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Título original: The Snow Raven, Chapter 3(a)
Autor: Krista Perry - kperry©aros..net
Traducción: Miguel García - garcia.m©gmx..net
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Advertencia: Hay MUCHAS revelaciones de lo ocurrido en el pasaje
Venganza del manga, y en los OAV (aunque tiendo a usar el manga
como fuente principal).

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El Cuervo de Nieve, Capítulo 3(a)
un Fanfic basado en Rurouni Kenshin
escrito por Krista Perry
traducción de Miguel García

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Por la esperanza de calor
Mi fría mano vengativa es detenida
La lluvia escarlata queda en suspenso...

- extracto del diario privado de Yukishiro Tomoe

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Ayudo a Okami-san a preparar el desayuno en silencio, conteniendo
los pensamientos turbulentos y los sentimientos dentro de mí al
mantener las manos ocupadas. Una tarea fácil, puesto que hay
mucho que hacer. Al parecer, no soy la única que está de visita
aquí. Kogoro Katsura, líder del clan Choshu del Ishin Shishi, y
muchos de sus hombres, pernoctaron en esta posada.

Como si no bastara estar bajo el mismo techo que su joven hitokiri...

No me importan nada sus causas... sus guerras, estos hombres que
no desean el honor de los días de antaño, y que derraman tanta
sangre por causa de su descontento...

Recuerdo muy claramente lo que mi padre sentía hacia estos
hombres. Demasiado mayor y frágil para pelear junto al resto del
ejército del shogunado, mi padre protestaba amargamente contra
esos rebeldes, a menudo y en voz muy alta, en la intimidad de
nuestra casa, como si sus solas palabras fueran lo bastante fuertes
para cruzar las distancias y hacerlos caer muertos a todos. Hervía
ante esa falta de respeto por las viejas tradiciones de honor y gloria;
ante ese odio por el Japón, porque se atrevieran a rechazar su
herencia divina para adoptar las costumbres de los mismos invasores
extranjeros que nos robarían nuestro orgullo e identidad.

Y cuando llegaron a nosotros las noticias de la muerte de Akira-san,
los arrebatos de mi padre se incrementaron en frecuencia, si bien
disminuyeron en volumen. En vez de gritar su odio por el Ishin Shishi
a los cielos, se lo musitaba a las paredes con una intensidad tal, que
parecía cargar la atmósfera como el rayo antes de la furia de una
tormenta.

Todavía no sé bien cuál de los métodos de expresar su odio era
el más inquietante.

Quizá la versión callada de la cólera de mi padre fuera por reverencia
a los muertos; quizá por respeto a mí, y a mi pena de rostro pálido y
ojos abatidos. Pero yo le hacía poco caso. Después de todo, no era
la causa de los Ishin Shishi la que había muerto a mi amado. Había
sido un solo hombre...

¿O no?

Ah, tantas cosas han cambiado... tantas de mis nociones
preconcebidas han quedado deshechas desde que lo encontré,
aunque han sido poco más de unas cuantas horas...

Reviso la olla de arroz, revolviéndola un poco para ver si el está lo
bastante blando y grumoso para servirlo. Sí, casi listo...

Y mientras empiezo a apretar el arroz en los tazones con una ancha
cuchara de madera, las palabras de Okami-san de sólo minutos
previos llenan mi cabeza. Él no fue siempre el Hitokiri Battousai...
sino un chico que sólo apenas era un hombre, cálido y callado y lleno
de vida, no queriendo más que ayudar a la gente...

...tomado por su talento con la espada y despojado de su alma para
convertirse en un arma más filosa y fría y mortal que una mera
espada por sí sola.

Quizá no es al Battousai a quien debiera odiar por el asesinato de mi
prometido, sino a la causa que lo utiliza...

Pero si odio la causa, ¿no debo también odiar el arma?

Una espada asesina puede forjarse a partir de metal inofensivo... y,
una vez destruida, la espada ya no puede hacer daño a nadie más...

¿Es posible quitar el arma de la mano de quien la empuña?

Puedo sentir a Okami-san observarme mientras pongo la comida en
las bandejas, apilándolas luego una sobre la otra. Se acerca desde
atrás y pone una mano arrugada sobre la mía, deteniendo mi
quehacer.

