A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega. Estén atentos a los cambios de locación; cualquier frase que aparezca de este modo ":frase:" indica una acción realizada durante los diálogos. Mucho muy importante, esto es post–Hades y es una continuación de mi extrañísima línea temporal, así que hagan los cálculos que correspondan. Misao es mala con las matemáticas… y otra cosa, intenté hacer algo nuevo respecto de la narración y estilo de este fic: ya está terminado, así que espero no haber metido mucho las patas con mis experimentos extraños.
¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta: ¿Cuándo actualizarás?
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.
ADVERTENCIA.
Principio 30 para ver y entender Manga: No te enamores de la chica que bautiza a su mecha con un nombre francés.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
"Locus Imior Maris."
("El Lugar Más Íntimo del Mar")
Obertura:
Lo que pasó hace 1500 años.
Mansión Solo.
Día del Ataque al Santuario.
La puerta de la Mansión Solo se abrió luego que Julián, la actual encarnación de Poseidón, la abriera casi a base de patadas y de forcejear con la cerradura por largo rato. Dio un portazo y dando fuertes pisotones, que resonaron por todo el hall de entrada, se dirigió a la sala de la enorme casa. El dios estaba muy molesto.
"Inepto yo. ¿Inepto yo? JA. INEPTO ÉL."
Julián se dejó caer todo despatarrado encima de su sillón favorito. Su mochila cayó a un costado del mismo, derramando todo su contenido en el suelo, dado que no la había cerrado del todo. Sin embargo apenas le prestó atención a tal cosa. El muchacho de 19 años se quedó mirando al techo con una enojada actitud. Al cabo de unos momentos apretó los dientes y los puños, para luego darle un enojado golpe al apoyabrazos. Bufó de mala gana, soplándose de paso el flequillo.
"¿Qué NO SÉ de negocios? BAH. A mis 19 años sé más de negocios que él a sus 47. ¡Además SOY EL dios de los mares! Sé más de negocios que toda esa facultad junta." El dios se llevó las manos a la cabeza y se revolvió los cabellos. "¡ARGH, QUE CORAJE!"
El joven dios volvió a golpear el sillón, se puso de pie y dado que no estaba muy tranquilo, le dio una tremenda patada al mueble, corriéndolo medio metro de su ubicación original. Si bien se la pudo haber dado más fuerte, tanto como para destrozarlo, no pasó nada de esto. Iba a darle una segunda patada, cuando una voz lo detuvo.
"Si te fue mal hoy en el colegio, el sillón no tiene la culpa." Leonor, la madre de Julián, que había estado en la sala desde antes que su hijo llegara, le dijo muy tranquila. "Te lo agradeceré si no lo rompes." Añadió más severa, alzando la mirada de su libro, para clavársela con tenacidad. "El dios de los mares debería saber controlar sus impulsos y aprender un poco de humildad."
"¡Ma! Ese maldito profesor me tiene entre ceja y ceja." Gruñó Julián.
"Resígnate, que de momento, y por estar en el colegio, tu nota depende de él." Volvió a decir Leonor, con mucha calma.
Julián miró a su mamá a los ojos y bufó descontento. Esta mujer continuó mirándolo severa, digna, como llena de realeza… hasta que su hijo por fin bajó la cabeza, aunque un tanto taimado. Es que Leonor no sólo tenía autoridad por ser la mamá de Julián Solo… ella también era la encarnación de una diosa… ni más ni menos que Rea, la madre de Poseidón. Por lo tanto, mamá por partida doble.
"No estoy en el colegio, estoy en la universidad y la boca te queda…"
"Julián." Le interrumpió Leonor alzando una ceja con estilo y elegancia. "Te conviene no terminar esa frase." El joven dios pateó una piedra imaginaria.
"Discúlpame, mamá… no tuve un buen día." Julián miró de reojo el sillón, y de mala gana lo regresó a su lugar. "No volverá a pasar." Añadió mientras ordenaba las cosas que se habían desparramado desde el interior de su mochila. Leonor le sonrió.
"¿Mal día, pequeño?" Le preguntó cariñosa, causando que su hijo se sonrojara. Julián volvió a echarse la mochila al hombro.
