A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.
¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta: ¿Cuándo actualizarás?
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.
ADVERTENCIA.
Principios 105 para ver y entender Manga: Si el título tiene la palabra 'Idol' en él, la serie es buena.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 10:
Caminos separados.
Ciudad de Ancud.
Kaysa y Baian observaron a la distancia la llegada de Julián y Paulina en aquél muelle. La nereida se soltó de inmediato, pero trastabilló y Julián tuvo que ayudarla. Intercambiaron algunas palabras, que debido a la distancia, ninguno de los generales pudieron oír. Baian suspiró aburrido y se dispuso a andar.
"¿Dónde vas, Baian?" Preguntó Kaysa. Baian le quedó mirando: el general de Lymnades seguía en la misma relajada posición que antes.
"Voy a reportarme con el señor Poseidón." Comentó Baian, extrañado que Kaysa no moviera ni las pestañas. "¿Acaso no vienes?"
"No."
"¿Y eso por qué?" Baian alzó una ceja. Kaysa suspiró y le miró a la cara.
"Porque el señor Julián aún no termina su conversación con la Señora."
"No digas tonterías, Kaysa." Baian frunció el ceño, algo taimado. "Sabes bien que se nos dijo que para cuando regresaran de alta mar, ya habrían resuelto sus diferencias."
"¿Ah sí?" Kaysa señaló a la pareja, que seguía discutiendo en el mismo sitio y que ya se ganaba las curiosas miradas de los transeúntes. "Algo me dice que todavía no." Baian observó a la pareja e infló las mejillas.
"Feh."
"Mejor ponte cómodo, que nos tocó el turno largo."
x–x–x–x–x–x
"¿Hasta cuando me vas a decir qué es a lo que le tienes tanto miedo?" Preguntó Julián con las manos en las caderas, mientras miraba a Paulina, que se había cubierto los oídos con las manos.
"¡Cállese! No lo entendería."
"¡Claro que lo entiendo! ¿Acaso te piensas que no sentí toda esa mala vibra que venía de la niebla?"
"No es asunto tuyo." Paulina intentó pasarle por el lado, pero Julián la sujetó de un brazo. "¡Suélteme!"
Molesto porque las cosas no le habían salido bien. Enojado porque una vez más se veía excluido de las preocupaciones de Anfitrite. ENRABIETADO porque ahora tenías más dudas que respuestas… dolido porque comenzaba a entender que esos 1500 años habían hecho de su nereidita alguien extraño. Si hasta incluso le trataba como un extraño. Suavizó su expresión, la suavizó mucho… los ojos de Paulina entonces se llenaron de agua.
"Lo lamento señorita." Le dijo mientras le soltaba el brazo. Paulina abrió los ojos aún más al oírle decir esto… derramó una pequeña lágrima. "Creo que me excedí."
"Sí, se excedió."
Paulina miró al suelo. Bueno, estaba logrando lo que quería. Alejar a Poseidón de su lado… es que tenerlo cerca le revolvía aquella herida tan antigua y además… no quería sentirse suya. Es que cada mirada, cada palabra, era como un lazo que la unía más y más a él… ella no quería ser tratada como a un objeto, como un florero, como seguramente sería tratada si le daba la oportunidad… sobre todo ahora que no le quedaba mucho tiempo.
Su cabeza y su corazón se enzarzaron una vez más en una violenta discusión, a la que se unió su propio orgullo a favor de su cabeza. ¿Qué se creía Poseidón que era? En 1500 años seguro no le habían faltado oportunidades para conocer a otra mujer que le aguantase. ¡El tipo era encantador! Sexy y travieso. Un irresponsable de primera línea, pero tan centrado y decidido al momento de imponerse. ¿Qué podría haber visto en ella? Un mero juguete que puede desecharse… y que ahora no valía la pena tener.
"¿Necesita que la acompañe a casa?" Preguntó Julián de pronto, tan entristecido como ella.
"Por favor."
La nereida comenzó a caminar descalza por aquél muelle. Julián caminó a su lado en silencio, mirándola de cuando en cuando. No se hablaron en todo el camino. ¡Qué no habría dado por estrecharla entre sus brazos! Pese a las incontables encarnaciones, y a su extraño resfrío, Anfitrite seguía tan linda como el día en que la conoció. Frágil sí, pero no por eso menos bonita: parecía como si se fuera a quebrar de un momento a otro.
