Disclaimer: Hellsing le pertenece a Kouta Hirano. Esto es un fanfic sin fines de lucro.
Este fanfic sigue más la línea de los Cross Fire (capitulos extras incluidos en el manga Hellsing) cuando los personajes de Anderson, Heinkel, Yumiko y Maxwell todavía no se volvían tan perversos como en la totalidad del manga Hellsing.
INQUIETUDES CONTENIDAS
Capitulo 3: Sobrevivir Unidas
Siendo la primera vez que comería en el comedor desde que llego, Heinkel se vistió con una gruesa sotana y antes de la hora del desayuno, ocupo una silla lejos de la cabecera de la mesa.
Era una mesa larga para sesenta personas. Una a una las criaturas llegaron a la mesa, recién bañadas y vestidas con ropa limpia. Con los codos apoyados en la mesa, Heinkel fue abordada por decenas de niñas que anhelaban tratarla.
-¡Es un sueño¡No lo creo¡Por fin! - exclamaban emocionadas las pequeñas, admirando detenidamente la presencia imponente de la monja.
Heinkel tímidamente comenzó a sonreírles.
-¿Cómo están?- saluda agradada dejando su silla, haciendo relucir su gran estatura y figura ejercitada.
-¡Nos habló!- gritan entusiasmadas todas las niñas que estaban reuniéndose a su alrededor.
Agradecida con la atención que recibía, Heinkel iba a preguntarles sus nombres a cada una, pero alguien llamó su atención.
-¡Heinkel sí me escuchas, necesito tu apoyo!- menciona con fuerza Yumiko desde la cocina, con acento irritado.
Asintiendo, Heinkel se despidió de sus pequeñas compañías sugiriéndoles que tomaran asiento. Entrando en la cocina, descubrió a Yumiko lidiando con la Madre María, entre media multitud de niños que admiraban fascinados la discusión.
-¡Que así no se bate el huevo!- grita enfadada la Madre María, manoteando contra la frente de Yumiko, que enérgicamente continuaba revolviendo un enorme tazón – ¡Estas haciendo que parezca una basca!-
-¡No me haga enojar!- responde alterada Yumiko, apunto de tirar la mezcla de omelet encima de la Madre María.
-¡Con razón nunca te desposaron!- responde histérica la Madre María, intentando arrebatarle el tazón –¡Eres un fiasco en la cocina!-
-¡Basta ya!.. ¡Dejen el maldito el tazón en la mesa y póngase hacer otra cosa!... Y ustedes… - grita furiosa Heinkel desde el umbral, refiriéndose a los pequeñines -… Coloquen los platos en el comedor, estamos apunto de iniciar el desayuno-
Las criaturas se quedaron sorprendidas.
-Se enoja igual que el Padre Anderson...- murmura impresionado un chiquillo con pecas.
-Pero ella no nos recita un salmo...- susurra contento un jovencito de ojos grises.
Con lo que estaba escuchando, a Heinkel le broto en la frente una vena colorada.
-¡Apresúrense!…- ordena entre dientes por última vez.
Cargando avivadamente la losa, todos los niños desaparecieron asustados. Una vez solas, Heinkel recogió el tazón, encendió la estufa y dispuso de un gran sartén sobre el fuego.
-Yumiko, prepara jarras con leche y acarréalas a la mesa con platos de pan y Madre Maria, lleve la mantequilla, los vasos y cubiertos- dispone con mucha seriedad Heinkel, cocinado ágilmente los omelet.
En veinte minutos el desayuno estuvo servido. Cuando las tres monjas salieron de la cocina, todos los huérfanos continuaban esperando que la oración de los alimentos fuese dicha para comenzar a comer.
Heinkel notó que el lugar que había escogido estaba siendo ocupado y a excepción de las sillas junto a la cabecera de la mesa, todos los demás asientos no estaban disponibles. Resignada camino hacia allá. No obstante grande fue su sorpresa, porque el sitio de Anderson, la cabecera de la mesa estaba siendo ocupado por Maxwell.
-¿Dónde esta el Padre Anderson?- pregunta inquietada Yumiko, abriendo la silla a mano izquierda de Maxwell.
-Salió desde el alba para cumplir sus compromisos y me encargó sus deberes por este día- responde hinchado de gusto Maxwell, entrelazando solemnemente los dedos para iniciar su oración –Heinkel siéntate a mi lado-
-Si…- responde atontada Heinkel; como había estado preparándose para encarar al Padre Anderson sin sentirse apenada, su ausencia la había sobrecogido.