"Tuve una discusión con el profesor de Administración."
"No vale la pena pequeño, ya olvídalo. Tú y yo sabemos quién está mejor preparado." Leonor regresó la vista a su libro, sin embargo, levantó los ojos segundos después. "Vino Susana hace un rato. ¿No te la encontraste en la calle?"
"No mamá. Voy a estar en mi cuarto." Julián sintió como le clavaban un proverbial puñal en la espalda. Negó con la cabeza y se dispuso a irse a su cuarto.
Su día iba de mal en peor, primero tenía este percance en su facultad y luego descubría que Susana había ido a su casa. Entró a su cuarto y dejó caer su mochila a un costado de la puerta. Su habitación no era la gran cosa: era amplia y cómoda, digna del heredero de la fortuna Solo y de un dios, con elegantes detalles muy personales por todo el lugar. Sin embargo, no dejaba de ser el cuarto de un muchacho universitario de 19 años común y corriente. Sin ser un basural, no estaba del todo ordenado, y no era tan formal como uno se lo esperaría de Julián Solo.
En honor a la verdad, para ser un dios, era un muchacho bastante normal.
Caminó hasta su cama y tras sacar algunos libros y cojines de encima, se echó sobre las colchas con un bufido. Su día no se podía poner peor. Pasó algunos minutos mirando el techo, sin pensar en nada, cuando por inercia, sus manos comenzaron a buscar el control remoto. Al encontrarlo, se apoyó sobre uno de sus codos y se dispuso a encender la tele…
… cosa que no hizo, debo decir: al ver hacia su televisor, descubrió que apoyado contra la pantalla había un sobre. Intrigado, Julián se levantó y caminó hasta la carta, la que abrió sin mucha ceremonia. Era una carta de Susana. ¡Susana! Ella era una compañera de la universidad, que estaba obsesionada con él. Sin embargo, no era del tipo de Julián, por lo que el dios difícilmente le daba la hora. Más concentrado estaba en otras conquistas… que habían cesado de golpe. Sin embargo Susana porfiaba y porfiaba.
"Querido Julián:
Ya que nunca te encuentro, no he podido decirte que dentro de 3 días estoy de cumpleaños y que estaría más que encantada que fueras a mi fiesta, que celebraré en…"
Sin terminar de leerla, el dios arrugó la carta y la lanzó a un basurero cercano, con excelente puntería. No le interesaba. Además, dentro de tres días no iba a estar en Grecia. Viajaba al día siguiente por negocios. Por ser mayor de edad ya había heredado la fortuna Solo, y aunque aún se estaba preparando en la administración de Empresas a nivel universitario, necesitaba el título, él manejaba gran parte de los negocios de su familia, asuntos en los que tenía una habilidad natural, ampliamente reconocida por sus asesores. Estaría algo así como un mes fuera de Grecia, BIEN lejos de Susana.
Bien lejos de Susana. Eso tenía que ser un alivio. Julián bufó. ¿Acaso esa mujer no podía ser un poquito más recatada? Siempre estaba dando lata. No dejaba de aguijonearlo. A él le gustaban las chicas recatadas, las chicas tímidas, las que le daban trabajo y que lo ponían a prueba, no las que cedían a sus encantos no más porque era o Julián o Poseidón…
… Las chicas que le daban trabajo…
Suspiró. ¿Hace cuanto no salía con alguna chica? ¡PFFF! Desde que Saori le diera de calabazas… Tenía que reconocer que toda esa situación había sido un capricho… y… ¿Desde hacía cuánto no miraba a ninguna chica con segundas intenciones?
…
… No desde hacía mucho. Más o menos desde que Hades lo interrumpiera a las 3 de la mañana a llorarle penas, solo porque su adorada Perséfone lo había dejado solo en el castillo, y desde que sus parientes comenzaran en forma masiva a recordarle a Anfitrite.
"… ¡Ay, Tite…!"
