A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.
¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta¿Cuándo actualizarás?
Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.
ADVERTENCIA.
Principio 132 para ver y entender Manga: Si el héroe y líder pierde su camisa, este tendrá un cuerpo estilizado, sin importar lo fuerte que sea.
Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.
"Locus Imior Maris."
("El Lugar Más Íntimo del Mar")
Omake #4:
¡TERREMOTO!
Casa de Géminis.
Esa elevación de cosmos divino, tan lejana y tan fuera de lo normal, bastó para que todos en el santuario pegasen un respingo. Isabella, quien estaba entrando al cuarto de Kanon seguida de Saga, sintió un agudo escalofrío, pero eso no fue nada comparado con lo que sintieron los gemelos.
"Vaya, me pregunto qué habrá hecho enojar tanto a Julián." Comentó Kanon desde su cama, mientras miraba al techo.
"¿Quién es Julián?" Preguntó Isabella caminando hacia él.
"Es la encarnación de Poseidón." Respondió Kanon muy casual. Le sonrió a su chica con ternura. "¿Me viniste a ver?" A Isabella le hubiera encantado responder, pero en ese momento…
"Eso es…" Murmuró Saga con los ojos abiertos como platos. "¡Eso está cerca de…¡A Otra Dimensión!"
"¡SAGA!" Kanon se incorporó de golpe al ver a su hermano desaparecer en uno de sus portales. Isabella le sujetó por el torso: también se preocupó mucho, dado que nunca había visto a Saga tan descompuesto, pero no es que la chica sea mala o algo, su primera prioridad era Kanon y no iba a permitir que se hiciera más daño.
"¡Kanon¿A dónde crees que vas¡Quédate quieto!" Le pidió suplicante. Ambos intercambiaron una mirada. "Saga va a estar bien, te lo aseguro…"
"¿Qué tal si no?"
Isabella abrió los ojos preocupada.
Casa de Anneke.
Saga apareció justo en la playa frente a la casa de Anneke, sólo para encontrarse con que el suelo se sacudía con una violencia increíble bajo sus pies. Perdió el equilibrio y cayó sentado, sin dejar de ver con angustia a su alrededor. Las olas estaban encrespadas, eran cada vez más grandes, aunque se recogían hacia el interior. Preocupado, Saga observó hacia el mar, ignorando el crujir de la tierra y el aullido del mar. Entonces se detuvo de golpe, en seco.
Aquél terremoto duró unos 3 minutos y medio. ¡FUE LARGUÍSIMO!
"¡ARGH!" Esta exclamación de dolor le hizo darse la vuelta. Kanon estaba allí en el suelo. Isabella estaba con él y no muy feliz, tal como si se hubiera visto arrastrada con él sin proponérselo. "¡ME LLEVA!"
"¡Kanon! Tu deberías haberte quedado en cama." Le regañó Saga aún inquieto.
"¡ESO ES LO QUE LE DECÍA YO! Pero ya ves como me hace caso el muy imbécil." Protestó Isabella, sin separarse de Kanon.
"¿Acaso te creías que te iba a dejar venir solo?" Rezongó Kanon, con una aguda mueca de dolor en el rostro. No era una precaución sin sentido el que tuviera que quedarse en cama.
Saga frunció el ceño y se volvió hacia el mar. Prefirió de momento ignorar a su hermano menor. Levantó una mano y encendió su cosmos: se concentró, invocando en voz muy baja a su Otra Dimensión, de modo tal que cualquier ola que intentase arrasar con la propiedad, sería desviada hacia otro lugar en el que no hubiera gente. Luego se volvió hacia la pareja. Isabella intentaba evitar que Kanon se pusiera de pie.
"Espérame aquí." Le ordenó mientras se dirigía corriendo a la casa.
"¡Pero!" Kanon no alcanzó a protestar, dado que su hermano desapareció en el interior de la casa. Isabella en este sentido fue de mucha ayuda para Saga, dado que evitó que el Gemelo Menor le siguiese.
"Kanon, tranquilo, no te muevas." Le pidió con ojos grandes. "Ya volverá." El Gemelo Menor intentó protestar, pero la mirada que le dedicó Isabella fue de esas a las que un hombre no se puede negar, por muy maldito que fuera. "Si necesita ayuda, seguro Saga te avisa, pero no es seguro que vayas dentro… quizás la casa está por derrumbarse." Explicó con bastante lógica. Kanon bufó de disgusto.
