A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.

¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras::inserte la banda sonora de El Padrino: Y sí, tengo mentalidad de mafiosa: es que de otro modo no actualizas n.n

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.

ADVERTENCIA.

Principios 75 para ver y entender Manga: Extraterrestres, demonios, youkais, viajeros en el tiempo, etc., todos quieren alterar el curso de la historia y dejar que Oda Nobunaga gane.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 4:

El Empresario y la Colegiala.

Alta Mar.

6:30 a.m.

A esa hora, era el momento perfecto para pescar. Apenas había amanecido y podían decir con orgullo que habían comenzado bien el día. Tenían una buena pesca, unos preciosos ejemplares listos para ser vendidos en el mercado. Ya estaban regresando a puerto, luego de haber pasado poco más de 3 horas pescando. Sacaban cuentas alegres: si todo salía bien, y si se avispaban al momento de vender sus pescados, obtendrían un buen precio, más del que habían estimado al salir.

"Oye viejo, ¿Quieres un poco de café? Paulina se va a erizar mucho si descubre que no tomamos nada." Preguntó Tobías, mientras hurgaba en la mochila en la que solían poner sus desayunos. "Creo que nos puso sándwiches."

"No gracias. Dame solo café."

"¿Qué te pasa? ¿Estás cuidando la línea, Viejo?"

"Calla, muchacho." Gruñó Don Sergio, que iba manejando el bote. "Solo café."

"Muy bien."

Tobías preparó un café y le entregó la taza a su padre, que no era otra cosa que la tapa del termo. Cuando alzó la vista, descubrió que la isla ya se perfilaba más clara en el horizonte. Oyó a su padre suspirar apesadumbrado.

"… primero tu mamá, y ahora Paulina…"

"Ya no te me pongas sentimental, viejo." Tobías miró a su padre de reojo. Se sentía mal al reprocharle, pues él también sentía una pena profunda por su hermana. Nada más estaba reaccionando como había aprendido.

"… ¿Por qué me acompañaste, Tobías?"

"… Ya no me pregunte."

"Hace tiempo que no salías a pescar conmigo."

"Seee… Deberíamos haber traído a la Pauli."

"Cierto, se pone muy contenta cuando viene a alta mar." Don Sergio sonrió melancólico. "Debe ser porque es nereida."

"Cierto. Oiga… Estaba pensando. ¿Vamos a terminar muy tarde con esta venta?"

"Naaah. Vamos a vender esto rápido. ¿Por qué la pregunta?"

"Es que si a lo mejor podemos sacar a Paulina a dar una vuelta…"

Don Sergio tomó un pescado y se lo lanzó a su hijo por la cabeza. El rudo pescador se puso a reír de lo lindo mientras veía a Tobías hacer toda clase de genuflexiones para atrapar el pescado.

"Yo tengo razón. De tanto en vez tienes buenas ideas." Reconoció el hombre, repentinamente de buen humor. "Vendemos esto rápido, la sacamos del colegio, y nos la llevamos a dar una vuelta. Seguro que el aire marino me la mejora."

Tobías sonrió para sus adentros. Por fin había logrado que su papá se entusiasmase por algo. Desde que habían desahuciado a su hermana, que Don Sergio andaba muy molesto y deprimido. Claro, no con ellos, menos con Paulina, pero de que estaba triste, lo estaba. Es que un padre no debería enterrar a sus hijos. Ambos comenzaron a conversar más alegremente, mientras avanzaban hacia el puerto, haciendo algunos planes para cuando…

… Un espeso banco de niebla, salido de la nada, cubrió al bote por completo. El motor se apagó solo, como si no tuviera gasolina. Don Sergio intercambió una mirada con su hijo y se encogió de hombros.

"¿Bah?" El pescador intentó hacer que el motor del bote arrancase, sin éxito. "Que raro. No tenía pinta de que esto iba a pasar…"

"Papá." Tobías tenía la mirada fija en la neblina. "Mira eso, por estribor."