Julián miró al techo apenado. Si buscar a chicas se refiere, el dios había hecho todos los esfuerzos posibles por encontrar a su esquiva esposa, sin éxito. Más que tenerlo molesto, esto le daba una pena profunda. Ni con toda la tecnología existente podía dar con ella… pero al principio, cuando comenzó a cortejarla en la era mitológica… y aunque se hizo de rogar, encontrarla no le era tan difícil. Frunció el ceño: ¿dónde estaría? Suspiró. Sea donde sea que estuviere… sabía que no quería verlo ni en pintura.
Porque Anfitrite se había ido por su culpa.
…
Y se lamentaba ahora no haberla buscado antes…
Ciudad de Atlantis.
1500 años antes. Año 505 d. C.
¡PAAAAAAAAAAAF!
El portazo que se clavó fue tan fuerte, que casi sacó la puerta de quicio. Poseidón levantó la cabeza y miró hacia la puerta con rapidez. La chica que estaba con él, se dio prisa en taparse con las sábanas.
"¿Qué fue eso?" Preguntó nerviosa.
"¡DIJE QUE SIN MOLES…!" Poseidón se quedó a media frase antes de palidecer. Allí, apoyada contra la puerta… "¡Tite! ¿Qué haces aquí? Creí que habías salido…"
Se apresuró a decir, muy nervioso, aunque tratando de mantener la dignidad… claro que con una chica metida en la misma cama que compartía con su esposa, apenas tapado por las sábanas, bastante poca era la dignidad que podía mantener. Anfitrite tomó una bocanada de aire, y muy pálida, se dio la vuelta y salió del cuarto, tras cerrar la puerta con más delicadeza.
Anfitrite podía ser muy sencilla y haber sido criada más bien en un ámbito humilde, pero era toda una dama. Claro que el portazo…
Poseidón salió de la cama a trastabillones, a la rápida se puso la ropa interior y se apresuró a ir tras su esposa. ¡QUÉ LÍO en el que se había metido! Era la primera vez que Anfitrite lo pillaba in fraganti y con lo impresionable que era la pobre… ¡NO, ESO NO ERA EL ASUNTO! Tenía que hacer algo, las cosas no podían quedarse así como así, es que tenía que… ¿Cómo arreglaba ahora este entuerto?
"¡Señor Poseidón! ¿A dónde va?" Preguntó la asustada chica, que también se había dado a la tarea de vestirse.
"¿Dónde Crees? ¡Por Mi Esposa!"
"Pero creí que se había separado de ella…" Balbuceó la chica con los ojos acuosos. "¿Me va a dejar aquí sola?" Poseidón se encogió de hombros.
"Es que verás… eso se lo digo a todas… No me he separado de mi Tite." Dijo mientras una enorme gota le orbitaba en la cabeza y jugaba con sus dedos.
"Pero…"
Poseidón salió corriendo de la habitación. Tras mirar a ambos lados, se le hizo evidente el camino que había tomado Anfitrite… a la derecha y varios metros más allá, detectaba su presencia. Corrió hasta allá, a donde creía que la diosa de los mares calmos estaba… una puerta entreabierta y un apagado sollozo acusó su ubicación. El dios se acercó cauteloso al cuarto.
"¿Tite?"
Anfitrite salió de allí y de un empujón lo alejó de la puerta.
"¡NO ME DIGAS 'TITE'!" Exclamó mientras le daba repetidos golpes en el pecho.
"¡Cálmate, Mujer, Cálmate, pareces histérica!" Poseidón pudo atajar las manos de su pequeña esposa al cabo de unos tensos momentos, aunque no sin antes recibir un buen par de cardenales.
"¿Esperas Que Me Calme? INFELIZ, MALNACIDO, POCO HOMBRE. ¡INFAME!" Anfitrite se retorció en los brazos del dios. Estaba casi fuera de sí, herida en lo más profundo, traicionada… usada. "¿CÓMO TE ATREVISTE? Esa es la cama que compartimos, ¿CÓMO TE ATREVISTE?" Le gritó a la cara, con los ojos y el rostro bañados en lágrimas. Sus ojos azules se veían desesperados.