--Me alegra tanto que vinieras --dice--. Los demás hombres... la
mayoría tiene mujeres que les calmen el corazón en estos tiempos
terribles, pero... Himura-san siempre ha estado tan solo...

Sé lo que está insinuando, lo que debe estar suponiendo a partir
de mi propio comportamiento. Que, porque él me salvó anoche, y
porque yo también estoy tan sola... he elegido ser de él.

Bueno, es bastante cierto, me doy cuenta. En medio de toda mi
confusión, es lo único, el único curso de acción del que estoy
segura.

Le pertenezco ahora, quiéralo él o no. Él mismo lo decidió, cuando
mató a Akira-san. Y al tener la insensatez... la bondad... de
traerme, una completa desconocida, a su casa, en lugar de dejarme
en las calles ensangrentadas...

Mi corazón se debate entre esas dos acciones inexplicablemente
opuestas. Y necesito tiempo... tiempo para ordenar mi confusión...

Así que me quedaré con él por un tiempo.

--¡Okami-san!

Me detengo sobresaltada, al oír su voz, que ya se ha vuelto tan
familiar, aunque sólo lo he oído hablar unas cuantas veces, llamar
urgentemente desde el pasillo. Y... hay un dejo de pánico en su
tono que me sorprende.

Okami-san levanta la vista al oír el grito.

--Ah, parece que tu joven despertó por fin.

Luego se vuelve y me mira alzando una ceja, mientras una sonrisa
eleva los bordes de sus labios delgados y arrugados.

--Y ya echándote de menos, por lo que oigo.

Estoy decidida a no sonrojarme.

Ya viene. Puedo oír sus pisadas retumbar veloces por el pasillo
largo.

Y de pronto tengo corazón martillando. ¿De nerviosismo? ¿De miedo?

¿De algo más...?

--¡Okami-san, dónde...!

La puerta corrediza se abre y él se queda inmóvil, con la boca
colgando abierta a media palabra, los ojos grandes de conmoción
al verme.

--Buenos días, Himura-san --dice Okami-san alegremente ante su
estupefacción--. Debo decir que esta muchacha que trajiste anoche
a la casa no es para nada lo que había pensado en un principio. Es
de gran ayuda.

Y, diciendo esto, se vuelve hacia mí, pasándome las bandejas de
desayuno apiladas.

--Por favor, lleva éstas al cuarto de Matsu.

--Muy bien.

Me obligo a calmarme, e intento no hacer caso de que él tenga la
vista clavada en mí. Una mirada breve a su cara revela en su
expresión una mezcla de asombro... y enfado.

Pues bien. ¿Sorprendido de que no haya escapado, verdad?
¿E irritado por que ya me sienta como en mi casa?

Y aún así, yo estoy sorprendida también. A la luz del día, en estas
circunstancias extrañísimas e incómodas, él es muy distinto. Tiene
los ojos todavía de un color ámbar pálido... casi incoloros. Y, de pie
junto a él ahora, puedo ver que es apenas más alto que yo... Pero la
expresión de su rostro...

Cierra los ojos y se presiona las llemas de los dedos contra la frente,
por entre el enredo de su pelo escarlata, como para conjurar los
comienzos de una jaqueca.

--...Eeeh... --dice.

No me es posible imaginar qué podrá querer decirme en este
momento.

Tal vez él tampoco puede imaginarlo, porque no parece salirle nada
más.

Y, mirándolo ahora, tan completamente perplejo, siento algo tiritar
dentro de mí... algo que parece casi como... diversión muda.

Ah... Tal vez Okami-san decía la verdad acerca de él sonrojándose y
tartamudeando anoche...

La idea me llena de una calma extraña y cálida.

Mm. Bueno, bien puedo hacerle saber lo que ha sucedido mientras
dormía.

--¿Mi nombre? --digo presuntuosamente, sabiendo, incluso mientras
las palabras salen de mi boca, que estoy a punto de cruzar los límites
de la familiaridad. Pero, ¿qué mejor manera de hacerle saber cuál es
ahora mi posición con él?--. Puedes decirme Tomoe.

Él pestañea, atónito. Sí, lo tiene desconcertado el que le haya dado
mi nombre más íntimo como la forma de dirigirse a mí.

