A/N: Para referencias a mi estilo y a ciertos aspectos del fic, lean 'Littera Minima' y sus secuelas, de la cuál esta es su más reciente entrega.

¡MILLONES DE GRACIAS A MI LECTORA DE PRUEBA! ¡Gracias Lady Rowan por el tiempo que te diste para leer y corregir mis locuras! Tan sólo me queda hacer una pregunta: ¿Cuándo actualizarás?

Saint Seiya, la trama y sus personajes pertenecen al Sr. Kurumada y a quienes han pagado por el derecho respectivo. No estoy ganando dinero con esto, nada más entretengo a mi imaginación y le doy más trabajo a mi Musa.

ADVERTENCIA.

Principio 133 para ver y entender Manga: El líder es completamente vulnerable a su novia. No importa cuanto lo intente, ella será siempre capaz de subyugarlo en las formas más vergonzosas.

Se pide criterio y discreción por parte de los lectores. No me hago responsable de castigos, lesiones, o penas capitales derivados de la lectura de este capítulo.

"Locus Imior Maris."

("El Lugar Más Íntimo del Mar")

Clausura:

Última Oportunidad.

Hospital de Niños. Santiago de Chile.

Día Siguiente. 15:30 pm.

Los pasillos, estaban llenos de actividad sosegada. Se estiraban con largura con una sensación que englobaba en forma casi claustrofóbica. Pacientes, enfermeras, médicos y auxiliares pululaban por los corredores, buscando familiares o simplemente haciendo su trabajo.

No le gustaba estar allí.

Paulina se apoyó contra una de las paredes a recuperar el aliento con gruesas bocanadas de aire y se dejó estar de muy mala gana. Hasta ese momento, nadie la había notado, por lo que se podía considerar afortunada. Dado la rareza de su condición, prácticamente la tenían dopada con analgésicos y restringida a la cama que ocupaba dos habitaciones más allá: no podía culpar ni a los médicos, ni a las enfermeras, ni al SENAME, que por ser ella un caso tan raro, no sabían como tratarla. Cada vez que pedía que la sacaran a dar un paseo, se negaban, no solo porque eso significaba más trabajo para la enfermera, sino porque además, lo más seguro, es que el paseo le haría mal. Dolores inexplicables y fuertes le atormentaban cada vez más seguido, junto con pérdida temporal de la visión y asfixia. Para colmo tenía que lidiar con los regaños y la grosera indiferencia de muchas enfermeras que creían que lo suyo era el berrinche de una niña caprichosa y no algo real.

Hospital público tenía que ser.

Paulina siguió avanzando a paso de hormiga por aquél corredor. Sofocante. Esa era la palabra que describía aquellos pasillos. Eran sofocantes, nada amigables y, en cierta medida, le daba la sensación que éstos eran agresivos. La gente, aunque amable, la trataba como un mueble más y poco hacían por hacerla sentir más cómoda o incluso querida. Paulina avanzó con lentitud, con mucho esfuerzo, y cansándose más y más a medida que caminaba.

Pero lograría su objetivo: llegaría hasta un teléfono, llamaría a Julián de algún modo…

… Se detuvo… lágrimas brotaron de sus ojos.

¿Cómo le llamaría si no sabía donde estaba? Paulina sofocó un sollozo: la tarjeta que Julián le había dado la última vez que lo había visto, desapareció como si nunca hubiera existido. La asistente social que trabajaba en su caso, le dijo que nunca había recibido tal papel y que lo más probable es que ese Julián no existiera. Seguro se les había perdido y no querían reconocerlo.

Se agachó y se deslizó hasta el suelo, apoyándose en la pared, vencida por el doloroso cansancio. Tan solo quería recuperar el aliento… aliento que ahora le robaba hasta el llanto. Curioso: físicamente ya no era capaz de respirar y llorar al mismo tiempo. Estaba más demacrada que nunca, el blanco grisáceo parecía haberse instalado en su rostro, tenía unas ojeras espantosas y el celeste de sus ojos estaba como difuminado. Había perdido mucho peso y aunque su apetito era lo único que funcionaba bien, no toleraba ciertos alimentos y muchos de ellos la hacían sentir muy mal.