"Si te tranquilizas, te lo diré, pero mientras no te calmes no voy a…"
"¡No Tienes Excusa! No te da la cabeza ni para INVENTAR NADA." Anfitrite se soltó del agarre de su marido y retrocedió varios pasos antes de quedarse quieta, sollozando en silencio, con el rostro sepultado entre las manos.
El manejo de crisis no era uno de sus puntos fuertes. Poseidón apenas pudo hacer nada para calmar a su esposa, cuando ésta de súbito se deshizo en amargo llanto y sus rodillas se doblaron bajo su cuerpo. El dios intentó acariciarle los brazos para así consolarla. Aunque siempre buscase aventuras con otras chicas, Poseidón amaba mucho a Anfitrite, con todo su corazón, aunque de cuando en cuando se le olvidaba tal cosa. Es que orgulloso como era, le gustaba presumir de sus dotes masculinas con las demás mujeres.
La nereida por su parte… digamos que Poseidón era el centro de su universo. Demasiada suerte para un hombre infiel. Anfitrite no le sería desleal nunca, no solo porque lo amara demasiado, sino también por amor propio.
"Tite, no te pongas así, esto no más es un juego y…"
"¿UN JUEGO?" Antes que el dios pudiera reaccionar, Anfitrite le dio un sonoro bofetón. "¡No Quiero Que Te Acerques A Mi!" La diosa se puso de pie y retrocedió. Las manos le temblaban, lo mismo que las rodillas. Su labio inferior se veía trémulo y sus ojos no dejaban de derramar lágrimas. "¿Cómo Fuiste Capaz de Hacerme Esto, Poseidón? ¿Acaso No Es Suficiente Conmigo? ¿Qué Ya NO te Gusto?"
"No es eso, Tite, no te pongas melodramática. ¡Tú Sabes Que Eres La Única Para Mi!"
"¿PORQUÉ ENTONCES METISTE A ESA HETAIRA EN NUESTRA CAMA?"
"¡VAMOS! No es para tanto, tú sabías que yo… ¡TITE!"
Anfitrite se llevó las manos a la cabeza de súbito y tras hacer una mueca de dolor, se desmayó. Asustado, Poseidón se acercó a su esposa en un tris y la acunó en sus brazos. Intentó hacerla reaccionar, dándole suaves palmaditas en las mejillas y llamándola por su nombre, pero la nereida no reaccionó a nada.
En menos de 5 minutos, los gritos del dios, que repartía órdenes a diestro y siniestro, remecieron por entero el Santuario de la ciudad de Atlantis.
Mansión Solo.
Presente.
Llamaron a la puerta. Julián sacudió la cabeza y con eso, sus pensamientos. No le gustaba recordar aquella ocasión… era la piedra de su zapato. Todavía le dolía, tal como si hubiera ocurrido el día anterior. Sentía un nudo en la garganta cada vez que lo recordaba, sobre todo porque mientras más pensaba en eso, más se percataba de cada uno de los errores que había cometido. Nada como el tiempo para enseñarte lo que hiciste mal. Nada como una ausencia para señalarte que lo hecho, hecho está. Por eso Julián DETESTABA cuando le recordaban a su desaparecida esposa.
"Pase…"
Tethis abrió la puerta y tras empujarla un poco, entró en el cuarto. Traía una bandeja con una merienda ligera para su dios, que ubicó en una mesita cercana. Julián se puso contento y no perdió tiempo en acercarse a la mesita a engullirlo todo: como todo buen universitario sabe, luego de un tenso día de estudios, el hambre es casi insaciable, por lo que no solo cada alimento es valioso, sino que vale la pena liarse a patadas por cualquier cosa que contenga calorías (de preferencia, carbohidratos). La Sirena le sonrió con ternura. Tethis lo mimaba mucho, siempre lo había hecho. Le guardaba un enorme cariño maternal al joven dios, quien la veía como una hermana mayor.
"Le traje esto a ver si se anima. Supuse que tiene hambre. La señora Leonor me comentó que pasó un mal rato en la universidad."
"Nada importante, no más corajes que me dan."
"¿El mismo profesor?"
"Seee…"
"El sujeto ese es un amargado. ¿Quiere que lo ponga en su lugar? No me tardo nada en encerrarlo en coral."
