A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.

¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta: ¿Cuándo actualizarás?

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.

ADVERTENCIA.

Principio 46 para ver y entender Manga: Vehículos increíbles hacen que el héroe se vea más impresionante.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 2:

Desagradable Encuentro.

Hospital de Ancud.

3 días después.

Paulina suspiró profundo y se apoyó en la silla que ocupaba, y miró hacia fuera, por la ventana. Llovía con pereza y la ciudad de Ancud tenía ese pintoresco tinte a otoño, que lentamente se afianzaba. El verano ya podía darse por derrotado. Esbozó una sonrisa: sentía en su corazón el murmullo del mar y de las olas, que arrullaba su ansioso deseo de lanzarse a las aguas a nadar con libertad… no podía ver el mar desde su posición, pero de poco le importaba tal cosa. Sabía en su corazón que estaba allí.

"Disculpe Doctor, pero no entiendo." Opinó de pronto su papá, que estaba sentado a su derecha. "Ya sé que soy medio bruto, pero ¿podría explicarme eso más claro?"

"… No sabemos qué pasa con su hija, Don Sergio." Dijo el doctor. "Lo único certero aquí es que está muy delicada. No es una afección imaginaria, es muy real, pero no sabemos qué es o qué lo provoca."

Paulina suspiró. Por supuesto que estos doctores no sabían que le estaba pasando. Nadie lo sabía, no tenían forma de saberlo, ni de sospecharlo siquiera. Su juvenil cuerpo llevaba consigo el cansancio de una mujer ya anciana. Su salud, otrora envidiable, estaba en franco colapso y éste no se detenía. Se estaba deshaciendo a un ritmo veloz. Sentía un constante cansancio y el dolor no le daba tregua alguna: tanto era éste que sus músculos se paralizaban o su traquea se cerraba, impidiéndole respirar. A veces solo eran dolorosas parálisis, otras sus pulmones se negaban a funcionar, otras, era una mezcla de ambos. Todo le significaba un gran esfuerzo… lo cuál tenía una sola explicación plausible.

Ya se le había agotado la energía y con ella, su suerte. Esta sería su última vida, a menos que de milagro volviese a casa o que recuperase lo que había dejado atrás… aquello que había devuelto al lado más íntimo del mar.

"¿Cuánto tiempo me queda?" Preguntó Paulina de pronto, tranquila, como resignada, apenas desviando su vista de la ventana. Esto tomó por sorpresa a los médicos y a su familia.

"¡Ya Está La Mocosa Con Estupideces!" Protestó Tobías muy enojado. El muchacho había estado apoyado en la pared, cerca de la puerta, todo el tiempo. "¡No Te Morirás Y Fin De La Discusión!"

"¿Doctores?" Don Sergio miró a los médicos, ansioso. Éstos se quedaron en silencio, y menearon la cabeza. "… ¡Hablen De Una Vez!"

"Lo lamentamos en serio… pero, a este ritmo… Paulina no durará el año."

Los ojos de aquél rudo hombre de mar se llenaron de lágrimas y sorbeteó aire con la nariz. Empuñó las manos y se puso muy ceñudo. Tobías apretó los dientes y le dio un fuerte golpe a la pared, para luego darle una patada a la misma. La templanza que había estado luciendo Paulina se deshizo como un castillo de naipes: la chica de inmediato buscó refugio en los brazos de su padre, quien algo atónito se lo concedió, y procedió a mimarla y a acariciarle el cabello.

"PERO… Pero… pero… ¿No hay nada que puedan hacer? Por favor, es mi hija… mi única hija… ¡Quizás en Santiago!"

"Don Sergio, aunque la llevásemos a Santiago o al mejor hospital del planeta, bien poco que se podría hacer. Ya hay daño, a nivel celular, muy serio y avanzado… Aunque supiéramos lo que le pasa, ya no hay tempo. Sería un desperdicio." Intentó explicarle uno de los médicos con paciencia. "Ni siquiera retrasaría lo…"

"¿Alcanzaré a graduarme?" Preguntó de pronto Paulina, nuevamente tomando por sorpresa a los médicos, quienes, permanecieron en silencio. Los ojos de la chica se llenaron de lágrimas.

"¡Muchacho! Lleva a tu hermana fuera."

"¡Pero!"

