A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.
¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta: ¿Cuándo actualizarás?
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.
ADVERTENCIA.
Principios 116 para ver y entender Manga: Los tipos con dos aros vienen del Negaverso.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
Capítulo 12:
Rituales que Matan.
Cubierta del Caleuche.
Arriba entre los mástiles, tranquilos, como si nada pasara, dejándose mover por el viento, sin oponer resistencia de ningún tipo. El sonido de las cuerdas moviéndose a presión en la madera. El cielo se veía gris y dejaba colar algunos cuantos rayos de sol. Algunas aves marinas daban vueltas en círculos. Aquellas siluetas se recortaban contra el espacio abierto y contra las velas del Buque de Arte. Se veían negras, sucias y tétricas.
"¡MALDITO INFELIZ!" Paulina enfrentó a Humberto con los puños apretados y sacando fuerzas de flaqueza, comenzó a caminar acusatoriamente hacia el brujo. "¿Cómo Te Atreviste?" Ladró a punto de echarse a llorar.
Colgados arriba, del mástil mayor, Don Sergio y Tobías se balanceaban. Estaban muertos… y por las pintas, debían llevar al menos un día entero allí arriba. Humberto le sonrió con sorna.
"Te tardaste mucho en responder, así que creí que ya no los querías." Dijo con sorna. "De todas maneras pude subirte al Caleuche."
Paulina levantó la mano, dispuesta a abofetear a Humberto, pero éste detuvo aquél ataque con facilidad, y con violencia aplicó una llave y arrojó a la chica de bruces. Anfitrite se estrelló contra la madera, dando un pequeño rebote, y no se movió más después de eso. Julián se impulsó hacia delante con violencia, tan de improviso, que se liberó con facilidad. Le dio un empujón a Humberto al tiempo que dos fuertes olas remecieron a Caleuche por completo y de manera peligrosa.
"¡No Me Olvidaré De Este Atrevimiento!" Gruñó Poseidón. "¡Esta Me La Pagas! ¿CÓMO TE ATREVES A Ponerle Las Manazas Encima? Cuando termine contigo, envidiarás a Tántalo."
Tres brujos redujeron a Julián, cayéndole encima como jugadores de rugby. El dios fingió resistirse, aunque las muecas de dolor que puso fueron muy reales. Humberto le miró burlón, para luego detener sus ojos en Paulina, quién se había desmayado en algún momento.
"Llévenselos a los calabozos."
Isaac apretó los dientes. Subir al Caleuche le había sido muy fácil: sólo le había bastado con seguir la presencia de su señor, que se percibía muy pasivo para su gusto. Observó como entre 4 brujos arrastraban a un combativo Julián bajo cubierta, mientras un quinto brujo alzaba a Anfitrite en brazos y seguía a la previa comitiva. Isaac chascó la lengua y apretó los puños cuando les vio desaparecer bajo una escotilla. Observó a su alrededor, aprovechando su improvisada y oculta atalaya. Brujos, delincuentes, narcotraficantes, hombres de mal vivir, zombis y vivos… Este barco era digno de ser hundido por la furia de Craken…
El cosmos de Poseidón se elevó furioso por momentos. Al parecer Julián estaba haciendo MUCHO esfuerzo en no explotar de ira. Isaac suspiró: quizás Craken iba a tener que esperar o quedarse de plano con las sobras.
"A buscar puntos débiles." Murmuró el joven general, saliendo de su escondite.
Calabozos…
40 minutos más tarde.
Aquella celda era la misma donde hacía nada más un par de semanas, Anneke había sido encerrada. Apretó los ojos e intentó abrirlos: veía un manchón marrón, tenía frío y se sentía muy débil. Su corazón estaba desolado y dolido. Las articulaciones le dolían. Lo único positivo que tenía el lugar es que estaba frío, lo cuál le facilitaba respirar… aunque seguro su suerte se agotaría.
¡Tremendo Suelazo El Que Se Había Dado! Comenzó a flexionar los brazos, para así poder sentarse, aunque de pronto recibió ayuda que no esperaba.
"Con calma, te diste un buen golpe." Le dijo Julián mientras le ayudaba a sentarse. El dios la apoyó contra la pared y le frotó los brazos para hacerla entrar en calor. "¿Estás mejor?"