¿Por qué no le prestaban un teléfono? Lo único que quería era hacer una llamada. ¡Tan Solo Una! Ni que estuviera incomunicada. Ella no había hecho nada malo. ¿Por qué la habían sacado de su mundo y le había cortado toda comunicación con él? O ¿Por qué no la dejaban llamar a Julián? Ya ni fuerzas tenía para rechinar los dientes, por lo que aguantó tranquila allí, en ese lugar. ¿Por QUÉ Nadie se daba el trabajo de preguntarle qué quería?

Un teléfono público era lo único que pedía. Siempre podía llamar con cobro revertido…

Pero… ¿A dónde?

Aspiró aire por la boca y se llevó las manos a la cabeza. Aunque estaba enrabietada con el SENAME y aunque su asistente social era una tipa carente de toda emoción humana que tan solo veía un número en ella, en vez de a una persona, no podía culparlos. Estaban haciendo lo que creían que era bueno para ella y al estar enferma, no podían arriesgarse a tenerla lejos de Santiago, aunque eso significase desarraigarla.

Feh. Al menos le permitieron asistir al funeral de su familia.

El suelo de súbito se hundió bajo sus pies, para dar una brusca elevación que sacudió su centro de equilibrio. Pese a que estaba sentada en el suelo, esta horrible sensación de caído libre la embargó por completo. Paulina se apegó a la pared y trató de fijar la mirada en algún punto estable sin éxito. Se asustó: otra crisis en la que no tardarían en llegar las puñaladas de dolor. Seguro ya se le estaba pasando el efecto de aquellas medicinas que le habían dado. La sensación de tragar menos aire del que requería hizo que se angustiase por momentos. Debió haberle hecho caso a las enfermeras: debería haberse quedado en cama… de la cuál se había fugado no sin poca dificultad.

Aunque se sintiese presa en ella.

La sujetaron de pronto de los hombros, pero no la movieron. Esto le dio una repentina estabilidad. No estuvo conciente de cuánto tiempo estuvo así. 4 minutos bien podían ser 12. El asunto es que poco a poco logró calmar sus náuseas y sofocación.

"¡Vaya que fuiste difícil de encontrar esta vez!" Exclamó Julián de pronto. Paulina se volteó hacia él con los ojos muy abiertos.

"¡Poseidón!" Exclamó casi con un hipo. Sin pesarlo dos veces le dio un abrazo, pero le soltó en seguida, como si no se creyera lo que estaba viendo. "¿Por qué te tardaste tanto?"

"Tráfico. Este… Vine a verte. ¿No puedo?" Preguntó el dios muy casual y con una vivaracha sonrisa. Luego se volteó hacia el corredor, que Julián observó un poco molesto. "No me digas que te tienen de nuevo en un pasillo."

"No… me salí a escondidas… buscaba un teléfono." Paulina agachó la cabeza. Le observó largo rato, con una mezcla de asombro y ternura. "En serio has venido… ¿Por qué te rebajas a venir a un sitio así a visitarme?" Añadió casi sin pensarlo.

"No seas injusta." Rezongó Julián soplándose el flequillo con fastidio. "No me gusta venir a un sitio como este, lo sabes y me conoces, pero estoy lo bastante preocupado como para pasar esto por alto… casi me matas de la angustia, ¿lo sabías?"

"…"

Paulina tragó saliva y relajó los hombros. Sonrió débilmente aprovechando que Julián estaba demasiado ocupado rabiando solo, mientras miraba a su alrededor. Se sentía más tranquila teniéndolo al lado, aunque al mismo tiempo temerosa: todo lo que le había pasado, más el funeral de su familia, el cuál fue una bomba a su sensibilidad, la tenía algo inestable. Las medicinas no le ayudaban mucho tampoco. Orgullo, miedo, alivio… todo se mezcló junto.

"¿Por qué…? Sigo sin entender porqué viniste." Balbuceó jugando con sus dedos. Inhaló con dificultad.

