XXVI
Había una gran fiesta. Jóvenes, hombres, mujeres, niños y niñas corrían alegres por las calles. Todos con máscaras o con pelucas. La ciudad estaba viva, con gritos, con alegría, con sonidos de pisadas en las calles, todos juntos. Buen momento habían elegido Aioros y Shaka para llegar a Cádiz. El carnaval estaba en su apogeo. Aioros leyó en un letrero: "Calle Pelota". Nombre extraño, pero al fin y al cabo él era el extranjero.
A su lado, Shaka estaba embobado con el edificio que tenía frente a él. Aioros terminó también absorto en su estudio de la Catedral de Cádiz. Aún cuando los dos eran ignorantes en asuntos de arquitectura y arqueología, aquel edificio de tres puertas, dos torres, con mezcla de ventanas circulares y rectangulares, de tono entre gris y blanco, los dejó impresionados. Duraron un buen rato viendo la estructura de la Catedral, cuando Aioros recordó su misión.
- Shaka... ¿Puedes localizar al futuro caballero de Capricornio? - preguntó con una sonrisa.
- ... Sí, sólo necesito sentir su presencia. - dijo Shaka desviando su vista de la Catedral, hacia el mayor.
- ¿Qué necesitas? -
- Si pudiéramos sentarnos me podría concentrar mejor... - dijo Shaka viendo maliciosamente un café a la vuelta de la esquina, que tenía pasteles en su vitrina.
Comprendiendo aquella mirada y aquella tierna sonrisa, Aioros asintió. - Todo sea por nuestra misión ¿No? - dijo divertido.
Shaka sonrió más abiertamente. - Algo de pastel... tampoco estaría mal. Ya sabes, puedo cansarme, y puede ser que necesite azúcar... -
Aioros soltó una pequeña carcajada. Ese rubio si que era ocurrente y hasta algo manipulador. - Te comprendo perfectamente, yo también me puedo cansar de caminar. Así que te acompaño a comer pastel. ¿Estamos? - y acto seguido Aioros tomó la mano de Shaka rubio y se dirigieron entre la alegre multitud a "buscar"al caballero en el café de la esquina.
Después de dos rebanadas de pastel de chocolate Shaka finalmente cerró sus ojos y comenzó a concentrarse. Había mucha gente en el café por el carnaval, muchas risas, y mucho ruido, pero eso no le afectó. Cerró sus ojos y sin tardar demasiado comenzó a sentir y ver a las personas por colores. Todo era negro, excepto las personas que en vez de presentar rasgos físicos, eran sólo una mancha de color. Alegres como la mayoría estaba se veían amarillos.
Cuando el silencio invadió el ambiente, y Aioros notó que Shaka estaba trabajando, su mente no pudo evitar pensar en Saga. En cómo estaría, si había olvidado el beso, cómo sería su prueba. Se estaba lamentando por no haberse podido despedir, ni hablarle después de el beso que le había dado. Suspiró tristemente. Pero la voz del virgo lo sacó de sus pensamientos tristes.
- ¿Qué te pasa? Te ves gris... eso no es bueno. - preguntó curioso, con los ojos cerrados.
Algo sorprendido por la pregunta Aioros contestó. - ¿Gris? Nada, no es nada. Sólo estoy algo cansado. No me gusta tele transportarme ¿sabes? Me mareo... - y le dirigió una sonrisa débil.
- Si estuvieras enfermo te verías verde... Seré un niño, pero mis poderes no me engañan. ¿Por qué estás triste? - preguntó con voz infantil.
Aioros se sintió algo patético. Estaba en un café sentado con un niño de seis años que parecía estar más seguro que él de cómo se sentía. ¿Serviría negarle que estaba triste? La verdad es que no. Conociendo a Shaka, lo interrogaría hasta sacarle todo, así que decidió ponerle las cosas más fáciles, además necesitaba hablar... aunque fuera con un niño de seis años.
- ¿Estoy gris? Vaya, entonces si debo estar triste. No me había dado cuenta... -
- Aja. Entonces... SI estás triste. ¿Por qué? - preguntó con curiosidad infantil.
