Dame tu mano,
tormento
carmesí...
surgiendo de la oscuridad,
me dirijo hacia
ti
para llevarte conmigo
por este camino sin fin.
Surgiendo
de entre las sombras
no me puedes percibir,
dame tu mano y si
me aceptas
no te haré sufrir.
Me fundo con tu
cuello,
en un beso punzante,
soy un gato que al ratón
atrapa
en un grito agonizante.
Pero esta vez no,
esta
vez es distinto,
me seduces con tu aroma
cual aroma del vino
tinto.
Me emborrachas con tu mirada,
me embriagas con tu
piel rosada,
blanquecina quedaría,
si aceptaras mi
eterno abrazo,
blanquecina quedaría,
si fueses mi
eterna amada.
Por qué, después de rechazar
la
vida del mortal,
me atormenta otra vez
este sentimiento
singular?
Por qué, de nuevo
se me clava esta
espina
que ya se me clavó un día,
y me hizo
abandonar
el camino de la vida
para no sufrir más?
Vagabundo,
chupasangre,
fiero, frío e inmortal,
pero a los
impulsos del corazón,
perdido en el letargo
revivido
por la pasión,
yo no me puedo enfrentar.
Por eso te
cedo mi helada mano,
te regalo el sueño inmortal,
cruza
el limite conmigo
acepta mi abrazo invernal,
pasea conmigo
para siempre
abrazarte a mi, sentada, inerte,
en la fina
línea de color rojo oscuro
que separa la vida de la muerte.