"Que yo sepa sigues siendo mi esposa." Poseidón se encogió de hombros. Se sentó a su lado y le pasó el brazo por detrás del cuello, para frotarle el hombro contrario. "Estoy preocupado por ti. No sé si estás bien atendida o cómoda… Yo… te extraño mucho…"

"Yo también…" Paulina se quitó de encima el brazo de Julián. "Nada personal… no me dejas respirar bien." Explicó en un susurró. "… Ya… ya puedes irte…"

"¿Por qué me echas?"

"¡No te estoy echando!" Exclamó Anfitrite con resoplidos, con su corazón dando fuertes latidos de protesta. "Lo que pasa es que no quieres estar aquí."

"¿Y qué sabes tú de lo que quiero y lo que no?"

"Eres predecible. ¿Cómo crees que me es fácil esconderme de ti?"

Una gran gota resbaló detrás de la cabeza del joven dios. ¡Él no era Predecible! Puso un mohín en la cara. ¿O sí lo era? En fin, sea del modo que fuese, Poseidón estiró el cuello y la mano para acariciarle una mejilla. Este gesto tomó por sorpresa a la nereida.

"¿Qué haces?"

"Te miro." Le contestó con una sonrisa. "Te ves muy… mal."

"No me des tantos ánimos." Gruñó la nereida bajando la cabeza. "No tengo un buen día de pelo."

"Es verdad, ¡Te ves terrible!" Julián levantó la nariz indignado. "Aquí no te están cuidando bien: ni Kaysa se ve tan demacrado."

"…"

"¿Tite?"

"Así es como debo verme… aquí no me cuidan mal, hacen su trabajo…"

"Feh. Lo hacen bastante mal."

"Es lo que hay. No más."

Poseidón bufó molesto. Principalmente porque las palabras de Paulina eran ciertas, pero por muy verdad que fueran, no quería decir que estuviera conforme con ellas. Se puso de pie y con el mismo impulso, levantó a Paulina del suelo, quien apenas sí tuvo tiempo de sujetarse al brazo de Julián.

"¿Caminamos? Sólo un poquito y todo lo que puedas. Iremos lento." Le aseguró mientras le ofrecía el brazo, con una galante sonrisa. "Ni te imaginas como está el mar hoy de lindo." Comentó casual, mientras la ayudaba a estabilizarse. "Ya sé que no puedes verlo, la costa está muy lejos, pero te lo describo. Se veía muy bonito: me gusta cuando está corajudo sin que tenga que agitarlo… ¿Vienes conmigo?"

Tras dudarlo unos segundos, Anfitrite finalmente se dejó sujetar y se apoyó en el brazo izquierdo de Julián, asintiendo con timidez.

"Bien… pero nos vamos lentito."

Caminaron casi sin ser perturbados, en silencio y sin mucha prisa, esquivando de cuando en cuando a todo el que se les cruzase. Hacían una pareja bastante dispar: ella con sus gastadas ropas de hospital, aspecto enfermo, enclenque y descuidado y él con su ropa de marca CARÍSIMA, aspecto guapo, seguro y caminar arrogante.

"Estás bonita." Finalmente Julián rompió el silencio.

"No te burles, ¿quieres?" Se lamentó Paulina. "No estoy bonita ni nada… estoy hecha una sombra inútil… además, eso se lo dices a…"

"Feh. No me burlo y eso no se lo digo a todas." Gruñó Julián. "Tú eres la que se burla de mi." Rezongó, logrando que Anfitrite levantase una ceja. "¡Claro que lo haces! Menosprecias lo que siento."

"…" La chica se mordió el labio. Ambos continuaron su caminata por aquél corredor de hospital. "… Lo lamento… no lo habría pensado de ese modo."

"No… lo lamento yo. Es mi culpa que nos hayamos separado."

Julián dijo esto resignado. Paulina abrió ambos ojos a todo lo que le dieron. Se detuvo y tomó aire un par de veces. Su orgullo y corazón comenzaron una de sus discusiones, pero la chica… como que ya se estaba cansando de esas. Bajó la mirada.

