Los días pasaron y esa noche se convirtió en un recuerdo que ambos intentaban olvidar. No se habló más del asunto, ni siquiera cuando al día siguiente se encontraron frente a frente al salir de sus dormitorios.

Hacían como si nada hubiera pasado, como si él no la hubiera llamado "Hermione"... como si ella no hubiera contestado... era la confirmación silenciosa de que ambos habían soñado lo mismo, de que no había sido real.

Pero lo había sido. Por más que doliera, por más que intentaran no repetir las palabras en su cabeza, por más que intentaran no verse... era imposible huir de la realidad. De su realidad. De ese mundo en donde Draco se sentía enfermo a la simple mención de Ronald Weasley, en donde a Hermione se le iban las fuerzas en tratar de mirar esos ojos grises.

Y con la confusión, la lluvia también persistió.

Ahora Draco pasaba la mitad de su tiempo viendo llover, con la frente pegada en una ventana o sentado en los jardines observando las gotas romper la superficie del lago una por una, en esa actitud nostálgica que Pansy calificaba como depresiva, pero que, como Blaise le había explicado, se remontaba a cuando ambos eran pequeños y Lucius le impedía salir a jugar en la lluvia y se quedaba toda la tarde sentado en la ventana viendo a Grëtchen y a él mismo brincar de charco en charco.

En realidad las razones de Draco para ver llover iban más allá... más aún en ese momento. Era como si la lluvia lo escuchara, como si compartiera su sufrimiento, como si cayera sobre él intentando lavar todo aquello que amenazaba con matarlo por dentro

Más que eso... lo hacía sentir.

Ya nada lo emocionaba, ni lo intrigaba, ni nada... con trabajos le daba hambre. La euforia le era desconocida e incluso la tristeza parecía algo pasado. Ya no sufría. Cierto, aquella noche había sido como volver a perderla, porque por un momento pensó que todo volvería a ser como antes, pero esa ilusión se había derrumbado... y se había llevado consigo al resto de su persona.

Las heridas seguían abiertas, intactas, frescas... pero ya no las sentía. Era como si lo hubieran golpeado al punto de ya no sentir más. Y se sentía solo.

No quería saber nada de ella, sólo quería estar tranquilo, en paz, sin hacer nada... recargado en la ventana.

Nada tenía importancia, al menos ya no para él. Y cada que la miraba y ella agachaba la mirada se sentía menos vivo... más solo... porque conocía esa expresión.

Y así como el tiempo pasaba la fiesta del ministerio se acercaba y Draco cada vez estaba más convencido de que no tenía sentido asistir.

– Yo insisto en que deberías ir – repetía Pansy por enésima ocasión cuando faltaban sólo un par de días para la fiesta

– Pansy, si quieres ir sólo ve – contestó Draco sin siquiera mirarla – no importa si yo vaya o no

– ¿Qué te hace pensar que yo quiero ir? – esta vez el chico apartó la mirada del cristal y la miró con las cejas levantadas como si fuera obvio – De acuerdo... pero aún así tú deberías salir¿o piensas quedarte pegado a esa maldita ventana por el resto de tu vida por temor a encontrártela?

– No – dijo simplemente – sólo hasta la graduación

Pansy suspiró sonoramente y volvió a perderse tras la revista que estaba leyendo.

– Los dos se aman – dijo cansinamente después de un rato, sin apartar los ojos de su revista – No sé por qué arman tanto embrollo al respecto

– Eso tienes que preguntárselo a ella

– Disculpe Mr. Hay-cosas-que-tú-no-entiendes – miró hacia la ventana – pero fuiste tú el que dijo que ustedes no podían estar juntos.

Draco le devolvió la mirada unos segundos antes de sonreír de lado.

– Quieres saber las razones...

– ¿Qué?

– Quieres saber por qué yo no quería decirle la verdad ¿cierto? Pues voy a decírtelo – dijo mientras se alejaba de la ventana y tomaba asiento en el otro extremo del sillón donde Pansy lo miraba sorprendida.

– ¿Por qué?

– Para que dejes de verme como si todo esto fuera mi maldita culpa

– Yo no... – Draco alzó las cejas y Pansy optó por guardar silencio y hacer a un lado su revista mientras se acomodaba en el sillón – soy toda oídos – dijo finalmente

Draco se pasó una mano por el cabello y comenzó su relato. Le contó todo lo que podía recordar... sobre la pesadilla, sobre Blaise, sobre lo que le había dicho Grëtchen y lo que había pasado después, sobre su padre... sobre su creciente temor de que el sueño se convirtiera en realidad y sobre la forma en que el cuerpo de Hermione caía sobre la hierba antes de despertarse cubierto en sudor. Cuando terminó, Pansy lo miraba fijamente.

– ¿Eso es todo? – preguntó

– Sí¿querías algo más? – dijo turbado por la expresión de su amiga, parecía de... ¿alivio?

– No, pero pensé que sería algo peor...

– ¿Peor? – exclamó Draco, incrédulo – ¿Peor que ver cómo la mato noche tras noche?

– No – dijo inmediatamente – pero vamos... que es sólo... un sueño...

Draco se dejó caer en el respaldo del sillón y se llevó las manos a la cara, pero no dijo nada así que Pansy prosiguió

– No puedes esperar que se haga realidad, a fin de cuentas es una pesadilla, nada más.