"Yo sé Tethis, pero no es necesario. Además sería desperdicio de tus habilidades. No te rebajes por tan poca cosa, pero gracias." Julián le sonrió cómplice. "¿Lista para viajar?"
"Sí. Mi maleta ya está lista. Los generales ya están listos… aunque ya sabe que Sorrento no está muy contento con esto de subirse a un avión." Le sonrió Tethis. "¿Y Usted?"
"Tengo que hacer la maleta, pero ya tengo más o menos pensado lo que me voy a llevar."
"Recuerde de llevar ropa abrigada: adonde vamos es invierno." Tethis le miró con ojos grandes. "¿Quiere que le prepare yo la maleta? No me tardo nada y así aprovecha para descansar." Julián suspiró y negó con la cabeza. Se sopló el flequillo.
"No gracias, debo aprender a hacerlo yo alguna vez…" Julián estiró los brazos. "Además ya dormiré en el avión."
"Como quiera. Estaré abajo por cualquier cosa."
"Vale."
La sirena salió del cuarto con calma. Julián la observó todo el rato por mientras terminaba de engullir el ENORME sándwich que le habían preparado. Una vez que se lo hubo comido todo, suspiró y se dirigió a su cama, en donde se echó cuán largo era, mirando al techo.
Casi sin darse cuenta, se quedó dormido.
Ciudad de Atlantis.
1500 años antes. Año 505 d. C.
El desmayo le duró dos días. Anfitrite estuvo en una amable inconsciencia que le impidió pensar por dos días enteros. Igía, quien había sido llamada cuando fue evidente que Anfitrite no despertaría, salió del cuarto y se acercó a Poseidón muy tranquila, pero muy molesta. Al estar frente al dios, bufó enojada.
"Anfitrite ya despertó y está bien, al menos físicamente. Pero ¡La Hiciste Enojar Mucho! ¿Cómo te atreviste a hacer tamaña estupidez?" Igía se puso las manos en las caderas. "FEH. Lo que hiciste es casi un sacrilegio." La diosa puso ojos largos al cielo. "Sabes que Anfitrite es muy impresionable y mira los sustos que le das."
"No me vengas con tus sermones, Igía." El dios se cruzó de brazos, severo. "¿Puedo verla?"
"Si puedes…"
Poseidón, sin perder más tiempo, se apuró hasta la puerta, pero ésta se abrió segundos antes que el dios la topase. Anfitrite, luciendo un aspecto pésimo, apareció allí: era obvio que iba de salida. Su rostro, frío e inexpresivo, no le quedaba bien. Esto tomó por sorpresa al dios.
"Tite… ¿Estás segura que puedes salir?" Le preguntó en un tono amable, como queriendo resarcirse. La diosa puso los ojos en blanco y dio una exclamación de disgusto.
"Aléjate de mi, infeliz." Anfitrite le pasó por el lado tras darle un leve empujón, y se alejó de allí arrastrando los pies. Se detuvo unos segundos, giró sobre sus talones unos momentos y le lanzó algo a la cara. Ágil, el dios no tuvo problemas para atrapar el objeto en el aire. "Prefiero estar con un leproso que contigo. ¡Este matrimonio puedes metértelo por donde mejor te quepa!"
"¡No te pongas así que me preocupo! Sabes que no me gusta que llores…"
"¿QUÉ TE PUEDE importar si lloro o no? JAMÁS te ha importado lo que me pase."
Anfitrite continuó su caminata, sollozando. Poseidón entrecerró los ojos apenado, de pronto arrepentido por lo que había hecho. Observó lo que había atrapado y que aún tenía entre sus dedos… reprimió un suspiro angustiado al reconocerlo: era un sencillo collar de trozos de coral rojo, que él mismo le había hecho y regalado mientras aún se cortejaban… Poseidón levantó la mirada hacia su esposa, que aún caminaba por aquél pasillo.
Sintió un nudo en la garganta.
"Te lo mereces." Bufó Igía molesta. La diosa se dio la vuelta y se dirigió hacia los aposentos que le habían preparado. "Si me necesitas, ya sabes donde estoy. Eso sí, me iré esta tarde."
