XV

Cuando regresaron, Camus y Milo seguían afligidos. Saga se sintió un poco mal, sabía que aquella película abarcaba la muerte del padre, "Mufasa" pero no creyó que afectaría a los niños. Además cuando les estaba diciendo que escogieran otra película, ambos habían insistido en que esa era la que querían ver. Kanon le dio una palmada a Saga en la espalda y le susurró "Así es la vida, y así será siempre. Es mejor que se vayan enfrentado a ello." Saga se sintió peor. Después de pasarla increíblemente bien, otra vez era testigo de la "resignación" a sus destinos. Para el su "destino" era una porquería que jamás aceptaría.

Se encontraron con un Aioros silencioso frente a las llamas, un Aioria que se había ido a acostar temprano y un Shion que les anunciaba que había terminado de construir la nueva cabaña (la tele transportación ahorra mucho tiempo  ). Así que tristes y cansados, Camus y Milo entraron a su cabaña propia y trataron de dormir, pero ninguno lograba hacerlo. Sus camas se hallaban separadas por un buró, en el cual había un portarretratos. Camus iba a preguntar a Milo quienes eran las personas de la fotografía cuando éste lo tomó y lo escondió debajo de su almohada. Camus respetó el silencio de su amigo y se acostó.

Pasaban las horas y ninguno lograba conciliar el sueño. Milo ni siquiera había bostezado. Sabía por los movimientos en la cama de al lado que Camus se encontraba en la misma situación y por primera vez se preguntó porque. En el breve tiempo que llevaban juntos Milo había podido descifrar que Camus se hallaba en una situación similar a la de él. O por lo menos una muy dolorosa que le impedía hablar de su pasado. Por la manera en la que hablaba, y por la mención de la palabra "olvidar" de los labios de Camus, Milo había supuesto que éste había huido de casa por alguna situación.

Sintiendo una opresión en el pecho que no podía calmar, y unas lagrimas que por primera vez hacían aparición para reflejaba su sentir, Milo se acercó a la cama en la cual Camus intentaba dormir. Éste al oír movimiento cerca de si, volteó y se encontró con un Milo que nunca se imaginó ver, llorando abiertamente. Sin palabras, Milo se lanzó sobre Camus, hundiendo su cabeza en el pecho de este. Sus manos trataban de fundirse en el abrazo que necesitó cuando preguntó por primera vez por su madre y escuchó la respuesta. El abrazo que le hubiera gustado recibir cuando le dijeron que su padre había muerto. El abrazo que sustituyera a todos los que en su vida había recibido pero nunca sentido o consolado en realidad.

Por su parte Camus también tenía sus razones para aferrarse al cuerpo de Milo de la manera en la que lo estaba haciendo. Mientras oía los sollozos de Milo y los propios no podía dejar de pensar que había actuado como un cobarde al tratar de enterrar el recuerdo de las personas que más amaba y peor aún, las personas que más lo amaban a él. Había tomado la decisión más vil y cruel hacia el recuerdo de sus padres, porque era incapaz de soportar el dolor que le perforaba el pecho cuando las imágenes de sus padres le invadían el alma..

Entre sollozos, lagrimas y un abrazo, Milo y Camus se unieron esa noche y se marcaron. Nada ni nadie podría destruir el lazo que en esa noche se había formado. Dos espíritus diezmados por la opresión de los recuerdos se reconfortaron y se ayudaron a sanar las heridas que ellos mismos se infligían.

Poco a poco se fueron tranquilizado. Cuando los temblores, escalofríos y lágrimas abandonaron a sus dueños ambos se miraron y comprendieron que pasara lo que pasara ninguno de ellos olvidaría esta noche. Y con la mirada sellaron un pacto que no necesitó de palabras. Serían amigos por siempre, nunca se olvidarían y procurarían permanecer unidos... siempre. Comprendieron también, que aunque sus destinos y la distancia los separan, siempre se añorarían y jamás se olvidarían del otro. Sus almas estarían conectadas y nunca estarían solos porque el otro siempre estaría viviendo en sus corazones, en sus sentimientos, en sus espíritus y en sus recuerdos.