– Aunque lo fuera – dijo dejando caer las manos – tú misma lo dijiste¿y si mi padre se entera?

– ¿Y piensas dejar...? – comenzó, pero Draco la interrumpió

– Déjalo Pansy, de cualquier forma eso ya no importa – dijo miserablemente – sólo déjalo

La chica se acercó hasta donde estaba Draco y le tomó la mano cariñosamente mientras recargaba la cabeza en su hombro.

– Lo siento Draco – dijo en un susurro – de verdad lo siento...

Desde ahí, Draco aún podía escuchar la lluvia.

º0olo0º

– Y entonces... Seamus grita "¿dónde están mis pantalones!" y ¡todos se tiran al piso, jajajaja

Era temprano, la sala común estaba llena de personas que ya habían terminado su almuerzo y la carcajada de Ron resonaba en todos los rincones mientras Hermione miraba la ventana con una vaga sonrisa en el rostro, indicando que al menos sabía que era Ron el que reía.

– ¿Hermione? – preguntó Ron una vez que la risa le permitió volver a hablar – ¿estás escuchando?

– ¿Qué? Oh, sí, claro... jaja, muy gracioso – dijo, saliendo de sus ensoñaciones

– No tienes idea de lo que dije ¿cierto?

– Por supuesto que sí

– ¿Ah sí¿sobre qué estaba hablando? – preguntó, cruzándose de brazos. La sonrisa de Hermione vaciló un poco.

– Sobre... pantalones – dijo con toda la seguridad que pudo, que, sin embargo, no logró engañar a Ron

– Hermione¿qué pasa? Llevas días así – dijo preocupado, mientras le acariciaba una mejilla – perdida en el espacio...

– Lo siento, no pasa nada es sólo que... los exámenes se acercan y no he dormido bien y ser premio anual... – hizo un gesto de agobio

– Me imagino, además, no debe ser nada fácil compartir sala común con Malfoy... dijo con inmenso disgusto

"Malfoy..." la palabra llegó hasta el cerebro de Hermione y se levantó inmediatamente.

– Olvidé que debo ir a la biblioteca – dijo sin mirar a Ron, quien seguía con la mano extendida en el exacto lugar donde segundos antes había estado su mejilla.

– ¡Hermione! – dijo entre confundido y enfadado, pero el retrato de la sala común ya se había cerrado tras ella.

Ron miró a su alrededor completamente aturdido. ¿Qué pasaba con Hermione? Era verdad que llevaba días así, desapareciendo de repente, sin hacer caso a nada... era muy, muy extraño. Y más era que siempre huía de aquella forma, haciendo como si hubiera recordado algo importante, la última vez incluso había estado besándola cuando Parvati, Lavender y otras dos chicas de quinto se habían puesto a platicar junto a ellos y ella había salido volando a "terminar una tarea".

Al principio había pensado que tal vez él decía o hacía algo inapropiado, pero ¿qué? Lo único que había dicho era lo horrible que sería compartir sala común con...

Malfoy.

La comprensión cayó sobre él como un balde de agua fría. ¿Sería posible que Malfoy siguiera... entrometiéndose?

Estúpido Malfoy, mil veces estúpido.

Seguro que Parvati, Lavender y compañía habían dicho algo sobre él para que Hermione saliera de ahí como si en eso se le fuera la vida. Después de todo ellas lo consideraban como algo cerca de un dios al que había que reverenciar... desagradable...

Se levantó y cruzó el retrato ignorando a Harry que le hacía señas desde el otro lado de la sala común y sin siquiera disculparse cuando derribó a Jimmy Peakes en su prisa por salir.

Cruzó escaleras y pasillos, atravesó tapices y buscó en aulas y justo cuando estaba a punto de volver a la torre por el mapa del merodeador encontró lo que buscaba. En las escaleras tras la puerta de entrada, en el pequeño espacio donde la lluvia no mojaba, sentado entre Blaise Zabini y Pansy Parkinson.

Se acercó lo más que pudo sin ser notado hasta que le llegó un trozo de conversación

– Blaise, eres más terco que una mula¿cómo puedes decirle que haga eso? – decía Pansy exasperada.

– Eres una chica, no te esfuerces en entenderlo...

– Draco, dile algo...

– Tiene razón, Pansy¿qué quieres que yo haga?

– Malfoy – llamó Ron finalmente, decidido a que no escucharía nada que valiera la pena

El aludido se giró y al ver quién lo llamaba se puso inmediatamente de pie. Sus amigos hicieron lo mismo y, Ron pudo notarlo, cada uno lo tomó de una manga de la túnica. ¿Por qué? No lo sabía, pero daba la impresión de que estaban seguros de que se lanzaría a golpearlo de un momento a otro. Decidió ignorarlo.

– No tengo tiempo Weasley – dijo Draco antes de continuar su camino, pero Ron se movió hacia la derecha, impidiéndole pasar. Draco lo miró, era difícil leer su expresión.

– Adelántense si quieren – dijo a sus amigos quienes lo sujetaron más fuertemente

– Malfoy... – comenzó Blaise en tono de advertencia

– No importa Zabini, en serio, adelántense

Lo soltaron lentamente y Pansy abrió mucho los ojos, en la misma forma de advertencia, mientras se alejaban. Draco negó suavemente con la cabeza. Blaise, por su parte, golpeó a Ron en el hombro al pasar por su lado.