"Eso no te lo niego… ¿Viniste sólo a decirme eso?" Preguntó casi temerosa a que la respuesta fuera positiva: después de todo, su marido era bien capaz de hacer algo así. Poseidón la miró ofendido.

"No." Respondió con un suave tono de voz. "Vine por ti: tú y yo tenemos asuntos pendientes. Unas paces que negociar, y… si quieres, una vida que retomar…"

"¿Has venido por mi?"

"Sí. Ya te dije que te extraño…" Julián tomó aire, sintiéndose de súbito algo nervioso. "Me muero de la preocupación por ti. Siento… que no me estás dejando compensarte por nada y…"

"¿Por qué tendrías que compensarme?" Preguntó incrédula. ¿Acaso le habían cambiado a Poseidón? Él no solía portarse así.

"… no sé, yo lo único que quiero es estar contigo, Paulina… estamos separados de hecho, pero yo… no quiero dejarte sola." Negó con la cabeza para dar énfasis a su punto. "Sé que te hice mal… y no sé como… como… ¡Es Que Estás Bonita, Tite!" Exclamó de todo corazón, sacando de onda a Paulina.

"¡Eres increíble! No Cambies El Tema Y Sigue Con Tu Disculpa…" Pidió Anfitrite con melancólica energía.

"Ya, está bien, no cambio el tema." Julián se detuvo y se puso frente a ella, tomándole las manos. "Te puedo ayudar, te puedo devolver algo que dejaste atrás. No quiero que por mi culpa fallecieras para siempre. ¿Quién me calmaría cuando me pongo bravo?"

Un extraño sopor inundó su mente, fue como si no le hubiera escuchado nada, como que no lograba comprender. Paulina tragó saliva: ¿qué estaba diciendo Julián?

"¿Encontraste mi divinidad?" Preguntó honestamente sorprendida. "¿Va en serio? Creí que no lo harías."

"Hey, ¿por quién me tomas?"

"Siempre has sido un despistado y no se te dan los acertijos." Aseguró Anfitrite con una cansada sonrisa. Una gota resbaló tras la cabeza de Poseidón.

"Ya, ya, pero no lo publiques." Pidió incómodo, mientras se sobaba la nuca. "Entonces, ¿Me dejas devolverte tu divinidad? No es una obligación." El dios apartó la mirada unos instantes. "¿Te vienes conmigo? Por favor… No te quiero dejar sola, quiero cuidarte, eso es mi deber… ¿te vienes conmigo? Prometo ser bueno… por mi honor de dios."

Una oleada de temor le inundó los pies y le subió hasta las orejas. Se empezó a sentir mal, por lo que le quitó las manos a Julián y retrocedió algunos pasos. ¿Y sí la hacía pasar por lo mismo? ¿Qué tal si volvía a hacer lo mismo de hacía 1500 años? No podría… no podría soportar ese choque dos veces, no sin que su corazón se rompiera.

Sin embargo… tomó aire y endureció su mirada.

"¿Eres sincero?" Preguntó con delicadeza. "¿Esta vez hablas en serio? Dime que sí y júramelo por la piedra de Zeus… no podría aguantar otra traición…"

Le dijo con algunas lágrimas amenazando por salir. Con lentitud, Julián asintió… tenía que acostumbrarse a la idea, pero se creía capaz de cumplir esa promesa con un poco de esfuerzo. Si Hades había podido hacerlo, ¿por qué el no? Además él no era el único ejemplo de dios fiel… Dionisos todavía se mantenía fiel a su querida Ariadna, pese a que la princesa cretense llevaba muerta miles de años… está bien, el tipo había estado antes con Afrodita, pero esa fue una novia previa, con la cuál mantenía una linda amistad que no pasaba de eso.

Quien lo diría del dios de las borracheras.

