánimos era Blaise y aunque no era de mucha ayuda le servía la idea de que alguien ya había pasado por eso y por lo tanto era posible vivir así. Pero entonces se ponía a pensar que tal vez el amor que se profesaban Blaise y Lisa no había sido tan grande como el suyo propio.
Pensando en esto finalmente Morfeo lo visitaba, lo que siempre ocasionaba sueños plagados de lo que hubiera podido ser su vida a lado de Hermione y que hacía que cada despertar fuera más amargo que el del día anterior.
º0olo0º
– Malfoy, eres un estúpido. ¿Cómo esperas que baje de aquí?
– Sólo deja que la gravedad haga su trabajo
– ¿Estás loco? ¡Bájame ahora mismo!
– No hay necesidad de gritar Parkinson, sólo tengo que encontrar el contrahechizo.
Llevaban una hora en la sección prohibida buscando hechizos para levitar hasta que finalmente Malfoy había dado en el blanco con uno tan poderoso que Pansy llevaba 5 minutos flotando cerca del techo y el hechizo no daba muestras de disolverse. Draco miró hacia arriba mientras pasaba el dedo por el índice de un enorme libro y sin poder evitarlo dejó escapar una leve risa.
– ¿Se puede saber de que te ríes? – preguntó Pansy de mal talante sin abrir los ojos.
– Creo que eso es evidente – respondió Draco divertido sin dejar de mirarla
– Si dejaras de celebrar tu tremenda idiotez y buscaras el contrahechizo tal vez podríamos llegar al almuerzo
– Sabes Parkinson... nunca me imaginé que le tuvieras miedo a las alturas – comentó en tono casual sin hacer caso del reproche, lo cual pareció incomodarla.
– ¿De qué hablas? Por supuesto que yo no le tengo miedo a las alturas – dijo en un tono que sólo hizo que Malfoy volviera a reírse – Si tuviera miedo ya te hubiera lanzado una maldición, cosa que no he hecho...
– ¿Y por qué tienes los ojos cerrados? - interrumpió
– Porque... porque... – tartamudeó sin saber que decir, hizo una pausa en la que pareció enfurecerse y finalmente soltó – Eso a ti no te importa, SÓLO BÁJAME DE AQUÍ
– Parkinson, ¿sabías que el primer paso para superar un problema es aceptarlo? – preguntó distraído dando vuelta a las páginas del volúmen que estaba consultando.
– No tengo ningún problema así que no tengo por que aceptarlo. – respondió autosuficiente.
– Entonces abre los ojos – pidió Malfoy como si fuera lo más sencillo del mundo.
– No pienso hacerlo, sólo bájame – respondió testaruda.
– De acuerdo, te bajaré si lo aceptas – dijo poniéndose de pie con el libro en las manos.
– ¿Si acepto qué?
– Sólo tienes que decir "Tengo miedo a las alturas" y romperé el hechizo.
Pansy pareció meditarlo pero su orgullo era demasiado.
– No lo diré así que bájame ahora mismo – dijo desesperada
– Entonces que tengas un buen día – respondió Draco poniendo el libro sobre la mesa.
– ¡NO! – gritó Pansy con pánico – de acuerdo... odio las alturas
– No las odias, les tienes miedo, sólo dilo.
Pansy parecía desesperada, no soportaría la sensación de vacío por mucho tiempo más pero por otra parte aceptar sus temores iba contra sus principios y más aceptarlos frente a Malfoy. Parecía tener una lucha interna hasta que finalmente suspiró.
– Tengo... miedo... a las... alturas... – dijo despacio como si cada palabra le costara un enorme esfuerzo – Ahora bájame – exigió enojada.
– De acuerdo – dijo Draco simplemente antes de murmurar el contrahechizo con lo que Pansy fue capaz de volver a pisar tierra.
Apenas bajó, comenzó a golpear a Malfoy en el brazo con el primer libro que encontró.
– Esto – es –por – intentar – ridiculizarme –dijo acompañando cada palabra con un golpe. Malfoy le quitó el libro de las manos y la miró extrañado.