Poseidón apenas asintió o notó siquiera que Igía se alejaba. Su vista estaba fija en la espalda de Anfitrite que se alejaba cada vez más.
Parecía sospechar que esa sería la última vez que la vería.
…
Mansión Solo.
Presente.
¡¡TIPRINTIRINTINTINTIRITINTINTINTIRITINTINTIIIIINTIIIIIIIIN!
Julián abrió los ojos, despertado por el intenso repiqueteo de su celular… no su celular normal, sino el que usaba para comunicarse con los demás dioses. El aparato, que tenía un ringtone especial, se sacudía como si la llamada fuera tan urgente como repentina. Y conste que tenía el vibrador desactivado. Poseidón bostezó y se talló los ojos. Tomó el aparato, que no dejaba de sonar, y miró en la pantalla.
"¿Saori?" Esta llamada no se la esperaba. "¿Qué querrá?"
Aún somnoliento por su fugaz siesta, y cansado por el día que había pasado, Julián se dispuso a contestar.
¡Ay de la que le esperaba!
Fin del Prólogo.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Capítulo: Athena Desaforada.
"¡ERES UN BRUTO, INSENSIBLE BUENO PARA NADA! HAN ATACADO MI SANTUARIO POR TU CULPA. ¡ESTO NO TE LO VOY A DEJAR PASAR!…"
PS: Una vez más, nuevo monstruo. Más especificaciones sobre el fic, vean el Primer capítulo. ME ALEGRA VERLOS LEYENDO MIS LOCURAS. ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!
Brújula Cultural.
Igía: Mitología Griega. Es una de las diosas de la Salud e Higiene. Creo que es pariente de Asclepios, pero no estoy segura del todo.
Anfitrite y Poseidón: Mitología griega. Anfitrite es una de las 50 nereidas, hijas de Doris y Nereo, viejo del mar. Era la más recatada, sencilla y tímida. Estaba enamorada de Poseidón, sin embargo, no se le acercaba porque no le interesaba ser una más en la larga lista de conquistas del dios.
Un día, Poseidón, estando de muy buen humor, salió a dar una vuelta en su carro tirado por caballos, pasó por la isla de Naxos, y descubrió a todas las nereidas jugando allí en la playa… y mientras elegía a una doncella a la cuál cortejar, sus ojos repararon en Anfitrite, jugando con dos de sus hermanas, y a quién no conocía. Casi se cae del carruaje, algo le pasó en su pecho, se sintió de súbito enamorado por esta nereida. Más contento aún y decidido a conquistarla, se acercó a la playa y estacionó su carruaje. Se bajó a la arena y quiso acercarse a Anfitrite, pero ésta no solo se escondió detrás de sus hermanas, sino que las mismas nereidas comenzaron a distraer al dios.
Mientras juguetonamente lo detenían, Anfitrite escapó, pero Poseidón, cuando por fin se vio libre de sus captoras, comenzó a perseguirla. La nereida se escondía muy bien y se escabullía entre las islas, rocas, y acantilados submarinos: no se la puso nada fácil al dios, ni a ella misma, que quería algo más estable que una fugaz aventura. El asunto es que Poseidón estuvo mucho tiempo tratando de atrapar a Anfitrite, en un cortejo muy sensual. Había veces en que casi la atrapaba y otras en las que ni acercarse podía. Ocurrió que un día, mientras estaba en su palacio submarino, se dio cuenta que lo suyo no era un mero enamoramiento, sino algo mucho más serio, tanto, que se decidió a casarse con ella. Envió a un delfín a buscarla, pero cuando la encontró, Anfitrite le dijo al delfín que si Poseidón quería hacerla su esposa, éste tendría que ir por ella. El dios no se hizo de rogar y fue por ella. Se casaron y tuvieron un hijo, Tritón.
Anfitrite asumió con esta boda, la condición de diosa de los mares calmos y de los pescadores, ya que se encargaba de endulzarle el talante a su esposo cuando éste estaba furioso y desataba tormentas. Por lo mismo, los pescadores se encomendaban a ella cuando veían que el clima se les ponía feo.