"Feh."
Dentro de la Casa, Bruno, que estaba refugiado bajo la mesa de la cocina, medio muerto del miedo, oyó como una figura se azotaba contra la puerta, abriéndola de golpe, forzando la cerradura. Bruno no cabía en sí de contento al reconocer a Saga, y salió de inmediato a saludarlo, moviendo la cola.
"¡ANNEKE!" Gritó Saga al entrar a la casa. Bruno gimió y temblando de miedo se le acercó. "Bruno¿Estás bien?" Le preguntó el Santo, agachándose junto a él. Lo único que logró fue que el viejo perro demostrase su miedo y alegría.
Saga aguantó la respiración. Había vidrios quebrados por doquier, cuadros sacudidos y podían verse algunas grietas en la pared que no parecían ser peligrosas. Algunos objetos se habían caído al suelo con la sacudida y el refrigerador se había abierto. El santo se puso de pie tras palmear a Bruno en el lomo, cerró la puerta del refrigerador y revisó que el gas estuviera apagado. No se quería arriesgas a explosiones. Volvió a agacharse junto al perro y le acarició la cabeza.
"Oye Perro… afuera está mi hermano gemelo con su novia. ¡Ve con ellos que es más seguro!" Bruno ladeó la cabeza, sin entender mucho, pero Saga en ese momento le señaló la salida con un brazo. "Vete ya." Eso si que lo entendió. Bruno, caminando con prisa, se dispuso a salir de la casa. Entonces Saga se puso de pie y caminó hacia el interior de la casa.
Aunque el edificio había soportado bastante bien la feroz sacudida, todo lo que tenía que romperse o caerse al suelo lo había hecho. Saga revisó las habitaciones una a una, con cuidado y siempre pensando en lo peor, buscando a Anneke, sin encontrarla. Todavía no había caído en la cuenta que la chica debería estar en su trabajo y no en casa. Es que ni siquiera se había detenido a ver la hora cuando todos en el Santuario, sintieron la feroz manifestación de cosmo de Poseidón en esta área. Saga, sintiendo una angustia soberana al no poder encontrar a la chica, se devolvió a la cocina, buscó la correa de Bruno y salió de la casa a zancadas. Se dirigió corriendo hacia donde su hermano, Isabella y ahora Bruno estaban.
"¡Saga!" Exclamó Isabella poniéndose de pie. "¿Todo bien, necesitas ayuda?"
"No Isa." El santo le entregó la correa del perro.
"¿No la encontraste?" Preguntó Kanon de pronto. Saga le miró sorprendido.
"¿A ti quien te dijo que estaba buscando a alguien?"
"Soy tu gemelo y no me engañas. No habrías salido así tan rápido, como si tuvieras zapatos de clavo." Gruñó Kanon. Saga suspiró.
"No… no la encuentro, pero no he buscado bien… yo, tengo que volver y… ¿Pueden cuidar un poco al perro? Se llama Bruno."
"Claro." Dijo Isabella, mientras miraba a la casa. "Quizás quien buscas no está en casa… no sé qué hora es, pero se nota que es temprano: a lo mejor está en su trabajo." Saga miró a Isabella impactado, y en cuanto reaccionó, le dio un efusivo abrazo.
"¡Hey¡Esa Es Mi Chica!" Protestó Kanon divertido.
"Espérenme un segundo y en seguida regreso." Pidió Saga mientras echaba a correr en la dirección contraria.
Pronto desapareció de la vista.
Mientras tanto en Ancud…
Abrió los ojos de golpe.
Asustada, miró a su alrededor mientras descubría sus oídos. Anneke tragó saliva y esperó varios minutos antes de ponerse de pie, lentamente. El terremoto la había pillado camino al mercado, en la calle, mientras iba a comprar ingredientes frescos que necesitaba para cocinar en el restaurante en donde trabajaba. Algunas señoras lloraban, otras corrían, no faltaban los gritos de auxilio. Se habían caído muchas luminarias y fachadas, un par de incendios se habían iniciado y no pocas cañerías se habían roto. Dos motociclistas de la policía, que habían tenido que hacer malabares para no causar un accidente mayor, habían tomado la noble iniciativa de tratar de mantener la calma y el orden: de algo parecía resultar, ya que al estar en apariencia tranquilos, Anneke supo de inmediato que también estaban muy asustados, la gente no entró en pánico. Parecía una película.
