A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.

¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras::inserte la banda sonora de El Padrino: Y sí, tengo mentalidad de mafiosa: es que de otro modo no actualizas n.n

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.

ADVERTENCIA.

Principios 88 para ver y entender Manga: El héroe arrogante, mandón y con orejas de perro tuvo una mala infancia.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

Capítulo 5:

El Chantaje del Capitán.

Día Siguiente.

16:30 de la tarde.

Aún estaba en su colegio. Apenas habían dado la salida y Paulina no se animaba a salir. Miró hacia la calle con fastidio para luego resoplar. Estaba con sus dos amigas, Mabel y Belén, las mismas que habían acudido en su rescate la tarde anterior, cuando se había desvanecido en la panadería.

"¿Segura que te puedes ir sola?" Me preguntó Mabel no muy convencida. "Es que te puede pasar lo mismo que ayer."

"No, no es necesario. No soy de cristal, puedo…"

"Sí eres de cristal, ese sujeto te asustó bien feo. Pauli, te desmayas con nada." Protestó Belén, muy preocupada. "Además no hay nadie en tu casa."

"Mi papá y Tobías ya debieron haber llegado, en serio voy a estar bien."

Paulina miró la hora en el reloj que había colgado a la salida del colegio y suspiró. Su papá y su hermano no daban señas desde el día anterior. Nadie los había visto en todo el día. La última vez que los vieron en la caleta, fue cuando habían echado sus redes y otros implementos de pesca arriba del bote y partido junto con los demás pescadores mar adentro.

No los vieron regresar.

Algunos de los pescadores, los más cercanos a la familia, habían tenido el tino de dar aviso a las autoridades pertinentes, y unirse a la búsqueda. Paulina se había enterado tarde esa noche, cuando la esposa del mejor amigo de su papá, la señora Inés, había tomado la resolución de contarle, dado que nadie quería hacerlo por temor ha causarle una crisis.

"¿Y si no han llegado?" Insistió Mabel.

"¿Qué pasa si te quedas sin fuelle y tú tan tranquila por la vida?" Volvió a protestar Belén. Paulina suspiró y frunció el ceño.

"¿Es que no entienden que quiero estar sola?" Paulina levantó la voz y miró severamente a sus amigas. "En serio les agradezco la preocupación, pero…"

"¡Paulina, No Seas Así! Es que nos preocupamos mucho por…" Belén la interrumpió de golpe, pero Mabel, como siempre conciliadora, le sujetó el brazo.

"La Pauli tiene razón. La estamos atosigando mucho y quizás necesita su espacio." Mabel miró a Paulina a los ojos. "Por favor, no dudes en llamarnos si tienes problemas."

Paulina asintió con la cabeza lentamente. En un rápido gesto, abrazó a sus dos amigas con fuerza.

"Gracias, mis amigas."

Y tal como si estuviera huyendo de allí, se echó su mochila al hombro y dio la vuelta para salir todo lo rápido que podía del colegio. No tenía intenciones de ir a su casa, sino a la caleta, a ver si había noticias, y si no las había, iría a la Capitanía de Puerto… dónde por último podrían confirmarle o desmentirle cualquier noticia que pudiera haber sobre su papá y su hermano.

Paulina dejó de caminar muy rápido a tan solo andar a paso moderado. Ese día no había podido concentrarse en sus clases. Esto de que su familia no regresara de la pesca la tenía muy nerviosa y preocupada. Sentía en los huesos que algo malo les había pasado, y por lo general en estas cosas no se equivocaba.

Se detuvo y observó hacia el mar. Su colegio queda muy cerca de la costa, a unas cuántas cuadras quizás, no obstante, la caleta a la que iba no estaba tan cerca. Sus ojos profundos se clavaron en el océano, gris y calmo. Sus oídos se compenetraron con el viento y con los ocasionales remolinos de agua. Miró hacia el cielo, que amenazaba tormenta desde hacía días, sin que cayese ni una sola gota. Entrecerró los ojos en un curioso gesto, como de alguien que ve algo que no le parece del todo verosímil… es que si hubiera visto un Ovni lo hubiera creído más convincente.

"Poseidón está contento." Murmuró incrédula. "¿Está contento?"

Paulina apretó los dientes y los puños. Sintió como una vena se le inflaba de sobra en la frente. Un tic se apoderó de su ojo derecho y reprimió un graznido similar al de una gaviota que ha tenido un mal día en la pesca. Todas estas reacciones nos llevan problema número 2… pero no por eso el menos importante.

