A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.
¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta¿Cuándo actualizarás?
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.
ADVERTENCIA.
Principios 139 para ver y entender Manga: Sí, los huesos rotos y la pérdida de sangre profusa se curan muy rápido.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 9:
Los Sucesos de Alta Mar.
Alta Mar… ¿Dónde más?
Como dios, Poseidón tenía muchas formas de ir a un lugar a otro, a la velocidad y ritmo que quisiera. Sin embargo, como que no le gustaba usarlos mucho. Él prefería el camino panorámico en vez del expreso, así que cuando usaba el método rápido, era porque la ocasión lo ameritaba.
Tal ocasión era esta.
Paulina, cuando percibió que Julián se la estaba llevando lejos de casa, no pudo hacer nada para impedirlo. Se tuvo que abrazar a Poseidón en lo que duraba tan corto viaje, acción que debo añadir ambos la disfrutaron, pese a sus respectivos orgullos, pero en cuanto volvió a sentir el suelo bajo sus pies, le pegó un buen empujón y se alejó.
"¿Qué Se Supone Que Haces? Te Aprovechas De Mi Buena Voluntad Para Secuestrarme Y…"
"No me aproveché de nada. Tu accediste." Julián le guiñó un ojo. "Nunca te dije a donde iríamos a pasear." Paulina bufó descontenta y mientras se cruzaba de brazos, le dio la espalda.
Paulina dejó escapar de sus labios una exclamación se sorpresa al encontrarse con el vasto océano delante de ella. El sol se colaba entre algunas nubes grises y una delicada brisa marina le acariciaba el rostro. Con los ojos muy abiertos, comenzó a girar 360 grados, sin dejar de observar el calmo mar. Pudo ver la silueta de la isla de Chiloé en el fondo, muy lejos hacia el este. Luego se fijó en el lugar en el que estaban… era una lancha y no de las baratas. Era de color blanco por completo y tenía algunos diseños a los costados en tono marrón. Julián la miraba sonriente, con los brazos detrás de la cabeza.
"¿Y Bien?" Le preguntó contento. "¿Te gusta mi nueva lancha? Ya sé que el color no está muy bonito, pero se tardaban mucho en pintarla. La llamé 'Tite'. ¿Qué tal?"
"Ese es un nombre ridículo. ¿Nueva lancha? Feh. ¿Cuando me enseñará su helicóptero?" Comentó Paulina llena de sarcasmo. Una gota resbaló tras la cabeza de Julián, pero la nereida no le dio tiempo de decir nada. "Señor Poseidón. ¿A dónde me ha traído?"
"A un lugar tranquilo, donde pudiéramos conversar sin interrupciones." Afirmó Julián mirando hacia un costado, con la mano derecha sobándose la nuca y algo incómodo por el comentario previo de Paulina.
"¿En una lancha? Estamos en alta mar." Tras un largo suspiro, Paulina se acomodó en un asiento cercano y fijó sus profundos ojos en el océano. Esbozó una sonrisa de gusto, para luego mirar a Poseidón con ojos grandes.
"¿Qué mejor lugar entonces?" Preguntó Julián hinchando el pecho. "Me pareció que estabas muy encerrada en tierra. Quizás eso es lo que te tiene enfermita."
"Creí que iríamos a dar un paseo." Comentó Paulina tras girar su cabeza en la dirección contraria, como ocultando su sombría expresión al dios. De pronto la nereida había recordado que estaba molesta.
"Podemos darlo si quieres." Julián se acercó al timón y acarició los mandos. "¿Qué opinas? No me molesta extraviarme muchas horas contigo."
"¿Cómo de qué cosa opino?" Paulina le miró muy ceñuda. 'Enojada,' en todo caso, no era una palabra que englobase su sentir. Apretó los puños. "¿AHORA me está preguntando lo que opino?"
"Claro, más vale tarde que nunca. ¿Qué es lo que quieres hacer?" Julián preguntó, con esa pose de actor de cine que le salía muy natural, sin haber notado este cambio de actitud. "Tenemos que ponernos al día en muchas cosas."