Don Sergio miró hacia donde le indicaba su hijo. No se veían las demás embarcaciones, sino una densa y gris neblina. Sin embargo, podía distinguir una luz, que se acercaba a ellos, y que se hacía más potente a medida que se acercaban.

"¡CONDENADOS! Es el maldito Caleuche." Don Sergio se abocó con toda su fuerza a tratar de encender el motor, mas éste no quiso funcionar. "¡Toma los Remos, Muchacho!"

Tobías obedeció a su padre sin esperar nada. La cercanía del Caleuche no auguraba nada bueno. Tenían que alejarse de allí lo más rápido posible. Cuando Don Sergio descubrió que el motor estaba muerto, comenzó a ayudar a su hijo con los remos y ambos, al unísono, comenzaron a remar a todo lo que le daban sus fuerzas. Lastimosamente, su preciosa carga hacía del bote algo pesado.

"¡Rema Por Todo Lo Que Quieres!"

"¡Eso Hago!"

"¿Ves la Luz? Maldito Barco."

El Caleuche se acercaba muy lento hacia ellos, lo que les dio la falsa esperanza de que podrían escapar. Ni Tobías ni su papá dejaban de remar. Todas sus fuerzas estaban concentradas en ese propósito: ambos estaban muy al tanto del problema que Paulina había tenido con el Caleuche, por lo que estaban muy concientes de las consecuencias que ese encuentro podría tener.

Entonces la potente luz desapareció.

"¿Papá? No veo la luz."

"Es un engaño. Sigue remando, muchacho. Si nos atrapa el Caleuche, nunca podremos salir."

Tobías no protestó. Algo de razón debía tener su padre, pues el banco de neblina no se había disipado. Entonces, lentamente, aclaró con pereza y por fin pudieron ver la mañana y la isla no lejos de ella.

"NO TE Detengas. SIGUE remando."

"¿Ya se fue?"

Entonces la neblina volvió a cubrirlos por completo. Una enorme sombra se manifestó ante ellos, a escasos metros, sin darles chance de maniobrar para poder esquivarla. El Caleuche entonces encendió las luces a toda potencia.

CRAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASH.

La madera del bote se resquebrajó al momento del impacto contra el Buque de Arte.

Ciudad de Ancud.

16:30 pm…

Eo e Isaac estaban echadotes en sus respectivas camas. Julián había quedado tan encantado con la Isla, que no quiso regresar a la ciudad de Puerto Montt, en el continente. Se habían quedado en un hotel de la ciudad de Ancud, cerca de la Salmonera a la que habían ido a visitar.

Estaban infinitamente aburridos.

"¿Hasta cuándo tendremos que quedarnos en este trozo de isla? Estoy aburrido." Rezongó Eo, con la vista fija en el techo.

"La invitación de esa Salmonera dura una semana." Explicó Isaac mientras cambiaba canales. "Luego de eso… Hasta que a Julián se le ocurra irse." Añadió tras un suspiro.

"Bah. Eso quiere decir que estamos atascados hasta quizás cuándo."

"Ya no te quejes. Esta isla es preciosa."

"Sí, pero aburrida y hace frío."

"…"

"Si una isla va a ser divertida, tiene que ser como alguna de las del Caribe."

"Pues vete al Caribe." Isaac no le prestó mayor atención y siguió buscando algún programa que valiese la pena.

"¡No Puedo! En tanto Julián esté aquí, no puedo irme así nada más."

"Entonces vete a entrenar con Baian, Kaysa o Krishna."

"¿Estás Loco? A Baian no lo veo desde anoche, no me gusta entrenar con Kaysa, y Krishna seguro está buscando a la Señora Anfitrite o meditando."

"Feh. Hay quienes no se conforman con nada." Isaac se puso de pie, estiró los brazos y tras dar dos zancadas, se dispuso a salir.

"¿Dónde vas, Isaac?"