– ¿Qué quieres? – preguntó Draco cuando Blaise y Pansy estuvieron fuera de vista.

– ¿Qué le hiciste a Hermione? – preguntó Ron sin rodeos. Draco bufó

– ¿Qué?

– Algo le hiciste, o dijiste, no lo sé – explicó con disgusto – ha estado muy rara y sé que tiene que ver contigo.

– Eres un idiota – dijo Draco tranquilamente al tiempo que se cruzaba de brazos, Ron optó por ignorarlo.

– Contéstame Malfoy, estoy esperando – pidió de nuevo. Draco giró los ojos y negó con la cabeza levemente.

– Tú simplemente no lo entiendes ¿verdad? – dijo sacando toda la envidia, odio, rencor y exasperación que le inspiraba la persona parada frente a él.

– ¿A qué te refieres? – preguntó Ron, desorientado.

Draco bufó. No podía ser que estuviera teniendo esa conversación, no en ese momento, no con él.

– Es tuya, toda tuya, y lo único que se te ocurre es venir a reclamar – explicó abriendo los brazos – Eres un idiota – agregó visiblemente molesto – En lugar de venir a hundir más mi vida deberías aprovechar que ella te ama. Cásense, tengan hijos, lo que sea, sólo déjenme en paz.

Y dejó a Ron plantado frente a la puerta de entrada. Una cosa era segura: algo había pasado entre ellos, algo que le había puesto un alto a Malfoy. En circunstancias normales se hubiera puesto a gritar de emoción, pero es que la expresión de dolor y desilusión en los ojos de Malfoy era algo difícil de olvidar.

º0olo0º

"En tiempos antiguos, las familias mágicas eran reconocidas por un sello distintivo, a través del cual daban a conocer su prestigio. Con este sello marcaban cada una de sus posesiones, desde la vajilla donde tomaban sus alimentos hasta los pañuelos que sobresalían de sus solapas. Incluso se tienen registros de que Gueldres el noble gustaba de marcar a sus sirvientes con hierro incandescente, sin embargo, esta práctica..."

Cerró el libro, asqueada, con imágenes de sirvientes quemados pasando por su cabeza.

Suspiró

Había estado buscando cualquier cosa referente al pañuelo durante los últimos días y lo único que sabía con certeza era que pertenecía a un mago. "Gran ayuda..." pensó, y como si fuera un ritual se metió la mano al bolsillo derecho y lo sacó, doblado en cuartos, miró aquel símbolo que no podía apartar de su mente: un círculo con extrañas formas plateadas en el centro. Se veía elegante. Le recordaba algo, pero no sabía a qué.

La cena del ministerio sería esa noche y Pansy había decidido que sería una buena oportunidad para buscar cualquier cosa, cualquier pista. Sentía que la respuesta estaba frente a su nariz, pero no la veía.

Jugó con él entre sus dedos y miró hacia arriba, el techo de la biblioteca le devolvió la mirada mientras la ya conocida sed de venganza fluía por sus venas. Fue un alivio que viera hacia arriba porque en ese instante Draco entraba por la puerta y le dio el tiempo suficiente para esconder el pañuelo antes de que llegara hasta ella.

No le había dicho nada, aún cuando la había ayudado tanto. Pero pensaba que el estado anímico de Draco ya estaba suficientemente deteriorado como para agregarle algo más en qué pensar. Investigaría y entonces, cuando supiera algo, tal vez sería conveniente contarle, antes no. Blaise tampoco era una buena opción porque entonces Draco se enteraría de cualquier manera.

El chico se dejó caer en la silla frente a ella y arrojó su bolsa ruidosamente sobre la mesa.

– ¿Y bien? – preguntó ella con una media sonrisa, observándolo cruzar los brazos y recargarse de lleno en el respaldo.

– ¿Y bien qué? – preguntó él a su vez, sin mirarla. Pansy sonrió aún más. Draco podía darle mucho miedo cuando se enojaba, pero cuando adoptaba esa actitud, como un niño pequeño enfurruñado porque su madre no le compró caramelos, no podía menos que divertirla.

– ¿Mandaste a Weasley a la enfermería o sólo le lanzaste un par de maldiciones?

– Es un idiota, un maldito estúpido – dijo lleno de rabia contenida

– ¿Qué te dijo? – preguntó Pansy muy interesada

– Quería saber qué le había hecho a Hermione... – contestó indignado, como si fuera lo más ilógico del mundo.

– ¿Y?

– ¿Cómo que "y"? – repitió Draco – si Weasley dejara de preocuparse por lo que hago o no y le pusiera atención a Hermione otra cosa sería, pero tal parece que lo único que hace es buscar excusas para culparme de todo – susurró rápidamente, intentando no llamar la atención de Madame Pince – Pues bien, el problema no soy yo

– ¿Qué esperabas? La chica no lo ama, necesita buscar un culpable – explicó prudentemente. Draco la miró, sorprendido de que, por una vez, Pansy le hubiera dado la razón.

– ¿Pero por qué tiene que usarme a mí de chivo expiatorio?

– ¿Realmente tengo que contestar a eso? – preguntó con sarcasmo, Draco rodó los ojos

– Yo sólo quiero que me dejen en paz – dijo finalmente.

– ¿Y piensas conformarte, así nada más? – insisitió con un deje de incredulidad.

– No me estoy conformando, yo ya hice todo lo pude y si ella ama a Weasley...