"¿De Qué Podría Estar Contento El Muy Amargado?"

Olvidando temporalmente la desaparición de su familia, Paulina sacudió los brazos en un gesto de frustración y bufando de enojo. Su problema segundo… segundo porque no merecía ser el primero, segundo porque no era TAN prioritario ni importante y segundo porque LE ENERVABA los nervios, lo cuál no lo hacía meritorio de ser el primero.

"¿Contento?"

Si bien Paulina se había saltado más de una hilera de latidos al ver a Poseidón en la persona de Julián el día anterior. Había sentido una agradable mezcla de mariposas en el pecho, más un enconado pánico que le subió hasta las orejas, por lo cuál se había desvanecido en aquella panadería. No fue sino hasta que hubo llegado a casa, ayudada por sus amigas, ya con la cabeza más fría, que todo el rencor que había acumulado por un milenio y medio, sin mencionar la más profunda de las heridas causadas por la traición de quién más amas, había vuelto a inundarle los sentidos y recodado porqué estaba tan brava con su divino marido.

"Maldito Infeliz Adúltero." Masculló para sus adentros mientras comenzaba a caminar, una vez más, hacia su destino. "¿QUÉ VIENE a Hacer Aquí? ¿Buscarme? Será Descarado El Muy Cretino."

Había tenido una noche bizarra. Aparte de morirse de preocupación por su papá, por su hermano y por tomar sus medicinas, había rumiado tanto coraje contra Poseidón que difícilmente había pegado pestaña. Razón por la cuál, la suave, tímida y delicada nereida… estaba MUY enojada.

"… sí claro, GRAN dios de los mares, terremotos, tormentas, caballos, Los Calzones, LOS ADÚLTEROS y sabe Zeus qué otra cosa más… ¡Claro! Grande de todas maneras… para un Necio Arrogante, Egoísta, Tarado, Misógino, Violento, Gruñón, IDIOTA PATÁN DE MENTE CERRADA…"

"¡Me Lleva! ¿Con quién estás tan enojada que le dices todas esas…?"

¡PLAAAF!

"¡Contigo Y No Me Asustes!"

Recapitulemos un poco. ¿Qué pasó? Muy Fácil.

Mientras Paulina caminaba tan "tranquila" hacia la caleta (bueno, no TAN tranquila), no se dio cuenta que por una simple e inocente coincidencia del Destino (o mejor dicho confabulación, ya que el Destino tiene un sentido del humor muy negro), Julián, que también iba en dirección de la caleta, dado que el día anterior se había perdido (sí, créanlo o no, se había perdido en Ancud buscándola) y no había podido conocerla. Había cruzado caminos otra vez con Paulina: como la recordaba de la noche anterior, y como el caballero que es, se acercó a la chica ver si estaba bien y entablar amistad con ella a ver si de ese modo podía dilucidar porqué la chica se le hacía tan familiar. Esa misma coincidencia hizo que escuchase la última parte de lo que Paulina venía diciendo: "idiota patán de mente cerrada."

Julián había recibido un buen golpe de mochila furiosa al hacer su intervención, dado que Paulina no se esperaba encontrarse con nadie, ni mucho menos ver al dios tan… de cerca. Obviamente Poseidón pudo atrapar la furiosa mochila antes que hiciera mucho daño.

"¡Oye! Si que eres saltona. Ni que te fuera a comer." Gruñó Julián molesto. Feh. Se acercaba a ver si la chica del día anterior estaba bien y miren nada más como le recibía. Eso lo ponía de mal humor. "¿Se puede saber cuál es tu problema?"

Paulina puso cara de pared y le quitó la mochila de un tirón. Julián, que no estaba muy contento por el brusco trato, así que el muy infantil resistió la mochila unos momentos.

"¡Dame mi mochila!"

"¡No me da la gana!"

"¡SUÉLTALA!"

"¡Di POR FAVOR!"

"¡QUE LA SUELTES TE DIGO!"

Será infantil este dios…

"Jejeje… ¡NO!"

Ambos adolescentes, porque se están portando como tales, forcejearon con la pobre mochila que ninguna culpa tenía hasta que por fin, Julián, con una traviesa mueca estampada en el rostro, soltó la mochila y Paulina pudo recuperarla, aunque como lo hizo de improviso, casi cae de espaldas, cosa que evitó por los pelos, gracias a la intervención del dios, que la sujetó el brazo.