Flashback.
"Dime una cossssa… ¿Quieressss pedirle perdón para hacccer las pacesss con ella o para essstar bien contigo misssmo?"
Fin de Flashback.
Buena pregunta.
Muy buena pregunta a decir verdad. Julián suspiró y miró al cielo. Se llevó ambas manos detrás de la cabeza y muy pensativo, observó las nubes. Sus ojos se desviaron por inercia hacia la nereida. ¿Qué clase de buena pregunta era esa? Por supuesto que era para estar más tranquilo: todo el mundo en el Olimpo no dejaba de hacerle la misma maldita pregunta. Ya quería darle las disculpas a su mujer, llevarla a casa y que lo dejaran de molestar. ¡Feh! A ver si se callaban con eso, sobretodo Hestia.
Flashback
"¡Emperador Poseidón!" Chistó de pronto Tethis, en un arranque de molesto coraje. "Si se sigue paseando así, o si sigue con esa actitud, de ninguna manera la señora Anfitrite querrá hablar con usted." La sirena le fijó los ojos con dureza. "Ella no es un objeto, jamás lo ha sido, pero usted no parece notarlo: considere que ella también tiene sentimientos."
Fin de Flashback.
Sintió un baldazo de agua helada. Julián miró a Paulina de golpe. ¿Por qué nunca se fijaba en detalles como ese? Eran importantes, ¿Acaso era tan bruto como para no darse cuenta que…?
"¿Quiere tomar algo?" Le preguntó Paulina de pronto. No se había dado cuenta en qué momento llegaron a la casa de la nereida. "Solo tengo agua hervida… pero salva."
"Encantado." Se oyó decir Julián, que aún no terminaba de masticar lo egoísta que había sido.
Toda esta búsqueda, todo este escándalo, todo esto lo había hecho porque él se sentía solo y quería a su esposa de regreso… no porque la chica pudiera necesitarlo o porque en verdad necesitaba darle una explicación. ¡Con lo buena que era Anfitrite! La tipa muy al pendiente de él y él ni se acordaba de ella existía. ¿Acaso así se sentían los miserables? Necesitaba un trago con urgencia. Paulina abrió la puerta y le dejó entrar. Con lentitud le dejó en la pequeña sala y ella se metió a la aún más pequeña cocina.
"¿Vive sola?" Preguntó Julián de pronto, tras observar con más detenimiento la casa.
"No. Vivo con mi papá y mi hermano mayor." Respondió Paulina saliendo de la cocina, con un vaso de agua en las manos. "¿Por qué la pregunta?"
"Curiosidad." Julián tomó el vaso y bebió un sorbo. "¿Dónde están ellos? No recuerdo haberlos visto."
Paulina tensó todos los músculos de la espalda y reprimió un sollozo. No quería decirle a nadie donde estaban su papá y hermano, como si con eso fuera a borrar o eliminar todo pensamiento de su delicada situación. Negación: creo que esta palabra describe bastante bien lo que Paulina sentía. El solo hecho de pensar que ambos estaban a bordo del maldito Buque de Arte la tenía muy descompuesta.
Este evidente nerviosismo de la chica no pasó indiferente para Poseidón, quien entrecerró los ojos al notarlo. Julián tomó aire y dejó el vaso de una mesa cercana. Volteó la cabeza hacia la nereida con elegante delicadeza, preparándose para hablar, pero le atajaron antes que pudiera emitir comentario alguno.
"Ellos no están. Este… salieron de pesca… hace unos días." Respondió Paulina en forma seca y precisa. Al fin y al cabo, no había mentido.
"¿Le dejaron sola?" Julián entrecerró los ojos. Eso no le parecía nada bien. "Usted no está bien de salud… encima es una diosa, debería estar siempre…"
"Sí. Siempre lo hacen: me sé cuidar sola. No me diga lo que tengo que hacer." Se apresuró a decir Paulina. "Y ya le dije que no soy una diosa. Lo fui, que es muy diferente."