Poseidón infló el pecho para hablar. Era ahora o…

"¿Qué estás haciendo fuera de la cama? Te he estado buscando todo este rato. ¡Qué increíble! En tu condición no deberías ser capaz ni de moverte, pero ¡Mírate!" Una enfermera de aspecto mayor, con cara de caballo, sujetó a Paulina de un brazo y comenzó a regañarla. "Me parece bien que quieras pasear, pero eres una chiquilla malcriada e irresponsable: Lo que hiciste…"

Sip. Julián y Paulina tienen muy mala suerte con los momentos Kodak.

"¡Ya le oí! Ya me regreso en seguida, pero déjeme…" Le pidió Paulina de mal humor.

"Si nos disculpa, estamos hablando." Gruñó Julián. La enfermera lo quedó mirando neutral.

"Pueden continuar hablando cuando esta niña regrese a su cama." Protestó.

La enfermera asió el brazo de Paulina y comenzó a caminar a paso normal sin pensar en que la chica podía cansarse. El único gesto que tuvo para con ella, fue que de tanto en tanto, se detenía para que la chica tomase aliento. Curioso, Anfitrite se sentía menos ahogada estando del brazo del dios, pero con esta mujer, ni respirar podía. Julián les siguió pisándole los talones, y para nada contento. ¡Qué grosera era esta mujer! ¿Acaso todas las enfermeras eran iguales? Casi lo sentía por los demás pacientes.

Anfitrite volvió la cabeza hacia atrás. Julián, al cruzar su mirada con ella, se encogió de hombros y le guiñó un ojo. No vio mentira en sus ojos, sino que junto con la mejor de las intenciones, los vio decididos como nunca antes los había visto. La nereida tenía el rostro como temeroso… como si estuviera a punto de tomar una decisión tan importante como la que él había tomado.

"Ya estamos." Dijo la enfermera al entrar a una sala común. Se volvió hacia Julián. "Ahora pueden hablar todo lo que quieran, pero tienen hasta las 18:30 de la tarde." La mujer entonces los miró a ambos. "No molesten a los demás pacientes."

Ambos fueron guiados hasta una cama vacía, en donde obligaron a Paulina a tenderse. Afuera hacía frío, aunque estaba mucho más templado que en Chiloé. Julián recorrió las demás camas perplejo, solo para encontrarse con las pequeñas y sorprendidas miradas de los demás niños que allí había.

"¡Estás en el ala infantil!"

"Este es un hospital de niños, Julián." Explicó Paulina.

"Espero que no te hayan molestado mucho."

"Naah. Aquí los peques son tranquilos."

Julián se sentó a un costado de la cama… que encontró incómoda y que desaprobó de inmediato. Como adivinando lo que pensaba, Anfitrite tan solo se encogió de hombros y se dejó caer en los almohadones. Respiró tranquila: como que recostarse no había sido tan mala idea después de todo.

"Al menos estás más cómoda."

"… tienes razón."

Un jaloncito de parte de ambos corazones les hizo volver al asunto en cuestión. Julián se cruzó de brazos, como indiferente, asumiendo una potencial defensa ante un no.

"¿Y bien? ¿Qué dices?" Poseidón miró al techo, como que no quiere la cosa. "¿Qué respondes a mi pregunta?"

"¿A cuál de las dos?"

"Ambas."

Paulina suspiró y se puso a juguetear con sus dedos y la punta de las sábanas. Sintió un vacío en el estómago: era miedo. Nada más que eso. Levantó con timidez la mirada… Ella siempre había amado a Poseidón, y éste la traicionó, causando la más profunda de las heridas que su corazón esgrimía… o más bien se había dado cuenta en aquella ocasión de la realidad y que los rumores acerca de las infidelidades del dios de los mares no eran solo rumores. Su orgullo también había sido herido: había quedado como tonta, por decir algo suave. Sin embargo… verlo allí, después de tanto tiempo… diciendo cosas que nunca habría esperado oír… y con su corazón latiendo exclusivamente por él… le daban ganas de dejarse llevar, de dejarse querer, dejarse mimar…

Quería estar con su esposo.

Una mano le sujetó el mentón y abrió los ojos, los mismos que no se había percatado que habían llorado. Julián estaba a centímetros de ella. A propósito, le rozó su nariz con la suya.

