XII

Milo durmió profundamente aquella noche y despertó muy tarde. Notó que estaba solo. Ya no había nadie en las camas que había en la habitación. No sabía si salir o esperar a que alguien le diera alguna indicación de que era lo que tenía que hacer. Recordó al escuchar un sonido proveniente de su estómago que no había comido desde ayer por la mañana, así que empezó a cambiarse para salir. Ya cuando iba a cruzar por la puerta dirigió una mirada a la cama deshecha que había dejado, y pensó que nadie la iba a tender por él. Comenzó a tenderla (cosa que nunca había hecho), y encontró el portarretratos que no pudo abandonar en la azotea.

Lo colocó sobre un buró y terminó de mal hacer la cama. Acto seguido volvió a tomar el portarretrato, lo besó y lo escondió debajo de su almohada. Se iba a quedar sentado en su cama, pero volvió a recordar que tenía hambre y salió.

- ¡Milo! Hasta que despiertas, creíamos que no te ibas a levantar hasta mañana. Hey, no seas malo y ayúdame con esto quieres. - Kanon le pasó unas pesadas tablas de madera. Juntos caminaron unos cuantos pasos, a unos ocho metros de la cabaña donde había dormido y Milo pudo ver que había dos niños mas o menos de su edad dándoles la espalda. Y frente a ellos, se encontraba el Patriarca.

Milo no podía ver lo que creía. Era su cabello. Pero no podía ser, ella ya no estaba, nunca la había visto, y jamás la vería. Vio ese cabello hipnotizado. Algo largo y lacio. No dejaba de ser verde, no dejaba de ser azul y no dejaba de ser negro.

Al oír los pasos y risas de Kanon, los dos niños voltearon a verlos. Se había ilusionado por un momento. No era ella, pero aún así no podía dejar de ver su cabello. Era como el de ella, como el de la foto que guardaba bajo su almohada.

Kanon puso sus manos sobre los hombros de Milo y lo presentó.
- Él es Milo, y es el futuro caballero de escorpión niños. -

Los dos niños lo saludaron con sonrisas y él no pudo evitar sonreír un poco. Al estar ahí, Milo sentía como si todo lo que le había ocurrido fuera un sueño que jamás había sucedido en realidad. Sentía tan lejana toda esa realidad, y sin embargo seguía doliendo.

- Él es Aioria, como puedes ver es el hermano menor de Aioros. - Kanon señaló al niño de cabellos claros y ojos verdes que lo miraba con una amplia sonrisa. - Y él es Camus, futuro caballero de acuario. Camus habla griego pero no a la perfección, lo encontramos en Francia hace unas dos semanas. - Aquel que poseía un cabello similar al de su madre inclinó un poco la cabeza y le dedicó una media sonrisa.

Camus estaba feliz por la llegada de Milo. Se sentía solo, y se sentía perdido. Todos procuraban hacerle compañía, pero no era lo mismo. No entendía del todo bien porque se encontraba aquí y sentía que no encajaba. Aioria tenía a... tenía a Aioros y Aioros tenía a Aioria. Saga tenía a Kanon. El no tenía a nadie. Shion últimamente se iba a meditar solo y cuando Camus trató de seguirlo éste le dijo que se quedara a jugar con Aioria.
Creía que Aioria podía ser su amigo, y lo era, pero cuando Aioros aparecía lo dejaba solo, y el deseaba acompañarlos pero no quería molestarlos o imponerles su presencia. Además no se identificaba con Aioria, no le había contado de sus padres ni nada de su vida. Con la excusa de no hablar mucho griego, no decía mucho, y es que en verdad no quería hablar... pero tampoco quería estar solo.

Milo estaba inseguro. No quería que los niños supieran que había perdido a sus padres y a su hermano. No quería que supieran que era diferente. No quería que lo miraran con lastima o simpatía. Y no sabía si Kanon, Saga, Aioros o el Patriarca le habían dicho algo algo a Aioria o a Camus.

- Siéntate Milo, si no lo haces Kanon te pondrá a cargar mas leños. -

- Gracioso Aioria. Milo, ¿Tienes hambre? -

- ... Sí... -

- ¿Ya desayunaron ustedes dos? -

- Sí. -

- No. -

- Anda Camus, ven con nosotros. Sirve que nos ayudas a preparar algo porque yo estoy un poco perdido. Milo, ¿Te gustan los huevos? -

- Sí. -

- Que bien, porque es lo único que se cocinar. Si estuviera Saga aquí, almorzaríamos algo delicioso pero se fue con Aioros. -

Toda está plática ocurría mientras caminaban y recogían leña para prender un fuego.

- ¿A dónde fueron Kanon? -

- A entrenar Milo, pronto Camus y tú también lo harán. -

Camus miró a Milo y vio que éste tenía problemas para levantar dos trozos de madera a la vez, así que se le acercó para ayudarle. Tomó un extremo del leño y Milo cargó el otro extremo.

- Gracias. -

Camus le sonrió. - Kanon... ¿Por qué no entrenamos ya? –

- Porque son muy chicos Camus, ¿Cuántos años tienen? -

- Cinco, pero cumplo seis en dos meses... -

- Seis, los acabo de cumplir hace poco... -

- ¡Pensé que eras mucho más grande que yo Milo! ¡Casi somos de la misma edad! -

- Sí... eso parece. - Milo no sabía como actuar. Se encontraba triste, se encontraba hambriento, se encontraba en negación, se encontraba en dolor. No sabía como entablar una conversación con Camus, porque no se encontraba de ánimos para hablar pero no quería ser grosero con él, tenía el cabello de su madre y trataba de ganarse su amistad que sabía que cuando el se recuperara apreciaría mucho.