"Quiero. Que. Me. Lleve. A. Casa."
"…"
"Yo accedí a un paseo, no a un secuestro. ¡Lléveme a Casa AHORA!"
"Pero accediste a conversar conmigo." Poseidón también frunció el ceño y se puso de pie frente a Paulina. Ambos se miraron a los ojos. El bamboleo de las aguas no perturbó el equilibrio del dios.
"Ya lo sé."
"¿Entonces?"
"Cambié de opinión."
"¡No puedes cambiar de opinión!"
"Sí Puedo Hacerlo."
"No puedes hacerlo."
"¡QUIERO QUE ME LLEVE A CASA!" Exclamó Paulina con las manos apretadas y el ceño muy fruncido. Julián se cruzó de brazos.
"No hasta que hablemos."
"No voy a hablar aquí contigo. MENOS bajo amenaza." Porfió la nereida. Poseidón levantó la nariz.
"NO te estoy amenazando." Le dijo con desdeño. "La única forma en que te vas a ir de aquí, sin haber hablado conmigo, es nadando." Amenazó mientras señalaba al mar, esperando que eso desanimara los bríos de la nereida en su afán por irse.
Pero no estaba de suerte. Paulina bufó de mal humor, se puso de pie y dio un paso hacia la borda de la lancha. Antes que Julián pudiese detenerla, se lanzó al agua y comenzó a nadar en dirección de la costa. El enfurecido dios de los mares apretó los dientes y maldijo.
"Si Es Así Como Lo Quieres, ¡BIEN! Por Mi Que Te Ahogues." Le gritó con toda su fuerza, antes de volverse al timón.
¿Por qué las cosas no le salían como él quería? Anfitrite estaba imposible. Se sentó frente al timón y sujetó los mandos con fuerza. Echó a andar el motor. No recordaba que la nereida fuera tan terca y esquiva. ¡Bah! Eso era lo que obtenía por casarse. Debió haberse quedado como el soltero codiciado de la familia. Las mujeres sólo traían problemas.
"¡Maldición!"
Julián golpeó con su puño la consola de la lancha. Si bien no le hizo daño a los aparatos, el mar, enfurecido, respondió agitándose más de la cuenta. El joven dios detuvo la lancha y se dejó caer en un asiento cercano, sin que le importase estar a merced de las olas…
… Se sentía triste. Suspiró profundo. ¿Qué estaba haciendo mal? Anfitrite no podía estar tan enojada con él como para rechazarlo de ese modo. Se miró las manos y luego alzó la cabeza.
Lo único que quería era pedirle perdón para poder llevarla a casa… Era su esposa, y hacía mucho que no se portaba a la altura. ¿Por qué se había imaginado su reencuentro totalmente diferente? Suavizó su expresión… si no podía disculparse con Anfitrite¿Cómo rayos quería la nereida que él se sintiera en paz?
Entonces levantó la cabeza… sólo para encontrarse con una enorme mole de agua, que tenía la figura de una siseante serpiente.
"Dime una cossssa… ¿Quieressss pedirle perdón para hacccer las pacesss con ella o para essstar bien contigo misssmo?"
En menos de un hipo, Julián se puso de pie y a la defensiva. Delante de él, como formando una ilusión con el agua, Caicaivilú le miraba fijo, siseando de cuando en cuando. No todos los días una enorme cabeza de agua te quedaba mirando con cara de tener hambre y como si tu fueras un aperitivo.
"¿Quién rayos eres y como te atreves a interrumpir la meditación de un dios?" Todo sea por salvar apariencias.
"¿Y te preguntasss porqué no quiere esssstar contigo? Feh. Con essse carácter tan arrogante, no me ssssorprende, niño rico." La serpiente siseó de mal humor. "Caicaivilú esss mi nombre."