Paulina se quedó viendo a Julián como si algo no le cuadrase. ¿Qué hacia él con ella? Lo creía lejos, en la costa, preocupado de sus propios asuntos. Bah. Prefirió no pensar en eso. La chica sujetó las manos del dios que continuaban frotándole los brazos.
"Tengo frío…"
"Ya me doy cuenta."
"¡No Tan Fuerte! Me duele el roce…" Paulina bajó la mirada tras decir esto. Oyó que Julián suspiraba. "¿Qué hace aquí?" Preguntó mientras miraba a un costado: pudo notar que la puerta de aquella celda estaba abierta por completo.
"… Te estoy acompañando." Comentó Julián, sentándose junto a ella. "¿Acaso creíste que te iba a dejar sola?"
"Sí… no… digo… no lo creí. Aunque… me extraña." Confesó la chica, mientras se acurrucaba en sí misma. "… creí que ya no querría tener nada que ver conmigo."
"Creí lo mismo, pero ya sabes como funciona el autoengaño." Julián se sentó junto a la nereida y se atrevió a rodearla con el brazo. La chica respondió aquél gesto sin pensarlo, recostándose en su hombro. "¿Paulina?"
"¿Señor Poseidón…?"
"Hace un rato me llamaste Julián…"
"¿En serio?"
"… sí… pero… no tiene importancia." El dios apoyó su mejilla en la cabeza de la nereida. "… tengo que hacerte una pregunta."
"¿Qué pregunta?"
¿Qué pregunta? Esa es una muy buena, para comenzar. Julián suavizó sus ojos y comenzó a acariciarle el brazo con la punta de sus dedos. Primero tenía que poner en orden sus ideas, antes de hacer la pregunta que quería. ¿Por qué se había quedado? ¿Por qué no había reducido al barco astillas con el mero deseo de su mente? Fácil: aguantar un poco de castigo y humillación era su forma de expiarse de culpa. Sentía que debía hacer las cosas de la manera difícil, para ver si así lograba perdonarse él mismo.
Es que no podía, no le cuadraba, se negaba a entender y aceptar que Anfitrite moriría. Sólo por huir de él, la nereida se puso en un peligro tal, que ningún inmortal antes había enfrentado. Seguramente lo que tenía a Hades y a sus jueces como gatos en un saco era el hecho que si Anfitrite llegaba a morir, sería el segundo inmortal en bajar al inframundo como una sombra más: ni siquiera tenían claro el protocolo, dado que Zeus había prohibido honores para el primero.
Y él se quedaría solo.
Podía soporta el hecho de estar solo, a sabiendas que su Anfitrite estaría viva, pero no… no… ¿Anfitrite Muerta? ¿Definitivamente? NO. No si él podía evitarlo, no si estaba en sus manos. Sin quererlo, aumentó la presión de su abrazo: tenía un nudo en la garganta.
"¿Por qué no me dijiste… que… morirías… para siempre…?" ¡Ay! Como dolió pronunciar eso.
"¿Huh?"
"Tite… por favor… no me hagas repetir eso."
"… todos los humanos fallecen…"
Apenada por saberse al descubierto, Anfitrite se acurrucó más en su posición. El dolor latente no impidió que pensara… algo en la voz de su marido sonaba mal. ¿Acaso estaba preocupado?
"Sí, pero no los inmortales… Este… Hades vino a verme… me dijo… a lo que te enfrentas…"
"¿El señor Hades? Y… ¿Qué le dijo?"
"Que morirás." Julián tomó una profunda bocanada de aire y comenzó a relatarle todo lo que Hades le había dicho apenas unas horas antes. Mientras más avanzaba en su relato, su voz se llenaba de pena y más se acurrucaba Anfitrite contra su cuerpo. "… ¿Por qué no me dijiste nada? Eso de que habías dejado atrás tu divinidad no me lo había creído, ¿te das cuenta del peligro al que te has expuesto? Tite… ¿Dónde dejaste tu divinidad?"
"Por ahí. La dejé por ahí…" La nereida hizo un gesto sutil, como si le fuera abrazar, pero en vez de hacer tal cosa, situó su mano justo por encima del corazón de Julián. "… bueno… yo… yo… no quería decirle nada… para no condicionar su respuesta…" Contestó Paulina al cabo de unos momentos. "Si se llegaba a enterar que estaba así de enferma… no… ni siquiera me habría hablado…"
"¡Tú No Eres Más BRUTA Porque No Tienes Más Tiempo!" Exclamó Julián dolido. "Hace meses que te busco a toda mi capacidad. Hace SIGLOS Que te Extraño, Tu Ausencia me duele Y…"
"No soy un objeto… y tenías muchas 'amigas' que te podían consolar."