"Me lo merecería, pero… no me rompas el corazón a mi." Le susurró, con expresión de cachorro. "… Puedo aguantar una eternidad lejos de ti, sabiendo que estás viva, pero no si llego a saber que estás muerta… No lo soportaría. Me iría a vivir igual que Orfeo al Inframundo para estar cerca de ti."

Minutos de silencio.

De tenso silencio…

"¡Eres un Imbécil!" Anfitrite se impulsó hacia delante, lo cuál no fue mucho, y abrazó a Julián con fuerza, quien aprovechó el impulso para recostarse junto a ella, a su lado.

"Lo sé… pero al menos soy un imbécil adorable." Comentó Julián con una sonrisa.

"…"

"Entonces… ¿aceptas regresar a casa… conmigo?" Poseidón tragó saliva. "¿Cómo mi esposa… otra vez?"

"Este…"

"… ¿Dejarás que te ayude?" Insistió con un nudo en la garganta. Paulina le soltó.

"Julián… aunque recuperase mi divinidad… seguiré enferma." Anfitrite esperó unos momentos antes de continuar. "Aun puedo… no me queda mucho, lo siento en los huesos…"

"Pero estarías conmigo, en casa, bien cuidada y mimada." Le aseguró Julián acariciándole las mejillas. "La medicina divina también ha avanzado mucho, te sentirás mejor. Si tienes que morir, ni modo, pero tu esencia no se aniquilaría… ¿Te vienes conmigo? En serio prometo ser bueno…"

"… aún no cumplo los 18… ¿Cómo me sacarás de aquí?"

"De la misma manera en que te saqué del Caleuche, si es necesario." Julián le dijo con decisión. "¡Que Me Detengan! Dudo que alguien intente hacerme algo si me ven con todo Camei, Tridente y escolta."

"…"

"¿Y bien?"

"No quiero que causes otro terremoto: el que provocaste en el Sur hizo muchos estragos." Le regañó Paulina con los cachetes inflados. Con delicadeza, volvió a abrazar a Julián. "… Te amo mucho…" Le dijo en un susurro casi imperceptible… el cuál llenó de aire y mariposas los pulmones del dios.

"¿Es eso un sí?" Preguntó cual niño en espera de un regalo ansiado por meses. Entonces sintió cosquillas bajo los brazos. "n.n Sí es un sí."

"n.n Eres un imbécil."

"Sí, pero como ya te dije, soy uno muy adorable."

Julián se separó de la nereida y le sujetó las mejillas, para observarla sonriente, lleno de adoración. Volvió a rozarle la nariz con la suya y al tiempo que encendió su cosmos, la besó en los labios, obteniendo respuesta inmediata. Primero se fueron con calma y luego con ansiedad, como si quisieran reponer el tiempo perdido.

El cosmos divino brilló de un tenue color dorado, intercalándose con blanco y el rosado, se oyó en el ambiente el latir de dos corazones, que se fueron separando poco a poco, pero latiendo fuerte y al unísono. La luz inundó todo el lugar y los niños que estaban allí miraban las luces y las formas que éstas tomaban boquiabiertos.

Paulina sintió un chapuzón de agua helada sobre sus hombros al sentir como recuperaba su divinidad. La misma que había ocultado en el lugar más íntimo del mar hacía ya 1500 años atrás… lugar que no era otro que el mismísimo corazón del dios de los mares. Julián le sujetó el cuello y la atrajo hacia sí, sin romper el beso, acariciándole con ternura, dejándose mimar por la nereida, que le daba el mismo trato. Con los ojos cerrados, y sintiendo las lamidas de aquella sutil energía rozándoles todas las terminaciones nerviosas, se fueron profundo al interior de sus conciencias… hacia el lado más íntimo del corazón que ambos compartían. De esta forma Anfitrite recuperaba su condición divina…

"¡AHEM!"