Dejaron los leños y Kanon se dedicó a prenderles fuego. Camus y Milo lo miraban aburridos, así que los mandó a un bosquecito a que encontraran ramos y leños para la construcción de una nueva cabaña.

- ¿Y quien vivirá en ella? -

- Pues tu y Camus... -

- ¿Ya no viviremos con ustedes? -

- Ya no hay espacio Camus ahí Camus, y nosotros somos más grandes. Necesitamos algo de privacidad. -

Milo se quedó en silencio. No quería estar solo en las noches... estaría con Camus, pero el quería estar con Kanon. Lo tranquilizaba. Pero bueno, no se iba a poner a llorar. Ja, como si pudiera hacerlo. Milo notó que la mirada de Camus se entristecía. Si que le había afectado la noticia de dormir en otra cabaña.

- Anda vayan por lo que les encargue, y... ¡No se pierdan! -

- ... Buena recomendación... – dijo Camus con sarcasmo.

Milo casi sonríe ante el sarcasmo de Camus pero se reprimió, y Camus lo notó. Caminaban juntos sin hacer lo que Kanon les había pedido. - ¡Son demasiado pesados! Mejor marcamos los lugares donde hay troncos adecuados y lo guiamos mas tarde a ellos... –

Milo sólo asintió, pero se sintió mal consigo mismo al ver la cara de Camus. Se había pasado todo el camino diciendo "sí" o "no", sin darle a Camus una oportunidad de acercarse.

- Tu griego es mucho mejor de lo que Kanon dice... -

- La verdad es que al principio batallaba con los verbos, pero ya lo manejo bien. Antes fingía... no quería... hablar. Se que es raro pero... -

Milo lo interrumpió, sorprendido. - No, no es raro. Sé a lo que te refieres. –

Camus notó que Milo lo miraba diferente, con más emoción en su rostro. Pero seguía sin sonreír.

- Lo siento Milo, debí respetar tu silencio. Pero es que no tengo a alguien de mi edad con quien hablar... -

- ¿Camus? ¿Aioria no es de nuestra edad? -

Camus no pudo evitar reír. - Sí, pero el fue una de las razones por las que fingí no hablar el griego muy bien. –

Milo no pudo reprimir su sonrisa esta vez. - ¿Te cae mal? -

- ¡NO! Es que, tiene mucha energía, quiere estar jugando todo el tiempo y hace muchas preguntas... - su rostro se ensombreció. – Y como te dije... yo no quería hablar... ni responder a sus preguntas... -

Milo se detuvo y Camus también lo hizo mirándolo sorprendido.

- ¿Por qué Camus? -

- ¿Por qué que? ¿Por qué no quieres responder a sus preguntas? -

- ... Porque son cosas que no quiero recordar Milo... yo he escogido olvidarlos y entregarme a esto. - Milo empezó a tratar de darle un significado al "olvidarlos" en su mente. - ... son preguntas de... de dónde vivía antes de venir aquí... eso es todo. -

- Te entiendo Camus, más de lo que yo quisiera... - Y miró a Camus con una sonrisa algo forzada, pero Camus apreció el gesto.

- ¿Por qué me entiendes Milo? -

- Vamos a avisarle a Kanon que ya marcamos los lugares ¿no? -

Camus supo que Milo no estaba listo al igual que el para hablar de lo que habían visto y sufrido.

- ¡No! Vamos a jugar un rato. ¡Vamos a subir a los árboles! -

Agradecido con Camus por no hacer más preguntas no pudo negarse y pronto los dos estaban sentados sobre la rama de un árbol que parecía fuerte. Estaban sentados viendo lo que había alrededor de ellos, cuando escucharon la voz de Aioros junto con la de Saga. Estaban hablando pero no se escuchaba de que hablaban.

- ¿Es la voz de Aioros? - Camus preguntó con emoción.

- Y la de Saga. -

Acto seguido Camus comenzó a moverse, tratando de acercarse un poco más al lugar y ver a Aioros. Hizo demasiados movimientos bruscos y cayó con un grito: ¡MILO! Milo vio como Camus caía sobre su trasero y no pudo evitar lo que hizo.

- ¡JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA! -

Hacía mucho que no reía de esa manera, pero debemos aceptarlo, también hacia mucho tiempo que no veía caer a alguien de semejante manera y más con la expresión de dolor que tenía Camus. Milo seguía en el árbol riéndose de lo lindo, cuando vio horrorizado como la expresión de Camus comenzó a cambiar. Se iba convirtiendo en un puchero, ahora podía oír sollozos pequeños, hasta que finalmente Camus rompió a llorar.

Milo se sintió vil por reírse de semejante manera, y se apresuró a bajar espantado porque Camus seguía llorando con la misma intensidad. Se fue acercando lentamente a Camus.

- Lo siento Camus. No debí reírme. Perdon, ya no llores, anda mira te ayudo a subir al árbol. - Milo no sabía que decir. Se hincó frente a Camus y con el pretexto de consolarlo comenzó a acariciarle el cabello lentamente. Camus dejó de llorar e ignorar a Milo. Lo miró y vio la expresión de Milo, que se debatía entre llorar y reir. Y acto seguido se tiro hacia atrás y comenzó a reír, igual o peor que Milo.

- ¡JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA! ¡HUBIERAS VISTO TU CARA JA JA JA JA JA JA JA JA! ¿SOY BUEN ACTOR VERDAD? JA JA JA JA JA JA JA –

Milo comenzó a reír también y Camus jaló su mano y se quedaron acostados, sonriendo. Olvidando por un momento sus situaciones y todo a su alrededor.