– No te engañes Draco – interrumpió Pansy – ambos sabemos que te ama a ti.

– Tal vez – contestó simplemente – pero si no lo quiere aceptar, yo ya no tengo fuerzas para convencerla.

– Pero...

– Basta Pansy, hemos tenido esta conversación cientos de veces y no estoy de humor para discutir otra vez.

La chica abrió la boca para reclamar, pero ante la mirada que le lanzó Draco simplemente se dejó caer en el respaldo de la silla. Ambos sacaron sus libros y se pusieron a trabajar sin intercambiar palabra.

– ¿Vamos a ir a la cena? – preguntó Pansy después de un rato

– Tú vas a ir

– ¿No vas porque no tienes ganas o porque no quieres verla? – dijo con sorna

– No voy porque no quiero verla, porque no puedo estar en el mismo lugar que Weasley por más de dos minutos y porque no tengo ganas de sonreír toda la noche como si nada me hiciera más feliz que estar ahí – contestó sonriendo falsamente, sin dejar de escribir.

– Bien, si preguntan, diré que me invitaron – dijo Pansy con un suspiro

Draco soltó la pluma y esbozó la primera sonrisa sincera de la tarde.

– Lo siento, es sólo que... en verdad no quiero ir – dijo cansinamente

– No hay problema – le devolvió la sonrisa – creo que iré a arreglarme, quiero darme un largo baño – comentó guardando sus cosas y poniéndose de pie. Draco la imitó.

– Creo que yo haré lo mismo – se acercó y posó una mano sobre su hombro en gesto paternal – no bebas, no fumes, no dejes que nadie se sobrepase y si necesitas algo...

Una enorme carcajada por parte de Pansy lo interrumpió y tuvieron que salir rápidamente de la biblioteca antes de que Madame Pince llegara hasta su mesa a regañarlos.

– Asegúrate de que el baño no sea muy largo, necesito usar la chimenea de tu sala común – dijo una vez que caminaban por el pasillo y que hubo dejado de reír

– No hay problema

Caminaron un poco más hasta llegar a una bifurcación, donde se detuvieron.

– Entonces nos vemos al rato – dijo Draco devolviéndole a Pansy los libros que, como todo un caballero, le llevaba cargando.

– ¿Podrías hacerme un favor? – dijo de repente, el chico la interrogó con un gesto de cabeza – no vayas a la fiesta pero por merlín, rasúrate.

– ¿Qué tiene de malo? – preguntó Draco pasándose la mano por las mejillas en las cuales tenía ya acumulada la barba, un poco más oscura que su cabello, de más de una semana.

– Pareces delincuente juvenil – explicó con una mirada de disgusto.

– De acuerdo, pero entonces no te aseguro que esté puntual para abrirte el retrato

– Estoy dispuesta a pagar el precio – comentó simplemente, Draco la miró como diciendo "muy graciosa" a lo que ella soltó una leve risa.

– Nos vemos – la escuchó decir antes de desaparecer por el camino de la derecha, Draco tomó el de la izquierda y comenzó a subir escaleras.

Sus pies lo condujeron automáticamente hasta el retrato de su torre y, como cada vez que se encontraba frente a él, experimentó esa extraña sensación de que tal vez encontraría a Hermione del otro lado. Como siempre, se equivocó y mientras la atravesaba dirigiéndose a las escaleras que llevaban a su dormitorio cayó en la cuenta de que ninguno de los dos pasaba ya tiempo en la sala común.

No sabía si él mismo no lo hacía porque no quería encontrársela o porque no sabría que hacer de habérsela encontrado o porque simplemente el estar ahí le traía tantos recuerdos que después de un tiempo sentía que se asfixiaba.

Después de todo esa torre estaba llena de recuerdos, incluso su propia habitación invocaba su memoria, pero vamos, no podía dormir en otro lugar, así que si ambos tenían que hacer su mayor esfuerzo por no recordar, un buen principio era el no utilizar esos sillones donde habían pasado tantas noches y tantos días contemplando la chimenea, abrazados el uno al otro, besándose, lanzándose almohadas o simplemente disfrutando de la compañía, sintiéndose dichosos porque la otra persona existía.

Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta de su baño y, contrario a lo que normalmente habría hecho, lanzó prenda por prenda a través de la puerta abierta hacia un rincón de su dormitorio. Finalmente se metió en la tina y con un movimiento de varita la puerta se cerró. Se hundió más en el agua, hasta que sólo su nariz sobresalía.

Y fue precisamente el agua lo que le impidió escuchar que, en más de una ocasión, el retrato se abría.

Porque de una cosa estaba seguro, su baño sería muy, muy largo.

º0olo0º

Hermione Granger veía el cielo pintarse de rojo, lentamente, muy lentamente. Lloraba. No sabía por qué, o tal vez sí y ese era el problema. No quería aceptarlo.

Estaba sentada en su cama, una mano aferrada a la colcha, sus uñas clavándose en la tela. La otra, sujetaba un largo vestido rojo. Rojo como la sangre, como la pasión... rojo como el cielo. Parecía que lo abrazaba

A su lado, también sobre la cama, descansaba una caja de color dorado, abierta. Un poco más allá, una nota, escrita en tinta del mismo color que la caja. Y había sido en realidad ese pequeño rectángulo de papel, con letras en él, lo que había hecho que las lágrimas comenzaran a caer por sus mejillas.