– ¿Estas loca? ¿Qué ganaría yo con ridiculizarte? – movió la cabeza devolviendo el libro al estante donde pertenecía – Sabes, aceptar tus debilidades no es tan malo como parece, a fin de cuentas no eres perfecta y todos lo saben. De nada sirve engañarte a ti misma. – Pansy sólo sonrió.
– ¿Quién lo diría? Draco Malfoy diciendo esto... supongo que debemos esperar el Apocalipsis – Malfoy se encogió de hombros sin mirarla y siguió regresando los libros – Nunca pensé que Granger te hubiera cambiado tanto.
Draco sintió cómo la ira recorría su cuerpo, ¿Cómo se atrevía a hablar de Hermione? Ella, la que lo había arruinado todo. Pero la sensación punzante en el pecho apareció y el vacío interno se hizo más intenso. Por un instante había apretado su varita bajo la túnica, pero una mirada bastó para que Pansy comprendiera que había cometido un gran error.
– Yo... no quise decir... – tartamudeó sin saber que hacer. No sabía a ciencia cierta si la mirada de Malfoy había sido de advertencia o de tristeza pero lo cierto era que por alguna extraña razón la había hecho sentir más desesperación que cuando estaba flotando en el techo - ... lo siento. – dijo finalmente sin darse cuenta. Draco pareció tranquilizarse y sonrió.
– Ahora sí que debemos esperar el juicio final... ¿Pansy Parkinson diciendo que lo siente? – Pansy lo miró cayendo en la cuenta de lo que había dicho, pero pareció no importarle.
– Todos cambiamos tarde o temprano – dijo simplemente
– No cambiamos – la contradijo con una mirada lúgubre – sólo nos damos cuenta de ciertas cosas – Pansy se encogió de hombros por toda respuesta
– Tal vez..., ¿Ahora podemos ir a almorzar?
– Claro – respondió pasándole su bolsa a Pansy y colgándose la suya sobre el hombro.
La tomó de la mano y le abrió la puerta de la sección prohibida dejándola pasar como todo un caballero. No le molestaba, nunca le había molestado tener que tomarla de la mano o besarla, porque ciertamente no sentía nada cuando lo hacía. Tal vez en el pasado lo hubiera llegado a disfrutar, después de todo Pansy no era fea, pero ahora simplemente no sentía nada.
Al menos no hasta llegar al Gran Comedor...
Mientras Pansy lo llevaba de la mano hasta la mesa de Slytherin su cerebro se desconectaba y durante esos escasos segundos que tardaban en cruzar el Gran Comedor sus ojos se ocupaban de estudiar a esa figura de cabellos castaños que reía tontamente junto a un chico pelirrojo.
– ¿Preparado para la gran noche? – escuchó la voz de Zabinni desde lejos, lo que lo hizo apartar la mirada de la mesa de Gryffindor.
– Por supuesto – respondió distraído mientras comenzaba a llenar de comida su plato.
– Yo que tú estaría nervioso, uno nunca sabe qué tipo de rituales raros acostumbra hacer la familia
– ¿Te refieres a los Schmidt? – preguntó sonriendo
– Por citar un caso... pero creo que al final el chico logró volver a caminar y finalmente pudieron casarse.
– No, mi padre es demasiado práctico, seguramente será una larga noche llena de discursos y formalismos
– Dios, preferiría quedarme soltero antes que tener una "cena de compromiso" – comentó Blaise como si la sola idea le repugnara, haciendo que Malfoy comenzara a reírse.
– Tú preferirías quedarte soltero antes que tener a alguien más que pueda decirte qué hacer – dijo entre risas.
– Pero también por lo de la cena... – comentó a su vez sonriendo – aunque uno nunca sabe... tal vez si encontrara a una chica bonita, inteligente, comprensiva... – dijo mirando a su alrededor como buscando cualidades
– ... de ojos verdes, cabello negro, alta, y de nombre Lisa Turpin lo intentarías, ¿no es cierto? – preguntó burlón sin preocuparse mucho por la reacción que pudiera tener su amigo.
– Sí, creo que sí - confirmó Blaise con la vista fija en la mesa de Ravenclaw sin estar realmente consciente de en qué momento había mirado hacia ahí.