Ancud estaba en el suelo. Literal.
¡Y ese Cosmo! Anneke volvió la vista hacia el mar y se abrazó a sí misma. El Océano estaba furioso, las olas eran cada vez más altas y peligrosas, y ya estaba causando estragos en las caletas y en el puerto… pudo ver aquél tenue destello de luz en la lontananza, que le indicaban que allí había un dios enfurecido.
Alguien pasó corriendo por el lado y la empujó al suelo. Anneke cayó de bruces y al incorporarse, otra persona más le empujó. La gente ya comenzaba a desesperarse por regresar a casa lo antes posible. Anneke apretó los dientes y reunió sus cosas, regañándose a sí misma por no estar calmada, como debería estarlo. ¿Cultura de Terremotos¡Al Demonio! Claro que los chilenos tenemos cultura de terremoto, toda vez que no tengamos que ponerla en práctica. Como que con el miedo y la adrenalina, se olvidan aquellos sabios consejos de seguridad y son pocos los que logran mantener la cabeza fría para ponerlos en práctica.
La chica por fin pudo ponerse de pie y regresó al restaurante a paso veloz. ¡Bruno! Estaba solito en casa. ¿Estaría bien? Anneke reprimió un sollozo. Inhalando y exhalando aire, comenzó a regresar sin echarse a correr. A medida que avanzaba, miles de gritos, súplicas y quejas, tanto normales como psíquicas, le llegaban de todos lados y le retumbaron en la cabeza sin piedad, causándole una jaqueca. Detestaba los terremotos: no solo alteraban la geografía, sino también el plano psíquico y no sabía como manejar eso. Vio pasar ambulancias, camiones de bomberos y patrullas y una infinidad de autos particulares que volaban en distintas direcciones.
Anneke se apartó un flequillo, tensó todos los músculos y siguió caminando. Mientras más caminaba, más percepciones le llegaban de todas partes, por lo que apresuró el paso, en un afán de alejarse. Tuvo que caminar entre escombros, sin poder pensar en nada, cada vez más asustada. Aceleró el paso y dobló por una esquina…
"¡Ohhh…!" Exclamó de sorpresa.
El restaurante en el que trabajaba, como el resto de la ciudad, había sufrido fuertes daños y de milagro no más estaba de pie, aunque con serios daños estructurales. Aunque Anneke detestaba ese lugar, la visión no pudo menos que sorprenderla. Apenas siendo dueña de sí misma, corrió hacia el local a toda prisa.
Una vez que llegó a la fachada, un policía la detuvo de golpe, de un brazo e impidió que entrase.
"No, señorita, no es seguro, no entre allí."
"¡Pero Trabajo Allí! Hay gente que…"
"¡STURM!" Le llamó de pronto la voz de su jefe. No lejos de allí había un carro de bomberos, y su jefe, la señora María que trabajaba en la cocina, y dos de los mozos, estaban allí y eran atendidos por bomberos. Anneke corrió hasta ellos.
"¿Están todos bien?" Preguntó en cuanto llegó.
"¿Por Qué Te Tardaste Tanto?" Exigió saber su jefe de mal humor. "¿Estás bien? No quisiera tener que indemnizarte por salir herida en horas de trabajo. Más te vale que no hayas perdido el dinero que…"
"¡Hágase el imbécil, viejo tarado, ahora que me preocupo por usted! Tenga, aquí tiene su mugre dinero, que lo va a necesitar." Gruñó Anneke en un inusual arranque de mal humor. Su jefe y sus compañeros de trabajo la quedaron mirando sorprendidos. "¡Pregunté si estaba bien!"
"Si, estamos bien… No entres allí: los bomberos dicen que no es seguro. Están buscando a Rosita y Felipe." Aclaró su Jefe, muy serio. "Mejor vete a casa que aquí puedes estorbar."
"Niña." Llamó de pronto la señora María. "Haz que te vean esos raspones."
Anneke entonces se miró las manos, sólo para ver que tenía feos raspones, producto de su caída contar el asfalto. La chica asintió con cortesía.
"Así lo haré."
"Ya vete Sturm." Gruñó su jefe, que no dejaba de mirar hacia su restaurante.