"¡Por Todos Mis Parientes!" Julián le dirigió una dura mirada. "¿Qué No Ves Que Estoy Arrepentido?"
Los ojos de Paulina titilaron de lágrimas. Aunque no le gustara a su orgullo, sabía que en cierta forma Poseidón estaba diciendo la verdad, sólo que no quería verlo… tuvo que reconocerse a sí misma que había percibido al dios buscándola en cada una de sus encarnaciones… se puso a sollozar.
"… ¡Es Que Me Dolió Tanto! Llevabas meses mostrándome como florero y haciendo gala de amantes que me negaba a aceptar que tenías. ¡Me sentía como un mueble más! No pude aguantarlo más… Encima la metiste a nuestra cama… ¡Si Hubiera Sido Yo La De Los Amantes, Seguro Me Habrías Fulminado Sin Pensarlo Dos Veces!" Anfitrite se abrazó con fuerza del pecho de Poseidón, que se hallaba mudo. El dios le acarició los cabellos. "¡Te Extrañé Tanto!"
"Si tanto me extrañabas, ¿Por qué no… regresaste?" Le preguntó Julián, obligándole a mirarlo a la cara.
"¿Con qué cara querías que volviera? No soy tan desvergonzada como tú." La chica tomó aire e infló las mejillas, dejando caer gruesas lágrimas. "Estoy mal. Los médicos no saben lo que tengo. Dicen que es Fibromialgia o Esclerosis múltiple o un poco de ambas. El asunto es que no me queda mucho más de vida… me voy a morir. "
Julián abrazó a Paulina con cuidado, como si esta se le fuera a quebrar. La nereida se dejó abrazar, y se permitió sollozar largo rato. Delgados dedos le peinaban sus cabellos y un agradable calorcito le llegaba del dios. Lentamente, arrullada por estas acciones, Paulina se quedó dormida.
"¿Señor?" Isaac se asomó por la puerta de la celda. Ésta estaba abierta desde hacía largo rato: Julián no había tenido problemas para abrirla. Era así como había salido de su propia celda y entrado a la de la nereida, sin que nadie le opusiera resistencia. El campo que impedía tocar las puertas de estos calabozos no había hecho efecto en el dios. En momentos como ese, era bueno ser una divinidad. "¿Todo está bien, señor?"
"Shhh, Isaac, más bajito. Entra." Le pidió Julián. El general de Craken entró con sigilo. "Necesito pedirte un favor."
"Ordene señor."
"Cuida de Paulina, que nada le pase. Tengo que ir a arreglar algunos asuntos con el capitán de esta nuez y no quiero que intervengas." Poseidón entrecerró los ojos. "Si Anfitrite llegara a despertar, llévatela lejos."
"Como ordene."
Julián depositó a Anfitrite en los brazos de su general y se puso de pie. Se sacudió las ropas y se dirigió a la salida, con su usual paso elegante. Feh. Estaba comenzando a perder la paciencia.
Cubierta del Caleuche.
Poseidón salió sin ser visto de las celdas, aunque no se preocupó mucho por ser cauteloso, por la misma puerta por la que algunas semanas antes, Saga, Mu y Anneke tuvieron que abrirse paso. Toda la tripulación estaba concentrada en otros quehaceres que requerían toda la atención del grupo de maleantes. Le llamó la atención sí, que un pequeño grupo de brujos huía a hurtadillas en uno de los botes salvavidas (como si estos fueran necesarios).
Se parapetó tras unos mástiles. Bastó una ojeada hacia arriba para darse cuenta que los muy malditos no habían bajado los cuerpos que antes viera allí. ¡Eso era una ofensa a los muertos! Una falta de respeto de tal calibre era vista de muy mal grado por todos los dioses y que no permitiría en su jurisdicción, el océano… además… Anfitrite se había desesperado al verlos… y eso no lo iba a tolerar.
El único con derecho a hacerla rabiar era él.