– ¿Has hablado con ella? – preguntó Draco observando a su amigo
– ¿Has hablado con Granger? – preguntó a la defensiva
– No, pero lo tuyo tiene más tiempo, tal vez ya se enfriaron las cosas lo suficiente.
– Malfoy, las cosas jamás se habrán enfriado lo suficiente, no después de cómo terminó todo.
Draco no respondió pero compartía el sentimiento de su amigo y tal vez no existía nadie en muchos kilómetros a la redonda que pudiera comprender mejor a aquellas dos personas, quienes en aquel momento miraban embelesados cada uno al objeto de su afecto, y que hubieran seguido haciéndolo de no ser porque una figura les bloqueó la vista.
– Ya está todo arreglado – dijo Pansy mientras tomaba asiento frente a ellos bloqueándoles la vista – llegaremos a tu casa con un traslador
– De acuerdo – respondió Draco aún con la cabeza en la mesa de Gryffindor – ¿te parece si nos encontramos en el vestíbulo? – Pansy asintió con la cabeza y se dirigió hacia Blaise – ¿tus padres vendrán por ti o vienes con nosotros?
– Si por mí fuera me quedaría en el colegio... pero sí, supongo que iré con ustedes – agregó viendo la expresión de Pansy.
– Sólo intenten no retrasarse, lo que menos necesitaré esta noche es un sermón sobre puntualidad – dijo molesto
– Y que lo digas...
– Creo que iré a terminar el ensayo de Binns, nos vemos en pociones – dicho esto se levantó y tras darle un beso rápido a Pansy se dirigió hacia su sala común.
No pudo evitar mirar una vez más hacia la mesa de Gryffindor mientras cruzaba las puertas del Gran Comedor, tal vez ella estaría levantándose y podría idear alguna forma de acercarse y saborear el aroma que irradiaba su piel, pero no. Se encontraba aún sentada con el brazo de Weasley sobre su hombro. Instintivamente volteó hacia el frente y continuó su camino reprochándose internamente por seguir torturándose sin sentido.
Llegó a su habitación y su mirada se posó sobre el pergamino que descansaba sobre su mesita de noche. Tal vez era hora de volver a guardarlo. Tomó sus libros y comenzó su ensayo en un vano intento por apartar a cierta chica de su mente pero daba igual cuantos deberes hiciera porque simplemente no podía dejar de pensar en ella. Tenía que leer la misma línea tres veces antes de darse cuenta de que estaba haciendo un ensayo para Historia de la Magia.
Su desesperación llegó a tal grado que después de no más de media hora, decidió terminar los deberes en la biblioteca, así al menos tendría más cosas en qué distraerse.
Recogió su bolsa y salió de su habitación. Un rayo de esperanza cruzó su interior aún contra su voluntad al imaginar que tal vez Hermione estaría ahí, como antes, enfrascada en la lectura de un enorme libro o simplemente observando la chimenea, esperando a que él bajara para darle los buenos días.
Sacudió la idea de su mente y cruzó la sala común, que se encontraba desierta, y finalmente salió de la torre. No se hubo bien cerrado el retrato cuando se detuvo en seco sintiendo cómo la sangre se agolpaba en sus sienes, como si hierro candente circulara por sus venas.
"Justo lo que necesitaba" pensó amargamente. Necesitaba desesperadamente sacar sus frustraciones y el destino se encargaba de ponerle la oportunidad en bandeja de plata.
Recargado contra la pared frente al retrato se encontraba Weasley, al parecer esperando. Era una oportunidad que no hubiera dejado pasar ni en sus peores pesadillas. Conservando la calma reanudó su camino intentando parecer indiferente.
– ¿Qué se te perdió Weasley? – preguntó sin mirarlo
– ¿Está Hermione ahí dentro? – preguntó Ron a su vez sin dejarse intimidar. Draco se detuvo y lo miró fijamente con una expresión de profundo desprecio.