Milo rompió el silencio para sacar todo lo que traía dentro. Era tiempo de descansar, lloraría y se abriría aquella noche junto a Camus, para no volver a atormentarse jamás, para dejar a sus padres y a su hermano vivir dentro de él finalmente, en paz. Se separaron del abrazo, se miraron de frente y Milo no pudo evitar la tentación de ese cabello que comenzó a acariciar.

- ¿Camus? -

- Aquí estoy, Milo... -

- Tu cabello es igual al de mi madre... -

- ... ... ¿Es por eso que no quieres que lo corte? -

Milo asintió. - Quiero creer que es una señal Camus... –

- ¿Mi cabello? -

- Se que suena estúpido. Pero quisiera creer aunque sea sólo por ahora, que eres... que tu cabello tiene una razón de ser igual al de mi madre. Quiero creer que es su forma de estar conmigo, de decirme que nunca fue su intención dejarme... -

- ¿Te dejo? -

- No, bueno... antes lo sentía así. Murió... al darme a luz... -

- Milo... - Camus se hundió en los cabellos de Milo.

- Estoy bien. - decía mientras trataba de no llorar de nuevo. Le dolía la cabeza de tanto hacerlo.

- No lo estás, y yo tampoco. Pero lo estaremos Milo, te lo prometo... -

- Sí eres lo que pensé Camus... -

- ¿Qué dices? -

- Eres una luz. MI luz. -

- En ese caso, tu también eres la mía Milo. - Camus rió.

- ¿Tu luz? - Milo miró a Camus expectante, tratando de comprender la razón de Camus de pretender no hablar griego correctamente, la razón por la cual no quería contestar preguntas... - ¿Por qué Camus? Dime porque ¿Por qué me identifico contigo? ¿Por qué siento que somos similares? -

- Porque... - Camus miró con amargura hacia el otro lado, concentrándose en los cabellos de Milo. - Porque he vivido atormentado todo este tiempo... Avergonzado de lo que he hecho... -

Lagrimas silenciosas escurrían del rostro de Camus y terminaban en el pecho de Milo, que las acogía con orgullo en su ser. Milo acarició su espalda.

- No te creo capaz de hacer algo terrible Camus. -

- He... he tratado de olvidar a las personas que más me han querido. Las quise borrar de mi mente, de mis recuerdos. Desee por momentos nunca haberlos tenido cerca, jamás haberlos conocido. - Camus no lo dijo con tristeza ni con dolor. Lo dijo con rabia y vergüenza.

- Quise sacrificar todas sus caricias, sus besos, sus abrazos, sus cuidados. Todo por el dolor que sentía en mí, Milo. Soy un cobarde... que pretende ser un caballero solo porque no quiere enfrentarse a lo que es, a lo que tenía. No estoy aquí por convicción. Estoy junto a ti, por querer borrar a lo más sagrado que jamás tendré... - Lo último lo dijo con amargura, y su voz tembló por primera vez en su discurso. Un temblor lo invadió al decir por primera vez lo que pensaba de sí.

Fue el momento de Camus para ser arropado por Milo en sus brazos.

- Hemos pasado por mucho Camus y somos unos niños. Sonaré estúpidamente egoísta Camus, pero la verdad no me importa porque razón estas aquí. No me importa. Para mí serás siempre quien ha... no se que has hecho en realidad... pero no me siento igual. No se en que me has ayudado, ni que has provocado... pero la ansiedad de mi pecho se ha calmado. -

- Nunca me perdonaré lo que he tratado de hacer... pero puedo aceptarlo... como un error. Y te juro Milo que no volveré a ser un cobarde, no volveré a reprimir a mis padres y tampoco me hundiré en mi pérdida como tú habías hecho. Milo me has acompañado, me has abrazado, me has hecho sacar lo peor de mí, y me has hecho comprender. Milo... eres mi amigo... el mejor... y nadie podrá cambiar eso... - Camus lo miró fijamente a sus ojos turquesa.