--Eeeh... Tomoe-san --dice por fin, dando énfasis al tratamiento
mucho menos íntimo con exasperación apenas oculta--. ¿Se puede
saber qué está haciendo?

¿Conque no quiere seguirme el juego voluntariamente? Pues muy
bien.

--¿No resulta claro? --digo, dándole la espalda para caminar por el
pasillo con las bandejas del desayuno.

Él se apresura a seguirme desde atrás:

--¿...Ayudando en la cocina?

--Eres muy observador.

--Mire --dice, y puedo decir por su voz que la paciencia se le está
desgastando--. Necesito hablar con usted enseguida.

--Estoy ocupada, así que tendrás que hablarme después.

--Esto no puede esperar.

--¿Ésta es la habitación de Matsu? --pregunto, deteniéndome fuera
de una puerta corrediza.

La frustración llamea por su cara cuando se percata de que cualquier
conversación más sería probablemente oída por los hombres que
están al otro lado de la puerta.

--Sí --contesta con voz tirante.

Le agradezco con una inclinación de cabeza, luego me arrodillo sobre
la esterilla de fuera de la puerta, poniendo las bandejas frente a mí.

--Con su permiso, por favor --digo a los hombres a quienes estoy por
servir, deslizando la puerta con ambas manos--. Perdón por haberlos
hecho esperar.

Al parecer, mi presencia aquí no es sorpresa para nadie, porque me
encuentro con una literal muralla de hombres, todos tratando de
darme un buen vistazo.

--¡Oooooh!

--¡Así que ésta es la mujer de Himura-kun!

Yo pestañeo. Esto... ¿Okami-san ha estado aquí antes que yo?
¿O ya están suponiendo que, como me trajo a la casa anoche...?

Y el pobre Himura. Mueve la cabeza de ida y vuelta entre los
hombres y yo, con una débil expresión de pánico visible en su
confundido comportamiento, mientras los hombres continúan
comentando ruidosamente, inconscientes de su incomodidad.

--¡Es una belleza!

--¡Es mayor que él!

--Y es muy educada, igual que Himura.

Y ahora él me mira únicamente a mí, con sus ojos pálidos casi
desesperados y suplicantes, como esperando que yo haga lo que
cualquier joven inocente haría en semejante situación, y que niegue
modosamente las deducciones precipitadas acerca de nuestra
relación.

Pero no hago tal cosa.

--Soy Tomoe --digo, con una reverencia hacia los hombres--. Es
un placer conocerlos.

--¡Oye, oye, oye! --me grita Himura espantado, despojándose
de toda pretensión de cortesía en ese momento--. ¡¿Qué estás
haciendo!

Me limito a mirarlo un momento. Está enojado, sí.

Pero... ah...

Sí está sonrojado.

Por alguna razón, me siento inexplicablemente complacida.

Y el daño ya está hecho, porque un hombre alto y flaco, con un
bigote delgado y ojos tristones, ya ha echado un brazo al hombro
de Himura en un gesto de camaradería masculina.

--Oye, ¿por qué tan tímido, semental?

--Iidzuka-san... --gruñe Himura, adquiriendo en la voz una dureza
peligrosa incluso mientras el rubor se profundiza otro tono más.

Hm, a juzgar por la sonrisa de malicia de Iidzuka-san, parece que las
cosas están a punto de rebasar los límites de la buena crianza, así
que creo que lo tomaré como mi señal para retirarme...

Y no pudo ser en mejor momento, porque mientras camino silenciosa
por el pasillo, oigo la pregunta pícara de Iidzuka-san:

--¿Y, chico... cómo estuvo?

Su respuesta es el instantáneo chasquido de una espada siendo
soltada de su funda para desenvainarla...

...y oigo a Iidzuka-san soltar un chillido temeroso.

--¡Cuidado, cuidado! ¡Tranquilo, chico, estoy bromeando, nada más!

Y luego, más bajo:

--Caramba, se me olvidó que es el Battousai.

Mis pasos quedan congelados.

Se me olvidó...

Sí. Por un momento allí, mientras estaba con él... provocándolo...
yo... me olvidé de quién se trataba.

Y siento los ojos agrandárseme levemente al darme cuenta de que,
así fuese por un rato, la niebla de pena y dolor que me ha nublado
el alma tanto tiempo... fue olvidada también...

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