Ese nombre ya era demasiado conocido como para no darse cuenta de la gravedad del asunto. Julián se puso en guardia en ese momento y a punto estuvo de encender su cosmos.
"Sssi quissssiera comerte, ya lo habría hecho, Señor de los Maresss." Caicaivilú desvió su mirada del dios hacia atrás. "No tengo problemasss contigo… ni quiero indigesssstarme."
"No es lo que me dijeron: destruiste el santuario de mi sobrina y me estabas buscando para matarme." Gruñó Julián. "¡Esas reparaciones me van a salir muy saladas!"
"Fui víctima de las circunstancias, como usted. Caí en la trampa del Caleuche, quien esss tu verdadero enemigo."
"¿Huh?"
"Busssscan a tu nereida… buscan su poder y el capitán quiere algo mássss con ella." Caicaivilú miró hacia la lontananza y de pronto fijó sus ojos en los del dios. "Quien por cierto sssssssse esssssssstá ahogando."
"¿DE QUÉ HABLAS, SERPIENTE?" Exigió saber Julián, de súbito enojado.
"Date Prisssssa." Un largo siseo y una fija mirada le hicieron esperar por tensos instantes.
Caicaivilú se deshizo en el agua y se fundió con el océano, tan rápido como llegó. Julián se abalanzó a la borda, para tratar de ver por donde se iba la serpiente, sin éxito alguno. Su rostro se llenó de incrédulas dudas y confusión. ¿Qué se había fumado esa cosa?
A todo esto… ¿Quién se estaba ahogando? Una nereida según la serpiente, pero… ¿qué nereida que se precie de tal podría ahogarse? Seguro…
Levantó la mirada y miró hacia atrás. Con urgencia escudriñó en las aguas, en la dirección que Anfitrite había tomado… sólo para descubrir que la chica en vez de nadar, se hundía sin que hiciera nada por evitarlo. Las pocas crisis que había visto de Paulina le rasgaron el esófago de la preocupación que lo llenó hasta rebalsarlo. Sin perder más tiempo, y sin siquiera acercarse con la lancha, se quitó los zapatos, los calcetines, su abrigo y el polo, toda la ropa que pudiera estorbarle, excepto por sus pantalones, y se lanzó al agua.
¡AGUA FRÍA!
Casi se le congelaron hasta los pensamientos cuando las frías aguas entraron en contacto con su piel. Nadó lo más rápido que pudo, y por ser el dios de los mares, esta tarea se le hizo mucho más fácil. La oscuridad de las aguas apenas le dejaban ver qué había más adelante, lo cuál aumentaba su tensión. ¿Cómo rayos Anfitrite podría ahogarse? Era una nereida¡Había nacido en el agua! Y encima era una diosa, su esposa. ¿Cómo demonios podía estar esto pasando? Si Caicaivilú le había hecho una broma mala, seguro…
… Entonces la vio. A unos 5 metros delante suyo, en posición semi fetal, hundiéndose en el agua con lentitud. Apresuró el ritmo de sus brazadas y se acercó rápidamente a ella. Momentos antes de sujetarla, Paulina giró su cabeza en su dirección y le fijó la mirada… no se estaba ahogando… aguantaba la respiración y concentraba toda su energía en eso… tarde o temprano se ahogaría, pues no nadaba. Julián la sujetó por la cintura y comenzó a llevarla hacia arriba.
Al romper en la superficie, y tras la sonora bocanada de aire que ambos tomaron, Julián alzó una mano, de forma tal que le ordenó al mar que le acercase la lancha. Sin embargo…
Plaf, pluf, splooosh, splaaash.
"¡Suéltame!" Exclamó entre acongojadas toses. Julián intentó sujetarla.
"¡Estate Quieta o te Hundirás!"
"¡Que me sueltes!" Volvió a exigir, esta vez logrando jalar los cabellos del dios, y a lanzarle agua con las manos.