Anneke giró sobre sus talones, una vez que se despidió de todos sus compañeros de trabajo, y aún con miedo, inició la marcha a casa, por el mismo camino que recorría siempre. No pudo recuperar sus cosas que estaban en el restaurante, pero de poco le importó. Le hubiera gustado caminar tranquila, pero no pudo. Tuvo que esquivar escombros, y otra serie de obstáculos no tan convencionales que la demoraron mucho. Estaba impactada: la ciudad estaba hecha pedazos. Mejor se apuraba: quería ir a su casa a ver a su perro, que estaba solito y por el cuál temía.
Entonces algo le tomó del brazo en forma sorpresiva. Asustada, Anneke se dio la vuelta, sólo para encontrarse con un preocupado Saga.
"¡No Vuelvas A Darme Un Susto Así!" Exclamó Saga, mientras le sujetaba por las mejillas. "¡Estás lastimada! Mírate nada más como tienes las manos… ¿Qué te pasó en la frente?" Añadió mientras tomaba sus manos entre las suyas. Anneke le miró estupefacta: como que no se creía que Saga estuviera allí.
"No me había dado cuenta… Tranquilo, no son más que raspones." Le aseguró Anneke, con un nudo en la garganta. Saga le quedó viendo y suspiró de alivio. "¿Ocurre algo¿Cómo llegaste tan rápido?"
"El Cosmos de Poseidón cubrió el mundo entero y tuve mucho miedo por ti. Vine enseguida y me encontré con todo esto." Saga tomó aire. "Parece que hubo un terremoto. ¡NO Sabes Como Me Alegra Verte Con Vida!"
El santo de géminis la envolvió en un tierno abrazo, y para su tremenda alegría, Anneke le respondió con el mismo gesto. La chica estaba asustada y comenzó a respirar agitada, sin embargo ese arazo le dio una cálida sensación de seguridad. Ambulancias, gritos de auxilio, hombres y mujeres ayudando a otros, o sencillamente corriendo a casa. Todo pareció quedar en un segundo plano.
"Te llevaré a casa."
"¿Estuviste Allí!" Preguntó Anneke con los ojos grandes, mirándole fijo.
"Sí… Tu casa sigue en pie, aunque se quebraron muchas cosas. Tienes un par de grietas, pero no son peligrosas. Bruno está allá y bien… dejé a Isabella cuidando a Kanon y a Bruno en lo que regresábamos."
"¿Huh?"
"Kanon me siguió e Isabella vino involuntariamente con él."
"Oh… Creo que todavía hay strudel de ayer…"
"No pienses en eso." Protestó saga de pronto. El santo de Géminis la tomó por el mentón y la miró fijo a los ojos. "Deja eso para después…"
"¿Ocurre algo?" Preguntó Anneke curiosa. La mirada de la que era víctima hacía que sintiera un vacío en las tripas. Su corazón se aceleró.
"Sí… creí que no volvía a verte…" Confesó algo avergonzado. "Creí… que te había pasado algo…"
"Pero si estoy muy bien, no pierdas el tiempo en preocuparte en alguien…"
A Anneke le hubiera gustado terminar aquella oración con las palabras 'como yo,' pero no pudo. Saga no la dejó terminar de hablar, ya que con una sorpresa y ternura increíble y poco común en él, cubrió los labios de la chica con los suyos y la besó con dulzura. Un millón de sensaciones diferentes bombardearon el cerebro de Anneke al mismo tiempo, que bastaran para que la chica hiciera cortocircuito y dejara de pensar, sobre todo cuando los brazos del santo la rodearon. ¿Saga la estaba besando¿A ella¿Cómo era eso posible? NO creía merecer tal cosa, se sentía tan… tan… tan delicioso…
… Con algo de timidez, la chica respondió el beso y abrazó a Saga; cerró los ojos y decidió no pensar más, después de todo… tenía un muy beso que disfrutar…
Fin del Omake.
Por
Manquehuito (Misao–CG)
PS: Ya está. Saga tuvo su oportunidad y por lo visto la aprovechó bien. Como bien podrá notar mi lectora de pruebas, este Omake es totalmente diferente a lo que le mostré la primera vez… :juega con sus dedos: es que mi Musa tuvo una subida de azúcar y se inspiró… porque además cambió el final el de esta historia… o mejor dicho, lo modificó, así que puede que me tarde un poco en publicar los nuevos capítulos. No obstante… a finales de semana comienzo a publicar los Omakes del próximo fic, que sirven como precuela. ¡DEJEN UNA REVIEW!