"Para que luzcas hermosa para él"

Decía la nota. Seis simples palabras.

Había entrado a su habitación dispuesta a darse un baño y había encontrado la caja en el centro de su cama. Le había parecido extraño. La había abierto y dentro no sólo había encontrado un vestido, había encontrado el vestido más hermoso que había visto en su vida, un vistazo había bastado para darse cuenta de eso. La tela... era suave como seda, pero a la vez muy diferente, jamás había visto, ni mucho menos sentido, algo parecido.

Había sonreído, agradeciendo mentalmente a Ron, alabando su buen gusto y su linda atención para con ella, pero entonces lo había sacado de su caja y una nota había caído. Y la ilusión se había desmoronado.

"Para que luzcas hermosa para él..." si las palabras se las lleva el viento, entonces ¿por qué sufría? Porque se había dado cuenta de que no quería verse hermosa para Ron. No. Ese vestido se lo habría puesto para Draco, porque si él no pensaba que era hermosa, entonces su mundo se venía abajo.

Y Draco se lo había mandado, aún cuando lo luciera para alguien más. Y eso no había podido soportarlo.

Porque estaba mal sentir eso.

Porque Draco la haría sufrir.

Porque Ron la haría feliz.

Porque ya no estaba segura de nada.

Se limpió las lágrimas y puso el vestido sobre la cama. "Para que luzcas hermosa para él". No podía dejar que esto le pasara, no después de tanto.

Tomó un pañuelo de su cómoda y salió de la habitación lo más rápido que pudo. Cruzó la sala común intentando no pensar, porque pensar la llenaba de dudas. Se arregló lo mejor que pudo y para cuando llegó al retrato de la dama gorda no quedaban vestigios de que había llorado.

Dijo la contraseña y vio a Ron sentado en un sillón de espaldas a la chimenea, leyendo un libro sobre quidditch. Se acercó intentando no hacer ruido pero cuando aún había tres butacas de distancia entre ellos, Ron bajó su libro.

– ¿Qué haces aquí? – preguntó sorprendido

– Quería estar contigo – dijo controlando su voz lo mejor que pudo, aún le temblaba – ¿hay algo de malo en eso?

– No, por supuesto que no, siéntate – contestó el chico mientras se corría un poco para que ella pudiera tomar asiento.

Recargó su cabeza automáticamente en el hombro de Ron y él pasó un brazo por sus hombros. Se quedaron en silencio, sin saber qué decir.

De no haber estado tan perturbada, Hermione se habría dado cuenta de que sus pupilas no se movían, de que no leía, simplemente tenía la mirada perdida en las letras para no tener que hablar con nadie más, porque, como ella, estaba confundido.

Como cada vez que discutía con Malfoy, no podía quitarse de la cabeza lo que le había dicho, pero esta vez, tampoco podía olvidar su expresión. No había sido odio, ni rencor, ni desprecio, era... ¿desesperación? No sabía qué pensar.

Todo eso había sido muy raro, y ahora Hermione aparecía de la nada, con pinta de que algo le había pasado, queriendo estar con él, no se estaba quejando, pero ¿qué pasaba con el mundo? Y pensando en esto cayó en la cuenta de algo.

– ¿No deberías estar arreglándote? – preguntó de repente. Hermione hizo un ruido extraño que él interpretó como un no – ¿por qué?

– No pienso ir a la fiesta – respondió con un hilo de voz

– ¿Por qué? – esta vez se incorporó para ver a Hermione a los ojos, extrañado.

– N-no tengo muchas ganas d-de ir... – tartamudeó, Ron la miró incrédulo

– ¿Pero no estabas muy emocionada¿No te iba a... "abrir muchas puertas"?

– Bueno... cambié de opinión – dijo con un esbozo de sonrisa, que sin embargo, no logró engañar a Ron. Se quedaron mirándose unos segundos hasta que Ron, sin saber realmente por qué lo hacía, decidió romper el silencio.

– Es por Malfoy ¿cierto? – Hermione desvió automáticamente la mirada y el chico le tomó la barbilla para impedir que bajara la cabeza – ¿es por él?

– No sé de dónde sacas eso...

– No me mientas Hermione – interrumpió enérgicamente – Soy tu novio, pero antes que eso soy tu amigo y puedes confiar en mi ¿por él estabas llorando?

Esto sí que no se lo esperaba¿cómo podía saberlo Ron? Pero 7 años de amistad eran suficientes para conocer tan bien a una persona y se dio cuenta de que aunque quisiera, ya no podría engañarlo, no a él. Porque tenía razón, era su amigo. Siempre lo había sido. Y sin poder evitarlo, rompió a llorar nuevamente, pero esta vez al menos había un hombro donde hacerlo.

– ¿Llorabas por él? – repitió. Hermione solo asintió con la cabeza – ¿tú aún... lo amas?

Parecía que le había costado un enorme esfuerzo pronunciar estas palabras. En cambio, para ella, era como si jamás hubiera escuchado una pregunta con una respuesta más simple.

– S-sí – contestó en un susurro. Ron tragó saliva.

– ¿Y qué sucedió? – preguntó haciendo esfuerzos sobrehumanos por no salir corriendo a llorar a su dormitorio.