Sorprendido, Julián la dejó ir unos segundos. Paulina volvió a hundirse en el agua, pero esta vez no se quedó quieta, sino que empezó a nadar para alejarse de Poseidón. Sin embargo, y tal como le había pasado hacía unos segundos, pronto se cansó… solo que esta vez se quedó sin aire.
No alcanzó a desesperarse eso sí. Los brazos de Julián la asieron por la cintura y nuevamente salieron a la superficie. Esta vez la nereida se sujetó del cuello de Poseidón, asustada y avergonzada.
"¡No Seas Necia¿Quieres Ahogarte?"
"… no…" Un sollozo reprimido le hizo suavizar el tono de voz. Algo en su corazón latió de improviso y Julián terminó reprochándose a sí mismo: hasta ahora, no había hecho más que meter las patas.
"… Por todos mis parientes… ¡Tite! El mar ya es bastante salado sin tus lágrimas."
"¡No me digas que no…!" Exclamó Paulina de improviso, levantando la mirada. Pero no se encontró con una mirada arrogante, sino muy por el contrario, con una suave amabilidad.
"Ya viene la lancha." Aseguró Julián de pronto inseguro y tímido, un poco sonrojado. Anfitrite había puesto una expresión en su rostro, entre dolida, avergonzada y tierna, que le hizo sentir un bonito latido de corazón.
Paulina se sujetó del Julián y cerró ambos ojos, muy cansada. El dios la sujetó con firmeza, mientras se concentraba en atraer hasta ellos la lancha. Ni cuenta se dio la nereida cuando la lancha llegó hasta ellos y Julián, de un solo movimiento, la subió a bordo y la sentó en uno de los asientos.
"¿Qué Demonios Te Pasó? Eres una nereida, se supone que deberías poder nadar." Dijo Julián, tan preocupado como molesto. El dios puso sus manos en los hombros de ella, y tras convocar algo de su propio cosmo, ambos se secaron "¡Sé Que Naciste DENTRO Del Agua Y Nadas Casi tan Bien Como Yo!" Exclamó al soltarla. "En un par de veces me ganaste incluso." Buscó sus ropas y se dispuso a ponérselas nuevamente.
"¡Ya Cállese Que Me Desespera!" Exclamó Paulina en el mismo tono, aún algo asfixiada. ¡Me Cansé De Pronto! Punto. ¿No quería acaso que me ahogara?"
"… No seas así de injusta." Julián puso un mohín en la cara y se sentó junto a ella. No se puso sus zapatos. "¿Qué te pasa?"
"…"
"¿No me vas a decir?"
"… Y… ¿De qué quería hablarme?"
"No me cambies el tema."
"Lástima por ti, porque no voy a hablar de otra cosa."
Paulina jugueteó con sus manos. No quería mirar a su marido a los ojos. No quería contarle lo que le pasaba, que estaba enferma y a punto de morir, o que su familia había sido secuestrada. ¡Había tantas cosas que no quería y ansiaba al mismo tiempo! Lo miró de reojo y bajó la cabeza, echando de menos sus perdidos zapatos. Suspiró y volvió a mirar al dios.
Julián estaba sin palabras. Había creído que las palabras le iban a salir en cuanto Anfitrite le diera la oportunidad, pero ahora que el momento de la verdad había llegado, no sabía ni por donde comenzar. Por otro lado, todavía tenía mucha adrenalina circulando en su sistema y otras preguntas habían entrado a la ecuación. ¿Qué ocurría con su nereida? Nunca se habría esperado verla tan delicada… ¿A qué se debía tan mala salud…?
"¿Señor Poseidón?"
"No seas tan formal… mi nombre es Julián." El joven la miró con una afable sonrisa, que no fue correspondida. Se puso serio de inmediato. "Dime…"
"¿De qué quería conversar conmigo?"
"De muchas cosas." Julián tomó aire. "Para comenzar… quería saber… porqué te fuiste… de Atlantis… sin decirme nada. He estado muy preocupado por ti."
"Sabe muy bien porqué me fui." Paulina lo miró de soslayo. "Usted jamás se ha preocupado por mi."