- Pues... cosas del campamento... nada en especial. No te preocupes. ¿Quieres más pastel? - preguntó tratando de cambiar de tema.
- Sí, si quiero. - sonrió. - Pero con eso no vas a lograr que se me olvide lo que estábamos hablando. Anda cuéntame. - El rubio abrió por fin los ojos. - ¿Sí? Anda, estamos en España... no podría decirle a nadie. -
Aquellos ojitos manipuladores no hubieran tardado en hacer efecto; pero, como Aioros tardaba mucho en decidirse Shaka lanzó una pregunta para salir de dudas. - ¿Tiene algo que ver Saga? - preguntó con MUCHO interés.
Si Aioros hubiera estado tomando café en esos momentos lo hubiera escupido. ¿Era acaso tan fácil de leer? Sin embargo supo ocultar su impresión muy bien, o eso pensó él. - No... Saga no tiene nada que ver... –
- Entonces... ¿Por qué tus ojos se dilataron y tu boca se abrió mucho cuando lo mencioné? - preguntó con fingida inocencia.
¿Por qué rayos no había traído a Camus o a Mu consigo¿Por qué ese rubio, que todo lo podía notar? - Porque, me sorprendiste... No pensé que tu me fueras a preguntar por Saga, eso es todo... ¿Más pastel? - preguntó con una sonrisota.
Sin embargo, Aioros notó que ante sus palabras y no las referentes al pastel, el rubio se había turbado y ya no hizo más preguntas. Después de otra rebanada, sagitario curioso volvió a retomar la plática. - Oye Shaka... y... ¿Por qué me preguntaste por Saga? - si el rubio no se hubiera puesto la taza en la boca, Aioros habría jurado que se estaba sonrojando.
- Se me ocurrió, nada más. - y fingió que volvía a concentrarse.
- Shaka... ¿Por qué siempre le tomas la mano a Saga? -
Esta vez fue Aioros el que notó como los ojos y la boca del rubio se abrían. Rió. - ¿Por qué te pones así? Tranquilo, sólo preguntaba. –
- ¿Quieres más pastel Aioros? - éste notó la ironía y el sarcasmo escondidos en las palabras de Shaka.
- No, gracias. Preferiría seguir hablando. - y le mostró una sonrisa idéntica a esas que tanto Shaka hacía.
- ... - miró algo molesto la sonrisa de Aioros. - No... es que... tengo que concentrarme... Ya sabes, para encontrar al caballero... - y cerró los ojos.
Aioros aventajaba al rubio en experiencia y enterado de que no le contaría nada más sobre Saga, decidió conducirlo hacia él tema hablando de otras cosas. Además no quería que el niño se enfadara con él. - ¿Quién es tu mejor amigo Shaka¿Mu? -
Como si nada hubiera pasado, típica conducta de un niño de seis años, Shaka respondió emocionado. - Sí, Mu es mi mejor amigo y yo soy el suyo. -
- ¿Y Camus, Milo y Aioria? - preguntó más interesado por como veían los niños a su hermano.
- También son mis amigos, aunque más Milo y Camus, que también son mejores amigos. Lo que pasa es que casi no pasamos tiempo con tu hermano. -
Aioros se entristeció un poco. Debía ser muy duro para su hermano el estar en el Santuario. Esperaba que la distancia entre su hermano y los niños no causara problemas en el futuro. - Sí, entiendo. A veces Aioria me dice que se siente muy solo... –
- ¿De verdad? - preguntó sorprendido Shaka. Talvez había juzgado mal a Aioria. - Parece tan contento siempre, que nunca habíamos pensado en que nos pudiera necesitar. -
- Así es Aioria. Es un niño bueno pero algo complicado. A veces pienso que lo mimo demasiado. - Rió.
- ¿Y a ti quien te cae mejor del campamento? - preguntó Shaka tomando de su café.