Los brujos parecían particularmente ocupados en un intrincado grabado que estaban afanosamente dibujando sobre la cubierta del barco. Quienes se encargaban de esto estaban ataviados con capuchas y hacían unas extrañas inflexiones de sonido con la boca y la garganta, mientras que Humberto, que se reconocía fácilmente por su nueva calva con solitarios mechones desgarbados aquí y allá, leía en voz alta algunos cánticos guturales que le pusieron la carne de gallina. Entrecerró los ojos y salió de su escondite.
Bah. Si querían aprehenderlo, él no los detenía. Más motivos le daban de esta manera para destruir el barco y mandar a este montón de basura a lo más profundo del tártaro, incluso más abajo que los titanes. Iba a hablar con el Capitán y nadie le detendría.
"¡OYE TÚ!" Una mano pesada se dejó caer sobre su hombro y aplicó una fuerte presión, que casi le dislocó los huesos. Julián se dio la vuelta, solo para encontrarse con un tipo más alto incluso que Aldebarán de Tauro, corpulento y con cara de muchos enemigos. "¿Dónde Crees Que Vas?"
Julián tragó saliva.
Muy dios era, pero apenas pesaba 65 kilos.
"Quita tu sucia mano de mi hombro."
Sin embargo no perdía su arrogancia. El Brujo le dio un empujón.
"Andando."
Un mero ademán con la mano impulsó a Poseidón hacia delante. Julián avanzó a trastabillones, pero con toda la dignidad que tanto lo caracterizaba. Después de todo, iba a zanjar esta situación desde ya.
Todas las voces de los brujos se unieron en una grave nota que se colgó en el aire, y que no duró por más de 10 segundos. Luego, siguiendo pasos planeados de antemano, los brujos que estaban alrededor de los trazos en la cubierta se alejaron sin darle la espalda. Humberto cerró el libro y se lo entregó a uno de sus ayudantes. Fijó su mirada en la cubierta.
"Me impresionas, mocoso. No creí que saldrías tan fácil de las celdas."
"¿Quién eres tú para dirigirme la palabra? Soy un dios, que no se te olvide."
"JAJAJA. Un dios dormido. Eres nada más el vehículo de un alma que está aletargada." Humberto se rió de buena gana. Julián le miró incrédulo. "Eres TÚ el que debe dirigirse a mi con respeto."
"¿Eres De Plano Idiota O Estás Finguiendo?" Quiso saber Julián. Él era un dios muy despierto, no estaba aletargado, ¡Cualquiera lo notaba! Humberto se volvió a Poseidón, quien tenía una pose insolente, que le desagradó montones. Dos zancadas le bastaron para cubrir la distancia entre él y el dios y con una agresiva arrogancia, lo encaró.
"Si digo que estás aletargado, lo estás, nadie me lleva la contraria, ni siquiera un diosito tan patético como tú." Dijo muy rápido, casi escupiendo. "Si estuvieras 'activo,' por decirlo de alguna manera, ni siquiera habríamos podido tocarte sin sufrir daños."
Julián ocultó sus ojos tras su flequillo y puso esa sonrisa tan cómica, que auguraba travesuras de grueso calibre. Estaba de suerte: Humberto SÍ era un idiota cegado por su ambición, que no podía ver que estaba cayendo redondo en una trampa.
"No me tientes, que puedo despertar." Dijo Julián muy burlón. Humberto lo ignoró.
"Que alguien ate a este crío a aquél mástil: el show está por comenzar y quiero que lo vea todo." Ordenó el Capitán del Caleuche, dándole la espalda.
Seguro Humberto nunca le prestó atención a su mamá cuando le decía que jugar con la paciencia de un dios era como encender un fósforo en un polvorín.
Calabozos…
10 minutos después…
Como que le faltaba aquél calorcito.
Hacía mucho frío y la humedad no hacía la vida fácil. Paulina abrió los ojos de golpe, sintiendo punzantes dolores por todo su cuerpo. Tenía frío, mucho. Se aferró a su delgado sweater y a duras penas logró incorporarse. Sentía que la laringe se le cerraba, por lo que respirar le era complicado. Tras un examen rápido a su alrededor, no le costó descubrir que estaba dentro de la bodega de carga de un barco antiguo… ¿Estaba en el Caleuche?
De pronto lo recordó. Paulina casi fue presa de la desesperación de verse presa, huérfana y a merced de una tripulación de chalados. Le costó sosegar su corazón… ¿Dónde estaba Julián? ¿Acaso había soñado que se había quedado con ella?