"¡Qué la lleves te digo!"

"¡Papá!"

"No discutan conmigo y obedezcan."

Tobías se mordió la lengua y se acercó a su hermana menor. La tomó de un brazo y la obligó a ponerse de pie y a salir de la oficina. Don Sergio se quedó mirando a los médicos con la vista muy grave. Se acomodó en la silla y tras inhalar ruidosamente, sacó por fin la voz.

"Esa niña es mi única hija. ¡Tiene Que Haber Una Manera! No tengo mucho dinero, pero por mi Paulina puedo arreglármelas y…"

"Don Sergio, esto no es por dinero… Nos gustaría poder decirle lo contrario, pero estaríamos mintiendo. No hay nada que podamos hacer por Paulina." Le explicó el médico de más edad.

"El caso de Paulina es inédito: no hay registros de una enfermedad parecida." Añadió un segundo médico. "Podría ser Fibromialgia, pero por increíble que suene, ésta no es tan agresiva y los síntomas de su hija no concuerdan del todo. Podría Esclerosis Múltiple, pero tampoco coincide. Pueden ser muchas cosas y nada al mismo tiempo."

"Lo único que podemos hacer, es quizás aliviar un poco sus dolores." Dijo un tercer médico. "Pero no mucho más que eso. Lo lamento de veras."

Don Sergio inhaló una buena cantidad de aire y fijó su mirada en la palma de sus manos. Las innumerables líneas de su curtida piel estaban mudas y le devolvían un quedo reproche con sabor a marea roja. Se quedó en silencio, en una deprimida actitud.

"Ya me la desahuciaron." Susurró antes de romper en lágrimas.

x–x–x–x–x

En tanto, afuera de aquella oficina, y caminando por los pasillos, Tobías llevaba a su hermana del brazo. Paulina inhaló profundo y se secó los ojos con el revés de su manga. Se aferró al sweater de su hermano mayor y se apoyó en su hombro.

"… no me encontró." Se lamentó mientras sollozaba. "Al fin que no me encontró…" Paulina sintió que se le quebraba la voz. "¡Apuesto que ni siquiera me buscó!" Más lágrimas derramó, mientras se abrazaba al torso de su hermano. "¡En serio lo estaba esperando y no me encontró!"

"¡Ya Tite! Deja ya de pensar en eso. Ese sujeto no vale la pena." Gruñó Tobías, esperando una reacción de su hermana menor…

"…"

La cuál nunca llegó. El muchacho de casi 20 años se mordió el labio inferior y le dio un ligero codazo a su hermana.

"Oye, ¿No me vas a decir nada porque te dije Tite?" Preguntó curioso. Por lo general, cada vez que la llamaba de ese modo, solía sacar a su hermana de quicio. Esta vez Paulina tan sólo se encogió de hombros.

"¿Qué más da? De bien poco me sirvió que me ahorrase ese sobrenombre para alguien que seguro está encamado con otra mujer." Paulina tomó dos bocanadas de aire. Tobías la llevó a un asiento cercano, en donde se sentaron. "Al menos… quisiera durar al menos hasta fin de año…"

"No quiero que pienses en ese infame." Tobías se puso muy ceñudo. "Será tu esposo, pero no solo nunca le he visto, sino que además no se preocupa por ti y te hace llorar a moco tendido."

"…"

"Pauli… no te mereces eso." Tobías puso un taimado mohín en el rostro. "… mil años es mucho tiempo, ya deberías considerarte soltera… quien realmente merece tus lágrimas, no te va a hacer llorar."

"1500 años. Hace 1500 años que me separé de él, no mil." Corrigió Paulina con algo de molestia.

"¡Y Hace La Misma Pila De Años Que No Lo Ves!" Tobías se cruzó de brazos, taimado como nunca. "Si tuviera en frente al desgraciado infeliz que te hizo tal cosa, te juro que le saco los ojos con un arpón." Añadió mientras empuñaba las manos con fuerza. "Si realmente te quisiera un poco estaría aquí, contigo, pero no, nunca más lo viste."

"No. Lo he visto al menos unas 5 veces más… la última vez fue hace 178 años." Paulina se apoyó contra el respaldo de la silla y miró al techo. "1500 años sola sufriendo pestes y él seguro ya ni se acuerda de mi."