Mentira. Anfitrite aún no aprendía a mentir bien. Julián suspiró y decidió no presionar por más respuestas. Paulina se había puesto muy nerviosa… y no quería alterarla más de lo normal.
"Nunca se deja de ser un dios." Explicó Poseidón con firmeza, pero el asunto llegó hasta allí y no continuó. Julián de pronto se la quedó viendo, de una manera que la puso aún más inquieta de lo que estaba y que a ambos les agitó la respiración. El dios le sonrió con ternura. "Está muy bonita. ¿No se lo había dicho?"
"No en esta vida." Paulina le miró con las mejillas algo sonrojadas. ¿Es que a qué mujer le desagrada que le digan un piropo? Sobre todo si éste venía del hombre al que amaba. "Eso se lo dice a todas."
La nereida se sentó en un sillón cercano, acción que fue imitada por su visitante, que ocupó un lugar en el sillón opuesto. Jugueteó con sus manos, que de pronto se pusieron un poco húmedas. Aunque no perdía ni un ápice de su seguridad usual, Julián no se pudo sentar a sus anchas en el sillón: se miró los pies, sin saber cómo responder al comentario de la linda chica que tenía sentada justo al frente.
"…"
"¿Por qué tanto interés en mi después de todo este tiempo?" Preguntó Paulina de pronto, alzando la mirada, fijándole con firmeza una duda que no sólo aludía a su situación actual, sino también a la inicial. "¿En mi, una nereida? La más fea e ingenua de todas nosotras."
"Si dice eso, entonces tengo un gusto horrible en mujeres, porque siempre he creído que eres la más hermosa." Julián también le fijó la mirada, en la misma intensidad incluso. "No se trate tan mal. Será una nereida, pero eres mi esposa… Aunque lo reniegues." Poseidón sentía un nudo enorme en la garganta, que sin embargo pudo ignorar: hizo este comentario con algo de resentimiento.
"Esposa. ¿Cuándo me trató como tal? En la práctica yo apenas era una de sus muchas concubinas." Afirmó Paulina frunciendo el ceño. "La más bruta de todas al creer que a mi sí me amaba y que era la única… y no soy su esposa."
"… La quiero mucho, Anfitrite… no, le amo en serio." Le susurró. Es que Julián no tenía idea de cómo manejar la situación, por primera vez en mucho tiempo.
"… sí, como no." Paulina hizo un gesto de desdeño con el rostro, antes de fijarse en la puerta. La chica se puso de pie y se acercó a la salida. "Creo que ya es tarde: debe irse."
Las mujeres debían tener una habilidad especial para complicar las cosas. Cuando creías entenderlas, te encontrabas con que no sabías nada de ellas, y cada vez que creía que tenía la situación bajo control, de alguna manera se las ingeniaban para arruinarle los planes. Miren nada más lo que pasó con Athena.
Con razón decían por ahí que las mujeres, desde la perspectiva masculina, estaban al otro lado del mar y que no más hay que quererlas.
Julián se acercó a ella, con el orgullo herido y sin saber si estar molesto por eso. Es que en esas circunstancias, tenía ganas de dejar a su orgullo a un lado y probar ser un poco más manso (y menos menso). Una vez que llegó junto a su chica, intentó poner su mano en su hombro, pero esta le hizo el quite… rehuyendo a su mirada.
"Hablo en serio: ¡Te Amo Y Te He Extrañado Horrores!" Exclamó Julián, dejando la falsa formalidad que había mantenido en todo aquél rato. "Eres mi chica, mi nereidita, la única a la que en verdad amo: del resto me aburro rápido, pero no de ti…"
Obviando la estupidez que Julián acaba de decir y que no comentaré, se produjo un momento de silencio.
"¿Lo ve? Hasta tú reconoces que soy una más del montón." Paulina dijo con la voz en un hilo. Por un momento creyó que la voz no le saldría. "Soy Una de muchas. Nunca la única. Poseidón: Tú no me amas." Añadió, también dejando de lado la formalidad. El dios se sacudió los cabellos con las manos.
"¿Por qué me menosprecias tanto? Sabes que por ti hice cosas que por nadie más he hecho." Demandó saber el dios, perdiendo la paciencia, y con esta extraña sensación de urgente vacío. "¡Sí Te Amo!"