Inserte silencio incómodo.
"Eso no es cierto."
"No me consta. ¿Por qué se siente tan dolido de que le haya dejado? Prácticamente me la pasaba sola en Atlantis… ni siquiera necesitaba mi cariño." Comentó con melancolía.
"No digas eso: tus cariños me eran muy importantes."
"¿Y por eso me ponía los cuernos con otras chicas?"
"… ¡Hey! No seas tan grave: hasta Hera se lo toma con más calma."
"No soy la señora Hera." Anfitrite se encogió de hombros y puso sus manos sobre las rodillas. No levantó la mirada. "Creí que era la única y que Usted me respetaba. Me decepcioné… mi corazón se hizo pedazos… no… no pude aguantarlo… y me fui."
"… No dejaste que te explicara nada…"
"¿Qué tenía que explicar? Estaba con otra mujer, en nuestra cama… y no era la primera vez…" Paulina se mordió el labio. "Tendré el aspecto, pero no soy tan tonta. ¡Estaba Harta Que Todos Se Rieran De Mi A Mis Espaldas!"
"Entonces, si no era la primera vez ¿Por qué te fuiste sí sabías qué…?"
"Porque me había negado a creerlo…" Paulina se puso a juguetear con las palmas de sus manos. "Usted siempre ha sido el único para mi… desde que le conocí… cuando me casé con usted… y después que me marché. Creí en su promesa de que yo sería la única…"
"¡Pero Lo Eres! No he encontrado a nadie como tú, tienes mi corazón…"
"¿Quieres que empiece a nombrar a todas tus amantes? No has dejado de tenerlas, nunca¡Hasta sé que se entusiasmó con la señorita Athena!" Paulina relajó los hombros y suspiró con pena. "Puedo ser la más ingenua de las nereidas, la más tonta de todas, porque aunque sabía que me engañaba… yo… seguí confiando. ¡Argh! Señor Poseidón ¿Por qué vino justo ahora?"
"…"
Julián suspiró y miró al cielo. Entrecerró los ojos. Cierta cortina de bruma comenzaba a dejarse caer. Anfitrite le miraba con atención y pronto se encontró con sus ojos. Le sonrió… pese a lo demacrada, se veía muy mona.
"Vine porque te estaba buscando. Tite… me tenías en serio muy preocupado." Poseidón se encogió de hombros. "Necesito que me disculpes por mis deslices."
"¿Tus Deslices?"
"¿Mis Desatinos?"
"¿Cómo?" Preguntó Anfitrite indignada.
"¿Aventuras Pasajeras?"
"¡NO ES UNA ADIVINANZA!"
"El punto es que necesito que me perdones… y que regreses conmigo a casa."
"Tuvo 1500 años para buscarme. ¿Recién ahora, cuando está todo perdido, viene a pedirme disculpas y que regrese a Atlantis como si nada? Pero ¿Cómo Se Atreve? No soy ni un objeto ni su esposa, maldito sea."
"Tampoco me la pusiste fácil." Gruñó Julián. "Ni siquiera encendiste ni una sola vez tu cosmos, excepto hace unos días… ¡Sí eres mi esposa: estamos casados!"
"En lo que a mi consta estamos MÁS que divorciados." Paulina apretó los puños. Tenía lágrimas en los ojos, imagen que le indigestó al dios. "¿Tan insignificante soy que ni siquiera se dio cuenta que dejé TODO lo que me ligaba a usted atrás? Hasta lo que hacía de mí una diosa… dejé atrás mi divinidad, la arranqué de mi corazón."
"¿Qué quieres decir con eso?" Preguntó un sorprendido Julián. "Si fueras tan insignificante, no estaría aquí en estos momentos… ¿Qué querías que hiciera si nunca me diste siquiera una pista de donde estabas?" Paulina, sacudió la cabeza y se mordió los labios.
"¡No Diga Que No Le Di Oportunidad de Encontrarme! Encarné 5 veces entre la servidumbre de la familia Solo."