Tobías le pasó el brazo por encima de los hombros a su hermana y la abrazó con cariño. Él, como su padre, un pescador artesanal, tampoco era bueno mostrando sentimientos, pero aunque bruto y mal genio, era muy querendón de los suyos. Paulina, quien a la sazón contaba con 17 años, era, como podrán sospechar, mucho más vieja de lo que en verdad parecía. Sin embargo era la chica más sencilla (sensible e impresionable) de la región, y se comportaba como cualquier otra niña de su edad lo haría. Paulina se frotó las manos con delicadeza: las articulaciones le dolían.

"Pauli… tengo que hacerte una pregunta."

"Hazla."

"Pero me tienes que responder como Anfitrite…"

Paulina se quedó mirando a su hermano con los ojos muy abiertos. Tobías, al igual que su papá y que su fallecida madre, sabía bien que ella era la encarnación de Anfitrite, pero nunca hacía muchas preguntas, como si se conformase con tener una hermana menor que cuidar y punto… excepto claro, cuando la curiosidad lo carcomía o era importante.

"Dime."

"… ¿Puedes salvar tu vida?" Preguntó muy serio. "Eres una diosa, ¿No puedes usar algún poder extraño para mantenerte a…?"

"Soy una nereida, Tobías, no soy una diosa…"

LO Eres! Uno de tus regalos de boda para cuando te casaste con ese PAYASO fue que te elevaron a categoría de diosa." Afirmó Tobías muy seguro. Paulina lo miró sorprendida. "Es que estuve leyendo algo en Internet…" Añadió algo avergonzado… sin saber que a muchos kilómetros, a bordo de un avión, cierto dios estornudó de repente.

"Sí, tienes razón, pero…"

"¡Tengo Razón! Entonces eres una diosa." Tobías la miró a la cara con mucha más seriedad todavía. Y que conste que ya era muy taciturno. "¿No puedes usar algún poder extraño o invocar a alguien para que te salve la vida?"

"No." Paulina siguió frotando las manos con paciencia, mientras las ocultaba entre sus ropas. Las articulaciones le dolían mucho, quizás llovería. "No puedo hacer eso… Verás… fui una diosa, pero volví a ser una nereida… y así ha sido por muchos años."

"¿De qué hablas?"

"Es que cuando me fui de Atlantis… dejé atrás mi divinidad. No quería… no quería que Poseidón me encontrara y… dejé atrás todo lo que me ligaba a él, incluida mi divinidad. Lo devolví todo a lo más íntimo del mar. Volví a ser una nereida invisible… como siempre debí serlo."

"¿Qué no sabes usar el sentido común? Al menos te debiste quedado con eso." Protestó Tobías. "Entonces cambio la pregunta. Como nereida… ¿No puedes hacer nada para salvarte?"

"No… no puedo… si llego a usar algo de mi cosmo, me consumiré y…"

"¿Qué no se supone que eres inmortal?"

"Sí… pero…sólo los dioses pueden encarnar una y otra vez, todas las veces que quieran… yo no soy una diosa, ya agoté la poca energía y apenas me queda esencia divina. ¿Cómo crees que sigo viva? Estoy en los descuentos." Paulina inhaló aire y se detuvo unos minutos para descansar. "Encarné muchas veces. Si activo mi cosmos, aunque sea sólo un poco… me consumiré y bajaré al inframundo como una sombra más, y no como inmortal."

Tobías suspiró amargamente. Paulina volvió a derramar lágrimas de pena y se cubrió la cara con manos y brazos. Estaba asustada, si bien ya antes había muerto, esta vez lo haría en forma definitiva, lo cuál no dejaba de asustarla. No habría poder en la tierra capaz de traerla de regreso, a menos que Hades se apiadara de ella… cosa muy poco probable, dicho sea de paso.

"¿SE PUEDE SABER QUIÉN TE MANDA A ENCARNAR TANTO Y TAN SEGUIDO?"

"Es que… es que… es que no quería que Poseidón me encontrara. ¡BUUUU!" Sollozó la chica.

"Pero, ¿No Que Te Estás Quejando Que Querías Que Te Encontrara?"