"Jajaja, eres muy divertida. ¿Cómo te llamas y con quién estás tan brava?" Preguntó Julián relajado. Se sentía muy cómodo con la chica, pese a que era la segunda vez que la veía.

"…"

"¿Qué no vas a decir nada? Te hice una pregunta."

"…"

"¿Te comieron la lengua los ratones?" Julián comenzaba a exasperarse.

"La verdad fue UNA RATA ENORME y no precisamente la lengua. ¡Y Me hiciste dos preguntas y no una sola!" Paulina se mordió los labios, y le fijó la mirada… mirada en la que más tarde el dios reflexionaría, pero de momento no le dio importancia.

"¡Vaya!" Julián puso un tono burlesco en su voz. "¿Tu noviecito está jugando contigo y estás resentida?"

"…"

Ganas no le faltaron a Paulina de asestarle una bofetada de esas que pasan a la historia y generan leyendas urbanas, pero se contuvo.

"¿No me vas a decir nada?

"No hablo tu idioma extraño."

Paulina se dio la media vuelta y se alejó caminando. Julián alzó las cejas MÁS que extrañado. ¡Había hablado en castellano! El cuál no era tan malo y creía defenderse bastante bien. ¿Por qué la mocosa esta le había dicho eso? Esta chica de puerto venía y le decía que no hablaba su idioma así tan campante, como si hubiera estado hablando en griego…

¡UN MOMENTO!

¿Acaso había hablado en griego y no se había dado cuenta? Julián se rascó la cabeza unos instantes muy confundido y curioso. ¡Pero si había conversado con ella! O sea, él había hablado, ella contestado y viceversa. ¿Qué rayos? Julián puso cara de circunstancias mientras veía como la chica se alejaba a paso cansado.

"¡Mujeres!" Susurró fastidiado para sí mismo.

Julián giró sobre sus talones y se dispuso a seguir su camino (sin saber que el camino que tomaba no llevaba a la caleta, pero bueno). Sin embargo, no al mucho andar, sintió un escalofrío en el corazón. Se detuvo y esperó unos instantes.

"¡Qué curioso!"

Poseidón se encogió de hombros y siguió su camino, No debía ser tan importante, al menos no tan importante como saciar su curiosidad. Tan relajado como antes, y olvidando el encuentro con la desagradable muchacha, reanudó su marcha.

¿Y si mejor se regresaba?

¡NAAAH!

Por otro lado, Paulina caminó en la dirección contraria un buen trecho, dando los pisotones más fuertes que los que su delicada condición le permitía. Pero al poco andar se calmó y sus pasos se tornaron suaves una vez más. Se detuvo y miró hacia atrás, por encima de su hombro, con ojos largos, antes de dejar escapar un suspiro melancólico y prolongado.

"Será infeliz… pero se ve muy guapo…" La chica puso los ojitos soñadores y brillantes. "… parecía preocupado por mi…"

Esta frase nos lleva a su tercer gran problema. Vamos viendo: en orden de prioridades, la desaparición de su familia ocupaba el primer lugar. Segundo, estaba Julián y en tercer puesto… su corazón. No porque tuviera problemas cardiacos, pero sí porque le estaba dando guerra.

"¿Por qué cada vez tiene que encarnar tan guapo?" Pensó Paulina al reanudar su lenta marcha. "Será arrogante y pedante… ¿por qué siempre tan guapo?" Este pensamiento no tenía tono de reproche… sino al contrario…

En momentos como éstos, cuando se sentía traicionada por sus latidos, le daban ganas de arrancarse el corazón del pecho. Ver a Poseidón, después de tantos años, fuera de Grecia, y en el mismo sitio que ella había escogido para encarnar… le hacía sentir como la más cursi de las colegialas enamoradas.

Paulina era colegiala, pero no por eso cursi.

Es que Poseidón todavía lucía aquella sonrisa de galán de película, esos ojos tan profundos como las olas, que mezclaban al mismo tiempo arrogancia y una soterrada generosidad. Esas manos tan fuertes, que al mismo tiempo que podían desatar las más fieras tormentas, eran tan delicadas cuando trataban con objetos frágiles… se sonrojó furiosamente al recordar el cómo se sentían en contacto con su piel… Su presencia tan imponente, la seguridad de sus palabras, sensaciones que la hacían sentir tan pequeña y vulnerable…

Aún lo amaba, como la primera vez. Este guapo y desleal dios era su marido, y aunque él era el único en su vida… ella no era el centro de su universo.