"Dices eso con mucha facilidad, y ni siquiera entiendes el concepto." Paulina le miró por fin a la cara, más pálida que antes, tan angustiada como se sentían sus tripas. El dios apretó la quijada, molesto, ansioso, frustrado.
"¡Entonces ilumíname y dime qué es lo que no entiendo!"
"Si me hubieras amado, ¡Si Me Hubieras Amado Tan Solo Una Pizca!" Paulina derramó algunas lágrimas. "NUNCA me habrías sido infiel."
"No mezcles las cosas, ¡Tú eres la dueña de mi corazón!" Se defendió Julián con energía. "No amaba a ninguna de las otras mujeres con las que me metí. ¡No me he vuelto a meter con nadie! No desde que tomé conciencia de lo mucho que te extraño… No le abrí mi corazón a nadie más que a ti, me conoces como nadie más…"
"Sin embargo, tú no me conoces tan bien. Ni siquiera me amaste… en 1500 años ni siquiera hiciste el esfuerzo de buscarme." Anfitrite se mordió el labio. "Habrías sabido donde buscar…"
"Lo lamento, pero no había Google cuando te escapaste." Gruñó Julián con sarcasmo. "No Digas Que No te Conozco: ¡Te conozco bien!"
Ambos tenían los ojos muy azules, profundos como el mar, y se escudriñaron el uno al otro, suavizando y endureciendo los cristales de sus ojos, sus pupilas, como diciéndose mil cosas con la mirada, miles de anécdotas, sueños y esperanzas. Algo entre ambos no había cambiado nada en todo aquél milenio y medio… aún podían hablarse con la mirada y entenderse a la perfección. Anfitrite y Poseidón suspiraron llenos de melancolía a un mismo tiempo: se habían dicho más cosas con los ojos de las que habrían esperado.
"Quisiera saber…" Comenzó la nereida. "¿Por qué tardaste tanto en encontrarme…? Poseidón, ¿Tienes idea de lo mucho que te he extrañado? Tú eres a quien más amo. ¿Puedes creerlo? El centro de mi vida, la persona a quién más amo, es quien más daño me causó."
"… Lo sé. Y me patea el corazón saber eso…"
"Vete." Le pidió Paulina, ocultando su mirada tras si flequillo. "No quiero verte nunca más."
"No digas eso, Tite: tengo ganas de arreglar las cosas." Julián la miró con ojos de cachorro. "¿Por qué me echas? Sigo siendo tu marido…"
"Pero yo ya no quiero ser tu esposa." Respondió con frialdad. "Nunca lo fui para empezar… y ciertamente dejé de serlo cuando dejé todo atrás. Incluso la divinidad que me regalaste." Paulina aspiró aire, sin poder reprimir un doloroso sollozo. "Mejor te vas, No quiero tener nada que ver contigo. ¡Eres un soltero! Olvídate de mi."
"¡NO ME VOY A…!"
"¡YA VETE!"
Paulina abrió la puerta y señaló hacia la calle. El sol apenas se había puesto, aún quedaban algunos minutos de luz. Julián sintió que el pecho le hervía en orgullo herido y una pena espantosa se apoderó de su corazón… pero reconoció que ya no tenía nada más que hacer allí. Ya mucho daño había causado por una eternidad como para seguir insistiendo. Ocultó sus ojos tras su flequillo e hizo una señorial reverencia.
"Cómo mi señora desee. Fue un todo un honor."
Julián salió, tal como si estuviera arrastrando el mundo a cuestas. La puerta se cerró tras de él y pese a la suavidad, fue el sonido más espantoso que pudo haber oído nunca. No miró hacia atrás…
Las rodillas de Paulina cedieron bajo su peso y ocultó su cara entre sus manos. Lloró largo rato antes de poder encontrar la fuerza para ponerse de pie. No se sentía bien, tenía náuseas y una pena de las más crueles asolaba su alma. ¿Por qué lo había echado? Ya estaba lo suficientemente sola: su familia estaba a bordo de un barco fantasma del que sabía no iba a bajar nunca y el único hombre al que amaba, se alejaba para siempre de su ya corta existencia. Ahora sí se sentía morir en vida, y no era una sensación agradable.