"¿Se encuentra bien?" Una voz preguntó a su derecha. Paulina hubiera pegado un brinco de 3 kilómetros si hubiese tenido la fuerza. Allí, no lejos, Isaac le miraba preocupado. "Estaba esperando a que despertara para poder salir."
"¿Isaac?"
"¿Cómo me reconoció?" Preguntó el aludido perplejo, algo sonrosado. Paulina le señaló una etiqueta en su capa.
"No te reconocí: Allí dice tu nombre."
Isaac sintió una GOTA en la cabeza, y con algo de pena, echó su capa hacia atrás. No debió haber permitido que Alsacia, la esposa de su maestro Camus, le marcara sus ropas para que no se le perdieran en el lavado. Si bien tenía que reconocer que eso era muy útil a la hora de la colada, pasaba una vergüenza al menos una vez por mes. ¿Qué General de Poseidón que se preciara de tal marcaba sus ropas? Isaac de Craken.
"Ah sí… Disculpa mi rudeza: soy el general Isaac de Craken, y protejo el Pilar del Océano Ártico. Estoy aquí para protegerla… y debo sacarla de aquí."
"¿Sacarme de aquí?" Paulina parpadeó. "Pero…
Isaac sujetó a Paulina del brazo y la ayudó a ponerse de pie. Sin embargo supo en seguida que la chica estaba demasiado débil y que lo más probable sería que tendría que cargarla. Anfitrite no se dejó y se limitó a apoyarse en su brazo. Lentamente, ambos comenzaron a salir de aquellas bodegas.
"Espera un poco…" Le pidió Paulina cuando estaba cerca de la escalera. "No me siento…" La nereida no terminó la oración. Se desmayó pesadamente.
"¡Ratas!" Isaac alcanzó a sujetar a la nereida, y la alzó en sus brazos.
Ponderó la situación: por un lado era bueno que se desmayara, así no le discutiría por su curso de acción, pero por el otro, era malo, ya que tendría que cargar con ella todo el tiempo. Ni modo. Comenzó a subir la escalera para salir lo más sigilosamente que podía, tratando de equilibrar el nuevo peso que llevaba en sus manos.
BAAAAAAAAAM.
"¿TÚ QUIEN ERES?"
"¡SUELTA A LA MOCOSA!"
Una horda de brujos abrió la puerta de la escotilla. Vestían en forma extraña, como si estuvieran formando parte de algún ritual. Parecían ir en busca de algo. Isaac les quedó mirando con gélida fiereza y dio un paso hacia atrás, más aún cuando la turba se le dejó caer encima. Es que no podía arriesgar a Paulina.
Julián, que estaba atado al mástil y ocupado juntando más y más coraje a medida que pasaban los segundos, lo cuál no sería bueno para el Caleuche, sintió como de pronto se encendía el cosmos de Isaac y bajaba la temperatura ambiental. Apretó la quijada: no había tenido tiempo de escapar. Sin embargo el enojo de su general no llegó a mucho, ya que dejó de pelear. Pronto la horda emergió de la escotilla y uno de los brujos se adelantó, llevando el alto, cual si se tratara de un trofeo, a una inconsciente Paulina. Los demás aparecieron llevando a Isaac, que hervía de furia, pero se mantenía quieto. El dios y su general cruzaron miradas significativas.
"¿Lo ves, diosito de porquería? Si estuvieras despierto de todo, esto no estaría pasando." Se mofó Humberto, mientras con una seña ordenaba que trajeran a Isaac junto a ellos. "Creo que tendrás un compañero de mástil."
Humberto avanzó al grupo y asumió posición frente al dibujo de la cubierta, que parecía estar grabado a fuego y sangre. A una seña suya, ataron a Isaac a otro de los mástiles, mientras el brujo que tenía a Anfitrite, la depositó con cuidado en el centro del grabado, en una posición específica. Julián estuvo del todo en desacuerdo y comenzó a forcejear con sus ataduras, esta vez más en serio.
El mar rugía desde las profundidades. No se agitaba, pero si le hubieran prestado atención a aquél ruido, se les habría helado la sangre y mojado los pantalones.
"Ya que pronto morirás, mocoso, porque ni dudes que me desharé de ti, te contaré algo." Habló Humberto en voz alta. "Este grabado extrae la energía de las personas en beneficio del lugar en el que está dibujado, para que así obtenga su poder… y lo adecuamos para que extrajera la energía de tu preciosa Anfitrite."