"¡Pero es que quería y no quería!" Paulina interrumpió sus sollozos. "Si me encontraba es porque le importaba lo bastante como para… darse el trabajo… de… encontrarme… ¡BUUUUUUUUUU!" Volvió a interrumpirse para tomar aire. "Yo quería… que me encontrase… y que… me levantase en brazos… como en los cuentos… Y… ¡Y!…" Nada. La chica volvió a romper en llanto

"Ya está. ¡No lees más novelitas rosas!" Gruñó Tobía de mal humor. "¡Si No Eres Más Bruta Por Que No…! Ay Pauli, no llores o harás que me caiga mal el desayuno." Pidió Tobías. Si bien era un muchacho demasiado brusco, tenía su corazoncito por ahí en algún lado. Paulina lloró sin importar nada.

"Es que creí… que me buscaría y me encontraría… y que me diría que todo iba a estar bien… ¡Yo Quería Que Se Diera Cuenta!"

"… el muy maldito no merece que llores por él." Tobías le sobó la espalda. "Creo que ni siquiera te amaba para empezar. ¡ARGH! Si Lo Veo, Le Caigo A Patadas." Insistió el chico. Nuevamente, por allá lejos, arriba de un avión, Julián seguía estornudando.

"¡BUAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!"

Paulina, o mejor dicho Anfitrite, estalló en llanto instantáneo en cuanto Tobías terminó de hablar. Es que no solo lloraba por el tremendo desatino que su bruto hermano acababa de cometer, sino que también porque sus palabras no dejaban de ser ciertas… y porque… bueno, Anfitrite nunca había dejado de amar a Poseidón, ni siquiera así un tantito.

Una traición de grueso calibre, y 1500 años de orgullo lastimado, no habían mellado en Anfitrite su amor por el dios Poseidón. La nereida le seguía amando, como el primer día, y en todo ese tiempo, creyó de corazón que su adorado esposo vendría por ella a buscarla y a resarcirla del tremendo mal rato que la hizo pasar.

Creo que Tobías tiene razón. Anfitrite ha leído demasiadas novelitas rosa y debería dejar esa lectura. Las chicas románticas son más susceptibles de sufrir de corazones rotos… para lo cuál no hay medicinas efectivas.

"Paulina… ¿Qué tal si aceptas la oferta del Caleuche? En una de esas te pueden…"

"¿Qué Estás Operado de la Cabeza o Has Estado Fumando de la Mala?" Gruñó Paulina con súbita violencia. La chica miró a su hermano a los ojos con severidad. "Ni en chiste vuelvas a sugerirme tal cosa."

"Está bien, tranquila… no fue mi intención."

"Lo que tú digas."

Su repentino cambio de humor tenía una razón muy fundada de ser. Paulina podría ser sencilla y humilde, y a veces podía pasar por alto muchas cosas, pero no era una nereida tonta en lo más mínimo. Suspiró y se abrazó a sí misma, permitiéndose descansar en el hombro de su hermano…

… Cerró los ojos y recordó el primer encuentro que había tenido con el Caleuche y su capitán.

Flashback.

Ese día no debió de haber ido a clases, pero Paulina, desobedeciendo, había concurrido como una alumna normal. Claro, no había rendido nada, pues una intensa jaqueca, la dificultad para respirar, y el dolor en las articulaciones, habían boicoteado sus planes de estudio. Sus profesores habían intentado convencerla de que se fuera a casa, pero ella se había negado: habrían tenido que llamar a su papá o a su hermano para que la retirase del Liceo y no quería causarles más preocupaciones.

Ahora caminaba a casa. Se había escapado de sus aprehensivas amigas, que no querían dejarla sola, pero es que se sentía tan mal, que no quería la compañía de nadie. Mala idea de la cuál comenzaba a arrepentirse: cada vez le costaba más caminar y respirar se le estaba haciendo más y más trabajoso. Sentía la garganta muy seca y con cada respiración, ésta amenazaba con sellarse definitivamente.

Se detuvo para descansar, considerando seriamente la posibilidad de pedir ayuda, total, estaba cerca del muelle y faltaba poco para llegar a su casa. Todos la conocían y no dudarían en asistirla ni en avisar a su papá lo más rápido posible.