Al instante iba a responder que Saga, pero se detuvo. Aparte del beso que le había robado, desde hacia mucho tiempo que no compartían mucho. Saga lo evitaba, ya no lo había querido cerca. Se entristeció algo. Pero a pesar de todo lo que Saga pudiera hacer o dejar de hacer siempre lo consideraría su amigo, su mejor amigo. - Saga, él es mi mejor amigo. - Shaka notó que la sonrisa con la que lo decía era diferente a todas las demás, era triste.
- Saga es genial. Yo también lo extraño. - dijo el rubio tristemente.
- ¿Lo extrañas? - preguntó algo confuso, aunque la pregunta que quería formular era "¿También?". ¿A qué se refería el rubio con el "también"¿A él¿Cómo podía saberlo?
- Sí... y es obvio que tu también. - otra vez esa sonrisa con esos ojitos tratando de sacarle información a su "rival". Aioros prefirió callar y no hablar más del asunto. No quería que se le saliera algo con Shaka, hizo una seña al mesero y pidió la cuenta.
Shion condujo a Saga por un sendero rocoso. La túnica del Patriarca y los pantalones de entrenamiento de Saga se mancharon de lodo hasta las rodillas. Hacia rato que había comenzado a llover. Caminaban empapados con dirección al templo de Géminis, el cual Saga sólo había contemplado de lejos.
Sin darse cuenta, y sin saber en realidad porque, Saga había madurado. En sus gestos, ademanes, miradas y forma de hablar había ahora una actitud serena, hasta elegante se podía decir. La verdad era que aquella noche al sentir el cosmos fluir dentro de él, olvidó todos sus problemas y recordó cual era su objetivo. Él era el caballero de géminis, y caminando, orgulloso de serlo, siguió a Shion en silencio.
Había muchas preguntas, y muchos problemas por resolver. Pero ahora Saga lo veía todo más claro. Eran sólo eso, problemas. No había nada más importante que lo que estaba a punto de emprender y TODOS los problemas tenían solución. El tiempo y él mismo se encargarían de encontrar las soluciones. Talvez era por eso que Saga lucía distinto. Los problemas seguían en su mente, pero ya no lo torturaban cada momento. Había visto que detrás de los problemas, había mucho que vivir.
Aún cuando pensaba en Kanon y en Aioros, su mente estaba centrada en la armadura. No había duda en él de que la conseguiría. Fue la única ocasión en toda su vida en la que creyó la patraña del destino. Sabía que esa armadura le pertenecía y que sería suya. Su mente no albergaba temor hacia la prueba. Pasaría por lo que tuviera que pasar, con dificultad o sin ella, él sería el caballero de géminis.
Shion detuvo sus pasos y Saga lo imitó. Frente a ellos, finalmente, estaba el templo. Eran dos casas, representando a los dos gemelos. El aura dorada volvió a rodear a Saga, pero no sólo a él, también la casa de géminis se hallaba rodeada de aquella aura también.
- Es tu armadura. Te está llamando Saga. Tienes que entrar y ganártela. - Shion pronunció lentamente las palabras, tratando de darles un sentido más profundo y explícito. Miró muy serio al gemelo mayor.
El Patriarca esperaba que Saga le hiciera preguntas, pero se encontró con una mirada segura que comenzó a subir los últimos cuatro escalones.
- Saga. – llamó Shion. Éste, que ya le daba la espalda se dio la vuelta, unos escalones más arriba. - Recuerda lo que te dije. La verdad ante todo. Defiéndela con pasión y así obtendrás poder. TU poder. - El Patriarca subió los escalones que lo separaban de Saga, le puso una mano sobre el hombro y le dijo - Ten cuidado muchacho. - Saga asintió y se adentró al templo de la izquierda.
Shion se quedó parado bajo la lluvia, esperando que la silueta que se perdía en la obscuridad del templo de géminis, volviera.
Todo estaba oscuro. Los gritos de la lluvia estrellándose contra el templo de piedra se oían en el interior. Saga caminaba lentamente, a ciegas. Sus ojos trataban de adaptarse a la falta de luz, cuando oyó el sonido de unas débiles pisadas que se acercaban a él. Se puso en guardia algo asustado. No debería de haber nadie en el interior del templo.