"¿Cómo Se Atreve El Miserable?" Rezongó llena de pena, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas. "Ni siquiera me reconoce. ¿Tan insignificante era que no me recuerda?"

"¿Insignificante tú?"

Paulina se puso en guardia cuando vio sus alrededores ser cubiertos por un leve banco de niebla. Fue como si el tiempo se detuviera. La chica tragó saliva y empuñó las manos: sabía de qué se trataba esto, lo sabía muy bien. Miró hacia el frente, hacia la dirección en la cuál se aproximaba una encapuchada silueta, que al estar a un metro de distancia, se descubrió el rostro. Paulina puso un gesto de miedo, espanto y fiereza: era Humberto, el Capitán del Caleuche.

"Dulce nereida, tú no eres insignificante, sino al contrario." Le dijo al estar junto a ella, con una lasciva sonrisa.

"¿QUÉ Rayos Te Pasó En La Nariz?" Demandó saber Paulina asqueada, mientras retrocedía un paso.

Recapitulemos de nuevo. Humberto aún tenía parches en la nariz: recuerden que antes de bajar del Caleuche, Saga le rompió el tabique nasal de un golpe, y de esto no han pasado más de 36 horas. El capitán del Caleuche tuvo un tic en un ojo.

"NADA DE TU INCUMBENCIA." Vociferó lleno de enojo. Paulina echó a correr llena de miedo: Esta vez estaba sola. No creía que Anneke podía llegar a ayudarla. Sin embargo, Humberto lanzó un hechizo que la detuvo de golpe. "¿A dónde crees que vas?"

"Donde sea, menos aquí." Respondió fiera.

"Tenemos que hablar, no te irás a ningún lado Paulina… o debería decir… ¿Anfitrite?"

Paulina forcejeó contra el hechizo, pero no pudo hacer nada. Humberto se acercó a ella y con su dedo índice, le acarició la mandíbula, gesto ante el cuál la niña intentó impedir.

NO Me Toques!"

"Tranquila, no pretendo hacerte nada… de momento." Humberto la sujetó por el mentón y se acercó su rostro al de ella, sin mayor intención que asustarla. "Tú y yo, mi vida, tenemos que hablar."

"NO Tengo que hablar nada contigo." Replicó Paulina, llena de miedo, sin poder moverse.

"¿Ah no? NO me digas que no quieres encontrar a tu familia." La nereida abrió los ojos como platos cuando Humberto, con tono burlón, terminó de hablar. "Vaya, veo que llamé tu atención."

"…"

"Yo sé donde están, por si te interesa."

"¿Qué Hiciste Con Ellos, Maldito Engendro?"

"Shhh, No le hables con ese tono a tus mayores, pequeña." Humberto, aprovechando la parálisis de la nereida, la abrazó. "Tu familia está a salvo… por ahora."

"¡KYAA! QUÍTAME LAS MANOS DE ENCIMA, CERDO ASQUEROSO."

PLAAAF.

Humberto soltó a Paulina unos instantes para darle un bofetón. La abrazó de inmediato ni bien se la dio, para evitar que cayera al suelo. Esta vez con sus manos le acarició el cabello y le dio un beso en la mejilla.

"Si no te tranquilizas, nunca más verás a los tuyos."

"SUÉLTAME, ¡QUÉ ME SUELTES O GRITARÉ!"

¿Dónde estaba la caballería cuando se la necesitaba? Ni idea… en cuanto a Poseidón… éste seguía buscando la caleta, lejos de allí.

"¿QUÉ HICISTE CON MI PAPÁ Y TOBÍAS?" Paulina seguía luchando contra esta parálisis provocada por aquél hechizo y no se daba por vencida. "¿Dónde Están?"

"Veo que vas al grano." Humberto la soltó, aunque con una de sus manos, siguió acariciándole el cabello y se saboreó. "¡Tan hermosa! Tan enferma…"

"¡HICE UNA PREGUNTA!"

"No grites que te hará mal. Tu familia está en el Caleuche."

La nereida sintió como la sangre se le helaba y el aire abandonaba sus pulmones. Humberto sonrió maquiavélicamente y la soltó. La rodeó mientras la miraba de pies a cabeza, mesándose el mentón, como si la chica fuera un animal de ganado.

"¿Qué hacen allí?"