"… Oh."
"Feh… lo que pasa es que no quería encontrarme."
"No es eso, siempre he estado muy pendiente de ti."
"¿Incluso cuando se casó con Nina Von Bulow hace 178 años?"
Poseidón casi se atraganta. No sabía que Anfitrite estaba al tanto de su vida. La miró con ojos grandes y volvió a poner un taimado mohín en la cara.
"Me casé con ella porque creí que eras tú."
"… dejó que Minnie falleciera de pena en menos de una noche." Paulina suspiró con tristeza.
"¿Conociste a Minnie?" Preguntó con los ojos muy abiertos.
"Claro que sí: Yo era Minnie."
Julián suspiró visiblemente apenado. Para sorpresa de Paulina, al parecer sí sabía que esa Minnie había sido una de sus encarnaciones.
Momento para una pequeña explicación. Hacía 178 años, Anfitrite encarnó por 5ª vez entre la servidumbre de la Familia Solo, como una sirvienta más de la mansión. Su nombre había sido Minnie y la gran esperanza de aquella vida había sido que ella y la entonces encarnación de Poseidón, habían tenido un affaire bastante intenso, y Anfitrite estuvo a punto de confesarle quién era ella en realidad. Todo se frustró de pronto con la aparición de Nina, quien para horror de Minnie, clamó ser Anfitrite. Poseidón de inmediato se olvidó de la sirvienta y centró toda su atención en esta mujer. Movida por la timidez, inseguridad y corazón roto, Anfitrite jamás se atrevió a desmentir a aquella mujer tan elegante. Fue tan grande su pena, que durante la noche de bodas del amo de la casa… su corazón no pudo soportar pasar de nuevo por lo mismo y falleció.
"¡Ratas!" Julián se volvió de improviso hacia Paulina genuinamente angustiado. "¿Por QUÉ Te Quedaste Callada? Me habrías ahorrado muchos problemas: Nina fue un maldito dolor de muelas."
Claro que había sido un dolor de muelas. Al mismo tiempo que Minnie pasaba a mejor vida, Poseidón se había percatado que Nina no era Anfitrite y había quedado la de San Blas bendito en la mansión Solo… la cuál se había agravado cuando a la mañana siguiente, le habían avisado que Minnie había amanecido muerta en la cocina, entre los fogones… y más aún, porque cuando fue a verla… se dio cuenta que Minnie era Anfitrite.
"¡A mi que me parta un rayo!" Paulina se mordió los labios y apretó las manos. "Todo es en relación a usted, y solo a usted y a nadie más que a usted."
"Ya no te pongas…"
Un banco de niebla comenzó acercarse a la lancha. Julián y Paulina se detuvieron en seco y observaron hacia el banco que avanzaba hacia ellos casi remolonamente, pero trasmitiendo mala vibra. Anfitrite se espantó y se sujetó del brazo de Julián sin dudarlo un segundo.
"¡El Caleuche!" Susurró llena de miedo. Poseidón la miró de reojo y le sujetó la mano.
"¿Pasa algo?" Pregunto dudoso.
"Por favor, lléveme a casa, no quiero quedarme aquí, lléveme a casa."
Al decir esto, Paulina se aferró del brazo de Julián, y en la urgencia de su voz, el dios asintió con la cabeza. Le ofreció la mano tal como lo había hecho hacía unas horas en su casa y de la misma manera en que habían abordado la lancha la primera vez, la abandonaron.
En el Caleuche.
Humberto tenía su mirada fija en el espejo. Estaba demacrado: no podía dejar pasar más tiempo, Anneke no solo le había condenado a morir antes de un año, sino que además había enviado una curiosa maldición, de la cuál seguro no se había percatado: estaba perdiendo mucho cabello.
Apenas rozó un mechón de cabello, y este se quedó en sus manos. Ya ni peinarse podía. Se estaba quedando calvo, y no en forma uniforme. Gruñó para sus adentros: estaba perdiendo todo su encanto masculino. Al menos su nariz ya estaba sana y la única evidencia que le quedaba de haber sido rota, era una delgada línea color rosa en la piel.