- Todo lo que has dicho, define lo que yo no he sabido nombrar Camus. Me alegra haberte encontrado... me alegra haberte visto entre la oscuridad que me rodeaba... fantasmas de mis padres y mi hermano... eres mi amigo Camus, el mejor y no veo que pueda cambiar eso... -

- Milo... -

Ambos se quedaron quietos en la oscuridad. Milo recibía a Camus en su pecho y acariciaba los mechones que caían suavemente sobre la cara de su amigo. Camus por su parte abrazaba a Milo, diciéndole sin palabras que no lo dejaría solo nunca. El viviría con y en Milo siempre... Aquella noche terminaría con los tormentos que ambos se habían impuesto y les abriría las puertas a un lapso de felicidad que no olvidarían.

En la otra cabaña Kanon cayó rendido en el colchón de la izquierda, por lo que al ingresar Aioros y Saga a la cabaña no movieron los colchones que permanecían todavía unidos. A lo largo de la noche Saga había notado a Aioros distante. Y en esos momentos se preguntó si su amigo estaría incómodo por tener que dormir de nuevo a su lado. Mientras se quitaba la camisa de espalda a su amigo (le daba vergüenza frente a Aioros) y se ponía una camiseta de manga corta, Aioros aún cuando estaba triste no pudo dejar de mirar a Saga. (Afrontémoslo si Saga viviera en el mundo real estaría buenísimo).

Saga se acostó, y Aioros hizo lo mismo, pero su mirada ahora estaba concentrada en el techo. Saga se puso de lado, y notó que Aioros seguía en su actitud distante.

- ... Aioros... ¿Te incomoda dormir conmigo? ... -

Aioros no dejó de mirar el techo. - ... No... ¿Por qué? ¿A ti si? .. –

- ... No... es que... te ves... distraído... -

- Es por lo que hice hoy con Aioria... -

- Aaaaa... - No quería sonar entrometido al preguntar.

- Puedes preguntar Saga, tu siempre podrás hacerlo. -

- Gracias Aioros. - Saga lo miró agradecido por su confianza, pero Aioros seguía sin mirarlo por lo que se preocupó. - ¿Qué hicieron? -

- Llevé a Aioria al cementerio... a la tumba de nuestro padre. - Aioria finalmente miró a Saga de una manera desesperada. - No sé si debí hacerlo. Aioria era un bebé cuando todo eso sucedió... no recuerda a nuestro padre... si por el fuera, ni si quiera estaría al tanto de su nombre, de quien era, no sabría nada de su propio padre... -

- ¿Cómo reaccionó? -

- Pensé que tal vez lloraría, pero no lo hizo. Creo que lo he confundido. Creo que se siente culpable al no poder llorar por la muerte de su propio padre... -

- ¿No has hablado con él? -

- Traté de hacerlo, pero me dijo que se quería acostar. Saga... se acostó a las seis de la tarde. Me preocupa... -

- ¿Estuvieron todo el rato en el cementerio? -

- No... también lo llevé a la casa donde vivíamos. La casa donde crecimos... aunque ahora que lo pienso fue la casa donde yo crecí... -

- Aioros... el niño no puede sentir apego por las cosas a las que tu se lo tienes. Él no creció allí, creció aquí. Esto es lo que el conoce como hogar... el que tu le presentes otro ambiente extraño como su hogar... es lógico que se sienta como un extraño... diferente y tal vez tengas razón... hasta culpable... -

Aioros agradecía las palabras sinceras de su amigo. - Pero... ¿Qué debo hacer ahora? ¿Olvidar todo? -

- La verdad es que no has hecho mal... Aioria no está destinado a seguir el camino que tu y yo tenemos... Debe estar consciente de sus raíces, pero no debes forzarlo. Deja que sea el quien te pregunte. Bueno al menos yo así lo creo... -

- Gracias Saga... -

- Por nada, Aioros. Siempre puedes venir a mí. -

Saga comenzó a quedarse dormido poco a poco, y Aioros fingió que lo hacía. Espero hasta estar seguro de que Saga dormía y al estarlo, se abrazó a él. Sabía que Saga se encontraba inseguro por el incidente de la primera noche con los tres colchones juntos, y esta sería la forma en la que Aioros le diría que estaba bien, no le molestaba dormir junto a él.

Mientras todos dormían, Shion vio como en el cielo la constelación de Aries aparecía para brillar. Iba a correr a despertar a todos por la emoción, cuando vio que al lado de la constelación de Aries aparecía otra que brillaba con la misma intensidad...