Una silueta se acercaba a él y lentamente fue descubriendo anonadado la identidad de la persona que se acercaba. Cabellos azules delicados colgaban de una coleta baja; su forma débil de caminar; sus labios siempre curvos en una pequeña sonrisa; su predilección por blusas blancas con pantalones de mezclilla; una pequeña arruga prueba siempre presente de su ceño fruncido; alta.
Era ella. Sus ojos eran idénticos a los suyos y a los de Kanon. Sentimientos encontrados fueron los que no dejaron reaccionar a Saga. Quería correr, abrazarla, decirle cuanto la extrañaba, cuanto la necesitaba, hablarle de Kanon. Por otra parte, aunque le causaba dolor y lágrimas, sabía que no era ella. Lágrimas cayeron por sus mejillas, ella estaba muerta y jamás volvería. Se aferró a ese pensamiento mientras ella se acercaba cada vez más, partiéndole el corazón a su hijo.
Paso a su lado y lo ignoró. Saga se quedó estupefacto viendo al frente donde ella ya no estaba. Sintió que los pasos cesaban, y oyó como si un cajón estuviera siendo abierto. Se dio la vuelta y se encontró a su madre abriendo una gaveta de... ¿Su cocina? Era la cocina de su antigua casa, lugar donde vivía antes de que su madre muriera. La mujer sacó una caja de cereal, del favorito de Kanon, unas hojuelas de chocolate. Se dio la vuelta, se acercó a una pequeña mesa circular donde había tres sillas y dos platos hondos. Vació el cereal a cada plato con una sonrisa. Saga se quería morir. El de la izquierda era su plato, y el de la derecha era el de Kanon. Los dibujitos le hicieron recordar como Kanon le había rogado que le comprara unos platos con dibujos de starwars.
La mujer se dirigió al refrigerador, sacó la leche y antes de vaciarla en los dos platos, como siempre solía hacer a la hora del desayuno, los llamaba.
- ¡SAGA¡KA.. - pero nunca terminó el grito.
Saga vio como la leche caía desparramándose por el suelo, junto a ella. Se hallaba sobre sus rodillas sujetándose la cabeza con sus dos manos. Quejidos salían de su boca, quejidos de dolor. Rogaba porque el dolor se fuera y su cuerpo temblaba. Saga no podía soportarlo, no quería verlo. ¿Por qué veía esto? Se sentía a morir. Sin darse cuenta Saga también cayó al suelo. Las lágrimas ahora corrían furiosas y en gran cantidad. No era real, no era real, ella ha muerto, no es real, no está sintiendo dolor, no es real, no es real.
Y aún sabiendo que no era real, no podía dejarla sufriendo así. Su madre siempre los había protegido de verla así. Nunca se había permitido dar muestras de dolor insufrible frente a ellos. Él siempre se había imaginado que su madre había sufrido, pero nunca, nunca así. El verla rogando, suplicando por que el dolor terminara, quejándose fue demasiado para él. Se arrastró débilmente hacia ella que continuaba quejándose. Sus manos ahora estaban haciendo jirones su blusa blanca. Saga sólo atinó a extender su mano y tocar la de ella, parpadeó y cuando volvió a abrir los ojos su mano sólo tocaba el suelo de piedra.
Ya no había rastros de la cocina, ni de ella. Se quedó un rato tirado en el suelo, esperando que sus lágrimas dejaran de caer y poniendo su mente en orden. Se puso de pie, dio unos pasos vacilantes y después su porte regresó a su persona, firme. Con su mano izquierda borró todo rastro de lagrimas que aún pudiera quedar y caminó hacia el frente.
Su mente por primera vez en su vida, se hallaba en blanco. No sabía que pensar, que decir, que hacer o a donde llegar. Lo único que importaba era caminar hacia delante. La oscuridad seguía reinando. Sonidos de pisadas de nuevo, le avisaron que pronto tendría compañía. Las pisadas sonaban más débiles y la silueta que apareció nuevamente, le recordó a Saga lo que tanto trabajo le había costado olvidar.