"A cualquier lado donde no oiga tus lloriqueos." Respondió el General de Craken al momento que abría la puerta y la cerraba tras de sí. Eo lo miró hastiado y con cara de circunstancias.

"¡Piérdete!" Exclamó ni bien se cerró la puerta. Eo hizo un gesto de profundo hastío y se dejó caer en la cama.

Isaac salió del cuarto y se dirigió a paso cansado hacia las escaleras. Decidió que quería dar un paseo por la ciudad a ver como le iba. Sin mencionar que tenía hambre y tenía ganas de probar la comida local, que tal como les había comentado la dueña de aquella hostería en la que habían decidido quedarse, era sencillamente deliciosa. Quería comprobar eso en persona. Estaba llegando a la recepción, cuando vio salir a Julián por la puerta. Alzó ambas cejas…

"No lo sigas." Le sorprendió la melodiosa voz de Tethis a su espalda. Giró sobre sus talones, solo para ver a la sirena sonriéndole. "Dijo que quería dar un paseo y que ninguno de nosotros debe seguirlo." Añadió mientras se encogía de hombros.

"Vaya. El mar esta vez sí que le ha afectado." Comentó llevándose los brazos detrás de la cabeza. "… La debe estar extrañando mucho."

"Tienes razón. Al principio creí que era un capricho, pero…"

"La Señorita Saori era un capricho. Esto no lo es."

Ambas marinas se quedaron viendo en la dirección en la que Julián había tomado. Suspiraron al mismo tiempo, y al menos en el caso de Tethis, menearon la cabeza.

"Lo que le pasó, le pasó por mañoso."

"Tú lo has dicho, Tethis."

Calles de Ancud.

Algunas horas después.

Llovería. Podía respirar en el aire que precipitaría pronto. La tierra despedía aquél olorcillo típico que anunciaba la proximidad de una lluvia. Julián respiró profundo y se aferró a su grueso abrigo de marca cara y diseño exclusivo. Pese a esto, se veía bastante normal y casual para un muchacho de 19 años, y aunque llevase puesta ropa cuyo valor podía alimentar a una persona por 2 semanas, no resaltaba entre la multitud.

Se detuvo unos instantes en la plaza. Estaba contento: algo había en el ambiente de la isla que lo hacía sentir de muy buen humor. Quizás por eso la tormenta que amenazaba con caer desde la noche anterior sólo se mantenía como una negra advertencia en los cielos. Algo había cerca, algo que él conocía y que sentía muy cerca de su corazón, muy cerca e íntimo…

"Hola." Le saludó una voz detrás de él. Julián se dio la vuelta sólo para ver un trío de amigas, aún con el uniforme de colegio puesto, que lo saludaban con inocente picardía. Julián les respondió con un galante gesto, que las hizo caminar más rápido y estallar en risitas.

El joven dios sonrió de oreja a oreja. Esta tenía que ser la cuarta o quinta vez que lo saludaban ese día. Eso le subía el ánimo a cualquiera. Lo que sí echaba de menos, eran los piropos: las chicas que lo saludaban sólo se limitaban a un lacónico "hola" o a un guiño. Ocurre que aún no se encontraba con las más lanzadas.

Poseidón exhaló aire e inflando el pecho, reinició la caminata. Hora de volver a la hostería en la que estaba alojando. Era tarde y tenía hambre. Ancud era una bella ciudad, contaba con un buen puerto y desde ahora con el beneplácito del dios. Ese día había sido muy interesante: había visitado las Salmoneras, cerraría un importante negocio dentro de los próximos días, había conocido la ciudad a pie, cosa que no solía hacer, y su ánimo estaba por las nubes. Quizás si seguía así se animará a probar la comida en el mercado.

Uuh… ¡Comida! Su divino estómago exigía un divino refrigerio. Si bien le esperaba una cena suculenta en el hotel, sabía que Tethis se encargaría de eso, algo para entretener a su estómago no le haría daño, pero ¿dónde? De pronto, lo vio.

