Disclaimer: Hellsing le pertenece a Kouta Hirano. Esto es un fanfic sin fines de lucro.

Este fanfic sigue más la línea de los Cross Fire (capitulos extras incluidos en el manga Hellsing) cuando los personajes de Anderson, Heinkel, Yumiko y Maxwell todavía no se volvían tan perversos como en la totalidad del manga Hellsing.


INQUIETUDES CONTENIDAS

Capitulo 2: Prohibido Éxtasis

En su alcoba, Heinkel continuaba lloriqueando de rabia. Odiaba que en cada visita al Orfanato, Anderson continuara tratándola como si todavía fuera una de sus niñas. Cuando Yumiko apareció en la habitación, la encontró con la cara hundida en la almohada. Sentándose en la cama de junto, Yumiko se encogió de hombros para mirarla detenidamente.

-Sabes que a el Padre Anderson nunca le ha gustado que fumes dentro de los límites del Orfanato… ¿Por qué te empeñas en disgustarlo?- comenta con desconcierto Yumiko.

-Porque son mis pulmones- responde tajantemente Heinkel, girando sobre la cama quedando boca arriba.

Con tan mala actitud, Yumiko entendió que no existiría un elocuente diálogo.

-Me voy a la mesa ¿Vienes o te quedas?- menciona con descontento Yumiko, poniéndose de pie y caminado hasta la puerta.

-No tengo hambre- responde indiferente Heinkel, cerrando los ojos para dormirse un rato.

Yumiko gruño fastidiada y abandono la alcoba.

Lentamente abrió los ojos, descubriendo en tinieblas la alcoba. Giro la mirada hacia su derecha, notando que Yumiko dormía placidamente vistiendo un pijama de olanes rosas.

-¡Demonios! Deben ser más de las doce- murmura con pesadez Heinkel sentándose en el borde de la cama y notando que su equipaje estaba a su lado, escuchaba el vacío de su estómago –Iré a la cocina a ver que quedo…-

Como tenía los zapatos puestos, se descalzo para emprender su camino.

Recordaba muy bien cada rincón, que aún en la penumbra podía transitar cualquier pasillo sin tropezarse.

Cuando llego a la grande pero humilde cocina, no quiso encender la luz para evitar llamar la atención. De cualquier forma, una presencia había estado esperándola durante horas, ocupando un asiento en la ante mesa.

-¿Un bocadillo de media noche, hermana Heinkel?- pregunta con serenidad, la masculina voz de Anderson.

Heinkel no respondió y Anderson dejo su silla para encender las luces de la estancia.

-Siéntate…- ordena apaciblemente Anderson, mirándola con paciencia bajo la tenue iluminación -… Te calentare un plato-

-¡Si!- responde sorprendida pero con gusto Heinkel, bajando humildemente la cabeza.

Al cabo de unos minutos, Heinkel devoraba con desesperación un suculento estofado mientras Anderson, bebía una taza humeante de amargo café.

-Los niños me preguntaron por ti… Les dije que dormías de cansancio en tu habitación y que no debían interrumpir tu sueño- comenta tranquilamente Anderson, apoyado en la mesa.

Avergonzada, Heinkel se sonrojo.

-Disculpe mi egoísmo Padre Anderson- dice apenada Heinkel, contemplando su plato ya vacío.

Anderson sonrío con dulzura.

-Continuas siendo esa criatura impulsiva- menciona con afecto Anderson, vislumbrándola paternalmente -… Con esta disculpa, supongo que me has vuelto a querer ¿Cierto?-

-¡Jejejeje! Usted siempre más listo que el resto- comenta con alegría Heinkel, por haber hecho las paces con su viejo mentor -¿Puedo retirarme?-

-Que descanses, sí con todo lo que has dormido todavía puedes conciliar el sueño- responde graciosamente Anderson, acabándose su café.

Otra vez en su habitación, Heinkel se quito la sotana vistiéndose con un sombrío pijama amarillo. Lucía radiante y satisfecha mirando por la ventana, recordando aquellos días cuando jugaba inocentemente con Yumiko y Maxwell en los jardines.