– Parkinson dice que lo chantajeó para que me abandonara y él me dijo que me ama pero ya no sé que pensar – dijo rápidamente, con cada palabra el número de lágrimas aumentaba. Ron la abrazó y volvieron a su posición original, ahora el hombro de su túnica se humedecía con cada lágrima que ella derramaba – si me ama tanto¿por qué me hace sufrir?

– Él también sufre – murmuró

– ¿Qué?

– Que él también sufre – dijo con más convicción, esperando la reacción de la chica

– ¿Cómo puedes saber eso? – preguntó confundida

– Porque yo lo vi sufrir – Hermione se incorporó de nuevo.

– ¿Cuándo?

Ron vio a su amiga tan herida, tan decepcionada y al mismo tiempo con tanto interés, como si hubiera encontrado una cuerda de donde sujetarse y la estuviera aferrando tan fuerte que incluso se hacía daño a ella misma. Se sintió mal, se sintió culpable, de mentirle, de ocultarle lo que sabía y se halló a si mismo responsable de su dolor, porque él hubiera podido ahorrarle tanto... y no lo hizo. Se dio cuenta de que había sido egoísta y decidió no mentirle más, porque si alguna vez tendría una oportunidad de enmendar su error era esa.

Lo había dicho en serio, antes que su novia, era su amiga. Antes que amarla, la estimaba, antes estaba el lazo de amistad que los unía y que llevaba tanto tiempo gritando que fuera sincero, pero él se había encargado de silenciarlo.

– Cada vez que discutíamos – dijo lentamente – era por eso, porque yo sabía que él estaba sufriendo, porque yo sabía que Parkinson lo había chantajeado. ¿Cómo? No lo sé, pero estaba seguro de que había sido por ella.

– ¿P-por qué no me lo dijiste? – preguntó.

Era la pregunta que Ron había estado temiendo, ahora le reprocharía, y la perdería.

– Porque te amo demasiado, porque no podía soportar que fuera Malfoy el que te alejara de mi, y en cierta forma creía que yo podría hacerte mucho más feliz que él – explicó sin levantar la mirada – pero estaba equivocado, y cuando me di cuenta de eso, ya era muy tarde y decidí engañarme antes que aceptar la verdad. Lo siento.

– Ron... – murmuró antes de lanzarse a sus brazos. Él se quedó estático, sin saber qué hacer hasta que al final logró darle unos torpes golpecillos en la espalda – yo también lo siento, intenté engañarme y te hice mucho daño.

– Por supuesto que no – dijo separándose, aliviado – fueron los mejores momentos de mi vida, pero tú lo amas a él y él te ama a ti y supongo que deben estar juntos.

– Soy una tonta – exclamó hundiendo la cabeza entre sus manos – me pidió otra oportunidad y yo lo rechacé. – Ron bufó

– ¿Crees honestamente que si le pides perdón se va a negar?

– Tal vez...

– Pues si no lo intentas nunca lo sabremos y si yo fuera tú ya estaría poniéndome un lindo vestido para ir a buscarlo – dijo sonriendo, mientras le acariciaba el hombro

Hermione se inclinó y le dio un tierno beso en la mejilla

– Eres el mejor¿lo sabías?

– Sí, creo que ya me lo habían dicho – Hermione rió y lo abrazó una vez más

– Muchas gracias – dijo sinceramente – por todo

– Sí, bueno, ahora corre o no llegarás a tiempo – la chica le dedicó una enorme sonrisa y corrió hacia el retrato – ¡suerte! – le gritó antes de que desapareciera

Vio el retrato cerrarse y se hundió en el sillón, volvió a abrir su libro, intentando asimilar lo que acababa de hacer. Llevó una mano hasta su mejilla y se limpió una lágrima.

Hermione corría por los pasillos, emocionada. "Si yo fuera tú ya estaría poniéndome un lindo vestido para ir a buscarlo" bien... sabía de un vestido que le iría a la perfección.

º0olo0º

Una sutil corriente de aire cruzó la habitación, salida de sabrá Merlín donde, pero aunque chocó de lleno con su torso, el chico no pareció sentirlo. Miraba el techo, recostado sobre su cama con sólo una toalla sujeta a su cintura.

El cabello húmedo chorreaba mojando la almohada debajo de su cabeza, al mismo tiempo que se le pegaba en las mejillas.

Le había hecho caso a Pansy y se había rasurado, pero este simple acto tan superfluo lo había hecho sentir miserable... más miserable. No pudo evitar recordar que a Hermione le encantaban sus mejillas recién rasuradas, le encantaba acariciarlas y solía decir que parecían de anuncio de rastrillos, aunque a decir verdad Draco jamás se había enterado de qué demonios era un rastrillo.

Más que no tenerla, eran esos pequeños detalles los que lo hacían sentirla lejos, añorarla con todo su ser.

Se preguntó si ya habría encontrado el vestido... seguro que no, de otra forma ya habría escuchado algún grito no muy alentador proveniente del otro lado de las escaleras.

Lo había visto en una de las revistas que leía Pansy y un vistazo había bastado para imaginar a Hermione entallada en aquel vestido. Había decidido regalárselo, sólo para que ella lo usara, para que luciera inmaculada... aunque no fuera para él.

Una vez que las lechuzas dejaron el paquete sobre la cama, había estado seguro de que ella lo consideraría un insulto, pero al abrirlo, y sentirlo, la visión divina había podido más que su razón, y el vestido había terminado sobre la cama de la chica, con una nota. Una simple nota.