Sin embargo el descanso pareció servirle. Lentamente recuperó algo de fuelle y se creyó capaz de seguir un poco más por sí sola. Miró hacia el mar, que mostraba olas encrespadas y cada vez más agitadas. Vaya, parece que iba a llover. Dio un par de pasos en la dirección de su casa. Entonces una densa neblina cubrió el lugar por completo. Paulina se detuvo en seco, y observó a su alrededor con las cejas entrecruzadas al sentir una no muy agradable presencia. Apretó la mandíbula cuando aquél ente se hizo evidente. Podría estar muy enferma, pero aún podía identificar cosmos, y lo que sintió, no le gustó.

"Yo sé que eres Anfitrite…" Dijo una voz a su espalda. Paulina giró sobre sus talones.

"¿Quién eres tú?" Ladró hacia la profunda niebla. Pero nada. Entonces una mano se apoyó sobre su hombro. Paulina volvió a girar en 180 grados y apartó aquella mano. "¡Suéltame! ¿Quién eres y como…?"

Allí había un encapuchado. No era muy alto, quizás del tamaño de su papá o de Tobías. Tenía un aura muy negativa que lo rodeaba y era evidente que tenía algunos poderes. Paulina se asustó: ante ella había un brujo y no uno cualquiera.

"¡Qué Linda Eres!" Este piropo, nacido tras una honesta exclamación de asombro, no la halagó como debería haberlo hecho. El encapuchado descubrió su rostro y la miró embelesado. "Anfitrite… eres más linda en la realidad que en los cuentos."

"¡Pregunté quién eres!" Insistió Paulina, mirando al hombre joven que había frente a ella. "¡No sé de qué me hablas!"

"Soy Humberto… el capitán del Caleuche. Tengo una propuesta para ti." Le dijo al tiempo que avanzaba dos pasos hacia ella, con una sonrisa sensual, que a ella le pareció desagradable. Paulina no tardó en retroceder para así mantener la distancia. "Tranquila, no te voy a hacer nada."

"No creo en la palabra de un brujo."

"¿Quieres venir a dar un paseo conmigo?" Humberto dio un rápido paso y sujetó a la chica de un brazo con más firmeza de la necesaria. Paulina ahogó un gemido. "Será interesante, te puedo mostrar cosas que…"

"¡Suéltame! Me haces daño." Paulina forcejeó. "¡Gritaré Bien Fuerte!"

"No te resistas y ven conmigo." Insistió Humberto, con un tono de voz severo y sensual. "Grita todo lo que quieras que nadie te va a escuchar."

BAAAAAAAAAAAAM, FISSSSSSSSSSSSSSSSS.

Unas ramas golpearon a Humberto en la cara, que le produjeron una fea quemada. Luego le dieron un fuerte empujón y alguien le arrebató a Paulina de las manos. El Brujo se pasó las manos por la cara para calmar su dolor y furioso levantó la mirada.

Allí, una severa Anneke le miraba furiosa, apuntándole con una rama de Canelo, mientras protegía a Paulina tras su espalda. La nereida estaba aferrada al grueso abrigo de la chef, media muerta del miedo.

"¿Pero qué…?" Humberto cruzó miradas por primera vez en su vida con Anneke. Supo de inmediato que no debía acercarse mucho a ella: sentía que tenía un gran poder psíquico capaz de detenerlo. No podía dejar que lo supiera. "¿Quién Osa Interferir En Asuntos de La Mayoría?"

"Lárgate, Brujo, y deja en paz a la niña, maldito pederasta."

Fin de Flashback.

"¿Niños?" Preguntó de pronto su papá. Venía acompañado de uno de los médicos. "Ya nos podemos ir."

Paulina abrió los ojos y lo miró con largura. Don Sergio tenía los ojos cristalizados por un llanto mudo, del cuál no quedaban más evidencias que algunos surcos en su rostro. Tobías se puso de pie y ayudó a su hermana, quién ya era presa del agotamiento.

"Paulina, no dudes en venir si te sientes mal." Le dijo el doctor que acompañaba a su papá, quien no era otro que Enrique, el amigo de Anneke. "Don Sergio, por cualquier cosa, me llama. ¿Estamos?"

"Gracias Doctor." Don Sergio y Enrique se dieron un apretón de manos al despedirse. El médico se alejó tras despedirse de Tobías y de Paulina.

"¿Ya nos vamos, papá?"

"Sí, a casa. ¿Quieren que les compre un helado?"

"¿De Chirimoya?" preguntó Paulina, de pronto contenta. Tobías hizo una mueca.