– ¿Acaso tengo cara de ser su guardaespaldas? No lo sé, no me dedico a vigilarla
– Pues más te vale no hacerlo – contestó Ron en un susurro desafiante. No iba a caer en la trampa de Malfoy, él sabía... y no iba a desaprovechar la oportunidad de hacerlo rabiar. No después de años y años de insultos.
Al escuchar las palabras de Ron, Draco sólo soltó una carcajada.
– No te preocupes – dijo entre risas, una risa que más que contagiarse estaba plagada de odio – vigilar personas sin importancia no está en mi agenda. ¿Acaso dudas de tus habilidades para retener a una chica? Porque si yo fuera tú, que dios me libre – agregó con sorna – no la dejaría mucho tiempo sola, tal vez no regrese.
– Hermione es mi novia y eso no va a cambiar tan fácilmente – dijo autosuficiente. Sabía que ningún insulto podría surtir más efecto que aquellas simples palabras, ambos lo sabían, tal vez uno mejor que otro, pero a fin de cuentas estaban jugando el mismo juego. Un juego que había comenzado desde hacía tiempo, desde que ambos habían conocido el amor a manos de la misma mujer.
Pero Draco no iba a dejarse intimidar tan fácilmente.
– Cierto... por poco lo olvidaba, permíteme felicitarte. Un pobretón como tú y una vulgar sangre sucia como ella... sus hijos serán... como decirlo... agraciados – terminó con la misma cínica sonrisa de hacía unos momentos, pero ahora fue el turno de Ron de permitirse una leve risa.
– ¿Así que al fin aceptaste tu condición? – preguntó Draco observándolo divertido – ¿o es que burlarte de ella te ayuda a no hacerle frente?
– A mí no me engañas Malfoy – dijo simplemente con el último esbozo de sonrisa. Draco se quedó estático, ¿de qué demonios estaba hablando?
– ¿Qué se supone que significa eso? – preguntó intentando negarse a sí mismo lo que estaba a punto de escuchar, no de él, no de Weasley.
Ron se tomó su tiempo antes de contestar, imaginando lo que sabía estaría pasando por la mente de Malfoy.
– Significa que yo no me trago tu estúpido cuento de la apuesta, significa que sé muy bien que tú en verdad la amabas, y mejor aún, que la sigues amando – se detuvo a disfrutar del efecto de sus palabras, esperando un insulto, un intento de negarlo todo, incluso un golpe. Pero el rubio se limitó a mirarlo, como desafiándolo a que continuara – aún no sé la razón, pero algo pasó que tuviste que abandonarla.
– Por Merlín Weasley, ¿y pensaste eso tú sólo? – dijo lo primero que le salió de la mente, lo que hubiera respondido ante cualquier comentario. No lo negó, ni lo aceptó, pero ni falta que hacía. La desesperación había comenzado a brotar por sus ojos y Ron lo había notado. – ¿y pensaste también que en el momento que yo quiera puedo regresar con ella?
– Sólo en tus sueños... No nos hagamos estúpidos ¿quieres? Hiciste las cosas demasiado bien... demasiado elaboradas. Tú te encargaste de que Hermione jamás te perdonara, porque sabias que la razón para abandonarla podía más que cualquier cosa. Una razón que tiene mucho que ver con Pansy Parkinson
Draco bufó. Sí, claro, como si todo fuera tan simple como Pansy Parkinson. No supo que decir, por primera vez no tuvo un comentario insultante que dirigirle así que optó por quedarse callado, dejando a Ron sacar toda la frustración que había acumulado a lo largo de los años en contra de él.
– Pero te lo advertí, y no quisiste escucharme. Aquella noche, te lo dije, tú solo la ibas a ahuyentar... sin mi ayuda.
Un zumbido comenzó a hacerse presente en su cabeza, no podía pensar, sólo sentía cómo cada palabra que Ron pronunciaba taladraba su mente y no podía hacer nada para evitarlo.
– Y créeme, me he divertido de lo lindo viéndote sufrir, cada vez que ella me abraza, cada vez que me besa... y en parte te entiendo porque por la forma en que besa...