"Los invité a bordo, aunque tuve que insistir: no querían abordar." Humberto entrecerró los ojos.

"¿QUÉ? ¿Cómo te atreviste a hacer eso? Exijo Que Los Dejes Libres Enseguida." Paulina puso una mueca de asco. "A MENOS que… me quieras ver enojada DE VERDAD."

"JAJAJAJA. ¿Enojada ? Dime una cosa, cría. ¿Qué puede hacer una simple nereida como tú? Mejor será que le pidas ayuda a tu marido… aunque dudo que te tome en cuenta. JAJAJAJA. Si ni siquiera está en los alrededores." Humberto retrocedió un paso.

Humberto le guiñó el ojo y lanzó un beso, antes de fundirse en la gruesa neblina. Segundos después, el hechizo que la retenía desapareció, junto con la niebla. Ancud volvió a la normalidad. Producto de la inercia, Paulina dio un par de asustados trastabillones.

"¡Ay no…!"

¿Ahora qué hacía? Paulina se llevó las manos a la boca al tiempo que los colores de su rostro se ponían aún más pálidos. Esta presión en el pecho comenzó a expandirse por sus venas al resto de su cuerpo y la desesperación le hizo faltar el fuelle.

Quería llorar con amargura. ¿QUÉ SE SUPONE que tenía que hacer? Malditos sean los brujos. Ya con las lágrimas fluyendo libremente por sus mejillas, Paulina echó a correr, ya no en dirección de la caleta, sino en dirección de su casa, casi sin ver por dónde iba.

¡PLAAAAAF!

Auch.

… no era su día de suerte. Por estar pensando en lo que Humberto le había dicho, miren no más qué le pasó. Se encontró de golpe y frente a frente con Julián ni bien dobló la esquina.

De nuevo.

Es que por alguna razón curiosa, y sin hacerle mucho caso, los pies del dios habían decidido seguir en la dirección que Paulina había tomado, aunque no habían llegado a tiempo. Claro que esto fue involuntario y no se había tomado mucha prisa, aunque urgencia tenía. Más que nada, la cautela era quien le había motivado. Julián estaba conociendo el lugar.

"¿Tú Qué Haces Aquí?" Gruñó entre sollozos, secándose el rostro con la manga. Paulina se negó a verlo a los ojos.

"Camino, ¿o acaso no puedo?" Contestó Julián con autoridad. El dios tragó saliva al ver como la chica estalló de pronto en amargas lágrimas. "¿Qué te pasó que estás llorando? No me gusta que lloren frente a…"

"NADIE te pidió la opinión. ¿QUÉ TE PUEDE importar si lloro o no? JAMÁS te ha importado lo que me pase."

Una vez más dejando a Julián perplejo, Paulina lo hizo a un lado y reinició su loca carrera a casa. Poseidón se quedó quieto, pensativo y amargado… fue como si le hubieran volteado un cubo de agua fría. ¿De donde recordaba eso? Alguien le había gritado antes esas palabras. ¿Por qué se la hacía tan familiar, como si fuera la misma persona que…? No quiso seguir pensando en eso: como que le dio algo de temor. Suspiró apenado al tiempo que algunas gotas de lluvia comenzaban por fin a precipitar a tierra. Algún nervio de cuál no estaba enterado que tenía, había sido jalado en su corazón.

No…

No podría ser verdad… ¿O sí?

Quizás era una coincidencia. Quizás Destino le estaba jugando una broma pesada.

Mejor se aseguraba.

"Eo o Isaac… ¿Me hacen un favor?" Julián se volvió hacia sus generales, con quienes se había encontrado hacia unos momentos.

"Diga, Señor."

"¿Podrían seguirla? Es para… que no se lastime y llegue bien a donde sea que tenga que llegar."

"Claro, no hay problema." Anunció Eo, llevándose los brazos detrás de la cabeza. Isaac asintió con cortesía, como aburrido.

"Y sean cautos."

"De eso me encargo yo. Pierde cuidado, Julián." Aseguró Isaac con seguridad en su voz.

Casa de Paulina.