Su vida resumida en seis palabras. ¿Cuántas cosas no había dejado de hacer por guardar las apariencias? Porque eran eso, apariencias. Apariencias que en el fondo a él le importaban un comino.

Se incorporó en la cama, sintiéndose enfermo.

¿Porqué no era un adolescente normal¿Por qué había tenido que nacer en esa familia? Bloqueó su mente. No era correcto tener ese tipo de pensamientos.

Esta vez se levantó de la cama y caminó hacia la ventana, intentando desperezarse. No podía darse el lujo de hacerse esas preguntas. No él. Porque sabía a lo que conducían inevitablemente.

Claro que se las había hecho antes, muchas veces, y siempre que las dejaba seguir, hasta consumarse en acciones, terminaba horas en el despacho de su padre, reprimendas, sermones, más prohibiciones y la impotencia de no haber podido hacer algo por él, para variar. De haber vuelto a la realidad.

Abrió la ventana y una ráfaga de viento helado entró inmediatamente, lo suficiente para hacerlo sentir... frío, pero sentir a fin de cuentas.

Se dio la vuelta, disfrutando la sensación. Cerró los ojos.

Como si estuviera tatuado detrás de sus párpados, vio a Hermione en su vestido rojo. Merlín, deseaba tanto verla. Pero sabía que no podía, no podía porque era un Malfoy, no podía porque él estaba destinado a otras cosas, mejores, peores era lo mismo, pero lejos de ella.

Caminó un poco más, hasta quedar de frente al espejo sobre su cómoda, abrió los ojos y miró su reflejo.

Se odiaba tanto en ese momento, cada partícula de su ser clamaba por ser otra persona, alguien más, cualquiera menos Draco Malfoy. Estaba harto de si mismo, era consciente de cada parte de su cuerpo y del odio que irradiaba. Quería escapar, pero entre más lo intentaba más se asfixiaba. Quería escapar, escapar de todo.

Bajó la mirada y encontró el colgante que le había mandado su padre la noche del compromiso.

Todo era tan injusto.

Lo tomó con una mano.

Él sólo quería ser feliz.

Le dio la vuelta.

Otra ráfaga de viento cruzó y ya no pudo soportarlo más.

Todo lo que tenía acumulado de 17 años de su vida, todo salió en forma de ira, todas sus frustraciones calladas, sus miedos aparentados, sus sentimientos reprimidos, todo afloró a la superficie.

No era su culpa, nada de lo que sufría era su culpa, todo era culpa de su padre y siempre lo había sido, él lo había educado así, él lo había obligado a ser así, él lo limitaba, lo regañaba, lo sermoneaba... de él y de toda su maldita familia, de su linaje, de sus antepasados, de todos ellos.

Lanzó el colgante contra la pared detrás de su cama con toda la fuerza de la que fue capaz, rebotó y cayó al piso. Pero Draco no se detuvo ahí. Tras el colgante siguieron libros, plumas, zapatos, todo lo que sus manos alcanzaban. Necesitaba sacarlo todo y no le importaba si parecía un puberto inmaduro en ese momento.

Al final su mano hizo contacto con un objeto cuadrado, que chocó con igual violencia contra la pared, sólo que en lugar de rebotar contra ella y caer al piso, se partió en dos. Una de aquellas partes rodó hasta los pies de Draco, quien la levantó desconcertado. Aún respiraba entrecortadamente y sentía su sangre fluyendo rápidamente por su cuerpo, pero todo se detuvo cuando descubrió de qué se trataba. Cuando levantó la otra parte y vio la caligrafía de su padre en un lado.

"D. Malfoy"

Era la caja que Pansy había encontrado en su casa y que no había podido abrir. Ahora estaba abierta.

Metió la mano para encontrar sobres enmohecidos, todos con la misma dirección, la dirección... de su mansión. Todos con el mismo remitente... su tía Andrómeda.

La ira desapareció y quedó en blanco otra vez, porque también había dejado de sentir el frío.

Habían sido enviadas por correo muggle... era lo más extraño.

Separó un sobre del resto, el que estaba más arriba y sacó la carta, lentamente, cuidando de rasgar el sobre sólo lo necesario. Desdobló el papel y reconoció la caligrafía de su tía Andrómeda, aquella que había intentado enseñarle tantas cosas, su amiga, su primera amiga.

Querido Draco:

Me doy por vencida, ahora estoy segura de que tu padre intercepta mis cartas, así que te escribo por última vez, en espera de que esté equivocada y de que estas palabras lleguen a ti.

No sé cómo comenzar... nunca creí que tendría que despedirme de ti, como tampoco pensé que tendría que huir de casa de mi propia hermana, pero tal vez fue lo mejor. Lo único que me pesa es dejarte en ese lugar, sólo el tiempo sabrá en lo que puedas convertirte bajo las órdenes de tu padre.

Si pudiera pedir un solo deseo sería verte feliz, siendo tú mismo, ese niño encantador que yo conocí y no una réplica de tu padre. Pero eso ahora depende de ti, yo lo intenté y me gusta pensar que no fracasé, aunque al final serás tú y sólo tú, el responsable de trazar tu propio camino.