Julián alzó la cabeza.
"¿QUÉ DICES? ¿Fumaste De La Mala Que Estás Diciendo Tanta Porquería Junta?" Preguntó Julián no más por preguntar… quizás para retrasar lo más posible a Humberto. "¡Isaac! Libérate en este momento." Le ordenó Poseidón a su general, quien no tardó en obedecer.
"¡ARGH! Estas cuerdas… ¡No Puedo Soltarme!" Gruñó Isaac mientras forcejeaba con sus ataduras. BAH. No debió dejarse apresar tan fácil.
"Hemos hecho algunas mejoras… sobre todo después que tuvimos un encontrón con algunos santos dorados." Se burló Humberto. "Hicimos cuerdas y hechizos a prueba de guerreros que usan cosmos."
Humberto se volvió hacia el sello y levantó las manos. Pronunció algunas palabras y el sello comenzó a brillar.
"¡Esta Energía Va A Fortalecer Al Caleuche!" Humberto inspiró aire y siguió con su cántico.
Anfitrite arqueó la espalda, como si estuviera sufriendo un ataque de epilepsia, elevándose un poco en el aire. El cielo se oscureció y el grabado comenzó a brillar de un rojo eléctrico. Julián encendió su cosmo con violencia y quemó las sogas que lo ataban a él y a su general al unísono. Sin esperar más instrucciones, Isaac se lanzó en contra de los brujos y Julián corrió hacia Anfitrite. ¡TENÍA que sacarla de allí cuanto antes!
"¡MALDITOS MOCOSOS!" Vociferó Humberto.
Entonces la luz roja eléctrica que emergía del grabado golpeó a Anfitrite en la piel, como si se tratasen de rayos. A un movimiento de la mano de Humberto, el dios fue impulsado hacia atrás, y con un segundo gesto, una luz verde neón golpeó a Isaac en el pecho.
"No me detendrán. No de nuevo. ¡AJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!"
Continuará.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
Próximo Capítulo: La Ira de Poseidón.
"¡TRAIGAN LA PLANCHA! A ver si a este hijito de mami le gusta caminar por ella."
"Haz lo que quieras. Quien saldrá perdiendo a final de cuentas eres tú."
PS: Literal. Dos capítulos en un día y aún puedo seguir de largo. El capítulo 11 y el 12 fueron escritos el mismo día, con muy breves interrupciones. Ojalá que esto les haya gustado mucho. Ya me lo dirán en las reviews… no se olviden: ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!
Brújula Cultural:
Dejar a los muertos insepultos o profanar sus cadáveres, parece ser una constante en todas las culturas. No se puede. Por respecto no se puede. Ni el más miserable dejaría a un muerto sin sepultar… sin embargo, son cosas que suceden, por muy mal vistas que sean. Los griegos antiguos incluso tenían castigos divinos para quienes infringían esta ley natural y los dioses, por muy malditos que fueran, no toleraban esto. Piensen en el caso de Héctor Priámida, que tal como se describe en la Ilíada, una vez muerto y en vista que Aquiles no dejaba que lo sepultasen, los mismos dioses preservaron en cadáver de la descomposición, con la esperanza que pronto lo sepultasen.
Antígona, una de las hijas de Edipo, es otro buen ejemplo: no dudó en desafiar las leyes de la ciudad para cumplir la divina, y sepultó ella misma a uno de sus hermanos muertos, en vista que el rey de la ciudad, que era su otro hermano, lo prohibiese. La chica, que no podía soportar que su hermano quedase insepulto y expuesto a los elementos, se echó a toda su familia encima y por haberse atrevido a darle sepultura a su hermano, terminó encarcelada cuando la descubrieron y se suicidó ahorcándose con su vestido (Pueden leer la obra de Teatro).
Conocidos también es el caso de Tántalo, quien para burlarse de los dioses, mató e hizo cocinar a su propio hijo, para servirlo como cena a los inmortales. ¡Quedó La Escoba! Cuando los dioses se percataron que comerían un ser humano, de hecho, Démeter cayó y probó un poco de la carne por despistada (aunque asqueada se dio cuenta de la naturaleza de la misma), le impusieron un terrible castigo en el Inframundo a Tántalo.
Ya mejor dejo de aburrirlos.