Alguien carraspeó a propósito y no lejos de ellos. Unos 30 segundos después Julián y Paulina reaccionaron, somnolientos y a regañadientes. En la chica nada había cambiado, al menos en apariencia: seguía tan enferma como cuando la habían encontrado, aunque algo en ella era diferente. Poseidón en cambio estaba exhausto. Dos médicos les miraban divertidos, y casi todos lo niños de aquella sala común a excepción de un par de dormía a pierna suelta, les miraban con ojos grandes, sin ser capaces de emitir sonido alguno. Apolo y Asclepios tenían una expresión burlona en el rostro.

"¿No deberían haber esperado al menos un par de días?" Bromeó Apolo. "Ya sabes, ¿cuando la Tía Anfitrite sea capaz de subir un piso sin cansarse o sentir dolor?"

"¡Hay Niños Presentes! Debería darles vergüenza." Acusó Asclepios, cruzándose de brazos.

Julián frunció el ceño y se cruzó de brazos. Les dedicó una furibunda mirada a ambos dioses de la medicina. Paulina se tapó la boca con las manos y sofocó varias risitas.

"¿Qué Acaso No Puedo Besar A La Mujer Que Amo En Público? Feh. ¿Dónde Dice Que No Puedo Hacer Tal Cosa?"

Apolo se puso a silbar travieso y miró a otro lado. Asclepios alzó ambas cejas y señaló a su izquierda: allí estaba la misma enfermera con cara de caballo que antes los había escoltado, les miraba roja, enfurecida y echando humo por las orejas. Avanzó a pisotones hasta la pareja, pescó a Julián de una oreja y a tirones lo bajó de la cama, para luego proceder a arrastrarlo fuera de la sala común.

"¡NO, NO, NO! DUELE, DUELE… No, que estoy cansadito…"

"¡ESO EN MI SALA NO! SE VA EN ESTE PRECISO INSTANTE Y SIN CHISTAR. ¿CÓMO TE ATREVES, MUCHACHO INSOLENTE Y SIN RESPETO?" Ladraba mientras se disponía a sacarlo de la Sala Común, ante las vanas protestas y risas del resto de los niños con quienes Paulina compartía habitación… quien por cierto, de haber podido, habría estallado en risas. "¡No Se Ría Jovencita! Luego Ambas Vamos A Tener Una Conversación Muy Seria."

Paulina se puso seria al instante y no dijo nada por mientras la enfermera seguía sacando a Julián de la Sala Común, pese a los aspavientos del dios, que de estar menos exhausto, se habría liberado con facilidad. Pero la nereida volvió a reír cuando ambos hubieron desaparecido tras la puerta, al igual que los demás niños. Apolo se acercó a Paulina y le sonrió, al igual que Asclepios, que ya revisaba su ficha.

"¡Gusto en Verte de nuevo, Tía Anfitrite!" La saludó el dios con cortesía. "Se te extrañó mucho."

"Lo mismo digo Apolo."

"Vamos a ver ahora qué es lo que podemos hacer por ti." Le dijo Asclepios con un guiño.

Anfitrite asintió con la cabeza.

Fin de "Locus Imior Maris."

Por

Manquehuito (Misao–CG)

PS: Este fic tuvo sus momentos. De pronto como que no me daba el feeling, y de pronto como que sí. Sin embargo los últimos capítulos los escribí muy rápido… no tan rápido como cuando escribí "Divina Calamitas" en su momento, pero sí a un buen ritmo. Tengo una buena razón para no nombrar en qué hospital fue a dar Paulina, y esa es que no me pareció necesario especificar con un nombre directo. Que se sepa que estaba en un hospital público de niños supongo que es suficiente. Ya sé que hice el capítulo corto, pero eso lo hice adrede. Este epílogo es la suma de los últimos capítulos que había pensado originalmente. Hasta hace unas horas, no los iba a fusionar, pero terminé decidiéndome por esta opción. Le tomé cariño a este fic, sobre todo a sus Omakes, y admito que me dio cosa terminarlos. Ojalá no los haya decepcionado del todo… aunque si llegaron leyendo todo el mamotreto hasta aquí, entonces no debe estar tan malo como creo. Este fic comenzó a ser escrito el 29 de Octubre de 2005 y se concluyó hoy, domingo 18 de diciembre de 2005, a las 20:58 pm. Recibió las debidas modificaciones del caso. Díganme lo que piensan y ¡DEJEN UNA BELLA REVIEW!