Media hora después logró reunir la fuerza para recogerse del suelo y arrastrarse hacia su habitación, dolorida y mareada. Se quería quedar allí para siempre. No quiso comer ni nada. Tan solo se quería dormir de inmediato, quizás para siempre.
Apenas sí se dio cuenta cuando comenzó a cambiarse al pijama.
Flashback.
Apenas sí se oían las olas. El mar estaba tranquilo y se abría impresionante ante aquella pequeña y oculta playa. La brisa era suave, la arena tenía una temperatura agradable, y apenas estorbaba el firme abrazo que mantenían aquellos enamorados, que momentos antes habían caído de bruces en la arena, producto de sus juegos.
Aquél suspiro prolongado y placentero puso fin a un dulce beso. Ninguno abrió los ojos, y parecían estar como dormidos, sumidos en un exquisito letargo. Las manos de él le acariciaban las mejillas y las manos de ella aún sujetaban sus fuertes brazos.
Hacía rato habían perdido la noción del tiempo y estaban allí, tranquilos, a merced de los elementos que no los perturbarían, disfrutando la presencia del otro, sus caricias, sus besitos…
"¿Tite?"
"¿Hmm?"
"¿Me harías el honor de ser mi esposa?"
Fin de Flashback.
Dos horas después.
No podía dormir ni dejar de llorar. Se sentía intranquila.
Cerró la llave del agua y apagó la luz. Salió del baño a trastabillones y a oscuras: las articulaciones le dolían, así como los pulmones. Las terribles puñaladas de dolor que de cuando en cuando le atormentaban el vientre y la tripa no tardarían en llegar, si seguía sintiéndose así. Entró a su cuarto, se echó en su cama, apagó la luz y se dispuso a tratar de dormir. No se percató de un suave 'ris, ras' que caminaba a sus espaldas.
Pasaron algunos minutos.
Alguien levantó sus cobijas y se acostó junto a ella. Paulina dio un brinco tremendo e intentó ponerse de pie, pero no solo estaba muy dolorida, sino que alguien la detuvo y la mantuvo en la cama sin mayor esfuerzo.
"¡Tranquila! Soy yo, no te alteres." Le pidió Julián en un susurro. Oyó una exclamación sorda.
"¿Poseidón?" Paulina se limpió las lágrimas indignada por esta intromisión. "¿Qué Haces? ¡VETE! No te quiero Aquí. ¡Sal de mi cama!" Protestó sin dejar de forcejear. Julián apenas podía contenerla.
"¡QUIETA, Tite! Quieta que ya me iré… no te haré nada."
Anfitrite se quedó tranquila, aunque le tomó tiempo sosegar su respiración y corazón. Sus articulaciones se lo agradecieron. Mas, su corazón latió de protesta, porque se sentía a gusto con esos brazos rodeándola, por más que su cabeza chillase para que el dios se marchase lo más pronto posible.
"¡Poseidón!" Exclamó en forma de susurro. "¿Qué hace? Ya no me hagas esto, por favor váyase…"
¿Cuál es este afán que tiene Anfitrite por echar a Julián de su lado? Orgullo, despecho, miedo, mucho miedo… esperanza de que ese modo regresase. Pero… ¿Para qué iba a regresar si ella moriría definitivamente? Tanto tiempo lejos de él, ¿de qué servirían unos pocos meses para recuperar el tiempo?
"Tranquilita… todo está bien, no vengo con segundas intenciones…"
"¿Qué haces aquí? ¿Qué no ves que lloro y me duele?" Sollozó Paulina. Julián la aferró contra sí con ternura.
"Me iré, te lo prometo… pero no ahora." La voz del dios se oía como entrecortada, como si tuviera un nudo en la garganta. "… Mañana ya no me vas a encontrar. Me iré… como… como que entiendo que… ya no quieras verme, así que me iré… para siempre." Esto fue algo que le costó trabajo decir. Julián apretó los ojos y abrazó con ternura a Paulina, que ya no forcejeaba, aunque sí sollozaba. "Se hará como tú digas, estarás libre de mi… pero… pero…"
"¿Pero qué?"