Su madre volvió a aparecer, pero no venía sola. Venía apoyándose en un pequeño Kanon. La mujer que tanto quiso ya no lucía la cascada de cabellos azules. Ya no había cabellos en su cabeza, y sin embargo, demacrada y cansada, a Saga le pareció la mujer hermosa de siempre. La escena frente a él ocurría en unas escaleras que Kanon ayudaba a su madre a bajar. Era muy doloroso recordar a su madre así. Saga había guardado el recuerdo de su madre sana, la tierna, la dulce, la mejor. Y había desechado el recuerdo de su madre enferma. Cuando la recordaba veía a la mujer feliz y hermosa, no la cansada y a punto de morir. Verla de nuevo así le partió el espíritu.
Hablaba en débiles susurros con Kanon, haciendo un esfuerzo por sonreír, por hablar alegremente. El ceño fruncido la delataba, y Saga se dio cuenta de que su hermano luchaba por no llorar frente a ella. Mientras la sostenía y la ayudaba a sentarse en un sillón, Kanon apretaba sus labios y no parpadeaba. Su madre se fue perdiendo en sus propios susurros y se quedó, sin darse cuenta, dormida. Saga vio como Kanon se sentaba frente a ella y la miraba dormir. Leyó las emociones de su hermano como si fueran las suyas; la mano de Kanon acarició lentamente el rostro de su madre, y esta vez, las lagrimas no pudieron ser contenidas. Saga sabía que Kanon quería abrazarla, y que ella le dijera que todo iba a estar bien, quedarse dormido en su regazo pero no podía hacerlo. No podía porque su madre estaba demasiado débil, necesitaba descansar y ganar fuerzas; el no sería quien la interrumpiera. Se quedó ahí, sentado, hipnotizado por la débil respiración de su madre, rogando y suplicando con sus lagrimas que aquella mujer nunca dejara de inhalar.
La escena desapareció tan rápido como había llegado. Saga seguía de pie en la misma posición. Ante sus ojos, escenas de su pasado muerto cobraban vida, retorciéndolo y llenándolo de sufrimiento. Siguió caminando, nada lo iba a detener, esto tenía que terminar de algún modo y mientras más rápido fuera mejor. ¿Qué podría venir después? Lo averiguó casi enseguida.
El sonido de un violín llegó a sus oídos y se estremeció. Conocía esa tonada. Inconscientemente Saga comenzó a negar con su cabeza, pequeños y débiles "no, esto no" escapaban de sus labios. Y lo que no quería ver se presentó frente a él. Una habitación verde oscuro, llena de gente vestida de negro. El ambiente triste lo envolvió. Notó con temor que había una foto muy grande de su madre sonriendo, iba a sonreír, pero recordó sobre que estaba sostenida la foto y retrocedió lentamente varios pasos, no queriendo ver, no queriendo vivir esto de nuevo. Un ataúd, era la base de la fotografía.
Vio como el tiempo se aceleraba en la escena; las personas desaparecían rápidamente, siendo la única constante dos niños sentados en un rincón. Saga se acercó y se reconoció como el niño de la izquierda. Estaba llorando silenciosa y libremente sin sollozos. Kanon se escondía en su regazo y temblaba. Saga recordó como había sentido las lágrimas de su hermano en su traje. Vio tristemente como ambos se quedaban solos en esa habitación verde. Todos ya se habían ido, y el Saga pequeño se había quedado dormido, cansado de llorar. Kanon se separó de él y le limpió las lágrimas de su rostro para después pararse y ver por última vez a su madre.
Kanon lloraba, y no escuchó las pisadas de una mujer regordeta que se acercó a él y lo abrazó. Comenzaron una conversación que no pudo ver ni oír porque súbitamente Saga ya no estaba de pie viendo la escena, ahora él era el sentado, dormido y por más que trataba de abrir los ojos no podía hacerlo. Oyó como las voces de su hermano y de la mujer se alzaban, discutiendo sobre algo. Quiso moverse, quiso hablar, abrir los ojos pero no podía, seguía dormido. Veía todo negro. No podía ver a su hermano. La desesperación lo llenó cuando oyó el grito de Kanon y no pudo moverse a ayudarlo, ni siquiera moverse.