Aquello fue demasiado, lo tomó del cuello de la túnica y lo estampó contra la pared. Pero sólo pudo mirarlo con todo el odio que fue capaz. Podría golpearlo, sí, pero eso no le ayudaría, porque él también sabía... sabía que cada palabra era verdad y por eso era que dolía tanto escuchar. Y también fue por eso mismo que Ron siguió hablando, sin importarle lo que pasara, estaba consciente de que en aquella situación sus palabras herirían a Malfoy mucho más que un golpe.
– Así que cada que la veas y trates de controlar tus ansias por tenerla, recuérdalo. Ella es mía – Dijo lentamente las últimas tres palabras, como intentando que quedaran grabadas en la mente del rubio.
– Y cada vez que la beses, recuerda que ella estará pensando en mí – respondió Draco simplemente en el mismo tono. El brillo triunfal en los ojos de Ron desapareció para dar lugar a una expresión de congoja mientras Draco lo miraba con su típico aire de superioridad.
Ron no supo que responder, apretó los puños deseando con todas sus fuerzas poder estamparlos contra el rostro que tenía delante. Se quedaron mirándose, como desafiando al otro a que dijera otra verdad, otro comentario hiriente. Tal vez Ron lo hubiera golpeado al no saber que contestar, o tal vez no, pero nunca lo sabrían porque en ese momento se escuchó una voz proveniente de las escaleras.
– ¡¿Ron!
Ambos voltearon y ahí estaba ella, la manzana de la discordia, tan bella como siempre. Ella y el imbécil de Potter.
Draco se sintió avergonzado al verla, ¿cómo podían hablar así de ella? Como si fuera un vil objeto que ambos anhelaban... Soltó la túnica de Ron no sin antes volver a susurrarle "recuérdalo" mientras se acomodaba la corbata y echaba a andar hacia el otro lado del pasillo bajo la reprobatoria mirada del retrato.
– Ron, ¿qué sucedió? – preguntaron al pelirrojo en cuanto hubieron llegado hasta él, Ron seguía observando la figura de Malfoy alejarse, aún con los puños apretados y la furia contenida pugnando por salir.
– Imbécil... – murmuró sin darse cuenta realmente de lo que sucedía a su alrededor.
– ¿Ron, estás bien? – la voz de Hermione lo sacó de sus pensamientos.
– Sí, estoy bien – contestó abrazándola, como convenciéndose de que las palabras de Malfoy no eran verdad, porque él la tenía entre sus brazos.
– ¿Qué buscaba? – preguntó Harry lanzando una mirada reprobatoria al final del pasillo donde aún se veía la silueta de Malfoy caminando lentamente.
– Lo de siempre – respondió Ron encogiéndose de hombros mientras soltaba a Hermione y le acariciaba la mejilla – Malfoy no necesita una razón para demostrarnos que no tiene cerebro.
– ¿Qué te dijo? – preguntó Hermione esta vez
– Nada de que preocuparse – respondió evasivamente
– ¿Pero qué fue lo que te dijo? – volvió a preguntar. Hacía unos meses esa respuesta hubiera sido suficiente pero ahora tenía razones para pensar que Malfoy haría lo que fuera para terminar de arruinarle la vida y si eso incluía meter ideas en la cabeza de su novio seguramente lo estaba haciendo ya. No, lo mejor era tener las cosas claras desde el principio.
– ¿Y por qué tanto interés? – preguntó Ron perdiendo la paciencia, no quería ponerse a pensar en lo que Malfoy le había dicho y ahí estaba ella, obligándolo a recordar. – si tanto te importa lo que haga o diga Malfoy...
Ron, sabes que las cosas no van por ahí...
– Yo no estaría tan seguro...
– ¿Y qué se supone que significa eso? – preguntó exasperada. ¿Desde cuándo Ron le hablaba de esa forma?
– Lo sabes bien – respondió sin mirarla, lo que hizo que Hermione se enfadara más.
– No, no lo sé, explícamelo – se cruzó de brazos mientras Ron miraba hacia el techo de piedra. Bajó la cabeza lentamente y la miró con furia.
– Si tienes tanto interés, ¿por qué no vas y se lo preguntas a Malfoy? Al fin y al cabo viven en el mismo lugar, estoy seguro de que en una de sus largas conversaciones puedes preguntárselo.