"¿Qué te pasó que estás tan generoso, viejo?" Preguntó en sorna. Don Sergio le dio un coscorrón.

"Si no quieres helado, entonces se lo doy a tu hermana." Gruñó el viejo pescador. "Vamonos ya. No me gustan los hospitales."

Paulina se aferró al brazo de su papá, quien guió a su familia fuera del centro asistencial, caminando lento, pese a las ganas que los tres tenían por salir de allí.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Capítulo: La Conspiración del Caleuche.

algo parecía palpitar en aquellas costas, algo que llamaba poderosamente su atención y que le aceleraba el corazón.

Julián, que siempre había sentido un especial magnetismo por el océano, tuvo una curiosa sensación de Deja Vuh al ver el mar. Se sentía de buen humor y el mar respondía a eso. El canal de Chacao ese día estaba particularmente tranquilo.

Solo una vez se había sentido así.

PS: Repito: Este fic es un hermano del fic anterior. Si no lo han leído, bien poco van a entender lo que ahora les propongo. Muchas de las cosas ya fueron explicadas en "Extremus Australis" y muchas de las cosas que no se explicaron entonces, serán respondidas en este fic. Ojalá no los decepcione y que sigan dándome sus lindos apoyos y porras. Desde ya, les agradezco que se hayan tomado un tiempito para leerme. ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!

Brújula Cultural:

Canelo: Es un árbol nativo de Chile. Sus hojas son medicinales y se usan en ciertos ritos de purificación y sanación indígenas, llamados "Machitún." Para los mapuches, es el árbol de la Paz. ¡REPELE brujos!

La Mayoría: Digamos que es el "sindicato" de los brujos de Chiloé. Es como llaman a su orden. También se la conoce con el nombre de "Recta Provincia." Se reúnen para sus aquelarres en una cueva cerca del pueblo chilote de Quicaví.

Fibromialgia: Esta es una enfermedad maldita. Mi mejor amiga la padece, así que sé de lo que hablo: es extraña sí, y difícil de creer, más aún de explicar. Lo terrible es que son muy pocos los médicos que están capacitados para reconocerla y diagnosticarla, dado que sus síntomas no salen reflejados en las prueba de laboratorio normales… incluso hay algunos médicos descriteriados, que me parece que reprobaron el curso de Persona Humana, que se atreve a decir que estos síntomas están en la cabeza y que no son más que una forma de llamar la atención, y no le creen al paciente los muy malditos… no saben lo feliz que me haría echarles ortiga venenosa en donde guardan la ropa interior. Lo que pongo a continuación, aunque un poco aburrido, lo saqué de una página, para poder explicar mejor la enfermedad:

"El síndrome de fibromialgia es una forma común de fatiga y dolor muscular generalizado que afecta a un 2 por ciento de la población de Estados Unidos, o 5 millones de personas. Produce dolor en los músculos y tejidos que conectan huesos, ligamentos y tendones. La causa de la fibromialgia se desconoce.

Aunque las personas con fibromialgia tienen dolores similares a los de una enfermedad de las articulaciones, la fibromialgia no produce inflamación, y por lo tanto no es una forma de artritis. Más bien, es una extraña forma de reumatismo de los tejidos blandos.

El dolor muscular general constituye el síntoma más destacado de la fibromialgia. Por lo general ocurre en todo el cuerpo, aunque puede comenzar en una región del mismo, tal como el cuello y los hombros, y extenderse a otras áreas al cabo de cierto tiempo. El dolor producido por la fibromialgia ha sido descrito como: ardor, punzada, rigidez y sensibilidad. A menudo varía según la hora del día, el nivel de actividad física, el clima, los patrones de sueño y la fatiga nerviosa. La mayoría de las personas con fibromialgia dice que siempre siente algo de dolor. Estas personas sienten el dolor principalmente en los músculos. Para algunas personas, el dolor puede ser bastante severo.

Alrededor del 90 por ciento de las personas con fibromialgia experimenta fatiga moderada o severa, menor resistencia al esfuerzo, o el agotamiento típico propios de la gripe o la falta de sueño, solo que en forma constante, sin detenerse. A veces la fatiga es más problemática que el dolor."

Para más informaciones, vean en Google… o si tienen algún pariente médico, póngalo a prueba.