Un negocio pequeño.

En aquella esquina había un negocio pequeño, era una panadería, seguro allí podría comprar algo para comer en tanto regresaba a la hostería. Decidido, caminó hasta allá, cruzó la calle y con la misma e inusual actitud casual que lo había estado caracterizando todo el día en forma extraordinaria, entró al local.

No se tardó mucho en decidir. Aquél aroma dulce le inundó las fosas nasales. No solo su esencia divina reaccionó a tal estímulo, sino también su lado humano. Él, griego de corazón en todo aspecto, no podía resistir los dulces y frente a él ¡HABÍA PASTELITOS: Conejitos y Berlines, rellenos o con crema pastelera o con manjar, los cuales parecían coquetearle desde las bandejas. No hace falta saber qué fue lo que eligió.

Con su compra ya lista, se acercó a la caja para pagar. Tras saludar a la cajera con una amable sonrisa, le entregó los artículos que había elegido y esperó a que le hicieran el recibo. Una vez que hubo pagado, se dispuso a salir de la tienda. Sin embargo, nunca pudo salir.

PLAAAF.

La puerta que había estado tan quieta hasta ese momento, se abrió de golpe y se estrelló contra Julián, logrando que este retrocediera atolondradamente algunos cuantos pasos, causando una mini conmoción que aunque causó risa entre algunos de los compradores, pronto fue olvidado, excepto por el principal afectado. Julián se sobó la nariz y miró molesto hacia la puerta, todavía con las manos sobre su adolorido rostro.

Allí había una chica, que no era otra que Paulina, lo miraba con ojos grandes, cubriéndose la boca con las manos. Todavía vestía uniforme de colegio y el abrigo que usaba parecía quedarle grande. La chica aún no parecía darse cuenta que había golpeado a nadie más ni nadie menos que su "querido" marido… aunque si lo hubiera hecho, creo que le habría dado más duro.

"¡Por favor! No me di cuenta, es que venía distraída." Le aseguró la chica algo nerviosa, mientras se acercaba a Julián para ver como estaba. "No sé en qué estaba pensando, yo…" Poseidón la apartó con un brazo, mientras seguía sobándose su nariz.

"Ya deja, estoy bien, todo bien." Julián, molesto, la miró de reojo. "¡Vaya que venías distraída! Pudiste…" el joven dios se detuvo. Paulina lo miraba pálida y estática. Pero eso no fue lo que llamó la atención del joven dios, sino… "¿Te sientes bien? Te ves muy pálida."

Paulina se quería morir. Esos ojos, esa actitud… ese aroma, esos gestos. ¡Conocía a esta persona! Pero… ¿de dónde? Tragó saliva, sin entender por qué su corazón de pronto se había acelerado. La nereida asintió con rapidez.

"Me siento como nueva, ¿y… su nariz?"

"Bah. Pudo ser peor: estoy hecho de acero, una puerta no me va a matar." Le dijo Julián, fingiendo molestia. Entrecerró los ojos y la miró con atención.

Esos ojos, esa actitud… ese aroma, esos gestos. ¿De donde conocía a esta persona? Quizás la había visto esa mañana, pero eso no explicaría la familiaridad que sentía hacia ella. Julián se acomodó las ropas de manera casual, y revisó que su recién adquirido berlines estuvieran intactos.

"Disculpa, pero ¿Te conozco de algún lado?" Preguntó Julián con un gesto muy especial, involuntario por completo.

Paulina sintió que le faltaba el aire. ¡Por supuesto que conocía a esta persona! El corazón se le aceleró y comenzó a respirar con dificultad. Una extraña mezcla de amor y odio le inundó los pulmones, mientras que una marejada de mariposas parecía subirle desde el estómago hacia arriba. ¡ERA POSEIDÓN! ¿Pero cómo se atrevía este INFAME DESGRACIADO a cruzársele por delante? Sintió las rodillas flaquear. ¿Qué se suponía que tenía que hacer? ¿A QUÉ HABÍA venido el dios a Ancud? Respirar se le hizo mucho más trabajoso y no se dio cuenta en qué momento la ayudaron a sentarse.