Hermione le devolvió la mirada, si hubiera sido cualquier otro chico le hubiera plantado senda cachetada, pero era Ron, y aunque sabía que su actitud probablemente era obra de Malfoy eso no le impidió susurrar.
– Sí, creo que lo haré.
– Ejem... creo que es hora de ir a clase – comentó Harry intentando empujar a Ron hacia las escaleras pero éste no se movió, seguía mirando a Hermione fijamente.
– Nos vemos después – dijo Hermione dándose la vuelta y entrando por el retrato sin siquiera mirar atrás.
– Ahora si cruzaste la línea – comentó Harry empujándolo de nuevo y teniendo éxito esta vez.
– ¿Escuchaste lo que dijo? – preguntó Ron ensimismado.
– No te refieres a lo de preguntarle a Malfoy ¿cierto? – dijo Harry comenzando a exasperarse, ¿cómo podía ser tan obstinado?
– Tú la oíste...
– Ron por favor, la hiciste enfadar demasiado, hubiera sido capaz de decir mil cosas peores.
– Pero dijo eso... – contestó Ron sin estar consciente realmente de lo que hacía. Harry se detuvo al escuchar sus palabras y preguntó simplemente.
– ¿Qué te dijo Malfoy?
– Que ella aún lo ama... y creo que es cierto – agregó al ver que su amigo abría la boca para discutir. – Nadie puede olvidar tan fácilmente y menos cuando ella estaba tan enamorada
– Tú lo has dicho, "estaba" pero ahora es tu novia
– ¿Pero qué tal si regresa con él? – preguntó preocupado
– Hermione no es así y Malfoy le hizo suficiente daño como para que ella se dejara llevar otra vez. Además, ella preferiría morir antes que verte sufrir. – explicó intentando transmitirle seguridad a su amigo. Ron guardó silencio unos segundos.
– ¿Soy un estúpido verdad? – preguntó derrotado.
– Sí, más o menos pero aún puedes pedirle perdón – lo animó Harry dándole unas palmadas en la espalda mientras llegaban al aula y se reunían a los estudiantes que esperaban recargados en el pasillo la llegada del profesor.
– Espero que me perdone... – contestó Ron. Se había comportado como un imbécil pero aún le rondaban las palabras de Malfoy por la cabeza, ¿cómo sacar sus preocupaciones?
º0olo0º
Se arregló la corbata una vez más frente al espejo. Honestamente no tenía muchos ánimos de salir esa noche pero era necesario. Esa noche se convertiría en el prometido de Pansy Parkinson, lo que vendrá a significar un adiós definitivo a Hermione o al menos a cualquier esperanza de arreglar las cosas y volver con ella.
Tomó el frasco de colonia y mientras se rociaba pensó en Weasley... se había dado cuenta de la satisfacción que le había causado dejarlo callado, el poder tener el control de la situación, pero después de todo era Weasley y nunca hubiera podido vencer a un Malfoy.
Aún recordaba su expresión al escuchar sus palabras, sonrió a su reflejo al imaginar que seguramente sus palabras perseguirían al pelirrojo por mucho tiempo. Pero recordó lo que había pasado después y se sintió culpable.
Porque él había escuchado...
Weasley le había reclamado a Hermione, ¿cómo se atrevía? Había tenido que contener el impulso de dar media vuelta y romperle la nariz sin vacilar. Weasley le había reclamado a Hermione por su culpa, por lo que él había dicho y porque el pobretón había sido lo suficientemente estúpido como para tomárselo muy en serio.
Él no quería eso, esa nunca había sido su intención aunque para qué negarlo... en cierta forma le alegraba que aquella relación tuviera problemas pero no quería ver a Hermione sufrir y precisamente eso había provocado.
Se prometió que haría algo para arreglarlo, lo que fuera por verla feliz...