Brújula Cultural.

Ariadna: Mitología Griega. Fue la hija del Rey Minos de Creta. El Héroe Teseo le prometió casarse con ella si le ayudaba a matar al Minotauro. Ariadna, enamorada, accedió y le proporcionó al héroe un ovillo de hilos dorados para que no se perdiera al interior del laberinto y pudiera matar al Minotauro sin problemas. Una vez logrado este objetivo, el héroe escapó al laberinto y se fugó con la princesa, pero el muy infame se arrepintió a último minuto de casarse, dejándola abandonada en una playa, a su suerte y sin poder volver a casa, dado que a fin de cuentas, Ariadna había traicionado a su padre… antes que la chica despertase de su sueño (¡SERÁ INFAME EL MUY MALDITO! Me consuela que luego Teseo se haya topado con Medea). La desconsolada princesa, lloró por su corazón roto con amargura, al punto que conmovió a la diosa Afrodita, que bajó del Olimpo a consolarla, prometiéndole un esposo inmortal. Afrodita sumió a Ariadna en un sueño profundo y se alejó, dado que sabía que Dionisos caminaba tranquilamente por el área. Cuando el dios se topó con la princesa que dormía, se enamoró perdidamente de ella, sin que fueran necesarias las flechas de Eros. La despertó con tiernas caricias. Se casaron, tuvieron 4 hijos y vivieron felices. Pero digamos que esta boda no hizo de Ariadna una inmortal, por lo que llegado su día, falleció. Dionisos se entristeció a horrores con esta muerte, y la única forma que se le ocurrió para honrar a su esposa, fue tomar su corona y lanzarla al cielo, para así convertirla en una constelación más y poder recordarla por siempre.

¡NINGÚN ANIMAL FUE DAÑADO DURANTE LA PRODUCCIÓN DE ESTE FIC!

Nada más tuve que contratar un servicio de guardaespaldas y encerrarme en una mina de sal, porque los brujos de Chiloé realmente se enfurecieron conmigo por lo que le hice al Caleuche.

También me enemisté con varias instituciones gubernamentales por el giro que le di a los hechos y por no advertirles del terremoto que Julián provocaría.

Radamanthys golpeó a uno de mis camarógrafos, por asustar con la cámara a una de las princesitas del Inframundo. Como el tipo cayó ventanal abajo, y para colmo encima de Cerberos que estaba ansioso porque no lo sacaron del salón luego de morder los talones de Ares, se desquitó con el pobre y aún no recuperamos su cuerpo.

Hades pagó por la cámara que Radamanthys rompió.

Humberto llegó al inframundo de muy mal humor lanzando pestes y exigiendo regresar a la vida, porque él era el capitán del Caleuche y no merecía un trato como el de todas las almas que van al Inframundo, sino uno muy especial. Como Radamanthys, Aiacos y Minos estaban aburridos a rabiar, y como Poseidón le había comentado a Hades del problema que le causó… realmente NO LE DIERON el mismo trato que a las demás almas.

Ahora tiene que correr en un desierto, constantemente y a buena velocidad, sin la posibilidad de acceder a agua. Solo se puede detener si alcanza la línea del Horizonte. Si se llega a detener en algún momento, un enorme escorpión lo picará. Si se llega a sentar, se quemará, y si se llega a acostar… la arena se lo tragará.

Por lo que ven, está bastante ocupado.

Y No. Anneke todavía no le dice a Saga quién será papá entre sus compañeros.

Paulina, por quien le interese, sigue tan enfermita como siempre, pero digamos que cuidados más especializados lograron sacarla de la lista de Rune y Thanatos. Sigue delicada, pero recuperando fuerzas. Ella y Julián van por muy buen camino.

El como la sacó de Chile y de ese hospital, no vale la pena ser narrado.