Yo estoy bien, feliz por fin a lado de Ted. Compramos una casa, no es gran cosa, pero al menos vivimos tranquilos y podremos darle un lugar donde vivir a tu primo o prima que está por venir. A veces añoro el mundo que abandoné, pero miro a mi lado y veo a Ted, decidido a apoyarme sin importar lo que decida y no puedo más que sonrojarme y darme cuenta de lo enamorada que estoy.

Espero que algún día tú llegues a sentirte igual y recuerdes la promesa que me hiciste. No la dejes ir Draco, aférrate al amor, es lo único puro que podemos tener en la vida. Nada vale la pena si dejas que los obstáculos puedan más que tú. Siempre haz lo que sientas, sin importar los demás, ni tu padre, ni tu madre, ni tus fantasmas. Vive tu vida y no dejes que nadie lo haga por ti, mucho menos que te la arrebaten, mucho menos tu padre.

Espero que no me olvides porque yo siempre te tendré en mi corazón. Y si el destino nos vuelve a unir, sabe que me sentiré orgullosa de ti, hagas lo que hagas, porque sé muy dentro de mi ser que sabrás hacer lo correcto y no te dejarás vencer.

Felices trece años Draco querido, y que cumplas muchos más.

Te quiere, por siempre

Tu tía

Andrómeda Tonks

Draco terminó de leer, un nudo en la garganta amenazaba con poder más que él. Cúmulos de sentimientos encontrados se abrían paso por su cuerpo, volvió a sentir el frío y una extraña sensación le palpitaba en el pecho.

Era como si su tía hubiera planeado que esa carta llegara a él en ese preciso momento, ni un día más, ni una hora menos. Como si Draco hubiera lanzado su plegaria al cielo y ella le hubiera respondido, a su manera. No supo qué hacer, qué sentir. Si llorar o lanzar la carta por la ventana. Su tía... la había extrañado tanto... y mientras él se enfurecía creyendo que lo había abandonado, ella había huído de su casa y tratado de hacerle llegar esas cartas.

Releyó la carta, y esta vez sonrió.

La respuesta estaba ahí, no necesitaba buscar mensajes subliminales ni mentirse a si mismo. Era tan claro como el agua. ¿No querría su tía lo mejor para él¿No había confiado siempre en ella¿Por qué dudar esta vez? No había nada que perder.

Tomó su bata de baño y se la lanzó sobre los hombros justo antes de cruzar su puerta y correr hacia el extremo opuesto.

No se daría por vencido.

Aporreó la puerta, tres veces.

– ¡Hermione! – gritó, pero no hubo respuesta.

Giró la perilla... y esta cedió. La habitación estaba vacía, el vestido sobre la cama.

Se dio la vuelta y volvió a su dormitorio, se puso lo primero que encontró y salió volando por el retrato, sólo había un lugar en su mente donde Hermione podía estar.

Llegó frente al retrato de la dama gorda, completamente agitado y sin aliento. Estaba a punto de dar la contraseña (que obviamente conocía por ser premio anual) sin importarle lo que los Gryffindors pensarían al verlo entrar a su sala común, cuando el retrato se abrió y por primera vez se alegró de ver a Harry Potter.

– ¿Malfoy? – preguntó Harry, en cuanto cayó en la cuenta de quién se encontraba frente a él.

– Necesito hablar con Hermione – dijo impaciente, Harry ladeó la cabeza.

– No está aquí

– Pero tampoco está en su habitación – explicó Draco, innecesariamente. Necesitaba respuestas y las necesitaba ahora.

– Se fue a la cena del ministerio

Draco no necesitó escucharlo dos veces, con las palabras de Harry en su cabeza volvió a la torre. Se cambió lo más rápido que pudo, si Hermione estaba en la cena, él lo estaría también, de pronto un nuevo horizonte se abría ante sus ojos.

Ya no le importaba Weasley, ni su padre, ni nada en realidad. Se daría a si mismo una última oportunidad, lo intentaría una vez más, por él y por su tía Andrómeda. No iba a resignarse a ser un Malfoy, si él no lo deseaba, nadie le impediría hacer lo que sintiera. Nadie.

Hermione era lo único bueno que había tenido en toda su vida, lo único puro, y no iba a dejarla ir por un simple capricho del destino. No importaba si la tenía una vida o una hora, era tiempo bien empleado y con un segundo bastaría para que le devolviera su alma, ella se la había llevado. Y sólo ella podría regresarla.

La euforia de la perspectiva esperada palpitaba en todo su cuerpo.

Terminó de anudarse los zapatos cuando escuchó ruido detrás del retrato, saltó la mitad de los escalones y en tres zancadas estaba dejando a entrar a Pansy a la sala común. La chica lo miraba anonadada.

– Está bien que te dije que te rasuraras pero esto es extremo Draco – dijo mirándolo de arriba a abajo. Draco sonrió divertido.

– No voy a conformarme – dijo simplemente, y estas palabras bastaron para que Pansy le devolviera la sonrisa e hiciera un gesto de aceptación.

– Bienvenido de vuelta – susurró, mientras Draco alargaba la mano para tomar polvos flu.

Necesitaba verla, sentirla cerca. No estaba nervioso, estaba feliz. No importaba lo que Hermione dijera, él estaba dispuesto a no dejarla ir hasta escuchar de sus labios lo que tanto necesitaba. Porque Pansy estaba en lo cierto, y no había razón por la cual no debieran estar juntos, se arrodillaría, le rogaría, lo que fuera necesario. Pero no iba a perderla, no otra vez.

No esa noche.

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