TOC, TOC.
Llamaron a la puerta. Una sola mirada del brujo bastó para que la puerta se abriera. Un joven muchacho, un delincuente de poca monta, un ladrón de pescado que había muerto ahogado 4 años antes, miraba indeciso.
"¿Y Bien¿Les cercaron o no?"
"No Capitán… Se nos escaparon."
Humberto golpeó el espejo y tras dos zancadas, sujetó al mocoso por los hombros y levantándolo en el aire, lo azotó contra la pared.
"¿CÓMO QUE SE ESCAPARON?"
"Escapándose." Balbuceó el joven.
"Déjalo Humberto." Dijo un tercer brujo. Humberto lo miró de reojo: era un hombre un poco mayor que él, de aspecto muy tranquilo. "Poseidón está en el área."
Un tic se apoderó del ojo de Humberto, y varios cabellos se le cayeron cuando oyó estas palabras. Soltó al muchacho y salió de su camarote.
"¿CUANDO LLEGÓ?"
"No sabemos. Creemos que lleva algunos días." Este brujo puso cara de sabihondo. "¿Recuerdas al muchacho del otro día?"
"¿Aquél estorbo? Claro que sí. NO quiero que se interpongan entre yo y mi…"
"ESE es la encarnación de Poseidón."
Humberto se quedó callado, sin palabras.
"No puede ser." Gruñó con los dientes apretados. "¡Él Está En Grecia!"
"No, está en el área y ya contactó con la nereida."
El rostro de Humberto se desfiguró de rabia. Dio un puñetazo contra su escritorio y salió del camarote, enojado que echaba humo, y con varios cabellos menos.
"¡ARGH! Eso nos complica las cosas." Dijo segundos antes de comenzar a dar órdenes a su tripulación. "Tenemos que actuar más rápido de lo que creí." Añadió para sí y en susurros.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Capítulo: Caminos Separados.
…
"Esposa. ¿Cuándo me trataste como tal? En la práctica yo apenas era una de tus muchas concubinas." Afirmó Paulina frunciendo el ceño. "La más bruta de todas al creer que me sí me amabas y que era la única… y no soy tu esposa."
PS: Mucho les agradecería a quienes dejan una review anónima, que dejen un mail de contacto para poder responderles. Creí que este capítulo me daría guerra, pero se portó muy bien y al final no dio problemas. Eso sí, terminé un poco cansada y hay algo que no me termina de convencer. Espero que no los haya aburrido y ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!
Brújula Cultural.
En Chile, por causa de la corriente de Humboldt, el agua de mar es HELADA. Con suerte alcanza los 10º en verano. En algunas partes de Chile, eso sí, el agua es más templada que en otras, pero la norma es que por lo general el agua es muy fría.
Para todos es bien sabido el hecho que Hera, la esposa de Zeus, era particularmente mal genio y armaba las más increíbles escenas de celos cuando descubría que su marido la había engañado. No perdonaba ni a las amantes ni a los hijos de éstas y se aseguraba en hacerle la vida de a cuadros todo lo que pudiese. Las taimaduras de Hera llegaban al punto que se iba por largos periodos del Olimpo, en señal de la ofensa que le habían hecho… pero hay que recordar que para los griegos antiguos, pese a que ella no era la madre universal, como Zeus era padre universal, sí es la esposa universal, que toda mujer griega que se preciara de tal, debía imitar. Las infidelidades del marido son mal vistas y tienen castigo divino, pero una esposa es una esposa, y por lo tanto, no puede dejar a su familia ni a su marido botada a su suerte. Por lo tanto, Hera siempre regresaba a los brazos de Zeus, perdonándole por sus deslices, como el ideal de esposa griega debía hacer.
Como que agradezco no haber nacido mujer en esa época. No habría servido como esposa.