La Madre María, tomo asiento junto a Yumiko sin ofrecer riña.
Absolutamente todos, ejercieron inmediatamente la misma posición de Maxwell. Bajando la vista, Maxwell habló con voz firme.
- Dios, bendice estos alimentos que recibimos de tu generosidad. Da pan a los que tienen hambre y hambre de Dios a los que tienen pan. Amén… - dice en majestuosa oración Maxwell, levantando del plato su jactanciosa mirada –… Podemos comenzar-
Después de la comida, ahora era el turno de las niñas asear la cocina.
Como todos los días, entre el horario de estudios se ofició al mediodía una misa en la capilla del Orfanato. Dirigida por el Padre Maxwell en esta ocasión. Y cerca de las cuatro de las tarde, Maxwell estaba inculcando soberbiamente clases de teología avanzada a los chicos de mayor edad en una de las aulas. El resto de las asignaturas para todos los huérfanos, eran impartidas por profesores contratados por Anderson.
Realmente complacido con su desempeño, Maxwell recordaba que no había vuelto a desempeñar esas tareas desde que había sido un recién egresado del seminario católico. Además le era relajante y concebiblemente purificante, porque ninguna relación guardaba con su deber como máximo dirigente de la temible Institución San Judas Iscariote.
Al cuarto para las cinco en la mesa del profesor, Maxwell confirmaba la forma ardiente como los alumnos aseveraban la palabra de Dios. Detenidamente miró cada par de ojos, atestiguando que ardían de pasión con cada salmo recitado. Sonriendo maliciosamente, reconoció la labor de Alexander Anderson para encaminar a esos huérfanos a los designios de Dios, las listas de la División XIII.
Estaba cayendo el ocaso sobre ellas.
Aburridas porque la Madre María no quiso hacerlas participes de las tareas del Orfanato, Heinkel y Yumiko permanecían en el jardín, tumbadas sobre el pasto esperando la cena.
-Siempre todo para Maxwell, no es justo- replica con frustración Yumiko, escuchando el sonar molesto de los grillos- El Padre Anderson nos excluyo de cualquier responsabilidad y nos dejó desamparadas contra esa una monja compulsiva-
-Porque somos monjas no sacerdotes; ellos siempre se llevan los laureles por tener mayor rango… Jejejeje… Pero a ella, podríamos matarla de un golpe y desaparecer su cadáver quemándolo en la caldera del sótano- comenta extasiada Heinkel, arrancándole las patas traseras un grillo que se había posada en su abdomen.
-Jajajajaja- ríe maliciosamente Yumiko, recreando en su imaginación el sangriento espectáculo.
Yumiko notó como la luna comenzaba asomar sobre ella.
-¿Crees que la Madre María en su juventud, haya sido una monja San Judas Iscariote?- pregunta con curiosidad Yumiko, ladeando la cabeza para observar a Heinkel recostada a su lado.
-No, a leguas me parece que siempre ha sido una monja ordinaria… De las que se dedican exclusivamente a los quehaceres de las estancias- responde con monotonía Heinkel, rascándose la cabeza –Asimismo es de una edad muy avanzada, pocas como nosotras llegan a sus años con vida-
-Heinkel…... ¿Tú y yo… envejeceremos juntas, verdad?...- pregunta conmovida Yumiko, vislumbrando repetidamente el cielo.
-… Eso quiero… - responde con melancolía Heinkel.
Continuara...
Hola!
Agradecimiento a quien merece:
Khrysta: Pos no UU Este no es un Anderson x Heinkel, pero puede quedar como el principio de otro fanfic; donde ellos sean los protagonistas bajo una historia de amor (aahhh! ya me la imagino). La "verdad" aquí entre nos y que nadie se entere XD jejejeje! Es que este fanfic fue pensado para clasificación M. Pero antes de publicar el primer capitulo, decidi modificarlo totalmente. De hecho, la anédota sobre Heinkel, Yumiko y Maxwell que Anderson les cuenta a los pequeñines en el jardín, estaba narrada con todos los detalles sangrientos de ese capitulo de Cross Fire e igualmente los niños quedaban admirados. Hasta Pronto!
40 hits 2 reviews (labor ingrata JUAJUAJUA! XD)...