- ¡SAGA¡SAGA¡NO DEJES QUE ME LLEVEN¡SAGA! -
Los gritos aterrados de su hermano lo hicieron poder abrir sus ojos. Kanon era cargado, casi arrastrado por aquella mujer regordeta que Saga reconoció como su tía. El gemelo menor pataleaba y lloraba desconsolado mientras era arrastrado hacia fuera de la habitación. Saga no se podía mover; intentó gritar pero no pudo. Tuvo que ver como le arrancaban al único con el que siempre había contado. Un último desgarrador le rompió el alma: - NO, NO ME DEJES. SAGA AYUDAME. –
La visión desapareció, apareciendo la oscuridad del templo de nuevo. Saga descubrió que se podía mover de nuevo y corrió entre lágrimas hacia donde se habían llevado a su hermano. Pero llegó a la nada. No había nadie ni nada, y sin embargo todo lo había sentido tan real. Se dio cuenta de que el temor de ese recuerdo seguía en él. Varias veces se había preguntado aterrado, que hubiera pasado si no hubiera despertado e impedido que se llevaran a Kanon.
Debía mantener el control. Recordó que la armadura de géminis lo esperaba, y entendió que todo lo que veía era parte de su prueba. Cobró valor y siguió caminando, esperando no encontrarse con algo todavía más desagradable pero decidido a llegar a SU armadura.
Aioros traía una peluca rosa de papel brilloso en su cabeza al igual que Shaka. Los dos iban tomados de la mano y caminaban entre la multitud. ¿Cómo habían conseguido las pelucas? Unos estudiantes alegres, por no decir algo tomados, habían corrido y las habían dejado en sus cabezas para después irse tan rápido como llegaron. Toda la gente que se encontraba cerca de ellos traían el mismo tipo de peluca rosa.
La verdad fue que Aioros aunque trató, no pudo detener las preguntas del rubio y las contestaba dando indirectas, diciendo pequeñas mentiras y pequeñas verdades, nada serio. Pero descubrió, sin que Shaka se diera cuenta que el niño estaba mas que obsesionado con Saga. "Bueno... ¿Quién no lo estaría?" se preguntó. Después de salir se unieron un poco al ambiente de fiesta, pero siempre "buscando" al caballero. Seguían en la calle Pelota y Shaka continuaba buscando al caballero.
- ¿Cómo es que lo encontrarás¿Verás una mancha roja o negra, o algo así? - preguntó Aioros.
- Pues, la verdad no estoy seguro... Shion no me dio instrucciones. - dijo Shaka, esta vez sin sonreír. Aioros se detuvo en seco.
- ... Entonces... ¿No sabes cómo? - miró al rubio seriamente.
- Así como saber exactamente... pues no. - rió dulcemente. - Pero... yo llegué al Santuario siguiendo mi constelación de noche, pero de día tenía que guiarme de alguna forma... No se como explicarlo, pero "algo" me guió al santuario. Estoy seguro de que el Patriarca pensó que ese "algo" me guiaría al caballero. - dijo tratando de parecer más convencido de lo que en realidad estaba.
Aioros lo miró con fingido alivio. Después de todo, ya no podían hacer nada. Sólo podía rezar para que Shaka en verdad supiera encontrar al futuro capricornio. Caminaron en silencio hasta que Shaka se detuvo. Sus ojos estaban cerrados y su boca estaba entreabierta. - Está cerca... - fue lo único que dijo.
El arquero miró a su alrededor. Había jóvenes por todos lados. A su costado derecho había casas. - Está en esa casa. - Shaka abrió los ojos y señaló una casa de dos pisos color crema. Había un portón negro que rodeaba la casa. Aioros comenzó a caminar hacia la casa, volteó y vio como Shaka se permanecía inmóvil y volvía a cerrar los ojos. - ¿Shaka? Vamos... –
- ... Está... está morado Aioros... -