º0olo0º
Llevaba cinco minutos sin poder pasar del mismo párrafo. No dejaba de pensar en Ron y en... no, no pensaba en él, ¿o sí? Lo hacía, pero no en la forma en que solía hacerlo. ¿Qué le habría dicho a Ron? No lo sabía, pero había sido algo que le había dolido en verdad al pelirrojo, y a juzgar por la forma en que la había tratado, todo estaba relacionado con ella...
No estaba enfadada con Ron, en parte entendía su reacción. Sabía cuánto odiaba a Malfoy y qué tanto podían afectarle las palabras de éste. Además. Malfoy sabía perfectamente cómo reaccionaría Ron y no dudaba que lo había hecho a propósito, para quitarle cualquier oportunidad de ser feliz, por mínima que fuera.
"Si tienes tanto interés, ¿por qué no vas y se lo preguntas a Malfoy?" había dicho Ron, pues bien, eso haría. Se levantó decidida del cómodo sillón para dirigirse a la habitación de Malfoy pero justo en ese instante la puerta se abrió y su mente quedó en blanco.
Todo intento de reproche se fue de su cabeza, simplemente la abandonó llevándose consigo cualquier otro pensamiento. No supo dónde estaba ni como se llamaba. No supo nada porque en ese momento lo único que importaba era aquella visión que bajaba lentamente las escaleras con su aire aristocrático.
Nunca, jamás, lo había visto así... tan excesivamente atractivo.
Vestía un traje negro, al parecer muy costoso, que resaltaba su piel pálida y hacía a sus ojos verse mucho más grises que de costumbre. El cabello rubio, completamente engominado y los lustrosos zapatos de diseñador le daban un aspecto más allá de la elegancia.
Bajó el último peldaño y como un soplo de viento le llegó el aroma a colonia fina, aquel olor que tan bien conocía y que podía hacerla perderse si es que cabía más. Hubiera podido pasar una eternidad contemplándolo, con su impecable forma de caminar, pero una voz, tal vez su conciencia le recordó "Él no se arregló para ti" y todo su mundo de ensueño dejó de existir súbitamente.
Despejó su mente y ese mismo pensamiento la ayudó a mantener la voz lo más fría que pudiera.
– Necesito hablar contigo – articuló
Draco escuchó que lo llamaba y tuvo que hacer uso de toda su fuerza de voluntad para no detenerse y en cambio, susurrar inexpresivamente
– No tengo tiempo ahora Granger
– No te preocupes, no te quitaré mucho de tu valioso tiempo – dijo sarcásticamente y esta vez Draco volteó a verla lo que la hizo sentir como si corazón estuviera atorado en su garganta.
– De acuerdo, pero date prisa
La conocía demasiado bien, bastó un vistazo para darse cuenta que la tenía embelesada con su aspecto y el simple pensamiento hizo que su pulso acelerara.
– ¿Qué le dijiste a Ron?
Decidió irse sin rodeos, tenía que terminar con esto lo más pronto posible o Malfoy se daría cuenta de que aún causaba efecto en ella.
– Eso es algo que no tengo por qué decirte
Lo dijo sonriendo, disfrutando de lo que seguramente ella estaría sintiendo. Sabía que podía desarmarla con una simple sonrisa y para aumentar su ventaja dio un paso hacia delante, como retándola, convirtiendo su distancia a centímetros.
– No tienes ningún derecho de decirle a Ron cosas sobre mí.
Ella dio a su vez un paso hacia delante, desafiante, intentando aparentar que no iba a dejarse intimidar, pero por dentro era un manojo de sensaciones confusas que no la dejaban pensar.
– Nadie me dice lo que puedo o no hacer...
La distancia que los separaba podía medirse con una mano, ambos sentían cada latido de su corazón como truenos que estallaban en sus oídos, una sensación electrizante se extendía hasta las yemas de sus dedos.
La mente de Hermione volvió a quedar en blanco y Draco sólo percibía el aliento ajeno, de esos labios entreabiertos, que chocaba con los propios.
Todo desapareció y ambos leían nada más que anhelo en los ojos del otro. Anhelo puro que clamaba por recibir su recompensa después de tanto tiempo de no perderse en esos ojos castaños, en esos ojos grises...
El tiempo se detuvo.
0olo0olo0olo0olo0olo