-Cuánto hemos cambiado… - murmura enternecida, acariciándose los hombros - Si ese tiempo pudiera volver…-

Al día siguiente, todavía estaba oscuro cuando decidió tomarse una ducha. Abrió nuevamente su maleta y extrajo los artículos de aseo. Caminando placidamente hacia el baño de señoritas, Heinkel disfrutaba la paz de todo el recinto. Llego al cuarto de baño, cerró la puerta y comenzó a desnudarse. Abrió la llave de la regadera, dejando que el agua fría corriera. Una vez templada, comenzó a mojarse.

Terminando su baño se envolvió velozmente en una toalla y confiando que era demasiado temprano para cualquiera, planeo vestirse en su alcoba. Pero a la salida se topo con la pudibunda Madre María.

-¿Acaso es usted una mujerzuela?- menciona exaltada la Madre María, manoteando irritada.

-¡Callese!- responde enojada Heinkel, ignorando que una orilla de la toalla quedo atrapada en la puerta del baño –La habitación del Padre Anderson esta a dos puertas de aquí, lo va a despertar y no quiero que me descubra así-

-¡Puerca!- dice asqueada la Madre María, dándole la espalda y alejándose hacia las escaleras.

-Maldita abuela- murmura con rabia Heinkel y deseos de azotarla contra la pared.

Inesperadamente, un pequeño de cinco años y con ojos dormilones, camina frente a ella sin prestarle atención. Extrañada por ese inusual paseante, mira absorta como con pasos cortos el niño de lacio cabello negro llega hasta la segunda puerta, abriéndola fácilmente y yendo calmosamente hacia adentro.

Con el aliento contenido, Heinkel entra en pánico y trata de correr hacia donde dejo a Yumiko durmiendo.

A pocos pasos de su huida, súbitamente siente mucho frío. Mira hacia abajo y contempla sus pechos destapados, aterrada voltea hacia atrás y nota su trasero también al descubierto. Cuando alza los horrorizados ojos, descubre que Anderson esta en el pasillo, tomando de la mano al diminuto sonámbulo para devolverlo a su cama.

Fingiendo que no le afectaba, Anderson pasó delante de ella sin detenerse a ayudarla.

-El Orfanato esta lleno de inquietos adolescentes- menciona con frialdad Anderson, sin estremecerse con la antojable vista –Apresúrate a vestir… -

Es resto del día fue más tranquilo para Heinkel aunque nadie, pudo entender porque había faltado de nuevo a la mesa. Y Anderson, negaba con la cabeza ofrecer una explicación.

Esa noche en medio de su oficina, encargándose en su escritorio de organizar las cuentas de fin de mes; el Padre Anderson todavía intentaba olvidar que en el pasillo encontró absolutamente desnuda a la monja Heinkel.

Tenía grabadas en su memoria las deliciosas curvas de ese voluptuoso y agraciado cuerpo. El recuerdo de haberla descubierta con la cándida piel expuesta, el cabello húmedo y las mejillas coloreadas de vergüenza, estaba encendiendo sus ánimos.

Sorprendido porque no podía concentrarse en la sumatoria de las deudas habituales, se recargo con pesadez en el cómodo asiento.

-¿Hace cuánto que vi a una mu…?... - se pregunta aturdido Anderson, contemplando persistentemente el techo –… Indudablemente no es por tratarse de Heinkel…-

Concluyo convencido, tronándose el cuello. Bajo la mirada hacia la interminable lista de los pendientes del día siguiente y respiro cansado. Sería una noche larga.

Continuara…


¡Hola! Ojala los haya amenizado el segundo capitulo.

Agradecimiento a quien merece:

AnubisMito: Mis más sinceras gracias por dejar un review para este fanfic en especial (ya vi que anduviste también en el otro ;D) porque comenzaba a creer que a nadie le había gustado mi modesto trabajo. Espero que este capitulo y los próximos, sean también de tu agrado. Sino, no dudes en hacérmelo saber. Que tengas un buen día!

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