"¡Un Vaso De Agua!"

Las manos comenzaron a temblarle, aunque Paulina ni se dio por enterada. ¡Es Que Poseidón Estaba Allí! ¿Cómo podía ponerle atención a otros detalles? Recién 1500 años después el muy imbécil se dignaba a mostrar la cara. ¿Qué iba a pasar ahora? ¿Se la iba a llevar de regreso a Atlantis después de tanto tiempo? Paulina tragó una bocanada de aire a duras penas. ¡Sí La Había Estado Buscando! Pero ¿Por qué tenía que llegar justo ahora?

"¡Ya no seas exagerada! Nada más fue un golpecito, estamos bien… ¿Estás bien, verdad?" Julián, al ver que la chica no se levantaba y hacía aspavientos por respirar, se preocupó y se agachó junto a ella. Tenía los labios azules y los ojos llenos de lágrimas. "Oye, ¿Qué te pasa?"

Julián no se había dado cuenta de que la chica que había frente a él era aquella que su corazón anhelaba desde hacía tanto. Sí, se le hacía muy familiar, tanto que su corazón latía de contento, aunque en un puño. Estaba angustiado por la extraña crisis respiratoria que sufría, pero no sabía porqué. ¿Quién era esta muchacha y qué le pasaba? Un vaso llegó a sus manos, seguido de algunos cuadernos que se usaron a modo de abanico.

"… ah… a… a…"

Paulina cerró los ojos con fuerza. ¡Maldita Sea! Poseidón no la había reconocido. ¿Tan poco significaba ella para él? Casi se pone a llorar cuando no logró detectar ni reconocimiento ni remordimiento en los ojos del dios. ¡No estaba dispuesta a pasar por esto! Si no la había reconocido de inmediato, no quería que lo hiciera y lo quería lejos. Abrió los ojos unos momentos…

Esos ojos mostraban la profundidad del mar, ni mil encarnaciones podían cambiar eso. Paulina tragó saliva sin poder romper el contacto visual… su corazón dio 3 vuelcos repentinos, iguales a los que había sentido cuando había divisado al dios por primera vez hacía ya tantos siglos, mucho antes que él la divisara entre sus hermanas, aquél día en la isla de Naxos. ¡Qué guapo que estaba!

"Respira."

No lo quería cerca. No, ¡SÍ lo quería cerca! NO… ¿Acaso había perdido la cabeza? No lo quería cerca de suyo. Verlo le hizo recordar aquella situación que gatilló que ella se fuera de Atlantis, entre las sombras, como si fuera una ladrona y no la víctima, dejando atrás todo lo que amaba porque se sentía herida. Paulina apartó la cabeza a un lado, mientras se sentía desmayar. ¡Vaya! No se había dado cuenta que había más gente asistiéndola.

"¡No puedo creer esto! Me pegaste con la puerta y resulta que ahora te haces la…"

"¡ALÉJATE DE ELLA, CONDENADO!"

En ese momento, un cuerpo delgado se le colgó furioso encima, dispuesto a alejarlo de Paulina, cosa que le resultó, mientras que una chica se acercaba a su amiga y la animaba para que se tranquilizase y así pudiera respirar. Julián de pronto se vio zarandeado o alejado de Paulina por una de las amigas de la chica, la que le había saltado encima, que, cuando la vieron en aquella situación… pues no pensaron antes de actuar.

Lo último que Anfitrite vio antes de desmayarse, fue como Julián hacía aspavientos para quitarse de encima a una de sus amigas, mientras la otra le hablaba cosas que ella no podía entender…

… Entonces, 'se le apagó la tele' como dicen en mi país, no sin antes maldecir su habilidad para desmayarse con las impresiones fuertes.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Capítulo: El Chantaje del Capitán.