"… al menos… déjame al menos pasar esta última noche contigo…" el abrazo de Julián se aflojó, como dándole la oportunidad a Paulina de buscar una posición más cómoda. La chica giró sobre su eje de forma que quedó frente a frente con él… y le abrazó con fuerza.
"Pero… pero no en mi cama…" Paulina sollozó con amargura. "Vete de una vez, solo lo pones más difícil…"
"No te haré nada… te lo prometo…" Julián la abrazó. Sus brazos, sintió Anfitrite, se sentían temerosos y ansiosos. "Pero déjame pasar esta noche contigo… por favor… ¡Justo Así! Si hasta traje mi almohada."
Paulina no respondió. Suspiró mientras se dejaba abrazar. Mantuvo a Julián en ascuas algunos momentos, antes de emitir comentario. ¿Qué daño haría una noche? Al cabo que sería la última…
"¿Estás cómodo?"
"…"
Julián asintió y suspiró. Ambos se reacomodaron en la cama y procuraron cubrirse con las cobijas. Esa noche era fría, pero eso a ellos no les importó.
Poco a poco, ambos cayeron rendidos al hechizo de Morfeo.
…
5:30 am.
Julián abrió los ojos. Aún estaba muy abrazado de Paulina. Levantó un poco la cabeza: aún no amanecía, pero ya el sol estaba por emerger en el Este. Suspiró con una tristeza gigante, que pareció rasgarle la garganta.
Se levantó y se sentó en la cama. Observó a Paulina, que seguía dormida, por largo rato; conteniéndose para no acariciarle las mejillas o apartarle ese mechón de cabello del rostro. Volvió a suspirar, esta vez más melancólicamente.
Se inclinó sobre Anfitrite y la besó en la sien. Entonces se puso de pie.
"Ojalá encuentres a alguien que te sepa valorar todo lo que yo no pude… y por favor, que yo no me entere." Le dijo con una amable sonrisa.
Entonces tomó su almohada, se dio la vuelta y salió de la habitación.
Paulina, quien había estado despierta todo el tiempo, no abrió los ojos sino hasta que oyó la puerta de calle cerrarse tras Julián. Entonces, como si hubiera estado sentada en un resorte, se levantó a toda prisa de la cama y corrió tras los pasos de Poseidón, pero ni bien salió de su habitación, se lanzó al suelo, boicoteada por su propio dolor. Se llevó una mano a la boca y la otra al vientre.
Ya le había dejado ir. Ya le había echado de su vida. Con lo orgulloso que era Poseidón, no le iba a permitir arrepentirse. Se había quedado sola, nada más porque ella se lo había buscado.
"¿Qué hice?" Tartamudeó entre sollozos.
Y siguió llorando largo rato más.
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Capítulo: La Arremetida del Caleuche.
"¿ME PUEDES DECIR Donde te habías metido? Tenías el celular apagado, ¿Qué no sabes que puede ocurrir una emergencia y tu desconectado del mundo?" Vociferó Hades mientras gesticulaba con las manos. Julián parpadeó varias veces al verlo. El dios del Inframundo apenas sí lo había saludado.
"¿Tú de donde sales?"
"¡Te Estaba Buscando! Menos mal que te encuentro temprano: te tengo una noticia muy seria." Hades entrecerró los ojos. "¡Incluso más seria que el hecho que dejé a mi Persefoncita, junto a Pandora y a Queen SOLAS con mi Visa!"
PS: HEY. ACABO DE CAER EN CUENTA, Gracias a Ana, QUE EO DE SCYLLA ES CHILENO. Es originario de la Isla San Félix en el Pacífico… y a menos que se trate de una cruel coincidencia y que Eo sea de otra isla con el mismo nombre, este general es mi compatriota. Feh. Me llego a enterar antes de este pequeño detalle, le hubiera dado otro giro al fic, pero bueno, ¿qué se le va a hacer? Pudo haber sido peor. Sip. Me quedó un poquitín largo, cosa que espero que no les moleste. Es que cuando empecé a escribir no pude detenerme y bueno… :juega con sus dedos: He aquí el resultado de lo que pasa cuando mi Musa está hiperactiva… con decirles que son la 01:30 am y que me caigo de sueño. En fin, espero no haberlos decepcionado. ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!