Abrió la puerta del baño de golpe y con las manos temblando de dolor y desesperación, abrió el botiquín en busca de un calmante para el dolor. Su angustia psíquica no había tardado mucho en reflejarse en su cuerpo. Sola y sin ayuda de terceros, se había visto obligada a enfrentar esta nueva crisis por sus medios, los cuáles no eran muchos. Con torpeza abrió el frasco del medicamento…

… Pero en eso, sintió un vacío en el estómago al tiempo que todo se ponía negro a su alrededor. Algo la levantó en el aire y la volvió a depositar sentada en el suelo segundos después. No era un desmayo, estaba demasiado consciente para que lo fuera. La negra oscuridad se convirtió en gris densidad: estaba a la intemperie de nuevo…

"Por cierto, olvidé decirte algo…" Dijo de pronto la voz de Humberto. Paulina, haciendo caso omiso del dolor, se puso de pie y empuñando las manos lo enfrentó.

"¿Qué quieres ahora?" La nereida estaba muy molesta. Hubiera sonado más fiera si hubiera podido.

"Olvidé decirte como recuperar a tu familia…"

"…"

"… Dejaré que tu padre y tu hermano desembarquen del Caleuche, sin secuelas, siempre y cuando ocupes su lugar."

"¿Qué?" Paulina exhaló molesta y sorprendida. "¡Eso Es Un Maldito Chantaje!"

"Lo sé, pero es efectivo. Tu subes, como mi esposa, y ellos bajan como hombres libres." Añadió Humberto con una tétrica sonrisa. Paulina casi escupe los pulmones de la impresión.

"¿ESTÁS LOCO?"

"No."

"NO, escúchalo bien, NO VOY a subir al Caleuche, MENOS como tu esposa." El enojo de la dulce y templada Nereida iba en aumento. "Ya Tengo Marido. NO QUIERO Otro Problema."

"¿Marido tú? JAJAJA, no me hagas reír. Hace MILENIO y MEDIO que no lo ves. Acepta que el infeliz no te quiere ni se preocupa por ti, para él, no eres más que una nereida insignificante, Anfitrite."

Alguien entre la neblina se tronó los nudillos y no fue ni Paulina ni Humberto. El Capitán del Caleuche la miró con cara burlona.

"Si no te subes al Caleuche, los mato y sabes que no tengo inconveniente al respecto."

Paulina se espantó. Sabía que esto no era una broma y que Humberto iba muy en serio. Todo el cuerpo se le llenó de dolores y de una indignación que bien podría haber rebalsado el estadio del Maracaná. Los ojos se le pusieron muy, muy azules y su cabello comenzó a flotar detrás de su cabeza cuando Paulina, sin querer queriendo, comenzó a arder sus últimas reservas de cosmos divino…

… Lo último que le quedaba de su condición de diosa.

"POR LAS ERINIAS TE MALDIGO. ¡DÉJALES LIBRES AHORA!"

Entonces su cosmo estalló con inusual furia.

Continuará.

Por

Manquehuito (Misao–CG)

Próximo Capítulo: ¡Paulina al Descubierto!

La niebla se disipó con mucha facilidad. Humberto retrocedió unos pasos, cubriéndose el rostro con el antebrazo para no tener que enfrentar el poderoso y último cosmos de diosa. ¡Esto no era bueno! Si Paulina seguía así… quemaría todas sus reservas y nada quedaría para extraer en beneficio del Caleuche…

PS: Sip, hasta allí no más llego. Humberto es un asqueroso, lo sé, pero tiene sus días contados, más aún ahora con dos maldiciones a cuestas. Paulina está resentida con Julián y el dios tiene la sospecha de haberla visto antes. ¿Qué creen que va a pasar después de esa explosión de cosmos? Las respuestas a reviews serán enviadas por la función "Reply" (no es por nada, pero ADORO esa función) en el caso de las firmadas, y las anónimas son contestadas en el Profile. ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!

Brújula Cultural:

Erinias o Furias: Mitología Griega. Hijas de Urano y Gaia. Cuando Cronos destronó a Urano a petición de su madre, le cortó sus partes pudendas. De aquél doloroso desastre, al caer la sangre sobre Gaia o Tellus, la diosa fue fecundada y de aquella grotesca unión nacieron las Eirinias, Erinias o Furias (esto último en la versión romana), que son aquellas divinidades que atormentan a quienes han cometido crímenes atroces, sobre todo los parricidios, infanticidios y fratricidios. No dejan nada impune y nada las detiene hasta que cumplen el castigo.

Destino: Mitología Griega. Para los antiguos griegos, el destino era una fuerza superior, que se encontraba incluso por encima de los dioses. Gobernaba a hombres y dioses, determinaba los sucesos y nada podía modificar o escapar a sus designios, ni siquiera el mismo Zeus, por más que lo intentó.