… "¿Tú Qué Haces Aquí?" Gruñó entre sollozos, secándose el rostro con la manga. Paulina se negó a verlo a los ojos.

"Camino, ¿o acaso no puedo?" Contestó Julián con autoridad. El dios tragó saliva al ver como la chica estalló de pronto en amargas lágrimas. "¿Qué te pasó que estás llorando? No me gusta que lloren frente a…"

PS: Este me di un poco de guerra, pero bueno, creo que pudo haber sido peor. En todo caso no creo haber hecho un mal trabajo. Julián y Paulina se encontraron, aunque sólo ésta última se percató quién era el otro. Poseidón, como cualquier hombre, no logró hacer la conexión requerida… es que tienen que considerar que Paulina tiene su esencia tan al mínimo, que por eso nadie detecta quién es, a menos que se esté pendiente de los detalles. POR CIERTO… hoy a la noche subiré el primer Omake. ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!

Brújula Cultural:

Berlín: No solo es la capital de Alemania, que estuvo dividida en dos por la Guerra Fría. Es un pastelito que tiene el mismo nombre, más abajo les pongo la receta. ¡ADORO LOS BERLINES! Se llaman así porque están divididos en dos por el relleno, que puede ser crema pastelera o manjar… sí, también les pongo la receta de ambos al final.

Manjar: Es casi lo mismo que el Dulce de leche argentino. De hecho, su elaboración es exactamente la misma. La gran (y confusa) diferencia radica en los tiempos de cocción, que hacen que la mezcla sea más o menos cremosa (de esto me enteré hace muy poco: sino, hubiera jurado que eran lo mismo, pero con nombre diferente). Otro pariente, aunque no sé si muy cercano, de este alimento, es la cajeta.

"Berlines"

Cantidad personas: 4

Ingredientes para la masa:

1/2 kg harina

125 gr mantequilla

5 huevo(s)

1/2 taza(s) leche entera

1 paquete(s) de levadura de 40 gramos

60 gr azafrán granulada

1 cucharada(s) sopera(s) ron

sal

ralladura de limón

Ingredientes para la crema pastelera:

2 taza(s) leche entera

30 gr harina

25 gr azúcar

4 huevo(s)

Instrucciones

Preparación.

Masa: Disuelve la levadura en un poco de agua tibia (sigue las instrucciones del envase) y luego mezcle con la mitad de la harina. Deje reposar hasta que alcance el doble de su volumen. Una la leche con un huevo entero y cuatro yemas, sal, azúcar, ron, ralladura de limón y el resto de la harina. Con movimientos envolventes, junte la mezcla de la levadura con lo anterior hasta formar una masa suave y elástica. Deje reposar durante 10 minutos. Forme 10 berlines con esta masa, póngalos en una bandeja previamente espolvoreada con harina (para que no se peguen) y cúbralos con un paño para que suban. Luego, en un sartén con aceite muy caliente, fría los berlines hasta que estén totalmente dorados.

Crema Pastelera: hierva el azúcar con la leche. Bata los huevos junto con la harina hasta que desaparezcan los grumos y quede un batido homogéneo. Una vez que la leche haya hervido, coloque a fuego lento y caliente aparte el batido de los huevos. Cuando esta mezcla esté caliente cuélele y júntela lentamente con la leche. Revuelva con una cuchara de madera hasta que quede una crema espesa y suave. Deje enfriar. Final: Rellene los berlines con una cucharada de crema pastelera. Póngalos sobre una bandeja y espolvoréelos con azúcar flor, si desea.

Manjar:

Se necesita un tarro de leche condensada, el cuál se pondrá, sin abrir, en una olla a presión a baño maría por una hora. Si no se cuenta con una olla a presión, el mismo tarro se pondrá en una olla normal, a baño maría, pero por dos horas y media. Retire del fuego y deje enfriar.